𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴𝕴

Yungjo se encontraba sentado en la fuente mirando tristemente su reflejo mientras sus amigos Keon Hee y Seo Ho platicaban entre ellos.

—Ravn esta mañana estaba bastante enamorado de su prometida Hwasa pero al llegar a la fiesta termino siguiendo al chico desconocido y ahora esta hecho un mar de lágrimas — comentó Seo Ho.

—Oye Hyung basta ¿no decías que Hwa era la mujer más hermosa que has visto y que tenias suerte de que tu padre la hubiera elegido? —trató de consolarlo Keon Hee.

—Estaba ciego esta mañana, no había conocido el amor hasta que él se cruzó en mi camino, pero... pero es Capuleto. —Sollozó Yungjo de nuevo.

Keon Hee y Seo Ho se sobresaltaron al escuchar tales palabras, pues el conde de Verona ofrecía una gran recompensa por capturar vivo o muerto a Hwanwoong Capuleto y se rumoreaba el inicio de una cacería de jóvenes de veintiún años plebeyos si él pronto no aparecía.

—Quiero confiar que ambos son buenos amigos y no le dirán nada de esto a mi padre porque ¡No pienso rendirme con mi amor! —gritó Yungjo mientras se levantaba dispuesto a buscar a Hwanwoong.

Sus amigos pensaron en detenerlo, pero ambos desistieron, ya que sabían lo terco que Yungjo solía ser y además él se merecía ser feliz luego de que el conde Montesco lo obligara a seguir sus ideales controladores con el pueblo de Verona y en realidad su matrimonio con Hwasa solo era una alianza política.

Yungjo paso frente a Hwasa y la ignoró, salió de la fiesta y subió a su caballo esperando encontrar a su amor en los únicos lugares donde había evidencia de los Capuleto, el cementerio y las ruinas de lo que alguna vez fue la esplendida casa señorial donde Hwanwoong vivió parte de su infancia.

El perfume de los lirios invadía aquellas viejas ruinas, el césped abundaba y las paredes agrietadas con toques de negro eran la evidencia de lo que había pasado esa trágica noche.

Hwanwoong había llegado a su viejo hogar, recogió una vieja y maltratada fotografía de su madre y la guardó en su pecho, Dongju lo había alcanzado, pero miraba desde lejos como su primo se acostaba entre los lirios y olía su perfume, lo contemplaba sabiendo que él se casaría con el conde Geonhak y que nunca tendría una oportunidad a su lado, su pecho dolía y las lágrimas se hacían presentes, pero también sabía el por que su primo estaba tan triste «maldito Montesco que robó todo de mi querido primo, asesinó a la mayoría de su familia y ahora robó su corazón, si tan solo lo hubiera matado en ese instante, pero era peligroso si me exponía así con todos los nobles reunidos» pensó Dongju para sus adentros mientras apartaba la vista de Hwanwoong y se sentaba con la cabeza sobre sus rodillas detrás de la lo que antes era una pared del salón principal.

—Oh Yungjo porque tienes que ser tú Yungjo ¿si las rosas tuvieran otro nombre seguirían siendo rosas? Sólo tu nombre es mi enemigo mi amado, lirios y rosas acaso ¿no son iguales?, pues ambas son flores ¿por qué tenía que ser Capuleto, por que tuve que recordar todo? —se lamentaba Hwanwoong mientras cortaba los pétalos del lirio que sostenía.

Yungjo bajó de su caballo y caminó lentamente hacía él mientras decía en voz alta.

—Oh mi ángel, que bueno que te encontré, quien fuera esa flor que sostienes, quisiera ser esas flores que están sobre tu cabello, tú voz es tan dulce, tan encantadora, habla más mi cielo.

Hwanwoong suspiró al terminarse los pétalos del lirio y cerró los ojos, momento que aprovecho Yungjo para agacharse y besar su frente.

—Entonces ¿no eres Montesco? ¿No eres Yungjo el único hijo de mi verdugo? —exclamó Hwan al sentir el beso de Yungjo y abrir los ojos.

—Si tanto te molesta lo que soy no seré ninguno de los dos mi amado Woongie.

Hwanwoong se levantó con la ayuda de Yungjo mientas se quitaba el polvo de sus ropas para después mirarlo a los ojos.

—¿Me quieres? —preguntó Hwanwoong con un leve sonrojo en sus mejillas.

—Te quiero como a nadie más en el mundo, mi amor es sincero ¡te lo juro por la luna!

—No jures por la luna pues es bastante inconstante, júramelo por otra cosa y lo creeré...mejor jura por ti mismo que es el dios que ahora adoro.

—Juro por mi mismo que te amo, te amo —exclamó Yungjo.

— Y ¿No crees que es bastante repentino todo esto? Mejor hay que esperar a la mañana para ver si mi amor por ti florece es que creo que yo...

Yungjo tomó de la mano a Hwanwoong pero en ese instante se escuchó la voz de Dong Myeong gritando.

—¡Señorito! ¡Es tarde Señorito! ¿Dónde está?

—¡Ya voy! —respondió Hwan, al tiempo que miraba a Yungjo y sonrojado decía.

—Ya que juraste y dices que tu amor es sincero entonces ¿estás dispuesto a casarte?

—Nada me haría más feliz que pasar toda una vida a tu lado Woongie.

El llamado de Dong Myeong se volvió a escuchar, así que Hwan se apresuró a decir mientras sostenía las manos de su amado.

—Mañana enviaré a alguien a buscarte para concretar la fecha y hora, espera por mi ¿sí?

Yungjo asintió para después decir —Desearía que esto no fuera un sueño y despertase sabiéndome sin tu amor.

Hwan soltó a Yungjo y lo besó desprevenidamente para luego dejarlo y correr al lado de ambos hermanos quienes lo regañaron por dejar la fiesta de forma repentina, sin siquiera hablar con Geonhak y por exponerse a ser descubierto por haber ido a la casa Capuleto, pero Hwan no escuchaba palabra alguna, pues en su cabeza solo estaban los recuerdos de los breves momentos que paso con Yungjo, el dulce sabor de sus labios y su aroma a rosas, el aroma que de ahora en adelante iba a relacionar con su amor y ya no más con el despiadado gobernante de Verona.

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