Capítulo 64 (final)
Capítulo 64 (final)
Final color de rosa
15 de agosto
8:30 pm
Me gustan más las flores que las personas; es que ellas no cometen las equivocaciones que nosotros solemos cometer...pero supongo que deberán cometer las suyas, ¿no es así?
Creo que he aprendido a aceptar que nada en esta vida carece de errores, ni siquiera las flores. No todas crecen en la dirección correcta, algunas se desvían y se enderezan a mitad de camino; otras nacen con pétalos de colores distintos ¿Significa esto que la perfección es imaginaria? ¿Que no existe? Sería lo lógico, pero tú, yo y las rosas sabemos que eso no es verdad.
La perfección es real, es un algo tan abstracto como el arte y tan invisible como el aire. Dudo que las rosas sepan que la tienen, quizá por eso jamás me contestaron. Ellas, con su belleza natural y sus hipnotizantes espinas, portan algo mucho más importante dentro de sí mismas; algo que no saben que les pertenece hasta que finalmente lo descubren.
Y lo descubren sin siquiera intentarlo...
En el caso de Cristal, ella tuvo muchas dudas con respecto al término "perfección" en su pasado. Creyó que la obtendría con un primer beso, o imitando a una princesa de largos cabellos dorados. Ahora pensaba en eso y casi quería reír por su equivocación. Que absurdo fue buscar aquello a través de algo tan físico, así no era ella. Por indagar en los lugares equivocados, terminó por perderse a sí misma.
Ahí descubrió que la perfección no era algo que debías buscar en algún lugar lejano, como a un tesoro. En vez de eso, debías escarbar profundo en ti mismo hasta encontrarla.
Y después de eso, debías atesorarla.
Ahora todo eso tenía mucho más sentido, pero todavía no sabía exactamente lo que era la perfección. Tampoco era como si quisiera averiguarlo, ella tan solo divagaba en sus pensamientos mientras observaba el horizonte hacerse más y más oscuro. Las estrellas que aparecían en el cielo se reflejaban en el mar por igual y la brisa traía un olor a mar y recuerdos imposible de ignorar. Sonrió porque sabía que ella atesoraría por siempre ese lugar, sus recuerdos la llevarían justo a ese instante en el futuro y se sentiría plena, feliz.
Porque, en ese instante, nada más importaba el paisaje y como este la hacía sentir.
—Hola —escuchó una voz conocida proveniente de la entrada que daba a la azotea. Volteo y encontró sus ojos café junto a una sonrisa tímida que no se acostumbraba a ver en sus labios —. Mhmm...¿qué haces aquí, Cris?
Fue tan poco lo que habló con Silene ese día que a duras penas si le dio tiempo de sentirse nerviosa por ella. Ambas mantuvieron distancia la una de la otra, como si estar cerca quemara...aunque eventualmente sucumbirían ante las llamas.
Cristal la vio indecisa sobre si acercarse o no hasta ella, era como si Silene estuviera tanteando terreno por temor a pisar alguna bomba que no estaba a la vista. Quizá fue esa vulnerabilidad lo que terminó por convencer a Cris de que ella no la lastimaría, al menos no intencionalmente. Ambas estaban igual de rotas, reparándose por separado y uniendo piezas poco a poco para construir mejores versiones de ellas mismas; ninguna tenía el tiempo ni las ganas de lastimar a la otra.
Pensando en eso, en que quería ser mejor que en el pasado, Cris le dedicó una pequeña sonrisa y con un asentimiento de cabeza la invitó a adentrarse más en la azotea.
—Hace un año, no me animé a subir aquí—confesó Cristal, contestando la pregunta de Silene mientras ella se acercaba —. Me daba cierto miedo, ni siquiera subí cuando los terremotos me dijeron que las estrellas se ven mejor desde este lugar. Me conformé con mirarlas desde abajo. Después de todo, es el mismo cielo...
Ella abrazó sus rodillas y colocó su barbilla sobre estas. Al mismo tiempo, sintió a Silene sentarse a su lado. Las dos observaban el horizonte, aun sin encontrar el valor para mirarse cara a cara.
—Solo quería probar si podía subir esta vez —continuó Cristal, ahora sonriendo para sí misma —. Lo logré, estoy aquí ¿Y sabes qué?
—¿Qué?
—Podrá ser el mismo cielo, pero desde aquí se ve y se siente diferente. Es decir, solo mira lo que tenemos frente a nosotras.
Silene se enfocó en el paisaje, en la forma en la que el brillo de la luna comenzaba a formar destellos en el agua y las estrellas a imitarla. Observó el cielo, ya estaba oscuro, pero no se sentía como tal. Había luz contrastando la oscuridad, pequeños detalles complementando a la noche y decorándola hasta hacerla la más hermosa posible.
El sonido de unas risas lejanas acompañaba el ambiente, transformando una noche con potencial para ser triste y melancólica en una que sabía a oportunidad, a felicidad, a continuación...Luego, observó a Cristal. Su perfil lleno de pecas, su pequeña sonrisa soñadora, el encanto que se vislumbraba en sus ojos por aquel cielo en particular.
Si las veían desde abajo, eran las mismas estrellas. Aún así, Cris tuvo razón en algo: en ese lugar se veían y sentían diferentes.
Ahí eran...especiales.
—Tienes razón —habló Silene, devolviendo su mirada al horizonte —. Es hermoso.
—Y ahora tengo la valentía de verlo con mis propios ojos...
La forma en la que lo dijo fue como escuchar a alguien finalmente alcanzar algo por lo que llevaba peleando mucho tiempo. Quizá era un logro para ambas estar ahí, encantadas ante un paisaje. La Cristal del pasado no lo hizo por miedo; la Silene del pasado jamás habría tenido tiempo de apreciar algo tan bello, no cuando estaba tan ocupada en sí misma. Ambas habían logrado algo.
No se trataba de que el cielo fuera distinto ahí, era que ambas ya no miraban las estrellas del mismo modo del que lo hicieron tiempo atrás.
Escucharon más risas provenir de ese punto rojo en la playa, era la fogata. Las dos sonrieron al mismo tiempo, conscientes de que aquellas carcajadas no eran más que sus familiares siendo tan peculiares como siempre. Por momentos, olvidaron el pasado, quienes fueron y lo que las separó. Solo fueron dos chicas observando el cielo...
Una rosa y una margarita observando estrellas sin recordar sus diferencias.
—Traje una ofrenda de paz —habló Silene tras un largo silencio. Fue entonces cuando Cris notó la rosa en su mano —. Estas siempre serán mis flores favoritas, pero no porque son hermosas, o porque son las más usadas por la gente. No. A mi me gustan porque son capaces de guardar muchos significados. Amor, admiración, belleza...
—He escuchado a personas compararlas con estereotipos —señaló Cris, observando la flor —. Ya sabes, como son perfectas...
—Creo que solo son perfectas cuando las ves de esa manera.
Ella le entregó la rosa, Cris la tomó notando que no tenía espinas. Roja carmesí, de pétalos perfectamente simétricos. Hermosa, perfecta...
Pero la perfección tenía un nuevo significado ahora.
—Yo veo perfección en esta rosa porque te la ofrezco como disculpa; porque es lo que tengo para darte luego de todo lo que te hice —explicó Silene —. Y sí, es una flor hermosa ¿Pero qué flor no lo es? Resulta más importante el hecho de que te la doy ahora, esperando que entiendas que no soy la mujer que fui antes. He cambiado, lo único que sigue igual es el cariño que te tengo.
》 Así que te ofrezco esa rosa esperando que tu veas lo mismo que yo. Significa muchas cosas, pero hoy guarda mis disculpas. Es para ti, eso la hace perfecta desde mi punto de vista.
Cristal observó la flor en sus manos. Seguía igual de hermosa, igual de ideal y de delicada. Sin embargo, ahora que tenía un significado distinto, Cris no pudo evitar verla de una manera distinta. De repente, se volvió más importante en sus manos.
Su valor aumentó, pero seguía siendo solo una flor...
Silene la observó en silencio, esperando una reacción. Quería su perdón, había actuado para obtenerlo, pero ahora solo dependía de Cris aceptarlo. La vio observar la rosa con duda instalada en sus ojos verdosos, eso la hizo suspirar. Lo más probable era que no aceptara su rosa...
Al menos ahora Sile se había librado de esas palabras que llevaban torturándola un año entero. Se sentía libre, pero el alivio de reconocer su cambio no le quitó el sabor agridulce de la boca.
Quizá jamás recuperaría su relación con Cristal.
—Entiendo si no aceptas mis disculpas —aseguró ella, con la mirada baja —. Si no quieres perdonarme, o quedarte con la rosa, está bien. Quería demostrarte que en verdad lo siento. Lamento todo, Cristal. Solo espero que eso haya quedado claro...
Hizo el ademán de ponerse de pie, pero Cristal la detuvo de inmediato al sujetarla por la muñeca. Silene la observó con sorpresa, finalmente se veían directamente a los ojos. Poco a poco, fue apareciendo una sonrisa en los labios quebrados de Cris.
Una sonrisa inclusive más perfecta que las flores.
—Acepto tus disculpas...y la rosa —terminó por decirle a Silene —. Me queda claro que no eres la misma persona, yo tampoco lo soy. Podemos empezar de cero, como dos extrañas conociéndose de a poco.
—¿De verdad estás dispuesta a darme una segunda oportunidad?
—Ya no suenas como la voz en mi cabeza, Silene. Eso dice mucho de ti y dice mucho de mi. No te estoy dando una segunda oportunidad, nos estoy dando un nuevo comienzo. Creo que lo vale.
Y sí, lo valía. Es decir, Silene le había regalado la rosa más valiosa que sus manos habían tocado, ¿cómo no valdría la pena ofrecerle una segunda oportunidad? Cristal le sonrió al notar lo sorprendida que estaba. Luego, la sorprendida fue ella cuando un par de brazos la rodearon en el abrazo más cálido que recibió alguna vez.
Lo que ambas sintieron al estar unidas es algo que, con mi poco talento de escritor, no puedo explicar con exactitud. Aunque podría intentarlo...
Podría decirte que fue como una caricia a sus almas llenas de moretones y heridas cicatrizando; podría decirte que fue como llegar a la parte feliz de un cuento de hadas, donde no hay brujas y demonios que espanten la alegría de las protagonista; podría convencerte de que ese momento se sintió como el último rayo de sol necesario para que los retoños surgiendo de sus corazones magullados terminaran de crecer...
Sintieron todo eso, y me quedo corto ante lo bello que fue ese pequeño instante.
Cuando se separaron del abrazo, se permitieron verse la una a la otra. Por mucho tiempo, ambas vieron en la otra a la persona equivocada. Cris vio en Silene a la princesa que debía imitar, y Sile vio en Cristal a la niña que debía volver fuerte. Fue el no saber observar lo que las llevó a sembrar imágenes equivocadas de la otra. Eventualmente, esas pequeñas semillas que sembraron se convirtieron en rosales; uno creció en el corazón de Silene y otro en el de Cristal.
Y, durante años, las espinas en sus tallos rasgaron las paredes de sus corazones.
Ahora, comenzaban a surgir flores y hojas de esos retoños. Sus primaveras comenzaban a sentirse eternas, sus corazones a ser jardines mucho más hermosos. Las espinas todavía estaban, pero se habían vuelto fuertes hasta soportarlas.
Se habían convertido en las mejores versiones de ellas mismas...
¿Eso es perfección?
—Gracias, Cris —susurró Silene, sintiendo lágrimas de gratitud salir de sus ojos hasta alcanzar sus mejillas —. No tienes ni idea de lo que tu perdón significa para mi. Prometo que nuestra historia será mejor esta vez.
—No lo prometas, demuéstralo —ella le sonrió de lado —. La rosa y tus palabras fueron un buen inicio.
—Este es un buen inicio en general.
—Si...—asintió Cris, mirando hacia el horizonte. Entonces, la brisa le trajo un recuerdo —. Mis padres dijeron una vez que la perfección puede ser un sentimiento.
—¿Y cómo sería eso?
—Pues, no solo es alegría, seguridad, o comodidad. No puede serlo, eso es muy común. Tiene que ser un sentimiento que no se puede poner en palabras. Algo que no tiene explicación para tu mente, pero tiene demasiado sentido en tu corazón...
Silene se detuvo a pensarlo. Sus ojos volvieron a fijarse en el horizonte mientras analizaba esa simple reflexión de Cristal. Recordó lo que tanto buscó por años, lo que sintió que había perdido cuando su familia cambió. Lo buscó en espejos, en parejas; lo buscó en espinas y en coronas...
Y no supo qué era lo que en verdad buscaba, hasta ese momento.
Ella buscó un sentimiento y eso no se consigue...solo te encuentra.
De repente, sus labios se transformaron en una sonrisa. No supo porqué la esbozaba, pero se sentía tan correcta en su boca que quiso que se quedara ahí por siempre. Quería habitar en ese momento durante un largo tiempo: bajo ese cielo, con ese olor a mar, con esas risas lejanas de fondo y con esa pelirroja a su lado. Pero sabía que lo que estaba haciendo a ese momento especial era el hecho de que quizá jamás se repetiría. Quizá en unos días habría nubes en el cielo, o no habría viento para acompañar sus pensamientos, y estaba bien con eso.
Porque, ahora que sabía ver distinto, podía comprender que la perfección es un sentimiento que se resguarda como un recuerdo.
—¿Así que esto fue lo que tanto buscamos? —le preguntó a Cris.
Cristal la observó y le dedicó la misma sonrisa que ella tenía en sus labios. A veces vemos a las personas como queremos que sean, no como son en verdad. Eso le pasó a Cris con Silene: la vio como perfección, cuando era tan humana como ella.
Cristal creyó que la perfección era un "alguien" al que se debía imitar, pero ahora que sentía esa alegría indescriptible en el pecho y esa esperanza por el futuro que no sabía explicar, entendía que era distinto. Asintió con la cabeza, extendió su mano y tomó la de Silene, ya no tenía temor a caer por miedos y estereotipos.
Porque ahora entendía lo que tú y yo tardamos mucho en entender.
—Sí, Sile —le respondió —. Esto es lo que tanto buscamos.
—Es mejor de lo que imaginé,
—Es perfecto.
Y vivieron el momento, conscientes de que en algún momento se acabaría. Aún así, aunque la noche acabara, su historia no terminaría; recién estaba empezando. Tenían fe en que volverían a ser tan cercanas como en el pasado, pero con la sabiduría que habían obtenido por separado.
Yo también tengo fe en ellas...
Sigo diciendo las flores me agradan más que las personas, pero hay personas que me recuerdan a las flores. Ellas dos, por ejemplo, me recuerdan a esa clase de retoños que surgen justo al inicio de la primavera. Me dan fe, me llenan de esperanza y alegría. Quizá la perfección es lo que siento por su final feliz.
Tú, por otro lado, me recuerdas a una rosa que aún no sabe la perfección que guarda en cada una de sus espinas. Preguntas una y otra vez quien debes ser para ser perfecto, te cuestionas una y otra vez de qué está hecha, y finges estar bien cuando por dentro solo piensas que te falta algo; no sabes que ese algo ya lo tienes, solo que no lo sabes buscar. Tú aún no sabes ver.
Y yo tampoco. Yo sé ver menos que tú porque sé que debo hacer y a qué dirección mirar, pero decidí ser egoísta y alejarme porque no sé como buscar. No quiero que seas como yo, amigo. No quiero que te vayas en la dirección contraria de lo que te mereces encontrar.
Así que aquí está mi respuesta a la duda que no te cansas de preguntar:
La perfección es un sentimiento; algo que no buscas, sino que te encuentra. No pierdas tiempo mirando a otros, intentando ser como ellos, porque todos tienen su propia pizca de perfección dentro, pero ninguna te sirve a ti. Busca la tuya en lo más profundo de tus sentimientos, escarba en tus emociones hasta enamorarte de ellas y no querer ser alguien más. Si lees esto y sientes que te estoy mintiendo, que no hay algo perfecto en ti porque tu vida es injusta y agotadora, intenta mirar las estrellas desde otro ángulo.
Porque el cielo en cualquier lado, pero se siente distinto cuando aprendes a verlo y a atesorarlo.
Así que busca, ahora que sabes hacia donde buscar. Espero que consigas rosas en el camino y que solo unas pocas espinas se claven en tu piel; las heridas son parte del trayecto y lo entenderás una vez llegues al final. Haz un ramo de flores, regálatelo a ti mismo cuando logres encontrar lo que tanto has buscado...
Y cuando consigas ese sentimiento llamado perfección...Jacob, no te atrevas a soltarlo.
Atesóralo, cuídalo como un jardinero cuida a su rosa...
Hazlo por los dos.
Con la más cruda honestidad,
Jayden Smith
Fin.
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