XVI: Un adiós fallido
—Una cosa... ¡Solo te pedi una cosa Shura! ¡Cuidar de mi tienda!— Un bello jovencito de melena rubia, gritaba a todo pulmón vários reclamos hacia Shura. Quien se mantuvo con la cabeza agachada todo el tiempo, no tenía justificación para lo que había hecho.
El bello joven de ascendencia sueca, estaba molesto tanto que su carita blanca estaba teñida de rojo por su enojo.
—Lo siento... Estos días estuve ocupado, no imaginé lo que pasaría.— Comentó Shura más que arrepentido, los anteriores días solo se había ido de banco en banco para sacar una buena cantidad de préstamos y sus propios ahorros. Estaba loco, el mismo lo reconocía, pero su plan era que esa noche conversara con Kardia y pagará la deuda del francés, solo así tendría la oportunidad de conseguir su libertad. Pero por haber hecho eso, se había descuidado de la tienda de su amigo, por lo que algunas flores se marchitaron y otras se pudrieron en el agua que no se había cambiado en días.
—¡Hay! Esto es mi culpa no debí dejarte a cargo... ¿¡Pero sabes de quién más es la culpa!? ¡Es tuya Angelo!— El florista señaló a otro joven bien vestido y con lentes oscuros, su altura y porte lo hacían ver intimidante y su cabello blanco era lo más particular de el, Shura no lo conocía, pero había llegado junto con Dita a la tienda, y desde su llegada permaneció en una esquina del lugar y ante los reclamos del menor solo levanto sus hombros a manera de indiferencia.
—¿Y por qué sería mi culpa Dita?— Preguntó el joven de lentes oscuros, el cual tenía un hermoso acento italiano.
—¡Porqué de no ser por ti no hubiera dejado mi tienda para cuidarte!— El joven florista estaba revolviendo sus cabellos de la molestia, y luego de respirar un poco extendió su mano hacia el abogado.— Shura eres mi amigo, pero tú descuido me causo una gran perdida, deberás darme mínimo 300 dólares para recuperar esas flores, porque algunas de ellas no crecen aquí y son exportadas.
—Si, prometo pagartelo aunque ahora no... Tengo otros gastos.— Dijo el abogado, mirándo a otro lado, si tenía el dinero, pero eso estaba destinado para el francés.
—¡Te mato!— El menor estaba por saltar sobre su amigo, hasta que su pareja le tomo de la cintura y evito que lastimara al español.— ¡Se supone que eres abogado y ganas el doble que yo! Además de que eres soltero, ¿¡En que gastarías tu maldito sueldo!?
—Lo se, lo sé... Encerio disculpame Dita, pero no se si te recuerdes de lo problemas que te comenté? Hay alguien a quien quiero ayudar... Y necesito una gran cantidad de dinero.—
La explicación de Shura calmo por un momento a Afrodita y solo optó por agarrar la oreja al español y lo jaló hasta su altura para confrontarlo, lo que causó que Shura se quejara un poco por el dolor.
—Si lo recuerdo... ¿¡Pero que tiene que ver el dinero en eso!?—
—Alguien que quiero está en peligro desde hace mucho por una deuda, no sé cuánto debe, pero debe ser mucho para estar amenazado por alguien más... Si le ayudo a cubrir esa deuda estará libre. Porfavor ayúdame.—
Afrodita entendía cuando algo era una emergencia, así que solo por eso dejo de gritar y soltó a su amigo y se cruzó de brazos.
—Vaya... Tu amigo si que es interesante, dijiste que es abogado, ¿Que te parece si trabajas para mí? Te pagaré el doble o el triple si me ayudas con mis negocios.— Sugirió el italiano, sin duda aquel hombre le serviría en un futuro y también podría ayudarlo si es lo necesitaba.
—¿Que clase de negocios?— Preguntó el español, aquello era una propuesta tentadora más que ahora necesitaba el dinero.
—No le hagas caso Shura, Angelo no habla de negocios buenos, es un maldito mafioso bueno para nada...— Dijo con molestia el más joven, empezando a limpiar su tienda y ver que flores podía salvar.— Sus abogados terminan muertos, en el mejor de los casos en la cárcel con una condena larga.
—Dita... No exageres.— El italiano también se acercó a ayudar a su pareja, mientras que el español miro su reloj y pronto sería la hora de su reunión, no podía llegar tarde.— Shura, ¿verdad? Se nota que necesitas el dinero... Puedo ayudarte.
—Lo siento, pero realmente ya tengo suficiente con un loco empresario. Temo que mis servicios no están disponibles por el momento, aún tengo otro caso que atender y una reunión está noche. Así que con su permiso me retiro, Dita prometo pagarte de aquí unos días.— Al escuchar como había hablado su amigo, Shura no aceptaría la ayuda de alguien tan peligroso, tenía bastantes problemas como para poner su propia integridad en juego. Aún debía estar bien para ayudar a Camus. Rápidamente salió de la florería y fue a su departamento para alistarse, pues debía llevar todo el dinero que había reunido en una maleta. Solo rogaba dentro suyo que fuera suficiente, aunque sea solo la mitad podría negociar con el enemigo.
—Dita no debiste decir eso...— Mencionó el joven italiano, escogiendo las flores que habían sobrevivido al descuido del abogado.
—Lo siento, pero no voy a permitir que pongas en riesgo la vida de mi mejor amigo, el mundo en el que estás involucrado es peligroso.— Murmuró el menor haciendo el mismo trabajo que su pareja.
—Y aún así estás aquí conmigo. Gracias por amarme con tanta valentía.— Angelo le mostró una sonrisa a su pareja, quien detuvo lo que hacía y lo abrazo con fuerza. Dita se aferró a él, pues en el fondo de su corazón temía que algún dia no volviera a ver a su novio.
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Ese mismo día, Camus estaba en el departamento empacando algunas de sus ropas y ocultando las joyas que Milo le había comprado dentro de una pequeña mochila. Era lo único que le faltaba, el ya estaba listo para realizar su viaje, había tomado un último baño caliente y se vistió con una ropa algo elegante ya que era lo único que tenía.
Dentro de su habitación estaba Aiacos, quien le esperaba para irse. Para esa semana Camus ya podía caminar, lo cual era algo favorable.
—¿Estas listo?— Preguntó Aiacos tomado la mochila que había alistado el menor.
—Si, es solo lo necesario.— Dijo el menor, observando una última vez su habitación que había sido su jaula por un largo tiempo, más tiempo del que se imaginaba.
—Bien, vámonos... Usted salga primero, yo iré detrás.—
Camus obedeció y salió de su habitación, afuera aún había algunos guardias, quienes estaban cuidando de los pasillos. El joven paso como si nada y Aiacos detrás el, casi nadie noto que llevaba una mochila o si lo hacian no le tomaban importancia, todos tenían la información de que esa noche que el francés saldría a una cena. Así que no había de que alarmarse.
Al salir del lugar, ambos jóvenes se dirigieron al ascensor y bajaron hasta el estacionamiento, dónde subieron a uno de los autos lujosos de Milo. Aiacos sería el que conduciría por lo que Camus se sentó a su lado.
—Cerca de la florería nos dejaron una camioneta que usaremos para el viaje, este auto tiene GPS y sería fácil para Milo encontrarnos, así que sera la única parada que haremos. Por favor no tardes mucho en conversar con ese abogado.— Sugirió Aiacos. Viendo que Camus movía su cabeza en afirmación empezó a conducir hacia la florería.
Camus miro las calles y mientras jugaba con sus manos dentro suyo esperaba ver a Shura, el camino se le hizo largo y eso que no había empezado su viaje, los minutos fueron como horas y el viento que pasaba por su ventana no aliviaba los nervios y la emoción que sentía al ver a alguien tan especial, pronto su larga espera termino cuando Aiacos estacionó el auto en una esquina del local.
—Te estaré esperando al frente de la florería, por favor no tardes Camus.— Dijo Aiacos bajando del auto para ir a buscar la camioneta.
—No te preocupes, será rápido...— El joven Francés también bajo del auto y se dirigió a la tienda, deseaba ir corriendo pasar esas puertas y abrazar al abogado. Pero eso solo era fantasía que estaría en su mente, pues debía mantener la compostura y comportarse. Mantuvo un paso lento y abrió la puerta del local.
La campana de la tienda sonó, lo que hizo que Afrodita saliera a atender a su cliente.
—Buenas tardes, ¿Que se le ofrece estimado cliente?— Preguntó con una sonrisa adorable el verdadero florista. Pero a pesar de la amabilidad ajena, Camus se sintió destrozado al ver quién lo atendia. La poca esperanza que tenía se había esfumado. Se apoyo contra una pared y trato de asimilar la realidad de que no vería al abogado. Afrodita vio preocupado la reacción ajena, así que se acercó al menor.— ¿Se encuentra bien?
A pesar de preguntar, Afrodita no recibio una respuesta, al menos no ese preciso instante. Camus tomo un poco de aire y miro con unos ojos cristalizados al joven.
—Shura... ¿Ya no trabaja aquí?— Preguntó con dolor el galo.
Afrodita al escuchar el nombre de su amigo entendió quien era el joven. Pelirrojo y un verdadero ángel en la tierra, ese era el invitado de su amigo y a quien quería ayudar. Se cubrió la boca al sacar sus propias conclusiones.
—No dulzura, pero si gustas lo llamo o ¿prefieres esperarlo? Aunque tiene una reunión importante al menos eso me dijo... Talvez tarde. Mejor una llamada.— Afrodita estaba por correr para traer su celular, sin embargo la llegada de otro cliente detuvo su accionar.— Se le ofrece...
—Camus no tenemos tiempo, vámonos de aquí.— Ordenó Aiacos, quien había entrado a la tienda. Aquello desconcerto al joven sueco, que no supo cómo proceder.
—No es necesario que lo llame.... Solo quería despedirme, me iré de viaje y talvez no regrese, me hubiera gustado verlo, pero no quiero interrumpir si se trata de su trabajo, creo que ya le cause mucha molestia.— Camus trato de hablar normalmente, pero su voz casi se quebraba. No quería que lo vieran así de vulnerable así que salió de la florería.
Afrodita no podía dejar que se fuera, así que trato de seguirlo para ver a dónde se iba y saber más de el.
—Espera...— Tan solo dar unos paso fue detenido por Aiacos cuando esté le tomo de la mano.
—Lo siento debemos irnos y no podemos perder más tiempo... Aquí se acaba la conversación.— Aiacos soltó la mano de Dita, pero este no se quedó contento con eso.
—Puedo preguntar ¿a dónde se va?—
—No te incumbe.—
—¡Si que me incumbe! Una vez dejaron a Shura, no voy a permitir que está vez también el amor de Shura se vaya y lo deje!— Afrodita se puso delante de la puerta, para evitar que esa persona se fuera.— ¡Dímelo ahora!
Aiacos no era muy paciente menos amable, levantó su manos para intentar golpear al joven que tenía frente y apartarlo de su camino, sin embargo alguien más le detuvo, sosteniendo con fuerza su brazo.
—Seras hombre muerto si te atreves a tocar un solo pelo de mi Dita.— Amenazó con gran molestia el joven italiano, a lo que Aiacos trato de quitarse de ese agarre forzajeando en su intento.
Continuará...
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