VI: Traviesos comienzos
Mientras Camus sentía que la mala suerte de ese día que tenía no acababa, puesto que al llegar a los servicios todos estaban ocupados. Maldijo internamente y subió al segundo piso para ver si los servicios de ahí si estaban disponibles.
Por otro lado, Shura aún no había terminado su plato, pero lo dejo a medias ya que estaba bastante cansado, no solo por atender en la florería sino porque debía pensar en todas las cosas que debía hacer antes del juicio de su cliente para garantizarle las cosas a su favor. Por suerte el plato ya estaba pagado así que se dispuso a irse y paso por los pasillos de los servicios para bajar a las escaleras y grande fue su casualidad al chocar con el pelirrojo, quien casi perdía el equilibrio, pero Shura lo sostuvo de la cintura antes se que cayera.
—¿Te encuentras bien?— Preguntó preocupado el español.
—Si... Lo siento, no me fijé por dónde iba.— Respondió con pena el galo.
—¿A tu suegra le gustó las flores?— Rápidamente el mayor volvió a preguntar al menor quien lo miro confundido.
—¿Como sabes de las flores?—
—Soy el florista de la tienda...— Mencionó con una dulce sonrisa a lo que Camus se quedo sorprendido.
—No te reconocí lo siento, está vez no llevas tu mascarilla.— Dijo más que apenado el francés, aún seguían en una posición poco cómoda para una conversación y todos los demás comensales los miraron extrañados, cuando recién notaron las miradas de los demás es que se acomodaron y pasaron a hablar a la mesa de Shura.
Luego de su encuentro casual, ambos se sentaron en la mesa que antes había compartido Shura con Kardia.
—Entiendo que no me reconocieras... solo llevo esa mascarilla mientras atiendo la floreria.—
Camus seguía viendo a Shura con mucha impresión, jamás imagino que tras esa mascarilla, el florista sería alguien tan hermoso y educado. Eran dos cosas importantes a su favor.
—Es una pena que ocultes tu belleza tras esa mascarilla, estoy seguro que atraerias muchos clientes si tan solo te vieran.— Comentó con un sonrojo en sus mejillas, a lo que Shura se sonrojo por ese cumplido. Pronto el menor observo el plato de comida que tenía aún la mesa, si se notaba que lo habían consumido pero no era más de la mitad y vio esa jugosa carne junto con las papas crocantes se veían exquisitas y todo ello bañada en una salsa. A Camus se le hizo agua la boca y con mucha pena señaló el plato.— ¿Ese es tu plato?
—Si, aunque comí mucho en el almuerzo... Por eso lo deje a medias.—
—¿Te molestaría si como un poco?— Está vez Camus jugo con sus manos y agachó su cabeza para que Shura no viera lo rojo de su rostro.
—Claro que no... Pero mejor te pido otro...— Shura no completo lo que dijo, pues tan pronto como Camus escuchó su afirmación, se tomó la molestia de tomar el plato y cortar esa carne tan rápido como pudo y probarlo junto con las papas. Ya nisiquiera le importo los modales, simplemente quiso aprovechar la oportunidad de comer algo delicioso.—¿Aún no cenaste?
—Lo...lo siento.. — Camus hablo con la boca llena, y tuvo que pasar la comida con fuerza antes de responder.— Lo siento mucho, es solo que comer avena, vitaminas encapsuladas y ensaladas no me llenan por completo... Ya no recuerdo la última vez que comí un buen pedazo de carne, sin contar con lo de ahora.
—No te disculpes, si gustas pido otro plato.— Shura admiro la manera de comer del menor, no era la más elegante sin embargo era la más tierna. Cuando vio que el menor estaba por terminar, vio que tenía algunas manchas de salsa cerca de su boca, por lo que con su mano delicadamente le limpio esas manchas con su pulgar.
—Gracias... ¿Cuánto te debería?—Preguntó algo sonrojado el menor.
—Nada, no quiero decirlo de esta manera pero esa comida era lo que no quería, yo soy el que te debe una disculpa por no pedir otro plato.—
—Tranquilo, yo fui quien pidió la comida. Gracias por permitirme degustar de tu plato.— El menor le sonrió dulcemente al español y este solo quedó aún más cautivado por galo. Cada acción suya solo lo enamoraba aún más.
Camus estaba por bajar al primer piso, pero Shura le tomo de la mano, fue esa simple acción que ambos sintieron como una corriente paso por sus cuerpos, Camus miro al mayor pero no pudo expresar palabras alguna.
—Espera aún no me dijiste cómo te llamabas.—
—¿No lo dije?— Shura negó.— Camus... Mi nombre es Camus, amable señor. ¿Y el suyo?
Cómo si fuera la primera vez que se veían Camus le extendió su mano al español y este le siguió el juego.
—Un gusto Camus, tienes un nombre tan elegante como tú.— Instintivamente el español beso la mano del menor y este dejo escapar un ligero suspiro. Ni un millón de años Milo se compararía a al educación del joven que tenía frente suyo.— El mío pequeña dulzura es Shura.
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En el piso de abajo Milo miro el reloj que tenía apuesto en su muñeca y observo que ya daba más de las 9 y su pareja aún no regresaba, así que luego de dejar una propina en la mesa se dirigió a buscarlo a los baños, pues tal vez algo le había pasado.
Al llegar al lugar vio a un jovencito salir y este al ver qué Milo observaba desde afuera le hablo.
—Si está buscando a alguien, temo decirle que no hay nadie adentro.—
—Gracias.— Dijo Milo al escuchar lo que no pidió pero si fue necesario. Pensó que su novio ya estaba en el auto, así que se dirigió allí. Pero solo encontró a su secretario revisando su celular. Tocó la ventana y aquello hizo que Kanon dejara lo que hacía y saliera del auto.— ¿Donde está Camus?
—¿Disculpe?— Kanon no sabía a lo que se refería su jefe.
—¿Camus no está contigo?—
—No señor... Nisiquiera lo ví salir del restaurante.—
—Maldita sea, quédate aquí para ver si llega, yo buscaré adentro.— La pequeña molestia que Milo sintió en un principio empezó a crecer, solo se había descuidado un momento de su novio y ahora no lo encontraba.—Voy a matarlo... más vale que aparezca...
Milo trato de calmarse y regreso al restaurante, lastimosamente el lugar era grande y realmente si que costaba encontrar a alguien, más que en esa hora había mucha gente.
Busco en todo el primer piso preguntando incluso a los meseros si había visto al galo, pero nadie lo había visto. Finalmente Milo se decidió buscar en el segundo piso, llamando en voz alta el nombre del menor.
—¡Camus!—
Shura aún seguía conversando con el pelirrojo hasta que se escucho a alguien llamarlo. El galo se quedó más pálido de lo que era y vio a lo lejos a su pareja, desde ahí ya notaba lo molesto que estaba, así que rápidamente se escondió bajo la mesa, la cual por fortuna tenía un mantel demasiado largo que lleva casi hasta el piso.
El español noto eso y repitió la acción del menor, ambos escondiéndose bajo la mesa.
—¿Puedo preguntar porque nos escondemos?—
—El hombre que me está llamando es mi prometido y no es la persona más linda del mundo que digamos.— Susurro para no ser escuchado.
Shura solo asintió y ambos esperaron a que Milo se alejara del lugar. Camus sabía que si salía en ese momento recibiera un golpe, así que mejor ahorrarse esa humillación pública escondiéndose.
Los llamados de Milo cesaron y dió por perdido a Camus, ya que no aparecia en todo el lugar. Fue hasta recepción y decidió buscarlo por las cámaras.
Mientras que el heleno discutía con los meseros y encargados para que lo dejarán ver las cámaras de seguridad, Camus tomo la mano de Shura y lo llevo hasta una puerta que decía: "Solo personal autorizado", pero aún así el menor entro junto con el abogado y empezaron a bajar las escalas. Shura no sabía que hacía exactamente, solo le seguía los pasos al menor. Pronto ambos llegaron a las afueras del restaurante, solo que detrás del edificio y cerca de un callejón lleno de contenedores de basura.
—¿Como supiste de esa salida? ¿Y porque te escondías de tu novio?—
—Trabaje en este lugar hace mucho tiempo y bueno, se nota que mi novio está de malas, mejor espero que se le pase la rabia.— Pronto Camus reviso sus bolsillos y solo tenía diez dólares a la mano, suspiro frustrado, claramente esa cantidad no le serviría ni para tomar taxi ni mucho menos para pagar algún hospedaje. Regresar con Milo no era una opción, al menos no por el momento.
El español observo eso y sin pensarlo dos veces pregunto al menor.
—Sino tienes donde quedarte, puedes venir conmigo. Mi departamento no es muy grande, pero es bastante acogedor.—
—Eh— Camus no espero aquello, y parpadeo unas cuantas veces, lo pensó mejor y talvez un cambio de ambiente le vendría bien.— No quiero ser una molestia...
—Para nada, no te preocupes de eso... Me gustaría ayudarte.—
—Esta bien, Vamos.— Camus se arriesgaría a disfrutar de la libertad que aún conservaba, pues luego pasaría a estar encerrado de por vida una vez que se consumirá su matrimonio.
Shura sonrió y ambos fueron hasta otra calle para tomar un taxi y dirigirse al departamento del español.
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Mientras dentro del restaurante Milo desahogaba su molestia con los encargado, quienes no tuvieron otra opción que mostrarles las cámaras de seguridad.
Finalmente vio que su novio había subido al segundo piso y había compartido la mesa con alguien más, solo que por lo borroso de la cámara no distinguia a esa persona. Pero debía averiguar quién era, ya que al final observo que ese desconocido se había retirado del restaurante junto a su novio.
—Otra vez... No aprendió la lección de su último escape, pero está vez no tendré piedad... Camus estás en problemas.—
Continuará...
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