𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝕴𝕴𝕴

La vida en el pequeño pueblo de Mantua era sin duda como un sueño, Hwanwoong y Youngjo se habían mudado a una cabaña abandonada por una anciana que acababa de morir recientemente y sus hijos la pusieron a la venta a un buen precio, habían comenzado a sembrar su pequeño huerto con ayuda de sus vecinos, ya que ambos al venir de familias nobles no tenían idea de las cosas del campo, su vida parecía perfecta, estaban juntos, se amaban y nadie los molestaba, pero desgraciadamente en tales circunstancias llega el amanecer en que el destino los separa.

Unas semanas después mientras Youngjo salía a cortar leña y Hwanwoong aún dormía, se asustó en demasía al percatarse de la presencia de Yong Hoon, acompañado de Kang Hyun y Dongmyeong, los tres rodearon la cama y le dieron su ropa para que se vistiera deprisa.

— ¡¿Qué hacen aquí?! ¡¿cómo me encontraron?! — dijo desconcertado Hwan.

— Los enviados de Montesco están cerca y Xion obtiene cualquier información si se lo propone, tienes que venir con nosotros de vuelta a Verona y unirte al príncipe para derrocar al tirano —explicó Yong Hoon

— ¿Y Youngjo? ¡Yo no me iré de aquí sin él! —gritó molesto Hwanwoong.

— Es peligroso que él este contigo, recuerda que es el hijo Montesco. — respondió Kang Hyun.

Hwanwoong una vez vestido se volvió a sentar y se cruzo de brazos mientras negaba con la cabeza.

—No me importa si he de morir aquí, no me iré sin él, es mi esposo y no me separaré de su lado.

Yong Hoon estaba bastante molesto con la terquedad del menor, nadie le había avisado que se había fugado con Youngjo y de haber sabido que se casarían, lo hubiera impedido a toda costa porque una vez muerto Montesco seguramente la gente también pediría que su hijo muriera, no quería que el corazón del último Capuleto terminara destrozado por eso le prometió su mano a Geonhak, había prometido a los padres de Hwanwoong que lo mantendría vivo a toda costa y aún si sus deseos eran egoístas terminó tomando la mano de Hwan para arrancar el anillo de su mano y después cargarlo para sacarlo del lugar.

— No ¡Ya basta!, bájame, he dicho que no quiero ir a ningún sitio ¡Te odio, te odio Yong Hoon!, no ¡los odio a los tres! —Lloraba Hwanwoong mientras Dongmyeong lo ayudaba a subir al caballo.

— ¡Youngjo! ¡Mi amor! ¡Youngjo! — gritaba desconsoladamente mientras observaba como a lo lejos dejaba su perfecta vida y se aferraba a la espalda de Kang Hyun quien casi no había dicho nada hasta el momento y se mantenía en silencio.

Cuando regreso Youngjo con la leña encontró el anillo de su amado sobre la cómoda y a su criado Ha Rin con una sonrisa de lado.

— ¿Buscas a tu pequeño tigre? —temo decirte que se ha ido con los suyos y tú también deberías hacer lo mismo, tu padre te necesita.

— Es mentira, no te creo nada, woongie no pudo abandonarme — exclamó Youngjo molesto por aquella situación.

— Es un Capuleto ¿Qué esperabas? —musitó Ha Rin con un tono de malicia.

— ¡No te atrevas a hablar así de él! —amenazó Youngjo mientras lo tomaba del cuello de la camisa y luego lo soltaba.

Youngjo no le creía nada a Ha Rin, sabía que su amado woongie no era ese tipo de persona, sus almas estaban unidas, al menos le aliviaba saber que estaba a salvo con sus protectores y no en camino a ser ejecutado por su padre.

Los guardias del palacio llegaron unos minutos después y el joven príncipe fue escoltado al palacio de su padre donde recibió un duro castigo.

—¿Tienes la menor idea de la preocupación que nos provocaste a mí y a tu prometida? ¡gracias al cielo que estas a salvo! Se vienen tiempos desastrosos para nosotros, pero antes debes casarte con Hwa Sa, estuvimos preparando todas estas últimas semanas y...

— No padre, no me casaré —interrumpió Youngjo a su padre.

— ¿Por qué no?, vaya no me digas que desarrollaste Estocolmo luego de tu secuestro —se rio el señor Montesco.

Pero Youngjo negó con la cabeza y alzó su mano donde resplandecía su anillo de bodas con el símbolo del lirio grabado.

— No me puedo casar dos veces y jamás podrás quitarme este anillo.

Montescó se levantó de su asiento molesto y estuvo a punto de hacerle daño con su espada, pero Youngjo lo esquivó.

— ¡Eres un traidor de tu linaje! ¡eres una vergüenza para la rosa! ¡te cásate con el enemigo! ¡es inaudito! Serás exiliado a la parte más pobre de Verona si te llevo al calabozo junto con Escala quizá ustedes dos planeen mi derrota.

Y así Youngjo fue puesto bajo vigilancia y lo llevaron a la parte marginada de la ciudad para que trabajara en las labores del campo.

Ambos amantes estaban separados y sumergidos en una profunda depresión, Montesco buscaba ayuda para que mediante un oficio a la santa sede se anulara el matrimonio de su hijo argumentando que era algo ilegitimo, Hwanwoong sin su anillo y abrazándose así mismo mientras recordaba las caricias de Youngjo se pasaba las noches llorando, era obligado a entrenar por Yong Hoon todas las mañanas y odiaba ver su propio reflejo en esa espada, porque todos le recordaban que, así como la sirenita debía matar al príncipe para obtener su libertad, él debía matar a su esposo para vengar a sus padres.

Por otro lado a los oídos de Montesco llegó el rumor de la existencia de sus hijos ilegítimos, Geonhak y Dong Ju asistían a lujosas fiestas del palacio juntos, algo excesivo de los nobles porque mientras ellos comían pasteles y champagne, la gente de Verona moría de hambre y eso hacía sentir culpa en Dong Ju, pero luego se recordaba así mismo que todo lo hacía para ganarse la confianza de su padre y en un descuido acabar con su vida.

Dong Ju estaba hermoso aquella noche en que pudo conseguir una audiencia con su padre, Geonhak mandó a hacer varios trajes a su medida y ese día vestía uno de color blanco con botones de oro y adornos en plata, sus labios estaban hidratados con bálsamo de fresa y el mayor quería comérselo a besos después de la audiencia en alguna habitación del gran palacio o en su mansión, aún no le confesaba sus sentimientos y el no hacerlo lo estaba volviendo loco.

— Su señoría, ante usted Dong Ju Montesco vi Capuleto y el conde Geonhak Kim. —anunciaron a la pareja ante el gobernante de Verona.

— Es un gusto conocerte Dong Ju ¿Así que tu madre era Han Soo Capuleto? Eso explica muchas cosas, si, seguramente como ya lo sabes tú eres mi hijo.

A Xion le molestaba lo cínico que era aquel hombre, él no seria nada de no ser por su madre, el linaje Montesco ni siquiera existiría, se casó con Han Soo para heredar todo de su suegro quien murió por extrañas circunstancias, luego se volvió a casar con la madre de Youngjo y así logró hacerse con títulos y fortuna porque su nueva esposa era pariente del príncipe Escala, sentía náuseas de tan solo mirarlo, pero se mantuvo firme y asintió con la cabeza.

— Así es, la verdad es que mi madre me conto unas cuantas cosas de usted antes de fallecer, tenia miedo de presentarme a su excelencia, después de todo yo soy una mancha a su reputación, pero...

— Pronto será mi prometido — dijo con un evidente sonrojo Geonhak.

— Ya veo, si, supongo que no estabas muy equivocado, aunque en estos momentos quizá no considere algo malo el que hayas nacido, eres mi hijo después de todo y ya que tu hermano mayor ha sido exiliado ¿te parece tomar su lugar?

Dong Ju no sabía que decir, jamás pensó que Youngjo fuera exiliado, pero lo contemplo cuándo Hwanwoong fue traído de vuelta a Verona, es obvio que Montesco no iba a ser indulgente ni con sus propios hijos.

— Jamás contemple ser príncipe heredero de Verona, esto es repentino, necesito tiempo para pensarlo —respondió Xion con una reverencia.

— Bueno espero tu pronta respuesta, no te quito más tiempo, deberías ir y seguirte divirtiendo con tu prometido. — y dichas estas palabras Montesco se retiró a sus aposentos mientras en el salón principal la fiesta aún seguía.

— ¿Prometido? ¡Estas loco Geonhak! —reclamó Dong Ju, una vez que ambos se encontraban en el carruaje para volver a la mansión del conde.

— No estoy loco lindo conejito es solo que yo...bueno me gustas, pero no había podido decírtelo ¡dios, sabes cuántas ganas tengo de comerte a besos!

Dong Ju no dijo nada, sus mejillas estaban rojas cual tomate y en respuesta terminó jalando al mayor para atraerlo hacía si y besarlo con intensidad.

— Tú también me gustas, también pensé hacer esto desde el primer día que te visité en tu mansión — y dichas aquellas palabras ambos volvieron a unir sus labios en un salvaje y apasionante beso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top