Capítulo 55

Capítulo 55: 

Primer impulso

11 de agosto

12:35 pm

Si Elise estaba en la casa de los Carlton ese día era porque ambos aseguraban estar nerviosos a más no poder. Entre que sus padres llegaban ese día a Los Angeles y que la presentación del álbum estaba cada vez más cerca, dicha preocupación era entendible ¿Y qué había aprendido Eli de tanto pasar tiempo con esos hermanos?

Que ambos lidiaban con los nervios de una forma demasiado peculiar como para perdérselo. 

—¡Y voila! —exclamó Caleb, terminando de decorar con crema pastelera el último de los cupcakes de la bandeja —. Quedaron geniales. Si fracaso en la música, abriré una pastelería.

Elise lo miró con diversión, tenía harina en la cara y parte del cabello, pero se veía mucho más calmado ahora que había hecho tres bandejas de cupcakes y dos pasteles sencillos. La peculiar forma de calmarse de Caleb era hornear y decorar como un loco desquiciado, pero al menos era bueno en ello y era divertido verlo hacer caras de concentración al preparar sus dulces.

Era otra faceta de su novio que estaba descubriendo, una que le gustaba tanto como las otras. Él le extendió un cupcake a Elise, ella tomó un mordisco. No escondió el sonido de satisfacción que surgió al probar la duzura del ponqué de limón con la crema pastelera. Tuvo sus dudas sobre los dones de Caleb porque llegó a probar un almuerzo hecho por él que había quedado fatal, pero con los dulces la historia era diferente. Él tenía un extraño talento repostero que ella sin duda disfrutaría.

—Aw, que lindo es hacer suspirar a mi musa —soltó él, colocando un poco de crema pastelera sobre la nariz de Elise —. Ahora sé que mis postres también tienen ese efecto en ti. Es una interesante información que usaré más adelante.

—¿Quieres hacer silencio, Leb? —le exigió Rubí, sentada junto a Elise al otro lado del mesón —. No encuentro la pieza que me falta.

Y así como Caleb tenía la repostería para calmarse, Rubí había descubierto que su forma de drenar los nervios era armando rompecabezas. Elise aún no podía entender como se las arreglaba para encontrar las piezas que le faltaban mezcladas entre los utensilios de cocina de su hermano, pero la chica se las ingeniaba.

Lo divertido era escucharla maldecir y enojarse cuando no sabía donde encajar las piezas. Al parecer, enojarse por esos juegos la distraía de sus nervios.

—Te dije que armaras esa cosa en otro lado —bufó Leb, dándole un mordisco al mismo cupcake que Elise. Masticó y luego habló —. Estás interfiriendo con mi área de trabajo.

—Y tú interfieres con mi concentración —se quejó ella mirándolo con ojos entrecerrados —. Solo mira mi rompecabezas ¡Está lleno de harina por tu culpa!

—Si tanto te molesta, vete a otro lado. Yo necesito la cocina, tú estás aquí de chismosa.

—No, estoy aquí para asegurarme de que no mates a Elise con tu asquerosa cursilería.

Caleb llevó una mano a su pecho y fingió estar ofendido, aún cuando a Elise no le molestaba que fuera cursi. De hecho, con ella era una mezcla entre dulce y atrevido que le encantaba; claro que su lado pícaro no era algo que mostraría frente a su hermanita. Eli se limitó a observar y a limpiar su nariz con diversión, sabía que se avecinaba una pelea entre los hermanos Carlton.

Una pelea con mucha harina de por medio.

Leb tomó un puñado de ese polvo y lo arrojó sobre el rompecabezas de Rubí. Ella abrió la boca con indignación y miró a su hermano con amenaza. Sin que se lo esperara, Rubí escaló en la mesa y tomó un puñado de harina que le arrojó a su hermano. Él se defendió con la única forma que conocía efectiva con su hermana: la cargó y comenzó a hacerle cosquillas que la hicieron estremecer. Para ser dos personas que se veían maduras a los ojos del mundo, Rubí y Caleb sabían sacar el lado más infantil del otro.

—¡Basta, Leb! ¡Me voy a orinar! —soltó Rubí, retorciéndose y riendo en los brazos de su hermano. Cuando se hablaba entre risas, su acento británico se notaba aún más —. ¡Me voy a hacer pis frente a tu novia! ¡Te voy a avergonzar!

—Que golpe tan bajo fue ese —soltó él, liberándola en el suelo. Rubí recobraba el aliento con dificultad, pero tenía una sonrisa en su rostro —. No uses a terceros en peleas de dos. Es trampa y lo sabes.

—Cállate, tarado.

—Cállate primero, mocosa.

—Yo te lo dije primero.

—Pero yo nací primero.

—Por error, al menos a mi me planearon.

—Pero a mi me...

—Oigan, ¿qué está pasando? ¿Por qué tanto ruido? —escucharon la voz de Aviv, pero en lugar de verlo entrar en la cocina, lo escucharon chocar con el marco de la puerta y maldecir —. Maldita profundidad, mi cerebro se abollará como siga chocando con paredes.

Caleb y Rubí dejaron de bromear para acercarse a su tío y ayudarlo. Ahora que Aviv podía ver, estaba acostumbrándose a cosas como la luz, la profundidad y a ubicarse con la vista. Chocaba seguido con paredes y le costaba entender la distancia de las cosas, pero estaba aprendiendo de a poco. Leb lo guió hasta la silla junto a Elise, él de inmediato le sonrió.

Ese estaba siendo un proceso complicado para Aviv, pero él lo estaba disfrutando mucho.

—Hola, Elise. No sabía que estabas aquí —la saludó él. Era bueno finalmente conocer bien a la novia y publicista de su sobrino —. De haberlo sabido, habría venido a salvarte de estos dos salvajes. Se ponen más peleones cuando están ansiosos.

—Ella está amando esto —aseguró Rubí, sonriéndole a Elise. Ella asintió con la cabeza mientras sonreía —. ¿Ves? Somos encantadores, la conquistamos.

—O solo se está quedando por los dulces de Leb.

Elise tomó su teléfono y escribió algo rápido. El mensaje le llegó en pocos minutos a Caleb, quien entrecerró sus ojos hacia ella tras leerlo. Luego, procedió a leerlo en voz alta:

Me descubrieron, me quedo por los dulces.

—No te culpo, es la razón por la que también me he quedado por tanto tiempo —aseguró Aviv, riendo hacia su sobrino. Tomó uno de los ponquecitos mientras Elise se acercaba a Caleb para abrazarlo y demostrarle que bromeaba, sonrió ante esa imagen —. Me gusta como se ven juntos, se nota que están felices.

—Gracias, tío —dijo Caleb, abrazando a Elise y dejando un beso en su mejilla. Ambos sonreían mucho, estaban satisfechos por como marchaba su relación —. A Eli le gusta como te ves con la tía Sanne. No para de presumirme en la cara que ella siempre supo que terminarían juntos.

—Gracias por la fe en mi, Elise. Es algo que estos dos no tuvieron, y eso que somos familia.

Eli le guiñó un ojo de forma amistosa hacia Aviv. En serio le agradaba su jefe, lo hizo desde el inicio cuando solo se comunicaron tocando paredes cada vez que lo tenía cerca. Ahora, era mucho más fácil dirigirse a él, por lo que le agradaba mucho más. Claro que no se verían durante un buen tiempo en el trabajo.

Mientras se recuperaba y se acostumbraba a su vista, Avi la había dejado a cargo a ella de todos los asuntos relacionados a representar a Caleb ¿Que si estaba nerviosa por eso? Por supuesto, pero Elise lidiaba con los nervios a su manera.

En este caso, dando lo mejor de sí y distrayéndose junto a su novio y cuñada.

Los cuatro continuaron pasando el rato hasta que la puerta de la gran casa sonó y anunció la llegada de alguien. Fue inmediata la forma en la que la sonrisa de Rubí se esfumó y se tensó. Dejó de importarle la pieza, ella solo respiró profundo y se preparó para lo que venía. Se escucharon pasos, con cada uno de ellos los latidos de su corazón solo aumentaron. Luego, los pasos se detuvieron, pero eso no la calmó.

—Oh, mierda. Llegamos en medio de un ataque de nervios —escuchó la voz gruesa de su papá tras de ella, había extrañado tanto escucharlo —. Y el desastre explotó justo en la cara de Caleb, por lo que veo.

—La harina se usa en los pasteles, hijo —ahora escuchó la voz de su madre —. Sé que eres dulce, pero no te confundas.

Llevaba tanto tiempo ecuchándolos por teléfono, por videollamadas o simplemente por mensajes que se sentía como aire fresco escucharlos tan cerca de nuevo. Tenía tantas cosas que decir, pero no sabía como decirlas. No fue la mejor hija en el pasado, no estuvo ni cerca de serlo. Ahora lo entendía y se arrepentía tanto que no tenía palabras para expresarlo...

Así que cambió las oraciones por algo más significativo: un abrazo.

Ni Lei, ni Dann vieron venir ese gesto tan repentino por parte de su hija menor. Aún así, cuando ella chocó contra ellos y los envolvió en sus brazos, ellos hicieron lo mismo. La sostuvieron con fuerza y amor. Hacía tanto tiempo que su niña no los abrazaba, inclusive antes de que se mudara a L.A. Tenerla de nuevo tan cerca era todo lo que se sentía bien en el mundo.

—Lo lamento —dijo Rubí, con la voz quebrada y sin soltarlos —. Ahora entiendo tantas cosas que antes no entendía...Fui una mala hija por alejarlos, por encerrarme en mi misma. Los preocupé y lo siento, es solo que yo creí que estaban decepcionados de mi.

—Mi niña, no sé como estar decepcionado de mis hijos —aseguró su papá, levantando su rostro al acunarlo entre sus manos —. Ustedes dos pueden meter la pata un millón de veces y yo me enojaré, me entristeceré y quien sabe qué más, pero jamás estaré decepcionado.

—Jamás debí huir de casa, jamás debí dejar que alguien me convenciera de consumir drogas. Lo lamento, lo lamento mucho.

—Sé que lo lamentas, Rubí. Tranquila, nena, ya pasó. Todos cometemos errores, lo que te hace increíblemente fuerte es aceptarlos y superarlos. Lo lograste, estoy muy orgulloso de ti.

¿De verdad lo había logrado? ¿Había superado todos los obstáculos de su pasado? Observó a su papá, él era como una versión de Caleb con ojos puramente azules, unas pocas arrugas en las esquinas de sus ojos y cabello canoso. Cuando vio en su mirada lágrimas contenidas, junto a una sonrisa que lejos de mostrar decepción mostraba orgullo, sintió que lo había hecho. Lo había logrado.

Llegó a Los Ángeles siendo alguien asustada y retraída, pero ahora era completamente diferente. No era la niña dulce e inocente que fue antes de las drogas, tampoco la inconsciente y paranoica que fue al consumirlas. Era una versión de sí misma a la que le gustaba socializar, se divertía con un sarcasmo ágil y no tenía miedo a actuar. Estaba afrontando miedos, superándolos.

Y le gustaba esa Rubí valiente, esa que ya no sentía decepción por lo que antes había vivido. Más bien, estaba orgullosa de todo lo que estaba viviendo.

Abrazó de nuevo a su papá, rodeándolo con ambos brazos. Le sorprendió darse cuenta de que ahora podía esconder su cabeza entre su cuello sin la necesidad de ponerse en puntillas. Había crecido sin notarlo, había cambiado sin siquiera darse cuenta de ello. Cuando abrazó a su mamá, esa mujer de ojos verdosos y cabello marrón largo, se dio cuenta de que era más alta que ella. Se sentía bien poder estar cerca de ambos sin sentir que la odiaban, o que no la entendían. Casi pudo haberse quedado ahí por siempre, pero le faltaban un par de brazos más.

—¿Puedo unirme al abrazo, o te saldrán ronchas? —le preguntó su hermano, acercándose a ella. Rubí soltó una carcajada y lo atrajo al abrazo, pronto estaban los cuatro tan juntos como lo habían deseado por meses.

Finalmente, se sentía como si su quebrada familia se estuviera rearmando para ser más fuerte que nunca.

—Aw, que lindos —soltó Sanne, enternecida —. Me uniría, pero Leb está lleno de harina que no pienso limpiar.

—Yo no estoy lleno de harina —soltó Aviv, sonriendo hacia ella —. Por si lo querías saber.

—Mhm, gracias por el dato, Everton.

A pesar de su respuesta, se acercó a él y lo abrazó por la espalda, dejando un beso en su mejilla libre de harina. Saludó a Elise y le susurró que esperara, pues los Carlton estaban en un necesario momento íntimo que ninguno debía interrumpir. La muda asintió con la cabeza y, aunque lo disimuló muy bien, sintió nervios.

Conocería a los padres de su novio, ni siquiera la atrevida Elise Jazz Blake era inmune a esa clase de miedo.

—Bueno, bueno, basta de abrazos o lloraré más —se quejó Lei, soltándolos a todos. Limpió sus lágrimas y observó a sus hijos con cariño —. Oh, ustedes están tan grandes y hermosos ¡Leb, te dejaste crecer barba!

—Sí, mamá —dijo él, pasando una mano por la reciente barba creciendo en su mentón —. Quería probar algo nuevo. Tú estás más bella que nunca, mi madre sin duda es la más preciosa del mundo.

—Solo lo dices para que no te de un buen halón de orejas por haberte embriagado y acabado en una calle solo. No creas que lo he olvidado.

Y, tal y como lo prometió, Lei haló la oreja de su hijo y le advirtió que moderara su consumo de alcohol. Caleb asentía con la cabeza mientras su mamá hablaba y hablaba sobre como fue insensato. Dann y Rubí solo los observaron, divertidos. Lei Carlton era una mujer habladora y decidida. Si te metías en problemas con ella, te tocaría un largo discurso de castigo.

—...Así que espero que te quede bien claro que abusar del alcohol está mal y te mete en problemas —continuó ella —. Vuelve a golpear a alguien en tu estado de embriaguez y yo te pondré sobrio de las nalgadas que te daré ¿Entendido?

—Sí, sí. Lo siento, mamá.

—Más te vale estarlo, Caleb Lot Carlton Knock.

—¿Sabías que tu novio fue bendecido con ese nombre tan patético? —le preguntó Aviv a Elise, quien negó con la cabeza. Estaba aguantando las ganas de reír, pero se hacía cada vez más difícil —. Ahora agradece saberlo. Se irrita cuando le dicen que su nombre es como un trabalenguas ¿Pero puedes culparnos cuando es un hecho comprobado? He intentado decir su nombre completo más de cinco veces seguidas y siempre fallo.

—Ya basta, tío. Con eso no juegues.

—Sí, que se pone sensible el trabalenguas —soltó Rubí, riendo a lo bajo.

Caleb rodó los ojos ante esa broma que tal parece su familia decidió recordar justo en el peor momento. Sacudió la harina se su cabello y se acercó a Elise. Tomó su mano antes de dedicarle una sonrisa y acercarla hasta sus padres. Los nervios no disminuyeron ni un segundo, pero al menos se sentía apoyada por tener a Leb tomando su mano.

Eso era algo, ¿no?

—Mamá, papá, ella es Elise Blake, la publicista que ha salvado mi reputación todos estos meses y mi hermosa novia —la presentó él —. Musa, ellos son Dann y Lei Carlton, mis padres y las personas que me condenaron de por vida a un nombre que no se puede decir más de tres veces seguidas.

Elise les sonrió y los saludó con la mano, intentando verse amigable y no grosera por el hecho de no poder saludarlos con su voz. Dann le sonrió al instante y estrechó su mano con amabilidad. Con Lei fue un poco diferente, pues ella no sonrió de inmediato. Ella observó a su esposo y mordió su labio con inquietud.

—Dann, lo voy a decir —soltó ella, antes de siquiera saludar a Elise —. Llevo aguantándolo siete años, necesito sacarlo de mi sistema.

—Adelante, amor. Ahora si puedes soltarlo.

—¡Gracias a Dios! —exclamó, viendo a su hijo —. No aguantaba tu relación con Silene. En serio, me estaba volviendo loca no decirte nada porque respetaba tu decisión y todo eso ¡Pero es que ya no lo toleraba! Y no es que Silene sea mala chica, porque no lo es...digo, es un tanto posesiva, controladora y eso, pero amable cuando se lo propone.

》Ella no me molestaba, me molestaba su relación y estaba esperando que abrieras los ojos. En serio, ustedes dos juntos eran como la comida de tu papá: sosos a más no decir.

—¿Por qué metes a mi comida en esto, Lei?

—¡Porque es justo así como era su relación! Buena a la vista, pero aburrida y sin sazón ¡Gracias a Dios terminó! Pensé que llegarías a casarte con ella, eso me habría dolido porque tú mereces más que una relación sin emoción. Tú mereces las chispas que has estado sintiendo estos últimos meses cuando nos has llamado.

Miró a Elise y le sonrió con amplitud. Luego, le dio un leve abrazo amistoso que hizo sentir más tranquila a la chica. Bien, al menos sabía que la mamá de Caleb no la odiaba. Además, era parlanchina. A Eli le encantaba la gente así.

Le recordaban a lo que ella solía ser antes del accidente.

—En fin, solo te agradezco por llegar a su vida y poner esa sonrisa en su rostro, Elise —continuó Lei —. De verdad espero que podamos llevarnos bien.

—Capaz se llevarían mejor si no la espantaras con tanta charla, mami —carcajeó Rubí.

—No la está espantando, esto le encanta a Elise —habló Caleb, que ya conocía ese lado de su novia —. Es una muda con mucho que decir y ama que le hablen sin parar, por eso se lleva tan bien con Padme. Sin mencionar que es una chismosa, se las arregla para divulgar chismes sin la necesidad de usar palabras. Es como un don.

Elise le dio un golpe en el hombro, indignada de que hubiese contado eso frente a sus padres. Caleb soltó una carcajada y le sonrió con inocencia. Era increíble lo mucho que habían llegado a conocerse en el tiempo que llevaban saliendo y, aunque habían detalles frustrantes en ambos, se las arreglaban para aceptar cada imperfección en ellos.

—En ese caso, tú y yo nos llevaremos bien —aseguró Lei —. Conozco a Pad, no hablo a la velocidad que ella lo hace, pero hablo tanto como ella. Podría pasar horas contándote historias sobre Caleb de bebé...

—Cosa que no harás, mamá —la detuvo Caleb —. ¿No tienes que saludar a Aviv? Te falta él.

—Gracias, ya me sentía olvidado —dijo el mencionado.

—¡Avi! Claro que me alegra saludarte de nuevo.

—Es un gusto verlos finalmente, Carltons.

—Ah, ya empezaron tus chistes irónicos sobre tu vista —señaló Dann, con diversión —. Los había extrañado, por sorprendente que suene.

—Y ahora son mucho peores —aseguró Sanne.

—Claro que no, son buenos. Ya verán.

Sanne rodó los ojos ante esa pésima ironía de Aviv y él soltó una carcajada ante su propio chiste. Tal parecía que, a pesar de los nervios azucarados, esa familia estaba bien. Se veían sonrientes, felices, decididos a ir más allá y seguir avanzando.

Elise sintió cierto orgullo. Ver a los hermanos Carlton tan decididos sobre quienes eran fue increíblemente satisfactorio. Los conoció cuando ambos estaban confundidos y desanimados, ahora eran dos personas completamente distintas. Eran más felices.

Y aunque Eli no sentía merecer ser parte de sus vidas, lo agradecía enormemente. No se había dado cuenta hasta el momento lo feliz que le hizo haber visto los cambios en ambos en primera fila. Tenía suerte de tenerlos.

—Bien, cuéntenme cómo está todo por aquí —soltó Dann, sentándose en una de las sillas del mesón. Tomó uno de los cupcakes y tomó una pieza del rompecabezas de Rubí que encajó sin problema con otra —. Yo ya lo sé, pero ahora quiero escuchar lo que ustedes tienen para decir.

—Bueno, en resumen, todo es un caos —suspiró Caleb —. Lo único bueno que ha pasado en dos semanas es que Aviv puede ver.

—Cosa que fue la gran noticia del momento, hasta que descubrieron que me golpeo con cada pared que se me atraviesa —bufó Aviv —. Otra buena noticia fue que grabamos el video para el single de Caleb. Descubrí que tu hijo no sabe bailar, Dann.

Caleb rodó los ojos e ignoró la verdad en las palabras de Aviv solo para seguir contándole a su padre como su familia ahora se veía desanimada y un tanto caótica. Dann asentía con la cabeza y prestaba atención, aún cuando ya conocía esos detalles.

Quería escuchar la versión de sus hijos para saber qué tan mal estaba la situación. Resultó estar peor de lo que esperó.

—Necesitas hablar con los tíos Eve y Cal —se apresuró a decir Rubí —. Han estado tan tristes con lo de Cristal, no parecen ellos.

—Y Derek no les habla por vergüenza, siente que ahora lo odian porque Silene tiene algo que ver con lo que le pasa a Cris —acotó Sanne —. Lilian dice que está demasiado angustiado por la salud de su hermana, pero ya lo conoces a él cuando se angustia...

—Enloquece y toda esa inteligencia se va al carajo —completó Dann, quien conocía muy bien a su amigo —. No me sorprende que Derek se sienta culpable, aún cuando no es su culpa. Cuando no le encuentra explicación a las cosas, se vuelve este hombre sin raciocinio muy lejano al nerd que todos conocen.

》En cuanto a Eve y Calvin, ellos creen que son buenos fingiendo ser fuertes, pero no lo son. Sé que necesitan apoyo, los tres lo necesitan. Hablaré con ellos tan pronto se me de la oportunidad. Ahora, ¿qué hay de Cris y Silene?

—Silene me preocupa —admitió Caleb —. No contesta llamadas, ni mensajes.

—Sé por Lid que la única que ha conseguido hablar con Silene es Lavanda —habló Rubí —. Pero cosas muy cortas y tontas. Del resto, dice que su tía ni siquiera parece estar presente en la casa. Es la primera vez desde que conocí a Lid que la veo realmente angustiada por algo.

¿Y cómo no estarlo? El que Silene pasara de ser una princesa pretenciosa a una damisela oculta en cuestión de días tenía preocupados a todos. Era extraño, mucho. Elise tomó su teléfono y escribió algo rápido. Envió el mensaje y Caleb lo leyó por ella:

Está tan grave que ni siquiera le contestó a Adam.

—¿Cómo está él, musa? —le preguntó Caleb. Ella escribió de nuevo, el mensaje no tardó en llegar.

Tuvo una cita con alguien hace dos días. Creo que quería arráncarse a Silene del corazón e invitó a la primera chica que conoció en un bar. Le fue terrible.

—Mierda, todo esto está peor de lo que me describieron por teléfono —negó Dann, chasqueando sus dientes —. Pero tiene solución, todo estará bien.

—¿Cómo estás tan seguro, papá? —preguntó Rubí.

—Porque he visto a esta gente levantarse un millón de veces. Esto solo es una caída y ya están empezando a recuperarse de ella.

》Si algo he aprendido de estas personas es que no puedes levantarte de golpe, tienes que hacerlo de a poco. Primero un pie, luego el otro, luego te impulsas con las manos...Es así y ellos lo saben.

—Eso es verdad —aseguró Sanne, con una media sonrisa —. Y hoy le dan de alta a Cris...

—¿Y que Cris esté mejor podría ser el primer impulso para levantarse, papá? —preguntó Rubí.

Dann le sonrió a su hija, quien tenía un poco de harina rodeando su expresión de preocupación. Extendió su mano y ella la tomó. De inmediato, le dio un suave apretón para pasarle fuerzas y dijo lo que opinaba sobre esa situación:

—Yo elijo creer que este es el inicio de algo y no el final. Así que sí, que Cris esté mejor podría ser el impulso que todos ellos necesitan.

...

3:09 pm

—¿Todo bien, gemita?

Escuchar la voz de su madre la trajo de vuelta a la realidad y no a enfocarse en el suelo de su habitación, donde recordaba haber vaciado cientos de dulces semanas atrás y atragantarse con ellos para luego vomitarlos. Esa Cris se veía tan lejana y tan cercana al mismo tiempo que era aterrador. Tomó una larga respiración y volteó a ver a sus padres.

El que le dieran de alta no significaba que estaba curada, solo estaba ligeramente mejor. Todavía se sentía desanimada, cansada y confundida. Al menos volver a casa se sentía como un soplo de aire fresco, era mucho mejor que el hospital. Sin embargo, el ver a sus padres en la puerta de su habitación, le trajo cierta sensación amarga a su regreso.

Pensar en todas las veces que los tres estuvieron en el mismo techo y no llegaron a notar lo que les pasaba era triste. Ella no se dio cuenta de que el matrimonio de sus padres se quedó sin amor, así como ellos no notaron que la seguridad de su hija se fue esfumando poco a poco. Sin quererlo, se guardaron muchos secretos y se dijeron muchas mentiras.

Y Cris quería dejar eso atrás. No podía deshacerse de la voz en su cabeza, pero podía apoyarse en sus padres para sobrevivir a ella.

—Aquí fue donde tuve lo que la titi Clo llamó un atracón por ansiedad —confesó ella, señalando un lugar de la habitación —. Busqué cada cosa comestible en la alacena y literalmente lo absorbí todo. Quería detenerme, pero no podía parar. No sabía que me estaba sucediendo, sentí que perdía el control; que como los problemas me superaban entonces debía comer y comer para castigarme.

Sus palabras sonaban tan crudas y duras, pero se sentía muy bien decirlas. Era como confezar todo lo que escondió por meses, como dejar sus miedos expuestos. Volvió a levantar la mirada hacia sus padres, ambos parecían conmovidos y adoloridos por la confesión, pero la dejaron continuar. Fue así como caminó a otro espacio de la habitación y se abrazó a sí misma antes de comenzar a hablar:

—Aquí hacía abdominales —dijo —. Me paraba en la madrugada, estresada por recordar lo que había comido el día anterior ¿Saben que en la noche el metabolismo humano se pone más lento? Pues, yo lo investigué y eso me causaba terror. Me levantaba sudada pensando en que debía acelerarlo para así bajar de peso, así que hacía abdominales hasta la mañana.

》Ardía y dolía chocar mi espalda con el suelo, pero no me podía detener. En la mañana, me acostaba de vuelta en la cama y fingía haber dormido. Les mentía cuando preguntaban.

—Cris...—Eve vio lágrimas comenzar a brotar de los ojos de su hija, pero ella caminó hasta el baño. No se quería detener.

Cristal señaló el retrete sintiendo las memorias atormentarla. Lo odiaba, odiaba en quien se había convertido y odiaba aún más no poder comprender del todo porqué su actitud estaba mal.

—Ahi vomité...quince veces por semana...Se sentía mal, pero al mismo tiempo era mi única solución —sorbió su nariz antes de señalar el lavabo —. Ahí me corté el cabello porque se había llenado de vomito ¡Y lo odiaba! ¡Odiaba lo asquerosa que me sentía, pero aún así no podía parar!

—Hija...—Calvin la abrazó por detrás y besó su cabeza para calmarla —. Amor, calma. Ya no importa lo que hiciste, lo importante es que estás bien.

—Quiero decirles todo, quiero que sepan todo lo que les oculté por vergüenza. Si yo se los hubiera dicho antes, no estaríamos así. Debí confiar en ustedes, ahora les demuestro que lo hago...

Se soltó del abrazo de su padre y lo tomó de la mano. Extendió su otra mano hasta su mamá y los guió de vuelta a la habitación, donde se sentó en la cama y ellos la imitaron. Tomó el pequeño cuaderno que antes había escondido, pero si estaba en su mesita de noche era porque sus padres lo habían encontrado. Sintió un escalofrío al acariciar la tapa de este y suspiró antes de abrirlo.

—Aquí anotaba todo lo que comía en el día y cuantas calorías ingería —señaló pasando las páginas —. Lo llamaba diario para sentirme normal, para que no se viera tan grave lo que hacía. Sabía que estaba mal, pero no se sentía como tal. Sé que si lo leo de adelante hacia atrás, veré como el número de calorías disminuye. Me volví experta en contarlas.

En las últimas páginas, su letra se veía mucho más desesperada y agitada que en las primeras. Todo ese libro mostraba como se fue deteriorando hasta quedar como la chica que era, la figura destrozada de ahora. Lo cerró de golpe y se puso de pie solo para arrojarlo con fuerza en el contenedor de basura de su cuarto. No lo quería ver más.

Luego, volvió a la cama y se acostó. Sus padres la observaron sentados, finalmente les decía todo y era tanto que sus sentimientos comenzaban a fallarle. Sentía un nudo en su garganta, unas ganas de llorar inmensas. Pero se sentía bien, se sentía mejor ahora que ellos lo sabían todo.

—Y en esta cama fue donde lloré en las noches porque no sabía qué me ocurría —dijo, con un hilo de voz —. Aquí lloré preguntándome porqué tuve que gritarles, porqué les grité a mis tíos, porqué insulté a Drew, porqué alejé a Easton, porqué golpeé a Malory, porqué le hice daño a Brandon, porqué arruiné la confianza que Rubí tenía en mi...

》Aquí lloré por todo eso y ustedes jamás se habrían dado cuenta porque me volví tan buena escondiéndome que se me olvidó lo mucho que estaba ocultando. Lo siento tanto...

—Cris, estabas confundida y asustada —le dijo su madre, acostándose a su lado. La atrajo en un abrazo y besó su frente con cariño —. Cuando uno se encuentra de esa forma, es normal cometer errores. Actuamos sin pensar y eso nos daña, pero siempre hay una forma de reparar lo que hacemos.

—Quiero disculparme con todos a los que dañé, pero me da tanta vergüenza ¿Y si me odian?

—No lo hacen —aseguró su papá, también acostándose a su lado —. Todos en la familia quieren que estes bien y te extrañan. Aceptarán tus disculpas y te ayudarán a seguir adelante.

—No merezco la familia que tengo...

—Claro que sí nos mereces, Cris. Tú mereces todo el amor que te damos, solo debes recordar que es así.

Sintió lágrimas comenzar a bajar por sus mejillas. De inmediato, su papá las limpió con delicadeza mientras su mamá continuaba abrazándola. Los quería ver felices, tanto que ya ni siquiera le importaba el divorcio. Solo quería recuperar las sonrisas que les había robado, quería pagarles por todos los daños que había provocado.

—Te diré algo —habló Eve —. Tú dinos cuando estés lista para hablar con todos y nosotros te ayudáremos. Si necesitas usarnos para tomar impulso, házlo. Para eso estamos aquí, gemita.

—Gracias. Los amo a ambos.

—Y nosotros a ti, Cris. Te amamos muchísimo; te amamos con chispitas de colores y crema batida.

Ella soltó una pequeña carcajada al escuchar a su mamá decir lo que ella solía decirles al estar más pequeña. Incluso en el momento más terrible de su vida, sus padres estaban a su lado. Ellos eran su mayor impulso, ¿serían suficiente para empujarla de nuevo a la superficie cuando ella estaba en lo más profundo de su propio abismo?

Tras esa leve risa que alegró a sus padres por instantes, suspiró. Mordió su labio con nerviosismo, había una última verdad que debía confezar frente a ellos. Cris no quería mentir más.

—¿Saben por qué les conté todo eso? —les preguntó ella, cerrando los ojos para evitar seguir llorando.

—No —respondió su padre —. ¿Por qué, mi niña?

—Porque quiero que me detengan si vuelve a ocurrir —confesó, abriendo los ojos —. Deténganme, porque yo no me detendré a mi.

》Yo caería de nuevo. Solo no me dejen caer.

Me provocó darles algo de protagonismo a los Carlton en este capítulo. Que bonito ver que son una familia feliz de nuevo ♥️

Y esta pequeña notita de escritora está dedicada a decirles lo mucho que los quiero, pero no les daré adelantos porque el siguiente capítulo es doble jajajaja

Los amoooooo ♥️

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