XVIII: Piedras en el camino de la felicidad
El golpe lo había dejado mal, tanto que pensar en como escapar de varios hombres armados le resultaba imposible. Tampoco hablaría, aún si su vida dependía de lo que dijera. Si sentía que no había escapatoria solo se debía resignar a lo que le esperaba y eso probablemente sería su muerte.
—Levanta las manos y sal del auto.— Ordenó el italiano, a lo que Aiacos obedeció y bajo del auto tal como le había ordenado el mayor.— ¿Quien es la persona que estás secuestrando?
Aiacos literalmente se mordió la lengua y dirigió su mirada hasta un punto en el suelo, si iba morir no le daría el gusto al mayor de responder sus preguntas.
El joven italiano al no ver respuesta alguna, golpeó al joven con su arma. El golpe había sido tan fuerte que lastimo a Aiacos al punto de sangrar por la camisura de sus labios y nariz. Esa acción le hizo terminar en el suelo, pero tampoco fue suficiente para que hablara.
—Busquen dentro del auto algo que nos dé la información de estos dos...— El joven dió una nueva orden a sus subordinados, quienes rápidamente fueron al auto en el que iba Aiacos y empezaron la busqueda de algún documento de identidad, mientras que algunos se quedaron para seguir amenazando al secretario.— Veo que realmente llevarás tus secretos contigo... Así no me sirves, pero muerto tampoco.
Angelo también era de las pocas personas que no tenía paciencia y el tiempo era oro para el, por lo que no podía quedarse esperando respuestas que no llegarían. Finalmente no tuvo compasión con el secretario y le disparó en la pierna, un grito se escucho en medio de esa carretera desolada en la que había finalizado la persecusión.
—Puedes ver qué hablo encerio... La próxima bala irá en tu cabeza sino piensas responder mis preguntas.— El italiano realmente espero que en esta ocasión el secretario si hablara.
—Ah... maldito, no creas que eso me asusta, haz lo que quieras pero no te diré nada.— Dijo con dolor, apenas pudo hablar con firmeza sin sentir que sus músculos se tensaban. Angelo lo dió como caso perdido, y señaló a uno de sus hombres para que lo sostuvieran.
—Vean si tiene algo de valor consigo.—
Los hombres rápidamente buscaron entre las prendas del secretario, pero solo sacaron unos lapiceros y pequeños pedazos de papel. Hasta que uno encontró un pasaporte que pertenecía al menor, dicho objeto le entregaron a Angelo y el por fin pudo saber quién era la persona que iba en la camioneta.
—Camus... Su nombre se me hace familiar.— Murmuró para si mismo, si revisaba el apellido también se le hacía conocido, sin embargo no lograba recordarlo al menos del todo.— Bien, ya que el no hablara vámonos, llevense a ese jovencito con nosotros, hacía la residencia principal.
Los hombres asintieron, y uno de ellos tomo entre sus brazos al inconsciente francés, mientras que los demás subían al resto de autos. Angelo mientras guardo su arma y se dirigió a su motocicleta, no sin antes dejarle en claro unas cuantas cosas al herido secretario.
—Te dejo vivo porque no tienes valor ni estando muerto, más te vale regresar con la persona que trabajas y avisarle que ahora Camus está protegido por una gran organización. No será fácil recuperarlo.— Dicho eso el joven italiano se subió en la motocicleta y se puso en marcha junto con sus hombres, dejando herido a Aiacos en medio de la carretera.
—Maldita sea...— Murmuró Aiacos, la herida que le dejo la bala en la pierna le impidió caminar, por lo que como pudo se arrastro a la camioneta y buscar debajo del asiento un celular que tenía guardo para llamar y pedir ayuda. Pues no estaba en condiciones para conducir y si aún lo estuviera, el choque dejo el motor del auto casi destrozado. Regresar no sería tan fácil.
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—¿Milo estás seguro?— Preguntó Kardia al saber que su yerno estaba en peligro.
—¡Si! ¡Aiacos, uno de mis secretarios lo hizo!— Milo estaba más que seguro que Aiacos había sido el responsable de la desaparición de su pareja.
Kardia entendió la gravedad del asunto y tan rápido como pudo se puso a llamar a los contactos que tenía en el aeropuerto para ver si tenían en su lista de pasajeros a alguien con los datos de Aiacos o los de Camus.
Mientras Shura pensó en regresar a su mesa y ver que pasaba, pero en ese momento recibió una llamada de su amigo, dudo en contestar pues debía averiguar que había pasado con el galo, así que en solo segundos se decidió contestar y como de costumbre lo puso en altavoz.
—¿Que paso Dita?—
—¿De casualidad tu invitado se llamaba Camus?— Preguntó el joven para confirmar que había hecho bien las cosas. Ya tenía información sobre el galo y deseaba compartirla con Shura lo más antes posible.
—Si, ¿Porqué la pregunta?— Shura se sintió ansioso la saber que Dita sabía de Camus, talvez tenía información como no también.
—¡Que bueno!, pensé que Angelo había secuestrado a la persona equivocada.— Dijo como si nada, alertando a Shura, quien desactivo su altavoz y se pegó el celular al oído.
—¿¡Como!?—
—Te lo explico más tarde, porfavor ven a la florería.— Con eso dicho, el florista corto la llamada, dejando más que preocupado a Shura. Ahora resultaba que Angelo era el responsable de la desaparición d Camus. Pensó que no debió confiarse en ese mafioso.
Shura pensó en ir denuevo a la mesa que había compartido con Kardia, para decirle que sabía sobre el paradero de Camus. Pero Milo estaba ahí y si lo decía a él también se desataría un problema tras otro. No le quedó otra que ser prudente y enviarle un mensaje a Kardia: "señor Kardia, tuve un inconveniente, debo regresar a mi departamento. Nos vemos para una próxima reunión."
Una vez que envío el mensaje, aún con la maleta en mano Shura tomo el primer taxi que vio y se dirigió a la florería, esperando que su amigo no tuviera nada que ver con el secuestro, pues no sé quedaría de brazos cruzados de saber que estaba involucrado, como abogado debía ser imparcial.
Luego de unos minutos, estaba frente a la florería, le pago la tarifa al taxista y corrió a la florería que aún seguía abierta. Entro y llamo a su amigo casi a gritos.
—¡Afrodita!— El grito ajeno asustó a Dita, tanto da salió rápidamente para responder el llamado de su amigo.
—¿Que sucedió Shura?— Preguntó el joven tratando de acercarse a su amigo, pero al verlo molesto no avanzo más de dos pasos.
—¿!Como se te ocurre!? ¡Un secuestro!? ¡En qué rayos estabas pensando! ¿¡Y dónde está tu novio!? ¿¡El es responsable de esto verdad!?—
—¿Que? No no no no... No es como piensas, creo que no escogí las palabras correctas.— Afrodita entendió la molestia de su amigo, por lo que trato de retractarse y explicarle lo que sucedía, pero Shura alterado era peor que él cuando estaba molesto.
—¡Olvidalo! ¡Tu y ese maldito mafioso están en serios problemas! ¿¡Dónde está Camus!? ¡Más te vale que no haya extorsión de por medio!— Shura camino de un lado a otro gritando cada palabra y pensando en como solucionar el problema en el que supuestamente estaba metido su amigo.
—Espera... Si me dejas explicarte...— Afrodita nuevamente trato de hablar, pero no pasó mucho para ser interrumpido otra vez.
—¿¡Secuestrar es la clase de negocios con la que Angelo necesitaba ayuda!? ¡Maldita sea!, ¿¡Dita como te metiste con alguien tan peligroso!—
—¡Ya! ¡Déjame decirte lo que pasó de puta vez!— El joven florista callo de una los gritos de Shura, quien se quedó con la boca abierta en cuanto escucho a Dita. Desde que lo había conocido jamás había usado un insulto tan alto para expresarse. Cuando tuvo a Shura callado, Dita aclaro su garganta antes de hablar.—Lo siento... Pero tú me obligaste a levantar la voz, te decía: Si hubo un secuestro, pero ni yo ni Angelo somos los responsables, verás...
Afrodita se tomó el tiempo de explicarle lo sucedido a Shura, contándole primero que un joven pelirrojo lo vino a buscar y luego ya le contó el resto del asunto.
Shura se quedó sorprendido ante la explicación de su amigo, primero alegre, porque el menor lo busco y luego mal al saber que realmente había sido secuestrado y que su amigo y Angelo solo lo habían rescatado de ese hombre, se sintió mal por sacar conclusiones tan apresuradas.
—No tenía ni la menor idea que eso haya sucedido, disculpa por alterarme... Te debo mi agradecimiento a ti y a Angelo.— Dijo más que arrepentido el abogado, talvez primero debió preguntar y luego ya actuar al saber la verdad.
—Tranquilo... Creo que también tengo la culpa por no explicarte lo que sucedia, ya no estés preocupado... Angelo pronto nos mandará la dirección de dónde tiene a Camus y podrán verse.—Dita sonrió al darle el dato a Shura, quien sintió una pequeña esperanza en su corazón de volver a esa persona tan especial para el que en solo días lo cautivo.
—Muchas gracias Dita...—
—No iba a dejar que el amor de tu vida se vuelva a ir como lo hizo Aioros... Aunque el lo hizo por su propia voluntad y lo peor que no sabemos con quién, de saberlo yo mismo le metería una bala por dónde no le llega el sol.— Comentó con molestia el joven sueco, a lo que Shura luego de un tenso momento río a carcajadas, se mentiría a si mismo si dijera que ese trágico suceso no le dolia, solo quedaba reír por las ocurrencias de su amigo y tratar de equilibrar sus propias emociones.
—Tranquilo, Aioros es parte de mi pasado por mi que sea feliz dónde quiera que esté... Mi prioridad ahora es Camus, gracias por no dejar que se fuera.— Shura por fin vió que un futuro brillante le esperaba, no sería fácil estar a lado del francés, pero realmente estaba dispuesto a dar todo por el.
—¡Claro que no iba a permitir que se fuera! Ese chico se notaba muy triste cuando no te encontró y tú también estabas preocupado por el, eso no es coincidencia es amor.— Dijo firmemente el florista, el mismo se sentía satisfecho con su buen accionar.
El ambiente realmente era agradable, Afrodita y Shura pasaron a un cuarto cerca de recepción donde compartieron una taza de café, mientras que esperaban el mensaje de Angelo. Shura por su parte sintió que las cosas mejorarían dentro de poco, y que sería más fácil ayudar al menor.
Al menos eso pensaba sin imaginar que alguien más de su pasado seria una nueva piedra en su camino.
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En el aeropuerto de Athenas, un avión que venía de Estados Unidos acababa de aterrizar a las 10 pm, hora exacta, solo paso un tiempo determinado para que los pasajeros que iban abordó bajarán y recogieran sus maletas.
De entre todos esos pasajeros había llegado un joven en particular, tenía los cabellos castaños y una bella piel morena, sus ojos verdes brillaban con las luces del aeropuerto e iba vestido son un terno negro y un abrigo elegante. Quien quiera que lo viera pasar se quedaba viendolo y admirando esa belleza andante.
—Shura, ahora sí espero tener una oportunidad contigo.— Se dijo para si mismo, una vez que salió del aeropuerto y piso luego de mucho tiempo las tierras griegas. El joven había llegado a ese país con un solo objetivo y ese era el de tener el corazón del español que años antes lo había enamorado, solo que estaba prohibido para él, esto debido a que Shura era el prometido de su hermano mayor, pero ahora tenía el camino libre o eso imaginaba.
Continuará...
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