IX: Noches sin estrellas

Aún era temprano para cerrar la florería, pero luego de escuchar la llamada de su vecina, Shura no pudo quedarse tranquilo. Así que cerró la florería y trato de parar un taxi que lo llevará devuelta a su departamento, ya que a pesar de haber llamado al número de su casa nadie respondía. Temía que algo le hubiera pasado al menor.

Por fortuna un taxi apareció y no tardó en tomarlo. En todo el trayecto no pudo evitar preocuparse a un más ya que no sabía cómo contactar al menor. Pronto había llegado a su departamento y no espero el ascensor simplemente subió por las escaleras tan rápido como pudo, al llegar la vecina que le había llamado estaba frente a su puerta.

—Shura lo siento mucho, creo que debí llamar a la policía.— Dijo la joven más que asustada.

—No te preocupes Marín... No es tu culpa.— Shura entro a su departamento junto con la joven, y vio el desastre que había. Sangre en el piso y la mesa de vidrio rota. El joven fue a revisar su habitación y solo encontró la ropa que había usado el menor para esa cena.

Volvió a salir y la dama le extendió un pedazo de papel.

—Creo que es para ti.— Shura recibió el papel y era el mismo que le había dejado al galo, solo que el mensaje venía atrás.

A pesar de que el mensaje era claro sabía que no lo había escrito el menor, debía saber que le había pasado.

—¿Viste que ocurrió?— Preguntó con preocupación a lo que la joven negó.

—No, lo siento... Cuando escuché que rompieron algo cerré mi puerta.—

Estaba de más decir que el mayor estaba preocupado, guardo esa nota en su bolsillo y saco su teléfono para tomar fotos de los daños. Las cosas no se quedarían así, por lo que debía reunir pruebas.

—Gracias por llamarme Marín, pero no te preocupes del resto me encargo yo.— Shura puso su mano en el hombro de la dama para tranquilizarla. La joven solo asintió y dejo al abogado solo.

En medio del silencio que se creo el celular de Shura timbró y el joven respondió la llamada al ver quién era.

—¡¡¡Shura!!! ¿¡Cómo pudiste cerrar la florería!? Hoy llegaba algunas flores para un ramo que debía entregar este fin de semana y no hay nadie para que lo reciba!— Los gritos de su amigo hizo que Shura alejara el celular de su oído.

—Lo siento Dita, pero de verdad tengo un problema muy grave entre mis manos y tenía que venir inmediatamente a mi casa.—

El amigo de Shura se calmo en cuanto escucho aquello e inmediatamente mostró su preocupación.

—¿Que ocurrió? No me digas que una de las flores te saco más de un sarpullido. ¿Necesitas medicinas?— Pregunto el joven, y Shura realmente prefería afrontar un problema de alergia y no lo que estaba presenciando.

—Nada de eso Dita, verás...—El abogado no sabía cómo explicarle lo ocurrido, que le gustaba alguien casi casado y que tenía miedo de que algo le haya pasado.—Entraron a mi departamento y el invitado que tenía ha desaparecido.

—¿¡Que!?—Shura volvió alejar su celular al escuchar el grito, ya que su amigo si sabía cómo romperle los tímpanos. Pensó que se había quedado sorprendido por qué entraron a su departamento, pero la sorpresa de Dita se debía a otra razón.—¿¡Como que invitado!? Me voy por unos días y ya conseguiste otros amigos? Aunque no me digas es tu pareja!? Creí que jamás de recuperarias de tu ruptura con Aioros, claro aparte de que era tu mayor te dejo en el altar para irse con otro... ¡Estoy tan feliz por ti! Me alegra que lo superarás.

Shura rodo sus ojos ante esas palabras, aquello era parte de su pasado que realmente buscaba olvidar y justo cuando ya lo estaba haciendo, su amigo se encargó de recordárselo con lujo y detalle.

—¡Dita eso no es lo importante!—

—Si entiendo... Dijiste que desaparecio, ¿Estás seguro que solo no tienes suerte en el amor?—

—Voy a colgar.— Más que ayuda su amigo empezaba a molestarlo, así que pensó que lo mejor era terminar la llamada, pero ahí su amigo le dijo algo que no había pensando.

—¿Y si te comunicas con uno de los familiares de tu invitado? Talvez alguien sepa algo de el.— Era cierto, Shura recordo que el día de la cena, Camus estaba acompañado de su último cliente. Kardia era la solución a su preocupación.

—¡Eres brillante Dita! Por hoy cerraré la florería, pero prometo trabajar horas extra para compensartelo.— Dicho eso corto la llamada y se dispuso a llamar a Kardia, de alguna manera el debía estar relacionado con Camus.

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En el departamento de Camus, el doctor privado de Milo había llegado y se dispuso a atender al menor. Aunque le resultó complicado saturar el corte de su pierna y brazo, incluso para ayudar a su recuperación le colocó un suero intravenoso. Y toda la revisión en general le tardó algunas horas.

—Ah, Milo te recomiendo llevar a tu novio a un hospital, fuiste muy descuidado al dejar ese tipo de heridas sin un tratamiento, pudo infectarse... Además veo que no se está alimentando bien, sus defensas están bajas. No quiero ser el responsable si su situación empeora.— Comentó el doctor empezando a guardar las cosas que había utilizado en un maletín.

—Creo que te pago por tu trabajo Aioros...— Milo quiso reprochar lo que le había dicho el médico, pero este inmediatamente le interrumpió.

—Pero no hago milagros Milo, te digo eso por el bien de tu prometido. Al menos si no quieres que este en el hospital deja que coma como es debido y no solo ensaladas.— El médico miro con seriedad al joven, quien solo desvío su mirada, pocos lograban callarlo como lo hacía ese médico.

—Estare en la otra habitación, debo quedarme para ver que la fiebre que tiene no suba.—

Milo solo asintió y dejo que el médico se acomodará en una de las habitaciones. Mientras veía por el marco de la puerta a su novio. Al verlo en ese estado recapacitó un poco sobre lo que hizo y cerró sus ojos, a la persona que amaba no sería capaz de hacerle daño, era lo que siempre se dijo.

Más ahora que lo tenía, pero a pesar de que le daba todo no sabía por qué intentaba escapar y está era la segunda vez.

La primera vez lo recordó con claridad, paso una semana después de que el menor se enteró de sus aventuras. En ese entonces Camus ya vivía con el, pero sin seguridad alguna. Milo confiaba plenamente en que Camus nunca lo dejaría, sin embargo, una tarde no lo encuentro en el departamento, pensó que estaba de compras en algun lado, pero no había regresado y ya marcaban las 10 de la noche.

Y a pesar de que lo llamaba, no le contestaba. No quiso preocuparse, pero a pesar de que fue a dormir a la mañana siguiente Camus tampoco apareció.

Fue ahí que se dió cuenta que debía actuar rápidamente para encontrarlo. Puso a sus hombres a buscar cualquier detalle que lo llevará hacia el y pronto descubrió que su novio se había ido a la ciudad de Athenas para tomar un avión que lo llevaría a Francia. Si eso ocurría no volvería verlo.

Movió algunos de sus contactos y justo la aerolínea que tomaría Camus no despegaría hasta nuevo aviso. Eso le dió tiempo suficiente a Milo para llegar al Aeropuerto con un montón de hombres, quienes vigilaron las puertas y algunos buscaron al novio de su jefe. Hasta que lo vieron y rápidamente lo rodearon.

Camus estaba asustado, pensó que sería fácil escapar de Milo, pero ahora estaba rodeado de sus hombres que le impedían el paso, para siquiera correr. Pronto sus hombres dieron paso al jefe y Camus retrocedió.

—¿Porque? Dime porque intentaste irte!— Milo no podía describir como se sentía exactamente ese momento, molesto y angustiado era las dos emociones que ahora lo dominaban. Y Camus no dijo nada, no hasta que su prometido se acercó a él y lo sacudió tomándolo de los hombros.

—¡Porque no te amo! No solo me engañaste... Me dejaste sin posibilidades de trabajar, no quiero tener una vida a tu lado Milo, porfavor déjame ir... Prometo enviarte el dinero de la deuda, no digo que sea todo, pero si te lo pagaré si me das un tiempo determinado...—

Talvez lo correcto en ese momento haya sido que Camus se fuera devuelta a Francia, pues había dejado en claro los sentimientos que tenía hacia el: cero amor.

Pero Milo, simplemente no podía dejar ir a la persona que amaba, ya lo había dejado ir una vez y ahora que lo había vuelto a encontrar no quería que se fuera. Miro el pasaporte que tenia su novio y en la mano y rápidamente se lo quito. Sin eso sería imposible que viajará.

—¡Milo!— Camus trato de tener devuelta su pasaporte, pero quitárselo a Milo no era fácil.

—Si tanto quieres pagar tu deuda ya te di las condiciones... Cásate conmigo y me olvidaré de los millones que me debes.— Milo entrego el pasaporte de su pareja a uno de sus hombres quien lo guardo dentro del bolsillo de su abrigo.

—Yo... Milo porfavor, te lo suplico déjame ir.—

Milo recordaba como Camus se arrodillaba ante el y lo miraba con unos ojos suplicantes, casi llenos de lágrimas. Pero esa acción nisiquiera lo doblegó. Su corazón anhelaba tenerlo como esposo y a su lado para siempre, por lo que no le importo sus sentimientos.

Esos recuerdos vinieron a Milo y golpearon su mente, abrió nuevamente sus ojos y se dió cuenta que a eso había llegado. A tener que encerrar a su amada pareja para que no volviera a escapar, si esas medidas tenía que tomar para tener al amor de su vida, arriesgaría todo por Camus.

—Sino intentas escapar... Ya no te haré daño, por favor trata de entender que realmente te amo Camus.—Susurró con dolor, mientras veía a su novio aún dormir sobre aquella cama, esperaba que despertara y lo abraza, un poco de amor de su parte es lo que esperaba.

Continuará...

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