Capítulo 34
Capítulo 34:
Decepción
29 de junio
7:45 am
Con las manos sobre las teclas del piano, se sentía alguien. Escuchando las notas salir, juntarse con otras notas, sentía que su alma cobraba sentido. Rubí podía pasar ahí horas, practicando canciones y convirtiéndose en música. Lo amaba, se sentía libre al poder depositar cada sentimiento en una melodía. Amaba sentir que pertenecía a ese momento, a la música, y no a algo capaz de dañarla. Así que tocaba con el corazón, consciente de que la mejor adicción era una buena canción...
Era así como esa chica, que estaba bastante perdida, se encontraba a sí misma en notas musicales y un piano de cola.
—Eso suena increíble —escuchar la voz de Aviv tan temprano la sorprendió un poco, pero el pequeño susto se le pasó cuando lo vio en la entrada de la sala de estar, sonriendo —. ¿Es idea mia, o es una canción nueva?
Ella le sonrío de vuelta, lo hacía aunque incluso él no podía verla. Lo observó adentrase en la sala, usando su bastón para ubicarse hasta llegar al piano y poder sentarse a su lado en el taburete frente a este. Tanteó y encontró las teclas, Aviv sabía ubicar las notas en un piano mejor de lo que muchos sabían ubicarse en la vida. Tocó las piezas que deseaba, imitando un poco la melodía que Rubí había tocado hacia unos segundos. Él era increíblemente bueno para deducir partituras con tan solo escucharlas.
El día anterior, Aviv había estado como loco debido al problema que ocasionó el video de Caleb. Eso no le sorprendió a Rubí, sabia que su tío no manejaba nada bien el enojo, y toda esa madurez y calma que solía poseer se perdía con facilidad si alguien lo molestaba. Lo que si le sorprendía era verlo tan feliz esa mañana, como si nada hubiese ocurrido. Creyó que la locura le duraría unos días más, pero ya parecía haber vuelto e sí.
—¿Ya calmaste a la fiera en ti? —preguntó ella con diversión —. Solo mírate, Avi. No pareces el mismo hombre que ayer intentó golpear a Ean; lo cual fue muy poco inteligente de tu parte, debo decir.
—Lo sé, fue estúpido —suspiró él, pero luego soltó una sonrisa —. Tranquila, ya volvi en mi. Sigo un poco enojado con tu hermano, pero ya no quiero halarlo por las orejas por ponerse en riesgo de esa forma.
—¿Qué cambió en ti?
—Una buena noche, supongo —se encogió de hombros —. ¿Cómo iba la canción que tocabas? Porque creo que si añades una nota más aguda quedaría perfecta...
Comenzó a tocar, intentando adivinar alguna de las notas que escuchó de Rubí, mientras descifraba la melodía. Ella observó su perfil, tan concentrado en la música como seguro se vio ella en unos instantes. El cabello de Aviv, que era de un color caoba tan oscuro que en realidad se veía más como un marrón rojizo, estaba despeinado por haberse levantando recientemente. Su mandíbula, realmente marcada, se veía menos tensa ahora que parecía estar concentrado en la canción y no en el desastre de Caleb. Ella no pudo evitar pensar que casi se sentía como uno de esos días, muchos años atrás, en los que él le enseñó a tocar el piano con tanto esmero.
Ahora, dificilmente había algo que ese profesor pudiera enseñarle a su alumna.
Siguió a Aviv, tocando algunas teclas, pero su mente se desvió al video en el que su hermano le rompía la nariz a alguien por estar ebrio. El problema en realidad no estaba en que Caleb se hubiera ido a beber alcohol, o en que lo grabaran. Después de todo, era un adulto, él sabía que hacer con su vida. Lo que tenía descolocada a su hermana era que el Leb que conocía no era así. De los dos, ella era la que ahogaba sus penas en malas decisiones, la que no pensaba dos veces antes de cometer una estúpides...
Ella era quien decepcionaba a la gente, no Leb.
No sabía que era lo que estaba pasando en la vida de su hermano, solo esperaba que él no tomara los caminos que ella alguna vez tomó. Volvió a observar a Aviv, un nudo se formó en su garganta. Ella hizo mucho daño en su momento, solo esperaba que Caleb no siguiera sus pasos. La gente que tanto los amaba no merecía sufrir.
—Estás muy callada —señaló Aviv. Él en verdad se veía de buen humor, e incluso tenía una radiante sonrisa decorando su rostro —. ¿Todo bien, preciosa?
—Sí, es solo...—soltó un suspiro y miró fijamente las teclas del piano. Sentía que su mirada pesaba ante todo lo que ocultaba —. Avi, ¿estás decepcionado de Caleb?
Aviv arrugó su frente y ladeó su cabeza, una costumbre muy típica en él que ya Rubí había visto varias veces. Él solo hacía ese gesto cuando algo lo confundía.
—¿Por qué habría de decepcionarme algo tan humano como lo que hizo tu hermano? —preguntó de vuelta —. No te voy a mentir, estoy cabreado con Caleb, pero solo por el hecho de que fue lo suficientemente estúpido como para desaparecer de esa forma. Es un adulto, debería saber que sus decisiones tienen consecuencias y que, por su carrera, cualquier desliz terminará en manos de la prensa. Fue tonto exponerse de esa forma sin la seguridad necesaria, pero lo hizo y ahora está lidiando con las consecuencias.
》Así que ya ves, me cabrea que fuera tan incensato, pero no me decepciona. No entiendo que lo llevó a embriagarse en un bar, pero no lo pienso juzgar cuando yo también lo he hecho y tu tía Sanne es testigo de ello. Las personas somos débiles, Rubí. Búscamos soluciones fáciles para disminuir nuestro dolor, aunque en el fondo sabemos que son las soluciones equivocadas. No me decepciona que tu hermano buscara esa solución, ahora solo espero que se levante y que busque la correcta. Confío en que la encontrará más rápido de lo que yo encontré la mía.
Las personas somos propensas a cometer deslices, a equivocarnos y buscar escapes que nos destruyen, nos hacen perdernos a nosotros mismos. El nudo en la garganta de Rubí se hizo más fuerte y, de pronto, sintió sus ojos cristalizarse. Ya no pensaba en Caleb, porque sabía que él tomaría la decisión adecuada y saldría adelante. Ella solo pensó en sí misma.
En su pasado.
—Y...—bordeó las teclas con sus dedos, incapaz de verlo —. Y, hace años, cuando la tía Sanne y tú encontraron...em...
—¿Qué cosa? —cuestionó él, ladeando más su cabeza. De repente, parecía que Rubí estaba susurrando y él no podía escucharla del todo —. Rubí, habla un poco más alto. No entiendo que dices, preciosa.
—¿Te decepcioné cuando encontraste droga en mi mochila esa vez?
Rubí podía recordar esa escena a la perfección. De hecho, recordaba tan bien cada sensación, cada palabra dicha, cada mirada y gesto, que dolía. Dolía pensar que las personas que amaba estaban decepcionados de ella. Casi sollozó al traer de vuelta a su memoria esa tarde en la que llegó de la escuela al apartamento de Sanne y Avi, arrojó su mochila en medio de un ataque de ira, y entonces todo cayó al suelo. Entonces su secreto mejor guardado salió a la luz.
Lápices, cuadernos, papeles, todo eso cayó al suelo ese día, pero lo único que Aviv tomó en sus manos fue una pequeña bolsa que rodó más de lo debido. Rubí recordaba su propia ansiedad al notar lo que había ocurrido, y la tensión que sintió al darse cuenta que en realidad Avi no podía reconocer con el tacto lo que estaba en su mano. Luego, Sanne volteó y si supo reconocer lo que era. Recordaba el jadeo que soltó su tía, el asombro en sus ojos y posteriormente en los de Avi una vez se escuchó un: ¿de dónde sacaste ese polvo, Rubí?
Después de que ella explicara en balbuceos nerviosos e histéricos, obtuvo dos de las miradas más dolorosas que recibió alguna vez en su vida. Ni Aviv, ni Sanne, pudieron hablarle tras eso. Ellos tan solo se quedaron callados. Lo recordaba perfectamente, recordaba el pinchazo en su corazón y la terrible sensación de ser una decepción. El silencio de ese día todavía taladraba su mente y estrujaba sus sentimientos. Tanto así que no se atrevió a hablar de él hasta ese instante.
Y tenía miedo del rumbo que tomaría la conversación.
Se dió cuenta de que estaba llorando cuando un hipido se escapó de ella sin permiso. Entonces, notó que sus mejillas estaban húmedas y que las lágrimas caían hasta mojar las letras del piano. Su mente estaba en el frío Londres, en ese lugar en el que cayó con fuerza, donde el silencio se convirtió en uno de sus mayores enemigos...Donde se perdió.
Sintió unos brazos cálidos rodearla, recordándole que no estaba ahí, ya no estaba asfixiandose en ese silencio. Dejó que Aviv la protegiera en ese abrazo, y se aferró a su camisa con fuerza mientras lloraba. Para ella, Avi era mucho más que su representante. Él era un pilar fuerte e importante para ella, era parte de su familia. Saber que lo decepcionaba le dolía en cada pequeño fragmento de su corazón.
—Rubí, solo he sentido decepción por una persona en mi vida —habló él, acariciando su espalda para calmarla. Con él, se sentía como la niña que tanto intentaba ocultar ante los demás —. Y esa persona no eres tú.
—¿Y quién es, entonces? —preguntó, sin poder creerle.
Ella sintió lo profundo del suspiro de Aviv, como este nacía en su pecho y moría en su boca. Percibió dolor, uno que combinaba con el de ella, así que lo abrazó con más fuerza.
—Él era un hombre que tomó muchas soluciones rápidas para sanar un dolor que parecía no irse —habló —. Un hombre que puso en pausa su vida sin darse cuenta. Sufrío mucho, y se decía que había superado el dolor y que había seguido adelante, pero lo cierto es que se quedó estancado. Me decepcioné de él cuando noté lo equivocado que estaba al decir que había sanado sus heridas, cuando lo que en realidad estaba haciendo era respirar en lugar de vivir.
》Le costó once jodidos años entender que sonreír de a ratos, avanzar profesionalmente y no llorar frente a los demás, no es seguir adelante. Once jodidos años en los que su corazón se rompió cada vez más y ya ni siquiera era por el dolor que lo arrastró a ese camino al inicio; él quedó sumergido en un dolor peor, uno que construyó él mismo al decirse que era incapaz de ser completamente feliz.
—¿Y él te decepcionó?
—Me decepcionó que perdiera tantas oportunidades para vivir por creer que no merecía más felicidad de la que tuvo alguna vez. Me molestaron todas sus decisiones incensatas, todo el dolor que le causó a personas que...que ama. Ese hombre es la única persona que me ha decepcionado en la vida, pero ya no me decepciona más.
Se separó un poco del abrazo y permitió a Rubí notar su sonrisa ladeada, pequeña...triste.
—Y, porque eres muy lista, seguro ya sabes que esa persona soy yo —habló él —. Verás, Rubí, arruiné buena parte de mi vida al encerrarme en un dolor que debí afrontar y superar. Honestamente, eso me decepciona, porque siempre supe que estaba estancado y no quise salir de ese hueco. Aún así, tengo momentos felices, y aunque eché a perder mi vida, parece que esta no me odia lo suficiente como para privarme del todo de la alegría que sé que merezco; que todos merecemos.
》¿Mis recuerdos más felices? Espero que no te sorprenda saber que estás en ellos, que Caleb y tú lo están. Sanne rescató parte de mi quebrado corazón al arrastrarme a Londres años atrás. Recuerdo que me dijo algo como: "espera a que conozcas a mis sobrinos, los amarás". Y, como siempre, ella tuvo razón. Yo los amé, y los fui amando cada vez más, hasta que un día le dieron sentido a una parte de mi vida cuando me llamaron tío Avi. Sin darse cuenta, me empujaron a amar de nuevo, aún cuando yo no quería hacerlo.
—¿Y en serio no te decepcionó que alguien a quien amas hiciera algo tan horrible como lo que yo hice? —cuestionó Rubí, sollozando —. Llevo años sintiéndome mal por eso, Avi. No merecen amar a alguien tan dañada y rota como yo. Y lo que les hice sentir esa tarde, yo...lo lamento tanto.
—¿Quieres saber qué sentimos Sanne y yo esa tarde?
Ella asintió con la cabeza, aún aferrada a él. Aviv olía a jabón y perfume de hombre, uno sútil que a duras penas si se percibia en verdad. Olía a algo que era familiar, seguro. Así que ella atesoró esa fragancia, la guardó en su subconsciente como un tesoro.
—Sentimos tristeza —habló él, acariciando ahora el cabello lacio de la chica —. Tristeza de que una niña tan maravillosa como tú prefirió ocultar sus problemas en esa sustancia antes que hablar con nosotros. Sentimos que te fallamos.
—Ustedes no me fallaron...
Yo me falle a mi misma, pensó.
Ella se falló y estaba tan decepcionada por eso.
—Ya, pero eso fue lo que pensamos, preciosa —continuó él —. Dimos por sentado el hecho de que sabías que tenías en nosotros dos pares de hombros fuertes para llorar, para desahogarte. Creímos que sabías que te sostendríamos, que te protegeríamos incluso de tus peores miedos...pero ese día descubrimos que no fue así. Recurriste a ese camino antes que a nosotros, lo que significó que no te dejamos claro lo que nosotros creíamos. Estabamos a tu lado, pero no te lo hicimos saber.
》Esa noche, te dejamos en tu casa y luego volvimos a nuestro apartamento. Creo que Sanne y yo nunca lloramos tanto como ese día, y mira que los dos hemos llorado bastante a lo largo de nuestras vidas. No estabamos decepcionados, Rubí. Jamás, jamás, podría estar decepcionado de ti. Eres mi familia, y la familia no se basa en decepción, se basa en amor. Yo te amo, demasiado. Tus decisiones no me decepcionaron, solo me demostraron lo mucho que te amo, porque juro que sentí que mi mundo se venía abajo una vez más cuando te escuché llorar esa tarde.
Sintió la mano de su tío pasar por su cabello hasta llegar a sus mejillas. Ahí, él posó con delicadeza sus pulgares sobre los pómulos de la chica y limpió lentamente las lágrimas que caían.
—Igual que siento parte de mi mundo desmoronarse ahora que te siento llorar una vez más —su voz era delicada. Grave, pero calmada —. Ahora sabes que tu no eres una decepción para tu familia ¿Cómo podrías serlo? Si eres una chica asombrosa, con un talento increíble y con una fuerza innigualable. Tomaste el camino equivocado, pero saliste de él ¿Sabes cuantas personas logran eso?
—¿Muchas? —preguntó ella, encogiéndose de hombros. Lo vio negar con la cabeza.
—Menos de los que imaginas, preciosa. Tú estás entre los pocos que salió adelante. Ya no eres adicta, Rubí. Ya no le perteneces a todos esos pensamientos que antes te hicieron enloquecer. Eres fuerte, y ahora te toca seguir avanzando.
—Se supone que es lo que estoy haciendo, pero no siento que voy a algún lado. Siento que sigo siendo el mismo manojo de nervios que sucumbió ante todo lo malo. No quiero volver a caer, Aviv. Pero no sé...No sé si pueda.
—Claro que puedes. Yo sé que puedes.
—Pero yo no lo sé...
Lloró un poco más, mojando la camisa de Aviv. Ya sabía que no quería caer de nuevo, estaba segura de que quería avanzar ¿Pero cómo? ¿Cómo lo hacía si no veía la fuerza que todos veían en ella? Lo único que ella veía en sí eran sus errores, sus detalles imperfectos que la hicieron perderse en primer lugar. Quería salir ilesa de todo eso, vivir sin sentir que estaba en pausa y buscar su felicidad.
Ahí, en los brazos de Avi, sentía un poco de esa alegría que tanto buscaba.
Ahí, con los que amaba, le había encontrado cierto sentido a una vida que creyó perdida.
Ahí, entendió que sus pétalos rojos habían sobrevivido a muchas espinas. Ahora debería buscar la forma de seguir viviendo...
—¿Sabes que creo yo? —dijo Aviv —. Que sí hay alguien decepcionada en esta historia, y esa eres tú. Entiendo que quizá esperabas más de ti, de la vida, pero esto es lo que hay. Ahora, te toca alzar la frente y seguir caminando, seguir avanzando. Hagas lo que hagas, no pongas tu vida en pausa, por favor.
》Sigue adelante y, cuando creas que no eres suficiente, mira hacia el pasado y ve todo lo que has superado. No te estanques en el dolor, que yo lo hice y perdí demasiado. Tú eres mejor que yo, preciosa.
—Dijiste que ya no estás decepcionado de ti mismo —habló Rubí, apartándose un poco del abrazo para ver esos ojos perdidos de su tío —. ¿Qué hiciste? ¿Cómo hiciste para encontrar la solución correcta entre tantas erróneas?
—Me permití amar otra vez —dijo, encogiéndose de hombros —. Dejé de lado el miedo a salir lastimado y me arriesgué a querer. Suena a que fue fácil, pero no tienes idea de todo lo que me ha costado.
—Sé que te costó —habló ella, sonriendo de lado —. Vamos, a duras penas si dices que nos amas a Caleb y a mi. También he notado lo mucho que te cuesta decirles eso a tus hermanas, y todas ellas dicen que antes lo hacias a diario. Es como si le hubieras agarrado miedo a la palabra ¿Ya no hay más miedo?
—Ya no, solo nervios. Supongo que es parte del camino...Te amo mucho, Rubí.
—Y yo también te amo, Aviv.
—¡Que lindo es saber que tienes sentimientos! —bromeó él, haciéndola reír —. Y ya que estamos aquí, hablando de avanzar y todo eso, quiero dejarte claro algo que no aclaré la última vez: estoy a tu lado, sobrina. Si necesitas llorar, derrumbarte, o desahogarte, voy a estar aquí; igual que lo están Sanne, Caleb y tus padres. Estamos a tu lado, en cada paso.
》Tu familia no te ve como una decepción, y pronto tu tampoco lo harás.
—Ahora te amo mucho más —aseguró ella, abrazándolo de nuevo —. Pero no le digas a nadie que no soy alérgica a los abrazos...
—Rubí, todos saben que no lo eres.
Ella volvió a reír, poco a poco sentía que las lágrimas se esfumaban y su sonrisa se volvía más y más amplia. Se dio cuenta de que era la primera vez que en realidad hablaba de lo que sentía con alguien de su familia, y se sentía increíblemente bien saber que tendría a alguien para sostenerla. Respiró hondo, retomando el aire que sentía que había perdido por años. Estaba decepcionada de sí misma, pero ellos no...
Y si ellos no estaban decepcionados, entonces podía encontrar la fuerza para verse como algo más que una decepción.
Volvió a reír cuando Aviv posó sus manos en el piano y tocó las teclas de derecha a izquierda, como hacía cada vez que queria payasear. Luego, comenzó a mostrarle la canción en la que estaba trabajando, y se sintió absurdamente bien tocar junto a él. No se sentía perdida, ni presionada ante las sensaciones que la imbadían. Solo se sentía alguien.
Y ese alguien viviría como merecía, se aseguraría de ello ¿Cuál era el primer paso en ese nuevo camino, el camino correcto? Cantar en público, desnudar su alma con una canción y enfrentar su miedo. Estaba aterrada, pero esta vez sabía que no caería en adicciones. Esta vez, acudiría a la ayuda de los que amaba.
—¿Y si añades un silencio en esta parte? —preguntó Aviv —. Capaz puedas cantar acapella, eso se te da muy bien. Luego, el piano regresa en el estribillo.
—¡Dios! ¡Eso quedaría genial! —exclamó ella, anotándolo de inmediato —. A veces siento que debiste ser productor musical, Avi, no un simple representante.
—Me gusta ser representante, me hace sonar importante.
—Claro, lo que digas.
—¿Hay sarcásmo ahí, enana?
—Para nada...
—Lo noté otra vez.
—Vaya, vaya —ambos escucharon una voz conocida en la entrada de la sala de estar. De inmediato, Rubí dirigió su mirada hasta ese lugar —. Que bonito resulta despertar con esta imagen.
Sanne se acercó a ellos con una sonrisa que facilmente podía hacerle competencia a la de Aviv. Por instantes, Rubí se preguntó qué era lo que tenía a sus tíos tan alegres, si tan solo ayer ambos estaban estresados y tensos como no lo habían estado en años. Sin embargo, la duda se esfumó en el instante en el que su tía se apoyó en el piano y extendió su sonrisa. Le gustaba toda esa alegría.
Ellos la merecían.
—Escuché un poco de la canción, me parece hermosa —aseguró ella, aunque Rubí ya sabía que todo lo que ella y Caleb cantaran le parecería hermoso.
—Rubí sabe hacer canciones deslumbrantes —habló Aviv, haciendo sonrojar un poco a la chica ante la verguenza —. Ha mejorado mucho. Al menos ya no hace sangrar mis oídos al tocar el piano como lo hacía cuando era una niña.
—¡Oye!
Sanne y Aviv rieron en sincronía. Ambas risas melodiosas, contagiosas y bonitas, mostrando lo felices que estaban. Rubí se dedicó a observarlos a ambos, sus tíos se veían maravillosos con sonrisas en sus labios. Su tía Sanne aún traía puesto su pijama, que constaba de un suéter viejo, probablemente robado de Aviv, y unos shorts. Su cabello voluminoso y rizado se mecía al compás de sus risas. Ella era hermosa, pero esa mañana se veía radiante.
Y Aviv, bueno, él se veía como no se había visto en mucho tiempo: completamente feliz.
—Entonces, ¿ya no estás portándote como un tonto, Everton? —cuestionó Sanne, terminando de reír —. ¿Estás feliz y no tendré que lidiar con un niñito caprichoso?
—Así es, solo mira lo feliz que estoy —aseguró él, regalándole la sonrisa más exagerada que podía hacer. Ella rió otra vez —. Lo lamento si ayer fui un idiota.
—Tranquilo, luego lo solucionaste —habló ella —. Y, por lo visto, estás cumpliendo tu palabra.
—Yo siempre cumplo, Sanne.
Miró de su tía a su tío, notando que estaban hablando de cosas que ella no sabía. Parecían tener una conversación a medias, en un código que solo ellos podían entender. Rubí entrecerró sus ojos hacia ellos ¿Qué estaban tramando?
—Buenos días —la voz de Caleb en medio de un bostezo se escuchó mientras entraba a la sala de estar. Restregó sus ojos y se fijó en todos —. ¿Y esta reunión matutina?
—Rubí escribió una canción asombrosa que creo que debería ser la que canten juntos en la presentación del álbum —habló Aviv, sorprendiendo a su sobrina —. Deja que te la muestre y practíquenla. Estoy seguro de que quedará increíble.
—Pero...—Rubí intentó hablar, pero Aviv se apresuró a cambiar el tema.
—Sanne, ¿al final vendrás conmigo? —preguntó, poniéndose de pie.
—Por supuesto —respondió ella, con una sonrisa aún más grande —. Mueve tu trasero y vamos a cambiarnos. Ya es tarde.
—¿Y a dónde van? —preguntó Caleb, confundido.
—A contratar guardaespaldas para evitar que vuelvan a atacarlos unos parazzi en futuras borracheras —soltó Aviv, logrando que Caleb se sonrojara y pasara una mano por su cabello despeinado, avergonzado —. Y luego haremos unas diligencias, así que no nos esperen para almorzar.
—Guardaespaldas, ¿eh? —se burló Rubí, anotando unas cosas en su cuaderno —. Así que ya somos así de famosos.
—Exacto —señaló Sanne. Parecía demasiado impaciente por salir de ahí —. Bueno, muévete, Everton. Me estoy haciendo vieja aquí.
—Voy, voy —habló él, rodándo sus ojos —. Ahora que lo pienso...niños, quizá tampoco deban esperarnos para cenar. Tenemos planes.
Sanne soltó otra risa, una genuinamente feliz que extendió la sonrisa de Aviv. Así, ambos se retiraron de la sala de estar y desaparecieron de la vista de los hermanos Carlton, quienes observaron con confusión a sus tutores. Esa estaba resultando una mañana muy extraña para ellos dos.
—¿Es idea mía, o esos dos se levantaron demasiado felices? —cuestionó Caleb, alzando una ceja en dirección a Rubí.
—Lo hicieron —respondió su hermana —. Algo esconden...¿Alguna idea?
—Joder, no —soltó él, pero terminó por soltar una risa —. Pero, lo que sea, espero que les dure. Creí que estarían cabreados conmigo toda la vida, pero lo que sea que les esté ocurriendo los tiene distraidos.
Rubí sonrío. Caleb no tenía idea de lo que Aviv había dicho, de que en realidad no podía enojarse con ellos por siempre, porque la familia no se basa en decepciones sino en amor. Ella tenía el presentimiento de que esa seria la clase de conversación que jamás se le olvidaría.
Que se le quedaría tatuada en el corazón.
—Ahora, muéstrame esa asombrosa canción —dijo Caleb, sentándose junto a ella en el taburete.
—Claro —ella se preparó en el piano. Pero, antes, vio con fijeza a su hermano —. Caleb...
—¿Si?
—Te amo.
Caleb frunció el entrecejo y la miró con sorpresa.
—¿Qué hiciste? —cuestionó él, haciendo que ella rodara los ojos.
—Tarado —ella lo empujó, logrando que riera.
—Ya, solo bromeo. Sabes que yo también te amo, hermanita.
Ella sonrío, satisfecha ante esa respuesta. Volvió a colocar las manos sobre el piano, dispuesta a sentirse alguien que poco a poco dejaba la decepción a un lado para confiar en sí misma. Tocó la primera tecla, su sonrisa se extendió.
Ya sabía que camino debía tomar...
—Bien, toquemos esta canción, hermano.
...
8:39 am
Cosas horribles:
1. Mi cara en las fotos...mis mejillas están muy rellenas.
2. Mis brazos...se ven muy fofos.
3. Mi cabello...es demasiado esponjado.
4. Mi estómago...está demasiado expandido.
5. Mis piernas...son feas.
6. Que Landon Allen me haya invitado a tomar un helado. Que triste que tuve que decirle que no...no quiero helado.
Eso había anotado en su "diario" minutos antes de pararse de la cama y comenzar a hacer abdominales en el suelo. No sabía porque lo hacía, porque le preocupaba tanto su cuerpo, pero cada vez veía más errores que quería eliminar ¿Cómo hacía Silene para que ser perfecta se viera tan fácil? Porque ella intentaba e intentaba, y todo empeoraba.
Se sentía incluso más gorda y fea que a inicios de verano.
Ya estaba cansada de tantos abdominales, pero continuó con su ejercicio. Jadeaba y sudaba, pensando en lo triste que fue decirle a Landon Allen que se sentía mal para no ir a tomar helado. Él le había gustado desde hace tanto tiempo...pero ya había decidido que no comería más dulce, y si iba para allá no sabría como negarse a todas esas calorías. Le dolió dejar escapar esa oportunidad con el chico que tanto queria, pero sin duda el helado sería peor.
Porque ya sabía que el helado de vainilla tenía 207 calorías en solo 100 gramos, y eso sonaba muy mal para ella. Sonaba como una abominación hecha números, así que debía esperar un poco para el amor.
Escuchó unos pasos en el corredor y detuvo su ejercicio al instante. Se lanzó en la cama y, en tiempo récord, fingió estar dormida. Para cuando sus padres entraron, ya las sábanas la cubrían y parecía estar en medio de un sueño profundo. No le gustaba mentir, pero se le estaba haciendo cada vez más fácil hacerlo.
—Sigue durmiendo —escuchó a su papá susurrar. Luego, su mamá suspiró.
—En serio no quiero guardárme más esto, Cal —dijo ella, sonando preocupada —. Menos ahora que Silene lo sabe.
—Tranquila, le diremos cuando ella despierte.
La puerta se cerró y supo que se había quedado sola. Entonces, se sentó y fijó su vista en el lugar en el que habían desaparecido sus padres. Su entrecejo se frunció y una repentina curiosidad se apoderó de ella ¿Qué sabía Silene que ella no?
Pudo haber esperado, fingir demensia y luego esperar a que sus padres se lo dijeran. Sin embargo, hablar con sus padres la llenaba de nervios últimamente. Sabía que les estaba mintiendo demasiado y eso la hacía sentir mal. La verdad, los estaba evitando lo más posible y esa vez no sería la excepción.
Así que tomó su teléfono y decidió escribirle a Silene:
Hey, ¿nos vemos esta tarde? Quiero trotar y necesito compañia《
Puso un par de emojis más y se dijo así misma que sabría lo que sea que estaban escondiendo sus padres por medio de Silene. Es decir, ¿qué tan malo podía ser? Sus padres jamás le habían ocultado algo serio y estaba segura de que esa vez tampoco sería algo grave.
Dejó el teléfono a un lado y volvió a pensar en todas las cosas horribles que anotó en su diario. Soltó un suspiro, sintiéndose decepcionada de sí misma por no ser tan bonita y perfecta como quería. Debía trabajar más duro, así que bajó de la cama una vez más y volvió a hacer abdominales en el suelo. Su estómago ya dolía, sus músculos estaban tensos, pero se dijo que todo ese sufrimiento era necesario.
Después de todo, Silene había dicho que para ser perfecta se deben hacer sacrificios, ¿no?
Siento que, tanto Rubí, como Aviv necesitaban este capítulo. Yo sabía que tarde o temprano tendrían esta conversación, solo que no sabía cuando y esta vez solo surgió ❤
¿Qué les está pareciendo?
Les dejo adelantos del siguiente capítulo y un aviso de que todavía faltan más de diez caps para terminar, así que agarrense que esto va para largo JAJAJA
Bien, ¡vamos con los adelantos!
— ¡Joder, me estoy quedando sin corazón en este instante solo por ella!
...
—¡Sal de esa cama ahora mismo, Adam Jeremy Blake Fitzgerald, o voy yo y te saco!
...
—No la conquistes...tú hazla enloquecer.
...
—Creo que es lo mejor para ambos...
...
—¡Dijiste que ellos eran perfectos!
...
¡Y eso es todo! Nos vemos en el siguiente capítulo...
Los quiero❤
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