Capítulo 10

Capítulo 10
Para los que nunca escuchan
12 de junio

9:16 pm

El olor a mar que tenía el viento era algo que, incluso luego de varias semanas viviendo tan cerca de la playa, sorprendía a Rubí. Claro que era una sorpresa agradable, como cuando descubres un aroma atorado en la brisa y sabes que lo recordarás por años. Sabía que atesoraría por siempre ese lugar, todo por culpa de sus sentidos.

Ahora, cada vez que el aroma a sal marina llegara a sus fosas nazales, ella recordaría esas noches humedas, en las que la luna reflejaba su luz en las olas del oceano y estas se convertían en un millón de destellos al romper en la costa. Recordaría la sensación de arena en sus dedos, la brisa jugando con su cabello y esa impresión de que todo estaba en orden... Con un simple aroma, ella conservaría los recuerdos de noches como esa, en las que las risas gruesas de esos "familiares" con los que no compartía ADN resonaban en toda la casa.

Pero no los guardaría en la mente, no; ella todavía no lo sabía, pero ese aroma, esas noches, y esas risas se resguardarían en un lugar más importante: su corazón.

—Hey, niñita —fue Adam quien la sacó de su realidad, devolviéndola al mundo real —. ¿Me escuchaste?

Claro que el corazón de Rubí seguía muy lastimado como para reconocer que había recuerdos, o sentimientos, grabados en él. Ella seguía protegiéndose a sí misma con espinas tan puntiagudas como las que llegaron a lastimarla a ella en algún momento. Observó a Adam, quien tenía el entrecejo fruncido en su dirección. No era la primera vez que encontraba a la chica perdida en su mundo, y comenzaba a creer que se convertiría en una rutina tener que sacarla de ese planeta tan lejano en el que se extraviaba a menudo.

—No te escuché —confesó, y luego volvió a bajar su mirada hasta su cuaderno de canciones —. ¿Qué quieres, molesto?

—Solo pregunté si querías algo de tomar —aclaró él, con una sonrisa divertida —. No hay necesidad de atacarme con tu actitud de adolescente frustrada.

—Vete al carajo, Adam.

—Sabes, mi ex me mandó al mismo lugar, pero me perdí en el camino ¿Tienes un mapa para guiarme, o algo así? ¡Ya sé! Seguro tienes la dirección guardada en ese cuadernito tuyo de la última vez que fuiste ¿Qué tal es el clima ahí, por cierto? ¿Llevo bufanda?

Rubí levantó su mirada hasta la del rubio, quien le sonrió mostrando sus blancos dientes. Ella conocía varios tipos de sonrisas: las de lástima, las inocentes, las de disculpas, las incómodas, las falsas (que, en su opinión, eran el tipo preferido de su cuñada), las bromistas, las raras...Pero la de Adam no parecía encajar en una clasificación, al menos no en una que ella conocía. Era una mezcla entre comprensión y amabilidad, acompañada de una pizca de diversión que quizá escondía algo más. Sentía que era un dilema, pero al mismo tiempo ese gesto le salía tan natural que no parecía esconder mucha complejidad.

Su sonrisa era sencillez y dificultad combinadas; una mezcla tan contagiosa que Rubí la imitó sin siquiera darse cuenta. Entonces, él le entregó el vaso con agua y le guiñó el ojo con complicidad. Entendía a Rubí, o quería creer que la entendía. Él también llegó a tener esa sensación de querer extraviarse, alejarse del mundo real...

Así que sabía de antemano que, los que se pierden en pensamientos y en planetas alejados al nuestro, son tan solo almas confundidas que no saben que lo que buscan es ser encontradas.

Se dio la vuelta y volvió al juego de billar que había dejado de lado minutos atrás. La casa de los Carlton era muy grande, quizá demasiado, así que Caleb invitaba seguido a sus familiares para no sentirla tan vacía. Como resultado, quedaban esas noches en el patio trasero de su hogar, con partidas de billar interminables y conversaciones interesantes que Rubí recordaría tan solo con oler el mar...

Y por sonidos que simplemente no podría olvidar.

—¿Esa es Harley ladrando? —preguntó Don, que escuchaba a lo lejos al resto de los invitados. Pudo reconocer el ladrido de su sobrina, y luego escuchó a Holden hacer lo mismo.

—Sí, es Harl —respondió Gabe, mientras era el turno de Calvin para jugar —. Pasé de tener dos hijos, a tener dos perros: Harley es un French Poodle y Holden un Gran Danés. Tiene sentido, ¿no?

—¿No creen que esto ya se les fue de las manos? —preguntó Aviv, divertido ante las ocurrencias de los mellizos.

—Amigo, esto se nos fue de las manos mucho antes de que comenzara. Es decir, ayer Harley durmió en el suelo porque dijo que los perros no tienen cama, y Holden espantó a la niñera que conseguimos con un gruñido ¡Un gruñido!

—¿Y por qué no lo detienen? —preguntó Derek, también con una sonrisa divertida.

—Sí, deberían pensar en ponerle fin a este juego antes de que se les peguen pulgas —habló Adam, preparándose para su turno en el juego —. O peor, antes de que les dé rabia.

Rubí escuchaba todo, de vez en cuando levantaba la cabeza para verlos. En ese momento, consiguió la sonrisa divertida de Gabe. Por más irritante que podía ser el juego de sus hijos, él parecía estar disfrutandolo.

—Cloe todavía está convencida de que es la mejor idea que ha tenido en su vida —les contó —. Se niega a creer que no está funcionando, así que el comportamiento de los niños la está sacando de quicio.

—Y a ti te encanta que a tu esposa la vuelvan loca —señaló Donovan, negando con la cabeza. Conocía bastante bien a esa pareja.

—Es muy divertido —carcajeó Gabe —. Yo tengo más paciencia que ella, puedo aguantar las locuras de los huracanes un poco más. Pero, ¿Cloe? ¡Ella está enloqueciendo!

—¿Quién lo diría? —soltó Derek, sonriendo —. Parece que los únicos capaces de sobrepasar la locura de esa friki son sus propios hijos.

—Por eso amo a mis mellizos...¿O debería llamarlos cachorros?

—Mejor no —soltó Rubí —. Con mellizos está bien.

Primero se escuchó la risa de Adam, esa profunda y contagiosa risa que comenzaba a sonar familiar en los oídos de Rubí. Luego, el resto de los hombres ahí soltaron carcajadas que solo lograron que la adolescente se preguntara algo que llevaba atormentandola durante su estadía en Los Ángeles: ¿Cómo esa gente podía ser tan...feliz?

Veía sonrisas a cada segundo y le parecía absurdo. Su mundo era tan gris que no podía comprender del todo los colores que portaban los mundos de los demás ¿Qué había que hacer para conseguir esa alegría? ¿Cuál era el secreto de su felicidad? Fuera cual fuera, ella nunca lo conseguiría. Estaba convencida de que, con un pasado como el de ella, ser completamente feliz era una meta imposible. Así que se sentía completamente fuera de lugar junto a esas personas...

Hasta que escuchó un suspiro que la hizo sentir ligeramente identificada con ellos.

Calvin Milestone parecía estar más en otro mundo que en el juego de billar, y ese semblante que normalmente era alegre y amistoso, se veía bastante preocupado en ese momento. Rubí levantó la mirada y lo observó, comprendiendo lo que se sentía soltar suspiros que dejaban espinas clavadas en el corazón. Desconocía las razones por las que su "tío" se estaba ahogando en su propia tristeza en ese momento, pero lo entendió.

Rubí entendía a aquellos a los que les dolían los sentimientos, los que deseaban perderse sin saber que querían ser encontrados.

Ella no fue la única que notó el suspiro. De hecho, todos los que estaban cerca lo notaron. Una cadena de miradas preocupadas surgió entre Derek, Gabe, Donovan y Adam, mientras que Aviv, Caleb y Rubí todavía no tenían idea de lo que le ocurría al pelirrojo. Don se acercó a la mesa de billar y se preparó para jugar. No obstante, a instantes de golpear la bola que le correspondía, soltó la pregunta que Calvin temía escuchar:

—¿Todavía tienes problemas con Eve?

Eso trajo de vuelta a la realidad al pelirrojo, quien observó al novio de su hermana como si lo hubiese escuchado decir algo prohibido. Sin embargo, se dio cuenta de que Don no fue el único que notó su largo suspiro, así que no tenía caso fingir que se encontraba bien; no frente a ellos.

Así como Eve acudía a Derek, Cloe, o a Padme para hablar de el desastre que estaba resultando su matrimonio últimamente, Calvin acudió en algún momento a sus amigos cercanos por consejos. Ellos sabían que los Milestone estaban teniendo problemas últimamente y no los juzgaban, tan solo se preocupaban al verlos tan...decaídos.

—¿Soy muy obvio? —preguntó él, pasando una mano por su rojizo cabello.

—Considerando que casi te desinflas con ese suspiro... —habló Derek —. Si, lo eres. Es más, la palabra obvio se te queda corta ¿Cómo lo llamarían ustedes?

—Idiota —soltó Adam, preparándose para su turno —, es un idiota por callar algo que todos hemos notado.

—Estoy de acuerdo con la bestia —soltó Gabe, frunciendo su entrecejo —. Lo cual es bastante raro, de hecho.

—Esperen, esperen —los detuvo Caleb, quien observó a su tío Calvin con cierta confusión —. ¿Tú y mi tía Eve están teniendo problemas?

Calvin suspiró y se apoyó del palo de billar como si necesitara sostenerse de algo. De esa forma, se veía mayor; quizá preocupado era la única forma en la que aparentaba los años que en realidad tenía. Caleb quedó sorprendido en el instante en el que él asintió con la cabeza como respuesta. De todas las parejas conocía, la que se veía mejor en todos los sentidos era la de sus tíos Cal e Eve. Sus personalidades amables y generosas encajaban a la perfección, se conocían desde hacía años, sonreían amenudo y su pequeña familia de tres era tan encantadora como las que se suelen ver en las fotos de prueba en los portarretratos...¿Y ellos tenían problemas?

Las apariencias siempre engañan, pues las personas somos incluso más profundas que el mismo mar. Dicen que hay cosas que aún no conocemos del océano, yo digo que hay misterios del alma humana que jamás llegaremos a descifrar.

—No pueden decirle nada de lo que escucharán a su tía Eve —dijo Cal, observando a los hermanos Carlton con seriedad —. Hablo en serio, chicos. Les pido esta discreción porque la necesito, por favor.

—Yo no diré ni una sola palabra, tío Cal —aseguró Leb.

—Y yo no soy chismosa —soltó Rubí, cruzándose de brazos —. Si no es mi asunto, no tengo porque contarlo.

—Me gusta tu filosofía —señaló Derek. Luego, miró a su mejor amigo —. Ellos no se lo dirán, así que habla Milestone.

Calvin volvió a suspirar, quizá su mejor amigo tenía razón y terminaría por desinflarse. Rubí dejó de observar su cuaderno de canciones y lo miró con atención. Le pareció interesante encontrar esa imagen, en la que un hombre que aparentaba tener una vida sencilla y gratificante, se permitía desmoronarse.

Incluso los pilares más fuertes tienen grietas...

—Todo sigue igual —soltó él, con la mirada fija en la madera de la mesa de billar —. Si nos hablamos, son cosas puntuales y que no requieren de mucho diálogo. Le pregunto sobre su trabajo, ella sobre el mío, hablamos sobre Cris, pero nuestras respuestas a duras penas si son respuestas. Es como...Si ninguno de los dos quisiera estar ahí.

—¿Ahí? ¿Dónde? —cuestionó Aviv, alzando una ceja —. ¿En su casa?

—No, en nuestro matrimonio. Siento que no queremos seguir con...esto.

—¿Tan fuertes son sus peleas? —preguntó Caleb.

—Eso es lo peor, no hemos peleado —habló Calvin —. Yo solo...No estoy...

—Enamorado —completó Derek, observando a los británicos —. Ese es su problema: él no ama a su esposa, o al menos no de la forma en la que esperó hacerlo.

Caleb lo miró con impresión, demasiado sorprendido con esa noticia. Había escuchado a Silene hablar de los Milestone como la familia perfecta, ¡incluso él había visto con sus propios ojos la pareja ideal que conformaban Eve y Calvin! Resultaba un tanto confuso pensar que, detrás de la imagen de perfección que daban al resto del mundo, estuvieran teniendo un problema tan grande como ese.

—¿Cómo dejas de amar a alguien así como así? —preguntó Caleb —. Ustedes se veían tan felices...

—Sí, pero llevan años casados —explicó Donovan, intentando animar a su cuñado —. Convivir tanto tiempo con una persona hace que comience a ser una rutina. A veces, la costumbre hace que esa "chispa" que había al inicio se apague y...bueno, pasa esto.

—Y "verse" felices no es lo mismo que "estar" felices —acotó Gabe, indicándole a Derek con una seña que era su turno de jugar —. Las sonrisas son fáciles de fingir, pero la felicidad no es algo que se consigue tan fácil.

—¿Has hablado de esto con Eve? —cuestionó Aviv, interesado en ayudar —. ¿Ella se siente igual?

—Me aterra sacarle el tema...¿Y si todavía siente algo? Capaz estoy malinterpretando la situación y soy solo yo el que está así. No quiero romperle el corazón a la mujer que alguna vez amé con locura. Además, está Cristal... —Calvin se veía genuinamente angustiado, nervioso y hasta con un toque de culpabilidad en su mirada. Observó a su mejor amigo, ese nerd que se preparaba para hacer una jugada que seguro lo llevaría a la victoria —. ¿Ella te ha dicho algo, Derek? Eres su mejor amigo, solo se desahoga contigo, o con Dann.

Al escucharlo, Derek se resbaló y falló la jugada. Adam y Gabe no tardaron en estallar en carcajadas, la impresión de la pregunta causó que el físico se pusiera pálido de inmediato. No era la primera vez que él se veía envuelto en un dilema como ese, en el que quedaba justo en el medio de un conflicto entre sus dos mejores amigos. Lo observaron tragar saliva y desviar la mirada lejos del pelirrojo, siempre se ponía nervioso en situaciones como esa.

Y ver a Derek Osbone nervioso era tan extraño como presenciar una estrella fugaz; casi pensaron que debían pedir un deseo y todo, pero no va al caso en esta historia.

—No me hagan esto, no otra vez —soltó el físico teórico —. Eve y tú son mis amigos, los quiero a los dos por igual. Así como tu me pides discreción, ella también lo hace ¡No puedo hablar!

—Entonces, sí te ha dicho algo...—suspiró el pelirrojo, apoyandose en la mesa de billar —. Mierda, quizá esto está peor de lo que creí.

—Mira, habla con tu esposa —su mejor amigo le dedicó una mirada comprensiva y palmeó su hombro —. Solucionen sus problemas, vean a dónde los llevará esto, y sean felices. Nosotros estaremos aquí para lo que sea que venga en sus vidas, ¿bien?

—No sé en qué punto mi matrimonio se volvió tan...complicado.

—El matrimonio en sí suena complicado —dijo Caleb, entendiendo un poco mejor a su tío —. Es decir, tantas cosas cambian en tan solo unos meses ¿Cómo aseguras que el amor que sientes por una persona, entre tantas, dure toda una vida?

—Suena complicado, pero tiene su encanto —opinó Adam, preparándose para jugar —. Hay cierta...Seguridad ¿Me entiendes? Levantarte todos los días para ver a tu lado a una persona que te conoce mejor de lo que tú te conoces a ti...Es jodido mantener esa "chispa" durante mucho tiempo, pero siento que vale la pena intentarlo.

—¿Y tú que vas a saber del amor y el matrimonio, Adam? —soltó Rubí, con un tono un tanto bromista —. Apuesto que yo no había nacido cuando tuviste tu última relación seria, ¿qué te hace pensar que sabes lo que es estar casado?

Lo único que se escuchó luego de ese comentario fue el golpe seco del palo de billar contra la bola en la mesa; fue un golpe demasiado duro, pero con tan poco impulso que a penas si se movieron las piezas en la mesa. De repente, todos los ojos estaban puestos sobre Adam, quien parecía estar en un trance inexplicable, sin poder moverse del lugar. Rubí no comprendía lo que ocurría, y quedó aún más confundida cuando la sonrisa imposible de clasificar del chico apareció en sus labios.

Pero, esta vez, encontró dolor; fue una sonrisa quebrada, un fantasma de la anterior.

—Tienes razón, no sé lo que es estar casado —aseguró él, dirigiendo su mirada hasta la de ella. Su sonrisa desapareció al instante —. Quizá es complicado, quizá es todo lo que dice Calvin y yo solo tengo una idea estúpida sobre lo que es. No lo sé. Así que tienes razón, niña.

>> Pero te diré algo: Cuando te abandonan segundos antes de experimentarlo, de vivir ese quizácon alguien que crees que quiere lo mismo, te quedas con las ganas de vivirlo...incluso cuando, para algunos, el final no es esperanzador.

—Un momento...¿qué? —Rubí lo miró con impresión —. Tú estabas...

—Entonces, mi consejo es este, Calvin: Te casaste, tuviste tu quizá y lo viviste, siéntete afortunado por eso, pero puede que este sea el final y debes hablarlo con Eve. Ella puede estar sintiendo lo mismo, o no; debes dejarlo claro antes de que, lo que una vez quisiste, se...se te escape de las manos.

—¿Bestia? —Gabe se acercó a él, preocupado por la forma en la que la mandibula y puños de Adam estaban demasiado tensos, como si estuviera preparado para defenderse de algo —. ¿Te sientes bien?

Adam todavía tenía la mirada fija en los ojos azules de Rubí, esos que normalmente se veían demasiado fríos...Pero, esa vez, se vieron un poco más vulnerables. Ella era desinteresada, cínica, prefería habitar en su mundo que en el de los demás. Sin embargo, el despertar ese fantasma en Adam la ablandó.

Se sintió mal por desenmascarar un dolor que él parecía haber disfrazado muy bien hasta el momento.

Él soltó una carcajada quebrada, de la clase de risas que uno suelta cuando se ríe de uno mismo; y no, su situación no le parecía cómica en lo absoluto, pero prefería reír que llorar. No quería volver a llorar por ella.

—Creo que...que saldré a dar una vuelta —dijo, dejando el palo de billar en la mesa —. Ya saben, tomar aire fresco, oxígeno, eso...lo que sea.

No se molestó en pensar en una mejor excusa, aunque sabía que ninguno le creyó esa calma que tanto se esforzó en fingir; después de todo, estaban en un patio al aire libre, ¿para qué otra razón pondría la excusa de necesitar aire fresco si no era para huir? Se dio la vuelta y se alejó de la mesa de billar; varias miradas lo siguieron hasta que llegó a la playa y comenzó a caminar por la costa. Pronto, se convirtió en una silueta de hombros encorbados que no parecía tener muchos ánimos.

Una silueta de alguien que, por fuera, era igual a Adam...pero sabían que no era él realmente.

Mientras tanto, Silene reía con elegancia a una anécdota que Sanne le contaba. Ambas estaban cerca de la mesa de billar, pero no lo suficiente como para escuchar lo que ahí decían. Solo bastó que levantase su mirada, encontrara la silueta desanimada de Adam en la playa, y viese la atmósfera tensa que había dejado en el lugar para que la princesa Osbone dedujera lo que había ocurrido. Se levantó, molesta. Y, sin darle explicación a la morena, caminó hacia los hombres que se habían quedado en completo silencio.

Claro que ella sabía romper el silencio de una forma épica.

—Bien, ¡¿quién de ustedes mencionó a la perra de Vanessa?! —soltó ella, colocando sus manos en sus caderas —. ¡Les dejé muy claro que no quería que dijeran ese nombre cerca de Adam! Ya hablen, ¡¿quién fue?!

—Yo...—Rubí seguía en una especie de shock, sin poder creer del todo que había agrietado un poco más el corazón de alguien que creyó que estaba completamente bien —. Yo no tenía idea. No quería...No quería lastimarlo...

Silene volteó de inmediato a observar a la adolescente de cabello llamativo. Pronto, su mirada enfurecida enfureció aún más. Se acercó hasta ella, con una mirada amenazante y su rostro encendido en un color rojo cercano a los pétalos de cierta flor.

—Claro, tenías que ser tú —soltó Silene, solo había desprecio y desagrado en su voz —. ¡Siempre haces cosas así, Rubí! ¿No tuviste suficiente arruinando tu vida? ¡Ahora no vengas a arruinar la de mi mejor amigo!

—Hey, alto ahí —la detuvo la chica, colocándose de pie. Dejó de estar preocupada por Adam a activar un modo de defensa que había desarrollado con los años —. Yo no hice esto a propósito, Silene ¡No tenía idea de que a él lo dejaron en el altar!

—¡¿Cómo no ibas a saberlo, estúpida?! Tu hermano lo sabe, tus tíos lo saben, ¡todo el mundo aquí lo sabe! ¿Me crees tan idiota como para creer que alguien no te lo mencionó? Claro, como no era un asunto que te llamaba la atención, seguro que no escuchaste ¡Es que siempre haces!

—¡Mentira! Y tú no tienes derecho de hablarme así. Eres una grandísima hipócrita, me reclamas por lastimar a la gente cuando tu eres tan tóxica como un batido de veneno para ratas.

—¡Caleb! ¡¿Acaso piensas dejar que tu hermana me hable así?!

—¡Caleb! ¡¿Acaso piensas dejar que tu novia se comporte como una idiota por más tiempo?!

Ambas miraron al cantante, quien se puso incluso más pálido que Derek en su momento. Frente a él, tenía a las dos mujeres más importantes de su vida, a las que más amaba. Se encontraba en un dilema, en el que unos ojos fríos y azules competían con unos intimidantes ojos café por su atención. No era la primera vez que ellas dos luchaban por el apoyo de Caleb, y siempre lo ponían en una situación bastante incómoda...

Una situación cuyo desenlace resultaba bastante desastroso a menudo.

—Lo siento, Rubí —dijo él tras un suspiro —. No creo que seas una estúpida, hermanita. Pero Silene tiene razón en algo: Te lo dije, te lo dije unas mil veces e incluso te mostré las invitaciones a su boda en algún momento...

>>Eres de las que nunca escuchan y es momento de que entiendas el daño que eso les hace a otros.

—Pero yo...

—¿Ves? ¡Lo hiciste a propósito! —exclamó Silene —. ¡Lastimaste a mi mejor amigo por tu insensatez e indiferencia de mierda! Te lo dije, Caleb, te dije que a ella debías dejarla en Londres. Solo es una niña inconciente que...

—¡Silene, basta! —la detuvo su hermano, al tiempo en el que se colocaba entre ella y Rubí. Sanne, quien siguió a Sile hasta la escena, tomó a la chica de cabello rojo por los hombros de una manera protectora. Para ese momento, ya todos los invitados estaban cerca, al corriente de lo que estaba ocurriendo —. No tienes que hablarle así.

—Pero, Derek, ella es...

—¿Por qué no vas a ver si tu mejor amigo necesita un hombro en el cual llorar? —soltó Sanne, sin soltar a su sobrina —. Aquí no estás siendo de mucha ayuda, princesa.

La mirada de Silene se mantuvo fija en la de Rubí; te puedo jurar que casi intentó atravesar su cráneo con ella. Quería amenazarla, causale el dolor que ella le causó a Adam con tan solo ese duelo sin palabras. Para ella, Rubí era la clase de pesos que hunden a otros con sus problemas, por eso siempre la odio. Su incensatez, sus malas desiciones y su indiferencia solo arrastraban a sus allegados a dolor y problemas. Esa vez, ella se metió con el hombre equivocado, el único que la princesa Osbone defendía incluso más de lo que se defendía a ella misma.

Y, por eso, quería clavarle a Rubí todas sus espinas.

Sin embargo, supo reconocer la razón en las palabras de Sanne: Adam necesitaba apoyo en ese momento. Cuando consideró que había torturado lo suficiente a la hermana de su novio, volteó la vista hacía Caleb.

—Haz algo con tu hermana —le dijo —, o terminará hundiendonos a todos en miseria de la forma en la que ella se hundió por su cuenta.

Y, sin decir mucho más, se dio la vuelta y corrió por el mismo camino en el que Adam había desaparecido. Rubí todavía podía sentir el agarre protector de su tía, pero se estaba tan aturdida que a duras penas si podía percibir el olor a mar atrapado en la brisa. Con una desesperación casi infantil, buscó la mirada de su hermano. Solo esperaba algo de comprensión...

Pero él volteó.

Entonces, sintió lágrimas en sus ojos azules ¿Y si Silene tenía razón? ¿Y si era un monstruo por hacerle tanto daño a las personas? ¿Y si estaba hundiendo a todos a su alrededor? Se separó de su tía y corrió al interior de la casa, desesperada porque nadie notara su llanto contenido. Subió las escaleras con una mano en su pecho, con la esperanza de poder sostener las costuras de su corazón para que estas no se siguieran descociendo ¡¿Por qué ella era de las que nunca escuchaba?!

¡¿Por qué era de las que arrastraba a otros hacia tanto dolor?!

Recordó la sonrisa quebrada de Adam en el instante en el que se refugió en su cama y comenzó a llorar; fue un llanto tan desesperado que a duras penas si dejó escapar sollozos, pues el dolor se quedó todo en su interior. Ella solía ser indiferente, un alma con ganas de perderse...Pero, todos temen ser la causa de un lágrimas ajenas, inclusive las almas que callan su deseo por ser encontradas.

Todos tenemos un lado frágil...Te sorprendería la fragilidad que esconden las personas llenas de espinas.

—¿Rubí? —ella escuchó la voz de Sanne tras la puerta de su habitación. No detuvo su llanto —. Escucha, preciosa, estoy con Avi. Vamos a pasar, ¿está bien?

Ella ni siquiera contestó, pero eso no les impidió a los dos amigos entrar en la habitación. Ellos no compartían lazos de sangre con Rubí, tampoco había papeles legales que los juntaran, pero sí los consideraba familia. Sanne y Aviv se ganaron algo que la chica consideraba un tesoro: su cariño.

Y, por esa razón, sintió cierto alivio al percibir el peso de dos personas a ambos lados de su colchón; no estaba sola.

—Ya, ya —Sanne acarició su cabello e intentó calmarla de la forma en la que lo hizo un millón de veces cuando ella era niña —. Estamos aquí. Puedes llorar con seguridad, nosotros secaremos tus lágrimas.

—No soy un monstruo —dijo Rubí, entre balbuceos —. Quizá Caleb si mencionó algo de su matrimonio, pero no lo recuerdo ¡Lo juro! Jamás lo lastimaría adrede.

—Lo sabemos —le dijo Aviv —. Rubí, tú no eres una mala persona. Cometes errores, todos lo hacemos, y Adam lo entenderá.

—No soy el monstruo que Silene dice que soy ¡No soy el monstruo que Caleb cree que soy!

Dejó de esconder su rostro en la almohada y sus ojos llorosos encontraron una imagen borrosa de sus dos tíos. Sentía que, de a poco, su mente se volvía demasiado turbia como para aguantarla. Su problema era que sentía que debía controlar demasiadas cosas al mismo tiempo: sus pensamientos, sus sentimientos, sus recuerdos, sus miedos...A veces, solo quería que algo más se encargara de cargar todo eso.

Quería deshacerse del control que tenía sobre sí misma...

Quería menos dolor...

Necesitaba...

—Necesito...—balbuceó.

Necesitaba calma, saber que no era un monstruo. Quería dejar de sentir esa ansiedad, ese odio a sí misma que llevaba años atormentandola. Varias puntadas se descocieron en su corazón, pues sabía que estaba a punto de admitirles a sus tíos que necesitaba eso que arruinó su vida en algún momento.

—Necesito...

—No, no lo digas —la detuvo Aviv —. No digas que necesitas eso, Rubí. No puedes controlar la tristeza con vicios, eso solo lo empeora.

Él tanteó el colchón hasta encontrar la mano de quien consideraba su sobrina. Entrelazó sus dedos y le dio la clase de sonrisas que Rubí conocía como las sonrisas de consolación y apoyo incodicional. Sabía que ellos no la dejarían caer de nuevo, sabían como mantenerla a flote.

Esas sonrisas la salvaban.

—Vamos a cantar —dijo él —. Una buena canción es el único vicio que te permito; una linda melodía si sana un corazón roto.

—Yo los escucho —habló Sanne, acostándose al lado de Rubí —. Los acompañaría en su canto pero, ya saben...

—Tu canto es como escuchar a un perro al que están atropellando con un camión.

—Oye, la ducha no tiene quejas aún, Everton.

Él soltó una carcajada a la que Rubí se le unió con cierta debilidad. Luego, Aviv comenzó a cantar las letras de una canción que ambos conocían. Su voz gruesa y profunda cantó las primeras estrofas, y en el coro se le unió la voz dulce y más aguda de la chica de cabello rojo. Poco a poco, ella fue reencontrando paz en la melodía. Escuchó el canto de su tío mezclarse sutilmente con el suyo, hasta que se quedó dormida.

Esa noche, tuvo sueños con olor a brisa marina; sueños que sonaban igual que una canción que podía remendar pedazos descocidos de un corazón.

—Mhm, quizá debería seguir intentando con Eve —dijo Calvin, en la planta de abajo. Mientras distintos dramas se desarrollaban en la misma gran casa, él intentó regresar a la normalidad de la noche, pues no sabía qué otra cosa hacer —. Quizá pueda reavivar la "chispa" de alguna manera...

—Como quieras, Milestone —soltó Derek, encogiéndose de hombros —. Pero escucha bien esto: hasta que no hables con Eve, nada servirá.

—Claro, claro, como digas.

Esta es la cosa con los que no quieren escuchar: encuentras heridas que no se arreglan con una bonita melodía. El caso de Rubí es particular. Estaba tan desesperada por perderse, por encontrarse, por perder el control y hallar paz al mismo tiempo que no la culpo por no querer escuchar...Pero no puedo evitar culparla por todo el daño que hizo con su indiferencia, su incensatez y su rudo carácter.

Lo que me lleva a decirte una cosa, algo que te va a sorprender: Hay más de dos rosas en esta historia, y Rubí...ella era una rosa sin pétalos rojos.

Era puras espinas. 

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