Parte 31
Cuando se sentó en el asiento de pasajero, me pareció ver residuos de lágrimas.
Sé que no era solo la lluvia.
No comente nada, se pondría a la defensiva.
Cuando llegamos a su casa, escuché gritos.
Lydia se limita a decirme una advertencia.
"Por tu propio bien no digas nada a nadie."
Y se baja sin decir ni gracias ni adiós.
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