𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝕴
Al día siguiente en el palacio se convocó a una importante junta a la que a regañadientes Younjo tuvo que asistir, Escala estaba sentado en su sitio con el entrecejo fruncido y todos los ministros estaban cuchicheando, Montesco llegó unos minutos después apara tomar su lugar al frente de todos y comenzar con la reunión.
— Primeramente, quiero felicitar a los guardias por su excelente trabajo para deshacerse de Tigger Yeo, un rebelde menos hará la gran diferencia, quien diría que el honorable doctor Kiwook sería una amenaza, pero lastimosamente el sacrificio de este criminal fue en vano, aún tenemos que encontrar al hijo de los Capuleto.
— Era un Héroe —susurró Youngjo.
— ¿Qué dijiste?
— Dije que era un héroe — repitió Youngjo mientras apretaba los puños y alzaba la vista hacia su padre.
Escala asintió, se levanto de su asiento y una vez más expresó el descontento que sentía sobre el gobierno de Montesco.
— Si, Younjo tiene razón, Tigger Yeo fue un héroe estoy a favor de ello, ese chico ayudo al pueblo, cosa que usted su excelentísimo señor Montesco no ha hecho ni hará, su codicia y odio se revertirán hacía usted y definitivamente pronto se dará cuenta de la bola de hipócritas que lo rodean — y dicho esto Escala hizo una reverencia y se fue de la reunión, pues considero aquella discusión como una perdida de tiempo, el golpe de estado pronto se llevaría a cabo.
Montesco estaba molesto, llamó a los guardias y les ordenó encarcelar al príncipe Escala odiaba a aquel muchacho que se interponía en su camino, lo encerraría un tiempo y luego le haría firmar un trato para que este, renunciara a su derecho al trono y después una vez que aquello fuera hecho se desharía de él, nada se interpondría ante su autoridad; en cuanto a su hijo, mandó a otros guardias a que lo acompañaran a su habitación y que no lo dejaran salir bajo ninguna circunstancia y sobre todo no tardo en compararlo con su madre y denigrarlo diciendo.
— Eres mi hijo, futuro gobernante de Verona, te guste o no, todo esto te pertenecerá algún día, eres un maldito cobarde como tu madre ¿quieres terminar muerto como Tigger Yeo o exiliado para siempre de la ciudad? Si me vuelves a desafiar no seré piadoso contigo.
— Sí, ¡prefiero estar lejos de Verona a ser como tú!
Montesco le dio una bofetada a su hijo y los guardias se lo llevaron jaloneándolo de su capa, lo encerraron en su habitación y le dijeron que podría salir hasta el anochecer cuándo su prometida llegara para ir a ver el festival de primavera.
Youngjo terminó de alistar todas sus cosas, rechazó la comida que una de las criadas le había llevado y tan solo tomó el pan con mantequilla para envolverlo y usarlo como aperitivo para el camino, al anochecer, terminó de hacer una cuerda con las sábanas, abrió la ventana y se deslizó hacía abajo, después fue al establo donde estaban Keonhee y Seoho esperándolo para ir al festival.
— ¿no viene Hwa? —preguntó Seoho.
— No y no le digan a nadie con quien y a donde fui — así, dichas estas palabras Youngjo ensillo su caballo y junto con sus amigos, en medio de la noche fueron hasta el puente de la ciudad donde Hwanwoong se encontraba esperando.
Cuando ambos se encontraron, unieron sus labios y ambos observaron su reflejo en el lago, los fuegos artificiales comenzaron y tanto Xion como Dongmyeong los llenarón de pétalos de rosas, lo que provocó un evidente sonrojo en las mejillas de Hwanwoong.
El momento era algo hermoso, demasiado romántico, los amigos de ambos amantes parecían que estaban despidiendo a unos recién casados que iban a comenzar su vida juntos, pero, lo triste fue que María Hwa Sa pasaba por ahí con un ramo de rosas y una canasta de picnic los cuales dejó caer al ver a su prometido tomando de la mano a Hwanwoong y subiéndolo a su corcel para irse, las lágrimas no tardaron en aparecer y la ira se apoderó de ella, así que ordeno a sus damas regresar al palacio le avisaría a Montesco que su hijo de había fugado con un hombre o mejor aún que un joven había raptado al príncipe Youngjo.
Mientras tanto, los amantes habían llegado a la pradera de un pueblo cercano a Verona donde una anciana que regresaba a su hogar les indicó el camino hacía Mantua y una vez ahí ambos se hospedaron en una posada donde como pago Youngjo uso su sello real labrado en oro y le dio cuatro coronas más al posadero para comprar su silencio y así asegurarse que nadie los encontraría. Y así Hwanwoong y Youngjo pasaron su segunda noche juntos, acurrucados entre los brazos del otro deseando que a partir de ese momento nada, ni nadie los molestaría.
A la mañana siguiente Hwanwoong despertó a Youngjo con un beso en la boca y rio ante tal atrevimiento, Youngjo era su príncipe y todos los días lo trataría como tal.
— Mira, te traje el desayuno, ayudé a la cocinera y como pago me dio una rebanada extra de pan con mermelada, por cierto, la esposa del posadero me dijo que había una capilla cerca ¿quieres ir?
Youngjo comprendió perfectamente la indirecta, así que después de haber comido su desayuno, puso una mano en la mejilla del menor y respondió.
— Entonces hay que ir y casarnos, viviremos juntos para siempre.
Hwanwoong jamás había soñado con día de su boda y mucho menos Youngjo, aunque él sabía desde que era un niño, que sus padres lo casarían con quien fuera conveniente, ninguno de los dos había estado tan ansiosos por su boda, como lo estaban en ese momento y no dejarían pasar la oportunidad de unirse en matrimonio.
Después del desayuno, tomaron un baño en las duchas privadas y ambos se vistieron con los conjuntos que tenían preparados con anterioridad.
Youngjo había escogido su galante traje negro de botones dorados, aquel primer conjunto que una de las criadas le había presentado cuándo se anunció su compromiso con Hwa, mientras que Hwanwoong vestía un traje blanco que había tomado del teatro y una capa del mismo color con capucha que Xion le había dado y que servía a modo de velo.
Ambos amantes se encaminaron hacía la capilla y al llegar una niñita que tejía una corona de rosas y recitaba con una voz angelical el ave María se la dio a Hwanwoong quien la recibió gustoso y sirvió como ramo.
La capilla estaba solitaria hasta que llego un fraile y fungió como testigo, ambos recitaron unos votos improvisados que decían así:
"Amar es lo más bello que hay y me alegra compartir mi vida a tu lado, estaremos juntos hasta que la muerte nos separe...yo Yeo Hwanwoong Capuleto...yo Youngjo Montesco prometo estar contigo en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad" y terminadas estas palabras ambos se besaron, intercambiaron anillos Youngjo le dio su anillo real y Hwanwoong el que alguna vez fue de su padre, ambos no podían estar más felices que en ese momento donde sus almas oficialmente estaban unidas.
Después de la boda ambos fueron de paseo por el pueblo, comieron golosinas y miraron el atardecer sentados a la orilla de una laguna en la pradera.
— ¿No crees que esto es perfecto? — preguntó el menor.
— Lo es, no recuerdo otro momento de mi vida en donde me he sentido así.
— Bueno yo si que se cuál es ese otro momento ... quizá ¿cuándo nos vimos por primera vez?
Una carcajada salió de los labios de Youngjo y asintió al ver el puchero en el rostro de su ahora esposo.
— Si, tienes razón, los momentos más felices de mi existencia tienen que ver contigo.
Después del atardecer la noche había caído, solo se oía la música del viento y los grillos, el reflejo de la luna se observaba en la mirada del otro y sin importar nada harían de la pradera el lugar de su noche de bodas, Youngjo quitó la capa de Hwanwoong y la puso en el césped, después lo recostó suavemente sobre ella y comenzó a devorarlo a besos, para ir poco a poco subiendo de intensidad y de nivel con sus caricias, a diferencia de su primera noche juntos, esta era especial porque era el símbolo de su matrimonio consumado, así que todo fue lento, suave y romántico, solo las estrellas y la luna eran testigos de sus cuerpos unidos, de las caricias y besos que como pétalos de lirios y rosas mojados Youngjo dejaba en la piel de su pequeño y adorado tigre, su valiente y hermoso Hwanwoong.
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