1. Bonnie's disappearance.
. . .
Un fuerte sonido hizo a la pequeña levantar la mirada en completa desorientación. Miró de un lado a otro en busca de sus compañeros de equipo, pero parecía ser que ambos habían sido vencidos por alguien.
La pequeña niña no sabía si se trataba de un solo rival o el equipo completo, pero estaba dispuesta a vencerlos a todos sin rechistar. Sus grandes ojos rosados miraron a lo alto, la zona ganada que tenían era de un 78%, y la del equipo rival 48% y subiendo. Se cruzó de brazos antes de darle un fuerte golpe a su gran compañero Clyde, quien comenzaría a andar en busca de quien sea que estuviese ganando zona al otro lado del mapa... Había dos opciones, una; habían tres o dos personas sobre la zona cargando sus puntos, o dos; era solo una persona, y planeaba luchar contra él o ella y demostrarle quien mandaba ahí.
Su pequeña sonrisa se extendió en inocente maldad, imaginándose a sí misma cargando ocho trofeos y un medallón de "estelar" de regreso a casa, lista para presumirle a Janet lo fuerte que era su hermanita menor.
Sonrió mirando a Clyde, como si este le estuviera regresando la sonrisa de forma cómplice, y dentro de los arbustos, dirigiendo la punta de su cañón hacia un pequeño bulto que daba vueltas sobre la zona intentando distraerse de lo aburrido de la situación. Bonnie ya podía imaginarse los pesados trofeos sobre sus hombros mientras su amigo cañón guiaba el camino de vuelta a casa... Y así, con travesura en el brillo de sus ojos, disparó en dirección a donde estaba el enemigo.
Un largo quejido se oyó, seguido de un largo gruñido de molestia y una voz exclamando que aquello no había sido justo. Poco después a la conversación se le unió un "¿qué no fue justo?". Miró entre los arbustos nuevamente, y para su desgracia, la vida del enemigo al que le había disparado se había curado inmediatamente.
Un par de disparos de parte del doctor Byron, y su compañero Edgar ya estaba en buen estado de nuevo. Aparentemente el hombre ya se había regenerado de las heridas que Sam le había causado, y Edgar ya había estado esperando por él.
Pudo ver como el rostro del chico de la bufanda se cubrió de rojo para cuando el hombre puso una mano sobre su hombro, mientras miraba en dirección a los arbustos donde Bonnie se encontraba escondida.
—Debiste revisar los arbustos muchacho —el doctor habló como su tuviera la razón absoluta y comenzó a disparar hacia el perfecto escondite de Bonnie, causando que la niña tuviese que saltar fuera del cañón antes de que una inyección la llegase a tocar. Edgar solo desvió la mirada y comenzó a alejarse lentamente de Byron, nervioso.
—¿Cómo planeas que lo haga, anciano? —dijo procurando ocultar su inseguridad tras un tono agresivo. Su bufanda no tardó en darle un fuerte golpe en la cabeza, que haría a Edgar voltear a ver a su compañera con molestia—. Por eso dije que es injusto, yo no alcanzo hasta allá.
Bonnie rió, regresando a Clyde, lista para disparar de nuevo.
—Pudiste entrar.
—Habríamos perdido tiempo, además, quién sabe si Sam esté entre los arbustos.
Byron rodó los ojos con una clara molestia.
—Sam... Ese desgraciado, como lo odio.
Ninguno de los dos dijo absolutamente nada más, hasta que finalmente el tercer miembro del equipo rival hubiese aparecido, siendo nada más y nada menos que Max, quien llegaría con los dos hombres comenzando a dar vueltas alrededor de ellos con una curiosa felicidad. Los tres permanecieron ahí, cargando zona. Actualmente su equipo contaba con un 86% mientras que Bonnie y sus compañeros seguían estancados en 78%. Gruñó molesta de no tener suficiente carga para poder lanzarse de su cañón, andando detrás de una pared para idear un plan para arruinar a sus enemigos.
Soltó una risilla y tomó una paleta de un pequeño y sucio compartimiento que había dentro de Clyde, echándolo a su boca, como si fuese un adulto llevándose un cigarrillo a los labios. Imaginando ser alguien mayor, sacó el palillo de la paleta fuera de su boca y soltó un suspiro imitando a los adultos cuando soltaban el humo de sus palitos asesinos... Segundos después, mordió todo el caramelo de la paleta con odio y se lo tragó de una, lista para comenzar a disparar.
Sus pequeñas manos comenzaron a moverse violentamente ante la necesidad de disparar, pero trató de fijar un objetivo antes de hacer nada. Max seguía dando vueltas una y otra vez alrededor de Byron y Edgar. Podría intentar matar al hombre y así dejaría sin curación a sus compañeros, más sin embargo ambos eran fuertes y podían recuperarse y cubrirse con escudos. Si mataba al emo dejaría indefenso a Byron ante los disparos, pero Max iría corriendo hacia ella... Si mataba a la drogadicta, dejaba que Edgar fuese como el tanque de Byron, quien lo curaría incesante evitando que su vida bajase mortalmente.
Así que, al no ver ninguna opción viable, su pequeña e inocente mente solo pudo idear una cosa.
"¡Hay que saltarles encima, Clyde!"
Soltó un disparo, luego otro, sonriente al ver como la energía de su amigo aumentaba poco a poco, indicando que muy pronto podría acomodarse y salir disparada a lo alto del cielo, para al final caer sobre Byron, matando a Edgar en seguida y dejando a Max sin cura y sin compañero de daño, lista para morir para cuando sus compañeros llegasen.
Sin embargo, Byron había comenzado a disparar violentamente en su dirección mientras Edgar se preparaba para correr hacia ella, dejando a Max escabullirse dentro de unos arbustos lista para atacar sigilosamente en caso de que los otros dos aparecieran.
Por poco Bonnie sentía el puño de la bufanda sobre su rostro para cuando Edgar estuvo enfrente de él, sin embargo, y sonriendo maliciosamente, Bonnie disparó una última vez, antes de salir volando a lo alto del cielo, cayendo en picada hacia el hombre dentro de la zona.
Pudo ver su expresión de rabia en su rostro antes de que comenzara a correr lejos de la zona de impacto. Pudo oír a sus espaldas el grito de un chico que se acababa de dar cuenta que la había cagado, mientras llamaba el nombre del hombre que había dado un salto lejos de la peligrosa Bonnie.
Edgar habría corrido de regreso, pero habría sido suficientemente tarde para cuando Bonnie había hecho a Byron esfumarse en el aire, regresándolo al área de regeneración.
80%... 81%... 82%... Al fin estaban recuperando la zona que necesitaban.
Su sonrisa victoriosa no duraría lo suficiente para cuando volteó a ver a su rival, lista para enfrentarlo. Edgar estaba de pie viéndola fijamente como preguntándose qué rayos estaba ocurriendo... Ahí fue donde Bonnie miró abajo. Su blanco traje de acción se veía manchado por una larga mancha roja, la cual por alguna razón desaparecía y reaparecía una y otra vez.
Miró sus manos, se sentía como un sueño febril. Aparte de estar temblando por el exceso de azúcar, las largas mangas de su traje parecían desaparecer, reaparecer, deshacerse y volver a armarse.
Finalmente, la pequeña niña cayó al suelo, mirando fijamente sus manos que parecían estar sufriendo un error de programación en los juegos que solía jugar con Stu y su hermana Janet. Levantó la mirada. Varias cosas a su alrededor parecían estar sufriendo lo mismo, miró donde Byron había estado, y notó que su zona de recuperación se encontraba vacía.
El cielo cambiaba de color, los dibujos que había pintado en el suelo cambiaban de lugar y se deshacían... Luego miró a Edgar, quien miraba aterrado la escena, sin saber qué hacer.
Su interior se sentía como si estuviese estrujándose y moviéndose de un lado a otro.
—... Ayúdame... —suplicó entre el leve sonido de estática que se oía en la bocina del campo de batalla—. Me duele... T-tengo miedo.
Edgar hizo una mueca, y se acercó indeciso de lo que iba a hacer.
Sin embargo, nuevamente no pudo dar ni un solo puñetazo a la pequeña niña que sangraba y se curaba de forma extremista en el suelo para cuando escuchó un largo alarido lleno de rabia, sintiendo una fuerte patada en su espalda, tan fuerte que podía incluso jurar que sintió que su espina dorsal se habría quebrado de no ser por la protección que Brawltopia otorgaba.
Fang apareció violentamente, se veía incluso molesto, logrando así acabar con Edgar después de un par de patadas furiosas más, y luego se acercó aterrorizado hasta donde yacía la pequeña Bonnie, quien seguía temblando sin saber qué hacer. Fang la tomó entre brazos intentando hacerla reaccionar, intentando ayudarla, levantó la mirada viendo el contador subir. Esto iba a acabar pronto, ¿verdad? Volteó de un lado a otro hasta que vió a Sam azotar el casco de Max contra el suelo... Pudiendo ver explícitamente como el vidrio de este se quebraba, clavándose en los ojos de la chica superheroína...
Nunca había visto sangre antes, no en Brawltopia... ¿Qué ocurría?
Se oyó un alarido de agonía. La chica no se desvaneció del mapa hasta después de unos segundos, y el terror se sembró poco a poco en el mapa en el que los tres restantes quedaban.
—¡Maldita sea Sam, estás viendo que el mapa está hecho mierda y tú solo quieres pelear! —Fang gruñó furioso en dirección de su compañero, quien también se veía igual de consternado que él.
—Tú también peleaste.
—¡Para salvar a Bonnie, idiota!
El mayor se sujetó el estómago con desasosiego, alzando la mirada a la pantalla que había en lo alto del techo dentro del campo de batalla. Dejó un suspiro de dolor escapar de sus labios... Luego un tosido, y luego una expresión de vómito.
—... Y-ya casi ganamos... —Sam dijo, en un susurro acercándose a Fang, arrodillándose frente al cuerpo tembloroso de la niña que tenía entre manos.
—¡Eso no importa ahora, pedazo de animal! —la respuesta que recibió no fue grata, y Sam habría respondido con un pesado acento inglés arrastrando molestia entre sus palabras, sin embargo, el hombre solo miró el suelo, con la mirada perdida.
—Saldremos de aquí apenas acabe... —susurró, en un intento de calmar a sus compañeros, poniendo un brazo en el hombro de ambos jóvenes... Como si de un padre amoroso se tratase... Pero—... No me siento muy bien...
Unas enormes ganas de responder agresivamente invadieron las cuerdas vocales de Fang, sin embargo, estas se habrían obstruido al momento de ver como Sam caía al suelo y se desvanecía entre un montón de brillos extraños.
El shock tomó control de Fang, quien no supo qué más hacer más que mirar a Bonnie con una sonrisa, a pesar de que su mirada se encontraba perdida entre el suave rosado de los ojos de la niña, quien solo miraba al cielo... Confundida, sufriendo en silencio.
—Está bien... Ya casi ganamos, te llevaré con Pam, ¿bien? —Bonnie no respondió, solo alzó una de sus pequeñas manos en dirección a tomar la lengua de la víscera de la gorra de Fang... Luciendo perdida en el vacío de la existencia—. E-estarás bien pequeña, no te preocupes.
Un aviso apareció en la pantalla que había a lo alto del campo de batalla. Un aviso que indicaba que algo había salido mal durante la batalla, y que se desconectará de inmediato a los brawlers que se encontraban dentro de la batalla.
Fang no prestó atención a la voz de la mujer pidiéndole que abandonara el campo sin la niña... No planeaba obedecer una orden tan descorazonada... No planeaba dejar a la pequeña sola, ahí, sufriendo. Solo la abrazó aferrándose a ella intentando saber qué hacer, cómo proceder, cómo ayudar.
El marcador permaneció en 98% y sin avanzar, debido a que la batalla había sido desconectada de golpe.
—No puede estar pasando... No puede ser así... —Fang susurró acercando más a la niña a su pecho, intentando protegerla como si su hermana menor se tratase—... Primero perdemos nuestros recuerdos, ahora pasan cosas raras... Maldita sea, ¿q-qué hago? ¡Estúpido Edgar!
El chico cerró los ojos silenciosamente... Dejando un par de lágrimas derramarse a lo largo de sus mejillas enrojecidas debido al reciente llanto y la rabia que había acumulado por días. No pudo murmurar nada más ante el mortífero silencio de la pequeña que yacía inexpresiva entre sus brazos, para cuando comenzó a toser con violencia, derramando sangre sobre el brillante suelo de la zona restringida.
Suspiró, antes de ser desconectado de la batalla forzosamente, dejando el cuerpo de la niña caer al suelo para que poco después todas las luces alrededor se apagasen.
. . .
—¡TIENE QUE HABER UNA EXPLICACIÓN! —la voz de la chica resonó por entre todos los murmullos de todos los brawlers que habían ahí. Bonnie había desaparecido misteriosamente y nadie parecía querer hacer nada al respecto—. ¡NO PUDO DESAPARECER ASÍ DE LA NADA!
Sin embargo, el hombre con quien había querido hablar comenzó a retirarse silenciosamente acompañado de un chico rubio que cubría su cabello con un viejo pañuelo negro, ambos vestidos con trajes bastante formales. No eran personas que acostumbrasen a ver alrededor de Brawltopia, pero nadie parecía notar esta extrañez.
El hombre con rasgos asiáticos y apariencia desalineada comenzó a andar a paso lento pero seguro, mientras el otro le seguía con completa docilidad. Janet por su parte prefirió no ceder ante su actitud indiferente, era su pequeña hermana la que se encontraba desaparecida después de todo, no iba a permitirse ser ignorada así.
—¡HEY, HEY, HIJO DE PUTA! ¡NO ME IGNORES! —ella siguió intentando captar la atención de ambos hombres de traje, pero ninguno quiso detenerse a atender su llamado. La pobre Janet ya estaba incontenible, la rabia en su interior no planeaba retenerse más, así que con todo y arma se encaminó con violencia hacia aquellas figuras que estaban a punto de desaparecer tras una puerta, tomando bruscamente del brazo a ese maldito hombre asiático—. ¡OYE, SERÁ MEJOR QUE ME MIRES CUANDO TE HABLO O TE JURO QUE VOY A-...!
Se detuvo de seguir hablando cuando sintió un leve pero muy firme empujón en una zona específica de su pecho, cerca del cuello. Bajó la mirada irritada, viendo un largo bastón de madera rojiza, un rojo tan intenso que inconscientemente parecía una advertencia. El chico rubio la miraba con el rostro más inexpresivo que la chica habría visto nunca antes... Causando que un largo escalofrío que recorrería todo lo que era su espalda.
—Si te tranquiliza, arreglaremos el desastre ocurrido en zona restringida —comenzó a hablar el superior, revisando unos papeles y ordenándole al chico del bastón regresar a su posición nuevamente— Sin embargo, necesitamos de su cooperación, por favor mantenga la calma.
Ese cuento no se lo tragaba ni la virgen estrellada... Janet pensó, mirándolos con cólera, y de nuevo estuvo a punto de gritar una vez más, hasta que sintió una pesada mano metálica sobre su hombro.
—Ja-Janet, p... Por fav-vor... Bas-basta.
Cerró la boca... Más por obligación que por ganas, y aun intentando controlarse las lágrimas amenazaban salir de sus ojos violentamente como cascadas. Sus ganas de gritar solo fueron más evidentes cuando se oyeron unos largos gruñidos ahogados bajo la garganta de la chica, quien se esforzaba por no estallar en llanto entre los brazos de su padre robot.
Las miradas y los murmullos comenzaron nuevamente, y cuando ambos hombres desaparecieron tras las puertas de un misterioso sitio en la estación, todos comenzaron a retirarse, indignados, pero sin querer meter la mano en la desaparición de la niña.
Nadie quería ayudar, nadie planeaba hacerlo.
Stu permaneció abrazando de los hombros a la pobre chica quien sollozaba forzosamente en silencio, luchando consigo misma por no gritar ahí y ahora. A pesar de estar igual de afligido que ella, hacía un esfuerzo por no desplomarse frente a ella. Debía ser fuerte por sus pequeñas, pensó.
No muy a lo lejos había un hombre de cabello rosado oscuro viendo la escena con preocupación. Quiso acercarse, pero no encontró la forma de hacerlo. Solo permaneció de pie mirando en silencio entre las escaleras de aquella vieja estación de metro abandonada... Un par de pasos lo hicieron reaccionar, y cuando volteó solo pudo ver una sombría figura, más bajita que él, bajando los escalones cargando en sus hombros una curiosa bufanda y una sensación deprimente.
Colt sonrió, dispuesto a darle una palmada en el hombro, pero una mano de tela lo detuvo.
—Te dije que las cosas estaban mal. Debimos hacer algo —Edgar susurró arrastrando una clara molestia entre cada frase de su hablar—. Pero como siempre, intentas cosas buenas en situaciones erróneas.
El mayor rodó los ojos ya comenzando a verse afectado por el mal humor de su compañero de misterios.
—Hice lo que pude. Tú tampoco hiciste mucho que digamos... —a pesar de intentar sonar amable y razonable, sus palabras cargaban cierto sarcasmo que no le gustó nada al otro, quien respondió violentamente. Una suave pero brusca mano lo rodeó del cuello, antes de alzarlo en lo alto, escaleras arriba—. E-Edgar... Solo intento ser bueno contigo...
—Bueno mis huevos, you fucking bullshit —el chico del flequillo comenzó a subir las escaleras de vuelta al centro que guiaba a distintas estaciones del metro, haciendo que los sollozos de la chica comenzaran a oírse cada vez más lejanos con cada paso que daba—. No haces más que entrometerte en cosas en las que no te llaman.
Colt intentó zafarse del agarre, pero su fuerza no parecía ser suficiente, no sin sus dos amados revolvers. La débil luz del atardecer apenas y lograba iluminar el interior de la escalofriante estación.
Y sintió que estuvo a punto de perder el aire para cuando alguien lo detuvo.
—¿Qué mierda sucede aquí?
Una voz cuanto menos familiar hizo acto de presencia en medio de aquél pequeño disturbio. Se miraron silenciosamente, antes de que la dichosa mano de tela soltase el casi agonizante cuerpo del sheriff, quien cayó al suelo perdiendo el aire.
—Fang... —dijo Edgar en respuesta, con una creciente molestia en su interior. Al ver esto, Colt se levantó rápidamente mientras intentaba limpiar su ya de por sí desalineada ropa.
—No sucede nada —dijo, adelantándose a cualquier respuesta brusca que Edgar planease dar—. Una pequeña discusión, eso es todo.
Una pequeña discusión al mero estilo brawl, pensó Fang.
Ambos chicos no tardaron nada en comenzar una "ligera" discusión entre la oscuridad del sitio. Sus emociones comenzaban a salir a flor de piel mientras la molestia tomaba lugar por sobre los débiles rayos del anochecer. Dudas, cuestiones, preguntas sin respuestas y temor. A pesar de estar todos en un mismo barco, la simple combinación de sensaciones de ese estilo no hacía más que causar conflictos, internos o externos, daba igual.
A él le gustaba verlos pelear.
Para eso había creado todo ese lugar en primer lugar... Para eso es que existían todos y cada uno de sus títeres, para pelear.
Mirando a lo lejos, entre las sombras que generaban los altos pilares desgastados de su más reciente creación... Con una sonrisa que se extendía por todo su deformado rostro, se deslizó entre las grietas del suelo oscurecido por la rabia de un par de chicos, víctimas del terror que generaba su presencia.
Viajó por entre las paredes con rapidez, sigilosamente ante la mirada de aquellos ignorantes que desconocían su presencia. Aunque bien sabía que aquellos que aún no peleban eran capaces de verlo a él. A ellos.
Furokobi tenía que esconderse bien si no quería que los intimidantes hombres de traje lo vieran, haciendo obvio el por qué estaba ahí.
—En fin. Aquí en algún lado debería estar —pudo escuchar al hombre hablar con un claro acento que denotaba su extrangerismo. El recién mencionado asintió en respuesta, sujetando su bastón, rezando internamente, pues realmente no quería hacer ese trabajo—... Hay que encontrar cuál es el error entre los refuerzos de este sitio, tenemos que liberar a la niña pronto y activar el borre de memoria. ¿Quedó claro?
El rubio asintió, Furokobi pudo sentir la emoción correr por sus venas. El tipo aún era una cascara sin talentos, sin aficiones, sin personalidad. Sería divertido atormentarlo para no dejarle encontrar el error prontamente. Su expresión aterrorizada sin capaz de decir nada le generaba emoción. Ya quería verlo intentar gritar, sin éxito alguno.
El rubio ajustó la bandana sobre su cabello, sujetó el bastón entre manos y tragando saliva aún con su expresión vacía, se adentró a la habitación, dejando solo al inversionista que tanto había fingido ayudar a los brawlers en situaciones como estas... Furokobi se adentró tras el chico, esparciendo todas sus quebradas almas por distintos huecos hasta volverse uno con la oscuridad.
Ahí fue donde la puerta se cerró, dejando al chico solo... Acompañado del sonido de las risas de varios niños buscando divertirse con su terror.
. . .
—¿Hola?
Una tierna voz dijo en un susurro levantándose de entre un montón de... Lodo, petróleo, pintura. Le era difícil describir en donde estaba hundida un par de minutos atrás, no era capaz de reconocer aquel liquido viscoso que había por todos lados. Parecía... Sangre, muy viscosa y gelatinosa, pero con un atemorizante color negro.
Finalmente, tras un rato de sentirse meramente asqueada, levantó la mirada hasta dar con que el sitio en el que estaba atrapada era... Un enorme sitio, sin paredes, ni techo, ni suelo. Todo a su alrededor era negro y le generaba una sensación de temor al sentir que en cualquier momento podría caer al vacío.
Vacilante ante la idea de siquiera dar un paso, miró su entorno intentando encontrar algo que pudiese garantizarle seguridad en aquel sitio. No había nada conocido ahí. No había un chico cool como Fang, no había un hombre fuerte como Sam...
Solo Bonnie y su silencio.
Su temor no hizo más que ir en crecimiento. La sensación de soledad se sentía tan familiar, pero a la vez tan lejana. Lentamente se acuclilló hasta abrazar sus propias piernas entre el montón de viscosidad negra que la rodeaba. Lágrimas amenazaron con salir de sus ojos, pero intentó aguantarse, esta no era la Bonnie fuerte que conocía. Aun así, su fuerza no fue suficiente.
Y sollozó.
Ante la luz inexistente del vacío eterno que la mantenía cuerda aún con todo lo que podía recordar.
Recordar...
El lejano recuerdo, como un déjàvu.
Levantó la mirada sintiéndose levemente observada.
No fue capaz de ver nada... Nada más que una mujer de pie, viendo lo que parecía ser un montón de niñas jugando en un campo de flores, flores que, por cierto, salían del mar viscoso que estaba pisando. Aún a gachas, comenzó a caminar por entre el desagradable líquido que había a sus pies. No sabía qué era lo que estaba haciendo, no sabía por qué se dirigiría a algo que apareció de la nada, pero algo le pedía acercarse. Algo la impulsaba.
Y aunque quisiera detenerse, ya parecía ser demasiado tarde para cuando estuvo de pie al lado de la mujer. Y ella la estaba viendo fijamente.
—Bonnie... —exclamó la mujer en un débil susurro, su voz como un borroso recuerdo dentro la ahora glitcheada mente de la niña—. No creí volver a verte.
La pequeña torció la cabeza como un cachorrito confundido, intentando encontrar el bello pero borroso rostro de la mujer entre el vacío cascarón de su mente.
—Ha pasado tanto tiempo... ¿Janet sigue siendo una mala hermana? —Bonnie abrió la boca, apunto de reclamar, no podía permitir que hablasen falacias de la mejor hermana del mundo, sin embargo, ni un sonido había salido de su boca—. Me imagino que ha cambiado desde lo que pasó, ¿no es así?
Volteó a mirar a sus alrededores, confundida. No sabía qué estaba ocurriendo ni de dónde había salido aquella mujer, no sabía por qué hace unos segundos había estado perdida en un vacío eterno, para luego aparecer en medio de un campo de flores, escuchando las risas de las niñas al fondo de su mente.
—¿Sabes?, no culpo a Janet por su forma de actuar contigo... Debió ser difícil ser rescatadas de un hogar tan abusivo, tal vez solo se reflejó erróneamente contigo —siguió hablando, como si no notara la creciente rabia que había en el rostro de la pequeña niña—. ¿Por eso buscas su constante aprobación, no es así? Por cómo te gritaba tu papá, por como tus logros eran invalidados...
No sabía de qué estaba hablando aquella rara mujer... Quería detener la conversación y solo salir corriendo, en busca de su hermana, para nada mala.
—Por como Janet te hizo lo mismo que tu padre... —entre más hablaba, más lejana se sentía—... Al menos se dió cuenta... Al menos te pidió perdón.
Pero... ¿El perdón es suficiente?
Sintió un escalofrío que la obligaría a darse la vuelta.
—¿¡Quién anda ahí!?
Pero nadie la escuchó.
Nadie estaba ahí.
Todo estaba vacío de nuevo, la negrura del vacío la rodeó una vez más bajo sus pies, a su alrededor, por el rabillo del ojo, todo acompañado de una sensación de melancolía que no podía evitar sentir.
No comprendía por qué razón se sentiría así si toda su vida siempre se habría visto reducida a viajar sobre un viejo y pesado cañón. Por alguna razón que su pequeña e inocente mente no era capaz de comprender, un sabor amargo hizo acto de presencia en su boca, mientras sus pensamientos se perdían en viejas pero cálidas escondidas en lo más recóndito de su cabeza.
Se comenzaba a sentir triste, por olvidar esos lindos momentos que no era capaz de reconocer, pero que sentía que no debió dejar ir.
Momentos a los que no era capaz de volver, ya no más.
Todas sus emociones se vieron envueltas en un remolino sobre su cabeza, haciéndola estremecer debido a la intensidad de estas. Tomó su casco y con violencia se lo quitó, para después lanzarlo al vacío de la nada, antes de arrodillarse en busca de acallar todo el ruido que había en su pequeña mente.
Recuerdos que no recordaba haber vivido, pero que a la vez sentía tan suyos, todos hicieron acto de presencia de la nada mientras su corazón se aceleraba ante el ritmo de su respiración. Las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos, rodando por sus mejillas hasta finalmente combinarse entre el montón de basura gelatinoza que había en el suelo... Perdiendose hasta ser inperceptibles.
Sus sollozos se agudizaron al punto en el que parecía estar dentro de una catedral, con el sonido rebotando una y otra vez de vuelta a ella.
Tanto ruido, la estaba volviendo loca. Sentía como si se estuviese quebrando, y no específicamente de forma irónica. Su cabeza dolía como el infierno, como su le hubieran clavado un hacha en su cabeza y ahora su cuerpo estuviese intentando sanar, sin éxito alguno.
Dejó escapar un grito mientras el llanto se volvía más y más intenso. Y en vez de parar, solo aumentó más una vez sintió un par de brazos rodearla sin previo aviso.
Alzó la mirada, gritando y pataleando del terror, suplicando a quién sea que la haya tomado que la dejase bajar, solo para encontrarse con una figura apenas humanoide, mirando a lo alto, con una extensa sonrisa sobre su deformado rostro.
Esa cosa, parecía estar hecha del mismo material que tanto había impedido su paso minutos atrás. Igual de viscoso y asqueroso, pero con, irónicamente, unos dientes filosos y amarillos, tan solidos como una piedra.
Se quedó sin voz, sin posibilidad de seguir luchando, cuando notó que aquella cosa crecía constantemente, llevándola cada vez más lejos de lo que apenas podía considerar suelo.
Las lágrimas viajaron por todo su rostro, salando cada rincón de sus mejillas, y aún así con una expresión tan aterrorizada que era incapaz de reaccionar.
La cosa finalmente bajó la mirada, aún con esa sonrisa en el rostro...
—Lo siento... No puedes unirte a nosotros —Bonnie no pudo procesar correctamente lo que sea que esa cosa estuviese diciendo—... Sigues viva, y tu corazón aún tiene amor que dar.
La velocidad aumentaba... Mientras el agarre de aquella bestia se aflojaba.
—Al menos lo intenté —dijo, alegre—. Parece que el hachazo en tu cabeza no fue suficiente.
... Y de la nada, se quedó sin aire...
—Por ahora, tienes que volver...
Y todo se volvió negro...
Hasta que algo pareció sacarlo a la superficie... De lo que sea en lo que hubiese estado nadando.
Abrió los ojos llena de terror, buscando de un lado a otro a la bestia que la había sostenido fríamente entre brazos, más sin embargo no encontró nada, y el agarre que la había tenido aterrorizada, ahora parecía ser uno más gentil y cálido a pesar de la brusquedad. No pudo ver más que a un joven rubio, abrazándola mientras la sacaba de lo que parecía ser un montón de... Lodo, petróleo, pintura, todo de color negro, pero en mucha menor cantidad.
Aquella cosa no machó su ropa como antes, ni la suya ni la del chico que la había sacado de ahí, más sin embargo ambos parecían recién salidos del mar.
Su cuerpo fue cargado con cuidado entre el montón de ruido que generaban un montón de chatarra, engranajes, y viejos tubos de agua que se habían quedado estancados entre el sitio cubierto de esa cosa viscosa y negra. Entre tanto ruido abrumador, Bonnie fue capaz de escuchar la pesada respiración del tipo que la había salvado de ese lugar, se veía cansado, demacrado, incluso asustado, pero aún así estaba firme a sostenerla y protegerla de aquella cosa que los había atormentado.
Porque sí, Bonnie podía sentir que él también entró a ese vacío completo, y había visto a esa cosa jugar con sus emociones.
Él la dejó en un lugar seguro, acomodó la ropa de la niña con cuidado y revisó que no estuviese herida de algún lugar. Pronto cayó en cuenta que su cabeza se encontraba descubierta, y su casco yacía desaparecido.
No dijo nada, solo hizo una expresión de temor al ver que la pequeña carecía del casco, y buscando con la mirada por toda la habitación, inquieto, dedució que tal vez se había quedado estancado en ese lugar infernal.
Dió media vuelta tras un suspiro, consciente de que tendría que volver con él si no quería problemas con el inversionista, preparándose para hacer un clavado dentro aquél abismo una vez más, pero algo lo detuvo.
Y es que Bonnie no planeaba dejarlo ir, y con un fuerte agarre usando sus dos manos cubiertas por sus largas mangas, lo sostuvo de seguir avanzando.
—No es necesario —ella dijo en un lamento, sin querer dejarlo ir, pues también temía volver a quedarse sola de nuevo—... Tengo otro en casa.
El chico la miró, ingenuo. Solo volteó a ver de vuelta al charco oscurecido por lo que sea que ambos hayan visto, señalando fijamente este, como encomendándose la labor sin tanto titubeo. Ergo, la niña negó con la cabeza y lo jaló de vuelta a lo seguro, obligándolo a sentarse a su lado.
—¿Y si mejor me dices tu nombre? —dijo Bonnie, se veía decaída—. Yo me llamo Bonnie, ¿y tú?
El otro no respondió, solo mantuvo la boca cerrada, buscando algo con la mirada.
Sin embargo, al poco rato se rindió, y solo señaló su garganta mientras movía la boca, sin poder decir ni una sola palabra. Bonnie no tardó en entender que el chico lamentablemente no era capaz de hablar. Ahí fue donde la niña sonrió, y comenzó a sugerir nombres en busca de encontrar el correcto.
Ninguna de las opciones que sugirió fue la correcta, y en resignación solo soltó un suspiro, acercandose al otro para darle un abrazo.
—No sé por qué, pero me recuerdas a mi hermana Janet —dijo la pequeña, jugando con la corbata de rayas del mayor—... ¿Te puedo decir Janet-2?
A pesar de su falta de voz, el chico soltó un sonido que se asemejaba al de una risa. Bonnie volteó a verlo con una sonrisa divertida, el chico solo asintió ante la nueva sugerencia de la niña.
En seguida, correspondió el abrazo de la pequeña... Y así ambos permanecieron en silencio en aquella vieja habitación de sonidos metálicos.
Ninguno dijo nada más... Solo dejaron sus emociones fluir en forma de lágrimas. Lágrimas que se volverían a perder entre la oscuridad de aquel líquido negro.
"Y tú me recuerdas a mi hermana", pensó aquél misterioso chico salido de la nada.
. . .
"There are many stories yet to be told. Will he give us the time to do so? After all, these stories are outside of the main focus... Is it worth it?"
. . .
Pequeñas historias de otros personajes de fondo o que no aparecieron durante el transcurso de RAAS. También, esta historia colisiona temporalmente con un fanfic perteneciente a
SeaRaccoon
"Stalker With A Crush"
Por favor, paséense por ahí. Vale mucho la pena, además de que está conectado con Rooms, Anxiety and Silence. Ocurre antes de los sucesos de ese fic.
Los quiere
Soul~
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