5. Pensamientos

“Es muy mimada: ¡fíjate que siempre me maúlla pidiendo que la acaricie! También la encontré arañando uno de mis muebles en vez de su rascador, ¡y saltó usando de apoyo las cortinas!”

— Vegetta, ¿me estás escuchando?

“¡Tú también que la conscientes mucho! Cuando estoy ahí, es muy educada”

— Vegetta…

“Quizá ese sea un motivo para que hoy también vengas y nos hagas compañía a Leo y a mí, encantador de gatos.”

“Padre favorito de Leo me queda mejor de apodo, daddy”

— ¡Pero escúchame, Vegetta! — un molesto Quackity le reclamaba, golpeando uno de sus puños contra la mesa y haciendo que apartara su vista del celular — ¿Quién te tiene tan distraído como para no maravillarte con mi historia de amor?

— Que sí estoy escuchando. — y no le mentía, aunque sí que debía admitir que al cien por ciento no estaba atento — Roier se llama el muchacho, ¿me equivoco?

— Bien, te la dejaré pasar esta vez. — Vegetta rio como si esa no fuera la primera ocasión donde Quackity lo “amenazaba” — ¡Y solo porque estoy muy feliz de por fin ver a mi amorcito luego de una semana!

— ¿Y eso? ¿No lo ves muy seguido?

— ¡Ajá! ¡No me estabas escuchando! — y lo único que Quakity hizo como castigo hacia Vegetta, fue un golpecito en el pecho que el otro ni sintió — Permíteme repetirte que vive en otra ciudad, por lo que el que se atreviera a una cita a ciegas cuando estuvo de paseo aquí y justo haya sido conmigo es el destino.

— O una aventura de una noche.

— ¡Claro que no! — bufó — Tuvo un percance y ha estado ocupado esta última semana, pero no hemos dejado de comunicarnos. Te digo, Vegetta: es el amor de mi vida.

— Ya…

— Cierto, olvidé que estoy hablando con el señor “no creo en el amor, no tengo tiempo para eso”.

Vegetta carraspeó.

— No es que no crea. Solo que… lo veo difícil, ¿sabes? Y no me malentiendas, estoy feliz por ti, Quackity, de verdad, así podrás dejar de molestarme cada vez que tengo un tiempo libre.

— Solo te perdono porque sé que amas mi compañía — refutó, riendo los dos — … ¿y qué me dices de la persona con la que no te dejas de mensajear?

Antes de que Vegetta pudiese reaccionar, Quackity le quitó el celular y vio una nueva notificación resonar en el objeto.

— “¿Entonces vendrás? Si lo haces, prepararé la cena más deliciosa que probarás en tu vida, other daddy” ¡Pero qué tenemos aquí! ¿Quién es Foolish? ¿¡Y por qué te dice other daddy!? ¿¡En qué estás metido, Vegetta!?

— ¡Qué te calles que malinterpretas todo, bobo! — le quitó el celular, con la cara roja de la vergüenza de que otros estudiantes los hubiesen escuchado. — Solo es un nuevo amigo. — susurró, poniendo un libro entre su rostro y el de Quackity, quien rio ante ello — Con el que cuido a la gata de la que te comenté.

— Claaro, la gata, sí. — respondió, mirando hacia el techo.

— Parece que no soy el único que escucha una historia a medias — alzó una ceja, sintiéndose ganador — ¿Publicaste el afiche que te dije?

— … Lo haré pronto. — respondió — Pero cuéntame de tu nuevo amor.

— Que no es un nuevo amor.

— ¿Ah, sí? — alzó una ceja, mirándolo con una sonrisa maliciosa — Pues ese apodo y esa cita me hacen creer lo contrario.

— A ver, muchachito. — firme, lo observó con esas amatistas que ahora no hacían más que intimidar a Quackity — Uno: es solo una broma entre los dos, por ser de algún modo los “padres” de Leo y solo lo usamos cuando hablamos de ella, nada más. Y dos: No es una cita, solo me invitará a comer como hago cuando tú vienes a visitar.

— Pero yo siempre iba los fines de semana a tu casa, porque en días de universidad te encierras a estudiar y, ¡mira! Hoy es martes, se supone que tiempo libre no tienes para tu amigo Quackity, pero sí te haces un espacio para ese tipo, ya…

— No es solo por él, es por la gata, ya te lo dije. — Quackity rueda los ojos — Lo ayudo a cuidarla, me gustan los gatos.

— Te gusta ese chico.

Bah, era imposible.

— Sí, Quackity, me gusta Foolish — dijo, sarcásticamente — así como me gustas tú, como me gusta Lolito, o como me gusta Luzu: como un amigo. — hizo énfasis en la última palabra, esperando que sea suficiente para que el otro entendiese.

El menor quería reír, le encantaba fastidiar a Vegetta.

— Bien, bien, Vegetta, puedo aceptarte. Tengo dos manos después de todo. — esquivó el libro que casi cae en su cabeza de parte del otro — Será muy divertido verte en tu faceta de enamorado. Cuando te conocí, tú y Rubius…

— Ya, ahórrate las palabras que no me verás así en años, no tengo tiempo para una relación amorosa.

— Pero sí para ir a la casa de un tipo que conociste hace menos de un mes y llamarlo daddy.

Vegetta aceptó que no se escaparía tan fácilmente de las bromas del pelinegro.

— ¿No tienes clases?

— Aún me quedan unos minutos, pero gracias, iré preparándome que hoy necesito preguntarle a mi profesor sobre un ensayo — dijo, alistando la mochila que estaba en el piso — “Foolish”, qué nombre tan raro.

— De hecho, es más común de lo que parece. No dejo de encontrar muchos en comentarios o las redes.

— Nah, no es que sea común — Quackity se acomodó finalmente la mochila en sus hombros, dándole una mirada ladina a su compañero — Ahora que ese chico capta tu atención, todo lo relacionado a él se vuelve relevante para ti, ya sabes, lo buscas inconscientemente. En fin ¡Suerte en tu cita!

“¡Qué tontería!” Vegetta pensó.

A él no le gustaba Foolish, para nada.

Salió de la universidad y corrió hacia su trabajo de medio tiempo, no sin antes responderle al rubio aceptando su invitación y diciéndole que se encaminaría ahí apenas y salga de su turno.

Se supone que se concentraría en trabajar y dejar aquella conversación con Quackity en el olvido, sin embargo, las horas parecían nunca terminar y su mente solo seguía trayendo a Foolish, no ayudaba que uno de los clientes se llamase como él, ni haber escuchado la conversación de dos señoritas que mencionaban a otro que para nada era su Foolish, felizmente.

Divagando al encontrar un poco de tiempo libre durante su labor, pensó en los puntos buenos que el otro padre de Leo poseía: Era divertido, sí, y un buen oyente, parecía realmente interesado cuando le hablaba de sus clases o su vida diaria. Era una persona muy atenta, con Leo y con él, recordando detalles y siempre recibiéndolo con una sonrisa y algo para comer. Le agradaba que tuviesen la confianza suficiente para bromear entre ellos, se sentía como un amigo de años, a quien incluso podía coquetear de broma, porque era de broma, como lo solía hacer con Lolito luego de aquella fallida primera cita que solo los volvió muy buenos amigos, e incluso compañeros de piso a día de hoy. Volviendo a Foolish, ¿le parecía atractivo? Bueno, ¿cómo no? Cuando se vieron por segunda vez estaba muy bien arreglado a como cuando lo conoció, con el cabello de oro y los ojos verdes reluciendo en todo su esplendor, a diferencia de la primera vez. Era un poco más alto que él, su piel dorada era reconfortante y sus brazos…

Vegetta recordó el agarre de los brazos de Foolish en él cuando evitó que cayese en el piso el día de los carteles. Eran fuertes y se sintió protegido cuando lo sostuvieron. Recuerda la respiración de Foolish sobre su cabello, como en cámara lenta y erizándole la piel, y el aroma de su perfume cuyo nombre no se atrevió a preguntar debido a lo rápido del momento. Recuerda que volteó para asegurarse de que Foolish se encontrara bien, y quedarse levemente sorprendido ante las esmeraldas llenas de preocupación que el rubio tenía para él. Recuerda también el camino de regreso a casa en taxi, levemente feliz al rememorar como Foolish lo salvó y…

Sacudió su cabeza, ¿qué pensamiento fue ese? “Maldito Quackity”, pensó, lo estaba haciendo sobre pensar de más.

Él y Foolish solo eran amigos. Cuando encontrasen al dueño de Leo dejarían de frecuentarse y ya está.

Al terminar su turno se apresuró a salir y dirigirse al departamento de Foolish, esfumando los pensamientos estúpidos que, rogaba, se fueran por completo al día siguiente. Caminaba por las veredas con una sonrisa en el rostro al haber recibido un video de parte del mencionado, donde se podía observar a Leo persiguiendo su juguete favorito: un ratón con campanita amarrado a un palo, como si se tratase de una caña de pescar. La sola idea de escuchar la risa de Foolish mientras jugaba con la minina le hicieron apresurar el paso.

Ya en el edificio, el conserje le dio acceso al ascensor luego de que Foolish le dijera que era bienvenido (aunque realmente no era necesario con la frecuencia con la que Vegetta iba, pero bueno, formalidades). En el ascensor, luego de ayudar a una dulce ancianita que le pidió ayuda para llevar cosas a su piso, se descubrió a si mismo arreglándose la ropa y el cabello frente al espejo, aunque se dijo que siempre le ha gustado verse bien, sin importar el lugar o a quien fuese a visitar.

Solo un poquito más y vería a Leo y Foolish. Podría darle a la pequeña la comida que compró para ella como también otro juguete, y ya se le hacía agua la boca al pensar en qué tipo de cena Foolish prepararía. Quizá, luego de eso, podría quedarse un rato más y ver una película. Después de todo, ¿no era eso normal de hacer con tu amigo?

Al abrirse el ascensor, Vegetta salió disparado y miró hacia el final del pasillo, donde la puerta del apartamento de Foolish se hallaba. Sin embargo, a diferencia de siempre, estaba semi-abierta. Se preocupó ante la idea de que Leo pudiese haber escapado, acercándose más y más, percibiendo voces que parecían mantener una conversación.

— Controla a tu gato. — no reconocía esa voz, y no sabía si debía interrumpir, pero una sensación de enojo invadió su ser al sentir el desprecio en el tono de voz de aquel sujeto.

— Su nombre es Leo. — la voz de Foolish era seria, casi igual de enojado que él, muy diferente a la de hace un rato atrás cuando por el teléfono le dijo que estaba feliz de que ya hubiese llegado.

— Pues parece que a Leo no le gusta que estemos tan cerca.

Fue ahí cuando, impulsivamente, Vegetta decidió entrar.

— ¿Foolish? — dijo, haciendo como si no hubiese escuchado para nada la conversación anterior.

Sus amatistas se posaron primero en Leo, quien tenía el pelaje erizado, con la boca abierta, bufando y los ojos dilatados. Quiso correr hacia ella, pero sus ojos fueron más rápidos y ahora miraba a Foolish quien, sorpresivamente, estaba contra la pared, casi acorralado por otra persona, un poco más bajo que él, quien lo miraba con confusión.

Sintió un malestar en su estómago, ¿qué rayos estaba pasando?


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