───capítulo tres❞
La madrugada cayó en Inglaterra, los automóviles habían desaparecido mayormente de las calles, los empleados del turno de noche en los bares hacían el cambio con los demás y las pocas tiendas que habían estado abiertas se cerraron prontamente. La noche le dio paso a un día más en aquella ciudad, y sería un día que lo marcaría todo.
El reloj digital de un adormilado azabache marcó las 00:00 am del once de noviembre, siendo precisamente la fecha de su cumpleaños, y sus dos mejores amigos no perderían el tiempo para celebrarlo al máximo como siempre lo hacían.
La ventana que daba a su cuarto fue abierta suavemente, los intrusos intentando no estallar en risas al ver cómo su mejor amigo dormía únicamente en un bóxer del rayo McQueen mientras abrazaba una almohada haciendo un puchero. Tomaron juntos el balde que habían pasado de una habitación a otra por medio de los balcones con cuidado y luego el azabache solo sintió como el agua fría recorría todo su cuerpo y cama mojándolos.
Se levantó de golpe temblando y mareándose por la repentina acción. Los cómplices del hecho rieron a carcajadas al ver su cara descolocada sintiendo ira y frío —¡Hijos de puta! —gritó cubriendo su cuerpo con sus brazos.
—No grites que se supone que estamos todos dormidos —susurró burlonamente uno de sus amigos.
—¡Felices veinte, bro! —dijo un rubio quien le pasó una toalla caliente que había planchado y guardado en un contenedor antes de venir y el castaño le pasó un pequeño cake en funda que también se guardaba en el contenedor.
—Los mataré —sentenció mientras se arropaba y comía el cake de un mordisco.
—¡Damián, no seas tonto! —le gritó el castaño —¡El cake era para cantarte el feliz cumpleaños!
—¿Pueden callarse dos segundos? —dijo Lilium mientras se sentaba en la cama de la litera. Su cabello era un desastre, tenía un poco de rímel corrido en sus ojos y parecía un muerto viviente. La imagen aterró a los tres presentes quienes gritaron asustados —¡Ay, cállense!
—Das miedo así, Lili —dijo Damián aún envuelto en una toalla.
—Feliz cumpleaños, tarado —felicitó pasando su mano por sus ojos —Ahora piérdete y no vuelvas, eres insoportable.
—Yo también te quiero, guapa —dijo viendo como la de tez canela volvía arroparse.
Luego de haber acabado su pequeño bocadillo, se levantó y quitó las sábanas mojadas para alzar su colchón y rezar para que se seque. Sus amigos lo veían con una mirada pícara, soltando un bufido mientras se vestía no aguantó mas la mirada penetrante y curiosa de Arthur y Axel.
—¿Que sucede? —preguntó esperando el estallido de incógnitas.
—¿Tienes nueva compañera? ¿Ya te la estas ligando?
—La nueva carne solo puede ser para Damián Vansteli, no por algo es el casanova de Cambridge
Abriendo los ojos y boca totalmente ofendido les fue soltando manotazos —Oigan, que mentira —rogando que Lilium estuviera dormida para que no escuchara aquello —Y no, no es mi ligue, es mi mejor amiga de la preparatoria... y mi ex.
—Miralo, te dije —dijo el rubio —No hay nada que se le escape.
—Que odiosos. Son las doce de la noche —afirmó mirando el reloj —¿Ustedes quieren salir, verdad?
—Ya sabes, los veinte se celebran a lo grande —dijo Axel pasando un brazo por sus hombros.
Y así fue. Esperaron pacientemente a confirmar que no hubiera profesores o guardias y luego salieron a las silenciosas calles de Inglaterra luego de atravesar el gran campus de Cambridge. La noche estaba fría, casi no habían personas caminando y las pocas que habían destilaban borrachera por todas partes.
Sin esperar mucho más, fueron a aquel bar estudiantil escondido en un local de libros ¿Quien pensaría que aquella biblioteca vieja serviría de buena fachada para uno de los mejores bares de la zona?
Ese era Phoenix. Ni bien entraron ya vieron el desastre que era el suelo. Botellas de vodka y tequila tiradas por doquier. Vasitos rojos aplastados y una que otra funda con una sustancia ilícita regada por el piso. Gente bailando y besándose, disfrutando una madrugada del lunes.
La resaca que tendrían mañana sería letal.
Sin pensarlo más se adentraron al gentío disfrutando y tomando todo lo que había a su paso. Música, baile, el ambiente era fantástico, y un borracho Damián podría confirmarlo sentado en ese sofá de cuero viendo a sus amigos besarse a unas chicas con frenesí. Si que lo disfrutaban.
Sacando su celular se fijó en la hora, eran no más de las cinco. Mañana empezaba la ceremonia de bienvenida a las ocho y el recorrido por el campus para los de nuevo año. Buscando el numero de quien tenía en mente, presionó el botón de llamada y luego de esperar (lo que para él sería un siglo) la voz al otro lado le contestó.
—Al menos que me digas que ganaste la lotería, te arrancaré la lengua por despertarme a esta hora —dijo.
—Buenos días a ti también.
—Cállate ¿Qué sucede? —pregunta.
—Ya me quiero ir al cuarto, pero necesito que alguien abra la puerta desde adentro del edificio —soltó con dificultad sintiendo el licor marearlo y nublándole la vista. Si no se iba ya, posiblemente no podría ni caminar luego.
—Apúrate, no te esperaré toda una vida. —y colgó.
Saliendo del bar sin siquiera atreverse a buscar a sus amigos, caminó cuadras abajo hasta llegar al campus, pasando con dificultad este y evitando profesores que empezaban su jornada temprano, llegó al edificio rojo frente a él.
Tocó tres veces y luego lo recibió una castaña molesta quien lo tomó de la oreja y lo metió a la sala rápidamente.
—¿Qué Liu haces, mierda? —preguntó sobándose apenas lo soltó.
Lilium rió —Tarado, se dice "¿Lilium mierda, qué haces?"
—¡Eso dije! —soltó en rabieta. Se había olvidado lo mimado y consentido que se volvía cuando tomaba.
—Y eso que tienes veinte.
—Yo no tengo vientre, ¿estás loca? —dijo tocándose el estómago.
Tomándolo del brazo lo obligó a seguirla, tropezándose con todo y dificultándole siquiera subir los escalones a la menor. Le iba a cobrar caro por hacerla pasar eso. Después de todo, finalmente llegaron a la habitación luego de miles insultos que le dio la castaña durante todo el recorrido de las escaleras.
Dejó al mayor sentado en la silla del escritorio mientras con mucho esfuerzo bajaba de la litera el colchón que usaba ella pues el de Damián seguía mojado por la broma de sus amigos. Acomodándolo en la base de la cama dejó todo listo para él.
—Ven —lo llamó —Acuéstate.
—No quiero —se cruzó de brazos. Lilium lo miró mal —Ya voy, ya voy.
—Buen niño —halagó apenas el mayor se acostó.
—Liu, juguemos —dijo tomando su mano y atrayéndola a si mismo, logrando que la menor caiga en el colchón.
—¿Jugar? ¿Que tienes? ¿cinco años? —se quejó intentando levantarse, fallando en el proceso.
—Es otro juego, lo vi hoy en el bar, dicen que es famoso por ahí —se sentó tranquilo. La verdad amaba actuar como niño chiquito con la excusa de que estaba tomado solo para que sea ella quien lo cuide así.
—Duérmete ya —dijo intentado pararse y fallando de nuevo. Sin mas que hacer, rindiéndose se acostó, el mayor copiando su acción —¿De que va?
—Se llama amigo picante —la ceja de la menor se enarcó y lo miró incrédula —¡Escúchame primero! —intentó defenderse —Solo es coquetear de varias formas y niveles, el que cae primero por el otro pierde.
—No creo, Dam...
—¿Acaso te tiemblan las rodillas por coquetear un poco con tu mejor amigo? —tentó.
Golpe bajo. Su orgullo tomó posesión de ella inmediatamente, con una sonrisa, dijo —Yo ganaré.
—No lo creo. Sabes que soy mucho más coqueto —habló convencido.
—Empieza a dudar, siempre he sido la primera en todo —contestó.
Porque Lilium ya no era la misma niña que conoció el azabache y ella también podría jugar con fuego sin quemarse. Esos instantes que había pasado con su mejor amigo la habían hecho olvidar momentáneamente lo mucho que sufrió por su causa.
—Al fin y al cabo, ya no tengo corazón para volver a sentir algo, y menos por ti, Damián
Y al azabache le tocó fingir que aquello no le dolió.
Sonriendo victoriosa salió de la habitación dispuesta a tomar el desayuno en el comedor del edificio.
Porque Damián Vansteli era un jugador y un manipulador que solo quiere volver a usarle.
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volví, que les pareció?
vamos a ver realmente si no se queman
⸺Charlotte ⚜
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