Capítulo 56 (parte 2)

Capítulo 56 (parte 2):
Valiente
13 de agosto

7:03 pm

Ahora que todas las disculpas estaban hechas, parecía que podía volver a la normalidad con su familia. Quería enfocarse en la fogata que habían hecho, en conversaciones con sus familiares, en sus padres sonriendo porque finalmente hablaban con su mejor amigo una vez más, en sus primos y amigos bromeando...

Pero no. En todo lo que se fijaba era en el sandwich en su mano.

Ese sandwich con una cantidad de calorías que conocía, una que intentó no contar pero lo hizo de todos modos. Estaba fallando. De nuevo, esa voz la estaba arrastrando. No quería, ¿pero cómo se salvaba? La comida era intimidante, un verdadero problema...

Los mordiscos le causaban escalofríos.

—Ya se te nota un poco de pancita, Sil —alcanzó escuchar a Adam decir. No estaba tan animado como era normalmente, pero intentaba "cerrar ciclos" de a poco.

—Si, este bebé ya comienza a crecer —asintió ella, sonriendo. Su esposo acarició su vientre ligeramente crecido con cariño y besó su mejilla —. Digo, no es mucho, pero se nota que está ahí dentro.

—Sabremos si será niño o niña la próxima visita al doctor —informó Cameron, sonriendo con emoción.

—¡Yo aposté por niño! —anunció Malory, calentando un malvavisco al fuego. Ella sonreía tanto como su papá y su madrastra —. Tengo unos nombres geniales. Ya saben, nombres dignos del apellido Jones.

—No me sorprende, bomba —le dijo Margo, ajustando sus gafas para verla mejor. Luego, ladeó la cabeza para ver a Dalia. Ella estaba apoyada en el pecho de Donovan, quien la abrazaba por detrás —. ¿Intentarás convertirte en la favorita de este bebé, Dali?

—Pf, olvídalo. Esa es batalla perdida —la pelirroja rodó los ojos —. No ha nacido y sé que su favorita será Samara. Que injusto es no ser la favorita de alguno...

—Eres nuestra favorita, mami —aseguró Easton, dejando un beso en su mejilla —. La de Ty, papá y la mía.

—Aw, ya me siento mejor.

Ella se separó de Donovan solo para abrazar a su hijo y besar su frente con cariño. Cristal de verdad quería enfocarse en toda esa alegría, en todo ese entusiasmo, pero no podía. Ese sandwich y el olor de los malvaviscos asándose comenzaban a alterarla. Intentó respirar tres veces, pero no funcionaba. 

Jamás te funcionó, deja de engañarte. Tienes que ser perfecta de nuevo, Cristal. Aléjate de todo esto. 

Esa voz, esa estúpida voz, no la dejaba existir en paz. 

—¿Y al final cuándo se irán a Detroit, ex? —la conversación cambió su rumbo gracias a Aviv, quien observó a Cloe para hacer esa pregunta.

—La próxima semana —respondió ella, la emoción era palpable en su voz —. Amo Los Angeles y amo esto, pero mentiría si no les dijera que estoy ansiosa por irme. 

—Intentaremos no tomarlo personal, friki —soltó Derek, llevando una mano a su pecho con dramatismo. Ella soltó una carcajada.

—No es personal, nerd. Créeme que me los llevaría a todos ustedes en las maletas si pudiera, pero entiendo que tienen sus vidas aquí. Nosotros queremos empezar allá y es emocionante. La casa es preciosa, el vecindario bonito y agradable, los niños tienen espacio para jugar, Gabe tiene una asombrosa oportunidad laboral...

—Cloe cambiará vidas —agregó Gabe, rodeando a su esposa con un brazo —. Que es lo que siempre ha hecho, pero ahora lo hará a mayor escala. 

Cris quería hacer preguntas, entusiasmarse ante la emoción de sus tíos, alegrarse al verlos tan contentos, pero estaba de nuevo ese miedo que no se iba ni respirando. La comida era sinónimo de problemas, le recordaba a esos momentos en los que perdió el control y se atiborró de chucherías, o a los momentos en los que solo sirvió para contar calorías. Un nudo se instaló en su garganta, ese sandwich con pollo, lechuga y aderezo era la cena. 

Odiaba con toda su alma la cena. 

La veía como la comida más peligrosa, pues ella bien sabía que su metabolismo disminuía su rapidez en la noche. Es decir, engordaba más. Quería deshacerse de esos pensamientos, ¿pero cómo? Dejó el sandwich en el plato e intentó dejar de mirarlo. Finalmente entendía lo que tanto le dijo su titi Cloe en el hospital:

Ella había recuperado un peso estable, pero seguía sin estar curada. Aún tenía monstruos que la atormentaban en silencio mientras que los otros solo charlaban.

—Es una locura que vayas a ser una doctora oficial del programa M.E.R —soltó Sanne, recargándose del hombro de Aviv mientras los recuerdos llegaban —. Te has convertido en la enemiga de tu versión pasada, querida amiga. 

—La vida da vueltas irónicas todo el tiempo —señaló Cloe —, esta es una de ellas. Es una locura, pero creo que es muy buena. 

—Estarás en el lugar de Margaret, frente a personas como nosotras —pensó Lilian. Hizo una mueca al instante y luego soltó una carcajada —. Clo, prepárate para ser odiada por tus pacientes, al menos durante los primeros meses.

—Y reza porque no te toque una Lili, o una tú —habló Dalia —. Ustedes dos sacaban de quicio a Margaret. Lili le respondía cortante y tú querías llevarle la contraria siempre porque debías tener la razón. Sanne y yo éramos las tranquilas.

—Tan tranquila que le rompiste la nariz a Rachelle —le recordó Clo.

—Dije tranquilas, no inofensivas. En ese momento, se merecía ese golpe.

—¿Mi mamá le rompió la nariz a la tuya? —le preguntó Tyler a Malory.

—Me estoy enterando, pelirrojo —habló Lory. 

—Lo hice, pero ahora no me desagrada Rachelle —aseguró Dali, encogiéndose de hombros —. De hecho, ninguna de las personas que me desagradaba en ese momento me desagradan ahora. 

—Nosotras cuatro nos odiábamos —habló Cloe, con diversión ante el recuerdo —. Lilian casi me calla de un golpe cuando me conoció.

—¡Es que hablabas y hablabas en ese tonito chillón y me estabas hartando! —carcajeó ella —. También recuerdo que Sanne nos observaba a las tres como si fuéramos basura. La muy pretenciosa se creía la mejor de las cuatro.

—Así como la mejor...no. Si creía que ustedes eran inferiores a mi y no podía verlas a la cara al principio porque me perturbaban sus trastornos —recordó Sanne —. Pero recuerden que yo era la obsesionada con la comida sana, era capaz de mirar mal a alguien solo porque comiera un dulce. 

—Y aún así, fuiste la madura que comenzó nuestra amistad. Te convertiste en la que siempre está ahí para apoyarnos  —señaló Dalia —. Y Lilian se convirtió en la de los buenos consejos, Cloe en la que nos anima con su rara forma de ser y yo en la que da abrazos que nadie pide, pero todos quieren. 

—Más que abrazos, tú haces que la gente se sienta amada en sus peores momentos. Te convertiste en el consuelo de todas, Dali. 

Escucharlas hablar de lo mucho que habían cambiado se sentía como conocer una historia de la que no estaba muy bien enterada. Cris conocía el programa M.E.R, sabía lo que era y lo que significó para sus padres, tías y tíos, pero escucharlo de ellas era diferente. 

Conocía las versiones actuales de las cuatro mujeres frente a ella: La Cloe alocada y divertida, la Lilian agradable y ambiciosa, la Dalia cariñosa y perseverante, la Sanne educada y decidida. Imaginarlas siendo insoportables chicas con inseguridades era extraño, casi imposible ¿Se podía cambiar de una forma tan drástica? ¿Se podía dejar de lado a la persona que fuiste en el pasado sin jamás olvidarla?

Ellas cuatro lo hicieron, Cris y todos los que estaban en esa fogata lo estaban viendo. Resurgieron de las cenizas de chicas que solo vieron errores en ellas mismas, ahora veían al mundo de una forma distinta; más hermosa.

—Se va a sentir extraño regresar y estar del otro lado —admitió Cloe, la nostalgia seguía desbordando de su voz —. De cierta forma, es como volver a casa, pero siendo mayor. 

—¿Ya sabes quienes serán las próximas margaritas? —le preguntó Dann. 

—No. Lo primero que haré al llegar a Detroit será seleccionar a la nueva generación junto a Margaret.

—Suenas emocionada, friki —le dijo Derek, sonriéndole a su mejor amiga. 

—Lo estoy, nerd. Siempre he querido brindar la ayuda que a mi me brindaron, es lo que estoy haciendo y se siente increíble.

—Lo harás genial, Clo-clo —aseguró Eve —. Los extrañaremos a ustedes y a los huracanes cuando no estén aquí.

—L.A se sentirá raro sin el desastre que los Bacher suelen traer consigo —habló Calvin, con una sonrisa melancólica —. ¿Podrás con toda esa locura tu solo, Gabe?

—Mi plan siempre fue quedarme esa locura solo para mi, Cal —aseguró él —. Ahora saben porqué me los estoy llevando, me estaba cansando de compartirlos.

Su tío Donovan lanzó una broma, pero Cristal no la escuchó. Tampoco escuchó a Adam seguirle el juego, o a Caleb estallar a carcajadas por un comentario de su tío Derek. Estaba concentrada en una parte de la conversación que había escuchado antes, esta se repetía una y otra vez en su cabeza. Sonaba diferente que la voz crítica que la atormentaba, sonaba como algo que valía la pena pensar.

Mordió su labio inferior entre pensar y pensar. Rubí, quien estaba a su lado, la observó con confusión. Estaba muy callada y distante, ni siquiera había mordido su sandwich ¿Estaría sintiéndose mal por comer? Le preguntó si estaba bien, pero ella solo asintió con la cabeza distraídamente. Luego, le dedicó una pequeña sonrisa a su amiga y Cristal decidió decir en voz alta todo lo que estaba pensando.

—¿Y qué edad deben tener las margaritas, titi Clo-clo? —preguntó, interrumpiendo la conversación que había surgido. Cloe terminó de masticar su malvavisco y luego la observó.

—Eso depende. Las margaritas pueden ser de cualquier edad, pero en cada generación las integrantes deben ser contemporáneas entre ellas. Me explico, podría haber una generación de margaritas de personas entre cuarenta y cincuenta años, y otra de adolescentes, pero no una de adolescentes y adultos al mismo tiempo.

—¿Y eso por qué? —preguntó Rubí, por curiosidad. 

—Parte del programa es que crees un lazo con los otras integrantes. No tiene que ser tan fuerte como el que creamos nosotras cuatro, pero debe existir. Tienes que admitir que es más fácil lograr eso con gente de la misma edad, la empatía surge casi que de forma natural. 

—Tiene sentido —habló Cristal —. Y cómo aún no has elegido, puede ser cualquier edad ¿Cierto?

—Correcto. 

—¿Y una integrante puede sufrir cualquier trastorno alimenticio y ser aceptada?

—Cualquiera. Las sesiones se adaptan a los trastornos que padezcan. 

—Bien...¿Y si una de las integrantes está relacionada contigo? ¿Podría hacerse eso?

—Supongo...¿Por qué me preguntas eso, Cristal?

—Vale, tendré que ser más directa: ¿podrías aceptarme a mi?

No te imaginas la enorme cantidad de valentía que requirió de parte de Cristal para pronunciar esas palabras. Tuvo que luchar con la voz en su interior, con el miedo recorriendo sus huesos, con la incertidumbre de decir algo erróneo. Cris fue demasiado valiente, tanto que se sorprendió a sí misma. Se enderezó un poco en el tronco en el que estaba sentada y alzó un poco las esquinas de sus labios.

No quería vivir con ese dolor que sentía cada vez que tenía un alimento cerca, ni con esa sensación de estar cayendo una vez más en pensamientos que no había superado. No podía decir: "lo que pienso y hago está mal", porque no lo sentía. Más bien, solo sabía que estaba mal y vivía con el miedo de que eso no fuera suficiente. Se detenía al intentar vomitar porque sabía que estaba mal, ¿pero si su moral dejaba de importarle un día? ¿Y si sucumbía ante el hecho de que ese simple acto se sentía correcto y ya?

Se rehusaba a ver a sus papás llorar de nuevo, a lastimar a sus amigos, o a alejar a su familia. Para eso, no podía seguir siendo la Cristal frágil y confundida que era. No podía seguir siendo el títere de una voz que sonaba a cierta princesa, tenía que encontrar su voz propia. Cloe, Lilian, Dalia y Sanne la tenían. Si iba al lugar en el que ellas la obtuvieron, ¿conseguiría la suya?

Esperó a una reacción, pero esta tardó mucho más de lo esperado. Su tía Cloe abrió mucho sus ojos, que de por sí ya eran bastante grandes. La observó con sorpresa, como si lo que hubiese dicho fuese la cosa más extraña jamás dicha; pero aún así mostró cierto interés, como quien escucha algo que le da curiosidad aunque no debería ser así. 

Sus padres, por su lado, quedaron anonados ante la petición de su hija. Fue todo tan repentino, tan confuso, que no pudieron creerlo del todo. De hecho, todos se habían callado y el centro de atención pasó a ser Cris. Ella se sonrojó un poco y sintió cierta ansiedad recorrerla por sus huesos, pero se mantuvo firme.

Por más que la voz en su cabeza dijera lo contrario, ella sabía que quería eso.

—Cristal —la llamó Eve, mirándola directo a los ojos —. ¿Esto es en serio, hija?

—Muy en serio —aseguró ella, asintiendo con la cabeza —. Sé que es una locura porque el programa es en Detroit, pero podríamos hacerlo funcionar. Solo piensa mami, tú has querido volver a encargarte de la floristería allá desde hace años, pero no lo hiciste porque aquí está el trabajo de papá...

—Sí, pero...

—Podríamos mudarnos tú y yo —continuó Cris —, y papá hace viajes frecuentes allá por las fabricas de la industria, así que estaríamos juntos todavía. Solo es cuestión de que ustedes firmen su divorcio y que consigamos un lugar en el cual vivir...Y claro, la titi Clo debería aceptarme en el programa. 

—Hablas en serio...—afirmó su padre, con un hilo de voz. 

—Sé que no es fácil, pero yo...lo necesito. 

Observó el sandwich, intacto y con todas las calorías que resguardaba. Las expectativas de ser perfecta, el temor a engordar y perder esa perfección, todo eso la golpeó de frente y le provocó lágrimas que le habría gustado no derramar, pero las derramó. 

—No les puedo explicar lo frustrante que es tener esto en frente —dijo, con la voz entrecortada. Señaló el sandwich en su plato —. Ver la comida, olerla y tocarla sabiendo que la necesito, pero no comerla porque luego siento repulsión hacia mi, es lo más deprimente que me ha sucedido en la vida. Cuento las calorías sin darme cuenta y es como si estas me persiguieran, como si mis problemas cobraran vida en ellas.

》Tengo esta...esta voz en mi cabeza que me repite que tengo que ser de una manera, aún cuando sé que ser lo que ella quiere solo los lastimará a ustedes. Intento ser fuerte y resistirme, ¿pero y si no consigo seguir así? ¿Y si me rindo? Podría volver a vomitar...y aunque es lo más humillante y doloroso que he hecho, se los juro que me veo volviéndolo a hacer. Yo podría hacerlo justo ahora, pero me detengo por ustedes. 

Limpió algunas lágrimas en sus mejillas, las sentía hundidas y frías. Vio todos los rostros al rededor de esa fogata, todos ahí le importaban demasiado. Por ellos valía la pena ser valiente. 

—Quiero que esto pare. Quiero poder ocuparme de mi propia salud, poder mirar a mis amigas sin sentir envidia porque ellas son más bonitas que yo. Quiero dejar de sentirme tan débil, tan triste y tan asustada. Quiero que mis pensamientos me pertenezcan a mi y no a una persona que me hizo creer cosas que dañan. Si eso me lo puede dar el programa M.E.R, entonces quiero ser una margarita. 

—Cariño, no es un camino fácil —le advirtió su tía Dalia —. Hay muchos obstáculos, mucho dolor que deberás superar...

—Te enojarás, irritarás y tocarás fondo —continuó su tía Lilian —. No te digo que no valga la pena, pero tienes que saber que no es tan sencillo como lo imaginas.

—Es que no lo imagino sencillo. Lo veo tan difícil que duele, ¿pero qué otra opción me queda? Juro que intento ayudarme a mí misma, pero no siento que valgo el esfuerzo. Si voy para allá y me demuestro que puedo, entonces si sabré que lo valgo. Hoy aguanto por ustedes, pero mañana lo quiero hacer por mi y por mi futuro. 

—Te oyes muy decidida —notó Sanne, tras respirar profundamente —. Cris, espero recuerdes este momento, porque si entras al programa te servirá para cuando te sientas débil. Jamás olvides lo decidida a curarte que estás ahora, es la mejor clase de medicina que tendrás.

Y ella tomó eso como una nota mental: debía recordar para siempre el momento en el que su valentía calló sus miedos.

—Cal, Eve, considérenlo —dijo Dalia, viendo a su hermano y amiga —. Sé que es duro, no quiero ni imaginar como se deben estar sintiendo, pero...

—Pero es decisión de Cristal —completó Lilian —. Ella decide cómo curarse, nuestro deber es apoyarla.

Eve y Calvin tenían sus corazones palpitando en sus gargantas. No te puedo explicar muy bien lo que sentían, no cuando ellos jamás pensaron que tendrían que regresar al programa M.E.R. Fue una experiencia que los cambió, los unió y les permitió seguir adelante ¿Pero repetirla? Eso fue algo que jamás se plantearon. 

Uno piensa que solo se pasa por esa clase de caminos una vez, pero lo cierto es que la vida da vueltas irónicas todo el tiempo. A veces transitamos el mismo camino más de dos veces y ni cuenta nos damos de ello. 

Eve observó a Calvin, sus ojos esmeralda hechos para ser comprensivos y amorosos estaban repletos de lágrimas. Pudo ver que estaba pensando, maquinando en segundos toda esa idea que sonaba desgarradora, pero necesaria. Hubo un buen tiempo en el que se mantuvo en silencio, hasta que al final pasó una mano por su rostro y suspiró antes de hablar: 

—¿Puedes aceptarla en el programa, Cloe? —le preguntó a la castaña.

—Eh...—Cloe tuvo que sacudir su cabeza para salir de la sorpresa. Pensó solo unos segundos y observó a Cristal —. Claro que puedo. Es decir, tendría que comunicárselo a Margaret, pero por mi tú ya estás dentro, Cris. 

—Mi mamá jamás diría que no —aseguró Aviv —. Menos cuando tú estás tan segura. 

—Okey, okey...—continuó Calvin, pasando una mano por su barba. Parecía seguir pensando, hasta que observó a Eve. Tomó su mano y le dio un suave apretón —. ¿Tú irías con ella?

—Es nuestra hija, Cal. Yo iría a donde fuera por ella.

—Bien, porque también quiero que vayas por ti. No tenía idea de que querías volver a encargarte de la floristería, ahora que lo sé no pienso dejar que te quedes aquí por mi. 

—¿Y tú? 

—Iré seguido. Paso casi tanto tiempo en Detroit como en Los Angeles, casi ni notarán mi ausencia. Solo necesitamos hacer un cambio en cuanto a lo acordado en la custodia de Cris...

—Yo tengo el número de su abogada —intervino Padme —. ¿Le escribo?

—Por favor, Pad —pidió él —. Dudo que conteste ahora, pero mientras más pronto hagamos esto, más pronto firmaremos el divorcio y así podrán irse. Debemos conseguir un apartamento...

—Pueden quedarse con nosotros por un tiempo —sugirió Gabe —. La casa es grande, les puede servir hasta que consigan un lugar. 

—¿No sería molestia?

—Eve, molesto es que hagas esa pregunta —bufó Cloe, rodando los ojos —. Vengan con nosotros la semana próxima, así pueden buscar algún lugar que les guste y arreglar todo lo que necesiten. Estarán ahí mucho tiempo, así que esto no es algo que deban hacer a la ligera.

—Todo está sucediendo muy rápido —soltó Cris, impresionada.

—Si esto es lo que quieres, gemita, nosotros te ayudaremos a conseguirlo —aseguró Calvin, mirando a su hija con cariño —. Te lo dijimos: puedes apoyarte en nosotros para salir adelante. Este es nuestro impulso, espero que te sirva mucho en lo que decidas hacer. 

Y ella lo apreció tanto que toda la gratitud que sentía se derramó en sus lágrimas. No sabía si el programa la sanaría o no, pero como veía a sus tías tan recuperadas le daba la esperanza de que podía tener un futuro así. Se puso de pie y corrió hasta llegar a sus padres. Se arrojó a ellos en un abrazo, uno fuerte y necesitado.

No debía ser fácil para ninguno enfrentarse al programa M.E.R otra vez y, aunque era de un ángulo diferente, seguía siendo igual de duro. A eso había que sumarle que su papá estaba accediendo a verla por menos tiempo, aún cuando él no quería eso. Se aferró a su cuello y lloró ahí, pegada a él ¿Cuántos sacrificios eran capaces de hacer por ella? 

Todos, o incluso más. Por eso, ella hacía ese por ellos dos. 

—Mierda, eso fue como una montaña rusa de emociones —soltó Adam, con una mano en su pecho —. Siento que lloraré. Ahora no solo tengo que extrañar a los Bacher, sino también a ustedes dos ¡¿Cómo llegamos a esto en menos de quince minutos?!

—No lo sé, pero yo si lloré —sentenció Malory —, y mucho. Estúpida cabeza de zanahoria, hoy tienes ganas de dejarme deshidratada. El 60% del agua en mi cuerpo ahora es un desierto por ti.

—No funciona así —señaló Drew —, pero creo que estás siendo cursi y no inteligente, así que supongo que está bien.

—Sí. No corrijas mi cursilería, Drew Osbone.

Cristal soltó una pequeña risa al escuchar esos comentarios tan propios de las personas que quería. Se alejó un poco del abrazo de su padre, había quedado sentada en su regazo. Él besó su mejilla con cariño y luego su madre la tomó por las manos y besó sus nudillos. Los tenía a ellos, a su imperfecta familia que estaba llena de amor ¿Qué más daba un divorcio? El que siguieran unidos lo era todo. 

Y en ese momento, estaban más unidos que nunca.

—No puedo creer que te irás justo cuando nos reconciliamos —le dijo Rubí, haciendo que ella volteara a verla —. Te deseo lo mejor de lo mejor, pero te extrañaré muchísimo. 

—Te escribiré siempre, a ti y a todos —aseguró Cris —. Además, todavía no me voy. Aún me queda verte subir a un escenario y deslumbrar a todos.

—Es lo justo, considerando que tú me hiciste cantar en primer lugar.

—No fui yo, era el mundo pidiendo que no te callaras.

—Estoy muy segura de que eras tú repitiendo una y otra vez que cantara, Cristal.

—Hablé en nombre del mundo. 

—Ah, claro —carcajeó Rubí. Cristal se puso de pie y caminó hacia ella, la observó desde arriba y le dedicó una amplia sonrisa.

—Serás una estrella, Rubí. No le tengas miedo a la fama que conseguirás, porque te la mereces.

—¿Otra vez hablas en nombre del mundo?

—No, hablo en mi nombre y te digo lo orgullosa que estoy de ti. Pasaste por mucho para llegar hasta donde estás, disfrútalo. 

—Y volvemos a subir a esta montaña rusa de sentimientos —soltó Adam —. ¿Por qué trajimos malvaviscos? Debimos traer pañuelos. 

Rubí se puso de pie e ignoró por completo su "alergia" a los abrazos cuando envolvió a quien se había convertido en su mejor amiga en uno. Era un poco aterrador sentir que ella era muy frágil entre sus brazos, pero eso le importó muy poco porque seguía siendo ella. Estaba distinta, pero la esencia de la Cristal dulce y comprensiva seguía ahí. Si en Detroit podría crecer y terminar de desarrollar por completo su personalidad, entonces la dejaría ir por más que la extrañaría. 

Cris le devolvió el abrazo, aún cuando todavía tenía la extraña sensación de sentir envidia hacia ella porque era delgada y bonita. No le importaba, lo que en realidad quería era conservar ese momento con la amiga que decidió confiar en ella cuando veía al resto del mundo como una amenaza. Ir a Detroit no las separaría, ellas no podían hacer eso.

Su amistad era de esas que perduraban en el tiempo, una clase de canción que se repite una y otra vez y no te cansas de ella.

—Mhm...—soltó Cloe, llamando la atención de todos. Cris y Rubí se separaron del abrazo y la observaron tan confundidos como el resto.

—¿Qué ocurre, loquita? —le preguntó Gabe. Ella tenía sus ojos entrecerrados y su mano en su barbilla, como si estuviera analizando algo.

—Estaba pensando en los delatores —respondió ella, aún con su mirada pensativa —. Cuando estaba en el programa, no entendía muy bien el papel que cumplían ellos en todo eso. Luego, me convertí en doctora y lo comprendí. 

—¿Y cuál es? —preguntó Dann.

—Pues, los delatores existen porque las personas que padecen este tipo de trastornos no suelen admitirlo. Así que los primeros en ver que su salud falla no son ellos, sino sus seres más queridos. Sin Derek, Dann, Eve y Calvin, nosotras cuatro jamás habríamos sabido que estábamos enfermas; del mismo modo en el que Gabe jamás lo habría sabido sin Don y Dalia en mi pequeño proyecto hace años. 

》Los delatores son cruciales, son ese detonante que lo inicia todo y que se mantiene ahí a lo largo del camino como una constante en la vida del paciente. Son más que solo apoyo, son el ancla y al mismo tiempo la vela del barco. 

—Vaya, y yo que creí que Margaret solo nos usaba para obtener información sobre ustedes —carcajeó Derek —. Años después, y es ahora cuando me siento realmente importante.

—Siempre lo fuiste, al igual que los otros delatores. Nos tuvieron paciencia, así que nos enseñaron a ser pacientes con nosotras mismas. Un delator no solo delata la enfermedad del paciente, hace mucho más que eso.

—Pero Cristal no tiene delator —notó Calvin.

—Se delató ella sola —continuó Eve.

—Por eso el: mhm.

Cloe sonrió hacia Cristal. Fue una sonrisa bastante difícil de adivinar ¿Era de satisfacción, o de curiosidad? No lo sabía y comenzaba a pensar que le costaría comprender las sonrisas y decisiones de su tía ahora que la vería como la doctora en el programa. La seguiría amando, claro estaba, pero la confusión sería algo común en su relación a partir de ese momento.

—¿Y el que Cris no tenga delator es bueno, o malo? —preguntó Donovan.

—No lo sé —dijo ella, encogiéndose de hombros —. Es interesante...

—Dios, tú te escuchas peor que Margaret —soltó Lilian, para luego mirar a Cristal —. Cris, si llega a pasarse de rara e intensa, llámame y la pondré en su lugar.

—La descorazonada vuelve al ataque ¿Me lanzarás cojines otra vez?

—Eso, o macetas del consultorio en el que ahora trabajas.

—Que copiona, esa movida es de Calvin y la usa como coqueteo ¿Eso es lo que pretendes, descorazonada? Cuidado, que ambas estamos casadas y a mi esposo no le gusta compartir. 

—Que raras son las bromas en esta familia —señaló Caleb —. Que rara es esta familia en general. 

—Pero te encanta, británico —aseguró Tyler, sin dudarlo. 

¿Cómo podía no encantarle? ¿Cómo podía no encantarle a Cristal? No eran perfectos, eran caóticos y amorosos. Llovían chistes internos extraños, bromas raras que solo ellos entendían y conversaciones divertidas por doquier. Recordó entonces algo que había dicho su papá:

Perfección puede ser un momento, un sentimiento...

Y ese estaba muy cerca de serlo.


Escribir este capítulo me trajo demasiados recuerdos. Yo sabia que iba a llegar, pero no sabia que llegaría y me sentiría así de nostalgica. Yo lo veo como el cierre definitivo de las historias de mis margaritas originales. Ahora ellas seguirán con las maravillosas vidas que han formado ♡

En cuanto a la decisión de Cris...me lo pensé mucho, pero creo que es lo correcto. Quiero leer sus reacciones, ¿qué opinan?

Estoy actualizando muy rápido porque se acerca el final y me gustaría terminar el libro antes de empezar la universidad (que es como en una semana). Dudo lograrlo, pero estoy inspirada así que nada pierdo al intentar. Recen por mi para que esa inspiración siga ahí.

Y sin más, les dejo los adelantos:

—Apuesto a que ese suspiro debe llevar el nombre de alguien especial.

...

—¡¿Es que acaso no tengo límites?!

...

—Es lindo ver que, años después, eres tú la que me da ánimos y no al revés.

...

Y eso es todo. Los amo un mundo ❤

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