Jimin no sabía cómo sucedió, pero sus manos encontraron camino hasta el pecho de Jungkook. Al igual que las del alfa, encontrar las caderas del omega. Ambos sintieron un cosquilleo de pies a cabeza. Notaron un nudo en lo más hondo de su ser que no había descubierto hasta ese momento.

Esa tensión entre ellos, era incapaz de atribuir sólo al hecho de que estuvieran casi desnudos. Su origen era otro, surgía de un lugar mucho más profundo, y precisamente por eso se apoderó de ellos un miedo atroz.

Jimin no podía tenerlo un segundo más cerca. El anhelo y el calor que los habían invadido lo superan por completo. Temía perder el control en cualquier momento y hacer algo de lo que luego quizá pueda arrepentirse.

Tragó saliva y dejó caer los brazos.

—Regla número tres —dijo el omega, separándose un poco de él.

Jungkook parpadeó varias veces antes de que se le aclarara la mirada una vez más. La intimidad del momento de repente le pareció excesiva.

—Este lugar es hermoso —habló Jimin mirando a su alrededor, rompiendo el silencio incómodo.

—En verano venía casi a diario, lo descubrí el año pasado.

Así ambos pudieron platicar y saber más uno del otro. Jimin se enteró que la madre de Jungkook vivía en el extranjero. Que sus padres estaban divorciados y tenía un hermano mayor que seguía los pasos de su padre y con él que no se llevaba tan bien.

Le pareció fascinante saber más de él y le sorprendió mucho que compartiera todo eso con el omega. En ese momento solo eran ellos dos.