4. Carteles
— No otra vez.
Foolish despierta en la oscuridad de su habitación. Agarra con fuerza el edredón de su cama, insultando de mil y una formas a su cerebro por hacerle soñar una pasada cita con Mariana, cuando todo era felicidad. Estira su mano hacia el inexistente compañero de habitación que ya no está, tocando el lado izquierdo del colchón de su cama, donde usualmente veía unos cabellos marrones desordenados tapar el rostro que le gustaba llenar de besos.
Ahora, en su lugar, aquella parte es ocupada por una bolita de pelos oscura y blanca, que se estira para agarrar con sus patitas la mano de Foolish y frotar su cabeza.
— ¿Terminaste con tu sueño de belleza? — susurra él mientras juega con Leo, sintiendo los colmillos de la gata rozar sus dedos y rogando que no lo muerda con fuerza — Al menos tu compañía me quita el mal sabor de boca.
Ella responde con un maullido, y Foolish sabe que su mascota deseaba desayunar. Ya era una semana y tantos días desde que Leo llegó a su vida, logrando que el rubio pudiese lidiar con mayor facilidad su ruptura gracias a tener que hacerse cargo de la revoltosa pero adorable Leo, y así no encerrarse en el atisbo de tristeza que creyó en un inicio estaría.
Hoy tenía que apurarse, pues se encontraría con Vegetta en unas horas. El internet no había dado resultados, ningún grupo de mascotas perdidas de su ciudad reconoció a la minina, por lo que como última opción les quedaba ir a los alrededores del parque y pegar los afiches de “se busca”, con la esperanza de que el dueño siga yendo ahí… o al menos eso era lo que Vegetta pensaba, pues Foolish no dejaba de soltar uno que otro comentario respecto a que quizá el dueño no existía y él podría adoptar oficialmente a Leo. Luego de ponerle la correa a Leo, quien batalló pues no la quería, ambos salieron en dirección a su misión del día. Foolish nunca había conocido un gato que tuviese que llevar correa al salir, pero prefería eso al dejarla sola en su casa o arriesgarse a que se le escape. Leo felizmente cooperaba luego de acostumbrarse, sin dejar de interponerse en el camino de Foolish claro para intentar hacer que este se cayera.
— Intenta todo lo que quieras, señorita, soy más veloz que tú. — le dijo con toda la confianza del mundo para que, segundos después, sus piernas se entreveraran con la correa y casi se cayese — Bien… no le diremos esto a tu otro padre.
Si la gata pudiese hablar, Foolish estaba seguro de que se estaría riendo. Caminaron un rato más hasta que pudieron divisar el parque donde se conocieron y, cerca de la entrada, los ojos esmeraldas captaron a la persona que ansiaba ver ese día. Vegetta tenía un folder entre sus manos, seguro con los carteles de “se busca”, y observaba su reloj. Foolish se hubiese alertado de que estaba llegando tarde de no ser que se había quedado sorprendido ante el vestir de su compañero: una camisa pulcra y morada, que no dejaba mucho a la imaginación acompañados de un pantalón y zapatos de vestir negros. Era simple, pero raro para salir a repartir carteles. Aun así, Foolish debía admitir que Vegetta era atractivo, hecho que no se había puesto a pensar sino hasta ese momento.
— ¡Daddy! — la voz del azabache, quien ahora lo observaba, hizo que saliera de sus pensamientos y asintiera avergonzado. Llevaban jugando con el apodo de padres cada vez que hablaban de Leo, aprovechando para bromearse entre ellos también. — ¡Y mi niña favorita!
Vegetta se agachó para acariciar la cabeza de Leo, quien se acercó a él y se dejó cargar, quizá ya cansada de tanto caminar. Foolish rodó los ojos: claro, él tenía a su favorita.
— Yo también estoy feliz de verte, Vegetta. — dijo el rubio — ¿No estás muy formal para pegar carteles?
— Vengo de la universidad, tuve que exponer una parte de mi proyecto. — respondió, dándole mimos a Leo.
— ¡Oh! ¿De lo que te estabas quejando antes de ayer durante nuestra llamada?
— ¡Sí! Felizmente por fin ha terminado.
Las semanas y tantos días desde que se conocieron los acercaron más. Vegetta solía llamarlo y preguntarle por Leo cada noche antes de dormir y Foolish respondía con fotos o video-llamadas para que este viera como la pequeña minina ya estaba acostumbrada a su nuevo hogar. Al inicio, sus llamadas solo se limitaban al estado de Leo, sin embargo, poco a poco comenzaron a hablar más de sus vidas, conociéndose y formando lo que podría ser considerado el inicio de una amistad. Foolish sentía que podía hablar con él de todo o nada pues, a diferencia de sus otros amigos, al Vegetta no saber sobre su reciente ruptura con Mariana hacía que este le pregunte por otras cosas y así el ojiverde podía distraerse y enfocarse en algo más, hecho que también hacía que quisiera hablar siempre con él, ignorando su luto, ya sea para bien o para mal.
Ahora mismo, mientras caminaban por el parque y le daban los carteles a cualquiera que se encontrase por su lado, Vegetta terminó de relatarle la perfecta exposición que realizó y cómo sentía que por fin se había quitado un peso de encima, pues había pasado las últimas noches en vela preparando todo para que salga bien. Cuando fue su turno, Foolish prefirió comentarle sobre su trabajo y las aburridas reuniones que, personalmente, no le ayudaban en nada y solo hacía que perdiera el tiempo. Vegetta reía cuando lo escuchaba, pues Foolish imitaba las voces de sus compañeros y trataba de repetir algunos gestos para hacerlo todo “más real”.
Posteriormente, con los dos descansando de pegar carteles y una Leo en los brazos de Foolish, este había comenzado a hablar sobre datos curiosos sobre los gatos que había investigado en su computadora desde que se hizo cargo de Leo.
— Eres todo un amante de los mininos. — le había dicho Vegetta, algún rato después, con Leo maullándole para que la acaricie.
Foolish no pudo evitar sentirse un poco avergonzado tras esas palabras, sintiendo como el calor quemaba levemente sus mejillas.
— ¡Solo intento ser un buen dueño! — exclamó — Ya no te diré nada.
— ¡Oh, no no! No lo tomes a mal, Foolish, ¡de verdad me gusta escucharte hablar sobre ello!
— Estás mintiendo.
— ¡Lo digo en serio! — se acerca a él — ¡Es realmente increíble que estés poniendo todo de ti por un gatito al que apenas conoces unos días, muy lindo de tu parte!
Si Foolish tuviese una gorra se la hubiera sacado para tapar su rostro ahora rojo. En su lugar, se paró de golpe y se dio la vuelta para seguir pegando los carteles, esperanzado en que Vegetta no se haya dado cuenta de que muchos halagos, por más que le gustaban, lo ponían nervioso.
— Lo sé, ¡so-soy genial! — respondió, intentando calmarse, pero su voz entrecortada por los nervios causó una risa en el de ojos morados.
— Sí, Foolish, lo eres. — escuchó a Vegetta también pararse y a Leo acercarse a su lado, recibiendo la correa para que no la pierda — ¡A seguir con el trabajo!
Foolish no podía ver el rostro de Vegetta sin asociar las palabras anteriormente dichas por este, sonriendo como bobo ante lo feliz que le había hecho eso. Sintió un gran contraste a sus conversaciones con Mariana, al menos las del último año, donde este simplemente lo ignoraba o fingía escucharlo cuando hablaba de un tema que le interesaba. Foolish siempre se percató de ello, pero prefería ignorar el dolorcito que crecía en su corazón y excusarlo creyendo que su entonces pareja solo estaba cansado para no pensar en la idea de un posible rompimiento.
Quizá todo hubiese sido menos doloroso de no haber ignorado esos pequeños detalles.
Sus pensamientos volvieron a ser interrumpidos cuando sintió la correa de Leo jalar con fuerza. Al dirigirse a ella, vio que la gata había comenzado a escalar el árbol donde la había conocido.
— No de nuevo, Leo. — se quejó, pero ella ya estaba en la cima de una rama y este la había soltado para que no se haga daño — No te atrevas a saltar en mi cara de nuevo.
Solo recibió un “¡miau!” como respuesta.
— ¿Acaso solo presumes de que puedes escalar y yo no? — bufó con una sonrisa, pero Leo seguía con sus maullidos — Te recuerdo, señorita, que estabas tan temerosa la primera vez que nos conocimos que caíste de ese árbol directo a mí, por lo que muy profesional de escalar serás, pero ¿bajar? Eso ya es otro cantar.
— ¡¿Leo?! ¿Entiendes lo que ella te dice? — respondió Vegetta, acercándose sin dejar de mirar la posición de Leo y alzando levemente los brazos, preocupado — Oh, dioses, que no le pase nada. Ven aquí, pequeña, yo te atraparé.
— Vegetta, espera, quizá deberíamos…
Pero Leo ya había aceptado las palabras del azabache. Estirando sus patitas saltó decidida, como si nada la fuese a dañar nuevamente. Los dos hombres entraron en pánico, Foolish también estiró sus brazos, aún si la gata había dirigido su cuerpo en dirección a Vegetta. Aun así, fue buena idea por parte de Foolish hacer aquel acto, pues el peso de la gata chocando contra Vegetta lo hizo perder el equilibrio y caer hacia atrás, donde el rubio lo sostuvo, abrazándolo por la cintura y dejando que su cuerpo cayese encima de él para amortiguar cualquier golpe… aunque eso hizo que Foolish también se cayese.
— Ugh… ¿están bien? — el ojiverde preguntó, abriendo sus ojos y un poco adolorido por la caída, abrazando a Vegetta por la cintura instintivamente.
— Parece que Leo sí y yo igual. — otro “miau” departe de Leo no se hizo esperar — ¿Tú? — este dio la vuelta, aún con el agarre de Foolish en él y la gata en sus brazos. — No pensé que me resbalaría, perdóname, ¿te lastimaste?
Foolish lo soltó, retrocediendo un poco. Leo se acercó a él en busca de mimos y este aprovechó para agarrar la correa. Vegetta, por su parte, sacudió su cabeza y se paró, arreglándose la camisa y ofreciéndole una mano para pararse.
— Creo que esta aventurera necesita volver a casa si no queremos más situaciones así. — respondió.
— ¡Eso está más que claro! — exclamó, aun agitado por el evento anterior — Pero tú…
— Descuida, estoy más que perfecto. — eso alivió a Vegetta.
— ¡Genial entonces! Que no quiero ser padre soltero. — y con eso, los dos terminaron por sonreírse.
Con el atardecer ya presente y sin más carteles que dar o poner, los dos jóvenes y el gato sabían que era hora de despedirse, caminaron hacia la salida del parque y se detuvieron en una esquina donde Vegetta pensaba tomar un taxi.
— Quisiera llegar a casa y dormir hasta el día siguiente. — exclama el de ojos verdes, estirando sus brazos — pero tengo clases, condenada la hora donde decidí meterme en el turno noche.
— ¡Punto para los del turno día! — alardea Vegetta, recibiendo un quejido de falsa molestia por parte del rubio. — Nos vemos, Foolish, Leo. Iré a verlos pronto. — dice, antes de despedirse con dos besos en la mejilla, como se había hecho habitual en él desde un par de días luego de conocerse y a los que Foolish aún le costaba no sonrojarse, aunque no los evitaba — Espero escuchar más datos curiosos sobre los gatos.
Foolish creyó que lo dijo para burlarse de su conversación anterior, pero, apenas y pensaba responder con un contra ataque, notó en sus ojos sinceridad pura.
Y eso, debe admitir, alegraba su corazón.
— Dalo por hecho.
El camino a casa fue tranquilo, comparado con la mañana pesada en la que despertó, sentía que todos estos días con las dos nuevas luces en su vida habían logrado en él una calma que esperaba siguiese su ritmo hasta que su corazón sane por completo. Cargaba a una Leo dormida, ya sin la correa, acariciando su cabecita de vez en cuando y recordando los ronroneos que ella daba cuando Vegetta es quien la acaricia. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro mientras salía del ascensor y recordaba al azabache, esperando volver a verlo pronto y queriendo ya contestar los mensajes que estaba seguro le había escrito a su celular.
Sin embargo, cuando sus ojos dieron con la puerta de su hogar, el brillo en estos se perdió al percatarse de una nota pegada en la puerta del departamento.
“No estabas, así que volveré otro día por mis cosas”
Sacó el papel de un tirón y lo rompió.
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