Capítulo 38 (parte 1)

Capítulo 38:
Cambios (parte 1)
6 de Julio

11:31 am

Creo que a este punto de la historia ya descubriste que esto es más sobre las espinas que sobre las rosas. Te lo advertí al inicio, pero supongo que ahora que ves tantos desastres y dolor, esto te está tomando por sorpresa. Es lo que suele pasarle a las mismas flores: a pesar de que la gente ve sus espinas, quedan tan hipnotizados por su belleza que las toman, las arrancan.

¿Y lo peor de todo? Luego se quejan por salir lastimados.

Es, en cierta parte, irónico. Hay que sufrir para lograr tomar esa perfección con ambas manos, nos lo advierten, pero aún así nos quejamos cuando sufrimos. Nos dicen: la belleza duele, pero igual la buscamos. Nos convencen de que cada uno debe ser diferente, pero terminamos por idólatrar a las rosas hasta que ellas se marchitan.

Porque, a diferencia del resto de las flores, las rosas se marchitan de dentro hacia fuera. Es una crueldad de la naturaleza que lo último que desaparece de ellas es por lo que tanto sufren: su imagen ¿Y al final que quedan? Las espinas.

Y volvemos a hablar de ellas, ¿ya ves lo que te decía? El dolor es lo único que nunca se va, pero somos tan masoquistas que nos negamos a verlo. Yo sé que hice lo correcto al advertirte del dolor que sufrirás al final, pero también sé que seguirás leyendo y esperando un final feliz. No se trata de no ver las espinas, se trata de ser tan humano como para ignorarlas.

Caleb comenzaba a ver que las ignoró durante muchísimo tiempo, que prefirió quedarse con el estereotipo de una novia perfecta en lugar de buscar a alguien a quien amar. Ahora lo entendía, pero también entendía que debía ordenar su vida si quería lanzarse a ese sentimiento tan complicado como lo es el amor. Debía esperar, lo cual se sentía correcto, pero mentiría si dijera que no le dolía. Esa es la diferencia entre sentir algo y fingirlo:

Al fingir, se ignora el dolor; al sentir, se atraviesa el sufrimiento por ser parte del proceso. Él lo estaba sintiendo, estaba aceptando cada herida. Aún así, se sentía bien. Creo que a veces hay que sentir dolor para recordar que la vida tiene sentido.

—Yo pude haberle horneado el pastel a Easton —le dijo a Adam, mientras entraban a ese restaurante playero al que el rubio lo había arrastrado. Traía puesta una gorra y sus lentes para que no lo reconocieran, no queria escándalos y sabia que a su amigo no le gustaban las cámaras. Preferia que esa salida se quedara en incógnito por el bien de ambos.

—Ya lo creo, repostero oculto —carcajeó Adam —. Pero East ama un pastel que venden aquí. Sile y yo le llevamos uno la semana en que lo adoptaron, hace ya cuatro años. Quedó encantado, así que desde entonces lo compro para su cumpleaños.

—Entonces ha de ser un muy buen pastel —comentó Caleb —. ¿Cómo sigue Silene?

—Aún mareada y con malestar —suspiró Adam, pero luego le dedicó una sonrisa triste —. Pero bastante bien con lo de su ruptura. Una vez más, mis respetos por no despertar su furia.

—Quizá era algo que ambos necesitábamos y no lo veíamos. Diría algo como el amor ciega, pero sabes mejor que nadie que desde hace tiempo no había amor. Además, es una frase demasiado cursi, incluso para mi.

—Buen punto. Pero, ¿sabes que ciega también? —le preguntó Adam, a lo que él negó con la cabeza. El rubio le sonrió —. La perfección.

Y quizá fue eso lo que los cegó a ambos por mucho tiempo. Eran las personas perfectas, en una relación que se veía perfecta, tenían algo cómodo y seguro ¿Los culpas por no ver todo lo que estaba mal en su relación? Te lo repito: la gente prefiere ignorar las espinas y ver los hermosos pétalos rojos.

Ambos hombres se acercaron al mostrador. Adam comenzó a charlar con un mesero como si lo conociera de toda la vida, sacando a relucir sus comentarios espontáneos y divertidos. Mientras tanto, Caleb inspeccionó el lugar con la mirada. Era un restaurante bonito. Elegante, pero no ostentoso. Era abierto, con vista al mar y una decoración bastante bonita. Habían distintos olores mezclandose en una fragancia exquicita de comida recién hecha. Se veía como un buen lugar para comer, o para reunirse con amigos de vez en cuando.

—Entonces, déjame ver si tengo bien la cuenta —habló el mesero hacia Adam —. ¿El mismo pastel de cada año junto con la ración de fresas con chocolate que comenzaste a pedir a diario?

—Sí —respondió este. Caleb estaba tan concentrado inspeccionando el lugar que ni siquiera los escuchaba —. Bueno, la chica a la que le doy las fresas no se siente muy bien, pero supongo que se las puedo regalar igual. Lo que importa es el gesto, ¿no?

—Oh, así que son para una chica —soltó el mesero, con una sonrisa divertida.

—Joder, no empieces. Ya tengo suficiente con Don y Gabe, no me molestes tu también.

—No traes a una chica desde aquella mujer de ojos verdes ¿Apareció otra afortunada? ¿Debo comenzar a preparar alguna otra cena especial, Adam?

—Solo trae mi pedido, ya decidiré yo si es momento para eso —Adam sonrío con diversión —. Y deja de ser tan entrometido, Tim.

—Solo me alegra que mis clientes estén felices, sobre todo después de verlos tan tristes durante meses. Ya traigo tu pedido.

Adam le agradeció al mesero de avanzada edad y lo vio desaparecer en la cocina. Volteó para encontrar a Caleb, quien seguía distraido viendo el lugar. Algunas mesas se encontraban vacías, aún era muy temprano y no habían tantos clientes. Adam sonrío ante un recuerdo. A veces la nostalgía es una enemiga, pero esa vez él la recibió con cariño. Tenía recuerdos bonitos en ese lugar.

—Tus tíos solían reunirse aquí seguido, hace años —soltó él, llamándo la atención de Caleb —. Derek, Lilian, Cloe, Gabe, Sanne, Don, Avi...Ocupaban una mesa en la esquina y venían a este restaurante una vez al día, ya fuera para desayunar, almorzar o cenar.

—¿Si? —preguntó a lo que Adam asintió.

—Solían invitarme de vez en cuando. Yo debía tener como...¿Quince, o dieciséis años? No lo sé, pero recuerdo escucharlos y pensar: joder, esta gente es increíble. Yo era un niño rodeado de adultos que sabían aguantar golpes duros de la vida y, cuando ves a tanta gente fuerte a tu alrededor, sientes que tú también puedes serlo.

Nunca se trató de ser igual a todos ellos, porque Adam una vez intentó ser alguien que no era y descubrió que eso jamás funcionaba. Se trató de conseguir ejemplos a seguir, personas que le mostraron que se puede sonreír aún cuando sientes dolor y que lo más importante de todo es seguir adelante. No quería ser igual a ellos, pero queria aprender de la perseverancia que vio en cada uno de ellos. Ahora que lo pensaba, se dió cuenta de que lo había hecho.

Él también sobrevivió a golpes duros, pero seguía ahí, sonriendo.

—¿Y por qué ya no vienen más? —preguntó Caleb, con curiosidad.

—Porque ya no son las mismas personas que fueron —Adam se encogió de hombros e introdujo ambas manos en los bolsillos de su pantalón —. Las personas que se sentaban ahí hace años no reconocerían a las personas que ahora tienen familias y vidas adultas. En la actualidad, son diferentes, más fuertes. Todos ellos cambiaron.

Se quedó callado por instantes, pensando en la clase de palabras que se quedan en la mente y jamás llegan a los labios. Pero te recuerdo que Adam es de esos hombres que piensan poco antes de hablar. Continuó charlando, consciente de que Caleb lo estaba escuchando.

—De eso se trata la vida, siempre hay cambios —continuó —. No puedes ser la misma persona por siempre, eres diferente a lo que fuiste ayer y mañana serás otro. Lo importante es conocer cada versión de ti, saber quien fuiste, quien eres y quien quieres ser. Mientras estes listo para el cambio, estarás listo para la vida.

》Y creo que es por ello que la perfección me parece un mito. No puedes esperar que algo sea perfecto si siempre está cambiando. Lo perfecto es una fantasía y las fantasías ciegan, Caleb; ciegan mucho más que el amor.

Adam sabía que fue un niño con miedos, que se encerró en sí mismo por miedo a lastimar a los demás y que vivió con temor a morir. En la actualidad, era este chico impulsivo, desordenado, apasionado y decidido. Quería ser un hombre de familia en algún momento y ser tan fuerte como aquellos que compartieron una mesa en ese restaurante en su momento.

Adam sabía quien fue, quien era y quien quería ser. Sabía que era una bestia y un dragón al mismo tiempo, lo aceptaba. Aún así, se abría a la posibilidad de cambiar mañana porque de eso se trata la vida. Si le tocaba ser un sapo en el futuro, o un caballero, se encargaría de aceptarse como era. Así funciona la vida de alguien que no busca ser perfecto.

Solo busca ser.

—No me dijiste que eras tan sabio —acotó Caleb, mirándolo por detrás de sus gafas oscuras. Adam soltó una carcajada.

—No soy sabio, solo le he prestado atención a todo lo que he vivido —aseguró él —. Me agradas, Leb. Somos amigos desde hace años y soy sincero cuando te digo que me alegro que quieras cambiar el rumbo de tu vida. Más allá de todo, me enorgullece saber que ya no te estás dejando cegar por una fantasía.

Y estaba siendo sincero. Más allá de lo que sentía por Silene, se alegraba por Caleb y su decisión de seguir adelante. Sé lo que piensas: en una historia, el príncipe y el dragón no pueden ser amigos.

Pero esta es mi jodida historia, yo decido quien se lleva bien y quien no. Tú limitate a leer.

El mesero llegó poco después con los pedidos de Adam. Él pagó y se encaminó junto a Caleb a la salida, hablando con total normalidad con quien resultaba ser el principe de su princesa. Pensó para sí mismo que era tan malo para odiar que ni siquiera podía detestar a su rival. Se alegraba de escucharlo más seguro de sí mismo, más enfocado en su carrera y más centrado en su vida. En lugar de sentir celos porque él consiguió en algún momento estar con la chica que ahora quería, sentía lo que siempre sintió por Caleb: amistad.

—No puedo creer que East ya tenga quince años —le dijo a Leb mientras caminaban —. Finalmente podrá poner en práctica todo lo que le enseñé a las espaldas de Dalia.

—Suena a que lo entrenarás para ser un casanova —caracajeó Caleb —. ¿No que East era el terremoto ángelical?

—No, ese es Tyler. East es un santo, pero yo conozco bien a ese niño y sé que le gustan las buenas travesuras —aseguró él —. De todos modos, no creo que él se convierta en un casanova. Quizá en un galán, como dice Cloe. Quien será un pequeño mujeriego cuando crezca es Drew, lo veo venir. En cuanto a Lid...

—¿Adam?

Escuchó esa voz femenina y, al principio, no la reconoció. Tardó unos segundos en darse cuenta de que esa voz fue la misma que se instaló en su mente durante meses. Volteó y sintió que el mundo de repente iba en cámara lenta cuando encontró un par de ojos verdes azulados en un rostro que ya comenzaba a olvidar. Se veía igual que meses atrás, con la diferencia de que ahora su cabello oscuro era más largo y su estómago...estaba redondo y crecido.

Adam no se equivocó al decir que la vida se basa en cambios, pero ni siquiera él podía estar preparado para todos ellos. Caleb volteó junto a él, encontrando la fuente de la sorpresa de su amigo. La cosa con las espinas es que a veces se puede fingir que no lastiman, pero otras veces no.

Otras veces simplemente te las clavas en las manos y duele tanto que no puedes ocultar tus heridas.

—Vanessa...

...

12:01 pm

Mentiría si te dijera que le estaba resultando facil a Cristal todo eso de mantener una actitud odiosa y descarada hacia sus padres. No le gustaba pelear y odiaba las miradas de indignación que ellos le daban cada vez que les respondía de una manera grosera. Sabía que así no era ella, pero creía que así debía ser. Si no llenaba el hueco dentro de ella con rabia y enojo, ¿entonces con qué lo hacía?

El mal carácter tiene menos calorías que los dulces, así que prefería alimentarse de eso.

—¿Es idea mía, o Cris está rara? —cuestionó Drew, acercándose a Malory, Brandon, Rubí y el resto de los terremotos —. Sé que no me es fácil entender los sentimientos de los otros, pero me parece extraño que no haya hecho ni un solo chiste malo en el día. Solo está ahí sentada en el columpio, luciendo molesta.

—Sí está rara, D. Claro que eso no es nuevo —suspiró Malory —. Desde la semana pasada esta más irritable y cuando anunciaron que quedé en el desfile final junto a ella...

—¿Qué pasó? —preguntó Tyler.

—Pues, no actuó como Cris. No sonrío, no me asfixió en un abrazo, no me felicitó. Ella parecía...celosa.

—Cristal no siente celos —rio Lid, como si le hubiesen contado una broma —. La razón por la que Cris no es una terremoto es porque ella es demasiado buena. No siente odio, no le interesan las travesuras y no siente celos. Hasta el mismo Brandon lo dice: ella es un ángel.

—Ya, ¿pero que es lo que dice esa canción tuya, Rubí? —acotó Brandon, pateando el balón entre sus piernas sin mucho ánimo.

Los ángeles pueden perder su camino al cielo —suspiró la mayor entre ellos —. Ella solo está confundida y frustrada tras enterarse del divorcio de sus padres.

—Oh...—Drew hizo una mueca en la que hubo más dolor de la que acostumbraba a sentir ese niño.

Era extraño verla de esa forma, tan fuera de sí que no parecía Cris. Easton fijó su mirada en ella, que a lo lejos se mecía sin ánimo alguno en el columpio que él construyó junto a su hermano y su papá tiempo atrás. Sus ojos no se veían vivaces como siempre, ni alegres. Tenía sus labios fruncidos, pintados con un color rojo que la hacía lucir mucho más pálida. Parecía intentar verse mayor, pero no lo lograba del todo.

East creía que la dulzura e inocencia en ella era algo que jamás se podría esfumar, o esconder.

—Oye, encanto —lo llamó Malory, usando el apodo con el que solía llamarlo en la escuela —. ¿Por qué no vas y hablas con ella?

—¿No será mejor que vaya Brandon? —preguntó él, de vuelta —. Es su mejor amigo.

—Sí, pero no soy muy bueno dando consejos —habló el mencionado, aún pateando la pelota —. Soy muy dramático para eso, mis consejos parecen salir de una mala telenovela y es patético. Rubí podría ir, pero ya intentó hablar con ella y siempre le cambia el tema. En cuanto a Malory...Bueno, ya sabemos que no es la persona favorita de mi ángel en este momento.

—En cambio, tú siempre la animas —añadió Malory —. Desde el inicio se han entendido y sabemos que ella jamás te gritaría o alejaría, menos hoy porque es tu cumpleaños.

—No creo que quiera hablar conmigo o con alguien sobre esto. Es muy personal.

—Cris necesita saber que no está sola —señaló Rubí —. Alguien tiene que hacerselo saber y ese alguien eres tú, East.

—¿Y si no quiere hablar conmigo?

—Usa tus encantos para que hable, encanto —él enarcó una ceja hacia Malory tras ese comentario. Ella sonrió con diversión —. ¿Qué? Los chismes vuelan en el C.A. Si usaste tus encantos con esa linda chica del otro día, puedes usarlos ahora.

—No puede ser...—bufó Easton, mirando hacia arriba. Los terremotos rieron ante su reacción, pero luego él devolvió su atención a todos —. Iré con ella, pero dejen de pensar que me gusta. Es mi prima, mi amiga, y Brandon y tú tienen que dejar de inventarse parejas a lo loco, Malory.

—Encanto, nosotros vivimos para eso.

—Es entretenido, más cuando tenemos razón —soltó Brandon, ahora pasándole la pelota a Drew, quien la pateo de regreso—. ¿Qué esperas, East? Ve con mi ángel.

Él negó con la cabeza, consciente de que no podría quitarles esa idea de la cabeza a esos dos. El resto lo observó acercarse a la pelirroja, aunque llegó un punto en el que tuvieron que fingir que no veían para no hacer incómoda la situación. Pero claro que observaban, pendientes de cada movimiento y señal para descubrir si East tendría éxito o no en su misión.

Mientras tanto, Cris tenia sus ojos fijos en las puntas de sus zapatos, con los cuales empujaba un poco el columpio. Queria sentirse mejor pero, ¿cómo lo hacía? ¿Cómo se sentía mejor si estaba en el peor momento de su vida? Estaba asustada, dolida, molesta. Lo único seguro era esa voz en su cabeza que le decía que si era perfecta la querrían, que si era delgada la amarían...

Y esa voz era igual a la de Silene.

Suspiró, un tanto frustrada. Silene decía eso y le creía, pero ella lo hacía ver tan fácil. Ser delgada y hermosa era sencillo para alguien como Sile, incluso para alguien como Malory. Levantó la mirada para verla mientras estaba distraida, le molestó notar lo bonita que era ¿Por qué nadie se había dado cuenta antes? Lory era una joya y ella se sentía como carbón.

Enredó un mechón de su cabello, ahora lacio, en uno de sus dedos. La verdad, extrañaba sus rulos, pero sabía que eran un caos y no podía permitirse desorden. Necesitaba control y órden, así el mundo no la destruiría. Pensaba en eso, hasta que sintió que la empujaban suavemente en el columpio. Levantó la mirada y encontró un par de ojos que conocía bien.

—¿Te importa? —preguntó él, para hacerle saber que la empujaría en el columpio.

Ella negó con la cabeza y dejó que el chico la meciera con cuidado en el columpio. Quería concentrarse en él, en su cumpleaños, pero Cris estaba demasiado ida en sus pensamientos como para notar lo importante. Suspiró, no pudo ver que Easton la miraba con tristeza y preocupación desde arriba. Cuando nos hundimos poco a poco, creemos que estamos solos en el proceso. Decidimos cerrar los ojos y no notar que hay una mano intentando tomarnos desde afuera, sacarnos del agua. Nos ahogamos creyendo que la soledad es lo único que en realidad nos pertenece.

Eso le pasaba a ella: tenía a East, pero no lo veía; se sentía sola.

—No me gusta verte triste —confesó él.

—No lo estoy —aseguró ella.

—Siempre has sido mala mintiendo.

Si supieras cuanto he mentido últimamente no creerías eso, East, pensó para sí misma. No lo dijo en voz alta, un mentiroso no revela sus mentiras. Ella solo calló, hasta que él le dió la vuelta al columpio y detuvo el movimiento. Respiró profundo y la observó desde arriba.

—Me preocupas —soltó, con sinceridad.

—No deberías —ella fingió una sonrisa —. Es tu cumpleaños, East. Deberías estar contento. Además, tendremos la misma edad por unos meses ¿No es genial?

Él suspiró y pensó por un tiempo en si debía decir lo que tenía atorado en la garganta, o no. Miró hacia el cielo, no sé si buscó fuerzas o alguna otra cosa, pero regresó a los ojos de Cris una vez lo encontró. Es conmovedor cuando un corazón se sincera ante el mundo...

Eso estaba por ocurrir.

—Papá no se siente bien —confesó él —. Está cansado, le duele el cuerpo y ya ni siquiera tiene ánimos para jugar soccer con Ty y conmigo. Le duele todo, Cris ¿Crees que quiero estar feliz cuando sé que él está sufriendo?

—Yo...—ella lo miró con impresión, no esperó que le dijera eso.

—Pero aún así decidí invitar hoy a mi familia y poner mi mejor sonrisa ¿Sabes por qué? Porque papá se acercó una noche y me dijo que debía agradecer cada cosa buena que me ha dado la vida; que me las merezco, pero que eso no quita el hecho de que debo ser agradecido. Hay gente que no conoce la felicidad que tú y yo conocemos. Es más, yo no la conocía hace cuatro años.

》Pasé mi infancia sin saber lo que era tener un papá y ahora lo sé ¿Que me duele saber que lo estoy perdiendo? ¡Joder, sí! Pero al menos ahora sé que se siente amar tanto a alguien como para experimentar este dolor. Agradezco tener una familia, tener amor, ser feliz. Todo eso llegó tarde a mi vida y no es perfecto porque si lo fuera, papá no tendría cáncer.

—¿A dónde quieres llegar con esto? —preguntó Cris, sin comprender.

—Quiero llegar a tu sonrisa, Cristal, porque este es el instante en el que recuerdas que tú tienes algo que muchos no tienen: una familia que te ama. No es perfecta, pero es tuya. En mis antiguos cumpleaños, yo deseé una ¿Cuántos niños deben estar deseando la suya ahora? Tú la tienes, así que sonríe y recuerda que eres feliz.

Cristal parpadeó por instantes, sorprendida ante las palabras de su primo. En ese momento, mirándolo desde abajo, Easton le pareció mucho mayor de lo que era. Ya no se veía como el niño inseguro que conoció años atrás, ni como el amigo comprensivo que siempre era. Se veía como un chico que sabía cargar heridas, que podía con el peso de el mundo entero sobre sus hombros. Pasó de tener nada, a tenerlo todo, a sentir que estaba perdiendo parte de sí mismo otra vez. Cris sentía que estaba perdiendo a su familia, pero Easton no solo lo sentía.

Él sabía que estaba perdiendo algo importante y que no lo podía detener.

Quizá debía escuchar sus palabras, entender que debia estar agradecida de tener todo lo que tenía en lugar de intentar mejorarlo. Quería entenderlo, sonreírle y hacer de su cumpleaños algo bonito, pero había un detalle: el hueco en su estómago.

Esta vez, solo se le ocurrió asociarlo con culpa...culpable de no poder sentir felicidad por pensar en que no la merecía.

—Lamento si fui muy rudo —se disculpó Easton —. Es solo que...creo que yo también me molesto y me enojó pensar que tú, siendo como eres, puedes ignorar lo que esta justo frente a tus ojos.

—¿Cómo soy, East? —preguntó Cris. Él no tardó en sonreírle.

—Inteligente, buena, amable, bonita...y hay mucho más. Mereces cosas buenas, Cris. No te preocupes; sé que esta noche parece eterna, pero el sol siempre aparece al final. La luz jamás deja sola por mucho tiempo a la oscuridad.

—¿Cómo lo sabes?

—Era lo que solía decirme a mí mismo cuando tenía frío y miedo. Funcionaba, jamás hubo noches eternas.

Ella asintió con la cabeza, sin saber que decir. Entonces, él extendió sus manos para que ella las tomara. Lo hizo, sintiendo la suavidad de la piel de Easton contra la suya. Él la ayudó a ponerse de pie y le dedicó la sonrisa más genuina ¿Cómo le quedaban fuerzas para ser feliz?

El agujero en su estómago de pronto la puso sentimental, y abrazó a Easton con fuerza sintiendo que tarde o temprano iba a llorar. Escondió su rostro en su cuello, deseando desaparecer. No podía ser feliz y era tan triste que ese chico le pidiera serlo, porque él merecía cada cosa que quisiera...pero las sonrisas de Cris se estaban agotando.

—Eres una persona increíble, East —habló Cristal —. Felices quince años, tú los cargas con muchísima más madurez que muchos de nosotros.

—Cada quien vive a su manera, Cris —susurró él en su oído —. Carga tu vida con la fuerza que tengas, no fuerces nada. Y, cuando sientas que no puedes, recuerda que hay gente ayudandote con el peso.

—¡Eres tan sabio!

Él soltó una carcajada y la dejó libre del abrazo. Le sonrío y acomodó mejor los mechones de cabello naranja que caían por su rostro ¿En qué momento East terminó por ser más alto que ella? No lo sabía. Sentía que se había perdido cosas por no estar del todo conscentrada en lo que importaba.

—No, no lo soy —aseguró él —. Ahora, Adam y Caleb llegarán en cualquier momento con ese pastel que nos encanta. La primera rebanada será para ti, me aseguraré de ello.

—¿Pastel? —preguntó ella, de repente con un miedo absurdo.

—Sí, el de crema y chocolate. Tú lo amas y se ve que necesitas ese trozo de dulce.

—No lo quiero.

—¿Por qué?

Porque le daban miedo las calorías, porque el chocolate le parecía un enemigo mortal, porque la crema tenía mucha azúcar, porque el hueco en su estómago le daba miedo, pero más miedo le daba llenarlo.

Pero no podía decírselo a Easton, no sabía como él iba a reaccionar. Miró el dulce rostro de su primo, su mirada comprensiva y su amable sonrisa, ni siquiera así se sentía con la confiansa de decirle lo que en verdad le ocurría ¿Qué haría? ¡¿Qué haría?!

¿Qué haría Silene en una situación parecida?

Entonces lo supo: Silene no dejaría que sus errores salieran a la luz, primero expondría los del resto y así mantendría el control. Le puso el nombre de enojo al agujero una vez más porque eso era más fácil de sentir, más fácil que dolor. El pensamiento de las calorías se esfumó, era mejor cubrirlos con pensamientos negativos. Easton hablaba del pastel y toda su molestia incrementaba. Ya no importaba la amabilidad de su primo, o el sol que no haría eterna la noche...

Cris se estaba marchitando y, cuando eso sucede, absolutamente nada importa.

—¿Easton?

—¿Sí, Cris?

—¿Tú sabías del divorcio de mis papás? —preguntó, consiguiendo que Easton la mirara con confusión —. ¡¿Tú sabías que ellos se separarían antes?!

—¿Por qué me lo preguntas?

—Porque mi papá no se lo ocultaría a su hermana, quien es tu mamá. La tía Dalia se los cuenta todo a sus tres chicos, que son el tío Don, Tyler y tú. Si ella sabía del divorcio, tu también ¿O me equivoco?

Easton no respondió. Honestamente, ella esperaba que él la refutara, que le siguiera la pelea diciendo que mentía solo para distraerse. Se sorprendió al ver que él bajaba la mirada, apenado. Ella abrió mucho sus ojos y algo dentro de ella se sintió como quebrado.

Él lo supo todo ese tiempo, no solo Silene.

—Lo sabías y no me lo dijiste...—soltó tras un suspiro. Luego, se enojó de verdad —. ¡Lo sabías y no me lo dijiste!

—Cris, yo lo sien...

—¡No! ¡No te disculpes! No vengas a mi a decirme que aprecie lo que tengo cuando mi amigo, mi familia, me miente a la cara ¡Me ocultaste algo importante para mi! ¡Me decepcionaste!

—No podía decírtelo.

—¡¿Pero sí pudiste quedarte callado?!

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Derek, acercándose a ellos al ver alboroto.

Cristal miró a su tío, luego se dio cuenta de que varios de sus familiares la estaban observando. La atención estaba sobre ella, el hueco en su estómago se hizo más grande. Estaba empezando a marchitarse, pero debía seguir con el show. Debía fingir que era una rosa amplia y esbelta, digna de admirar y de temer.

Debía verse como Silene...

—¡Pasa que odio a todos en esta familia!

Silene sabía como lastimar, eso haría ella.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top