Una vez más, Jimin quedó boquiabierto. El pelinegro lo había dejado en el pasillo sin darle la oportunidad de convencerlo. Ni siquiera había podido soltar el discurso que había preparado para las visitas.

Jimin mordió su labio inferior y dejó escapar un gruñido de frustración. Caminó retumbando sus pasos en el suelo y lo siguió.

—¡Oye tú! —Le gritó furioso, entrando a la sala de estar. El chico se detuvo y volteó a encararlo con el ceño fruncido—. ¡No puedes echarme así como así! ¡Ni siquiera me has enseñado el piso!

—¿Qué no puedo? —replicó el contrario, cruzándose de brazos.

—No, no puedes. ¡Habíamos acordado por mensaje! Me dijiste que viniera a ver el departamento, así que no pienso marcharme hasta que me hayas enseñado y me des la oportunidad de convencerte de que seré un buen compañero de piso —sentenció Jimin.

El chico arqueó las cejas y viró los ojos.

—Te dije que es un malentendido. No pienso tener a dramáticos viviendo conmigo. Además, eres un omega.

El pelirosa contó hasta tres y habló frustrado.

—¿Tienes idea de lo que he tenido que aguantar en estos últimos días? No me quisieron recibir porque soy libra, porque ya no querían compañero de piso y otra que quería pijamas todos los fines de semana. ¡Es que no sabes!

A esas alturas, Jimin no se daba cuenta que ya estaba gritando a todo pulmón.

—He estado en habitaciones llenas de moho —continuó—. ¡Pisos hechos mierda y con un olor insoportable!

Jimin dio un paso hacia él.

—En Busan, la he pasado pésimo. Así que ¡Quiero ver esa puta habitación!

La expresión furiosa del pelinegro había desaparecido, ahora lo miraba con indiferencia. Como si el menor le estuviera haciendo perder su tiempo.

—Mira, si no te acepto, podría vivir perfectamente sin tener que aguantar todo ese parloteo.

—Agh ¡Bien!

Jimin se dio media vuelta y caminó en dirección a la salida. Tenía la adrenalina a mil, pensó que hoy sería un buen día.

《Idiota, idiota, idiota》