Pasó nomás que media hora luego del último encuentro con Jungkook. Jimin se dio una ducha para bajar su enojo, pero por desgracia, no fue nada relajante.

Cerró la corriente de la ducha y envolvió su cintura con la toalla. Una vez fuera del baño, se apoyó contra la puerta y observó su alrededor. Llenó de aire sus pulmones y exhaló, una sensación de calma fue apoderándose de él.

Cerró los ojos por unos segundos y luego los abrió, era la primera vez desde su llegada a Seúl que miraba su habitación con mucha admiración, esto era justo lo que había soñado.

Tenía una cama cómoda, sus cosas ordenadas sobre su escritorio, sábanas suaves y almohadas de diferentes formas. Había unas cuantas lucecitas colgadas en sus estantes con libros. Su ropa guardada en cajones y bonita vista desde su ventana.

Sonrió.

Lo más bonito de todo, era el cuadro con la fotografía de Taehyung y él abrazados y sonriendo sobre su mesita de noche.

En ese instante, mientras contemplaba su lugar, no pudo contener la emoción.

Unas cuantas lágrimas se aproximaban, empezando a sollozar. Rápidamente puso su mano en la boca para que nadie lo escuchara.

《Lo conseguí. Lo conseguiste, Jimin, estás en Seúl.》

Durante toda su estadía en la ciudad había hecho cosas que nunca pasaron por su cabeza y vida. Fue tanto el orgullo por sí mismo, que sintió un apretón en su pecho, dejando caer más lágrimas humedeciendo sus mejillas.

Tenía muchas emociones mezcladas. Llevaba años soñando con este día, ahora por fin tenía la libertad que tanto había deseado. Nadie volvería adueñarse de su forma de vivir.

Era su momento.

Era el momento de formar su propia historia.