Capítulo 22

Capítulo 22:
Planes brillantes
22 de junio

6:30 pm

Caleb no sabía rimar, o al menos eso creyó hasta que unos pocos versos salieron como sin permiso de su mente. Llevaba días con una melodía sin nombre atravesando su cabeza, algo muy nuevo en él. Generalmente, Rubí y Aviv se encargaban de componer y escribir sus canciones. Ahora, estaba viendo nacer una nueva, en una pequeña y arrugada servilleta que rescató de su comedor. Habían tachones atravesando su descuidada caligrafía, pero en realidad no se veía nada mal. Esa canción se veía prometedora, llena de sentimientos a los que aún les faltaba música. Por primera vez, él era el creador.

¿Y de dónde provenía esa repentina inspiración? Esa era una pregunta que él no quería responder, o al menos no en voz alta.

Vio a Silene entrar a la casa desde las amplias puertas que daban al patio. De inmediato, escondió el pedazo de papel en su bolsillo y fingió las mejor de las sonrisas para su princesa. Sintió un extraño pinchazo en el pecho a medida en la que ella se fue acercando. No quería admitir que lo que en realidad sentía era culpa...

...Culpa de que esa canción refugiada en su bolsillo no fuera sobre ella.

—¿Qué haces, cantante? —cuestionó ella, apoyándose en la mesa. Le sonrió con coquetería, de la forma en que lo hacía siempre que exigía una respuesta honesta.

—Nada importante —respondió él, tomándola por la cintura aún sin levantarse de la silla. Levantó la mirada y le sonrió. Generalmente, el truco de Silene funcionaba y él decía la verdad. Sin embargo, Caleb se mantuvo fuerte esta vez. No podía confesar, la honestidad no era una opción —. Te ves hermosa hoy.

—Siempre me veo bien, tonto —soltó ella, tomándolo por el mentón sin dejar de sonreír. Silene no era la única que sabía manipular entre los dos. Leb conocía lo suficientemente bien a su novia como para saber que los cumplidos la distraían, eran su talón de Aquiles. Con ese simple comentario, la curiosidad de la princesa se esfumó y volvió a la normalidad —. Tu también tampoco te ves nada mal, cantante.

—Eso es porque debo estar a la altura de mi princesa.

Él era mucho mejor en ese juego de lo que ella imaginaba; tan bueno que Silene ni siquiera notaba que él era capaz de distraerla de esa forma. Caleb se levantó de la silla sin soltar su cintura y la besó con la pasión necesaria como para borrar cada rastro de duda que le quedaba en la mente. Con sus labios sobre los de ella, la princesa Osbone se sentía hermosa y perfecta; se sentía deseada por un chico ideal, lo que la convertía en una chica ideal.

Leb hizo del beso mucho más fuerte, más profundo. En un momento, no sé decirte cual, ese gesto apasionado dejó de ser un método de distracción y se convirtió en un arma para convencerse a sí mismo de verdades que su corazón no quería creer.

Silene besaba bien, jodidamente bien, y eso pensaba él mientras tenía sus labios sobre los de ella. Sentía el palpitar en su pecho, fuerte y constante, todo eso provocado por los besos de su princesa. Le encantaba...entonces, ¿por qué se esforzaba tanto en convencerse que estaba perdidamente enamorado de ella?

—Niños, manténgalo en clasificación infantil —escucharon una voz conocida aún en medio del beso. El calor y la tensión entre ellos había escalado tan solo con ese juego de labios, pero se separaron para observar a Cloe. Ella tenía una sonrisa divertida en el rostro y ambas manos en sus caderas —. Aquí hay bebés presentes que no pidieron ser testigos del romántico encuentro entre sus salivas.

—Cloe... —Silvana, que estaba cerca junto con su esposo, se unió a la conversación. Observó a la joven pareja y les sonrió —. Los niños están en el patio, así que no molestes a estos dos.

—¡Pero es divertido hacerlo! —carcajeó la castaña —. Además, como el nerd no está, yo soy la encargada de proteger a su hermanita.

—No sabía que, con veinticinco años, necesitara protección —soltó Silene, tomando la mano de Caleb. Ambos se veían sonrientes y enamorados.

—No la necesitas, te repito que lo hago por diversión —ella le guiñó un ojo —. Ahora, a lo que venía: necesito ir a la cocina por una cebolla.

—Mi tía Sanne me advirtió que jamás te dejara cerca de la cocina... —señaló Caleb. Ella rodó sus ojos azules.

—Lo sé, mi esposo tampoco me deja. Estoy en una misión secreta y ustedes son cómplices. Los quiero callados, o llamaré a Derek y le diré lo cerca que los vi hoy.

—¿Es una amenza?

—Lo es, así que calladitos. No van a frustrar mi fabuloso plan para que mis hijos dejen de ladrar.

—¿Por qué necesitas una cebolla para calmar a tus hijos? —preguntó Cameron. Sin embargo, no obtuvo respuesta porque Cloe se dió la vuelta y corrió hacia la cocina.

Una vez más, Caleb había invitado a sus familiares para animar a las personas que más amaba en el mundo. A su tía Sanne y a Aviv los veía bien, charlando con cualquiera que se les cruzara en el camino. Esas últimas semanas los había notado un poco tensos. Se callaban cuando Rubí y él aparecían, susurraban más de lo normal y parecía que algo escondían. No estaban siendo ellos últimamente, se veían más distanciados. Sin embargo, Leb sabía que incluso los mejores amigos pelean. Creyó que eso era lo que estaba ocurriendo y al parecer la solución de juntarlos con sus otros amigos estaba dando resultado.

A quien no podía ayudar era a Rubí.

Estaba en su habitación, llevaba ahí toda la tarde y parecía no tener intenciones de salir. Su hermana comenzaba a adaptarse a la vida en L.A, pero aún así no recuperaba su sonrisa de antes. Ni siquiera con el álbum, cosa que la tenía tan emocionada como él, consiguió hacerla sonreír tanto como sonreía la antigua Rubí ¿Y si no podía recuperar a su alegre hermanita? ¿Y si fallaba en su trabajo de hacerla feliz?

Tenía miedo por ella, pero decidió enfocarse en su tía Cloe y en su alocada idea que incluía una cebolla.

—Cloe, no creo que sea buena idea...—soltó Silvana, aunque ni siquiera estaba clara de la idea de la chica.

—Cállate y haz guardia —siseó ella, tomando el cuchillo de cocina que Caleb le indicó, la cebolla y la tabla de picar —. Revisa que no venga...

—¿Cloe?

Pero fue muy tarde. Para cuando se dió cuenta, tenía los ojos de su esposo sobre ella y su "secreto" salió a la luz. Escondió el cuchillo en su espalda, a modo de "ocultar la evidencia", pero de nada le sirvió. Gabe ya la había visto, al igual que Donovan y Adam que tan solo habían ido por más bebidas.

—Hola, narciso —dijo ella, con una voz de inocente —. Te ves bien hoy.

Buen intento, pero no a todos les funciona eso de distraer con cumplidos.

—¿Qué haces en la cocina? ¡¿Planeas matarnos a todos?! —exclamó él, acercándose a su esposa —. Creí que acordamos que, por el bien de la humanidad, tu no volverías a cocinar.

—Que exagerado eres —soltó ella —. No lo hago tan mal.

—Intoxicaste a Derek una vez —recordó Adam —. Y creo que convertirse pasta en carbón, cosa que todavía no entiendo como sucedió.

—Sin mencionar que casi quemas mi casa —señaló Donovan —, dos veces.

—Eh...podemos pedir comida rápida, tía Clo —se apresuró a decir Caleb, tras escuchar esa información.

Ella soltó un resoplido y los observó a todos con su entrecejo fruncido. Luego, miró hacia el techo y negó con la cabeza, como si se sintiera decepcionada de que ellos no la entendieran. La verdad, es muy difícil comprender a alguien con sus ideas.

—¿Quieren calmarse? No pienso cocinar —soltó ella, retomando su lugar en la cocina —. Solo picaré esta cebolla.

—¿Para qué? —preguntó Adam. Esbozó una sonrisa divertida, sabía que la respuesta no seria algo normal. No viniendo de Cloe.

—Es parte de mi plan para que mis hijos dejen de ladrar.

—Ah, claro. Entonces déjame ver si entendí —Gabe se colocó junto a ella. Era mucho más alto que su esposa, así que ella debió levantar la mirada para verlo a los ojos —. ¿Tu grandiosa idea incluye una cebolla, un cuchillo afilado, y a mis hijos?

—Basicamente.

—¡¿Y quieres que me calme, Cloe?!

—Mira, no sé tu, pero estoy harta de que los mellizos gruñan y muerdan los muebles. Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas y muy alocadas, yo te estoy dando una. Tú confía en mi, narciso. Ya verás como recuperamos a nuestros hijos con esto.

—Yo confío en ti, lo que me aterra es esa mente tuya que a veces se excede con respecto a la locura.

—Amas a esta mente, así que déjala trabajar. Me lo agradecerás luego.

Ella le guiñó un ojo y comenzó a picar la cebolla con total normalidad. Gabe la observó, entre angustiado y curioso ante la inentendible idea de su esposa. Intentó pedirle que se detuviera varias veces, pero ella solo continuó con su tarea de rebanar y pelar aquel tubérculo. Él volteó hacia los presentes, esperando algo de apoyo, pero nadie parecía querer detener a la castaña. Todos querían llegar a conocer los resultados de otra de sus locas ocurrencias.

Pasaron los minutos, los ojos azules de Cloe se llenaron de lágrimas, su nariz y mejillas se enrojecieron, todo producto de la cebolla. Se apresuró a tomar a Gabe por el brazo y prácticamente lo arrastró hasta el patio. Los demás, los siguieron, esperando ver el desenlace de esa peculiar historia.

—Tú sígueme la corriente, narciso —le susurró ella, con la mirada fija en el camino.

—Es lo que he hecho desde que nos conocemos, loquita.

Las risas de Lavanda fue lo primero que escucharon al llegar al pequeño rincón en el que los tres niños más pequeños de esa "familia" estaban jugando. Los mellizos ladraban y fingían seguir sus colas, cosa que tenía a su amiga entretenida, pero a sus padres hartos. Lilian, quien hasta el momento había estado vigilando a los bebés, encontró la mirada llorosa de su amiga y la miró confundida.

Años conociéndola y seguía sorprendiéndose por las locuras de su mejor amiga.

—Eh, ¿todo está bien? —cuestionó, notando que además la habían seguido varias personas hasta el lugar.

—¡No! ¡No estoy bien! —soltó Cloe, fingiendo un sollozo —. Estoy triste...

Gabe ladeó la cabeza, intentando comprender lo que ocurría y cual era su papel en el plan de su esposa. Ella lo fulminó con la mirada, dándole a entender que debía seguirla en su dramatización.

—Dije —soltó ella, en dirección a él —: ¡Estoy muy triste!

—Oh, sí, claro —él sacudió su cabeza e intentó seguirle el juego —. Y, ¿por qué estás triste, loquita?

—¡Porque mis hijos se fueron!

Harley y Holden dejaron de jugar para observar a su madre. En el momento en el que notaron lágrimas en sus ojos, se alertaron. Gatearon hasta ella, tan angustiados como unos niños de cuatro años pueden estarlo. Unos pucheros nacieron en sus pequeños labios y comenzaron a rogar porque esa tristeza en la mirada de su mamá cesara...Pero lo hicieron con pequeños llantos de perro.

—¿Ves? Harl y Hol se fueron y solo quedaron estos perritos —sollozó Cloe. Su tristeza se veía demasiado real gracias al efecto de la cebolla —. ¡Mis huracanes ya no están y los extraño!

—No puede ser...—soltó Gabe, impresionado ante la táctica de su esposa. Ella lo codeó para que continuara. Por primera vez en semanas, tenían la completa atención de los mellizos —. No me gusta verte llorar, loquita. Sé que a ellos tampoco les gustaría verte así. Si tan solo supieran lo triste que estás...

—Pero no lo saben porque solo nos dejaron estos perritos —soltó ella, señalando a sus hijos —. Los perritos ni siquiera hablan, solo ladran y persiguen sus colitas. Yo extraño las risas de Hol, los chistes de Harl...¡Pero mis huracanes se fueron y yo estaré triste toda la vida!

Pronto, la pequeña actuación de Cloe se convirtió en una orquesta de sollozos por su parte que llamó la atención de todos los invitados. Fingía llorar y gritar, cada grito más real que el anterior. Lavanda se asustó al ver a su tía de esa forma y corrió hasta los brazos de su madre por un refugio de toda esa locura. Lilian observó que los pucheros de los mellizos se hacían cada vez más pronunciados, y sus mejillas se sonrojaban de a poco. Comenzó a preocuparse por el desenlace de ese plan.

—Cloe, quizá deberías...

—¡Ay, descorazonada! ¡Extraño a mis bebés! —la detuvo, llorando con más fuerza —. Tú tienes a Livi, a Lid, a Drew...¿Y yo a quién tengo? ¡Solo a un par de perros y a Gabe! ¡Que triste!

—Oye —se quejó su esposo, pero ella no le hizo caso.

—Mami —Lavanda se aferró al cuello de Lilian —. Los llizos van a llorar.

Lavanda llamaba a los mellizos llizos porque, a pesar de que era una niña muy inteligente para su edad, tres años era muy poco para poder decir palabras tan complicadas. Aún así, las palabras de la niña no estaban lejos de la realidad. Parecía que Holden y Harley estaban al borde de llorar.

—Cloe, deberías detenerte —le recomendó Lilian.

—Sí, loquita. Creo que con esto fue suficiente.

Pero no les hizo caso. Se tiró al suelo de rodillas y tomó su pecho, sollozando con aún más fuerza. Entonces, los mellizos no lo aguantaron más. Intercambiaron miradas y, en un acuerdo silencioso, los hermanos acordaron que les dolía ver a su mami así. Gatearon hacia ella, pero como un par de bebés asustados, no como dos perritos.

—Mami —Holden fue el primero en hablar. Gabe se impresionó al instante, no hubo ladridos de por medio —. Mami, aquí estamos. Ya no llores.

—Ya no perritos —dijo Harley, dando a relucir su puchero —. Ya no lágrimas, porfi.

—Increíble —susurró Donovan —. ¿Quién lo diría? Funcionó.

—Aquí estamos, mami. Harl y Hol.

Ambos se acercaron a su mamá, rogándole para que los escuchara. A Gabe se le escapó una pequeña sonrisa, la locura de su esposa trajo de vuelta a sus hijos y alejó los ladridos.

Lástima que no se detuvo ahí:

—¡Ay, es como si pudiera escucharlos! —continuó Cloe —. ¡Mis bebés no están!

—Mami, aquí estamos —insistió Holden, tomando la cara de su mamá. Ella no paró su llanto —. ¡Mami!

—¡Papi, mami llora! —gritó Harley, con su vocecita quebrada. Corrió hasta Gabe y se aferró a sus piernas —. ¡No quiero lágrimas!

—Lo sé, nena —respondió él, agachándose para tomarla en sus brazos —. Cloe, creo que...

Pero fue interrumpido por unos sollozos, esta vez verdaderos y provenientes de sus dos hijos. Cloe detuvo su llanto fingido, notando la sincronía aterradora en la que se lamentaban sus bebés. Quizá la dramatización se le había salido de las manos...

—Ay no...—ella tomó a Holden y lo abrazó fuerte, acurrucándolo en su pecho. Se le encogió el corazón al ver los ojitos verde azulados de su hijo ahogándose en lágrimas, y sintió que algo en ella se quebró al ver las mejillas sonrojadas de Harley. Su locura llegó demasiado lejos —. Olvídenlo, mami ya los ve. No lloren, huracanes ¡Estoy aquí!

Pero ellos siguieron sollozando y haciendo un escándalo que terminó por asustar aún más a Lavanda. Pronto, se escuchó el llanto de tres bebés que provocó que más de uno cubriera sus oídos. Cloe observó todo el panorama, sintiéndose desamparada. No quería escuchar a sus hijitos llorar.

—Dime, ¿esto era parte de tu plan? —preguntó su esposo, meciendo a Harley para calmarla. Sin embargo, parecía que Cloe ya no lo escuchaba.

—No, por favor, no lloren —les rogó Cloe —. Lo siento, lo siento...Mami lo siente mucho....

—¿Loquita?

Lo próximo que supo Gabe fue que los ojos azules de su esposa se llenaron de lágrimas reales y sus sollozos dejaron de ser fingidos. Ella abrazó con más fuerza a Holden, dolida por haberlo hecho llorar. Su plan funcionó, los mellizos ya no ladraban...Pero los prefería actuando como perritos a verlos con lágrimas en sus pequeños ojitos.

Gabe observó el panorama, los llantos de sus hijos y el de Lavanda se escuchaban fuerte y retumbaban en su tímpano. Mientras, el llanto más calmado, pero constante, de su esposa, acompañaba todo ese concierto de sollozos al que no supo como reaccionar ¿Cómo fue que el plan que inició con una cebolla pudo terminar en eso? Vio a Cloe, con sus mejillas sonrojadas, lágrimas cayendo sobre ellas, y aferrada a Holden. Entonces, no pudo hacer otra cosa más que reír.

—¡No te rías! —exclamó ella, hipando ante el llanto —. ¡Nuestros bebés lloran, Gabe!

—Y la mía también —se quejó Lilian, meciendo a Livi en sus brazos —. Magnífico plan, Cloe.

—Lo siento...Creí que iba a funcionar —sollozó ella.

Escuchó a Gabe reír otra vez, ahora con más fuerza. Harley también quedó confundida ante esa risa, así que, entre llanto, observó con confusión a su papá.

—¿Que es gracioso, papi? —preguntó ella, intentando limpiar sus lágrimas. Él la ayudó y terminó por acariciar sus pequeñas y sonrojadas mejillas con cariño.

—Tu mamá está loca —soltó él, entre carcajadas —. Tu hermano y tu también lo están. Mi familia entera esta loca.

—No ayudas, narciso —se quejó Cloe. Lo que no esperó fue que Gabe se acercara a ella, cargando a Harley, y dejara un beso en su mejilla por más lágrimas que tuviera.

—Yo amo esta locura. Agradezco cada día que tengo, aunque hayan lágrimas o ladridos. Son lo mejor que me ha pasado...Y lo más divertido.

—¡Aw! ¡Ahora lloraré mucho más!

Ella lo abrazó, aún llorando. Él, entre risas, la tomó a ella y a sus hijos con sus brazos y les permitió secar sus lágrimas en su camisa. Caleb sonrió, eran una imagen muy bonita, aunque alocada. Escuchó a su tía Sanne reír muy cerca; fue una risa sutil y alegre:

—Que bonito les queda el amor a ellos dos, ¿no? —dijo, y supo que se lo estaba diciendo a su tía Dalia cuando escuchó la respuesta.

—El amor le sienta de maravilla a aquellos que están hechos el uno para el otro, Sanne —soltó la pelirroja.

Caleb se lamentó por haber escuchado eso en el instante en el que lo hizo. Volteó un poco para observar a su princesa, quien sonreía en dirección a la pareja en el suelo. Ella era hermosa, estar con ella se sentía correcto y juntos se veían perfectos. A ellos dos, el amor les quedaba de maravilla...

Entonces, ¿por qué la canción en su bolsillo no era sobre ella?

Y, por temor a encontrar una respuesta, buscó su mano y la tomó con delicadeza. A ellos el amor les quedaba bonito y quería que así se mantuviera.

...

Rubí sabía como no escuchar escándalos, así que todo lo que ocurría en la planta inferior de su casa era ajeno a ella. Tras horas componiendo esa canción que parecía haber salido directo de lo más profundo de su corazón, sintió hambre y decidió salir de su habitación.

No te confundas, los amigos de su papá le parecían buenas personas y no le molestaban las reuniones que solía hacer Leb, sobre todo porque Sanne y Avi siempre se veían felices al hablar de ellas. Sin embargo, ella nunca bajaba por...miedo. Estaba acostumbrada a encerrarse en sí misma, a ocultarse de la gente y de sus preguntas. Temía que, al salir con todas esas personas, se sintiera expuesta, extraña, diferente...

Nadie en esa feliz familia tenía sus demonios. Entonces, ¿qué le aseguraba que la quisieran a pesar de todo?

Salió tarareando la canción en su mente, creyendo que ya se habían ido todas esas personas que podrían mirarla con resentimiento, o incluso odio, si se enteraban de su verdad. Cuando cantaba, se sentía menos culpable por cargar los recuerdos que cargaba. La música era lo único que callaba sus temores, así que no lo pensó dos veces cuando sus tarareos se volvieron más fuertes y entonó esa estrofa que recién había escrito: 

A path of addictions brought me here,
and I wrote a song that he will hear.
He's the wrong one, my heart is clear,
but I'll send him a rose and all my red dreams. [1]

Sonrío entre su canto, feliz de como se escuchaba. La acústica de la casa la ayudaba, así que alzó su voz y alcanzó unas notas altas en el estribillo. Su alma se sentía libre, como si la adicción que necesitaba era esa: una adicción por notas musicales bien entonadas. 

Bajó las escaleras, aún cantando. Con cada peldaño, se desafiaba con una nota diferente. Ojos cerrados, voz preparada, y las letras de su canción saliendo desde su corazón hasta su garganta. Se sentía tan libre, tan ella, tan alejada de la chica que perdió entre adicciones y aún más lejos de la que fue cuando vagó en las calles en busca de aquel polvo con el que tenía pesadillas. No era ni la Rubí de cabello rojo que intentaba con todas sus fuerzas verse mayor, ni era la pequeña niña de cabello azabache y sonrisas que fue alguna vez. Era distinta, una versión de ella que solo conocía cuando sus cuerdas vocales alcanzaban notas impresionantes...

Era música hecha persona, era pasión y letras que esperaban escribirse todavía.

Llegó al último peldaño y sintió como de su garganta escapaba una nota alta que le hizo temblar el corazón. El mundo a su alrededor desapareció, todo se redujo a ella y a su voz. Tenía tantas ganas de experimentar, de conocer a la Rubí que aparecía solo cuando cantaba...

—Vaya...

Pero se dio cuenta de que no estaba sola...

Cuando abrió los ojos, se encontró con todas esas personas a las que no llamaba familiares por temor a salir lastimada. Parecían estar rodeando a los tres más pequeños. Quizá intentaron calmarlos en algún momento, o al menos eso supuso al ver que sus mejillas estaban muy sonrojadas y sus ojos hinchados. Sin embargo, cualquier rastro de llanto se detuvo gracias a su voz. Ahora, tenía tantos ojos sobre ella que solo pudo sentir nervios.

Su corazón se aceleró, sus miedos florecieron, y apareció una versión de Rubí a la que le tenía miedo: una que se dejaba llevar por sus nervios.

—Dios, Rubí...—soltó la mujer que conocía como Cloe; era amiga de su papá —. Eso fue...

—¡Impresionante! —exclamó uno de los niños, Drew; a él podía recordarlo —. ¿Por qué no nos habías dicho que tu también cantas?

—Yo...Eh...

Caleb, Sanne, y Aviv entraron en un shock temporal tras escuchar la voz de Rubí luego de tanto tiempo sin oírla cantar en público. Los tres sabían que, desde hacía un tiempo, cantar frente a personas la ponía nerviosa; los nervios siempre fueron su peor enemigo. Sin embargo, su voz era tan melodiosa, tan única, tan bonita, que no pudieron evitar esbozar una sonrisa. Creían que tenía un don que debía ser escuchado. Finalmente, un rastro de ese talento había salido a La Luz.

—Creí que se habían ido —soltó Rubí, como un pequeño susurro.

—Pues, aquí seguimos —soltó Adam, sonriendo —. Cantas muy bien, niña.

Sus mejillas comenzaron a arder tanto que no le cupo duda alguna: estaba sonrojada. Bajó la mirada, esperando desaparecer de alguna forma, pero no lo logró. El hecho de que él la escuchara lo hizo todo aún peor. Sus nervios florecieron aún más, hasta convertirla en un gran jardín de angustias. Necesitaba su escudo usual, ese al que llamaba indiferencia y Silene conocía como "actitud de mierda". Sin embargo, no encontraba la fuerza para armar sus defensas.

Demasiadas miradas sobre ella, como en las calles de Londres aquella vez...Se sentía débil, expuesta, nerviosa. Era una Rubí que detestaba.

Sintió a alguien halar de sus pantalones. Al bajar la mirada, se encontró con un par de ojos café y unas pequeñas mejillas sonrojadas. Esa niña era demasiado parecida a Silene...

—Otra vesh —le pidió Lavanda. La observaba con admiración y sorpresa en su mirada —. Canta, porfi.

Era muy tierna. En su voz, se notaba que en serio deseaba que cantara una vez más. Sus ojos brillaban y la observaban con espectación, era encantadora. Sin embargo, Rubí sabía que no podría cantar de nuevo...no con tanta gente.

Buscó apoyo, alguien que la sacara de ese apuro. Encontró la mirada de su tía, le hizo saber lo desesperada que estaba por salir de ahí con tan solo sus ojos. Entonces, Sanne salió del shock y se acercó hasta Rubí. Cargó a Lavanda en sus brazos y le dedicó una tierna sonrisa.

—Rubí no quiere cantar más, Livi —le explicó.

—Pero...—la pequeña hizo un puchero y dirigió su mirada a la chica de cabello pintado —. Fue bonito. Quiero oír otra vesh.

—Aviv o Leb pueden cantar para ti —Lilian se unió a eso. No conocía las verdades de Rubí, pero decidió alejar a sy hija en el momento en el que vio tanto pánico en la cara de la adolescente —. Ellos te agradan ¿Cierto, Livi?

Lavanda asintió con la cabeza, pero el puchero en sus labios no desapareció. Suspiró con pesar y sus ojos, redondos y llamativos, pasaron de estar brillantes de emoción a estar apagados y tristes. Rubí quedó impresionada, esa niña tenía una mirada demasiado expresiva detrás de sus largas pestañas. Incluso, llegó a sentirse un poco culpable por privarla de algo que quería.

Pero no cantaría en publico, no lo haría...

Cristal, Malory, Easton, Tyler y Lid entraron a la casa justo en ese momento ¿Qué habían estado haciendo? Ocurrencias que solo entenderían los tres terremotos, quienes arrastraron a las otras dos chicas con ellos. Cris notó la repentina tensión en el ambiente, no tardó en darse cuenta de que todos observaban a Rubí. Ella se veía incómoda, con sus mejillas del color de su cabello. De inmediato, sintió que algo no estaba bien.

—Hola —dijo, haciéndose notar entre sus muchos familiares —. ¿Qué sucede?

—Rubí canta de pu...perdón, canta muy bien —explicó Adam, sin poder apartar su mirada de la adolescente desamparada al pie de la escalera —. Tan bien, que Lavanda quiere escucharla de nuevo. Lástima que se negó.

—¿Le dijiste que no a Livi? —cuestionó Tyler, Rubí asintió levemente —. ¿Y cómo es que tu corazón sigue intacto?

—Con esa carita, es imposible no hacer lo que quiere —acotó Easton.

—¿Ves, mamá? Te dije que papá no es el único que la consiente —soltó Lid, observando a sus amigos con diversión —. Como sigan así, harán de mi hermanita una malcriada.

—Un momento, esperen —Cris detuvo toda conversación y observó a Rubí con sus ojos bien abiertos —. ¡¿Cantaste y yo no estuve aquí para escucharlo?!

Rubí tomó aire, intentando mantenerse fuerte ante todo eso. Quería huir, escapar, refugiarse en su habitación y no salir; quería perderse y que nadie la encontrara...quería cosas que sabía que estaban mal, pero era imposible no quererlas muy dentro de su corazón. Parpadeó un par de veces, para evitar lágrimas que intentaban salir de sus ojos. Entonces, se obligó a buscar la fuerza que necesitaba para su escudo.

Se obligó a ser la Rubí que había construido para evitar preguntas que no quería responder.

—No sé que miran todos —soltó, seca —. ¿No tienen nada mejor que hacer? Podrían, no sé, fingir que son una familia en lugar de hacer tanto escándalo por una estúpida canción.

—Directa y grosera, como siempre —bufó Silene.

—Apuesto que eso es lo que ves cuando te asomas al espejo Silene —respondió ella —. Buena acotación, pero nadie te lo preguntó.

—¡Rubí! —exclamaron Aviv y Caleb, al mismo tiempo.

Ella soltó un resoplido, molesta porque aún había demasiada atención sobre ella. Sentía una especie de picor recorrerla desde la espalda hasta la nuca, quería detenerlo porque sabía que eso solo era ansiedad esperando a tomarla por el cuello y asfixiarla cuando estuviera desprevenida. Chocó con la mirada esmeralda de Cris, quien no comprendía porque estaba tan extraña. Sin quererlo, le permitió a la pelirroja ver el huracán de sentimientos que tenía atrapado en su interior.

—Rubí...—intentó tomarla por el brazo, hacer algo para animarla, pero no lo logró.

—Voy a comer.

Se retiró del lugar con un paso apurado, uno que siguió el compás de los nerviosos latidos de su corazón. Al llegar a la cocina, tuvo que ahogar un grito frustrado. No quiso cantar frente a tantas personas, no quiso exponerse cuando sabia que su interior estaba podrido. Se sostuvo de la encimera, sintiendo que perdía las fuerzas.

Estaba mal, muy mal, porque quería calmar la ansiedad con algo que no tenía...

—Ellos no son malas personas —escuchó la voz de Sanne, dulce y comprensiva. Se escuchaba como casa, como seguridad y agradecía que la hubiera seguido —. Sé a lo que le temes, preciosa, pero ellos no lo harán. Confiar es un proceso complicado, pero te aseguro que no te arrepentirás si les das una oportunidad.

—No es solo eso —suspiró —. Leb es al que le corresponden los reflectores, la atención...A mi no.

—Entonces, no cantes bajo unos reflectores —escuchó la voz de Cris, quien al parecer también la había seguido. La pelirroja se acercó a ella y le dio una amplia sonrisa.

—Cris, no es...

—Titi Sanne, ¿podríamos hacer una fogata afuera? —le preguntó —. Mi tito Gabe, Cam y Adam suelen hacerlas cada vez que vamos a casa del tito Don y la titi Dali. Saben lo que hacen. Además, es divertido.

—Yo...—Sanne observó a la niña, un tanto confundida —. No veo porque no podrían hacer una fogata.

—Genial ¿Puedes ir a decirles, por favor?

—Eh...Claro.

Sanne salió del lugar, dejando a las dos chicas solas. La mente de Cris jamás había sido tan caótica, pero todavía estaba lo suficientemente bien como para intentar a ayudar a quien ya veía como una amiga. Para eso, tenía un brillante plan.

—¿Qué planeas, Cris? —preguntó Rubí, cruzándo sus brazos.

—Me parece muy injusto el hecho de que soy la única que te ha pedido amablemente ecucharte cantar y, aún así, no te oí —soltó ella, imitándola —. Pienso luchar por lo que pedí, Rubí.

—No —se apresuró a decir —. No, Cris...No sabes lo que me cuesta...Yo...

—Inténtalo —le dijo, tomándola por los hombros. Rubí era tan solo unos centímetros más grande que ella, así que era muy poco lo que debía alzar la vista —. Los tenías maravillados, Rubí ¡A todos! Inclusive a Adam.

—Mencionarlo no ayuda...

—Lo hace ¿Sabes por qué? Te estoy diciendo a la cara lo que tú no quieres ver: tienes el potencial de impresionar incluso a aquellos que son tu debilidad. Puedes hacerlo, Rubí.

—Tu no sabes nada, Cristal.

—Y tu tampoco lo sabrás si te sigues callando de esa forma.

Gabe y Adam aparecieron en la cocina, indicándoles que estaban listos para preparar la fogata que Cris solicitó. Cristal veía en los ojos de Rubí una gran cantidad de sentimientos mezclados: miedo, culpa, vergüenza...Y no lo entendía. Quería que ese par de ojos claros dejara de sentir tanto y pasaran a ser solo pasión y música. Supo entonces que eran más amigas de lo que creyó.

Quería verla feliz, no con terror. Solo buenas amigas están ahí en ese duro viaje para superar los miedos más profundos.

—¿Lo escuchas? Es el mundo pidiéndote que cantes —soltó Cristal —. No puedes callar al mundo.

—No es el mundo, eres tu —soltó Rubí.

—Soy yo hablando por el mundo —contraatacó la pelirroja, entrelazando su brazo con el de Rubí para empujarla a caminar —. Así que vamos.

—Aún no entiendo lo que planeas...

—Dijiste que no cantas bajo la luz de los reflectores, ¿cierto?

—Ajá...

—Bueno, pues no lo harás.

Salieron al patio, a lo lejos se veía como Adam, Gabe y Cameron comenzaban a armar una fogata. Habían risas, se escuchaban voces animadas. Vió a su hermano con su guitarra, junto con Aviv parecían estar preparándose para tocar alguna melodía que Sanne escuchaba de cerca. Levantó la mirada, y se encontró con un firmamento de estrellas observándola.

Como espectadores esperando el inicio de un show.

—Hoy, Rubí Carlton, cantarás frente a la luz del fuego y el calor de personas que te aprecian —soltó Cristal —. Y no lo digo yo, lo dice el mundo. Te está pidiendo que cantes y que lo impresiones, así que ni se te ocurra ignorarlo.

Y quiso defenderse, decir algo que la contradijera. Sin embargo, con las estrellas brillando sobre ella y la brisa con olor a mar siendo intrusa en sus fosas nasales, parecía que Cristal tenía razón: el mundo le estaba pidiendo que no se quedara callada, que cantara para encontrar a esa versión de Rubí que solo encontraba en canciones.

Las estrellas y el viento la estaban obligando a cantar, y el mundo tendría que escucharla superar sus propios miedos...

Red song
Por Rubí Carlton

Sueños rojos, labios quebrados
Mis pulmones olvidaron como respirar,
Ojos abiertos, hojas secas
Mi corazón duele a cada latir.

Pétalos rojos son todo lo que veo...(BIS)

Una canción roja me trajo aquí,
A un jardín que nadie puede ver.
Soy solo yo, yo, yo...
La única que ve,
La única que sabe sentir.

CORO:

Rosas rojas llenas de espinas,
Cántenme su canción rota.
Enseñenme esa melodía tan suya,
Esa que las rosas le cantan a las espinas.

Uh, uh, esa canción rota...
Uh, uh, ¿Alguien más verá las espinas?...

Corazón rojo, una nueva cicatriz,
Me enamoré del chico equivocado.
Latidos acelerados, nuevo miedo,
Dime como escapo de sus ojos azulados.

Un camino de adicciones me trajo aquí
y escribí una canción que sé que él va a oír.
No es el indicado, mi corazón está más que claro,
pero le enviaré una rosa y mis sueños de rojo pintados.

Continuará...

...

Capítulo dedicado a FraninmC. Gracias por tu apoyo y por tus palabras tan entusiastas. No sé si Primavera Eterna se llegue a publicar en papel algún día (recemos porque sí), pero jamás me olvidaría de las personas que me hicieron llegar hasta aqui: mis lectores. Los adoro a todos, así que no dudes de que siempre los tendré muy cerca en mi corazón. Espero que te gustara el capítulo, ahora ya sabes que los Bacher son una familia alocada de los que me encanta escribir jajajajaja

Por cierto, dijiste que amabas a Derek en tu comentario. Todas lo amamos JAJA ❤ Lástima que no sale en este capítulo, pero tenía que darle oportunidad a otros personajes. Pronto hablaré de él.

Recuerden que si quieren que les dedique capítulos, deben decirmelo en un comentario :)

Y...¿Qué opinan del capítulo? Mejor dicho, ¿qué opinan de la historia en general? Espero que les este gustando...

Chaíto, los amo❤

Pd: cuídense mucho. Lo he dicho demasiado, pero es necesario. Cuiden de su salud por su bien y el del resto❤

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