Capítulo 4
Capítulo 4:
A los que les gusta esperar...
25 de Mayo
4:00pm
Caleb esperaba de corazón que su idea de llevar a sus tres personas más queridas a Los Ángeles sirviera para animarlos. Quería ver sonrisas de vuelta, tanto en los labios de Aviv, como en los de su hermana. Por parte de Rubí, tenía sus dudas, pues ella no había salido de su habitación ni siquiera por la llegada del resto de sus familiares. En cuanto a su agente...
Con él la historia estaba resultando un poco más satisfactoria.
Cloe y Gabe Bacher lo estaban haciendo reír, y bastante. Todo gracias a la gran cantidad de historias que tenían acumuladas sobre sus dos pequeños hijos de cinco años. Harley y Holden eran un par de mellizos hiperactivos, con mucha curiosidad por el mundo y sus alrededores. Claro que toda esa curiosidad los empujaba a problemas que sus padres debían resolver. Más de una vez perdieron la cordura gracias a esos dos pequeños, pero, al menos, les quedaban anécdotas interesantes con las cuales animar a un hombre lleno de nostalgia.
—El otro día, pasamos por una tienda de mascotas y los mellizos empezaron a pedirnos un perro —le contó Gabe, con una sonrisa ante el recuerdo —. Montaron un escándalo en la vitrina. Holden lloró, Harley gritó...
—Todos nos estaban viendo —continuó Cloe, observando a Aviv y a Sanne, quienes estaban atentos a la conversación —. Así que se me ocurrió ser una mamá sensata y madura, y les dije que no les daría un perro hasta que demostraran que eran lo suficientemente grandes como para cuidarlo.
—Pésima idea, porque ahora Holden ladra y gatea mientras Harley finge llevarlo de paseo. Creo que es su forma de rebelarse, o lo que sea que signifique eso para un par de niños de cinco años.
—¿Y qué van a hacer al respecto? —preguntó Sanne, divertida ante las ocurrencias de sus sobrinos más pequeños.
—Seguirles el juego —respondió Cloe, encogiéndose de hombros —. ¿Querían un perro? Pues, fingiremos que Hol es uno real hasta que se cansen.
—Yo creo que es una idea alocada —señaló Gabe —. Aunque no tiene caso detenerla. Ya conocen a mi esposa, sus ideas no tienen sentido, pero de alguna manera funcionan.
—Y así me amas, narciso.
Caleb no se perdió las sonrisas de Aviv y Sanne, lo que lo hizo sonreír también. A su tía le había hecho bien reencontrarse con sus tres mejores amigas, las margaritas le hicieron mucha falta durante su ausencia. Además, estaba disfrutando compartir el tiempo perdido con sus sobrinos y sobrinas. Lavanda Osbone estaba sentada en su regaso, con un libro de cuentos entre sus manos. Sus padres habían dicho que no se sentía muy bien, por eso se le veía tan decaída y apegada a su tía. En una situación normal, ella habría estado más sonriente y un poco más activa.
El resto de los primos de Caleb estaban jugando en el amplio jardín que daba a la playa. Holden y Harley parecían estar fingiendo ser mascotas, y eso bajo la atenta mirada de sus tíos Donovan, Dalia y Lilian, quienes se aseguraban de que no calleran a la piscina por andar despistados en su juego. En cuanto a sus primos un poco mayores, ellos reían y buscaban alguna aventura un poco más lejos de los adultos.
Lid, Drew, Tyler e Easton eran apodados los terremotos de la familia, aunque Caleb todavía no sabía muy bien porque.
Él volvió a observar a Aviv, quien extendió aún más su sonrisa cuando Adam se les unió. Supuso que el rubio ya había soltado una de sus típicas bromas. Se sentía correcto estar rodeado de tanta alegría...
Pero alguien le hacía falta.
—Todavía no supero el hecho de que estés tan grande, mi niño —él escuchó la voz de su tía Eve detras de él. Entonces, volteó para encontrar a ella y a sus tíos Calvin y Derek acercándose —. Te pareces tanto a mi joyita...
—Suelen recordarme a menudo ese parecido entre papá y yo, tía Eve —le dijo él, una vez ya los tenía cerca.
—¿Cómo está él, sobrino? —cuestionó Derek —. Quiero creer que está mucho más animado de lo que se escucha en sus llamadas.
—Y a mí me gustaría decirte que es así, pero sería mentira —él suspiró —. Siente que nos falló, a mí y a Rubí. Ya le he dicho que no es así pero...
—No te cree —completó Calvin, a lo que Caleb asintió —. Sí, eso suena muy típico de Dann.
La persona más unida a su padre, a parte de su madre, era su tía Sanne. Ella era como su hermana, por más que no compartían sangre o lazos legales. Después de ella, venían ellos tres: Eve, Calvin y Derek. Caleb sabía que su papá los conocío en un programa que, más allá de salvar a cuatro de sus tías, los había unido a todos ellos. Dann confiaba ciegamente en sus amigos, y su hijo sabía que una de las razones por la cual se había mantenido firme a pesar de todo lo ocurrido esos últimos años, era el apoyo de esos tres.
A pesar de la distancia, ellos se encargaron de animar y ayudar a su amigo en todo lo que pudieron.
Caleb no los había visto en cuatro años, aunque se sentían como siglos. Incluso, sentía que llevaba más tiempo sin verlos a ellos que a sus primos pequeños, cuando ni los gemelos Bacher, ni Lavanda, podían recordarlo. Quizá esa ilusión la provocaba el hecho de que había cambios significativos en sus tíos y tías. Ninguno aparentaba las edades que tenían, pero había notado que las barbas bien arregladas en los mentones de sus tíos Derek y Calvin los hacían ver mucho mayores que la última vez que los vió. Su tía Eve tenía el cabello mucho más corto, hasta sus hombros. Seguía siendo tan hermosa como recordaba, pero era diferente. Ahora, le parecía que su aire maternal se había intensificado.
Ella tomó sus manos y le dio una sonrisa ladeada, llena de cariño. Esas personas aún lo apreciaban, a pesar de que pasó mucho tiempo alejado de esa familia.
—Caleb, tu padre es el hombre más leal y entregado que conozco —le dijo ella —. Su amor entero les pertenece a tu hermana y a ti. Verla caer, también fue una caída para él.
—Pero Dann sabe que, cuando caes y tocas fondo, solo puedes ir hacia arriba —le aseguró Cal —. No te preocupes por él, se repondrá. Los que deben estar claros de que ahora solo les toca tomar impulso para avanzar son tu hermana y tú.
—Por cierto, ¿dónde está nuestra sobrina? —cuestionó Derek.
—Ella...
—Estoy aquí.
Rubí apareció entre las grandes puertas francesas que daban al patio y se acercó hasta su hermano y los tres mejores amigos de su padre. Se sintió incómoda al recordar que ellos sabían su secreto, que conocían la parte más oscura de su pasado. Esperó miradas llenas de desepción, de reproche, o de enojo.
Pero solo recibió un abrazo de Eve, quien por cierto, tenía un blando corazón dispuesto a ayudar a otros lastimados.
—Oh, Rubí. No tienes ni idea de las ganas que tenía de verte —le dijo, aumentando su agarre en el abrazo —. ¡Cielos! ¡Estás tan cambiada!
—Ni que lo digas —habló Derek, una vez las dos se separaron del abrazo —. La última vez que te vimos eras un niña y ahora...
—Eres toda una mujer —completó su tía, quien soltó una pequeña carcajada alegre —. Joyitas, nuestra sobrina es toda una hermosa mujer y nuestro sobrino un guapísimo cantante ¿Quién lo diría? Me hacen sentir como una anciana...
—Pues, gracias por los halagos —ella intentó sonar amable, pero le fue casi imposible —. Pero yo no soy su sobrina, ustedes solo son los amigos de mi padre.
—¿Otra vez con eso? —le preguntó su hermano.
—¿Qué quieres que haga, Caleb? Puede que tú quieras fingir que no es así, pero esto no es una familia. Solo somos un grupo de conocidos que se reúnen aquí porque no tienen un mejor lugar para almorzar. Y, hablando de eso, ¿hay algo de comer? Solo salí de mi habitación porque muero de hambre.
No te mentiré, a Calvin, Eve y Derek les sorprendió esa actitud tan hóstil. Su hermano no estaba sorprendido, pero si disgustado por el comportambiento de Rubí ¿Por qué no podía ser amable con las personas que siempre la apoyaron? ¿Por qué se empeñaba en alejar a todo el mundo?
Hacía que sus esfuerzos por ayudarla se sintieran como un completo desperdicio.
—¡Eh! ¡La niña durmiente ya despertó! —exclamó Adam, quien notó la presencia de la chica gracias a su cabellera roja.
—Comienza a molestarme mucho que me llame así —ella rodó los ojos, pero decidió ir hacia allá solo porque ahí estaban Sanne y Aviv —. Iré a buscar algo de comer, luego me largo.
Caleb suspiró una vez ella se alejó, le habría gustado verla sonreír tanto como lo hacía Aviv en ese momento. Calvin palmeó su hombro, a modo de darle ánimo, y luego se encontró con las sonrisas comprensivas de sus otros tres parientes.
—Paciencia, dale un tiempo para que se acostumbre a el cambio —le aconsejó el pelirrojo —. Es cierto que no nos han visto en mucho tiempo, puede sentir que somos extraños.
—Tengo paciencia, sé que es así —aseguró él —. Solo espero tener la suficiente para conseguir ayudarla sin perder la cordura.
—La perderás, eso te lo aseguro —señaló Derek —. De parte de tres delatores, te puedo asegurar que ayudar a alguien con sus propios problemas implica enloquecer varias veces antes de que tu ayuda funcione.
—Pero vale la pena —aseguró Eve —. Y nosotros estaremos aquí para devolverte la cordura cuando lo necesites, sobrino.
—Se los agradezco mucho, en serio.
Sentía que lo necesitaba, pues lidiar Rubí estaba resultando más difícil de lo habitual. Decidió dejar el tema de su hermana a un lado, y se enfocó en otro que también lo tenía ansioso. No entendía porque ella aún no había llegado.
—Tíos, ¿saben dónde está Silene? —les preguntó.
—Salío con Cristal, no recuerdo bien a donde —le respondió Cal —. Pero vendrán pronto, ya verás.
—Sabes que a tu novia le gusta le encanta que la esperen —le recordó Derek, quien conocía lo suficientemente bien a su hermana como para saber que estaba alargando su llegada a propósito.
—Supongo que no me molesta esperar —Caleb se encogió de hombros —. Después de todo, ¿qué son unas horas cuando llevamos meses sin vernos?
Y justo por eso es que Silene amaba tanto a su novio: a él le gustaba esperar.
...
6:00 pm
—¿Cómo lo haces? —preguntó Rubí, mirando con impresión al niño.
—¿Hacer qué? —cuestionó él, concentrado en su juguete.
—Eso, resolver el cubo rubick tan rápido —señaló la chica, quien ya lo había visto completar el acertijo varias veces el mismo día —. Solo tienes once años, ¡eso le cuesta hasta a los adultos!
—Oh...—Drew levantó su mirada azul pálida hasta ella y la miró con cierta impresión —. ¿En verdad no sabes cómo lo hago?
—¡No!
—Mhm, que extraño.
Y, sin decir mucho más, él volvió a su juguete. Movía las piezas rápido, con una destreza sorprendente. No titubeaba al resolver el acertijo, ni se detenía a comprobar que se había equivocado; él sabía que no se equivocaba, pues tenía los movimientos memorizados. Rubí lo observó, asombrada. Todos los colores del cubo encajaron en un solo lado, lo resolvió en cuestión de segundos...Pero, ¡¿cómo?!
—¿Es una especie de genio miniatura, o algo así? —le preguntó a Lilian, quien estaba al lado de su hijo. Ella soltó una pequeña carcajada, y acarició los rizos color chocolate oscuro la cabeza de su niño.
Drew no era un genio, incluso él detestaba que lo llamaran por ese termino.
—No es un genio, solo sabe como resolver ese cubo de memoria —le informó la mujer —. ¿Cierto, cariño?
—Claro, no es tan difícil —él se encogió de hombros.
—¿Y cómo recuerdas todos los movimientos? —preguntó ella, aún confundida.
—Eh, porque mi hermano recuerda todo —dijo Lid, mirando a Rubí como si eso se tratara de algo obvio —. Ya sabes, él tiene ese don al que los doctores llaman "condición especial" ¿Cómo es el nombre, D?
—Hipermnesia [1]—le respondió él.
—Eso, eso. D no olvida, así que un día memorizó los trucos para resolver el cubito ese y ahora lo hace todo el tiempo.
—Osea, es una enfermedad —soltó la chica.
—Drew no está enfermo —rió Tyler, mirando a su mejor amigo con diversión —. Es increíble que diga que estás enfermo.
—Creo que no sabe, Ty —le dijo Drew al pelirrojo.
—¿Cómo no puede saber? —preguntó Easton, ladeando su cabeza con confusión —. Lo sabe toda la familia.
Rubí observó a los niños, sintiendo que no entendía ni una sola palabra de lo que estaban hablando. Ellos estaban en los puestos en la esquina de esa larga mesa, y el resto estaban ocupados por ella, Lilian, Dalia y Sanne. La adolescente buscó la mirada de la madre de Drew, esperando que ella le explicara. Incluso a Lili le sorprendió saber que Rubí no tenía ni idea de lo que pasaba con D y su cubo rubick.
—La Hipermnesia le impide a mi hijo olvidar —le explicó, tomando el cubo rubick cuando Drew se lo ofreció —. ¿Sabes qué es memoria a corto plazo?
—Esa que solo dura poco tiempo, ¿no? —preguntó ella.
—Exactamente —respondió, desordenando los colores en el cubro rubik una vez más —. Pues, Drew no tiene eso. Su cerebro no selecciona las memorias que podría deshechar, las recolecta todas. Así, los recuerdos se hacen más fuertes a medida que pasa el tiempo.
—Debe ser abrumador...
Con ese comentario, se ganó una mirada de alerta por parte de la mujer de ojos azules. Se dio cuenta entonces que esa familia estaba intentando llevar esa extraña enfermedad como si fuera algo normal, un don en lugar de una condición. Obviamente lo hacían por el niño, pero ni siquiera ellos mismos podían ocultar la verdad:
Recordarlo todo debía de ser abrumador para alguien tan pequeño.
—Es como el superpoder de D —señaló Dalia, intentando traer de vuelta a la realidad a Lilian —. ¿No es así, Lili?
—Es lo que mi niño quiere que sea —señaló la mujer, intentando esbozar una sonrisa. Luego, le devolvió el juguete a su hijo —. Ten, cariño.
—Gracias, mami —él tomó el cubo en sus manos una vez más, pero se enfocó en Rubí y no en los colores —. ¿Cómo es que no sabías, Rubí? ¿Acaso la tía Sanne no te lo dijo?
—Se lo dije, D —señaló Sanne, con una sonrisa un tanto triste —. Se lo dije.
Solo que ella no había escuchado, una vez más.
En realidad, había descubierto muchas cosas ese día que se suponía que ya sabía, pero por no escuchar no podía recordarlas. Por ejemplo, recién se enteraba de que Donovan Cooper todavía tenía cáncer. Creyó que ya estaba curado pero, al verlo sin un cabello en su cabeza, pálido y con unas pocas ojeras, se dio cuenta de que todavía estaba luchando con una enfermedad que se había compartido en una horrible compañera de vida. Al menos, seguía sonriendo.
Tenía la sonrisa más auténtica que la adolescente había visto jamás.
También se enteró en esa velada que uno de los hijos de Dalia y Donovan era adoptado. Hasta entonces, creyó que Tyler era el único niño que portaba el apellido Cooper. No obstante, vio al chico de piel morena, cabello azabache y ojos claros, y se preguntó de inmediato quien podía ser ese. La tomó por sorpresa cuando su tía Sanne le respondió que era Easton, Easton Cooper.
Y Sanne le habló a Rubí como si pudiera recordar todas las veces que le habían hablado de él, pero ambas sabían que no era así.
Easton tenía catorce años, dos años más que su hermano Tyler y su prima Lid. Él fue el último terremoto en sumarse a esa pandilla de cuatro. Tras una infancia entera pasando de hogar adoptivo en hogar adoptivo, Dalia y Donovan lo adoptaron hacía dos años ya. Era un niño que, a simple vista, parecía tranquilo, pero siempre era el que secundaba las ocurrencias de Linda Osbone, así que no era muy calmado en realidad. Le gustaba jugar al fútbol con Ty y Drew, reír a carcajadas con Linda, y cuidar a sus primos más pequeños. Era amoroso, y conocía mucho más valores como humildad y gratitud que sus mejores amigos.
Estaba inmensamente agradecido de pertenecer a esa familia tan inusual.
Sanne, Aviv, e incluso Caleb le habían informado de la existencia del chico un centenar de veces, pero Rubí no los escuchó ni una. Quizá debía sentir culpa, o algo parecido. Sin embargo, no le afectó en lo absoluto haber olvidado cada uno de esos detalles. Después de todo, no era su vida ¿Qué más daba si sabía lo que les ocurría a ellos o no?
Caleb y Adam aparecieron poco después, a ocupar los espacios libres de esa amplia mesa. Lavanda estaba en los brazos de Leb, aferrada a su cuello y con su cabeza apoyada en su pecho. La única rubia entre los hermanos Osbone parecía estar a punto de quedarse dormida en los brazos de su primo mayor, pero con los ladridos de Holden de fondo no podía consiliar bien el sueño.
—Creo que estoy enamorado de esta bebé —dijo él, abrazándola —. Es muy tierna, tía Lilian.
—Es por eso que Liv es mi hermana favorita —soltó Drew, ganándose una mirada nada agradable por parte de su hermana mayor.
—¡Oye! —le reclamó ella —. ¡Pero que mentiroso eres, D!
—Mami —la llamó la niña, extendiendo sus brazos hacia ella —. Quiero mimir...
—Pero dormir con Harl y Hol haciendo ese escándalo debe de ser imposible —señaló Easton.
—Ven, búsquemos un lugar en el que puedas descansar, mi niña —ella la tomó de los brazos de Caleb y se puso de pie.
—Yo te acompaño, Lili —le dijo Dalia, imitandola. Pero, antes, observó a los cuatro preadolescentes —. Comportense, terremotos. Vamos bastante bien esta noche.
Así, las dos se alejaron de la mesa con Lavanda a buscar algún lugar más silencioso. Caleb frunció el entrecejo y observó a sus primos.
—Aún no entiendo porque los llaman así —les dijo —. Yo los veo bastante tranquilos.
—¡Ja! ¡¿Tranquilos?! —soltó Adam, divertido ante eso —. Vaya que se han lucido con esta primera impresión, terremotos.
—Ha costado —señaló Lid, y luego miró a Caleb —. Papá me dijo que empezarás a trabajar en el estudio del Centro de Artes J.S ¿Es cierto?
—Si.
—Oh, bien, ahí te darás cuenta de lo que hablan los adultos —rio Easton —. Pasamos mucho tiempo ahí. Lid y Ty toman clases de actuación.
—¿Y Drew y tú? —cuestionó Caleb.
—No toman clases, solo fastidian —soltó Ty, aunque lo hizo sonriendo —. Ahí si que hacemos desastres. Hoy estamos tranquilos porque, por primera vez en años, estos tres me hicieron caso.
—Y es tan aburrido —soltó Lid, con fastidio —. En serio detesto que seas el niño bueno, Ty.
—Alguno de los cuatro tenía que serlo, Lid.
—Oye, Caleb —lo llamó Drew, quien había resuelto el cubo una vez más —. ¿Qué pasó con tu ojo de otro color? Recuerdo bien que el derecho era marrón, no azul.
—Oh...
Él llevó una mano hasta su ojo derecho y lo cubrió. Su hermana lo observó con atención, esperando por la respuesta a esa pregunta. Notó que su hermano se sintió un tanto incómodo, incluso tardó en decir algo. No obstante, recuperó su sonrisa y miró al niño como si su duda no le hubiera afectado en lo absoluto.
—Es imagen, D —le respondió —. Ahora que más personas escuchan mi música, debo cuidar mucho como me veo.
—¿Y tener heterocromía te hace ver mal? —le preguntó él.
—Es muy llamativo, pero no en el buen sentido.
—Ser llamativo y diferente siempre es bueno —señaló Lid —. Eso lo dicen papá y la tía Cloe.
—Ya, pero no en este caso.
—¿Los que te obligaron a usar lentillas fueron tus patrocinadores? —le preguntó Adam —. Porque son una mierda si te dicen que tienes que cambiar algo que te caracteriza tanto solo por "imagen". El del talento eres tú, no ellos.
—No fueron sus patrocinadores —bufó Rubí, observando a su hermano con desaprovación —. Y sabes bien que tampoco lo haces por tu carrera, Leb. Lo haces por ella.
La mirada de Rubí podía dar miedo, ser tan acusadora que atravesaba otras miradas hasta hacerlas sentir culpables. En el caso de su hermano, quería que él se diera cuenta de lo manipulable que era, todo lo que había cambiado de él para conseguir la "perfección" que alguien más ansiaba. Él apartó la vista, intentando escapar de lo que buscaba mostrarle su hermana.
Caleb no sentía que había cambiado, o que le afectaba cubrir su heterocromía. Solo sabía que lo habían llamado fenómeno toda su vida por esa diferencia en los colores de sus ojos, así que cuando Silene le recomendó usar esos lentes de contacto para ocultar su rareza, él creyó que era una buena idea. Así, con sus lentillas, se sentía más normal. No era un "caso médico especial", era un chico común y corriente.
Con ojos de un mismo color.
—¡Tía Sanne! —la voz de una pelirroja entusiasta se escuchó, opacando incluso los ladridos de Holden —. ¡Aviv! ¡Oh, los extrañé tanto!
Tras un día increíble entre chicas, en el que Silene le había enseñado a Cris a atar su cabello en un moño perfecto y a comprar los zapatos ideales, las dos rosas se encaminaron hacia la mansión del cantante. Silene tenía llave, fue de las primeras que las pidió pues supervisó parte de la remodelación, así que eso les permitió llegar de sorpresa.
La emoción de la pelirroja era evidente, así que corrió a abrazar a Aviv en el momento. Él la rodeó con sus brazos luego de pasar la sorpresa y sonrió al instante al reconocer el aroma de la chica, seguía usando el mismo shampoo de manzanilla desde que era una niña. Dado a que Cris le encantaba abrazar, tras ese encuentro con Avi, corrió a los brazos de su tía Sanne, quien la apretó hasta levantarla del suelo.
Estaba mucho más grande y hermosa que la última vez que la vió.
—Hola —otra voz se escuchó, y Caleb fue el primero en voltear a encontrarse con ella —. ¿Esperaron mucho por nosotras?
Caleb tuvo intensiones de decirle que quizá había esperado demasiado por ese reencuentro, pero no estaba seguro de como se lo tomaría. Así que, en lugar de hablar, solo sonrío y se levantó de la mesa. Caminó hacia ella, sin apartar su mirada de esos ojos café que tanto le gustaban.
Caleb y Silene se conocieron a los siete años, por culpa del padre de Caleb y el hermano de la princesa Osbone. Se reencontraron en la boda de Derek y Lilian Osbone, donde él se enamoró perdidamente de ella a pesar de tener tan solo trece años. Se continuaron viendo en reuniones, fiestas familiares, y el enamoramiento del chico hacia ella fue creciendo más y más. No fue hasta los dieciséis, que se encontraron en la boda de Cloe y Gabe Bacher, que él le confesó sus sentimientos.
Y Silene lo convirtió en el chico más feliz del universo cuando le dijo que ella estaba dispuesta a ser su novia.
A partir de ahí, se convirtieron en la clase de pareja por la que todo el mundo suspira. Él se desvivía por Silene, la trataba como la princesa que ella siempre había querido ser. Cantaba para ella, le regalaba flores, la adulaba, rara vez la contradecía...Era el novio ideal para su chica de ensueño. Ella, por otro lado, ayudaba a Caleb siempre que él se lo pedía. Estaban enamorados el uno del otro, tanto como pueden estarlo un par de chicos jovenes que gozan de tener lo que muchos adultos desean: una relación estable.
Ya más cerca, él notó que, cada vez que se encontraban, su novia le parecía más y más hermosa. Desde el inicio, Silene lo cautivó por la belleza de su rostro, que parecía haber sido diseñado por los mismos ángeles. Su sonrisa, que siempre parecía ser el típico gesto de alguien satisfecho por un plan bien elaborado, era la perdición del cantante. Tenía tanta suerte de tenerla a su lado, todavía le parecía increíble que una chica como ella, tan hermosa, tan perfecta, pudiera estar enamorada de alguien como él.
—¿Cómo lo haces? —le preguntó él —. Eres más bella cada vez que te veo.
—Tú tampoco están nada mal, cantante —le dijo ella, sonriendo aún más ante su halago —. ¿Me extrañaste?
—¿Cómo no hacerlo? —ella mató buena parte de la distancia, rodeando el cuello de su novio con sus brazos. Él la tomó por la cintura, sonrió al percibir el aroma a rosas del perfume de la chica.
—Lo sé, me hago extrañar...
—Si se besan, les juro que voy a vomitar —soltó Drew Osbone, y su prima Cristal se apresuró en cubrir su boca.
Pero que terrible decisión por parte del niño al interrumpir un reencuentro tan bonito.
Sin embargo, Silene no se enojó con su sobrino. Su atención se desvió hacia la mesa, y encontró un par de ojos azules con mucho delineador observándola. Sonrío, yo diría que con cierta malicia, y se acercó hasta ella con Caleb tomado de la mano. Rubí no se perdió el hecho de que a mirada café de Su cuñada estaba fija en ella, solo ella.
Eso solo podía significar que las cosas comenzarían a ponerse feas.
—¿Ves que el día salió de maravilla, princesa? —cuestionó su amigo, antes de que ella pudiera dirigirse hasta la hermana de su novio.
—Bien hecho, Blake —dijo ella, aunque solo observó a la chica —. Hola, Rubí.
—Hola, Silene —habló ella, sin muchos ánimos de decir algo más.
Observó como la rubia se entrelazaba del brazo de su hermano, como si necesitara probarle que tenía demasiada importancia en la vida de Caleb. Rubí puso sus ojos en blanco, eso ella ya lo sabía. No necesitaba recordatorios para saber que su hermano mayor se desvivía por esa chica.
—¿Cómo estás? —le preguntó Silene, aunque no le dio el tiempo a la chica para responder —. Vaya cambio el de tu cabello, me sorprende que lo tiñieras de un color tan...Llamativo.
—Oh, lo hice por una razón —la adolescente, se levantó de la mesa y caminó hasta quedar frente a ella. Se cruzó de brazos, y no le dio el poder a esos ojos café de intimidarla —: Lo teñí de un color llamativo para ahorrarme preguntas hipócritas y de mal gusto. Así todos se fijan en mi cabello, y no en preguntar cómo estoy cuando saben que no les importa la respuesta.
—¡Rubí!
No le importó que su hermano la hubiera reprochado, no cuando vió que la sonrisa de Silene se esfumó para convertir su angelical y bello rostro "agradable" en uno igual de bello, pero enojado. Eso hizo a la adolescente sonreír y, como ese había sido su pequeño triunfo, le dio la espalda a la pareja y volvió al interior de la casa. Sabía que su cuñada conocía su secreto, que era peligroso retarla. Conocía las espinas de Silene...
Pero ella también tenía, y estaba dispuesta a usarlas.
—Ella me cae bien —le susurró Lid a Tyler.
—Solo había visto a una persona callar a tu tía Sile —habló el pelirrojo —, tu madre. Ahora, son dos.
—Sabía que la llegada de nuestros primos londinenses iba a ser interesante, pero no imaginé que tanto.
—Niños, sé que están susurrando —soltó Silene, enojada. Luego, observó a su novio —. Tu hermana tiene un carácter de mierda.
—¿Y tú no? —le preguntó Adam, divertido ante esa situación.
—¡Cállate, Adam!
Adam soltó una carcajada ante la reacción de su amiga, sabía que era el único que podía decir eso sin ganarse el odio de la princesa Osbone. En cuanto a Cristal, ella observó las puertas por las que había desaparecido Rubí, preguntándose cómo podía tratar de esa forma a Silene. Es decir, en pocas palabras, la había llamado hipócrita ¿Por qué habría hecho eso? ¡Si era imposible no querer a Sile! Algo estaba mal en esa chica...
Luego, desvió su mirada hasta las manos entrelazadas de Caleb y Silene y tuvo que contener las ganas de suspirar. Ellos eran la pareja perfecta, se veían increíblemente juntos. Es más, Cris estaba segura de que quería algo así: una relación ideal, que se viera tan bien como aquella.
Quería alguien que la esperara de la forma en que Caleb siempre esperaba por Silene.
...
[1] Hipermnesia: "las personas que padecen hipermnesia, también llamada hipertimesia, tienen uma capacidas de recuerdo y evocación muy superiores a la media, siendo capaces de recordar con gran precisión y detalle una gran cantidad de material" Castillero, O (N.F) Psicología y mente
Normalmente este viene atado a otros problemas, por ejmplo en personas que tienen características obsesivas. Drew no tiene eso, solo tiene el síndrome hipermnésico que le permite recordar todo.
...
Holaaaaaa....
Perdón por estar medio desaparecida, pero ya regresé a clases y se me ha complicado mucho actualizar😫😫 Como sea, ha vuelto con este cap ¿Qué opinan al respecto? ❤
Oh, ¡y muchas gracias por el 1k de vistos! Solo cuatro capítulos y ya estamos en este punto...LOS AMOOOO ❤
Chaíto ❤❤❤
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