Capítulo 39

Capítulo 39:
Agotada
6 de Julio

7:38 pm

Estar cansada y mareada se estaba convirtiendo en algo normal para ella. Muy dentro de sí, sabia que afectar sus dosis de insulina tenía algo que ver con todo su malestar. Después de todo, Silene era muy inteligente como para pasar por alto ese detalle. No obstante, prefería ignorarlo. Ya no podía detener su mal hábito, se sentía demasiado necesario.

No te puedo explicar muy bien lo que se siente ser completamente adicto a algo. En realidad, creo que tú lo sabes mejor que yo. Supongo que se siente como entrar en un estado de dependencia, en el que sientes que lo único que te salvará es esa cosa que en realidad te está matando. Así estaba Silene.

Era una princesa que se estaba volviendo adicta a las manzanas envenenadas.

Intentó poner su mejor sonrisa en la video llamada que estaba compartiendo con su madre. Según la parlanchina señora que conservaba su jovialidad a pesar de su edad, ahora ella y su esposo estaban en Venezuela, luego irían a México y entonces irían a visitarla en L.A. De hecho, se encontrarían con los padres de Adam en algún punto, lo cual a ella le pareció una locura debido a la diferencia de destinos, pero sabía que a los padres de su amigo les encantaba conocer nuevos lugares. No le sorprendía que cambiaran su ruta solo para encontrarse con Beatrice.

—¿Segura de que te encuentras mejor, mi princesa? —preguntó la señora, notándo su palidez en la pantalla. Sile fingió aún más su sonrisa.

—Sí, mami —mintió. Se sentía mal y toda esa charla de destinos terminó por marearla aún más —. Ya te conté que Derek vino en la mañana a cuidarme. Fue lindo, como en los viejos tiempos.

—¿Te arropó como solía hacerlo?

—Tú llámalo arropar, yo sigo creyendo que es su intento de asfixiarme con las sábanas —soltó una carcajada a la que su madre se le unió —. Preparó una sopa y me la dejó antes de ir al cumpleaños de Easton.

—Es increíble que el dulce East ya tenga quince. Me habría gustado verlo —acotó Beatrice, pero luego volvió al mismo tema de conversación —. ¿Y el resto del día, cariño?

—Normal. Adam me dejó instrucciones sobre todos los jarabes y pastillas que podría tomar. Me envolvió en las sábanas y me dejó una lista de películas antes de acostarme en el sofá. Eso y me ha escrito cada tanto para asegurarse de que "no morí". Esa es su forma sobreprotectora de cuidarme.

—Él siempre ha sido así contigo, cariño. Me alegra saber que tienes a personas tan buenas estando pendientes de ti.

Ella asintió con la cabeza y le sonrío. Adam era excelente para preocuparse, sobre todo por ella. A veces, eso lo volvía un real fastidio, pero en ese momento sentía que toda esa atención era una especie de medicina para sanar sus heridas. No era la clase de atención que siempre buscaba, era distinta y le parecía extraño que le gustara.

Escuchó la puerta del apartamento abrirse para luego cerrarse. Giró la cabeza para ver al recién llegado, no tuvo que adivinar que seria Adam porque eso ya lo sabia. Consiguió en sus ojos azules la misma tristeza que meses atrás, eso le dolió. Aún así, él intentó sonreirle de la mejor manera y ella le devolvió el gesto.

Sabia lo que había ocurrido y deseaba borrar cada rastro de tristeza en su vida ahora que cierta mujer había reaparecido.

—Hola —saludó él, acercándose hasta ella. Vio la pantalla del teléfono y su sonrisa se extendió aún más al encontrar a la madre de su amiga —. Pero si es la bellísima Beatrice Kast que cada vez se pone más y más bella ¿Cómo estás, mujer hermosa? A parte de bronceada, por lo que veo.

Beatrice soltó una carcajada, divertida ante el comportamiento del amigo de su hija. Adam se sentó justo en el sillón junto a Sile para así poder conversar con la señora. Mientras tanto, su amiga lo examinó con la mirada. Estaba preocupada por las heridas que se habían abierto una vez más ese día.

—Estoy muy bien, cariño —le respondió Bea —. Roger y yo la hemos pasado de maravilla. Este país es hermoso.

—Es lo que me han contado mis padres. Ya sabes, esos dos salen a pasear sin llevarme todo el tiempo —habló, con total confianza —. Ahora me enteré que te verán en México y siento envidia de ellos. Solo no te olvides de tu tercer hijo, ¿quieres?

—Jamás lo haría, cariño. Ya te abrazaré como se debe cuando vaya a L.A ¿Y tú cómo estás?

Por la estima que le tenía a Beatrice, Silene sabía que no le diría le verdad. En eso, acertó.

—Pues, me declaré el enfermero de tu hija estos últimos días.

—Algo de eso me contó ¿Cómo la ves, enfermero?

—Mucho mejor que como la dejé. Al menos no se ve como un zombie —él ladeó su cabeza para verla y la examinó con cuidado. Tocó sus mejillas sin que ella pudiera oponerse al contacto y sonrió satisfecho cuando la hizo sonrojar —. Veo que ya no estás tan pálida, princesa.

—No te daré crédito por eso, enfermero —soltó Silene. 

—¿Ves que mala es conmigo, Bea? —preguntó él, hacia la pantalla —. Yo la cuido y le compro fresas, pero no recibo ni un gracias a cambio.

—¿Me trajiste fresas de nuevo?

—Sí, pero me las comeré yo porque tú eres una mala persona.

—¡Oh, vamos, Adam! ¡No seas así!

Él soltó una carcajada que la hizo sonreír. Bien, al menos aún tenía la capacidad de hacerlo reír, eso era buena señal. El corazón de su mejor amigo era su prioridad, si podía recoger los pedazos que Vanessa había roto y recomponerlos con un pegamento hecho de carcajadas, entonces lo haría.

Haría lo que sea por mantener esa sonrisa.

—Bueno, amores, ya debo irme —soltó Bea, tras unos minutos —. Cuida bien a mi princesa, Adam.

—La cuidaré como un jardinero cuida a su rosa —aseguró él —, y tú asegurate de que Roger te cuide de la misma forma. No mereces menos.

—Por supuesto que sí, cariño. Hablamos pronto, los amo.

—Adiós, mami. También te amo —dijo Silene, lanzando un beso a la pantalla.

Tan pronto como la llamada acabó, ambos suspiraron. No cabía duda de que habían fingido sonrisas pero, en la soledad de su compañía, ya no tenían que fingir. El silencio contó sus tristezas, reveló que estaban agotados por distintas razones. Ambos estaban hechos trizas, no era normal ver tantos pedazos deshechos en dos personas como ellos.

Silene volvió a ladear su cabeza para observar el perfil de Adam. Su mandíbula estaba tensa, su mirada se mantenía baja, señal de que Vanessa lo había roto un poquito más. Ella se sentía débil, le dolía la cabeza, pero su dolor no era nada comparado con el de él. Ella sabía lo que era tener un corazón roto y alguien como él no merecía cargar con ese sufrimiento.

Él era imperfecto en todo sentido y ella sabía que la imperfección causaba dolor, ¿pero acaso no lo hace también la perfección? Quizá no había forma de huir del dolor y quedaba vivir de los pequeños momentos con sonrisas, de pequeños instantes de diminuta alegría. Sin pensarlo demasiado, buscó en su teléfono esa canción que él una vez le dedicó. Adam la miró con sorpresa, sin entender a porqué traía de vuelta esa canción a sus vidas. Ella le sonrío y se puso de pie a pesar del mareo, de las naúseas y la debilidad. Lo hizo por él.

—¿Qué haces? —preguntó él, sin comprender.

—Quiero bailar —ella extendió su mano, invitandolo a tomarla —. Y quiero que bailes conmigo.

—¿Ahora? —ella asintió con la cabeza —. ¿Aquí?

—Aquí, ahora, contigo y con esta canción. Solo te advierto que deberás sostenerme fuerte, siento que me desplomaré en cualquier momento.

—Sabes que yo no te dejaría caer.

—Demuéstralo.

Sonó como un reto, Silene sabía que Adam no se negaba a ellos. Él sonrió de lado y tomó la mano de su princesa, dispuesto a aceptar ese reto en particular. Se puso de pie y, antes de que él pudiera hacer algún movimiento, ella rodeó su cuello con ambos brazos y acercó su cuerpo al de él. Esa cercanía no significaba para ella todo lo que significaba para ese chico, cuyo corazón parecía latir a un ritmo tan fuerte que quizá podría llegar a perforar su pecho. Que distancia tan correcta...

Y al mismo tiempo tan incorrecta.

—Para bailar, debes poner tus manos en mi cintura —acotó ella, con cierta diversión en su voz —. Ya sabes, no me quiero caer.

—¿Intentas ponerme nervioso, Silene?

—¿Te estoy poniendo nervioso, Adam?

—¡Hey! No me robes mis líneas, búscate las tuyas.

—¿Vamos a bailar, o no?

Él sonrió y terminó por obedecer a la princesa que lo estaba conquistando. Con sus manos, acercó su cintura más a él y la instó a moverse a un ritmo más lento que el de la música. Sus ojos café estaban fijos en los suyos y él se preguntó como fue que no notó antes lo mucho que le gustaba esa mirada. Eran unos ojos que se volvían sinceros solo por él, débiles por un chico que no era un príncipe.

Eran hermosos, igual que el resto de esa princesa en pijama y despeinada.

Él le dio una vuelta con sumo cuidado, asegurándose de que ella no perdiera la estabilidad en el proceso. Luego, aunque lo creyó imposible, ella se acercó mucho más. Apoyó su cabeza en su hombro y continuaron bailando ahí, en ese momento, esa canción. Juntos, más cerca que nunca.

—Eres la única persona que bailaría una canción de rock como si fuera un vals —señaló él, haciendo que ella sonriera.

—Y tú eres la única persona que la bailaría conmigo —aseguró ella, retomando su posición inicial para verlo a los ojos —. Aunque te estoy guiando ¿Lo sabes, no?

—Sh, no arruines el momento siendo una presumida.

Ella soltó una pequeña carcajada, pero luego lo observó con seriedad. Siempre supo que Adam seria importante en su vida, lo que no pudo adivinar fue el tamaño de esa importancia. En ese instante, él importaba más que cualquier otra cosa.

Más que sus miedos, más que sus dolores...Incluso más que su perfección.

—Caleb me contó lo de Vanessa —soltó en un susurro. Pudo sentir en el agarre de Adam que se tensaba ante ese nombre, pero no lo dejo parar de bailar —. ¿Quieres hablar al respecto?

Él suspiró y alzó su vista hacia el techo, ordenando un poco sus ideas en ese momento. Encontrar a Vanessa había aclarado tantas cosas y había cambiado tantas otras. Fue inesperado, por eso estaba tan desanimado, tan poco como él. Fingió bien en el cumpleaños de Easton, pero ahora no debía fingir.

Miró a Silene, la chica que se estaba robando su corazón sin saberlo. Con ella no tenía que ser fuerte, no cuando ella era su mayor debilidad.

—Encontrarme a Vanessa fue...no lo sé, como una especie de golpe que me tomó desprevenido —dijo, todavía moviendose al compás que marcaba Silene con su baile —. No me dolió demasiado, solo me sorprendió y fue esa sorpresa lo que me noqueó...

—¿Qué sentiste? —cuestionó ella, consciente de que lo que Adam necesitaba era hablar.

—No sentí lo que creí que sentiría, ¿sabes? Creí que sentiría rabia, o que se me rompería el corazón de nuevo, pero...—él negó con la cabeza, indicando que nada de eso ocurrió —. Ella se sentó, me contó que estaba esperando un hijo que no era mío y que se casaría con alguien que no era yo, pero no me dolió. Creo que necesitaba saber la razón por la que me dejó en primer lugar. Cuando me la dijo fue...fue como respirar por primera vez en meses, pero no respirar aire fresco ¿Me explico?

—Algo así —ella ladeó su cabeza, intentando entender esa sensación —. Cuando te dijo que te dejó por ese tipo todo cobró sentido, pero no te sentiste mejor.

—No me dejó por él, o al menos él no fue la razón principal.

—¿Y por qué te dejó, entonces?

—Según lo que me dijo Vanessa, me dejó porque yo era demasiado perfecto para ella.

Ella lo observó con sorpresa, el dolor de la confusión se hizo presente en la mirada azul de ese chico que parecía tener un único defecto: no ser suficiente de ninguna manera. Fue demasiado perfecto para Vanessa, era demasiado imperfecto para Silene; fue un principe para una, un dragón para otra y todo eso siendo la misma persona.

Él no cambiaba, no se comportaba distinto, era siempre el mismo Adam. Ellas fueron quienes lo miraron diferente, quienes interpretaron a dos chicos completamente opuestos. Cada quien tiene su propia visión de algo, o de alguien. A Adam lo habían visto de dos maneras distintas, pero no fue suficiente en ninguna de las dos versiones.

Y aunque veía en Silene un brillo distinto sus ojos, aunque lograba hacerla reír y sonrojar, comenzaba a dudar de si seria suficiente o no para ella. Él estaba muy seguro de quien era, pero no estaba del todo seguro de quien era él para su princesa.

Nunca puedes estar del todo seguro de quien eres en los ojos de otra persona.

—Entonces, su abandono dejó de dolerme —habló él, al ver que ella no respondía. No sabía si estaba en shock, o si estaba apenada —. En ese momento, me di cuenta de que seguía cargando el anillo de compromiso en mi bolsillo, pero ya no pesaba más. Pasó de ser un símbolo de todo lo que perdí a ser solo un estúpido anillo que no significa nada porque si Vanessa no me quiere como soy, entonces ella no lo vale. Ese anillo no tiene valor.

》Se lo di a Sanne, fingí que le pedía matrimonio y fue divertido. Reí, fui yo, y ya el anillo no me importó. Vanessa no me importa, solo me gustaría que la próxima persona a la que le entregue mi corazón no sea como ella. Quiero a alguien que sin importar lo que vea en mi, perfección o imperfección, se quede a mi lado porque ama lo que ve. No voy a cambiar por nadie, seré siempre el mismo...¿merezco ser amado de esa forma, verdad?

—Adam...—ella soltó su cuello y tomó sus mejillas, obligándolo a mirarla. Dejaron de bailar, de repente todo se tornó demasiado serio —. Eres la persona más impulsiva, obstinada, bromista y espontánea que conozco. Cometes tantos errores que parece que la mala suerte te persigue y sigues tus propias reglas al vivir, reglas que no tienen sentido alguno. Tú no eres perfecto, no estás ni cerca de serlo.

》Pero, aún así, eres la persona más maravillosa que conozco. Te miro y, a pesar de todos los errores que cometes, encuentro esa sonrisa que solo me dice que quieres cometer más, vivir al limite. Odio la imperfección, pero a ti te queda tan...bonita.

Le sonrió, le estaba siendo demasiado sincera. Es más, estaba siendo tan honesta que estaba soltando verdades que ni ella misma conocía. Estaba descubriendo cosas que no creyó que podía descubrir.

—Y por eso mereces que alguien te ame por lo que eres —aseguró ella —. Mereces que no lastimen tu corazón, que lo traten como el tesoro que es. Mereces a alguien que ame tus errores, que aprecie todo lo que eres...Que sepa mirarte a los ojos y amar todo lo que ve.

—Esas son unas palabras muy dulces, princesa.

—Y son sinceras, Adam. Encontrarás a alguien que vea perfección en tu imperfección.

—¿Y qué pasa si no necesito eso? ¿Qué pasa si mi corazón se lo lleva alguien que me ve tal como soy, aunque no encuentre perfección, y yo quiero que ella se lo lleve?

—Entonces, me aseguraré de que esa persona jamás te haga daño.

Él soltó una leve carcajada que le erizó la piel a la princesa de este cuento. Adam negó con la cabeza y sonrió, mordiendo su labio inferior como quien decide quedarse con las palabras en la boca. Su mirada azulada decía tanto, decía todo lo que Silene no sabía interpretar. Lo sentía muy cerca, tanto que comenzaba a faltarle el aire.

Él le estaba robando su oxígeno y ella no se lo quería impedir.

—¿Qué es tan gracioso? —cuestionó ella, sin comprender.

—Nada. Solo pensaba que, para ser una de las mujeres más listas que conozco, a veces te saltas cosas obvias, princesa.

—¿Qué cosas?

—No te las diré...Creo que prefiero torturarnos un poco más.

Porque estaba resultando una tortura encantadora, sobre todo ahora que la tenía a esa distancia en la que podía ver todos los muros de su princesa derrumbarse.

La instó a seguir bailando, sin separar su mirada de la de ella. Estaban tan cerca, pero tan lejos al mismo tiempo. De repente, él estaba guiando el baile y Silene ni siquiera se enteró de ello. La música se detuvo, pero sus movimientos no. Ella estaba experimentando la clase de magia capaz de detener el tiempo, de resumirlo en un momento...

En dos personas...

Y en una sola canción.

—¿Quieres saber qué opino sobre ti? —le preguntó él.

—Me lo dirás de todos modos, Blake —soltó ella, él sonrió de lado.

—Ahí está la Silene lista que conozco —susurró. Luego, le dio una vuelta y pegó su espalda a su pecho.

De repente, su aliento acariciaba el hombro de Silene y cierta princesa sintió un escalofrío que ningún príncipe le había hecho sentir. Él la sostuvo con fuerza, procurando que ella no cayera al suelo.

Si tan solo el dragón hubiese adivinado que las piernas de la princesa flaquearon por él y no por el embrujo al que ella misma se estaba sometiendo, esta historia habría acabado diferente...

—Yo opino que tú mereces a alguien que te ame con todo y espinas —aseguró él, con su voz baja y cerca de su oído —. Eres como una rosa, Silene, las rosas merecen a alguien que las cuide aún con los riesgos a lastimarse.

—No soy una rosa, Adam —ella suspiró, aún bailaban abrazados de esa forma —. Si fuera una rosa, todo seria más sencillo. Yo solo soy...espinas.

—No ves lo que yo veo. No ves todo lo hermoso que yo encuentro cada vez que te tengo frente a mi.

No, no lo veía. Ahora, cuando se miraba al espejo, veía a una chica que perdió el control sobre todo, tal y como lo había hecho años atrás. Quiso ser perfecta para que no la abandonaran, pero el mundo terminó por dañarla aún más. No era una rosa porque ahora estaba marchita...

¿Le dices tú que una rosa no deja de ser una rosa aún cuando sus pétalos se oscuresen, o se lo digo yo?

Mejor dejemos que se lo diga él, pero Adam tenía sus formas para hacerla caer, para conquistarla y que así pudiera ver con sus propios ojos lo mucho que merecía ser amada. La abrazó más contra su cuerpo, aún se movía al compás de una música imaginaria por temor a que el momento acabara. La sintió apoyar su cabeza en su hombro, la vió cerrar los ojos, la observó perderse entre sus brazos. Silene se veía más débil, más apagada, más vulnerable...

Pero cuando estaba con él, solo veía a la Silene que siempre conoció. Esa princesa que por fuera se veía cruel, pero su corazón valía tanto como el oro y brillaba mucho más que mil diamantes juntos.

—Sile —él la llamó con cuidado, ella abrió sus ojos y se encontró con su mirada —. Necesito saber algo...

—¿Si? —cuestionó, con un hilo de voz ¿Por qué tanta cercanía le afectaba de esa forma?

—¿Por qué terminaste con Leb? —preguntó, aún cuando la respuesta lo intimidaba un poco —. Él es...tu príncipe ¿Por qué la princesa dejaría a su chico ideal?

Ella suspiró y volvió a cerrar los ojos. Se veía cansada, quizá lo estaba, por eso Adam no la soltó.

Por eso, y porque a él le encantaba torturarse.

—Porque estoy agotada, Adam —soltó con su voz quebrada —. El control que tanto busqué se me escapó de las manos y no tengo la fuerza para buscarlo de nuevo. Es como si mis pesadillas se hubiesen vuelto realidad y ahora estoy cayendo...cayendo...cayendo...

》Sabes que siempre he odiado la sensación de caer.

Ella abrió los ojos y con una vuelta, volvió a rodear el cuello de su amigo con sus brazos. Él no tardó en rodearla por la cintura, vio lágrimas contenerse en esos hermosos ojos café. Su labio tembló un poco, tanto que ella tuvo que morder su propia boca para evitar tal temblor. Adam podía ver lo mucho que le dolía, tanto que comenzaba a dolerle a él también.

—Mi familia no es perfecta, no puedo controlarlo. Mi relación no es perfecta, tampoco puedo ni quiero hacer algo al respecto. Mi vida...—ella suspiró y dejó escapar una lágrima —. Lo cierto es que solo hay una cosa en mi vida que puedo mantener bajo control, solo una cosa que es perfecta.

—¿Qué cosa?

Mi figura, mi imagen, mi físico. Así el resto creerá que sigo siendo una rosa a pesar de todo...

Pero no se lo dijo. No sé si por miedo, o porque ya no sabía como llamar a su nueva obsesión. Apoyó su cabeza en su hombro una vez más y suspiró profundamente.

La verdad, no quería incluirlo a él en sus terribles pensamientos...no cuando él siempre fue uno de los pensamientos más bonitos reservados en su mente.

Las rosas son rojas, las violetas azules —pronunció ella —. Ahora en eso no quiero pensar, solo no te detengas al bailar.

Él se separó un poco de ella y le regaló una pequeña sonrisa. Le dio una pequeña vuelta, ella ya se había olvidado de su mareo. Luego, la atrajo hasta él una vez más y susurró muy cerca de su rostro una respuesta:

Las rosas pueden ser rosadas, y los lirios blancos. Por el tiempo que necesites, yo seguiré bailando. No soy un príncipe, ni un caballero, pero espero que por eso no descartes el hecho de que te quiero.

Ella sonrió ante esa poesía improvisada. Adam no era cantante, ni poeta, pero por ella podía ser ambas cosas sin problema. Silene lo abrazó con fuerza, como quien abraza lo último que le queda. Él le devolvió el abrazo, consciente de que esa chica tan lista seguía sin notar algo muy obvio.

Que ese "te quiero" era más que amistad.

—También te quiero, Adam. Eres lo único que entiendo en este momento.

Pero Silene no era la única persona inteligente que no estaba notando cosas obvias. Resulta que ni siquiera los dragones detectan las manzanas envenenadas, mucho menos cuando una princesa se vuelve adicta a ellas.

Entonces, ¿quién lo notaría?

...

10:46 pm

—Podía esperar en el auto, jefe —aseguró Hunter, el guardaespaldas asignado de Caleb mientras ambos caminaban por los pasillos del departamento de música del C.A —. No me molesta.

—Ya, pero a mi sí —aseguró Caleb —. Aún no me acostumbro a esto de tener guardaespaldas y se habría sentido extraño si te dejaba ahí, por tu cuenta. Espero lo entiendas.

Hunter Sheidegger, un hombre alto aún para tener solo veintidós años, rubio y con piercings y tatuajes que iban con su aspecto desaliñado, frunció su entrecejo ante el comentario de Caleb. Movió el piercing en su oreja izquierda, un habito muy común en él, y terminó por soltar una carcajada.

—Creí que trabajar para famosos seria más intimidante —soltó Hunter —. Esperaba a gente pomposa e idiota, no a jefes como Aviv y tú. No he hablado con tu hermana, pero tampoco se ve desagradable ¿Es acaso un mito que los cantantes suelen ser unas divas?

—No sé si todos son así, pero al menos mi familia no lo es —sonrió Caleb, acercándose al estudio en el que acostumbraba estar —. Solo dejaré esta carpeta que me dio mi tía Lilian aquí y nos vamos. No quiero causarte más molestias, tu turno ya debió acabar hace unas horas.

—Una vez más: tengo jefes geniales.

Caleb soltó una carcajada y negó con la cabeza. No se consideraba un "jefe genial", no se consideraba un jefe siquiera. Aviv y el jefe de seguridad, Garred Raynolds, eran los verdaderos jefes, él solo aportaba parte de su paga.

Abrió la puerta del estudio y se encontró una grata sorpresa. El sonido del piano llegó a sus oídos, marcando una melodía de Bethoveen que ya conocía muy bien. Vio a Elise mover sus manos con destreza sobre el instrumento, parecía tan cómoda que daba gusto verla de esa forma. Sonrió de inmediato, ya ni siquiera controlaba la reacción que ella generaba en él.

Estaba haciendo lo correcto al permanecer soltero, al no lanzarse hacia sus sentimientos por Elise y enfocarse primero en él, pero eso no significaba que fuera fácil retener todo lo que sentía por quien se había convertido en su musa. La veía y su corazón se aceleraba, de su mente salían miles de canciones que podía escribir sin problema. Ella lo inspiraba.

¿Sabes lo difícil que es alejarse de una inspiración?

Iba a hablar, sorprenderla. Con ella no controlaba el lado pícaro y atrevido que hace años no conocía, pero que ahora estaba descubriendo y también resultaba parte de él. Sin embargo, justo cuando fue a abrir la boca, Hunter se le adelanto.

—Pero si es la hermosísima Elise Blake —soltó, sorprendiéndola a ella. Elise dejó de tocar el instrumento y observó al chico. Inmediatamente, una gran sonrisa nació en sus labios.

¿Qué significaba esa sonrisa y por qué provocó cierta acidez en Caleb?

—Hace tiempo que no te veía tocar. Brillas frente a un piano, cariño —aseguró Hunter, logrando que ella riera lo suficiente como para no mostrar los sonidos quebrados que salían de su boca —. ¿Y me vas a abrazar, o me quedaré esperando?

Elise no lo pensó dos veces y se arrojó a sus brazos en un cariñoso abrazo. Se veían cercanos y, la verdad, Caleb no lo entendía. Comenzó a sentir una especie de molestia en su pecho que no tenía lógica, pero si explicación. Jamás había sido alguien celoso, con Silene jamás le ocurrió. Sin embargo, ahora reconocía el pinchazo en su corazón y la acidez en su estómago como celos...y eran fuertes.

Quizá Elise tenía más pedazos de su corazón de los que había pensado. Quizá ya la quería, no solo le gustaba...

—Hunter, quizá si debas esperarme afuera —las palabras salieron de su boca en automático, y quizá con más hostilidad de la planeada. El guardaespaldas soltó a Elise y miró a su jefe extrañado —. Yo necesito hablar algo con mi publicista, a solas.

—Okey, pero habías dicho que...

—Cambié de opinión —lo interrumpió él —. Espérame afuera.

Hunter salió confundido, pero sin poner pero alguno. Trabajar para famosos no estaba siendo lo que esperó, pero si que resultaba confuso y extraño. Cerró la puerta una vez se retiró del estudio, dejando solos a un cantante y su musa.

Una soledad muy tentadora.

Elise observó a Caleb con la misma confusión que Hunter tuvo minutos atrás. Lo vio con el entrecejo fruncido, mirando hacia la puerta por la que había desaparecido el rubio que ella conocía muy bien. Alzó una ceja hacia él, intentando descifrar lo que pensaba. Por suerte, para ella nunca fue difícil interpretar las expresiones de Leb. Sonrió con diversión al entender su actitud.

Le pareció extraño, pero por alguna razón, su corazón se aceleró al pensarlo mejor.

—Así que...conoces a Hunter —habló Caleb, ella asintió con la cabeza tan pronto él pasó su mirada hacia la de ella —. ¿Y son muy unidos?

Entonces, la sonrisa de Elise pasó a mostrar diversión. Tomó su teléfono y escribió con rapidez un mensaje que le llegó en cuestión de segundos a Caleb:

¿Son celos lo que escucho, Caleb Carlton? —leyó él y te puedo jurar que fue una de las pocas veces que se sintió nervioso sin la necesidad de estar a instantes de entrar a un escenario.

—No...—intentó mentir, pero sabía que su propia voz lo delató. Pasó una mano por su cabello y terminó por reírse de si mismo. Luego, miró a Elise y optó por ser sincero —. Bien, si estoy un poco celoso.

Ella no controló el sonrojo en sus mejillas que provocó esa declaración. Estaba muy enamorada de Caleb, creyó que lo había dejado lo suficientemente claro. Esos celos eran absurdos, pero aún así provocaron sensaciones en ella que la alborotaban por completo. Esas sensaciones solo se intensificaron cuando él acortó la distancia. Quedaron a menos de un paso y aún así le parecía que él estaba demasiado lejos.

Entendía la decisión de Leb, pero mentiría si te dijera que le estaba resultando fácil convencer a su corazón de que tenerlo lejos era lo correcto.

—¿Pero puedes culparme por estar celoso? —preguntó él, mirándola con una intensidad que lograba que las piernas de Elise flaquearan —. Decidí hacer lo correcto por primera vez en mucho tiempo. Sé que esperar está bien, pero mentiría si te dijera que no me aterra que alguien lo suficientemente listo vea lo que yo veo en ti y se me adelante.

Se acercó un poco más a ella, ahora podían sentir sus respiraciones mezclarse a un ritmo descordinado y emocionado. Él no olvidaba aquel beso robado, no podía hacerlo. Así que acercó su boca hasta la de ella a un punto en el que la distancia se podía medir en milímetros y le sonrió con picardía.

—Así que sí, estoy celoso de que el resto pueda tenerte a la distancia que yo deseo, pero aún no puedo tener —susurró —. Porque quiero hacer todo bien contigo, musa.

Ella soltó un suspiro que murió en la boca de Caleb. Cerró los ojos, anhelando y esperando un beso que parecía tener intenciones de surgir en ese momento. Leb la observó, entre enternecido, tentado, y divertido ante esa reacción. Tomó su mentón y dejó un beso corto en la comisura de su labio. Luego, se separó de ella.

Ahí fue cuando Elise abrió sus ojos avellana y lo observó, sorprendida ¿Y el beso? ¿Y el momento que esperó? Caleb rió ante su reacción, parecía entre triste y decepcionada. Eli le encantaba por ser tan expresiva, por decir todo con espectacular mirada y no con sus labios.

En ese momento, dijo todo lo que él deseaba saber sin palabras.

—Te dije que quería hacer las cosas bien, musa. Ese beso llegará, pero no ahora. Tú mereces algo mejor —aseguró él, explicando lo que ella preguntó con sus ojos —. Bueno, quitando el hecho de que siempre me alegra verte, encontrarte aquí en realidad es conveniente. Quería mostrarte algo, pensaba dejarlo aquí para que lo vieras en la mañana, pero parece que estoy de suerte y podré ver tu reacción.

Él le extendió la carpeta en su mano y ella la tomó con curiosidad. Leb sonrió una vez más.

—Es la portada del álbum, quiero que seas la primera en verla...después de mi tía Lilian, claro. Ella la hizo y, honestamente, creo que le quedó increíble.

Ella lo miró con sorpresa y se fijó en sus ojos azules mostrando toda la impresión que sentía ¿Ella ser la primera? Se sentía demasiado importante, demasiado...ni sabía como explicar del todo bien lo que sentía.

—¿Estás en shock? —preguntó él, al ver que ella no se movía.

Elise asintió con la cabeza, lo que ocasionó que él riera una vez más y que guiara sus manos hacia la carpeta. La abrió con cuidado, destapando la nueva portada de un álbum en el que ambos habían trabajado demasiado. Cada canción se había transformado en algo nuevo, en algo asombroso hecho con esfuerzo y pasión. Fue una especie de camino, de viaje que ambos empezaron siendo personas completamente diferentes a quienes eran ahora.

Sobre todo Caleb. Él había cambiado en el proceso y ella estaba muy orgullosa de que cada uno de esos cambios lo habían arrastrado hasta esa sonrisa que ahora estaba en sus labios.

Pasó de fijarse en los ojos de Caleb, a ver la carpeta. Reconocía el trazo de Lilian, ya había visto retratos hechos por ella, pero ese en particulae le había quedado estupendo, casi tan realista como una fotografía. No cabía duda de que era el rostro de Leb, hecho con acuarelas y otras pinturas. Lo que le sorprendió fue que en el dibujo sus ojos no tenían lo que tanto lo ayudó a esconderse...

Su mirada poseía dos tonalidades que le estaban quitando el aliento a Elise. Ese era el Caleb autentico, el que vio antes de subirse al escenario a cantar...y era un hombre con heterocromía.

—¿Qué opinas? —preguntó él. Ella levantó la mirada y lo observó, aún más impresionada —. Sé lo que estás pensando y sí, lo haré. Dejaré de esconder mi...anomalía. Es parte de mi, de lo que soy. Me costará mostrarlo ante el publico, pero lo haré. Este es el primer paso.

》El álbum se llamará Nice to meet you [1] —agregó él, aunque ella lo había leído en la carátula —. No se me ocurrió un mejor nombre. Cada canción, cada nota y cada instante que invertí en él me ayudó a conocerme un poco más. Estoy en proceso de saber quien soy realmente y quiero que mis fanáticos lo sepan. Quiero que me conozcan de la forma en la que yo lo hice en este álbum. No es que este listo para mostrarme como soy, es que simplemente está pasando y quiero demostrárselos.

Eran palabras muy profundas, demasiado profundas. Elise sonrió, consciente de que ese era el Caleb que se había robado por completo su corazón. Ella había perdido muchas cosas, ni siquiera creía merecer las que había obtenido, pero el enamorarse de Leb fue un añadido a su vida que ni siquiera pudo controlar. Lo miró con orgullo, con...cariño.

Y él le devolvió la mirada con los mismos sentimientos, porque ella fue la primera en conocer partes de él que jamás creyó que existirían.

—Ya debo irme, pero en serio quería que vieras esto —dijo él —. Sé que te gustó, creo que lo entendí en tu mirada...Oh, pero antes, tengo una cosa más que darte.

Buscó en su bolsillo un reproductor con unos audífonos y se lo entregó a Elise.

—Solo tiene una canción —señaló —, y es la canción que inspiraste, musa. Es un regalo de mi parte, espero que te guste.

Ella suspiró una vez más y tomó su teléfono para escribirle. A él le llegó el mensaje y lo leyó con una sonrisa.

¡¿Cómo puedes sentir celos?! Nadie podría hacer esto por mi, nadie podría dejarme de esta forma. Yo...es que no sé, quiero odiarte por hacerme sentir tanto, pero creo que no sé como sentir odio por ti. Simplemente, gracias, Caleb.

—Gracias a ti, musa —sonrió él, comenzando a alejarse de ella e ir hacia la puerta —. Y, sobre los celos, seguirán siempre que exista la posibilidad de que la chica que quiero se enamore de alguien más. Creo que deberé vivir con ellos hasta entonces.

Le guiñó un ojo y salió del lugar, dejándola aturdida de sentir tanto ¿Cómo podía gustarle aquella montaña rusa de emociones llamada Caleb Carlton? No lo sabía, pero le gustaba y mucho.

Y él...Él la quería, lo había dicho. Elise llevó la carpeta y el reproductor hasta su pecho antes de caer en el banco del piano con impresión. Sentía su sonrisa en sus labios, totalmente acostumbrados a que Caleb Carlton los dejara de esa forma. Honestamente, no le importaba esperar por él, no cuando era el único capaz de hacerla sentir de esa forma.

—¿Acabo de escuchar al jefe decir que te quiere? —Hunter entró al estudio y miró a Elise con impresión. Ella asintió lentamente, aún sin poder creerlo —. ¡Joder, ahora entiendo porque me miró de esa forma! Abracé a la chica de sus sueños como si fuera un osito de peluche y encima la llamé hermosa ¡El hombre debe querer castrarme!

Elise conocía bien a Hunter, supo que él escuchó cada palabra de la conversación desde el minuto que salió. Era tan chismoso como ella, quizá por eso se llevaban tan bien. Él la observó con sus ojos oscuros y soltó una carcajada.

—Bueno, parece que alguien más también salió flechada. Tienes una sonrisa boba en tus labios que te queda muy bien, hermosa —habló él —. ¿Le vas a decir que tú y yo somos amigos desde la universidad, verdad? No quiero perder mi empleo, cariño.

Ella lo observó y fingió que se lo pensaba. La verdad, le habían gustado los celos de Caleb, por alguna razón. Negó con diversión y Hunter entrecerró sus ojos hacia ella.

—Eres una terrible persona que me usará para darle celos, Elise Blake. Estaría decepcionado, pero sé que ese truco te lo enseñé yo así que de nada sirve detenerte—suspiró él, haciendo que ella riera —. Solo no dejes que me despida. Este trabajo es en serio bueno y me gusta. Incluso me llevo bien con mis compañeros, cosa que es extraño. La mayoría me considera un dolor de culo.

Ella rodó sus ojos, haciéndole entender que eso no era verdad. Él se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa divertida que poco a poco se fue extinguiendo. Ella ladeó su cabeza y lo miró sin comprender. Hunter era de esos hombres que siempre estaba sonriendo, ¿qué podría ocurrirle?

—Recuerdo bien que la fecha se acerca, Elise —dijo él, sacándole un suspiro —. Sé lo dura que es para ti esta época del año, quiero que sepas que estaré a tu lado si lo necesitas. Para algo están los amigos.

》Tienes mi número, llama si me necesitas; aunque eso significará que deberé salvar mi culo de mi propio jefe, porque se ve que el hombre es celoso. Como sea, tienes mi amistad en estos días, Eli. Ya me debo ir. Nos vemos, cariño.

Hunter le lanzó un beso amistoso y ella le sonrió en respuesta. Lo vio irse y, entonces, su sonrisa se esfumó. Él tenía razón, se acercaban días duros para Elise Blake...

Y ni siquiera canciones, ni cantantes, podrían sacarla de la tristeza que le esperaba.

...

[1] Nice to meet you (gusto en conocerte): primer álbum de Caleb Carlton.

...

¿Qué tan fastidiada me tiene la cuarentena? Pues, lo suficiente como para diseñar la portada del álbum de Caleb Carlton. Pueden encontrar la imagen en multimedia y Broken Mirror es una de las canciones que me falta escribir y publicar. Espero que les guste❤

Ahora, este capítulo...jejejeje. Solo quiero decir que Hunter me cae bien. En general, loa guardaespaldas de los Carlton son...¿cuchis? (Eso es como tierno en mi país)

En fin, les dejo unos poquitos adelantos:

—Tu eres lento en cuestiones del corazón.

...

—Sé que odias el 19 de Julio.

...

—Siete está muy cerca de diez, Gabe.

...

—Ella en serio no me quiere hablar...

...

Y...eso es todo. Chaíto, los quiero❤

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