♡ - 11
Jimin se despidió de su mejor amigo y regresó a su habitación. Estaba cansado, el día fue duro y largo. Inspeccionó rápidamente su habitación, algo le llamó la atención.
《Estoy seguro que las dejé ahí…》
El omega salió de su dormitorio y fue hacia la sala de estar. Sólo encontró a Namjoon sentado en el sofá, jugando con la consola.
—¡Jungkook! —gritó por todo el piso, pero no recibió respuesta del susodicho.
—Creo que está en su cuarto —dijo Namjoon, sin apartar la vista de la pantalla.
Jimin con un poco de duda, cruzó la sala de estar y se plantó frente a la puerta sin mucha decisión.
Tocó. Nada.
Una vez más.
Nada.
—Jungkook…, ¿Puedes decirme dónde está la llave de mi habitación? —preguntó echando un vistazo hacia el interior. Pudo divisar algunos estantes con libros, paredes grises y blancas. Una cama gigantesca para una sola persona y unas cuantas camisas colgadas. Hubiera visto más, pero Jeon se paró frente a él, impidiéndole ver nada.
—Una cosa es que me obligues a montar tus muebles —dijo molesto—. Pero entrar a mi habitación mientras estoy ocupado, está demás.
Jimin frunció el ceño, levantando la cabeza para mirarlo. Iba a encararlo, pero la mirada tan fría y amarga que le daba el alfa hizo que bajara la guardia.
—Lo siento, sólo quería saber dónde…
—Ya te he oído. Es más, es imposible no escucharte —soltó pasándose la mano por el rostro—. He llegado a mi límite contigo, Jimin.
—¿Tu límite? —preguntó incrédulo.
El pelirosa llevó las manos a la cintura y continuó.
—¡Primero, nadie te ha obligado a ayudarme! —exclamó molesto—. Y segundo, solo te estaba pidiendo la llave de mi habitación. Tampoco es para ponerse así. Me dices que no te moleste con mis chorradas, ¡pero tus cambios de humor son peores que nadie te puede soportar!
Jungkook ni siquiera pestañeó. Se inclinó un poco hacia el omega.
—Yo no tengo cambios de humor, rosita. Yo siempre soy así de insoportable.
Dijo sin más, tomando a Jimin por los hombros con fuerza. Provocando un leve hormigueo por todo el cuerpo del chico, luego le dio un leve empujón apartándolo del umbral.
—Y ahora —continuó—, vete a la mierda. —soltó cerrándole la puerta en las narices.
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