Rosa
"Cuando pensamos en las más bellas flores".
Sonrió con suavidad, desde la lejanía.
"Son ellas las que vienen a nuestra mente, ¿no es así?".
Acercarse o no, hablar o no. No importaba, con verle era suficiente para llenarle de esa emoción.
"Son fuerza, vivacidad... amor".
Con distancia entre sí, ambas miradas se encontraron una vez más.
"Son las rosas, tan raras, tan únicas".
―¿Otra vez aquí? ―dijo con ese tono desinteresado, que disfrazaba el gusto de verle de nuevo allí
"Parecen brillar cuando las miras, cuando piensas en ellas. Saben que estás para verlas, pero por timidez no dicen nada".
―Vendré cada día, lo sabes ―respondió, sin ocultar su sonrisa.
"Y otoño se había enamorado de una, la más bella que jamás había visto".
Aquel bello coloreado en sus pómulos era el mejor arte que conociera. Carmesí, como el ardor dentro de sus almas, el dulce calor intenso que reconfortaba más de lo que alguno podría esperar.
"Era raro que el otoño decidiera distraer su trabajo por verle. Eso no debía ser, sin embargo, no podía evitarlo".
―Me gustas mucho ―dijo con suavidad, mientras rodeaba con sus manos aquella sublime figura.
―Y tú a mí ―fue la respuesta, en un leve susurro avergonzado.
Fue el inicio de la bella estación. Los colores de primavera bañaban su aventura y pasión. La cándida presencia contraria era suficiente para inflar el pecho en mil emociones, colmadas en aquello que ambos sentían.
"La amaba por su color, por su fuerza y su realidad. Era el amor, la pasión y la sencillez mezclada la que perdía al otoño. El brillante rojo de su ser era la calidez del fuego, la belleza del ocaso".
Dulzor y entrega sin temores. Amaba poder estar cerca sin que se intimidara por su presencia, que podía cortar los centímetros de separación sin miedo a tocarle. En aquella oscuridad no le importaba el vacío, pues éste no existía mientras estuvieran ambos en el mismo lugar.
"Sabía que el más profundo anhelo de la rosa era salir de su encierro, aquella fría maceta que la mantenía con vida".
Sonreía más aquellas tardes, cuando en el silencio y la privacidad, aquel rostro pintado en escarlata relataba sus sueños, sus deseos. Escucharle era la música de verano, intenso y vivo, lleno de ambición por vivir.
Ser testigo de esas palabras era ánimo, aumentaban esa sensación en su ser que cada día aumentaba, que afirmaba con fuerza lo que sabía bien.
"Lamentaba la suerte de su amada rosa. Le dolía pensar en ello, así que procuraba no hacerlo. Se distraía en su dulce fragancia, en aquel aroma que siempre quería encontrar de nuevo".
―Te amo ―soltó aquella ocasión, sin pensarlo siquiera.
Lo amaba por tenerlo allí, por responderle de esa forma insegura. El silencio que surgió de pronto les hizo mirarse, sin decir nada. Las palabras sobraban en ese momento.
"Y la rosa amaba al otoño, por siempre estar allí. Por siempre venir a verle, por no dejarle sola".
El ardor de sus almas saltó en fuerte explosión, cuando en respuesta el semi-muerto, en valiente atrevimiento, le regaló su primer beso. Escaso, temeroso, pero lleno de ese sabor cariñoso que la muerte amaba.
Amaba poder tocarle sin miedo, sin temer a perderle con un roce descuidado. Podía tomarlo en sus brazos y fundirse con él, en medio de la nada. No necesitaba más mundo que él.
"Eso era la rosa: la aspiración del otoño, su único y verdadero amor. Eso era el otoño: viento fresco para la rosa, una visita esperada en su encierro, la esperanza que tanta falta le hacía".
Recostados se entregaban en espíritu, uno para el otro, juntos sin que nadie interfiriera. Aunque fueran pocas las veces, no importaba. Entrelazar sus manos era la mejor sensación que podían pedir. Con ese gesto en toda despedida, un hasta pronto en cada ocasión.
Uno siempre esperaría, el otro siempre volvería a él.
"Cuando la rosa salió de su encierro y conoció el jardín, el otoño siempre fue la brisa que le impulsaba".
Encontraron la forma. Visitaron nuevos lugares, conocieron tantos paisajes. Vieron todo lo que el exterior podía ofrecerles, pero siempre volvían al mismo lugar donde se conocieron, pues era el único lugar donde podía volver a juntar sus manos, entrelazar sus dedos.
Siempre por poder volver a sentirse en uno solo.
"La mayor de las flores conoció a aquel pequeño retoño, un botón rosado que vio crecer. Tulipán se llamaba, era dulzura y luz".
Aquel cariño familiar volvió cuando encontró a un pequeño indefenso, su nuevo hermanito le llamó. La muerte estaba contenta de ver al semi-muerto ser más feliz y pleno que antes, ante la promesa de dar ese amor de hermandad que en el olvido había quedado.
Verle sonreír más de la cuenta era suficiente motivo para sonreír él también.
"Era su pequeño discípulo en la vida, en el amor. El tulipán apenas comenzaba a aprender, pues apenas conocía el mundo. La rosa cuidó de él, mientras el otoño seguía allí, cobijando sus hojas".
Sin embargo, fue una tarde como en la que se conocieron, que la lucha llegó para todos. Seres alternos buscaban hundir todo y, lamentablemente, lo estaban logrando más rápido de lo que cualquiera quisiera.
La muerte saltó a la pelea, con todas sus fuerzas.
"Ante la tempestad el otoño veló por su amada rosa, sin embargo, se olvidaba que entre sus hojas las espinas existían. La rosa no es una flor indefensa".
Mano a mano ante el mal que se avecinaba con intimidador poder. Con vehemencia y estrategia hacían frente, uno para el otro no sólo en la privacidad de su amor, sino en todos los sentidos. Era una danza de batalla propia de la eternidad.
Fueron la mejor arma para una guerra en la que no tenían que ver, pero a la cual no podían ignorar. No cuando un hermanito está en peligro.
"El otoño amaba su valor y su fuerza. Amaba que a pesar de su bella apariencia fuera más que fragancia y color. Era una flor guerrera, independiente, que no se rinde con facilidad".
Lo lograron, sacaron del peligro al pequeño que no entendía lo que pasaba, que no sabía que en su interior había más poder del que creía. Era esa fuerza oculta y la inocencia la que el semi-muerto cuidaba, por quien daría su vida.
Cosa que hizo, defendiéndole de un último ataque que nadie vio venir.
"La rosa era amor incondicional, eso demostró aquella tarde, cuando salvó al tulipán. El otoño sujetó en sus brazos lo último que de su amada rosa quedó".
―Te amo ―aquel suave susurro, con la última sonrisa que vio de él.
"El otoño debía hacer su trabajo. El viento helado de la estación marchita las flores, aunque deseara con su ser que no fuera así".
El dolor que sintió la muerte fue peor de lo que jamás habría pensado, porque sabía que ese era su momento.
―Y yo a ti ―susurró al polvo en sus manos, tomando el alma que le tocaba cosechar.
Lloró con aquella luz en sus manos, que lentamente se enfriaba, apagándose. Deseó con todo su ser poder volver el tiempo, para que nunca hubieran salido de su vacío, donde sólo estuvieron ellos dos.
"Aunque quisiera ser primavera para verle florecer, era otoño. En su destino sólo estaba verle marchar".
Jamás odió tanto su trabajo como aquella tarde donde, abrazando aquel abrigo blanco y bufanda roja, el calor en su ser de congeló cual hielo inhóspito, dejándole como antes de conocerle. Era la muerte, sin tiempo de sentir, menos de amar. Que perdió su tiempo amando un imposible que desde el principio estaba destinado a perder.
En cambio, muy en el fondo, esa flama ardiente seguía encendida.
"El otoño amó mucho a la rosa y lo seguirá haciendo. Siempre la llora, con sus lágrimas en forma de hojas que caen de los árboles".
No se arrepentía de haber entregado todo, de haber pasado cada segundo que pudo con él. Sin embargo, no podía evitar desear verle de nuevo, escucharle, tomarle de la mano en aquel vacío que seguirá visitando, aunque no encuentre nada allí.
Sollozos son el ruido que ahora resuena en medio de la oscura nada, donde antes dos seres relataban sus esperanzas, sus anhelos.
"El rojo de su amor ahora está pintado en su despedida, su desdichada y eterna labor, cuando todo muere".
Cargará en su cuello su bufanda, que posee todavía su aroma. A donde quiera que vaya, haciendo aquel maldito trabajo, su amado irá con él al menos de esa forma.
"Cada año, por todos los siglos que le quede, el otoño recordará su amor y llorará cuando las hojas rojas caigan al suelo. Nunca podrá olvidar a su amada rosa".
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1452 Palabras.
Publicado - 27 de febrero 2018.
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