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Estaban sentados en el sofá, en la sala de estar. Con una pizza de pepperoni sobre la mesita de centro.
—Te concedo el derecho a llorar si quieres —dijo Jungkook con tono solemne al ver al omega.
A pesar de todo, Jimin no pudo evitar sonreír.
—Qué amable de tu parte, pero creo que no será necesario.
—¿No? —preguntó señalando la pizza—. ¿Estás seguro?
Jimin lo miró fijamente.
—¿Dónde has estado estos últimos días?
Jungkook dejó caer la mano y se recostó en el sofá.
—En casa de Namjoon.
—¿Por qué?
—Se enfriará la pizza, Jimin —avisó evitando la mirada del omega y comiendo una servilleta.
—¿Por qué? —repitió Jimin, juntándose un poco más hacia él.
Jungkook soltó un suspiro.
—¿Podríamos dejarlo hasta aquí?
— No —respondió el pelirosa. El alfa arqueo una ceja.
—¿No crees que estás siendo demasiado descarado con la persona que acaba de darte el mejor beso de tu vida?
《Si, lo estoy siendo》
—¿Y tú no crees que vas un poco sobrado para dar besos tan mediocres?
Jungkook sonrió amenazador y se levantó del sofá con una calma inquietante.
—¿Qué acabas de decir?
—Creo que ese beso no ha sido nada del otro mundo.
Resoplando, se dejó caer el sofá de nuevo.
—No te creo. Ni una sola palabra.
Jimin se limitó a encogerse de hombros y sonreír con la boca llena, transformando sus ojitos en dos medias lunas.
—Dime, ¿por qué querías irte? —preguntó el alfa al cabo de un rato.
—¿Realmente tenemos que hablar de eso?
—Si. Es el precio que tienes que pagar por la pizza.
—¿Eso significa que no tendré que pagarte mi parte si te cuento lo que me pasa?
—Ajá.
—Mmm, bueno. —dio un mordisco a su rebanada de pizza—. He reprobado el exámen de literatura.
—Si a mi me dieran esos impulsos de fuga cada vez que reprueba un curso, ya habría dado la vuelta al mundo.
Jimin soltó un resoplido.
—Son pocos los que aprueban la asignatura de la señora Choi a la primera. Yo reprobé hace un año, y aprobé en el segundo intento. Me parece que ése no es ni mucho menos un motivo suficiente para tomar la decisión de huir sin decir nada.
El omega tiró de un hilo de queso y se los metió a la boca.
—¿Realmente pensabas irte sin más? ¿Sin despedirte? ¿Sin avisarme?
Jimin no sabía qué decir, por lo que sólo se encogió de hombros.
—Pensaba que… después de lo que ocurrió por la noche me estabas evitando y que no querías verme por aquí.
—¿Por qué siempre das por supuesta la peor de las opciones? ¿Me tomas por ser un idiota o qué?
Jimun arqueó las cejas en lugar de responder con palabras.
—De acuerdo, a veces puedo llegar a ser bastante idiota, pero…
De repente se calló y negó con la cabeza. Luego se reclinó sobre el sofá y se frotó la cara con las manos.
—Pero ¿qué? —preguntó Jimin—. Saliste como si dormir juntos hubiera sido lo peor del mundo o como si hubiera querido abusar de ti. ¿Qué querías que pensara?
—Tú no podrías abusar de mí ni aunque te lo propusieras, rosita —dijo Jungkook negando con la cabeza esbozando una sonrisa pícara —. Más que nada porque cualquier cosa que intentes hacerme será bien recibida.
—¡No puedes soltar ese tipo de frases y pretender que siga cumpliendo tus malditas reglas!
—Puedo hacer lo que me dé la gana. Sí quiero insinuaciones, las hago. Si quiero salir de excursión contigo —dejó su rebanada sobre el plato y se acercó más a Jimin—, lo hago. Y si me apetece besarte —continuó apoyando las manos en ambos lados del asiento—, te aseguro que lo haré. Soy yo quién marcó las reglas.
Jungkook tenía su nariz a pocos milímetros de la de Jimin. El omega contuvo el aliento, pero no se inmutó.
—Y yo decido quién puede besarme, Jungkook. No podrás hacerme callar con favores sexuales, es como si fueras un hombre de las cavernas. Las cosas no funcionan así.
—Es que no pretendía hacerte callar.
—No, claro.
—Lo que quería es que te calmaras —explicó—. Me estabas poniendo nervioso con tanta histeria. Tenías la cara tan roja que parecía que ibas a explotar.
Una vez más, Jimin no pudo reprimir una sonrisa. Jungkook lo observó con satisfacción, antes de volver a mirarlo a los ojos.
—Vamos, habla —dijo el alfa.
—Ya estamos hablando.
—Háblame sobre eso que tanto te angustia, Jimin —pidió, acercando sus manos a las piernas de omega. Con sus pulgares, empezó a acariciar levemente sus muslos—. Cuéntame qué ha conseguido que un chico fuerte como tú, tan natural, optimista y positivo, le entre el pánico de ese modo. Vamos, a ti te gusta hablar, te escucho.
Jimin que evitar responder. Cogió otra rebanada de pizza para pegarle un mordisco, pero antes que eso suceda. Jungkook lo quitó y lo dejó de nuevo en el plato.
—Jimin.
—¿Por qué te importa tanto? —preguntó el omega casi sin voz.
Jungkook negó ligeramente con la cabeza.
—No busques interpretaciones raras a mi pregunta. Simplemente quiero saber qué te ocurre.
Jimin se quedó callado. Lo único que quería era abrazar sus rodillas, hecho un ovillo, pero Jungkook estaba sentado tan cerca que no podía ni moverse.
—Lo que quiero es que te sientas mejor —murmuró el alfa—. Al fin y al cabo, se podría decir que somos amigos, ¿no?
—Si, podría decirse…
—¿Lo ves? Pues los amigos hablan de ese tipo de cosas.
Jimin abrió la boca pero fue incapaz de soltar una sola palabra. Llevaba tanto tiempo silenciando, era como si ya no fuera capaz de verbalizar la verdad. No podía.
Sentía una presión en el echó. Los ojos le escocían, pero las palabras… ellas simplemente no salían.
—No puedo… es que… No, no puedo…
Jungkook lo miraba tan concentrado que parecía que estuviera memorizando cada detalle del rostro de Jimin. Al final, soltó un leve suspiro de resignación y lo envolvió con delicadeza entre sus brazos. Se recostó en el sofá, llevándose el cuerpo del omega consigo. Su cabeza quedó sobre el hombro de Jimin y sus cuerpos quedaron de lado. Una mano sobre su cadera, y con la otra acariciándole el brazo. Consolando.
Jimin dejó de luchar contra sí mismo y empezó a llorar. Estaba demasiado agotado. Sin embargo, todas esas palabras que no podía pronunciar fluyeron silenciosamente entre lágrimas, mojando la camiseta de Jungkook, una tras otra.
El alfa solo se limitó a abrazarlo con firmeza. No hizo ningún comentario, ni una broma, y tampoco insistió para que le contará más.
Simplemente se quedó allí, haciéndole compañía.
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