Miedo

Rosa Blanca, a noche soñé contigo, recuerdo cómo te acercaste a mi y empezaste a reírte al verme llorar.

—No llores—decías, pero tu voz se me hacía tan extraña.

Te tomé de las manos y empecé a correr llevándote conmigo.

—¿A dónde vamos?—preguntaste.

No me detuve, seguí corriendo, pensaba que si te agarraba de la mano y corría contigo alejándome de la línea que separa el mundo de los vivos y muertos, tú nunca te irías.

—Ya basta—paraste de correr e hiciste que te soltara.

Me equivoqué, no se puede ser un prófugo para siempre, ¿No es así? Tal vez solo pasamos unos minutos corriendo, pero para mi fueron eternos años haciéndolo, pero siempre llegábamos al mismo lugar. Tu destino ya está escrito, y no puedo cambiarlo por más que lo desee.

Ya tomaste tu decisión, después de verte reír y llorar tantas veces, es hora de dejarte marchar.

¿Recuerdas cuando decías que querías verme sonreír?

O tal vez, ¿Cuando decías que nunca me dejarías ir?

Solamente son recuerdos, lo sé, quizá ya lo olvidaste.

A veces pienso que Dios me quiere ver sufrir, quiero creer que no es así, pero con todo lo que está pasando, ¿Qué debería pensar?

Me sumerjo en mis pensamientos por un largo tiempo hasta que el teléfono empieza a sonar indicando la llegada de una llamada, mi cuerpo empieza a temblar y la esperanza llega a mi corazón, ¿Rosa blanca, eres tú?

—¡Rosa blanca!—respondo rápidamente la llamada, en la otra línea se escucha un fuerte suspiro seguido de un largo silencio.—¿Eres tú? Di algo, por favor, debes decirme algo, no me hagas esto...

Mis ojos se llenan de lágrimas y empiezo a sentir desesperación al no obtener respuesta alguna.

—Te extraño—susurro acercando más el teléfono.

Siento las lágrimas deslizarse por mis mejillas, uno seguido de otro van cayendo sobre mi abrigo y al suelo, siento que no puedo controlar mi respiración, quiero escuchar su voz, quiero saber si al menos está bien.

—¿Por qué estás llorando? Te dije que te vez fea cuando lloras.—dice desde la otra línea, es él.

—¡Eres tú!—sonrío al escuchar su voz—Rosa Blanca, dime dónde estás, iré por ti ahora mismo.

—¿Estás sola ahora? ¿Hay algún policía a tu lado?—pregunta nervioso.

—Claro que no, nunca permitiré que alguien desconocido entre a mi habitación —respondo segura.

—Muy bien, princesa—ríe un poco—sé que estás preocupada, por favor, no llores por mi.

—Rosa Blanca, debes volver, podrías quedarte en mi casa, estoy segura que mis padres estarán de acuerdo, no permitiré que tu familia vuelva a hacerte daño, lo prometo, solo vuelve, por favor -suplico limpiando mi mejilla.

—Princesa... sé que mis verdaderos padres no me quisieron cuando nací y por eso fui abandonado—solloza— dime, ¿Por qué mis padres actuales me adoptaron si me iban a tratar tan mal? Hubiera sido mejor que me dejen en el centro de protección de menores.

—Tú eres muy valioso para mi, no importa lo que digan ellos, tú eres especial, el mejor amigo que pude tener—digo angustiada, me duele escucharlo decir eso.

—¿Sabes? Me cansé de tener una vida triste y solitaria, mi familia me hizo sentir tan mal, fui golpeado e insultado por ellos solo por el hecho de ser adoptado, ¿Qué hice mal?—cuestiona con una voz quebrada.

—Rosa Blanca, no hiciste nada malo...—susurro—te quiero mucho, debes volver, te lo ruego...

Un suspiro acompañado de un débil sollozo se escucha a través del teléfono.

—Tú eres la única que siempre estuvo para mí, la que me ayudó cuando me sentía tan miserable, fuiste tú quién me dió esperanza cuando sentía que ya no podía más, me salvaste de morir tantas veces sin darte cuenta, princesa, traté de levantarme una vez más, pero esta vez ya llegué al fondo del abismo, hiciste tanto por mi y ahora que decidí ya no seguir viviendo me siento la peor persona del mundo, por favor, perdóname.

Se me forma un nudo en la garganta al escuchar eso, sabía que él estaba sufriendo, pero nunca imaginé que llegaría a tomar esa decisión.

—No, no lo hagas—ruego.

—No le digas a nadie que hablamos, aún debo hacer unas cosas, te llamaré luego.—susurra.

—Hey, no, espera...—me quedó con la palabra en la boca al notar que ya cortó la llamada.

¿Qué debo hacer ahora? No sé dónde está, desde que escapó de casa hace unos días esta es la primera vez que hablo con él, ¿Debería decirle a su familia? No, a ellos no les importaría, y si Rosa Blanca se entera que dije algo no me volverá a llamar.

Suspiro con cansancio, me acurruco en la cama, cubro mi rostro y empiezo a llorar otra vez.

¿Por qué él debe sufrir tanto?

Él debería ser feliz.

¿Por qué las personas buenas son las que más sufren en este mundo?

El dolor agudo y punzante en el pecho se hace cada vez más fuerte provocando que mi cuerpo se retuerza de dolor, cierro los ojos e intento dormir ignorando aquella tortura, pero el mundo de los sueños ahora está destruido, por más que intento sumergirme en un profundo sueño, las pesadillas de los días anteriores vienen a mi y me obligan a permanecer despierta.

Tengo miedo...

Miedo de cerrar los ojos y que se repita la misma pesadilla.

Miedo de perder a mi Rosa Blanca.

Miedo de olvidar su voz ahora que está por irse.

Tengo miedo de que mis recuerdos con él se vuelvan borrosos.

Tengo miedo de olvidar su hermoso rostro.

Tengo miedo de que la muerte nos separe.

Vivir con miedo no vale la pena, ¿Debería renunciar a la vida también?






Si te gustó este capítulo no te olvides de votar y dejar un comentario.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top