Prólogo
— Ah... nada como el sabor del café por las mañanas.
Vegetta da un último sorbo a su bebida y limpia la comisura de sus labios con la servilleta que se encontraba en su mesa. Alza su mano libre para pedir la cuenta, aunque realmente no tiene mucha prisa en irse pues aún quedaba alrededor de dos horas para que las clases en su universidad iniciasen.
La mañana lucía muy tranquila. Esperaba que el resto del día, ojalá, transcurriera igual.
Recibe un mensaje de su amigo, Quackity, quien le decía emocionado y en puras mayúsculas que la cita a ciegas del día de ayer resultó un éxito y que estaba seguro de haber encontrado al amor de su vida. Vegetta suspira y rueda los ojos mientras le responde, preguntándole más detalles e incluso felicitándolo, aún si la idea de enamorarse de alguien apenas y lo ves, añadiendo el jurar que es tu destinado, era algo imposible de suceder para él.
— El amor de tu vida, ya...
Si tuviese que recabar en sus memorias, Vegetta podía recordar las dos únicas veces donde sintió aquello que su amigo le decía con mucho jolgorio. La primera, durante su adolescencia, siendo un joven que descubría el sentimiento del amor por primera vez, la inocencia del primer beso, las risas cubiertas de carmesí en las mejillas por los apodos cariñosos, las escapadas a cientos de lugares donde sus citas tomaban lugar y las promesas de un futuro juntos y una vida pacífica. Él recuerda con nostalgia toda esa experiencia, así como también el momento de la separación debido a los caminos que ambos eligieron en sus vidas, aunque siempre con el recuerdo dulce de aquel que lo hizo sentir por primera vez lo que era estar enamorado. Aún lo recuerda con cariño, por supuesto, y ansía que aquella otra persona sea feliz donde sea que se encuentre.
Su segunda relación formal, ya siendo universitario y con su mundo expandido, fue todo lo contrario: una montaña rusa de emociones dominada mayor mente por la pasión que por la razón. Momentos de deseo luego de peleas sinsentido, reconciliaciones consecutivas y dolores de cabeza ante tanta discusión, poniéndolos a ambos de un mal humor que no podían esfumar hasta otro de sus encuentros o hasta que uno cediera prometiendo mejorar, aunque al final no lo cumpliese. Los momentos hermosos no podían compararse ni tomarse como excusa para evadir la realidad de que él y la otra persona se hacían más mal que bien. A día de hoy siente un mal sabor de boca al recordar el día de la ruptura definitiva o cuando lo encuentra por los pasillos de la universidad, pero fue lo mejor para ambos, pues a pesar de que la atracción física era increíble y en alguna otra realidad quizá pudieron hacer funcionar lo suyo, lo cierto era que no hacían más que hacerse daño y, de seguir, podría incluso resultar en algo peor.
No hubo otra relación aparte de esas dos que lograse avivar en él aquella llama a la que decía considerar amor. Tuvo más de una cita, con distintas personas, pero nunca nada serio. Normalmente, solo iba por unos tragos o a pasarla bien, terminando en su mayoría como consejero amoroso de su cita u obteniendo un nuevo amigo sin nada romántico de por medio. Así mismo, se encontraba en los semestres finales de su universidad y sobreviviendo a un trabajo de medio tiempo para pagar el alquiler de su departamento compartido que el amor, actualmente, era una de sus últimas prioridades.
¿Significaba eso que se había rendido con volver a experimentar dicho sentimiento? ¡Para nada! Simplemente, estaba actualmente enfocado en otras cosas. Tenía paz y estabilidad, ¿para qué preocuparse por encontrar a su media naranja cuando se hallaba en un momento de equilibrio consigo mismo? Los siguientes años eran importantes para su futuro profesional, por lo que Vegetta decidió no hacer del amor su enfoque durante mucho, muchísimo tiempo.
Terminó de enviar su último mensaje a Quackity y pagar a la mesera cuando, inesperadamente, escucha gritos desde las afueras del local y la puerta de la cafetería donde descansaba se abrió con violencia, tan fuerte que la pobre campana que yacía en la cima se movió frenéticamente. Voltea en dirección al ruido como los demás comensales, buscando al responsable de alterar su tranquila mañana.
Y es ahí cuando lo ve.
Esa persona, ese chico, comienza a caminar en zigzag mientras se disculpa con todos los que aún lo observan incrédulos, incapaz de estabilizarse y controlar sus propios movimientos. Es alto, quizá un poquito más que él, de un cabello rubio alborotado, piel dorada y ojos verdes, tan verdes que incluso parecen brillar como una piedra preciosa. Su cara es pintada por el rojo de la vergüenza y su voz tiembla al compás de sus disculpas, llegando finalmente a estar parado al frente de Vegetta.
El mundo desaparece cuando el morado y el verde se notan, creando una sinfonía distinta a las demás.
Cualquiera pensaría que es el extraño inicio de una historia de amor, que Vegetta sentirá su mundo cambiar y su corazón latería enamorado ante el hombre que yacía frente suyo, que el desconocido le invitaría a una cita mientras el resto de presentes aplaudirían e iniciarían así su romance digno de película. No obstante, querido lector, las cosas no son tan sencillas pues, en ese instante, durante el duelo de miradas curiosas e inquisitivas, lo único que Vegetta puede pensar, lo único que lo motiva a hablar luego de las respectivas disculpas ofrecidas por parte del muchacho es...
— Oye... ¿por qué traes un gato aferrado a tu cabeza?
Buenos días! Cómo lo prometí, ronroneos ahora también se encontrará en Wattpad :D Espero les guste, como dato curioso la idea para la historia originalmente la hice con un ship de Pokémon en mente, sin embargo, luego de pensarlo bien siento que le queda mejor al fooligetta, así como terminé añadiendo más cosas de lo que originalmente iba a ser cx anyways, publicare los demás capítulos hoy para que esté a la par que en Ao3 :D
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