Capítulo 19 (parte 2)

Capítulo 19: 

Barreras y bombas (parte 2):

19 de junio

12:13 pm

La cabeza de Elise no era tan silenciosa como su boca. Más bien, era ruidosa, desastrosa, y capaz de desanimarla en tan solo segundos si se quedaba escuchándola por mucho tiempo. No queria desconectar a su hermana, parte de ella sentía que eso seria lo mismo que dejarla morir. Sin embargo, entendía la posición que los doctores le repitieron una y otra vez esa tarde en el hospital:

Las probabilidades de que despierte son tan bajas que está podría ser su única opción. Tú decides, ¿la desconectamos, o dejamos que pase su vida entera durmiendo?

Y ella no supo que responder, solo les pidió tiempo para pensarlo, para procesar el hecho de que quizá debía soltar a la única persona que quedaba de su pequeña familia. Ya no tenia a su papá, ni a su mamá; no tenía su voz y a penas si tenía a la música consigo ¿Debía también perder a Michelle?

Entró al estudio sabiendo que se encontraría vacío. Caleb, Rubí y Aviv estaban en una reunión para discutir las canciones que añadirían al albúm, ella no fue por estar en el hospital. Aprovechando la soledad, se permitió soltar un suspiro en el que su voz quebrada hizo una dolorosa presencia. Esas pequeñas muestras de sonido eran las pruebas que indicaban que sus cuerdas vocales todavía funcionaban, todavía podía hablar.

Pero la mente de Eli era tan desastrosa, tan ruidosa y tan caótica, que la obligaba a callar. Era su cerebro el que la convencía de que cada palabra solo sería dolor, así que tenía miedo de intentar pronunciar aunque fuera la más mínima oración.

Aún pensando en su hermanita, pálida y tendida en esa cama de hospital, llegó a observar el hermoso piano de cola en el medio de la habitación. Tuvo un recuerdo agridulce de ver a su madre tocando un piano no tan elegante, aquel que se encontraba en su vieja casa, años atrás. Te puedo jurar que escuchó la canción, cada pequeña nota se repitió tan fuerte en su cerebro que fue como si se encontrara de nuevo en la sala de estar junto con esa mujer de sonrisas cálidas. Más que un centelleo de memoria, fue como vivir el recuerdo.

Vivirlo en carne y hueso...

Sin pensarlo demasiado, se acercó al piano. Detalló las piezas blancas y negras, intercaladas de la forma correcta. Parecían rogar ser tocadas, cada una esperando poder gritar su propia nota musical. Eli sonrío de lado, su mente era un desastre, pero a veces a los desastres hay que escucharlos. De lo contrario, nunca se callarán.

Así que ella llevó sus manos a las teclas del piano y acompañó a su desorden de ideas con esa melodía de Beethoven que su mamá solía tocar.

Siento que cada vida es una trama diferente, una historia única que busca su propio desenlace; o una nota musical que busca otra con la cual formar una canción. Al igual que las historias, al igual que las notas, nuestras vidas se cruzan con otras buscando formar...algo.

¿Qué es ese algo? Todo depende de la clase de historia que desees contar, o la clase de canción que desees tocar.

Caleb era experto cantando canciones de amor; algunas un tanto inocentes, otras un tanto provocativas, pero todas de amor al fin y al cabo. Sin embargo, si tuviera que inspirar una canción en su vida, no sabia cómo se escucharía ¿Sería un pop, o un rock? ¿Un jazz, o un Soul? ¿Hablaría de amor, o de tristeza?

Y si no sabia que clase de melodía definía su vida, menos podia determinar qué clase de melodía podrían formar sus notas musicales una vez se encontraran con las de Elise Blake.

Se detuvo en la puerta del estudio cuando escuchó la sinfonía de Beethoven, se le hacía demasiado familiar. Al asomarse, encontró a la chica frente al piano, tocando con elegancia aquella melodía que sonaba tan dulce y a la vez tan amarga. No se molestó en negarlo, pues no había nada que negar: quedó hipnotizado ante la forma en la que ella hacia música. Parecía estar en otro mundo, uno propio que se escuchaba como una canción.

Parecía estar hablando con la música, y a él le estaba encantando escucharla.

Desde que la vio afinar la guitarra, supo que ella sabía de música. Al ver su destreza en el piano, solo pudo confirmar su teoría. Elise no solo sabía de música, sino que le apasionaba. Se veía tan auténtica tocando el piano, tan sumergida en las notas, tan cómoda en ese lugar...Ella era un espectáculo.

Un espectáculo que, por alguna razón, le daba demasiada curiosidad al cantante.

Para cuando Elise terminó la canción, él estaba sonriendo. Ni siquiera se dió cuenta de que tenia ese gesto en sus labios, solo lo tenía. Aumentó su volumen cuando la vio sonreír a ella también. Luego, y casi sin pensarlo, aplaudió en honor a la belleza que había creado Eli con la canción.

Y la tomó por sorpresa, pero ella no se alejó. Solo lo observó sin saber exactamente qué hacer.

—Así que también tocas el piano —dijo él, acercándose hasta ella. Se apoyó en el piano y se fijó en sus asombrosos ojos —. Eres una caja de sorpresas, Elise Blake.

Ella tenía el corazón en la garganta y no sabia si eso se debía a que alguien la había escuchado tocar el piano por primera vez en mucho tiempo, o a esa sonrisa ladeada en los labios de Caleb. Todo en él parecía estar hecho para encontrar sus puntos débiles: su manera tan relajada de hablarle, su constante atención, su innegable atractivo, sus ojos de distinto color...

Que estaban cubiertos por esas molestas lentillas, pero incluso con ese disfraz Elise pudo imaginarlos bastante bien.

—¿Por qué no mencionaste antes que te gusta la música? —cuestionó el chico. Hasta su acento tocaba ciertos puntos débiles de Elise.

Como no llevó su pizarra ese día, tomó su teléfono y escribió la respuesta. El mensaje tardó unos segundos en llegarle a Caleb. Lo leyó en el instante en el que apareció en su pantalla:

—No preguntaste.

—Créeme, si me habrías dado una pista antes, habría preguntado —aseguró él, volviendo a levantar la mirada para ver sus ojos. Debían de ser los ojos más impresionantes del planeta —. Tu ni siquiera mostraste señales al respecto.

Ella volvió a escribir, él volvió a leer:

—No creí que te importaría.

—Mal hecho, es claro que me importa —él se tomó la libertad de sentarse a su lado en el banquillo frente al piano. Tocó algunas teclas antes de dedicarle otra sonrisa —. Así que tocas el piano y la guitarra ¿Alguna otra cosa que deba saber de ti?

Muchas, pero no podia ni queria decirlas. Escribió otro mensaje:

—¿No dijiste que soy una caja de sorpresas? Pues, las sorpresas están hechas para descubrirse ¿Qué chiste tendría esto si te las cuento?

—Oh, ¿entonces me dejarás con la curiosidad? —ella asintió con la cabeza —. Resultaste más cruel de lo que pensaba, Eli.

Caleb tocó otras notas en el piano, todo bajo la atenta mirada de Eli. Leb no se consideraba a sí mismo como alguien atrevido, era más del tipo de mantenerse siempre en lo seguro. Sin embargo, no sabia lo que le ocurría cuando estaba con Elise, pero esa sed por seguridad se esfumaba y aparecía un él mucho más...confiado.

Uno dispuesto a lanzarse hacia riesgos.

—Está bien, Elise Blake. Acepto tu reto —ella lo observó con una ceja alzada, no comprendió muy bien a que iba eso —. Descubriré tus sorpresas.

Ella lo observó, atónita. Su mente se calló, quedándose tan muda como su boca por primera vez en mucho tiempo. Sabía que su corazón no debía latir a ese ritmo, ¿pero cómo le pedía que se detuviera? ¿Cómo lo callaba luego de escuchar aquella voz, profunda y hermosa, decir esas palabras? Notó que quizá estaban demasiado cerca, pero sin su mente razonando no podía calcular bien la distancia que los separaba.

Luego, no le quedó duda de que en definitiva estaban cerca cuando Caleb se acercó hasta ella para poder alcanzar la siguiente nota del piano. Quedaron inclinados, distanciados por solo centímetros, pero eso solo duró unos segundos hasta que Leb volvió a su posición inicial. La sonrisa que él le dedicó después, la dejó aún más confundida ¿Dónde estaba el cantante tierno que había conocido? ¿Por qué de repente esbozaba sonrisas tan pícaras y se mostraba tan confiado junto a ella?

No lo sabía...pero le gustaba esa versión de él.

Para ser honesto, él tampoco sabía porque estaba actuando de esa forma, pero le agradaba la incertidumbre que ella le permitía sentir. Aceptar ese reto era como una aventura, algo emocionante que jamás se habría propuesto de haberlo pensado demasiado. Ese fue el detalle, que no lo pensó. De haberlo hecho, habría recordado a Silene, la rubia que lo hacia sentir en su zona de confort y la mujer que amaba.

Porque la amaba, él amaba a su rosa.

Y, mientras pensaba en que amaba a su novia, pero que sentía una chispa extraña al estar cerca de Elise, las voces de Rubí y Aviv se escucharon en el pasillo. Minutos después, ambos entraron en la habitación. Leb y Eli pusieron un poco más de distancia entre ellos. Sus mentes comenzaron a reaccionar, a sacar conclusiones, y, al menos en el corazón de la chica, sonó una fuerte alarma.

—Hola —dijo Rubí, sin mostrar demasiado interés en ellos. Se adentró con rapidez en el lugar, tomó sus cosas y comenzó a marcharse con la misma prisa —. Me quedaría para charlar, pero tengo muchas canciones que componer y arreglar. Nos vemos.

Y, sin más, se marcho. Avi soltó una carcajada en el instante en el que Rubí cerró la puerta. Mientras tanto, las personas en el piano intentaban sentir con normalidad a pesar de todo lo que habia ocurrido antes.

—Ella solo está molesta porque cayó en una broma de Adam —soltó Aviv, refiriéndose a Rubí —. Supongo que él aprenderá por las malas que a nuestra Rubí no le sientan bien esa clase de chistes.

—Eso significa que tu primo sufrirá las próximas semanas, Eli —dijo Caleb, levantándose del piano —. Por cierto, y era lo que venia a decirte, gracias por las ideas que sugeriste para el albúm. Son increíbles.

Ella tuvo que sacudir su cabeza para regresar a la realidad y no confundirse entre la antigua y la nueva conversación. Terminó por alzar sus pulgares y sonreírle a Caleb, como si no le afectara en nada su sonrisa.

—Leb tiene razón, fueron muy buenas sugerencias —acotó Aviv —. Oye, Leb, venía a buscarte porque deberíamos hacer unas pruebas de sonido antes de decidir cuando comenzaremos las grabaciones.

—Está bien, Avi —soltó Caleb, caminando hacia su tutor. Sin embargo, a mitad de camino, se detuvo y volteo para observar a Elise —. Eli...¿Cómo se llamaba la canción que estaba tocando?

Ella lo pensó un momento, su mente seguía un tanto callada, así que su raciocinio era poco. Sonrío y tomó su teléfono. Él la observó escribir, consciente de que debía averiguar que era esa extraña sensación que lo invadia cada vez que la veía. Esperó a que le llegara el mensaje, pero no llegó. Ella solo se puso de pie, aún sonriente, y pasó por su lado antes de salir de la habitación.

Fue cuando dejó de verla, que el mensaje llegó al teléfono de Leb:

—Averígualo.

Sonrío de forma inmediata, sin saber realmente que quería sonreír. No se equivocó al decir que Elise era una caja de sorpresas, pero todavía le sorprendía saber lo mucho que quería descubrirlas todas.

Ah, pero no te confundas. Tanto él, como ella, sabían lo peligroso que era el juego que estaban jugando. Por esa razón, luego de ese encuentro, comenzaron a construir barreras alrededor de sus corazones...

La pregunta es, ¿qué tan fuerte podrían llegar a ser sus barreras?

...

12:30 pm

Las chicas deben ser finas y delicadas; bonitas y ordenadas; sonrientes y arregladas...No sabia quién le había dicho eso, no lo podía recordar. Sabía que esas palabras llevaban años tatuadas en su mente, apareciendo de vez en cuando para molestar. Sin embargo, no podía ponerle rostro a la persona que le dijo semejante...estupidez.

Malory estaba consciente de que no era la chica perfecta. No sabia caminar en tacones, ni aplicarse bien el maquillaje. No le gustaban los vestidos porque no podia usar su patineta con ellos, y odiaba con todas sus fuerzas el olor a pintura de uñas.

No era delicada, más bien le gustaban los juegos pesados, como las luchas que a veces compartía con su hermano menor. Tampoco era ordenada y tenia una gran montaña de ropa en su habitación que lo comprobaba. Sonreía si le provocaba, y se reía a carcajadas y sin pudor. Se arreglaba lo mínimo, a veces hasta se olvidaba de peinarse, o cometía el error de usar la misma ropa dos días seguidos.

Y si se enojaba, Malory no era una fina florecita. Más bien, era una bomba hecha para explotar y consumir todo a su al rededor. Esa era ella, así era Malory Jones, y sabía que no era la chica perfecta...pero eso no significaba que no fuera una chica.

El no ser fina y delicada; ni bonita y ordenada; ni sonriente y arreglada, solo la hacían ser ella misma, pero era una chica al fin y al cabo...¿Verdad? Por más segura que era, a veces tenía sus dudas.

¿Y puedes culparla? Luego de que tantos se metieran con ella por ser tan poco femenina, luego de los insultos y las bromas pesadas, su seguridad a veces se veía afectada. Y quería negarlo, pero no podía. Sabía que incluso las bombas más letales se ablandan y se desactivan.

Así que observaba a las modelos del C.A con sus cables rojos y azules desactivados, su letalidad y seguridad apagadas. Brandon, quien intentaba no sentirse incómodo junto a la rubia con la que alguna vez le confesó su amor, notó que la seguridad típica en el rostro de la chica no estaba tan presente como siempre. No estaba tan parlanchina, ni tan bromista, estaba...Empezó a creer que Malory ni siquiera estaba.

La notó a lo lejos, porque él estaba tomando fotos e intentando tenerla lejos. Intentó ignorarla, pero le pareció demasiado extraño verla de esa forma. Parecía ver a las modelos con cierto anhelo, y al mismo tiempo enojo ¿Qué le ocurría? Malory no solía comportarse de ese modo.

Brandon suspiró al pensar que su ángel no estaba ahí para solucionar ese problema. Cris era buena hablando con las personas, era una experta en dar buenos consejos. Él...bueno, no tanto ¡Y a Malory menos! Pero no pudo dejarla ahí cuando se veía tan fuera de sí.

Porque Brandon podía ser insensible a veces, también un tanto terco, pero si algo no era, era un mal amigo.

—Hey —él llamó su atención, la rubia salió de su nube de pensamientos y lo observó —. ¿Te encuentras bien?

—Sí, claro —soltó ella, quizá con demasiada rapidez —. ¿Por qué la pregunta, Brandon?

—Porque miras extraño a las modelos. Las ves como si...como si las odiaras y les temieras al mismo tiempo.

Ella bajó la mirada al instante, se sintió como si la hubieran atrapado en medio de una escena del crimen. Debido a su claro tono de piel, supo que su sonrojo debió mostrarse más de lo normal y que Brandon lo había notado. Bien, si ya era vergonzoso admitir lo que estaba pensando, hacerlo frente a él solo lo haría más incómodo. No lo haría, no podía.

Y sin embargo, se lo dijo:

—Es que son demasiado perfectas —soltó, refiriéndose a las modelos —. Joder, con chicas como ellas, entiendo porque las comunes como yo no somos tomadas en cuenta. Con imágenes así, hasta comprendo porque no me consideran una chica.

—¿De qué hablas? Claro que eres una chica —habló Brandon —. Y ellas no son diferentes a ti ¿O acaso crees que Cris y tú son distintas porque ella sabe caminar en tacones y tu no?

—Lo somos, somos muy diferentes. A ella la miran y dicen: aw, pero que chica tan hermosa y tierna. A mi me ven y dicen: eres como un chico más.

》Están esperando que sea así, Brandon —ella señaló hacia las modelos —. No puedo ser así ¡No sé serlo! Y, por no ser lo que esperan, no tengo el derecho de ser una chica.

—No entiendo, Malory ¿Quién se supone espera que seas así?

—No lo sé...El mundo, la gente. Todos y nadie al mismo tiempo —ella volvió a observar a Brandon, justo a sus ojos claros —. No sé si me entiendes, pero tengo el presentimiento de que sí.

Y sí, Brandon la comprendía porque sabía exactamente lo que se sentía tener miedo de ser juzgado por algo mucho más fuerte que sí mismo, sin saber exactamente qué era ese algo. Durante años, escondió sus verdaderos gustos porque se suponía que eran incorrectos; porque alguien dijo una vez que a los chicos les gustan las chicas.

Pero no incluyó a los chicos a los que le gustan los chicos en su clasificación.

A Brandon le gustaba jugar fútbol americano en la escuela, era el mariscal del equipo y planeaba seguir en eso por años. Brandon podía ser despistado, dar abrazos toscos y compartir con otros chicos sin la necesidad de enamorarse de todos ellos. Era dramático, su mayor pasión era la fotografía y le gustaba vestirse bien, aunque siempre parecía tener las mismas camisas.

Pero, lo más importante, Brandon era un chico a pesar de lo que ese alguien sin rostro dijo alguna vez.

Y no sabía quien le había dicho a Malory que por no ser como una modelo no era una chica, del mismo modo en el que no sabía quien le había dicho que no era un chico por sus gustos, pero odiaba a ese alguien sin nombre ni cara. Odiaba esa situación, odiaba ver a Lory de esa manera y odiaba que el mundo no los tomara en cuenta.

Pues bien, decidió que debía ponerle un parado a eso. Sin pensar realmente en la incomodidad que sentía junto a Malory y la tomó por la muñeca. Ella lo observó, arqueando una de sus cejas al no comprender que estaba planeando. Quedó mucho más confundida cuando él comenzó a guiarla entre los modelos hacia algún lugar.

—Brandon, ¿qué haces?

—Te demuestro que estas pensando puras estupideces y que puedes ser tan chica como cualquiera de ellas —dijo él, sin detenerse —. Esas modelos no son la regla ni tu eres la excepción y lo vas a ver.

—Pero...

—No, no te permito peros. Tú solo cállate mientras te enseño que puedes estar en los zapatos de cualquier chica aunque no sepas caminar en tacones, ¿entendido?

Normalmente, una bomba como ella habría explotado ante ese tacto, sobre todo ese en particular. Pero, te lo dije antes: los cables de Malory estaban desconectados, sus a apagados y sus fuerzas no estaban con ellas. Por eso, y solo por eso, se dejó llevar.

Y no puso algún pero al respecto.

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