Capítulo 43

Capítulo 43:
Improvisando
20 de Julio

9:34 am

—No puedo ocultarte de tus padres por siempre, Cris —fue lo que le dijo Rubí tan pronto la vio bajando del taxi frente a la puerta de la "mansión" de los Carlton.

—Buenos días a ti también, Rubí —Cristal rodó los ojos y le pagó al taxista para que se fuera —. Solo quería salir de mi casa. Papá no para de gritarme y me estresa.

—Te grita porque tú le gritas ¿No has considerado intentar conversar con él usando tu tono de voz normal?

Cristal soltó un resoplido, harta del tema aún cuando Rubí solo le estaba recomendando algo. La verdad, ahora se le hacia extremadamente difícil ver a sus padres sin sentir un nudo en su garganta. Ellos habían intentado hablar con ella un centenar de veces, pero ella había adquirido una actitud sumamente a la defensiva y hasta agresiva. No entendía su propio comportamiento, pero cada vez estaba empeorando más y más.

No podía detenerlo, actuar así era la única forma en la que se sentía segura.

—No quiero hablar de mis padres, Rubí —le dijo ella, caminando por la camineria que daba a la entrada de la casa. Su amiga la siguió.

—Quiero aclarar que no estaba intentando que hablaras de tus padres, sino que hablaras con ellos —señaló la mayor entre las dos, consiguiendo una mala mirada por parte de Cristal. Rubí soltó una pequeña carcajada —. Esta bien, esta bien, cambiaré de tema.

Ambas continuaron su camino a la casa tras saludar a los tres guardaespaldas que recién estaban llegando para comenzar su turno. Rubí ya había descifrado un poco a sus nuevos "empleados". Hunter era divertido, vivaz y un poco raro. Las saludó a ambas con demasiado entusiasmo e hizo un comentario sobre caracoles que no tenía sentido alguno. Douglas, el mayor entre ellos tres y el que solían asignar a su tía Sanne, era un hombre de casi treinta años mucho más maduro que Hunter. Las saludó con cortesía, demostrando que los modales eran su fuerte.

Luego estaba Logan...Él simplemente no era de muchas palabras.

—Entendido, Logan, el saludo te lo enviaré con una postal —soltó Rubí, rodando sus ojos ante lo hosco que resultaba su guardaespaldas particular —. Tengan lindo día los tres.

Ella jamás se acostumbraría a tener personas siguiéndola, era algo que la alteraba y la hacia sentir incómoda. Al menos en casa tenía privacidad, pues ellos se quedaban afuera. Abrió la puerta y pasó junto a Cristal, quien se había convertido en su mayor preocupación. Su amiga estaba rara y no sabía que hacer para animarla además de acompañarla. Sabía que Cris ya no contestaba las llamadas de Malory, y que había dejado de responderle mensajes a Brandon. Estaba cortando lazos, alejándose.

¿Pero por qué? ¿Por qué sentía la necesidad de alejarse de todos?

—¿Ya desayunaste? —le preguntó a Cris, mientras ambas iban hacia la cocina —. Si la respuesta es no, espero que no te moleste comer en platos de plástico. Mis tíos rompieron toda la vajilla ayer.

—¿Por qué? —cuestionó Cristal, confundida ante eso.

—Yo que sé, aunque casi nos hicieron un favor. Los platos eran horribles. No sé quien le dijo a Leb que era buena idea que un ciego escogiera la vajilla.

—¡Te escuché! —gritó Aviv, entrando a la cocina al instante —. Si vas a hablar mal de mi, hazlo en mi cara, enana.

—Solo estaba contándole a Cristal sobre tu pésimo gusto para comprar platos —señaló Rubí, acercándose a él para dejar un beso en su mejilla —. Buenos días. La tía Sanne ya se fue con los Cooper, pero Leb no ha llegado.

—Gracias por avisar, preciosa —le sonrió él, mientras ella lo ayudaba a llegar a una de las sillas del mesón sin tropezar —. Y buenos días para ti, Cris.

—Si quisiera desayunar algo ligero, Rubí —terminó por decir Cristal, ignorando por completo a Aviv.

Se estaba comportando como una tonta y lo sabía, pero le irritaba estar cerca de las personas que llegaron a saber que su mundo se estaba cayendo y no hicieron nada por ayudarla. Enredó un mechón de su cabello, ahora liso por plancharlo, en su dedo. Fue entonces cuando encontró la mirada de Rubí entrecerrada hacia ella. Su mejor amiga tenía ambos brazos cruzados a la altura de su pecho ¿Por qué incluso intentando verse amenazante ella se veía bonita? Era injusto.

Porque cuando Cristal se veía en el espejo, solo encontraba cosas para odiar.

—Saluda a mi tío y te daré de desayunar —sentenció Rubí, con una voz amable pero firme —. En mi casa no te comportarás como una idiota, amiga. Aquí vas a dejar de lado tu enojo y buscarás tus modales.

Entrecerró los ojos de regreso a ella, sin querer hacerle caso. Sin embargo, debía admitir que Rubí podía resultar algo intimidante, sobre todo con esos ojos azules fríos y penetrantes. Decidió hacerle caso y bajar la guardia. Después de todo, prefería no pelear con la única persona con la que podía hablar sin enojarse.

—Buenos días, Aviv —dijo a regañadientes.

—Buena chica —soltó Rubí, satisfecha.

—No soy un perro.

—Claro que no lo eres, amiga. Más bien te entreno para que no seas una perra.

—Esas palabras si puedes decirlas a mis espaldas, enana —le reclamó Aviv, frunciendo su entrecejo.

—Era una mala palabra muy necesaria —aseguró ella, sirviendo el desayuno para ellos dos —. La tía Sanne hizo tostadas francesas antes de irse, están deliciosas.

Dejó los dos platos de desayuno frente a ambos junto con sus respectivos cubiertos. Les sirvió a ambos jugo de naranja y se retiró un instante para buscar su guitarra, pues dijo que quería mostrarles unos arreglos en su canción más nueva. En su ausencia, reinó la clase de silencio que a Cris le aterraba.

¿Por qué? Pues, porque en esos silencios pensaba de más.

Le había pedido a Rubí un desayuno ligero porque debía comer aunque fuera unas pocas calorías en la mañana para tener fuerzas en el día, pero unas tostadas con maple eran...demasiado. Había mucha harina en ese alimento, la harina engordaba y ese era un lujo que no se podía permitir. Escuchó a su amiga regresar, pero en realidad estaba concentrada en la cuenta en su cabeza.

Si ingería harina en la mañana, ¿qué otras cosas no podría ingerir en el día? Su sistema estaba dando error y habría entrado en corto circuito si Rubí no la hubiese interrumpido.

—¿Todo bien? —le preguntó, alzando una ceja hacia ella.

—Sí, sí —mintió con agilidad.

Ya era la reina de las mentiras, hasta las sonrisas le salían de forma natural.

Los tres escucharon el sonido de la puerta en la entrada poco después. Lo siguiente que vieron ambas chicas fue a Caleb entrar en la cocina con una enorme sonrisa en sus labios, de la clase de sonrisas que parecen no caber en una simple cara. Su hermana frunció su frente, confundida ¿Qué tan loco se había vuelto su hermano como para regresar de un hospital con tanta alegría?

—¡Buenos días, familia! —dijo, con entusiasmo —. Y buenos días a ti también, Cris. Que gusto verte por aquí. Que gusto verlos a todos, en verdad.

—Y a este que mosca le picó —soltó Aviv, al escuchar de esa forma a su sobrino —. No me digas que estas ebrio otra vez, Leb ¡Son las nueve de la mañana!

—Estoy ebrio de felicidad, tío —dijo él, revolviendo su ya despeinado cabello. Aviv se quejó de inmediato, pero su queja se vio opacada por la que luego salió de Rubí una vez su hermano se acercó hasta ella y dejó un beso en su mejilla.

—¡Me babeaste, tarado! —gritó, limpiando su mejilla con la manga de su camisa —. ¡Que asco, Leb!

—¿Por qué carajos llegas como campanilla en primavera si vienes de un hospital? —cuestionó Aviv —. ¡Tú odias los hospitales!

—Pero amo a la persona con la que me quedé.

Soltó una carcajada que Rubí definió como "tonta" en su mente, mientras se servia un vaso con jugo. Inclusive Cristal lo miraba extrañada, sin entender porqué tanta felicidad. Por supuesto que ninguno de ellos sabía que Caleb estaba así porque su musa le regaló la mejor sorpresa del mundo, que era el saber que ella lo amaba de vuelta. Fue una noche dura en la que tuvo que ser el hombro en el que se apoyó Elise cada vez que se quebró ante el recuerdo de su hermana, pero también fue la fantástica noche en la que logró besarla como quería. Todo se sentía increíblemente correcto.

Estaba demasiado feliz y no podía callarlo, no quería callarlo.

—Tengo miedo —soltó Rubí, mirándolo como si estuviera loco. Luego, buscó a su tío con la mirada —. ¿Por qué creímos que enloquecería por la fama? Él vino loco de fabrica y alguien acaba de aflojarle los tornillos.

—No, lo que hizo ese alguien fue darme el mejor beso de la historia —aseguró él —. ¿Qué digo? Me quedo corto si solo hablo del beso. Ella con su sola presencia me enloqueció por completo. La amo ¿Y sabes qué es lo mejor de todo? ¡Ella me ama de vuelta!

—¿De quién hablas? —preguntó Cris, rompiendo su ley del hielo porque su curiosidad era más grande que el hambre —. ¿De Silene?

—No, no...de hecho, debería hablar con ella. Necesito agradecerle y pedirle que hagamos nuestra ruptura oficial por las redes.

—¿Agradecerle? —ahora fue Aviv quien preguntó —. Si no fue a ella, ¿entonces a quién besaste?

—A Elise. Besé a Elise y juro que podría escribir un álbum entero de canciones solo sobre ese beso ¡Así de increíble fue!

—Corrijo lo que dije antes —interrumpió Rubí —: este tarado no tiene tornillos, lo ensamblaron con bastones de caramelo y chocolates. Normalmente eres dulce, pero hoy das caries, Leb.

Caleb ni siquiera se defendió del comentario de su hermana. Estaba tan feliz que las bromas se le resbalaban y tan solo podía pensar en el beso, en lo bien que se sintió tener a su musa tan cerca, en lo enamorado que estaba. Jamás se había sentido de esa forma y era tan...maravilloso. Era como explotar de alegría y felicidad, una sensación tan extraña que solo podría explicar con un piano bajo sus dedos.

Pero Cristal pensaba algo completamente opuesto a él...

—Espera, espera —lo detuvo Aviv —. ¿Hablas de Elise la que trabaja con nosotros? ¿La Elise publicista? ¡¿La Elise que no habla?!

—No, Elise la vecina —soltó Rubí, con sarcasmo —. ¡Por supuesto que Elise la que no habla! ¿Cuántas más conoces, Aviv?

—Pero es que...¡¿Cuándo pasó esto?! ¡¿Desde cuándo la amas?! ¡Ni siquiera sabía que había algo entre ustedes!

—Por favor, Aviv, todos lo sabíamos. Escribió la canción sobre ella.

—¡¿Era sobre Elise?!

—¡¿En qué planeta estás?! ¡Era obvio que era sobre ella! Vamos, Aviv. Hasta un ciego lo habría visto.

—No le veo gracia a tu chiste, enana.

—De hecho, si fue divertido —carcajeó Caleb —. Cruel, pero divertido.

Leb chocó los cinco con su hermanita, consiguiendo que su tío resoplara. Todos parecían estar tomándose eso a la ligera, nadie veía lo que Cristal veía ¡El fallo enorme en esa decisión! Comenzaron a sudarle las manos y, mientras veía el plato de comida, sentía que su mundo se hacía más y más frágil.

Menos y menos perfecto.

—Bueno, bueno, par de chistosos, dejen de hacer comedia a mi costa ¿Quieren? —soltó Aviv —. Volviéndo al tema, no sabía que sentías algo por Eli, Leb.

—No es solo algo, tío —aseguró él —. Es lo más grande que he sentido por alguien. No puedo explicar todo lo que ella provoca en mi. Me empuja a ser más como soy y es una de las principales razones por la que me siento más confiado que hace unos meses. Yo...yo la amo y ya no puedo ni quiero ocultarlo.

》Quedamos en que aún no empezaríamos una relación. Primero probaremos con citas y todo eso, aún cuando ambos nos correspondemos en la magnitud de los sentimientos. Queremos ser discretos, nada de medios ni paparazzi. La quiero a ella, solo a ella, no a sus fotos por internet ni su historia circulando en las revistas. La respeto y por eso quiero proteger nuestra privacidad porque sé que cuando esto se sepa, explotará por todos los noticieros y cuentas de chismes.

—Ya lo creo —concordó Rubí, haciendo una mueca —. Tampoco es conveniente que se sepa cuando tú recién terminaste una relación. Además, Eli trabaja para ti y, aunque no es menor de edad, es joven y los medios son expertos en poner esa información en negritas y mayúsculas. Cuando esto se sepa, espero que ambos esten preparados.

—¿No te molesta que salga con alguien del trabajo, Avi? —preguntó Caleb —. Fui profesional con ella cuando debí serlo, que me encante no significa que no respete su trabajo. Es muy buena publicista, eso nadie lo puede negar. 

—Joder, te encanta —soltó Aviv, impresionado, pero terminó por sonreír —. Por supuesto que no me molesta, Leb. Sé que Elise es una buena chica. Aunque es complicado relacionarme con ella por razones obvias, se las ha ideado para demostrarme que es increíble en su trabajo y como persona. Solo me sorprende que esto me tomara por sorpresa.

—Has estado distraído últimamente. Quizá fue eso.

—Sí, quizá. Como sea, me alegra escucharte feliz.

Pero no podía ser, esa relación no tenía sentido, o al menos no en la cabeza de Cris. Pensó en todas las veces que Silene presumió de su novio el cantante, ellos siempre fueron la pareja perfecta ¿Qué había pasado? Su estómago crugió, pero se sentía mal por una razón muy distinta al hambre que sentía. Sile y Leb eran la prueba de que el amor era perfecto, la única esperanza que le quedaba tras la separación de sus padres ¿Entonces eso que significaba? ¿Qué amar no tenía sentido?

Si ellos se habían separado, ¿qué esperanza tenía ella de obtener un  primer beso perfecto?

—¿Qué pasó con Silene? —preguntó, sin poder evitarlo —. Tú la amabas, ¿no? Ustedes eran la pareja perfecta ¿Por qué la cambiaste por Elise?

—No cambié a Sile por nadie —habló Caleb tras hacer una mueca —. Mi relación con Silene no era lo que el resto veía, o lo que nosotros nos obligamos a ver. No nos amábamos como decíamos, solo estábamos enamorados de lo seguro que era estar juntos. Tuvimos que separarnos para entenderlo.

—Pero...eran perfectos.

—No, no lo éramos. No actuábamos como nosotros mismos cuando estábamos juntos. De hecho, creo que ahora somos más auténticos porque ya no hay presión cuando nos vemos. Siento que volvió la Sile que me agradó años atrás, esa que es sensible y amable aún cuando se ve inalcanzable —dijo él encogiéndose de hombros. Le quitó una tostada a su tío sin que lo notara y se apoyó en el mesón para seguir charlando —. Además, a ella le gusta Adam. Le gusta bastante.

Cristal no podía creer nada de eso ¿Cómo podía gustarle Adam cuando Silene siempre lo describió como alguien lleno dr imperfecciones? ¡No tenía sentido! ¿No se suponía que Silene siempre búscaba tener el control de todo? Pues, era imposible controlar a alguien como Adam. Además...

—Pero a ti te gusta Adam —señaló a Rubí.

Sí, ese era el además.

Rubí se sonrojó al instante y miró a su amiga de mala manera. Cristal se sintió apenada por instantes, pero no retiró lo que dijo. Prefería a Rubí con Adam que a Silene con él. La princesa Osbone era su ejemplo a seguir. Si Sile caía, ¿qué sería de ella?

—Espera, ¡¿qué?! —exclamó Caleb, mirando a su hermanita con sorpresa —. ¡¿Te gusta Adam?!

—Eso si lo había notado —señaló Aviv, con una sonrisa divertida —. Oh, vamos, Leb ¡Era obvio! Hasta un ciego lo habría visto.

—Ese chiste es incluso más cruel cuando lo usas tú —habló Rubí, pero luego suspiró —. Okey, okey, lo confiezo: Adam me gusta. Pero ya lo superé.

—¿En serio? —le preguntó Cris, alzando una ceja en su dirección.

Rubí se lo pensó y, mientras más lo consideraba, más se daba cuenta de que mentía. Suspiró y rasgó un poco su guitarra. No tenía sentido mentirle a su familia.

—Bien, no lo he superado —soltó una pequeña mueca —, pero sé que lo haré. Estoy consciente de que él está fuera de mi alcance. Es mayor que yo y además, está enamorado de Silene.

—Mi pobre hermanita —dijo Leb, removiendo su cabello. Ella se quejó al instante —. Sé que no se ve así, pero es solo un flechazo que se pasará.

—Lo sé, Leb. Ya he pasado por esto antes. Al menos Adam no es un idiota manipulador y drogadicto, solo es...inalcanzable.

Pero todo eso estaba mal ¡Muy mal! No puedo explicar muy bien como funcionaba la mente de Cristal en ese momento, no cuando se había vuelto absurdamente contradictoria. Dónde había caos, ella creía que había orden y sentido. Tenía varias barras de perfección que se habían vuelto su único propósito, su única razón para seguir adelante. Alcanzar esas metas que en su cabeza se veían mucho más inalcanzables que en la vida real, era lo único que le garantizaba tranquilidad. Sabía que si se convertía en una rosa se sentiría queridas y segura, eso era todo lo que añoraba.

Entre sus muchas barras de perfección, estaba el amor. Las rosas son amadas por su hermosa naturaleza, las mujeres perfectas tienen relaciones de cuentos de hadas. Sin embargo, ahora estaba viendo a Caleb caer por alguien que no era una rosa, y a Silene enamorarse de alguien que no era un príncipe. Una de sus metas se estaba destruyendo, lo que era equivalente a que un soporte en su mente se cayera. Estaba mal, era como un error en la ecuación, un hueco dentro de todo el control que deseaba tener.

Le daba miedo porque, si el amor no es perfecto entonces, ¿qué lo era?

—No, no, no puede ser —se repitió en voz alta —. No tiene sentido.

—¿Qué cosa? ¿Que me guste Elise? —preguntó Caleb, alzando una ceja hacia ella. Tomó otro poco del desayuno de su tío y le sonrió a Cristal.

—Silene es perfecta, a ella no deberían dejarla. 

—Fue mutuo, Cris. Terminamos porque nuestra relación no iba a ningún lado, nos gustan otras personas. No tiene nada de malo.

—Además, Silene no es perfecta, Cristal. Ha causado más heridas de las que imaginas —le confesó Aviv, para luego dirigirse a Caleb —. Y deja de comerte mi desayuno, Leb. Soy ciego, no estúpido. Ve y sirvete tu propia tostada.

Pero ser perfecta se trataba de eso, ¿no? Para alcanzar la perfección debes causar dolor, debes aguantarlo y pagar el precio. Ser una rosa automáticamente te asocia con ciertas heridas. Eso le había dicho Silene, ¿verdad? Porque si ser perfecta fuera fácil, entonces todos lo serían...y entonces nadie lo seria. 

Quizá Silene si lo había dicho, pero lo que ocurre cuando dejas de entender tus pensamientos y tus miedos se adentran en ti como si fueran algo normal, es que las palabras toman caminos distintos a los que deberían. Efectivamente, Silene le había dicho que para ser perfecta se debía pagar un precio, pero jamás especificó cual. Jamás le habló de heridas, pero Cris solo podía pensar en eso. Si el amor no era perfecto y solo era un precio que se debía pagar, ¿entonces qué era lo que buscaba?

¡¿Qué estaba buscando?!

—No, no puede ser —continuó diciendo, realmente afectada —. Primero mis padres, ahora ustedes ¿Es que acaso todo tiene que ser una mentira?

—Cris —Rubí se colocó junto a ella y colocó una mano en su hombro —. Es la relación de mi hermano, su decisión. Esto no...no te incumbe, amiga.

—¡¿Es que acaso no ves como todos pretenden ser personas que no son?! ¡¿Cómo se supone que sepa quien debo ser si todo lo que creí perfecto no es más que una mentira?! 

Rubí se echó un poco hacia atrás, sorprendida ante esos gritos. Entonces, Cristal notó que estaba al borde de perder el control. No podía perderlo, no en público. Observó a Caleb y a Aviv, quienes estaban confundidos ante su reacción. Luego, encontró la tostada, intacta en su plato de plástico. Sintió a su estómago crujir, quejarse, odiarla...Y de repente supo que solo le quedaba un único propósito. 

El amor no era perfecto, no podía mantener control sobre eso.

Su familia no era perfecta, no podía manejar eso.

Ella no era perfecta...pero si todos vivían en mentiras, entonces ella también podía hacerlo.

¿Y el precio que debía pagar? Ese crujido en su estómago que se había vuelto lo único seguro en su vida. El hambre era lo único que le garantizaba perfección, aunque ni siquiera sabía bien que clase de perfección estaba buscando. Estaba tan confundida...pero era muy buena pretendiendo que sabía lo que ocurría, tan buena que hasta podía convencerse a sí misma.

—¿Estás bien? —le preguntó Rubí, preocupada ante sus palabras.

Ella sonrió, permitiendo que sus labios quebrados hicieran un debut impresionante en su pecoso rostro. Cristal no sabía lo que buscaba, pero si fingía saberlo quizá llegaría a algún lugar ¿Cuál? Solo las rosas te lo dirán...

—Recordé que tengo que irme a practicar para la presentación —dijo Cris, con repentina calma. Se levantó de la silla, alejándose lo más posible del desayuno —. Pediré un taxi que me lleve al C.A, gracias por recibirme de todos modos.

—No pidas un taxi, deja que Douglas te lleve —la detuvo su amiga —. Y...si puedes llamar a Easton seria ideal. Tu tío Don...

—No quiero hablar con Easton.

—Solo te lo sugiero, Cristal. Los Cooper están pasando por un momento duro y East siempre ha estado para ti.

—Menos cuando mis padres se iban a divorciar y no me lo dijo, ¿recuerdas?

—Bien, sé una terca. Estoy poniendo de mi parte, si no me escuchas ya no es mi problema —soltó Rubí, rebuscando en la alacena hasta conseguir un envase en el que guardó la tostada de Cristal.

—¿Qué haces?

—Guardando el desayuno para que te lo lleves, jodida malagradecida. No me importa que te estés comportando como una perra, igual me importas lo suficiente como para darte la maldita tostada en lugar de una buena cachetada, aunque te lo mereces. 

Le entregó el envase, Cristal la observó con impresión. Rubí se cruzó de brazos y la observó con seriedad. No se rendiría con su mejor amiga, pero tampoco podía pretender que no estaba aguantando esa actitud tan molesta que últimamente tenía. 

—Dile a Douglas que te lleve —repitió ella —. Hablamos más tarde, cuando vuelva la Cristal tranquila y no esta chica que ataca sin razón aparente. 

Cris iba a refutar, pero se quedó sin palabras para discutir. Muy en el fondo de ella, sabía que no quería pelear con Rubí, así que se alejó de la cocina y se marchó sin despedirse. Rubí suspiró al verla desaparecer, angustiada por todo lo que estaba sucediendo. Cristal estaba tan sensible que estar junto a ella se sentía como estar junto a una bomba de tiempo, nunca sabía qué cables tocar para no causar una explosión. Lo peor de todo era que reconocía esa actitud. Le resultaba demasiado...familiar.

—Rubí...—dijo Aviv, con delicadeza. Ella lo detuvo.

—Antes de que me regañes, Avi, esas fueron malas palabras muy necesarias —soltó ella, dejándose caer en una de las sillas.

—Las ignoré a propósito, preciosa —dijo él, con una mueca —. No te preocupes, solo quería preguntarte si no has notado ni una sola mejora en ella.

Rubí soltó un pequeño "no" en voz baja. Cuando alguien no quiere mejorar, simplemente no lo hace. 

—No entendí muy bien lo que acaba de pasar —habló Caleb, haciendo una mueca —. ¿Se molestó porque estoy enamorado de Elise?

—Cris está molesta con la vida, eso es lo que sucede. Y cuando te molestas con la vida, le echas la culpa a los que menos la tienen. 

—¿Es idea mía, o Cris está mucho más delgada que hace unos meses? 

Rubí observó a su hermano, consciente de que jamás se había hecho esa pregunta. No se había fijado en eso, no hasta el momento ¿Pero acaso era importante? Su actitud era lo que se estaba arruinando, lo que carecía de lógica y sentido, ¿por qué pensar en su físico?

Lo que no imaginó ninguno de ellos era que ambas cosas estaban conectadas, al igual que todas las barreras trazadas en la mente de Cristal, esas que poco a poco se estaban cayendo y la estaban destrozando. Cris no entendía qué era lo que estaba buscando, pues no entendía siquiera lo que estaba pensando. No sabía porqué le daba miedo admitir que el amor no era perfecto, o aceptar que su familia tampoco lo era, pero la aterraba. A este punto de la historia, ella ni siquiera sabía porqué arrojó la tostada por la ventanilla del auto cuando el guardaespaldas de los Carlton no la veía.

¿Dónde estaba la perfección? ¿En el amor, en su figura, en las mentiras? La única verdad en todo esto era que Cris solo estaba...improvisando. 


Mi nuevo pasatiempo en cuarentena es crear edits de canciones que no existen JAJAJA Espero que les gusten, se las estoy dejando en multimedia ❤

Buenooo, este capítulo es normal. No es que pase mucho, pero ya van viendo lo mal que esta Cris (me duele verla así 💔) y se nota lo mucho que ha mejorado Rubí desde su llegada a L.A. Los próximos capítulos serán...intensos.

Así que les dejo adelantos para que se hagan una idea:

—Se lo diré hoy, Don. Le diré que la amo esta noche.

...

—En verdad eres muy hermosa.

...

—Suéltame o te juro que te voy a...

...

—Fue un error besarte.

...

¡Y listo! Chaíto, los quiero a todos❤

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