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Cuando estás solo en casa y tienes demasiado tiempo, acabas dándole demasiadas vueltas a todo, y a veces te obliga a hacer las cosas más extrañas.

Necesitaba oír su voz, era tan simple como eso. Necesitaba oírla, lo echaba mucho de menos, igual que su risa o incluso sus gruñidos.

Cogió su celular y contestó la llamada entrante de Jungkook.

—¿Rosita?

Debió haberlo pensado mejor. De repente, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y I Almost Do de Taylor Swift de fondo no ayudaba.

—¿Jimin, va todo bien? —la voz grave de Jungkook llegó como un susurro, y nada le habría gustado al omega que envolverse con ella como si fuera una manta cálida y gruesa.

Tomó un poco de aire y reunió todo su coraje para poder contestarle.

—¿Por qué no me dijiste nada? —susurró—. ¿Por qué no me contaste lo que sucedió con tu hermano?

Jungkook al escuchar las palabras de Jimin se quedó congelado. Sintió su pecho dolerle, sin poder articular alguna palabra.

Por otro lado, Jimin hundió su cara en uno de los cojines del sofá para evitar romper el silencio con sus propias palabras, sabiendo que no podría retirarlas cuando las hubiera soltado.

Ahora era su turno, él ya había hecho mucho.

—¿Puedo ir a verte? —preguntó por fin Jungkook.

—No creo que sea buena idea —respondió el omega en un susurro.

—Te mereces una explicación, Jimin… Por favor. Concédeme la oportunidad de explicártelo todo, en persona.

Probablemente, Jimin acabará lamentándolo al día siguiente, pero verlo se había convertido en una necesidad,  y quería oír la versión de la historia.

—De acuerdo.

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