「Aviones que transmiten más que palabras escritas.」

Capítulo Tres.

"Cuando me pongo a leer tus cartas
Es feliz mi corazón..."

Nuevamente el día iniciaba, donde Amy se encontraba despertando, volteándose a ver a su padre que casualmente no estaba dormido, a lo que se levanto de golpe y miro la hora: eran las siete a punto de dar las ocho, era tarde. Miró a su alrededor para toparse con un papel en la mesita de noche, donde por escrito se podía leer:

Amy:

Hija, me fui al trabajo temprano para poder salir no tan tarde y llegar a las una, así estar mas tiempo contigo. Recuerda, no te pongas a hacer cosas que el doctor no te mande, quédese tranquila.

Te Quiere, tu padre.

Sonrío dulcemente al finalizar la lectura, levantándose animada de la camilla para asomarse por la ventana, notando que el carro de su padre no estaba; tenía oportunidad. Se quedó ahí esperando al doctor, aburrida, quedándose viendo como gente se divertía en el patio, caminaba, charlaba y algunos niños jugaban, que hasta le llegó a recordar su corta niñez fuera del hospital. Aunque eran recuerdos vagos, ella estaba segura que era los verdaderos: esos en los que podía correr, gritar, cantar, bailar, saltar y jugar sumergida totalmente en su imaginación. Que nostalgia.

Después de unos momentos, se escucho el tocar de la puerta, en donde Amy se volteó y soltó un tranquilo "Pase". Una mujer alta, de cabellos rojizos, pelaje anaranjado y ojos cual zafiros entró a la habitación, llevaba un traje blanco por lo que supuso que era una enfermera y traía su bandeja de comida, lo que confirmaba su sospecha. Sonreía dulce y tierna, dando más confianza al ambiente y se acercó a la paciente.

—Buenos días, señorita Amy. Soy Elena The Wolf y su nueva enfermera —saludó presentándose la recién entrada, con una voz aguda pero dulce, que no llegaba a molestar, sino que te relajaba. Amy sonrío.

—Mucho gusto, Elena.

—Aquí está su comida —Deja la bandeja en la pequeña mesita de la camilla—. El doctor Big no pudo venir porque esta atendiendo a un niño, también me dijo que vendrá a las dos de la tarde a revisarle. Hoy tengo que hacer unos papeles y ayudar a una enfermera con un paciente en cuidados intensivos. Yo estoy muy segura que usted podrá cuidarse sola por hoy, así que estará sola en la mañana —explicó, mientras acomodaba algunas cosas en la habitación, para luego mirar nuevamente a la chica y sonreírle cálidamente—. Bueno, disfrute su comida. Nos vemos pronto.

—Gracias, adiós —Se despidió algo triste, recibiendo una sonrisa alentadora de parte de la enfermera antes de cerrar la puerta y desaparecer.

Amy se sentía feliz, podía ir a ver a Shadow sin problemas, pero le desalentaba el hecho de quedarse sola cuando vuelva. No le gustaba la soledad.

—Son las ocho y media —murmuró viendo el reloj en la pared—. Como, me visto y salgo.

Y justo lo que dijo, lo hizo. Cuando estuvo a punto de salir, recordó las palabras de su amigo que le advertían sobre encontrarse a la hora fuera de la celda, así que una tonta idea surgió de su cabeza y agarró unos papeles y lápices, guardándolos en una pequeña mochila que tenía. Se asomó a la ventana viendo como el patio ya se encontraba en profunda soledad, así que más segura volvió a hacer su cuerda con las sabanas y dedicarse a bajar por ahí, hasta toparse con el césped. Guardo las sabanas en el mismo árbol y sin más se dirigió al mismo lugar de ayer y anteayer, esta vez sin detenerse.

Al llegar, pudo ver cómo la cancha se encontraba vacía y sucia, junto con unos guardias que se hablaban entretenidos, sin notarla. Amy sonrío afortunada y fue a la parte trasera, encontrándose con pequeñas ventanas de rejas, «¿Cuál era la de Shadow?» se preguntó sin recordar las indicaciones que le dio el nombrado, enojándose consigo por ello. Sin remedio, empezó a exclamar el nombre del azabache, viendo como voces extrañas y manos se asomaban por las ventanas, diciendo que se acercase, pero temerosa solo los ignoraba y seguía en busca de su amigo.

Los gritos no se hicieron esperar y llegaron a los oídos del azabache vetado, asomándose de inmediato por los barrotes e intentando llamar la atención de la chica con su mano, ya que no podía gritar y ella se encontraba algo lejos.

—¿Será que Shadow no está de este lado?

«¡No! ¡Estoy aquí!» grito en sus adentros el de mirada carmín, sabía que si gritaba guardias llegarían y podían atrapar a Amy o regañarlo por el simple hecho de levantar la voz, así que con una idea en su cabeza, arrancó una hoja de la libreta que solían darles para entretenerse, escribió en ella, la doble en un avión y con buena puntería la lanzó hacia Amy, pegándole en la cabeza. La chica, confundida y enojada agarro la hoja y la abrió, sonriendo de inmediato al leer lo escrito y reconocer la letra.

Hola Amy, Soy Shadow. Estoy en la última ventana, a lo mejor y podrás ver un brazo moviéndose frenéticamente, ese soy yo.
No puedo gritar o si no los guardias vendrán y será un escándalo, por eso lance este avión de papel.

Sin pensarlo, corrió a aquella ventana y se asomó, notando como Shadow arrancaba hojas de un cuaderno sentado en una cama, pero al ver el estado tan malgastado de esta, se dedicó a ver el resto de la habitación: las paredes estaban putrefactas y sucias, con manchas negras que hacían que el gris anterior ya no fuera gris; había una litera de metal, sucia y horrible, con partes rotas y dobladas; un lavamanos e inodoro en una esquina amarillos por lo sucio y olían claramente a muerto; un espejo encima del lavamanos sucio y roto; sin duda era un lugar muy depresivo y mal cuidado, recordando y arrepintiéndose de las veces en que se quejaba de su habitación en el hospital. Esto era una pocilga.

—Shadow —susurra llamando la atención del chico, quien feliz se acercó.

—¡Amy! —Se le escapó, tapándose la boca de inmediato y rápidamente sentarse en su cama.

Amy solo se agachó y se dedicó a escuchar como golpeteaban fuertemente las rejas de la celda de Shadow y una voz le empezó a gritar:

—¡Prisionero, 1.346B, calle esa boca!

—Esta bien, lo siento —dijo apenado, agachando su cabeza, manteniéndose así hasta que el guardia se fue, donde nuevamente se asomó a la ventana—. Amy, ya se fue —avisó en susurro.

—Okey.

—Amy, para no llamar mucho la atención que tal si te doy unas hojas y un lápiz —dijo, sin saber que ambos tenían una misma idea.

—Tranquilo, yo traje muchas hojas y lápiz.

—Genial, entonces.

Amy dejó de hacer fuerzas con los brazos para poder estar asomada por las rejas y sentarse en el césped, agarrando una hoja y empezando a escribir en ella, para cuando al terminar, lanzarla hacia la ventana, agarrándola por Shadow para leerla.

-Shadow, me he preguntado ¿Qué fue lo que hiciste para estar en la carcel?-

El azabache se quedo serio por un rato, recordando ese momento; su pasado. Suspiró y con calma respondió en la misma hoja, lanzándola de vuelta. Amy la agarro.

-No quiero hablar de eso, aun no.-

Eso le preocupó a Amy, escribiendo nuevamente y lanzándolo otra vez.

-Dime, quiero saber, estoy un poco preocupada por esto, por favor dime.-

-El lunes hablamos, si quieres no vengas mañana.-

-Vendría, pero mi padre no trabaja mañana y estaré con él todo el día.-

-Ya veo.-

Ellos siguieron hablando mediante esos papeles, prácticamente por una hora completa, hasta que Amy noto la hora y con desespero se despidió de Shadow, recibiendo la última carta de ese día.

-Adiós, mi querida amiga. Te esperare el lunes en el mismo lugar de siempre, ese día no salen muchos prisioneros. ¿Sabes? Sería genial no estar aquí dentro y poder estar junto a ti. Hasta pronto.-

Una sonrisa no se hizo esperar en su rostro, sus ojos brillaban de la ilusión, su sonrisa se agrando por lo feliz que le hizo sentir y su corazón revoloteo lleno de gozo, al igual que sus mejillas se sonrosaban. Sin duda que conocer a Shadow hizo que se renovará, que se sintiera completa, feliz, «Gracias, Rosa Blanca», pensó.

Shadow sonrío al ver cómo se iba poco a poco y desaparecía de su vista, sintiendo una tristeza inmensa junto con una soledad distinta a las anteriores, una más profunda, que le gritaba lo mucho que necesitaba a aquella chica.

Lo que restaba del día, no hizo nada, se quedo acostado como todos los días, jugaba con su pelota, hacía garabatos en las paredes o ejercicio, mientras tarareaba canciones que recordaba. Así, de manera lenta pero hermosa, el atardecer no se hizo esperar, junto con el manto oscuro de la noche. Shadow se asomó a su ventana, mirando las diversas estrellas que se podían apreciar, recordando a Amy como si de una estrella se tratase. Sonrío dulcemente.

—Espero que duermas bien, Rosita.



•♢•



Oh, destino...
Deja de jugar,
Has que ellos sean felices y déjalos en paz.

Te grito,
Te pido.

No hagas nada,
No inventes,
No has de reírte.

Oh, destino...

Te grito,
Te pido.

Ayuda a esas almas a unirse,
Como hiciste al conocerse.



Continuará.

Editado ✔️



Lo siento si hay mucho retraso, yo tengo otra cuenta y estoy más con esa que con esta.

Prácticamente tengo esta olvidada.

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