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Negando con la cabeza, Jimin llegó hasta la cocina. Todo estaba limpio y ordenado, no había rastro del caos de anoche. Es más, olía a productos de limpieza que se mezclaban con el olor a café recién hecho. Se puso de puntitas para sacar una de las tazas de los armarios de la cocina, aún así no alcanzó.
Jimin iba a intentarlo de nuevo, pero sintió a alguien detrás pasando su brazo arriba de su cabeza. Contuvo el aire cuando lo sintió bastante cerca de él, Jungkook ya había dejado la taza a un lado de la encimera; sin embargo, aún seguía en el mismo lugar.
El omega carraspeó y volteó a mirar al alfa, este también lo hizo. Jimin le sonrió dándole una palmadita en el pecho, tomó la taza y la llenó hasta la mitad con café.
Acto seguido, ignoró completamente a su compañero de piso y fue a su habitación. Jungkook fue tras él.
El alfa frunció el ceño al ver al omega agacharse en el último compartimiento de su escritorio, sacando un bote de crema y vertiéndolo en el café. Enseguida, se extendió un agradable aroma a menta.
—Dime que no acabas de echarle crema de leche con aroma a mente al café —exclamó horrorizado. A continuación, se inclinó hacia adelante y le quitó la botella de las manos—. ¡Qué asco!
—Eso es que no tienes ni idea —replicó el omega antes de tomar un buen sorbo y luego soltar un suspiro de placer—. Sabe a After Eight. ¿Quieres probarlo?
—No, gracias.
A Jimin no le importó y siguió disfrutando de su bebida.
—Mira, otra de las cosas que te habría contado si me hubieras dado la oportunidad.
—¿Hay alguna cosa más que debería de conocer? —preguntó Jeon, estudiando el rostro del omega con detenimiento, se inclinó hacia adelante apoyando los codos en los muslos.
Fue ahí cuando Jimin olió el gel de ducha que el alfa había usado, encajaba perfectamente con el aroma de su habitación.
Jungkook tenía el cabello despeinado y húmedo. De repente, Jimin sintió la necesidad imperiosa de hundir sus manos en él para recorrer sus mechones.
—¿Algo más, aparte de tus problemas de paladar y olfato? —añadió señalando con la barbilla las velas aromáticas y la taza de café.
Jimin se acercó en una respuesta, apoyándose junto a él sobre el escritorio.
—Me gusta Taylor Swift. Me se todas sus canciones de memoria, y suelo cantarlas cuando me ducho. Mi debilidad son las series románticas. Desde que estoy en Seúl podría haberme alimentado exclusivamente de comida chatarra, en casa me tenían prohibida comerlas, mi madre tiene una manía compulsiva con las calorías. Ah, y me encantaría tener un gato, pero no te preocupes —se apresuró en añadir al ver que él abría la boca para objetar algo—, no tendré ninguno mientras viva en un piso compartido. Ya tengo esto —dijo señalando la alfombra peluda que tenía bajo sus pies—, por algún motivo me recordó a un gato. ¿Qué más? Ah, cuando veo películas tristes, me echo a llorar como un loco, y la mayoría de veces ni siquiera me doy cuenta. Seguramente tengo un exceso de empatía…
Jimin se quedó callado a media frase al ver la expresión de Jungkook. Se le había quedado mirando con los labios ligeramente entreabiertos.
—Estoy hablando mucho, ¿verdad? —preguntó arrepentido y con la esperanza de no haberse excedido con sus confesiones y de que el alfa no estuviera pensando en cómo librarse de él.
—No pasa nada —dijo Jeon, pasándose las manos por la cara y por los lados de la cabeza.
—¿Qué tal la fiesta de anoche? —preguntó Jimin intentando cambiar de tema.
Al oírlo, Jungkook se recostó hacia atrás de nuevo y cruzó los brazos sobre el pecho. Como de costumbre, los ojos de Jimin empezaron a recorrer sus tatuajes. Eran muy estéticos.
—Después de tu aparición estelar, los ánimos se vinieron un poco abajo.
Asustado, Jimin lo miró directamente a los ojos.
—Oh no… Lo siento mucho —se disculpó—. De verdad, no quise molestar a tu novia, es solo que no me gustó cómo se comportó.
Park contuvo el aliento al ver que los ojos de Jungkook recorrían su cuerpo entero. Luego sacudió la cabeza ligeramente y levantó la barbilla para mirarlo a los ojos de nuevo.
—No es mi novia, y tampoco me gustó lo que hizo.
—Ya lo sé, te dije que lo siento, el soju que tomé… —De repente, Jimin se detuvo y parpadeó sorprendido—. Perdona, ¿Qué has dicho?
—Que tampoco me gustó cómo se comportó. La verdad es que pierde mucho cuando habla, no es lo mejor que sabe hacer con la boca, precisamente…
—¡Mierda, Jungkook! ¡Qué asco!
El alfa simplemente esbozó una sonrisa pícara.
—¿Qué pasa? Creía que éramos compañeros de piso y podríamos hablar de ese tipo de cosas abiertamente y con sinceridad.
—No, gracias —respondió Jimin con una mueca—. No es necesario.
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