Capítulo 41 (parte 2)
Capítulo 41:
Sustos y disgustos
19 de Julio
10:53 pm
Terminar con Caleb había sido una movida arriesgada de su parte, una decisión tomada en medio de un momento de debilidad. Sin embargo, a pesar de ser algo que no tenía pensado, resultó ser una buena decisión. Sin planearlo, había ganado una especie de amigo, cosa en la que ella no era particularmente buena. Se escribían seguido, se llamaban a menudo y todo se sentía más relajado entre ambos. No habían sentimientos de por medio, solo un gran respeto y preocupación por ambos. Era...amistad.
Claro que no era lo que la princesa estaba acostumbrada a hacer ¿Ser amiga de su ex? ¡Habría sido un horror tiempo atrás! Pero Silene se estaba cansando de muchas cosas, empezando por el hecho de fingir que le importaba Caleb de forma romántica. Contestar sus llamadas no se sentía extraño, o incómodo.
Pero, ¿contestar sus llamadas y escuchar la voz quebrada de Adam? Esa era otra cosa muy distinta.
Su corazón dio un brinco al instante, uno que imitó al brincar del sofá. Había estado viendo películas románticas toda la noche, por lo que habían lágrimas en sus mejillas que tenían explicación ¿Pero por qué lloraba Adam? Se llevó un grandísimo susto al que lo acompañó un disgusto, porque los bonitos ojos de Adam no merecían estar cubiertos de lágrimas.
—¿Adam? —cuestionó, con el teléfono adherido a su oreja —. ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras?
—¿Tanto se nota? —preguntó él, finalmente quebrándose. Ella llevó una mano a su pecho, le dolía escucharlo así —. Lo siento, pero ya es como una tradición para mi llorar frente a ti. No podía no llamarte.
—No te disculpes, jamás lo hagas conmigo —dijo, casi sin pensar —. Solo dime que ocurre, ¿si?
Escuchó como las respiraciones de Adam eran entrecortadas, reconoció miedo sin siquiera verlo. De inmediato, comenzó a morder su labio con nerviosismo. Sabía que por Adam haría mucho, pero no supo hasta ese momento que en realidad daría todo por no escucharlo de esa forma. Sentía cierta ansiedad por no estar a su lado, por estar en el apartamento y no ofreciendo su hombro como almohada para llorar. Algo le estaba ocurriendo a la persona más importante en su vida...
La persona más importante...Vaya título se había ganado Adam y sin siquiera esforzarse.
—El cáncer de Donovan empeoró —soltó en medio de hipidos. Silene suspiró y se dejó caer en el sofá sin soltar el teléfono —. Dalia tuvo que traerlo al hospital y...está mal, Sile.
—Dios —ella llevó una mano hasta su pecho, lamentándose por la noticia ¿Qué? Te dije que la princesa tenía corazón —. Lo siento muchísimo, Blake. Sé lo que Donovan significa para ti...
—Es mi familia.
—Lo es, por eso entiendo que te duela tanto, pero al menos sigue con vida. Sigue con nosotros, Adam. No se ha ido.
—Ya, pero es injusto...
Lo era, pero Silene comenzaba a entender que todo en la vida era así de injusto. Las vidas duraban muy poco, sobre todo si eran tan valiosas. Los corazones hechos de oro eran los primeros en acabar bajo tierra. Quizá la superficie no es lugar para tesoros tan valiosos.
Quizá al final solo quedarían corazones hechos de carbón, pintados con una fina capa de dorado.
—Sé que es injusto —suspiró ella, apoyándo su cabeza en el respaldar del sillón —. Quisiera decirte lo contrario, Adam, pero no puedo. El problema con las injusticias es que no tienen explicación, y sin explicación mis consuelos solo serán muy vagos.
—No te llamé para que me consueles, te llamé porque necesito escuchar tu voz —ella escuchó esas palabras salir del teléfono, pero retumbar en su corazón —. Cuando te escucho, siento que tengo a alguien que no se irá de mi vida. Tu nunca te vas, Sile.
—Y no me iré si así lo deseas.
¿Y cómo iba a irse? Si él era el único que parecía ver cosas buenas en ella. Era quien le dedicaba canciones cuando el mundo solo queria darle la espalda, el que bailaba con ella aún cuando tantos otros la habían abandonado, era quien estaba a su lado calmando pesadillas, quien la veía con esos ojos hermosos llenos de cariño aún en pijama...
¿Cómo lo iba a dejar, cuando sabía que su mayor temor era ese? Adam le tenia miedo a la soledad, a que lo abandonaran. Ella jamás lo lastimaría, era el único con el que no usaría espinas.
Te dije que las rosas eligen a quien lastimar...¿me crees?
—¿Sabes qué es horrible? —sollozó él al otro lado del teléfono —. Easton y Tyler estan viendo a su papá morir...y ellos lo saben.
Silene respiró profundo, aspirando el aroma a rosas de los restos de su perfume. Sí, eso era algo horrible. Los niños Cooper estaban presenciando la muerte de alguien amado y lo sabían.
—No importa cuanto intentémos ocultárselos, o proteger su inocencia, ellos ya saben lo que hace el cáncer. Ya saben que cada vez que su papá se queda callado y no se mueve es porque le duele, ya saben que el tiempo está jugando en su contra y que no pueden detenerlo —Adam hablaba y cada palabra parecía mezclarse con la otra. Pero Silene lo entendía, lo entendía tan bien que dolía —. Se están preparando para verlo morir y solo son niños.
—No sé que decirte, Blake. Tienes toda la razón, ¿pero acaso hay algo que podamos hacer por ellos?
Lo escuchó llorar un poco más, fueron segundos en los que a ella se le estrujó el corazón. Tomó un cojín del sofá y lo abrazó con fuerza, sus ojos se volvieron un lago que pronto se desbordó. En ese momento no podía pensar en ella, en que su perfección se estaba desintegrando, o en sus dosis de insulina. Solo podía pensar en él, en como animarlo. Adam la empujaba a ser más empática, más...como la Silene de antes, la que no se refugiaba en altas torres con muros a su alrededor.
Esa Silene que no se preocupaba por pasar sus sentimientos por un filtro, sino que permitía que estos fluyeran sin control alguno.
—Debería ser yo...—susurró Adam, ella arrugó su nariz respingona al instante.
—¿Qué deberías ser, Blake? —cuestionó ella.
—El que se esta muriendo, debería ser yo.
Entonces, todo el agarre que estaba concentrando en el cojín, lo perdió. Esa confesión retumbó en su tímpano y la golpeó en el pecho, la destrozó. Su boca se abrió de forma inconsciente, sus ojos se llenaron de unas lágrimas que nunca quiso invocar.
No sabía que unas palabras podían causar tanto impacto, no hasta ese momento.
—No digas eso...
—¡Pero debería ser así, Silene! Donovan no merece esto, sus hijos no lo merecen, Dalia no lo merece. Él tiene demasiado que perder y yo solo soy...soy el idiota impulsivo.
—No...
—Soy el inmaduro y bromista buenoparanada.
—Claro que no...
—Soy al que dejaron plantado el día más importante de su vida, el que no puede construir una familia, el que solo es chistoso, pero nunca es suficiente. Piénsalo, Don tiene mucho que perder. Yo no tengo nada...
—¡Me tienes a mi, grandísimo estúpido!
No tenía ni idea de donde había salido ese grito, pero salió tan quebrado de su garganta que delató lo mucho que le dolió escuchar lo que Adam pensaba. Imaginarlo a él en la situación de Donovan era como someterse a una especie de tortura. Saber que podía perderlo, o que estaría sometido a un dolor constante, le quitaba toda la paz y se sentía como ser atravezada por algo mucho más filóso que una espada.
No solo se trataba de perder a su mejor amigo, se trataba de perder a...a la persona que más quería en el mundo.
—¿Silene? —esa fue la voz de Caleb, fue entonces cuando supo que Adam tenia puesta la llamada en altavoz —. ¿Estás bien?
La princesa que conocía, la que tanto se había esforzado en crear, intentaría mantener el control y actuar ser impenetrable frente a personas que no fueran Adam...pero esa princesa estaba en algún otro lado, quizá recolectándo rosas en un prado. Quien estaba ahí en ese momento era Silene, que, con su corazón en la garganta, se dio cuenta de que había alguien por el que no podía fingir.
—¿Princesa...?—ahora Adam preguntó por ella, ignorando su llanto para fijarse en el de ella —. ¿Qué ocurre?
—Nunca, jamás, vuelvas a decir algo como eso, Adam Blake. No sabes lo que acabas de hacerme, solo escucharte decir que querías sufrir acaba de romperme el maldito corazón ¿Acaso no entiendes, grandísimo imbécil, que no se trata de tener algo que perder o no? ¡Se trata de lo que la gente perderá si no llegas a estar! ¿Qué crees que pasaría si tuvieras leucemia de nuevo, Adam? ¿Si estuvieras al borde de la muerte?
—Yo...
—Entonces, el mundo entero podría perder a alguien bueno y honesto. Elise perdería a su primo, su mejor amigo; Donovan perdería a quien ve como su hijo, tus padres volverían a llorar cada noche. Si tu cambiaras lugar con Don, entonces yo...yo querría cambiar lugar contigo contad de manterte con vida.
》Y entonces Derek querría cambiar de lugar conmigo, y entonces mamá querría cambiar lugar con él ¿No lo ves? Es un círculo, no se acaba porque nadie quiere perder a los que ama.
—No...no lo había pensado así.
—Pues ahora piénsalo, y piénsalo bien porque me dolió escucharte decir que no vale la pena mantenerte sano y con vida solo por ser quien eres. Entiende que no puedes ir por ahí diciendo que desearías estar en su lugar, no cuando le rompes el corazón a otras personas.
》Comprendo que lo que le ocurre a Donovan te duele y sí, es horrible e injusto ¡Pero sería igual de horrible e injusto si te pasara a ti! Pudo pasarle a cualquiera, le pasó a él y lo lamento de corazón...pero no lamento que no estés en su lugar porque, ¡¿qué carajo haría yo sin ti?!
—Muchas cosas, Silene.
—Quizá si, pero no quiero hacerlas sin ti, Adam.
Lo escuchó suspirar, eso la hizo suspirar también. Pensó por instantes en lo duro que había sido reaccionar a esa conversación, en como afectó todo su mundo de formas en que no creyó posibles. No volver a cantar con él, a bailar con él, a comer fresas con chocolate con él, a rimar con él...de repente, cada pequeña cosa que hacía con Adam se sintió demasiado importante. Entendió que la idea de perderlo despertaba más sentimientos en ella que peor de sus pesadillas y eso solo podía significar una cosa...
Pero no iba a pensar en eso justo en ese momento, no cuando la persona más importante en su mundo la necesitaba.
—Lo siento, Sile. Tienes razón, no puedo lamentarme por estar bien —dijo él, aún su voz se escuchaba entrecortada, pero estaba más calmado —. Solo que la idea de perder a alguien que aprecio me...
—¿Asustó? —preguntó ella, él respondió con un silencioso sí —. Pues, creeme que ahora entiendo lo que sientes.
—Gracias, me devolviste la cordura. Por eso eres la mejor testigo para llorar, princesa.
—Cambia testigo por compañera —soltó ella, limpiando sus lágrimas —. Tú si que sabes ponerme sensible, Blake. Lloré más que con una película cliché.
—Mierda, así que se innundó el apartamento...
Ella soltó una leve carcajada. Incluso triste, él encontraba la forma de bromear. Se puso de pie, consciente de que ahí no terminaba todo. Con su corazón en la garganta, pues comenzaba a entender muchas cosas que ya no podía ignorar, no dudó en hacer la siguiente pregunta:
—¿Necesitas un abrazo, Blake?
—Más que nunca, princesa.
—Estaré ahí en diez minutos —sonrió ella —. Mi servicio es eficaz y velóz, ya verás como me tienes a tu lado antes de que puedas procesarlo.
—Te quiero tanto, Silene.
Y asustaba, demasiado, porque sonaba como un "te quiero" de amigos, pero se sentía como algo más. Se esforzó por tragar el nudo en su garganta y, una vez más, se dejó llevar:
—También te quiero, Adam.
...
10:59 pm
Esa había sido la llamada más intensa que había escuchado en su vida, y eso que Elise era chismosa y había escuchado muchas llamadas intensas por error. Sin embargo, su primo y Silene le habían ganado a todas las anteriores. Escuchó a dos personas sufrir y sincerarse a través de una pantalla. Fueron vulnerables por el otro, admitieron cosas que todavía no notaban, pero que tarde o temprano lo harían.
Y la Silene de la llamada...¡Esa Silene era algo completamente nuevo para Elise! No era la chica pomposa y controladora que conocía, era una mujer con un corazón blando que habló muy claro sobre sus sentimientos. Se sintió igual de destrozada que ella cuando Adam dijo que quería estar en el lugar de Donovan, y escucharla decir que él era demasiado valioso como para desear estar enfermo casi hizo que le aplaudiera. Le dijo a su primo lo que tanto necesitó escuchar por años, porque Adam no creía ser la buena persona que todos veían. Por eso, Sile le cayó un poco mejor en ese instante.
Pero solo la Silene que despertaba Adam, seguia detestando a la que le puso lentillas a su ex novio.
—Vaya —soltó Caleb, una vez la llamada finalizó —. Así que es cierto que tu ex siempre termina con el chico por el que no debías preocuparte...
—¿De qué hablas? —preguntó Adam, restregándo sus ojos para eliminar el llanto que quedaba.
—Adam, Silene jamás le había hablado así a alguien —señaló Caleb, sin poder creer que él no lo notaba. Adam fijó sus ojos hinchados en él, ladeo su cabeza sin comprender —. A ella le importas más de lo que le importa ella misma. Esa no es la princesa que conozco.
—Silene siempre ha sido así conmigo. Es la princesa que yo conozco.
—Bueno, eso me hace sentir un poco tonto —miró a Elise en ese momento —. ¿Estuve saliendo todo ese tiempo con una chica que amaba a otro? ¿En serio?
Elise asintió con la cabeza y soltó una carcajada a la que Caleb se le unió. Adam los observó sin comprender, no tenía cabeza para andar pensando en muchas cosas. Le entregó el teléfono a Leb y frunció su entrecejo con confusión.
—No sé de que hablan —soltó.
—Dejaré que te des cuenta tu solo, amigo —habló Caleb, guardándo su teléfono —. Ahora, ponte de pie. Silene tiene razón, tu vida vale mucho para que te veas como un vagabundo sentado en los pasillos de un feo hospital.
—Odio los hospitales.
—Pues somos dos.
Elise levantó su mano mostrándo tres dedos. Eran tres odiando los hospitales ahí.
Adam suspiró una vez más y, tomando un pequeño impulso, se puso de pie. Extendió las manos para levantar a su prima, ella las tomó y tan pronto estuvo de pie lo envolvió en un abrazo. Otra cosa que Silene acertó fue el decir que Adam era más que su primo, era su mejor amigo. Había estado para ella en los momentos más oscuros, así como en noches como esa que se leían en el calendario como simples: diecinueves de Julio...
Pero para ella se sentían como una tormenta de tristezas con rayos de nostalgia y truenos de culpa.
Adam era su sombrilla, siempre lo había sido. Pensar en perderlo era aterrador, pero al menos le alegraba que alguien ya se lo hubiese dejado claro. Besó su mejilla y estiró con dos dedos sus labios, a modo de crear una pequeña sonrisa que luego se convirtió en una real. A Adam se le achicaban los ojos cuando sonreía, igual que a ella.
Quizá el único parentezco que tenían era ese: las sonrisas.
—Quiero ver a Donovan —dijo Adam, tras pasar una mano por su cabello —. Ya estoy más calmado, quiero verlo y animarlo.
—Nosotros te acompañaremos —habló Caleb, palmeando su hombro. Elise asintió, estando de acuerdo.
—Bien —él respiró para ganar fuerzas y tomó la mano de su prima cuando esta le ofreció apoyo —. Vayamos, entonces.
Sin soltar la mano de Elise, y seguidos por Caleb, se acercaron a la puerta que daba a la habitación que ahora debía albergar a un Donovan cansado y más pálido de lo normal. No te mentiré, Adam dudó unos buenos instantes en si entrar o no, y fue entonces cuando se quedó frente a la puerta sin saber exactamente qué hacer. Odiaba esos momentos en los que se quedaba en blanco, en los que lo vencían sus miedos...pero todos pasamos por eso, solo hace falta que alguien nos empuje a seguir adelante.
En este caso, fue Caleb, quien tomó el picaporte por él y le dio la vuelta. Entró por inercia y sintió un alivio enorme al escuchar una carcajada gruesa y alegre una vez dentro.
Don se veía tan pálido como lo imaginó y tenía unas bolsas bajo sus ojos castaños que delataban que estaba cansado. Sus labios estaban quebrados y más morados de lo normal, sus brazos conectados a ciertas vías y su cabello...pues, igual de ausente que siempre. Aún así, reía. Estaba divirtiéndose ante lo que fuera que los niños le estaban contando.
Uno de los miedos de Adam era que lo abandonaran...sabía que el cáncer hacía que las personas a veces se fueran sin la necesidad de morir. Don no se había ido, él seguía ahí, siendo el mismo. Eso hizo que respirara con alivio y que sonriera hasta achicar sus ojos azulados.
El primero en notarlos fue Gabe, quien sonreía apoyado a una de las paredes. No tuvo que adivinar que Adam estuvo llorando, sus ojos hinchados lo delataron. Con un asentimiento de cabeza que él le devolvió, acordaron que hablarían de eso luego. Entonces, Donovan los vio.
—Hola Adam, Caleb, Elise ¡Qué bueno verlos! —su voz se escuchaba un poco más baja de lo normal, y arrastraba un poco las palabras, pero tenía el mismo positivismo y entusiasmo de siempre —. Easton y Tyler estaban contándome algo muy gracioso ¿Cierto, niños?
—Ya no tendré que actuar en una tonta obra de teatro —habló Tyler, sentado en uno de los costados de la camilla de su papá. East estaba en el otro costado.
—¿Ves, Ty? Te dije que debías decirle a Lid que no querías participar junto a ella—soltó Caleb, con una sonrisa.
—¿Por qué haría eso? —Gabe alzó una ceja hacia el cantante —. Tiene doce, no lo condenes a una muerte prematura.
—Gracias, tío Gabe —habló Tyler —. Al fin alguien que entiende lo peligrosa que es Linda Osbone.
Adam soltó una pequeña carcajada y se adentró más en la habitación, junto a Elise y Caleb. Tomaron asiento en unas sillas plásticas que había en la habitación y continuaron hablando. Pronto, descubrieron la misión de esos niños: hacer reír a su padre, entretenerlo, evitar que se quedara dormido...
—Entonces, ¿cómo es que ya no estarás en la obra, Ty? —preguntó Adam, ayudándo a los niños con su tarea.
—El director le dijo a Lid que, por ser pequeña, no tenía potencial —explicó —. Ella se molestó y se paró en medio del escenario, recitó todo el papel de la protagonista por su cuenta. Le dijo al director que, por no dejar que una niña pequeña mostrara su potencial, su obra seria una porquería. Luego me arrastró fuera y básicamente me gritó: "vámonos, rojito. De todos modos, odio actuar."
—Esa niña tiene carácter —admitió Leb, tras soltar una carcajada.
—Jamás le digas que no puede hacer algo, porque lo hará y te dejará en ridículo —habló East —. Lid dice que las críticas no son obstáculos, son retos. A ella le encantan los retos.
—Pues, no cabe duda de que su futura esposa es bastante testaruda —señaló Adam —. ¿Seguros que podrán con eso?
—Solo será nuestra futura esposa si no encontramos novia antes de los treinta —recordó Tyler —. Cosa que ustedes van a evitar porque nos aman y no quieren vernos sufrir.
—A mi no me molestaría casarme con Lid —soltó Easton, logrando que su hermano lo mirara como si hubiera enloquecido —. ¡¿Qué?! Tienes que admitir que es la chica que más nos va a amar en la vida, además de mamá. Es una buena opción si sigo soltero para ese entonces.
—También golpeó al director "accidentalmente" con la escenografía ¿Quieres una esposa que "accidentalmente" te arroje una sartén en la cara, hermano?
—Oye, Lid podría convertirse en presidenta de los Estados Unidos si se lo propone. No me molestaría que me arrojen una sartén en la Casa Blanca.
—Consigue novia, Easton. Por tu bien, consigue novia.
East soltó una carcajada a la que se le unió su papá y, por último, Ty. Daba gusto ver a los tres reír, parecían una familia sin preocupaciones algunas. Easton y Tyler sabían exprimir alegría de los momentos más tristes y entregarle todo lo que conseguían a su padre. La conversación siguió por largos minutos, en los que todos participaron e hicieron lo mejor posible para actuar sin preocupación alguna.
Las risas de Don se multiplicaron, las anécdotas subieron en número y todo parecía estar perfecto, aunque en el fondo se estaban derrumbando. Está bien buscar pequeños rastros de luz en medio de la oscuridad, es como buscar flores en las grietas del asfalto: es complicado, pero el resultado siempre te gustará.
Otra historia entre los hermanos Cooper iba a surgir, pero se vieron interrumpidos ante el sonido de la puerta abriendose de golpe. Todos voltearon hacia la entrada, sorprendidos ante la prisa de la persona que entró. Claro que la sorpresa aumentó cuando cayeron en cuenta de quien era la persona de la que estaban hablando. Jamás imaginaron verla ahí, o de esa manera.
Porque ver a Silene en un pijama de algodón desgastado no era lo usual. Eran los arapos de la princesa, no sus trajes de gala que al público solía mostrar.
—¿Princesa? —preguntó Adam, igual de sorprendido. Le había dicho que venia, pero no creyó que lo haría en verdad.
Silene retomó aire como pudo, hiperventilada ante el cansancio de correr por los pasillos del hospital. En una de sus manos, traía un ramo de flores naranjas decoradas con un lazo blanco en sus tallos entrelazados. Su cabello iba desordenado en un moño y no traía nada de maquillaje. Sile no solía salir así, pero ahí estaba...Logró llegar.
—Tardé...quince...minutos —soltó ella, respirando fuerte entre cada palabra. Se enderezó mejor y observó a Adam —. Pero...en mi defensa...hice una parada por las flores. Y...cuando llegué...la enfermera no quería decirme...el número de habitación... ¡Joder, son muchas escaleras y pasillos en este lugar!
Ella se abanicó con una mano y se apoyó del hombro de Adam como pudo. No entendía porque estaba tan cansada, ella solía hacer ejercicio. Quizá la adrenalina y la necesidad de llegar la habían cansado de más. Recuperó el aire perdido y fue entonces cuando notó todas las miradas sobre ella...en pijama...y sudada...
No pudo controlar el sonrojo y bajó la mirada, un tanto avergonzada. Se fijó en las flores, sin querer ver al resto. No pensó en que otros la verían. Al correr, solo pensó en Adam.
—En fin, aquí estoy —dijo, casi susurrando.
—No creí que vendrías —confesó él, sorprendido.
—Te dije que lo haría.
—Ya, pero decir es distinto a hacer. Tu viniste.
—Me necesitabas...
Decidida a solo ver los ojos azules de Adam, alzó la vista y sintió sus mejillas sonrojarse aún más. En el camino, pensó todo lo que era obvio y ya no podía ignorar. Sí, ahora habían cosas que su corazón sabía, pero que no sabía como aceptar. Cuando él sonrió con gratitud, en su estómago nació una sensación nueva, como cosquillas que no se podían controlar. Sonrió de vuelta casi sin pensar. Las sonrisas de Adam se le contagiaban de la mejor manera y se sentía tan...extrañamente bonito.
—¿Y en serio él no lo nota? —le susurró Caleb a Elise. Ella negó con la cabeza, pero luego alzó una ceja hacia él —. No me mires así, musa. Sabes que no me molesta esto, no cuando me gustas tú. Es más, creo que es interesante que a mi ex le guste tu primo. A ti te encanta chismear, pues de aquí saldrá un buen chisme.
Ella ahogó una carcajada, sin poder negar esa verdad. Luego, observó las flores en la mano de Silene. Reconoció los retoños en el ramo y...se tensó.
¿Justo esas flores? ¿Por qué?
—Hola, Silene —le dijo Don, cortando el intercambio de miradas entre ella y Adam —. ¿Cómo estás?
—Bien, bien —ella se abrazó a sí misma al sentir que su delgada camiseta de algodón no la cubría lo suficiente del frío. Hizo su mayor esfuerzo por sonreírle a Don —. ¿Qué tal estás tú, Donovan?
—Lo suficientemente bien como para no llegar al nivel en el que me traen flores —bromeó él, señalando el ramo con poca fuerza —. Lindo detalle, por cierto.
—Oh, lo siento. No son para ti, Don, pero puedo dejarte una —ella tomó una flor del ramo y se la entregó al enfermo, quien le sonrió con amabilidad.
—Entonces, ¿para quien son? —preguntó Caleb.
—Sí, ¿para quién son? —preguntó Gabe, alzando una ceja con interés. Ella sonrió y extendió el ramo a la persona a la que se la trajo.
—Para Elise.
La mencionada quedó sorprendida al escuchar su nombre, más aún al ver el ramo de lirios extendido hacia ella. Vio de las flores a Silene, de Silene a las flores, y aún no podía entender ¿Por qué ella le había comprado un ramo? ¿Acaso no era la bruja del cuento?
—Bueno, en realidad son para que se las lleves a Michelle —confesó la princesa —. Sé que hoy es diecinueve y me sentí mal por no traer algo para ustedes. Adam me ha dicho que te gustan estas flores, no sé si a ella le gustaban igual. En fin, es el mejor regalo que pude conseguir camino aquí e incluso me costó ¿Sabes cuantas floristerías están abiertas a esta hora?
—Supongo que pocas —sugirió Easton.
—¡Menos que eso! Solo una —soltó Silene —. En fin, yo...espero que te gusten. Sé que tú y yo no nos llevamos bien, pero...mhm...lamento todo lo que has vivido, Elise. Sé lo hipócrita que se puede ver esto, pero créeme cuando te digo que lo hago de corazón. No sé porque, solo sé que estoy siendo sincera y espero que ella despierte...En serio creo que lo hará.
Elise la observó con más impresión y tomó el ramo con desconfianza. Silene rodó sus ojos y se cruzó de brazos ante esa reacción.
—Oh, vamos, Elise —le dijo —. No siempre soy una bruja desalmada, ¿bien? Puedo hacer cosas buenas y créeme cuando te digo que de verdad lo hice de buena fe. Solo acepta las flores.
Elise no estaba acostumbrada a que Silene hiciera cosas por su "buena fe". Hasta el momento, la había creído una egoísta insensible, pero ese gesto y la llamada anterior que había compartido con su primo le hicieron entender que esa princesa tenía corazón.
Estaba magullado, oscurecido y sabía amar de maneras...peculiares. Pero era un corazón a fin y a cabo.
Observó las flores y sintió un vuelco inmediato en su estómago. Ese día en específico era un día terrible para ella, el ver los lirios le trajo recuerdos muy agradables del pasado, pues esas flores eran un pasaje directo a una época en la que su vida sonó como la canción más alegre y hermosa del mundo. Sonrió, sin realmente planearlo, y luego hizo una seña con la mano que Adam rápidamente tradujo.
—Elise dice que gracias, es un hermoso detalle —dijo él, con una media sonrisa en el rostro.
Silene asintió con la cabeza y volvió a rodearse con sus brazos, sentía el frío del hospital erizar su piel. Adam lo notó de inmediato, así que se quitó el abrigo y se lo colocó a ella. Todavía no podía creer que estaba ahí por él, en pijama y despeinada. Era de esperarse que su corazón se viera afectado por eso. Ella lo encontró observándola, le mantuvo la mirada. Los ojos de Adam le parecían demasiado hermosos, siempre había sido así. Merecían reflejar los mejores sentimientos, no tristeza ni preocupación.
Esos ojos no merecían encerrar miedo...No merecían ser abandonados.
Escucharon la puerta abrirse una vez más, dejando pasar a una enfermera joven que quedó ligeramente sorprendida al ver tantas visitas a esas horas de la noche. Ella carraspeó y dio su mejor sonrisa cuando todas las miradas estuvieron sobre ella. Luego, dirigió su atención a Donovan.
—Señor Cooper, debo conversar unas cosas sobre el tratamiento con usted —dijo ella, con una voz calmada —. Para eso necesito que el resto salga de la habitación, por favor.
—Y por el resto, te refieres a ellos —soltó Gabe, cruzándose una vez más de brazos —, porque no hay forma en la que yo me mueva de este lugar. En serio, dudo que alguien tenga la fuerza para moverme de aquí. Yo me quedo.
Donovan rodó sus ojos y observó a la enfermera a modo de disculparse.
—Discúlpalo, Sophie —le dijo. Ya conocía a la enfermera tras tantas veces internado en ese hospital —. Está en modo preocupón y no va a haber forma de apagarlo.
—Ni de moverme —repitió Gabe.
—Ya veo...—notó la enfermera, haciendo una mueca —. Supongo que él puede quedarse, pero el resto debe salir. Son muchas personas en una habitación y la hora de visitas ya acabo.
—Okey —asintió Easton, tras un suspiro. Luego, miró a su papá —. Irémos a buscar a mamá, ¿está bien?
—Claro. Anímenla como solo ustedes saben hacerlo —les dijo Donovan, revolviendo sus cabellos con poca fuerza —. Luego terminarán de contarme su historia.
—Está bien —Tyler bajó de la camilla junto a su hermano. Ambos le dieron una última mirada preocupada a su papá —. La parte que sigue es la más graciosa, así que no te duermas, papá.
—No lo haré, Ty. Busquen a su madre.
Ellos asintieron con la cabeza y salieron de la habitación, decididos a buscar a Dalia. Donovan suspiró cuando los vio salir y, entonces, su sonrisa disminuyó un tanto en tamaño. Sus ojos se entrecerraron un poco, estaba mucho más cansado de lo que mostró frente a sus hijos. Gabe lo notó y se despegó de la pared solo para arreglar las almohadas en las que estaba apoyado su amigo. Le sonrió, intentando animarlo.
—Mereces un Oscar, hasta yo te creí —le dijo, intentando bromear. El problema fue que la tristeza en su voz arruinó cualquier rastro de diversión.
—Mhm, por un momento, hasta yo me lo creí —confesó el mismo Don, con una sonrisa divertida en los labios. Luego, observó a las personas restantes en la habitación —. Gracias a ustedes cuatro por preocuparse y venir, pero ya pueden irse. Vayan a descansar, de nada les sirve perder el tiempo en un hospital.
—Pero...—Adam quiso reclamar, quedarse, pero Donovan lo detuvo.
—Estoy bien, Adam. Créeme que me encuentro mejor de lo que luzco.
—Yo te mantendré al tanto, bestia —-habló Gabe, retornando a su lugar en la pared. Él suspiró, consciente de que esa era la única opción.
—Está bien...—dijo, cabizbajo —. Vendré en la mañana. Me...me alegra que estés bien, Don.
—Lo estoy, no dudes de ello —aseguró, mientras Elise y Caleb comenzaban a salir de la habitación. Silene esperó a Adam, fueron los últimos en salir de la habitación —. Y gracias por la flor, princesa.
—No hay de que, Donovan —ella le sonrió con sinceridad. Al ver que Adam no se movía, tomó su mano y lo instó a caminar hacia la salida —. Vamos, Blake. Él estará bien.
Solo cuando ella dijo esas palabras, fue que pudo moverse. Salió de la habitación sintiendo que su pecho dolía, y mucho, porque había visto a un Don animado que solo fue una excelente actuación. Quizá si sintió esa alegría, quizá sí eran risas verdaderas, pero estuvo cansado y dolido todo ese tiempo en el que conversaron y él actuó tan bien que nadie lo notó. Cuando alguien se vuelve tan bueno fingiendo, eso solo puede significar una cosa: lo que esconde es más grande de lo que imaginas.
En este caso, el dolor de Donovan era mucho peor de lo que ellos alguna vez sabrían.
Se sentía débil, como si su cuerpo no pudiera aguantar lo pesada que se sentía su alma. Fue entonces cuando un par de brazos delgados, cubiertos por un abrigo que le quedaba muy grande, lo rodearon y sostuvieron lo que él creyó que no podía sostener. Rodeó el cuello de su princesa, la atrajo más hacia él y se refugió en ese gesto. El calor de su cercanía le trajo una sensación de seguridad, de compañía. Estando así, sentía que todo estaba bien aunque en realidad no lo estaba.
Entonces, descubrió que si existe la perfección; existía en momentos como ese, en refugios como un par de brazos cálidos y delgados. Ella era perfecta, pero no por ser linda, o por no cometer errores. Lo era porque, a pesar de todas sus espinas, hacia cosas como correr a un hospital en pijama solo para acompañarlo.
—Y este es mi abrazo prometido —dijo ella, sin soltarlo.
—Excelente servicio, princesa —respondió él, abrazándola con más fuerza —. Tus abrazos son mis favoritos.
—Pídelos más seguido, a ti no te cobro.
—Que privilegiado soy.
—Sin duda, lo eres.
Él soltó una pequeña carcajada y la soltó un poco para verla. Se asustó un poco al entender que la reacción que provocaban esos ojos café en él aumentaba más y más. Claro que no supo que ella se asustó aún más al sentir unos latidos extra en su pecho que alborotaban a las cosquillas en su estómago. Creo que a este punto de la historia, ambos sabían lo que sucedía, pero no sabían admitirlo. Silene se sonrojó sin quererlo y tuvo que bajar la mirada. Adam inmediatamente tomó su mentón y atrajo de nuevo sus ojos a los de él.
—Gracias por venir, princesa —susurró él, pues estaban lo suficientemente cerca para hacerlo.
—Se trata de ti, Adam —dijo ella, usando la misma suavidad en su voz —, iría a cualquier lugar si me necesitas.
Porque, aunque le asustaban los latidos extra en su corazón, aunque era incorrecto porque perdería entonces su perfección, por él haría cualquier cosa...
¿Hasta renunciar a sus espinas? No lo sé, no puedo adelantarte parte de la historia.
Como amo hacer que los ex en estas historias se lleven bien ¿Es irreal? No lo sé, pero me gusta pensar que estos personajes son lo suficientemente maduros para dejar a un lado una relación que en realidad fue una pérdida de tiempo, en el caso de Leb y Silene.
Y buenooo, sé que están esperando escuchar un poco más sobre Cris...Prometo que lo harán en próximos capítulos, pero quería dedicarles estos a Don y a Dalia más que todo. Su historia es dolorosa, pero muy hermosa y quería que tuvieran un pequeño vistazo de ella.
Así que espero que les gustara este capítulo doble. Ahora sí, les dejo adelantos:
—La realidad te queda absurdamente bien.
...
—¿Quién es Michelle y por qué Elise pasa los diecinueve de julio aquí?
...
—Habitación siete, piso tres.
...
—Yo conozco esa canción......
Y eso es todo. Chaíto, los amo y nos vemos en el siguiente capítulo ❤
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