Capítulo 15
Capítulo 15:
Heridas y alergias
15 de junio
12:30 pm
Existen heridas superficiales, esas que sanan con una bandita de color y unas palabras de aliento. Esas son la clase de heridas que los doctores que tanto odiamos saben curar a la perfección. Para ellos, todo se soluciona con unas pocas pastillas, un plato de comida, un sencillo tratamiento, una diminuta operación...¿Cuándo entenderán que hay heridas que ellos no pueden sanar? Heridas tan profundas que se ocultan entre las arterias de los corazones dolidos.
Corazones como los que hemos conocido, como los que les regalo a la gente de la que escribo.
Silene estaba tan cómoda en la pasarela que sentía cierto miedo por saber que tendría que bajar en cualquier momento de ella y devolver la llamada que había estado ignorando toda la mañana. Sus pasos eran seguros, sus piernas parecían estar entrenadas para llevarla sin tambalearse, y sus ojos adaptados a mantener esa mirada intensa y penetrante a pesar del mar de flashes que la perseguía. Ignoró al mundo, sus pensamientos, y en medio de una pose, se volvió parte de ese instante.
Pensó únicamente en su caminata, en el vestido que traía puesto, en lo perfecta que debía verse...En que el mundo debía verla como a alguien ideal, o de lo contrario notarían que sus heridas eran todo, menos superficiales.
Verla era impresionante, o al menos eso consideraron todos los invitados al desfile de verano que organizó la industria Miles Tone. No dudaba en sus pasos, su cuerpo encajaba con cualquier vestido y sus ojos café eran impactantes bajo la luz de los reflectores. Dio la vuelta al llegar al final de la pasarela, y se giró en el momento justo para darle una mirada al publico. Impactante, imponente, hermosa, segura...Por fuera, era todo lo que las cámaras amaban ver.
Por dentro, era un caos que ningún fotógrafo se atrevería a retratar.
Con disimulo, soltó un suspiro corto al llegar al lugar detrás de la pasarela, donde el resto de las modelos se preparaban para salir. Seguro ninguna de sus compañeras seria tan deslumbrante como ella. Como siempre, la princesa Osbone se había robado el show.
Ocultó el dolor de sus heridas profundas y sonrió al encontrarse con caras conocidas. La sonrisa de Padme era mucho más amplia y autentica que la suya, y aplaudía en dirección a Silene con emoción. Ella llevaba años modelando sus vestidos, pero la diseñadora todavía tenía esa reacción al verla bajar de las pasarelas.
A los ojos de Padme, esas prendas que tanto se esforzaba en crear cobraban vida gracias a las poses y miradas de modelos tan versátiles como Silene ¡No podía contener su alegría luego de cada desfile! Eso sin mencionar que Pad se emocionaba con rapidez; el entusiasmo era el único compañero de vida que se permitía tener luego de descubrir decepciones e infidelidades en compañeros de carne y hueso.
Mejor era convivir con sus propios sentimientos, adorarlos y cuidarlos antes de tener que lidiar con los de alguien más.
—¡Estuviste deslumbrante! —soltó la diseñadora, tras dar un pequeño brinco que movió su voluminoso y corto vestido. Pad solía vestirse de forma excéntrica, con atuendos que llamaban la atención por sus colores y tacones tan altos que a veces la hacían acabar en el suelo. Ella no era tan buena como las modelos en cuanto al equilibrio se refiere —. ¡Fue maravilloso, princesa! Todos quedaron encantados contigo.
—Tú, para empezar —soltó Calvin, observando a la diseñadora con diversión. Sus ojos se achicaron un poco ante su sonrisa, tanto que unas diminutas arrugas marcaron la alegría en su rostro. Giró su mirada hasta la hermana de su mejor amigo —. Ella estaba brincando y celebrando aquí atrás mientras tu deslumbrabas a todos en la pasarela. Podrías contratar a Pad como tu porrista personal, princesa.
—Oh, no me juzgues ¡Brincaré y gritaré si quiero hacerlo!
—No te juzgo. Tras años trabajando juntos, tus porras se han vuelto cada vez más necesarias para aguantar estos desfiles.
—Entonces, sígueme escuchando ¡Ahí van las gemelas Stewart! ¡Ven, ven! ¡Quiero ver!
Fue prácticamente arrastrado por la chica hasta el lugar en el que podían ver la pasarela tan rápido que Cal debió alzar la voz para felicitar a Silene una vez más por su increíble presentación. Padme y Calvin hacían un equipo bastante peculiar, en donde ella era toda chispas y él era el foco que mantenía orden las alocadas ideas de su compañera. Tenían muchas discusiones, pero la mayor parte del tiempo eran un dúo bastante divertido. En ese momento, Silene no pudo evitar soltar una pequeña carcajada al verlos; eran un par capaz de hacer sonreír a chicas con heridas.
Poco a poco, ese fuego y esa seguridad que sintió en la pasarela se fue extinguiendo. No lo mostró al exterior, claro está. Continuó caminando con la misma seguridad, solo que esta vez no lo sentía. Esquivó a unas cuantas modelos, ignoró a varios maquilladores y pasó por alto algunas miradas de desprecio hasta llegar a sus cosas. Al tomar su celular, recordó la razón por la que no se sentía tan perfecta y decidida como se veía. Tantos mensajes que quería ignorar, pero no podía:
》Mami: ¡Espero que te vaya de maravilla hoy, mi cielo! ¡Deslúmbralos a todos! Llámame en cuanto termine el desfile, Roger y yo queremos saludarte ¡Te amo!
Pero ella no quería saludarlo a él, todavía sentía que ese hombre jamás debió haber llegado a sus vidas. Roger Kast fue una de las muchas espinas que se clavó Silene en su infancia, y todavía quedaba una gran herida en su corazón luego de su llegada. No era un mal hombre, en realidad era un cirujano bastante agradable, aunque tímido y reservado. Sin embargo, la princesa Osbone lo veía como el responsable de una atrocidad: él le robó el puesto a su papá.
Los recuerdos que ella conservaba del difunto Drew Osbone eran muy pocos, pero todavía se mantenía fresca en su memoria la imagen de sus padres enamorados. Podía recordarlos abrazados, riendo, felices de estar unidos aunque fuera por poco tiempo.
Drew y Beatrice Osbone tuvieron una historia de amor casi perfecta, en donde ambos corazones latieron al mismo compas hasta que a uno lo apagó una guerra que ni siquiera fue suya. El duelo de Bea duró años, sus hijos creyeron que ella jamás volvería a amar a alguien de la forma en la que amó a ese soldado.
Pero ocurrió, ella se enamoró.
Silene no pudo comprenderlo, tampoco podía hacerlo en ese momento. Si el amor que su madre sintió por su padre fue tan ideal, ¿por qué se enamoró de alguien más? No se puede conseguir perfección dos veces, no con personas tan diferentes. Roger era lo opuesto al recuerdo de su papá: tímido, meticuloso y callado. Su padre, por otro lado, fue todo un bromista, conversador y un hombre de familia.
¿Cómo fue que el mismo corazón terminó latiendo por dos hombres tan distintos?
Una parte de Silene creía que su madre había desechado todo el amor que sintió por Drew para abrirle espacio a Roger en su corazón. La otra parte seguía tan aturdida por hechos del pasado que ni siquiera tenía una opinión clara sobre el asunto. Todo ocurrió tan rápido luego de que la vida de su madre se cruzó con la de ese cirujano. Antes de que ella lo procesara, sonaron campanas de boda y su madre dejó de portar el apellido de su primer esposo para convertirse en Beatrice Kast. Fue como una dolorosa traición.
Así que ignoró el mensaje de su madre, tal y como había ignorado los que le había enviado semanas atrás. No quería hablar con ella, en parte porque la veía como una traidora que no supo como guardar su corazón para un hombre con el que escribió una historia de amor perfecta, y en parte porque temía contestar y darse cuenta de que a ella la habían reemplazado también.
Eso sería una herida tan profunda que ni con todas las benditas del mundo podría curarse...
—¿Princesa? —la voz de Calvin la hizo voltear. Su mirada café seguía tan impenetrable como siempre, sus sentimientos estaban en una caja fuerte y no permitiría que sus ojos revelaran la contraseña —. Dos minutos para el final del desfile. Te necesitan en la pasarela.
Alivio, eso mismo sintió. Dar esos pasos que la guiaban siempre a la misma dirección la hacían sentir segura. Los flashes, los vestidos, todo se sentía en armonía y en orden. Todo se trataba de ser quien debía ser, quien esperaban que fuera. Así, jamás la abandonarían.
Modelar era lo que le garantizaba ser perfecta, inalcanzable ante más espinas.
—Gracias, Cal —le dijo, con una sonrisa fingida —. Estoy lista, solo dame unos segundos.
Guardó el teléfono y fue hasta su lugar. En una pasarela, estaba segura...Pero vivía con temor a que sus piernas temblaran una vez se bajara de ella.
🥀
1:46 pm
Si algo habían aprendido los hermanos Carlton de los terremotos, era que tenían toda clase de reglas entre ellos que mantenían su amistad a flote. Por ejemplo, habían jurado no delatarse entre ellos mismos, razón por la cual los nombres de los chicos que empujaron a Drew de las escaleras días atrás seguían siendo un misterio. No importaba qué tanto insistieran los padres del chico, ninguno de los niños diría palabra alguna al respecto porque se lo prometieron al menor entre ellos.
Como esos, habían muchos otros códigos más que no estaban dispuestos a romper, señal de que la lealtad es un valor que puede nacer en corazones tan jóvenes como los de ellos. Claro que, incluso los mismos terremotos, sufrían para poder cumplir sus reglas al pie de la letra.
—Bien, repite la línea una vez más —le sugirió Easton a su hermano menor. Todos en el estudio de música lo observaron, esperando que esta vez dijera el diálogo correcto.
—Soy el...el paje de...¿Agenón? —el niño frunció su nariz al intentar recordar los nombres. Estaba pasando un mal rato intentando aprender el guión de esa obra de teatro.
—Oberón —lo corrigió Drew, sentado en el piano de cola —. Eres el paje de Oberón, te llamas Puck y si sigues repitiendo esa línea juro que me arrancaré las orejas ¡Es como la décima vez, Tyler!
—Bueno, no es mi culpa ¡Actuar no es para mi! —el pelirrojo se cruzó de brazos y soltó un bufido —. No debí prometerle a tu hermana que entraría con ella a esta estúpida obra ¡Ni siquiera la entiendo! Es decir, ¿qué clase de nombre es Puck?
—Eres un duende que hace bromas y vive en el bosque. Tu nombre es lo que menos debería sorprenderte.
—¿Soy un duende?
—Mejor repasemos desde el principio —suspiró Easton, dándole la vuelta al guión hasta la primera línea —. Esto tardará más de lo que esperaba...
Los hermanos Carlton y Sanne soltaron carcajadas ante el espectaculo que estaban dando esos tres niños. Elise, por su parte, se limitó a esbozar una sonrisa divertida para evitar los molestos sonidos que se quebraban en su garganta luego de cada risa. Tras una hora de arduo esfuerzo, Tyler aún no conseguía memorizar ni una sola línea del guíon. Habían llegado a la conclusión de que él no tenía talento para la actuación, pero aún así él no estaba dispuesto a rendirse con esa tarea.
Se frustraba, repetía la línea, se frustraba aún más y se limitaba a declarar que odiaba cada parte de esa absurda obra de teatro, pero no la dejaba. Rubí comenzó a preguntarse el porqué de esa perseverancia ligeramente absurda.
—¿Por qué no le dices a Lid que dejarás la obra? —cuestionó ella, desde su lugar en la ventana —. Puedes simplemente salirte y no presentar.
—No puedo —suspiró, dejándose caer en el sofá —. Se lo prometí...
—Ya, pero te has dado cuenta de que esto no es lo tuyo —acotó Caleb, mientras afinaba su guitarra —. Dile que no cumplirás tu promesa.
Tyler abrió mucho sus ojos esmeralda, incrédulo ante esa declaración. Incluso Easton y Drew le dedicaron miradas llenas de sorpresa al cantante ¿Cómo se le ocurrió decir algo como eso?
—Se lo diría, Caleb —soltó Tyler —, pero morir joven no esta entre mis planes.
—Las promesas entre terremotos son inquebrantables —señaló Drew —. No prometemos por prometer, no es nuestro estilo.
—Eso es porque romper una promesa es horrible —aseguró Easton —, ¿pero romper una promesa entre terremotos? Es como desatar un desastre natural que nadie podría aguantar.
—¿Y romper una que le hiciste a Linda Osbone? ¡Eso es como planear tu propio funeral! —exclamó Tyler —. No hay persona en el planeta tierra que valore más una promesa que ella. En cierto modo es genial porque es la chica más leal que conozco, pero también es peligroso porque su confianza es como un jarrón de cristal: muy frágil. Quebrarla es tan fácil como romper un juramento, y no tengo intenciones de perder eso que nos ha vuelto tan unidos solo por no poder aprenderme unas tontas líneas.
》En fin, me condené a mi mismo por jurarle que haría esta absurda obra. Ahora no sé si soy un duende, o un paje de Aganón, pero sea quien sea tendré que aguantarlo...
—¡Es Oberón! —corrigió Drew, una vez más —. Cielos, Tyler. Te prohibiré hacerle promesas a mi hermana luego de hoy.
—Me harías un enorme favor.
Easton negó con su cabeza, divertido ante esa declaración. Sabía, al igual que Drew, que Ty seguría prometiendole cosas a Lid por más que en ese momento lo odiara. Después de todo, ellos dos tenían su forma peculiar de quererse. Le entregó el guión a su hermano y le ordeno seguir leyendo, o de lo contrario jamás aprendería su papel. El pelirrojo volvió a soltar un resoplido, y leyó cada línea con su entrecejo fruncido.
Todos los presentes llegaron a la misma conclusión: esa obra terminaría por ser un desastre que no se querían perder.
Minutos después, la puerta del estudio se abrió, dejando pasar a Cris y al responsable de los latidos sin sentido en el corazón de Rubí. En el instante en el que Adam se adentró en la habitación, ella bajó su mirada y se fijó en las anotaciones de esa nueva canción que escribía. Fue automático, como un sistema de defensa que habia instalado en su ser sin darse cuenta.
Lo necesitaba para no caer más de lo que ya había caído por él.
—¡Hola, personas que me aman! Llegué y me conseguí a esta belleza pelirroja en el camino, la arrastré conmigo para volver el doble de alegres sus días ahora que nos tienen a ambos —anunció como saludo —. Lo sé, soy increíble. De nada.
—Casanova y con un ego alto —analizó Sanne, con diversión —, una combinación peligrosa para las chicas que caen en tus encantos.
—Lastima que tú no has caído, belleza.
—Lastima que podría ser tu hermana mayor, encanto.
Adam soltó una carcajada. Lo que le gustaba de bromear de esa forma, coqueteando y alardeando, era que olvidaba por completo que su corazón estaba magullado. Mientras reía y soltaba piropos al azar, se olvidaba de cierta mujer que lo había dejado en el altar. Era como un escudo, su forma de protegerse de un dolor que se había ordenado soltar de a poco.
Pero soltar algo que arde y escuece es más complicado de lo que parece.
Rubí se removió un poco en su lugar, intentando esconder lo incómoda que se sintió al escuchar el comentario de su tía. No lo había dicho a propósito, pero dijo justo lo que llevaba atemorizando a la chica bastantes días: Adam era una combinación peligrosa, casi letal para ella. Una vez más, sintió a esos molestos bichos revolotear en su estómago. Esas cosquillas eran buenas para escribir canciones, pero terribles a la hora de disimular sentimientos que florecían como retoños al inicio de la primavera.
—No eres una combinación peligrosa, Adam —soltó Cristal, quien sacó conclusiones sobre los pensamientos de Rubí luego de ese silencio —. Eres increíble y cualquier chica tendría suerte de enamorarse de ti.
—Que dulce, Cris ¿De casualidad estás libre para el próximo catorce de febrero? Quiero que escribas mis tarjetas de San Valentín —habló él, abrazando a la pelirroja.
—Te cobraré, Adam.
—¿Te puedo pagar con golosinas y abrazos?
—Sí, pero págame por adelantado.
Él la abrazó con más fuerza, entre ellos había la clase de amor que había entre todos los integrantes de esa enorme familia de la que Rubí todavía no se sentía parte. Era un cariño fraternal, lleno de dulzura. Ella levantó su mirada del cuaderno de canciones para verlos, encontró una sonrisa demasiado amplia en los labios de Cristal. Quizá demasiado amplia...
¿Qué planeaba?
—¿Quieres unirte al abrazo, Rubí? —le preguntó Cris y de inmediato la mencionada tuvo que luchar contra el sonrojo.
—No —declaró, quizá con demasiada rapidez —. Soy alérgica a esas cosas.
—¿Alérgica? —cuestionó Easton, divertido ante esa mentira.
—Sí, las muestras de afecto me causan ronchas en la piel y me pongo horrorosa. No quieren ver eso.
—Y yo creí que mi hermana inventaba excusas terribles...—acotó Drew.
—¿Sabes qué, niña? No te creo —soltó Adam, cruzándose de brazos. Le sonrió con diversión, sin imaginarse que esa sonrisa despertó muchas reacciones en el pecho de Rubí —. Deberíamos probar que nos miente, Cris.
—¡Si! ¡Abrazo!
—¿Qué? ¡No!
Antes de que pudiera evitarlo, Adam y Cristal la atraparon entre sus brazos y la envolvieron en un abrazo fuerte y entusiasta. Al principio, intentó resistirse. Se sacudió y negó varias veces pata que la dejaran ir. Pero, en el instante en el que Cris llamó a sus "refuerzos", los tres terremotos se unieron y su lucha se complicó. Continuó gritando para que la soltaran, pero el que se unieran Caleb, Elise y su tía Sanne no ayudó.
Dejó de gritar y quejarse al darse cuenta de que todos en la habitación la apresaron en ese abrazo grupal. Jamás había visto algo así, un montón de personas abrazandose porque sí. Era absurdo. La situación le dio gracia, aunque no supo exactamente porque. Sin darse tiempo a sí misma de cuestionarselo, convirtió sus quejidos en carcajadas.
Se encontró la sonrisa de Adam frente a la de ella, la tenía tan cerca que sentía que podía respirar el mismo oxígeno que él. En realidad, podía respirar el mismo oxígeno que todos los que la estaban asfixiando en ese abrazo, pero los molestos bichos en su estómago volaron en hasta su mente y le hicieron creer que solo era él. Rió con más fuerza, intentando esconder su nerviosismo.
Como odiaba sentirse vulnerable ante la peligrosa combinación que resultaba ser Adam Blake...
—Mentirosa —dijo él, aumentando el tamaño de su sonrisa —. Yo no veo ronchas, y no te ves más horrorosa de lo usual...
—Cállate, molesto —soltó ella, aunque seguía riendo.
—Para ser alérgica a los abrazos, parecen causarte mucha risa.
—Es que así contengo los estornudos...
—¡Joder! —él estalló en carcajadas. El resto también, pero ella solo escuchó a Adam —. Tus ocurrencias son peores que las mías, niña.
—No soy una niña.
—Lo eres. Soportalo.
Continuaron abrazados, al parecer nadie quería dejar ir a Rubí y ella simplemente no podía parar de reír. Se sentía extraño tener a tantas personas sosteniéndola, pero no estaba del todo incómoda. Quizá no era tan alérgica a las muestras de afecto como pensó.
Quizá solo se mentía a sí misma y necesitaba a todos ellos más de lo que quería admitir.
Las carcajadas se calmaron en el instante en el que las puertas volvieron a abrirse, pero esta vez dejaron pasar a un Aviv con el entrecejo fruncido y sus puños muy apretados. Su mandíbula estaba tensa, parecía estar al borde de explotar ahí mismo.
—¿Sanne? —él llamó a su mejor amiga.
—¡Avi! —exclamó ella, sin soltarse del gran abrazo —. Estamos abrazando a Rubí, ¿te unes?
—Ella es alérgica a esas cosas.
—¡Gracias por recordarlo, Avi! —exclamó Rubí, en medio del abrazo.
Aviv se veía genuinamente molesto, no como él. No estaba la sonrisa relajada y amistosa, solo estaba esa actitud de gruñón que Sanne no tardó en notar. Ella fue la primera en separarse del abrazo, caminó hasta él.
—¿Qué sucede? —le preguntó —. Si es por lo que creo que es, déjame decirte que es bastante infantil de tu parte ponerte así...
—¿Infantil? ¡¿Yo?! ¡Que graciosa! —los Carlton se sorprendieron al escucharlo hablar en ese tono. Fueron pocas las veces que vieron a sus tíos pelear, pero jamás los habían escucharon usar ese tono hasta ese momento. Aviv soltó un suspiro e intentó calmarse, lo logró a medias —. No venía a hablar de eso. Necesito contarte otra cosa y luego si quieres...si quieres me explicas lo otro ¿Crees que puedes aguantar a un infantil como yo aunque sea por una hora?
—Te llevo aguantando once años, Everton. Que últimamente estes más imbécil de lo normal no significa que he dejado de quererte —le dedicó una sonrisa ladeada, aunque él no la vio. Luego, entrelazó su brazo con el de él —. Hablemos afuera y dejemos que ellos sigan probando que no se puede ser alérgico al amor.
—A Rubí le saldrán ronchas y se pondrá horrorosa...
—Algo me dice que has usado esa excusa antes —le dijo Cristal a su amiga. En respuesta, ella solo se encogió de hombros.
Entonces, Aviv y Sanne salieron del estudio bajo la mirada de los presentes. No tardó mucho para que Elise tomara su pizarra y dibujara un corazón en ella con las iniciales de esos dos amigos, la muda estaba convencida de que había algo más que amistad floreciendo entre los tutores de los Carlton. Caleb lo negó de inmediato, y en poco tiempo estaba hablando con ella y con Adam de como era imposible que sus tíos vivieran un romance. Por otro lado, los terremotos continuaron en su tediosa tarea de entender ese guión de teatro.
El abrazo se disolvió hasta que solo quedaron Cris y Rubí. La última iba a soltarse, pero la pelirroja la sostuvo para poder contarle algo sin que nadie las escuchara:
—Te sonrojaste —carcajeó Cristal —. Estás del color de tu cabello.
—Es tu culpa, hiciste que me abrazara —se quejó Rubí —. ¿Quién lo diría? Eres cruel.
—Mi mejor amigo dice que soy un ángel —respondió ella, soltandose del abrazo finalmente —. ¿Vamos por unas gaseosas de uva? Tengo que contarte sobre Landon...
—¿Te ha dicho algo a parte de que le pareces linda?
—No...Creo que le gusta otra, es más bonita.
—Cris, ayer llegaste saltando al jardín de rosas, ilusionada porque este chico te dijo que eras linda, y hoy me dices que le gusta otra ¿Eres bipolar y no lo sabia?
No lo era, tan solo era bastante insegura. Esa mañana, cuando vio a Landon Allen con una chica mucho más bonita (a su parecer) que ella, sus ilusiones se hicieron trizas. Tanto Brandon, como Malory, le dijeron un millón de veces que no fue algo importante. Pero, ¿crees que les hizo caso?
Los retoños inocentes como Cris crecen de sus frágiles ilusiones, propensas a romperse por alguien más.
—¡Ella es tan bonita, Rubí! —de los labios de Cris surgió un puchero bastante infantil, pero genuino. En serio le había afectado ver esa escena.
—Tú lo eres también —soltó Easton, quien escuchó solo esa parte de la conversación —. Si no lo ve, es un idiota.
—Tú lo dices porque eres mi primo —ella rodó sus ojos.
—No, lo dice porque es cierto —aseguró Rubí, tomándola por los hombros para obligarla a mantenerle la mirada —. Eres hermosa y no necesitas que un chico te lo diga para saber que es así.
—Pero, ¿de qué sirve si no me hace caso?
Rubí rodó soltó un bufido al escucharla decir aquello y, sin decir algo más, tomó su cuaderno de canciones y su bolso. Si iban a tener esa conversación, entonces necesitaría una buena gaseosa de uva y armarse de mucha paciencia. Se despidió de todos, y arrastró a Cristal fuera del estudio.
Easton fue el único que las observó marcharse...
—¿Quién es Flordeguisante? —preguntó Tyler, sacando a su hermano de su propia nube mental. Al parecer, seguía intentando entender la obra de teatro.
—Un hada en la obra, al igual que Polilla, que es el papel de Lid —le respondió Drew. De haber escuchado tanto sus practicas, se había aprendido la obra.
—¡Cielos! ¡Pero que nombres tan absurdos! ¿A quién se le ocurrieron?
—Shakespeare.
—Ya, ya entendí que los nombres son absurdos ¿Pero quién seria capaz de escribir algo así?
—Ty, fue Shakespeare —soltó East, con diversión —. No te dediques a esto, hermano.
—¡Ni siquiera lo he pensado, créeme!
Easton buscó la mirada pálida de su primo, quien negó divertido ante el sufrimiento de Tyler. Sus códigos no eran sencillos de seguir, al menos no siempre. Quizá eso los hacía tan unidos: eran capaces de afrontar dificultades por su amistad.
Y aprenderse nombres difíciles para no romper confianzas hechas de cristal.
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2:16 pm
El masoquismo humano no tiene límites. A veces, somos nuestra propia fuente de sufrimiento. Silene lo estaba comprobando en ese momento cuando, en lugar de estar afuera respondiendo preguntas de reporteros como las otras modelos, seguía en los camerinos observando una foto en la pantalla de su celular. Una foto de la familia que alguna vez tuvo.
La que ahora estaba hecha trizas.
En la fotografía, ella tan solo tenía siete años y a su sonrisa le faltaban unos cuantos dientes. Se veía feliz, sobre todo porque estaba en los brazos de su padre, rodeando su cuello con fuerza. Él también sonreía, era una sonrisa tan autentica y genuina...Se veía como Derek, era casi igual a él quitando el hecho de que jamás necesitó lentes. Su hermano estaba mucho más joven en la foto, sin barba y con un cabello largo del que toda la familia se burló durante semanas. A su lado, su madre lo abrazaba con fuerza, y su mano libre estaba entrelazada a la de su esposo. Se veía tan feliz, tan enamorada...
Los cuatro eran el retrato perfecto, todos sonriendo ante la alegría de estar unidos. Pero, las fotografías solo son pasado. Meses después de que Lilian les tomara esa foto en su casa en Detroit, Drew Osbone perdió la vida en zona de guerra. Dolía saber que esa familia estaba quebrada...
—¡Silene! —escuchar su nombre le hizo entender que debía actuar, levantar la mirada y fingir que estaba bien. Puso su mejor sonrisa cuando las hermanas Stewart se acercaron a ella junto con sus familias.
Habría deseado alejarlas, años atrás dejó de verlas como ejemplos a seguir para considerarlas estorbos. Aún así, fingió que estaba contenta de verlas. La cortesía es algo que una princesa no se podía permitir perder.
—Oh, estuviste maravillosa —Silvana soltó a su esposo y la envolvió en un abrazo demasiado entusiasta para su gusto —. Todos afuera hablan de ti y tu magnífica presencia en la pasarela ¡Los hipnotizaste, princesa!
—Era la idea —aseguró ella, soltándose del abrazo para dedicarle una débil y falsa sonrisa —. De eso se trata todo esto, ¿no?
—Mhm, jamás había considerado el modelaje como un método de hipnosis —señaló Samara —. Pero, dado a que la alumna ha superado a sus maestras, no lo pondré en duda. Ten, princesa. Mereces más que una flor por hoy, pero es todo lo que tenemos a la mano.
Ella tomó una de las rosas rojas de su ramo y se la entregó a Silene, quien ni siquiera pensó antes de tomarla. Observó los pétalos rojos con detenimiento, el tallo sin espinas llamó su atención. Era tan delgado entre sus dedos...
Sacudió sus pensamientos porque no era el momento de pensar en números y en calorías, no con personas frente a ella. Observó detrás de las dos modelos, donde estaban sus acompañantes. La novia de Samara, Margo, trabajaba con su hermano, así que conocía a esa mujer de cabello desordenado y lentes circulares bastante bien. Ella y Sam hacían una extraña combinación, pues la modelo era despampanante, alta y hermosa, mientras que su novia daba la impresión de ser extraña tan solo por su físico.
Eran una pareja que le desagradaba en todo sentido, por más que todos sus conocidos las veían como la media naranja de la otra.
Al menos Margo se había arreglado lo suficiente para encajar con el prestigio del desfile, al igual que el esposo de Silvana que se veía casi tan bien como los modelos másculinos que subieron a la pasarela tras ella. Esa pareja le gustaba un poco más que la anterior, se veían muy bien juntos y le agradaba su historia de amor que nació gracias a un ramo de tulipanes. Sil se veía radiante cada vez que lo tenía cerca, y lo mismo se podía decir de Cameron. Se amaban.
Lo que le molestaba de ellos, era esa chica inoportuna a la que llamaban hija.
Malory iba vestida con unos jeans rotos y descoloridos, una camisa con el logo de alguna banda que desconocia, y unas botas negras demasiado gruesas. No encajaba con el lugar, en donde todos estaban vestidos de gala. La miró de pies a cabeza, ni siquiera disimuló. Cuando llegó a su rostro, a sus ojos marrones brillantes, notó que eran tan impenetrables como los de ella.
Y luego encontró una sonrisa en sus labios. Al parecer, ambas sabían como esbozar sonrisas falsas.
—Interesante manera de venir a un desfile, Lory —soltó Silene, con una voz demasiado tranquila como para sonar genuina.
—Yo no soy modelo, no tengo la obligación de venir en vestido —dijo ella, imitando su tono de voz —. Después de todo, las estrellas aquí son ustedes ¿Quién se fijaría en unos jeans rotos teniendo un espectáculo de mujeres hermosas desfilando vestidos y trajes de baño en una pasarela?
—La apariencia es importante en estos eventos.
—Lo sé, y la mía encaja con lo que soy. Lo lamento si no me acerco a lo que se espera aquí, pero no voy a cambiar. Me aburre ser una del montón, Silene.
Ella miró a la adolescente con cierto desagrado y luego buscó las miradas de su padre y madrastra esperando que le reclamaran por ser tan atrevida con sus acciones y palabras. Sin embargo, los dos solo sonrieron en dirección a la chica ¿Les enorgullecía esa actitud tan atrevida? ¿Qué clase de ejemplo le estaban dando?
Recordó entonces que así eran las hermanas Stewart: bellezas atrevidas, que encajaban en lo físico con lo que exigía el mundo, pero lo contradecían con sus acciones y creencias. Quizá por eso dejó de admirarlas, porque notó que el sentimentalismo que defendían les impedía ser del todo perfectas. Predecía que Malory sería igual, pues la niña era preciosa en todo sentido. Sin embargo, no creía en las normas del mundo, o de la sociedad.
Ella creía en sus propias reglas ¿Qué clase de perfección es esa?
—Estuviste increíble —terminó por decir Malory. Por el suspiro que soltó antes de hablar y la forma en la que se relajó su sonrisa, se notó que esa confesión fue genuina. A pesar de sus roces, podía reconocer que Silene era buena en su trabajo —. Hablo en serio, te luciste ahí arriba.
—Es lo que siempre me encargo de hacer —aseguró Sile, tomando sus cosas.
—Voy a fingir que eso fue un gracias...
—Ya me voy —Silene era experta en ignorar comentarios que no le llamaban la atención —. Nos vemos.
Se fue caminando con la misma seguridad que tenía en la pasarela. Esta vez, con su rosa en una mano, su bolso en el hombro y pensamientos sobre familias quebradas en su mente. Malory la observó marcharse, poco a poco sintió que la furia que venía conteniendo empezaba a desbocarse. Se cruzó de brazos y se giró hacia su familia. Su padre conocía muy bien ese gesto en el que sus labios se fruncían y una de sus cejas se elevaba.
Así se veía Lory cuando algo le desagradaba.
—Debo hacer una confesión —soltó ella —: ella no me agrada ni un poco.
—¿En serio? Creí que eran mejores amigas —acotó su padre, con una sonrisa divertida hacia su hija —. Paciencia, amor. Sus opiniones chocan bastante, pero no por eso debes perder la calma.
—Papá, tú eres un sol, pero engendraste a una bomba que explota con facilidad. La calma no va conmigo.
—De hecho, manejaste muy bien la situación esta vez —señaló Margo, quien conocía bastante bien a la adolescente —. Creí que explotarías por la forma en la que te vió. Lo controlaste, bomba.
—Sí. Pero, ¡¿cuánto más lo aguantaré?!
Ya les había contado lo mucho que le disgustaban los "consejos" que Silene le daba a Cristal. Malory era de esas chicas que no sabían quedarse calladas, y sus familiares cercanos terminaban por escuchar cada pequeño disgusto que pasaba por su cabeza. Silvana rio un poco ante la desesperación de la chica, ella solía ser su mejor confidente a la hora de desahogarse. La rodeó con un brazo y le dió un abrazo lleno de cariño, cosa que logró calmarla tan solo un poco.
Silene veía a esa familia como piezas unidas sin sentido alguno, pero lo cierto es que se amaban. Eran perfectos a su manera.
—Cariño, no se trata de aguantar. No nacemos para que nos agrade todo el mundo, ni para compartir las mismas ideas que el resto. La actitud de Silene choca con la tuya, eso no va a cambiar. Lo que te mantendrá cuerda es ese orgullo y ese amor hacia ti misma que me encanta ¿Qué importan las opiniones de una princesa cuando las tuyas valen oro para ti? Nada se compara con lo que tú puedes llegar a ser.
— Sil tiene razón. El mundo tiene muchas versiones como para estar de acuerdo con todas, pero mientras seas fiel a la tuya no habrá quien te detenga —aseguró Sam —. Y, si te hace sentir mejor, hay una larga lista de personas a las que no le agrada la princesa Osbone.
—¿A ustedes...? —preguntó Malory.
—Nosotras la amamos por ser nuestra antigua alumna y parte de la familia —aseguró Silvana mucho antes de que terminara la pregunta —. Pero mentiría si dijera que no me ha hecho explotar en ocaciones.
—Tu también eres un sol, Sil. No te imagino explotando.
—Eso es porque jamás la has visto enojada —acotó Cameron, quien si conocía bien ese lado de su esposa —. Te aseguro que ella también es una bomba.
— Y, de una bomba a otra, debo decirte que explotarás muchas veces, cariño. Solo asegurate de que esa explosión no te dañe, ni dañe alguien más, porque causan heridas que no sanan con facilidad. Explota para demostrar que eres esta chispa vuelta persona, esta niña increíble que está descubriendo de a poco quien es, pero no lo hagas porque alguien toque alguna fibra sensible en ti. Sé tu detonante, no permitas que otros lo sean.
Ella le sonrió a Silvana y la abrazó con más fuerza. Malory amaba a su familia, y sentía un gran aprecio por la esposa de su padre y el esposo de su madre. Aprendió a tener más de dos adultos en su vida, y estaba agradecida de que todos la ayudaran en ese complejo proceso de descubrirse a sí misma.
—De nada, papá.
—¿Por? —cuestionó Cameron, sin entender esa respuesta por parte de su hija.
—Yo logré que esta increíble mujer se casara contigo. De nada.
Ni Cameron, ni Silvana, contuvieron sus carcajadas ante esa acotación. Si era cierto que Malory jugó un papel importante en el inicio de su relación, lo que les sorprendía era que ella aún lo recordaba. Al poco tiempo, Margo sugirió ir a almorzar a un restaurante que Sam adoraba, el resto no se opuso.
El día transcurrió como uno ordinario para ellos: con risas, anécdotas, y sin grandes explosiones que lamentar.
Silene no los veía como la familia perfecta, no estaban ni cerca de ser como la fotografía que guardaba en favoritos dentro de su celular. Y quizá no lo eran. Pero, ¿acaso las cuatro personas de la foto fueron perfectos alguna vez?
Quizá las heridas profundas son detonantes de pequeñas explosiones que nos nublan la mente, que nos hacen creer cosas que no son...
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