Capítulo 63 (parte 1)

Capítulo 63:
Un ramo de rosas
15 de agosto

3:20 pm

—Vaya...—soltó Cris, viendo el detalle en la mesa circular al centro de la sala de estar —. Ese es un gran ramo de rosas, titi Sanne.

Observó con impresión el gran ramo de quizá un metro de largo colocado justo en el medio de la mesa. Fuera de eso, la casa de Caleb y Rubí se veía exactamente igual, tan grande e impresionante como la recordaba. Recién estaban llegando, por lo que los únicos que habían notado su presencia eran Sanne, Aviv y Derek. El resto estaba en el patio, lejos del aroma floral a rosas que desprendía ese ramo. Sanne solo pudo soltar una carcajada ante el comentario de Cris. 

—Unos fanáticos se lo enviaron a Rubí —le explicó —. Es un lindo detalle, pero bastante exagerado. Ella estaba toda avergonzada por esto... 

—Así que a Sanne se le ocurrió ponerlo en el centro de la sala, para que todos lo vean y la vergüenza aumente—señaló Aviv —. Ella puede ser tan adorable, ¿no lo crees?

—¡Oye! ¡Tú me diste la idea!

—Sí, pero yo nunca he sido adorable, Sanne. Era de esperarse que yo hiciera esto, tú no. 

El cambio en Aviv era notable. Estaba más alegre, más seguro, más satisfecho con todo lo que lo rodeaba. No era el mismo hombre que llegó a Los Angeles un año atrás fingiendo estar bien cuando no lo estaba. Esta vez, se notaba que nada en su sonrisa era fingido. Miraba a Sanne con amor, de la forma en la que uno mira un futuro por el que quiere pelear.

Quizá ese era el mayor cambio en él: tenía ganas de un mañana lleno de felicidad, pues ya no estaba estancado en un ayer lleno de lágrimas...

Eso y que ya no chocaba con las paredes; otro cambio importante. 

Les sonrió a ambos, contenta de verlos así. Luego, sintió un gran abrazo en su espalda que la hizo reír. Su tito Derek estaba demasiado cariñoso y era de esperarse, pues a él si que no lo había visto en un año entero. Él siempre fue su tío favorito, su segundo papá. Verlo de nuevo era increíble, sobre todo cuando se notaba que él seguía igual de entusiasta y peculiar.

Hay gente que no necesita cambiar.

—¡Estoy tan, tan, tan feliz de verte de nuevo! ¡No sabes cuanto te extrañé! —habló él, alzándola del suelo. Ella no pudo evitar reír —. Estás tan distinta. Te ves tan...grande, tan madura ¡Y estás tan alta!

—Yo también te extrañé mucho—habló ella, devolviéndole el abrazo —. Pero no estoy más alta, estoy igual.

—Tonterías. Tú y los huracanes están demasiado cambiados, es una tortura no poder verlos crecer de cerca —él soltó un suspiro dramático ante su tragedia inventada. Aún así, se recompuso con rapidez y le sonrió a su sobrina —. Bueno, antes que el resto de la familia te acapare, cuéntanos qué tal te está yendo en el programa M.E.R

—Oh, bueno...

Comenzó a contarles sobre su experiencia, como tenía una especie de relación amor-odio con el programa. A veces, la sacaba de quicio y la exasperaba. Es más, incluso llegó a pelearse con su titi Cloe y con la doctora Margaret un par de veces. Sin embargo, sabía reconocer que habían sesiones muy buenas y que el programa en verdad la estaba ayudando. Era una de las principales razones por las que estaba tan cambiada y tan dispuesta a mejorar. 

Sin él, quizá seguiría siendo la sombra que fue aquella Cristal del pasado.

—No soy tan insoportable —señaló Cloe ante un comentario —. Margaret es peor que yo. 

—Son distintas —dijo Cristal, ladeando su cabeza al pensar —. Tú eres más dinámica y alocada, ella es más de confundirte con palabras que parecen solo tener sentido para ella. 

—Si, esa suena como mi mamá —dijo Aviv.

—Pero, aunque es difícil aguantarlas, las sigo queriendo y el programa me gusta. Eso sí, no soy tan cercana a las otras chicas como lo son las titis. En realidad, solo una de ellas se ha vuelto mi amiga. Se llama Miranda, tiene obesidad y es la persona más creativa que conozco, y eso que conozco a mucha gente creativa. 

—Es una linda chica —concordó Eve —. En realidad, me gustan las amistades que has hecho. David también es increíble.

—¿David? —preguntó Derek, Cris asintió —. ¿Un chico? ¿Un amigo? ¿Quién es ese? ¿Solo amigo?

Calvin sonrió satisfecho al ver que su mejor amigo reaccionó igual a él al enterarse de la existencia de David Olsen, un chico que se había vuelto increíblemente cercano a Cristal en el tiempo en el que había vivido en Detroit. Era el vecino de los Bacher, un chico un año mayor que Cristal que desde el inicio se mostró amable con Cris. 

—Sí, solo amigo —aseguró ella, mirando sus manos con cierta timidez ante tal pregunta —. Vamos juntos a hacer acción social seguido en albergues, refugios y esas cosas. A él le gusta todo eso, me lo enseñó y como que terminó por gustarme también. Es lindo poder ayudar.

—Adorable, pero sigo teniendo mis dudas sobre eso de "solo amigo" —señaló Derek —. ¿Es gay?

—No.

—¿Tiene novia?

—No.

—¿Se ven muy  seguido?

—Pues...sí.

—Casi todos los días —señaló Cloe —. Y él le coquetea, ni siquiera lo esconde. 

—Lo hace en broma. Es más, me coquetea mal a modo de chiste...David es raro.

—Listo, no es solo amigo —soltó Derek, añadiendo dramatismo de nuevo. Miró a Calvin —. Milestone, tu hija prometió hace años que solo nosotros y Dann seriamos los hombres de su vida. Está a punto de romper esa promesa y no estoy listo para aceptarlo.

—Lo sé —concordó Calvin —. Yo sufro eso todos los días, Jimmy Neutron.

—Ugh, supérenlo —soltó Eve —. Cris es una chica grande de dieciséis años que puede salir con quien quiera. Ustedes dos deben tragarse sus celos y afrontar la realidad. Además, David es agradable y muy buen chico. Si se gustan, pues que se gusten.

—No me gusta —aseguró Cris, aunque estaba ligeramente sonrojada —. De verdad creo que para que me guste alguien, debo gustarme a mi misma primero. Tan solo estoy en proceso de lograr eso. 

—Y cuando ocurra, ¿David y tú...? —preguntó Sanne, con curiosidad.

Esa era una pregunta muy, muy complicada, sobre todo porque David Olsen era una persona mucho más compleja de lo que enseñaba. Era un chico increíble, de muy buen corazón, pero algo le decía a Cristal que guardaba más secretos de los que decía; secretos que causaban tormentas en su vida.

Por ahora, estaba bien con una amistad. En el futuro...vería si eso podría cambiar. 

—Duele —soltó Derek —. Duele tanto ver lo adulta que está. Duele mucho. 

—Que dramático eres, Derek Osbone —carcajeó Sanne, para luego acercarse a Cris —. Mejor ve al patio antes de que él empiece a llorar. Los terremotos están en la piscina, creo que Brandon y Malory están con ellos. 

—De verdad podría llorar. No es una broma. 

—En ese caso, me iré por mi bien —aseguró Cristal, con una sonrisa —. Nos vemos.

Se alejó de ellos, escuchando cada vez más de lejos a su tito Derek y a su papá quejarse de David cuando ni siquiera lo conocían. Quiso reír cuando oyó que le reclamaban a su tito Gabe por no haber hecho algo al respecto, los quejidos de él comenzaron y todo se volvió más divertido. Claro que no se quedó a escucharlo por mucho tiempo. Ella hizo su camino a la piscina, sintiendo a su corazón latir con fuerza en su pecho. 

Estaba vestida algo cubierta para un día soleado en L.A, pero no tenía calor. Unos shorts, una camisa y una chaqueta larga que tapaba sus brazos huesudos; mientras más se cubriera mejor. Cambiar su idea sobre su propio cuerpo no era tan fácil y conseguirlo se veía lejano, pero lo haría. Sabía que lo haría.

Sonrió al escuchar risas conocidas, por un momento se sintió como si jamás se hubiese ido. Brandon y Malory estaban de espaldas, viendo hacia la piscina. Los terremotos en el agua, demasiado concentrados en su juego como para notarla. Ver eso justo frente a ella le hizo notar cuanto lo añoró. Amaba vivir en Detroit, pero siempre extrañaría con locura a su familia y amigos en L.A. 

Caminó con cautela hacia ellos. Cuando sus tíos y tías la vieron a lo lejos, saludó con una mano y llevó un dedo a sus labios pidiendo discreción. Obtuvo lo deseado, así que terminó por correr hacia Brandon y abrazarlo por la espalda. Le causó un gran susto, al igual que a Malory, quien estaba a su lado. Aún así, ella sonrió tanto como sus labios se lo permitieron. 

—Adivina quien está de regreso...—canturreó ella, aún abrazada a su espalda. Él tomó sus brazos y se dio la vuelta para encararla, su sonrisa parecía querer escapar de sus labios debido a lo amplia que estaba —. Hola, Griff.

—¡Por fin! —exclamó él, abrazándola hasta alzarla del suelo —. No puedo creer que finalmente te esté abrazando ¡Te extrañé tanto!

Ella soltó una carcajada mientras su amigo la besaba una y otra vez en la mejilla. Brandon se veía tan...tan maduro. Más alto, su cabello rubio más largo e incluso había un diminuto rastro de barba que parecía no crecer demasiado. Claro que su sonrisa era igual de entusiasta que siempre, quizá un poco más auténtica ahora que en el pasado.

Porque Brandon Griffin ahora no tenía verguerza alguna de ser quien era.

—¡Mi turno! —exclamó Malory, arrebatándole a Brandon el privilegio de abrazarla para hacerlo ella. Se aferró a su cuello y casi la tumbó al suelo ante el entusiasmo que mostró —. ¡Mi zanahoria, te eché de menos! No sabes cuantas veces me vi tentada a volar a Detroit para verte ¿Cómo y con qué dinero? Esa siempre fue la duda que me detuvo.

—También te extrañe, Lory —habló ella, con total honestidad —. Y también me vi muy tentada a volar a Los Angeles varias veces para verte. Las revistas y los desfiles no me bastaban.

—¡¿Los viste?! —preguntó ella, observandola con sorpresa —. ¡¿Viste los catálogos, los desfiles...?!

—Vi absolutamente todo. Cada foto, cada entrevista y cada presentación. Amiga, eres muy talentosa. Lamento no habértelo dicho en el pasado, pero te lo digo ahora. Sé que el modelaje es un mundo en el que nadie esperó que encajaras, pero tú lo hiciste tuyo y...wow, en serio te estás luciendo con todo lo que haces.

Malory se sintió conmovida por esas palabras, no supo que necesitaba escucharlas hasta que en verdad lo hizo. Ese año, el amor que sentía por modelar creció más y más. Le gustaba la sensación de saber que, con cada paso que daba en una pasarela,  cambiaba mentes y estereotipos. Le era fiel a su personalidad y lo aclaraba en cada entrevista, como si cada palabra fuese capaz de modificar aunque sea un poco de lo que la dañó en el pasado.

Y escuchar a su amiga decir que lo estaba haciendo bien se sentía demasiado satisfactorio.

En cuanto a Cristal, ella veía a Malory en su traje de baño de dos piezas, con su abdomen envidiable y sus piernas largas. Su cabello rubio estaba un poco más largo, pero no demasiado. Se veía preciosa, pero no sintió celos de ella. No se sentía cómoda con su propio cuerpo, pero estar con las otras tres margaritas de su programa le enseñó a no sentirse incómoda con respecto a la apariencia de los demás. Podía ver a Lory y sentirse orgullosa.

Podía ser la amiga que no fue tiempo atrás.

Malory la abrazó con fuerza de nuevo. Luego se les unió Brandon y eso se sintió tan correcto que Cris finalmente cayó en cuenta de que estaba en su hogar. Estaba con las personas que más amaba en el mundo.

—Oigan, esto es adorable y todo, pero no olviden que nosotros somos su familia —escuchó una voz ligeramente gruesa —. También merecemos saludarla, ¿no creen?

Cristal soltó a sus amigos y dirigió su mirada hacia donde provino la voz. Lo que no esperó fue ver que ese tono un tanto diferente al que recordaba le pertenecía a su primo Tyler...

Ni que los cuatro terremotos que conocía se vieran tan diferentes.

—Oh, mier...

—...Da—completó Malory, con diversión —. Cierra la boca, zanahoria. Te entrarán bichos.

—Yo...eh...¡Dios! ¡¿Cómo crecieron tanto?! ¡Yo solo me fui por un año!

—Ya sabes: verduras, vitaminas, pubertad, todo eso —resumió su primo Drew, sacudiendo su cabello completamente empapado. Al menos su voz seguía igual —. Lo siento, yo no te voy a abrazar. No creo que quieras agua en tu ropa, así que para la próxima.

Drew solo tenía doce años, ¡pero estaba demasiado alto! Le sorprendió ver el gran cambio en su estatura, incluso sobrepasaba a su hermana mayor. Su cabello chocolate oscuro llegaba más abajo de sus orejas y sus facciones de niño comenzaban a cambiar. Él siempre fue bueno para verse más grande de lo que era, pero esa vez si que la dejó boquiabierta. Era un enorme cambio.

—A mi no me importa empapar tu ropa —soltó Tyler, abrazando a Cristal con entusiasmo antes de dejar un beso en su mejilla —. Extrañé a mi prima más dulce y cariñosa. Hiciste falta, mucha falta, sobre todo cuando mi otra prima es solo una mandona y presumida que no me deja en paz.

—¡Habla de mi! —exclamó Lid, alzando su mano con orgullo. Se acercó a Cris y le dio un medio abrazo antes de acentir hacia ella —. Te ves bien, radiante ¡Así me gusta! Te hacía falta ese brillo que ahora tienes, falta poco para que se vuelva seguridad.

—Gracias Lid —le dijo, sonriendo —. Tú tienes mucho de eso.

—¿Seguridad? ¿Brillo? ¿Encanto? ¡Pues claro! Soy Linda Dianne Osbone, ¿qué esperabas?

Ella soltó una carcajada. Bien, ellos dos no habían cambiado ni un poco en personalidades. Ty seguía siendo dulce, Lid seguía siendo confiada. Ahora, en cuanto físico...vaya que habían cambios.

Tyler estaba más alto, con la voz más gruesa y sus facciones más de adolescente. Sus pecas eran menos evidentes, pequeñas marcas de acné que a penas se notaban se mezclaban con ellas. Debía de hacer ejercicio, porque incluso para ser tan delgado, se veía fuerte. Sonreía como siempre lo había hecho, pero se veía tan distinto...

En cuanto a Lid, al menos ella no había crecido en tamaño. Aún así, tenía curvas en su cuerpo que antes no estaban ahí. Más cintura, un poco de busto y más volumen en sus piernas...Lid estaba convirtiéndose en una adolescente hermosa, no solo porque su físico se veía cuidado y sano, sino por la seguridad que emanaba de ella. Esa chica se comería al mundo en cualquier momento y dejaría a muchos hechizados, Cris estaba segura de ello.

Ahora bien, quien estaba mucho más cambiado era Easton. Lo vio salir de la piscina con cuidado por el bebé rubio que traía en sus brazos. Estaba más alto que Drew y que Tyler. Ahora que tenía dieciséis años, se veía como todo un adolescente y uno atractivo. Todo ese encanto que fue cultivando de niño había terminado por surgir de muy buena forma ahora.

—¡Cris! —exclamó él, realmente emocionado por verla de nuevo —. Me alegra tanto que estés aquí. Te extrañé muchísimo.

—Aw, yo también te extrañé —aseguró ella, acercándose a él —. Te extrañé muchísimo, la verdad...Mhm, ¿y él es Nolan?

—Sip —respondió él, refiriéndose al bebé de nueve meses que observaba a Cris mientras chupaba su dedo —. Cristal, conoce a Nolan Jones. Lo estoy aprovechando antes de que llegue Elise y se olvide de mi.

—Si, mi hermanito está enamorado de ella. Tal parece que le gustan las mayores —carcajeó Malory, tomando al niño de los brazos de East —. Anda, encanto. Ve y dale el abrazo que sé que te mueres por darle.

Él le hizo caso a Malory y abrazó a Cris, ya estaba lo suficientemente empapada como para no quejarse de ello. Ella le devolvió el abrazo, se sentía igual que sus abrazos de siempre: cálidos, cariñosos, capaces de hacer sentir a cualquiera comprendida y acompañada.

—Estás tan grande —soltó ella, alejándose del abrazo para verlo mejor —. Easton, te ves demasiado maduro ¿Cómo sucedió esto en un año?

—No lo sé, pero hiciste mucha falta en ese tiempo —aseguró él, pasando una mano por su cabello aún mojado —. Te ves hermosa, Cris. De verdad se nota un cambio en ti y te queda increíble...

—No sé si hermosa es la palabra que quede mejor conmigo ahora, pero si me siento diferente.

—Créeme cuando te digo que en serio te ves bellísima.

—¡Claramente te gusta! —exclamó Malory, llamando la atención de su hermanito por eso —. Oh, vamos, Easton. Ya no lo puedes negar ¡Que evidente fue eso!

—Cierto —concordó Brandon —. Fue muy evidente, ya deja de negárnoslo Easton.

—Dejen de inventarse cosas —les reclamó Easton, cruzándose de brazos —. Lo siento, Cris. Sabes como son Malory y Brandon, llevan molestandome con eso por meses...

—Tranquilo, sé que ellos son así —carcajeó ella, para luego mirar a sus amigos —. Lo que piensan es absurdo. East y yo somos primos.

—Sí, solo primos.

Ante las palabras de Easton, Drew soltó una carcajada sonora. El moreno lo observó con sus ojos entrecerrados, esas risas en su mejor amigo decían mucho más que sus palabras.

—¿Y tú de qué te ríes, Osbone? —le preguntó.

—De tí —respondió él —. Ya sabes, lo usual.

Easton solo tuvo que darle un leve empujón en medio de su despiste para que Drew cayera en la piscina. Cristal soltó una carcajada cuando escuchó a East decir que a D era mejor mantenerlo callado, pues nunca sabía que clase de estupidez saldría de su boca.

Extrañó eso. Extrañó el caos, la confianza, el cariño...

No cambiaría su decisión de mudarse a Detroit por nada, tampoco regresaría a L.A después del programa porque había descubierto que le gustaba vivir allá. Sin embargo, siempre amaría la forma en la que su familia y amigos interactuaban. Ellos eran su hogar.

—¡Cristal Milestone! —escuchó a sus espaldas. 

Ella sonrió, su acento británico se notaba aún después de tanto tiempo en Estados Unidos. Se volteó y la encontró justo en la puerta trasera del patio. 

—Rubí Carlton —soltó en respuesta —. Me debes un autógrafo.

—Oh, no me jodas —carcajeó la pelinegra —. Prefiero darte una rosa de ese exagerado ramo que me dieron. 

—Y luego el autógrafo, ¿no?

—Conformate con la rosa.

—¡Quiero mi autógrafo!

—¿No podemos saludarnos como dos amigas normales? Digo, ¿qué tan difícil puede ser?

—Podemos tratar ¿Si te abrazo te saldrán ronchas? 

—Fingiré que no por esta vez. 

—¡Yay! Te abrazo y luego me das el autógrafo. 

Rubí soltó una carcajada ante su insistencia y finalmente acortó la distancia para abrazar a su mejor amiga. Fue un abrazo corto, pero no por eso estuvo menos lleno de sentimientos. Estar juntas de nuevo se sentía increíblemente bien, sobre todo porque era como si el tiempo no hubiese pasado. Muchas cosas cambiaron, pero su amistad no. 

En todo caso, se había vuelto más fuerte.

—Bienvenida de vuelta a California, Cris —soltó ella, observándola con emoción —. Te ves bien. Mira nada más esa sonrisa ¡Esa es mi amiga!

—Tú te ves increíble —aseguró Cristal —. ¿Ves? Te dije que serías una estrella.

—Anda, presúmelo. Ahora tendré que escucharte restregármelo en la cara y no por mensajes. 

—Y lo haré por una semana seguida, así que prepárate. 

—Pobre de mi —soltó Rubí, rodando los ojos —. Oye, adivina que compré...

—¿Un yate? ¿Un apartamento en Dubai? ¡¿Un avión?!

—¡No! Por amor a todo, ¿qué tanto dinero crees que estoy ganando? Relájate, mujer. 

—Probablemente si tengas el dinero para todo eso —señaló Brandon —, pero eres modesta. 

—No compré nada de eso, sino algo mejor. 

—¿Qué cosa? —cuestionó Cristal, logrando que Rubí extendiera su sonrisa.

—Refrescos de uva.

A Cris se le hizo un pequeño nudo en la garganta al escuchar eso. En primer lugar, porque aquello fue lo que las unió tiempo atrás: refrescos de uva en la cúpula de rosas, confesiones que poco a poco forjaron una amistad, tiempo de risas que solo las unió más y más. No solo era una bebida, era como un recuerdo en una lata.

Pero también tenía muchas calorías. Demasiadas.

Vio los ojos azules de Rubí, como ella la analizaba pensando en si había hecho lo correcto al comprar aquello o no. Sabía la cantidad de azúcar que tenían esas bebidas, pensar en tener que lidiar con eso era una tortura. Tanteo su muñeca, ese tic aún era algo de lo que no se deshacía. Era duro decidirse entre sus miedos y lo que en verdad quería hacer...

Pero, a veces, le servía eso de ser valiente.

—Tomaré uno —habló Cristal, consiguiendo que Rubí sonriera —. Pero solo uno.

—Eso es más de lo que me habrías dicho hace un año ¡Me conformo! —aseguró ella, dándole un leve abrazo —. Iré a buscarlos adentro, vengo enseguida.

—Yo te acompaño —le dijo Brandon.

—Y yo los sigo —continuó Malory —. Dejaré a este niño con papá antes de que le de sueño. Luego brindaremos con esos refrescos.

—Okey...

Y podía hacerlo. Cristal podía aguantar tomar un solo refresco lleno de calorías por sus amigos. Ahora era capaz de controlar sus propios pensamientos para disfrutar, hacer lo que en verdad quería. Sí, era difícil, ¿pero qué cosa valiosa en este mundo no lo es?

Caleb y Elise aparecieron poco después, la saludaron con el mismo cariño y entusiasmo de siempre. Era lindo sentirse tan cómoda alrededor de tantas personas.

Saludaba sin cohibirse, sonreía sin pensar en su figura e inseguridades, hablaba con un pequeño rastro de seguridad que crecía cada vez más...Por eso había luchado tanto, para conseguir esa actitud que se mostraba de a poco. Suspiró satisfecha ante eso. En ese momento, pudo ver todo su progreso y resultó increíblemente satisfactorio.

Pero claro que había un pequeño punto débil en sus avances, uno que la paralizó un poco al escuchar su voz...

—¡Adam, bájame! ¡Ya basta!

—Esto es divertido, princesa.

—¡Para ti! Veo todo de cabeza.

—Pero te estás riendo.

—¡Solo bájame!

Cris pudo ver que Adam traía a Silene cargada como si fuera una especie de saco de papas sobre su hombro. Ella se reía mientras se quejaba, golpeando a su novio por la espalda más en broma que por defenza. Al contrario de lo que decían sus palabras, la princesa en serio parecía estar divirtiéndose con eso.

Lo cual era extraño de ver ¿Desde cuándo Silene se divertía con juegos tan infantiles?

Por la posición en la que estaba, la princesa no alcanzaba a verla. Quien si la vio fue Adam, que se detuvo por instantes ante la sorpresa de verla tan diferente. Sonrió, satisfecho ante el enorme cambio en Cristal. Ella le sonrió de vuelta y se tensó un poco al ver que caminaba hacia ella con Silene aún en su espalda.

Bien, era momento de comprobar si estaba lista para encararla. Lista para dejar ir el pasado atrás.

—¿Ya me puedes soltar? —preguntó Silene, aún sin notarla —. No me puedes cargar todo el día, Blake. Bájame.

—Claro que puedo cargarte todo el día; pero seguiré tus órdenes por esta vez, princesa.

La dejó en el suelo, ella aún reía. Sus carcajadas sonaban auténticas, reales, no como si las forzara a sonar elegantes y melódicas. Notó que estaba descalza, que su cabello se había despeinado un poco por estar de cabeza. Era tan raro verla de esa forma, y eso que aún estaba de espaldas.

La sorpresa fue mayor cuando se volteó.

Las risas se extinguieron, su sonrisa también se esfumó. Lo que vio Cristal fueron un par de ojos café bien abiertos, al igual que una expresión en su rostro que parecía ser de shock. La observó con detenimiento, no encontró los labios pintados de rojo que recordaba, sino unos con un pequeño toque de brillo. No estaba el maquillaje estilizado, sino uno bastante natural y sencillo.

No estaba la princesa que alzaba la barbilla cuando la veían, sino una que no escondía su evidente sorpresa ni disimulaba al examinar a Cristal con la mirada. Al principio, la pelirroja se tensó ante ese gesto ¿Estaría juzgándola?

Pero entonces vio como los ojos café de Silene se cristalizaban. No la estaba juzgando.

—Hermosa pelirroja, que gusto tenerte de vuelta —soltó Adam, acercándose hasta ella para darle un fuerte abrazo —. Seguro te lo han dicho bastante, pero seré repetitivo al decir que hiciste falta.

—A mi me alegra volver por unos días, Adam —aseguró Cristal, devolviéndole el gesto al chico —. Necesitaba ver a mi familia.

—No tanto como todos nosotros necesitábamos verte a ti, créeme.

Cristal le sonrió, Adam siempre le agradó. Era relajado, bromista, divertido, tal y como siempre. No habia cambiado, ni siquiera cuando salía con una princesa.

Él no estaba pretendiendo ser un príncipe, era el dragón que siempre había sido.

Dirigió su mirada a Silene, quien aún parecía no encontrar las palabras para hablar. La vio durante largos segundos, quería que ella fuera la primera en hablar. Al final, la observó sacudir su cabeza y dedicarle una pequeña sonrisa tímida...

¿Timidez en Silene? Eso si era un cambio.

—Me alegra verte, Cristal —la escuchó decir.

Se sorprendió al notar que su voz ya no sonaba como la que tanto la atormentaba en su cabeza. Ahora sonaba más suave, sincera, calmada...

Que extraño era todo eso.

—Que bueno ver que caminas de nuevo, Silene —consiguió decir.

—Sí. Fue duro, pero tuve mucha ayuda...Es bueno ver que estás más fuerte y segura.

—También he tenido mucha ayuda para eso.

Hablar con ella se sentía demasiado extraño. No porque la intimidara, sino que era raro y ya. Resultaba difícil desligar la versión pasada de Silene con su versión actual, lo que la llevó a un largo silencio incómodo que le erizó la piel a ambas. Al final, Cris soltó la excusa de que iría con Rubí y casi huyó de ahí.

Silene estaba diferente, pero no sabía como afrontar esos cambios.

Respiró con alivio al llegar dentro de la casa, a la sala de estar muy alejada de donde estaba la princesa. Había encarado a su mayor pesadilla y sobrevivió. Ese era un gran logro, ¿no? Ahora solo debía averiguar cómo dejar de lado la incomodidad para darle una segunda oportunidad.

Y también debía pensar en si quería dársela realmente...

Observó el enorme ramo en la mesa circular, de un rojo tan carmesí que resultaba impresionante a la vista. Dejó escapar un largo suspiro.

¿Qué le diría a su rosa ahora que no tenía espinas?

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