3. Nombre
— ¿Botitas?
— ¿Sol?
— ¿Estrella?
— ¿Luna?
— ¿Meowth?
— ¿Meowth? ¿Qué es esto, pokémon? — le recrimina Vegetta a Foolish, quien solo responde con una sonrisa divertida y pidiendo disculpas.
— Quizá le gustaba.
Ambos observan a la gata, quien solo gira la cabeza al notarse percibida y, después, vuelve a lo suyo, rascar el ya destruido sofá del departamento de Foolish. Los dos jóvenes llevaban media hora pensando en un nombre que le pueda gustar, pero ninguno parecía llamarle la atención a la minina.
— Llevas una semana sin decirle más que “gata”, ¿y si lo dejas así hasta que encontremos al dueño?
— En primer lugar, es “gata” porque estabas ocupado como para venir a ayudarme con ese tema y, como ambos nos hemos hecho cargo de ella, consideré justo que estés presente el día que se le diera un nombre. — Vegetta tuvo que asentir: era cierto que, desde ese día, él y Foolish no habían hecho más que hablar entre ellos sobre los cuidados y cosas a tener en cuenta para hacerse cargo de un gato, e incluso el de ojos morados había llegado ese día al departamento del rubio con más comida y uno que otro juguete nuevo — En segundo lugar… soy muy malo con los nombres.
Volvieron a ver al felino. Esta era una gata de pelaje mayormente negro, sin contar su pecho y el final de sus patitas rodeadas de blanco, asemejando a unas botas para estos últimos. Por otro lado, sus ojos eran de un delicado verde que a Vegetta personalmente le gustaba mucho. Aparte del físico, la gata era muy risueña: ya con la pata curada, ella iba de aquí para allá en el departamento, saltando a todos los lugares altos disponibles y logrando que Foolish corriera para salvar sus objetos antes de que esta los botase. Al final del día, luego de comer, solía recostarse en el sofá principal de la sala del rubio, prefiriendo dormir ahí en lugar de la cama que los dos chicos compraron con ilusión.
Ahora mismo, sin embargo, ella se encontraba maullándole a la televisión que Foolish acababa de prender, donde se podía ver un documental sobre unos leones como fondo. El de ojos amatistas nota esto y se agacha para acariciarle la cabeza a la gata, recibiendo lamidas por parte de esta.
— Tú eres toda una leona. — dice, y las orejas del animal se paran, volviéndolo a observar — ¿León…? ¿Leo? — a la gata parece gustarle el nombre, pues no deja de observarlo mientras Vegetta repite “Leo”.
Foolish se acerca a ellos, sentándose en el piso y dice el nombre, siendo ahora el centro de atención de la minina. Ella se sube a sus piernas y ronronea, recibiendo caricias por parte del de ojos verdosos, quien sonríe de satisfacción. Vegetta sonríe al ver como el lazo entre los dos se creó durante los pasados días y se alegra al saber que “Leo” está en buenas manos.
— ¿Y qué tal Leonor? Puede que ese sea su nombre real y por eso reacciona a… ¡auch! — la gata gruñe mientras incrusta una de sus garras en la pierna de Foolish para, posteriormente, saltar e irse a jugar con los juguetes que Vegetta le había traído. — ¡Ok! No dije nada, qué mimada.
Vegetta sonríe, ¡qué bonita amistad!
— ¿Ya has hecho los carteles de “se busca”? — cambia de tema, toqueteando uno de los juguetes del minino.
— Huh, bueno…
— ¿Bueno…?
— ¿Y si no tiene dueño? — ver los ojos esmeraldas suplicantes del rubio solo hace que el pelinegro llegue a la conclusión de que ya se ha encariñado demasiado con Leo. Se ve apenado mirando a la gata, suspirando con pesadez. — Quizá… ¿me lo puedo quedar definitivamente?
— Ay, Foolish. — se acerca a él, tocando uno de sus hombros y dedicándole una mirada tranquilizadora — Puedes cuidarlo mientras no encontramos su hogar, pero recuerda: allá afuera hay alguien que ha de estar desesperado por encontrarla.
El rubio se encoge de hombros y asiente.
— Es solo que… se siente bien tener compañía otra vez.
Es entonces cuando Vegetta por fin siente la oportunidad de preguntar por las incontables cajas que había por toda la sala. El departamento era demasiado grande para que solo Foolish viviese en él, pero no había visto señales de algún compañero de habitación en las horas que se encontraba ahí, por lo que se debía estar mudando, seguro. Quería mucho preguntar, sin embargo… notar la mirada perdida de Foolish y el repentino cambio de voz, de cantarina a opaca, lo hizo retractarse en su búsqueda por la verdad, dedicándole una sonrisa en su lugar y tomándolo de las manos, decidido a no dejarlo entristecerse más por lo que sea que haya pasado entre él y la otra persona.
— Bueno, ¡pero podemos disfrutar de todo el tiempo que nos queda con Leo! — le responde, llevándolo de la mano hacia el mueble, acercando una mesita de noche y poniendo su laptop ahí, abriendo una aplicación para hacer los afiches — ¡Y ahora me tienes a mí también, my friend! Ella nos unió, ¡así que es nuestro deber proporcionarle lo mejor durante su estadía en tu hogar!
— ¿Nos unió?... — los ojos verdes se iluminan mientras el pelinegro asiente — Sí, ¡nos unió! ¡Hagamos el mejor poster!
— ¡Ese es el espíritu!
Verlo nuevamente alegre causó un alivio en Vegetta. Juntos, mientras Leo comía, comenzaron a crear varios diseños para que el cartel de se busca sea el más llamativo y bonito que alguien pudiese ver. Ninguno de los dos eran diseñadores, pero intentaron aun así dar su mejor esfuerzo.
— ¡Blanco con marco marrón!
— ¡Amarillo chillón para que todos volteen a verlo!
— ¡Leones por todas partes para que combine con su nombre!
— ¡Ni siquiera sabemos si realmente se llama así!
Sí… les tomó algo de tiempo llegar al estilo definitivo. Luego de dos horas de pequeñas discusiones, risas y ediciones, lograron publicar el afiche en las páginas de búsqueda de mascotas y quedaron en imprimir unos cuantos para el día siguiente, ya que acordaron ir a pegarlos en las zonas cercanas al parque donde Foolish la encontró. Se dieron cuenta de que ya estaba por anochecer cuando Leo volvió a su lado y le pedía a Foolish que la acaricie, ¿tan perdidos en su conversación estuvieron todo ese tiempo? Vegetta entonces le comentó que ya era momento de que se retirara y, acto seguido a sus palabras, la gata baja del mueble, rodea sus piernas y ronronea: parece que ya lo consideraba su amigo también.
— Eres muy tierna, Leo. Te prometo que te daremos la mejor vida.
—
Gracias por preocuparte tanto, incluso si no es tu responsabilidad. — Foolish carga a la gata y acompaña a Vegetta a la salida del departamento. — Nos vemos mañana, Vegetta. Dile adiós a tu tío, Leo. — agarra con delicadeza la patita de la minina y hace como si se despidiera. El pelinegro quería explotar de la dulzura.
— ¿Tío? ¡Soy su padre temporal también! — responde y nota como Foolish se sorprende — ¡Nos vemos!
— Oh, ¡yeah!
Antes de dar media vuelta, Vegetta se acerca a Foolish y le planta dos besos en las mejillas como señal de despedida y a Leo le acaricia la cabeza antes de dirigirse a la salida del edificio. Mientras camina por las calles en dirección a su hogar, el recuerdo de Foolish y Leo sigue fresco en su mente, no pudiendo evitar reír por la amistad entre esos dos le generaba y, también, la cara confusa pero alegre del rubio al escuchar como él también se consideraba el padre de Leo.
— Ya quiero volver a verlos. — susurra, feliz.
Por otro lado, antes de irse a dormir, Foolish se observa en el espejo recordando la escena final con Vegetta antes de despedirse. Recuerda haberse quedado sorprendido por el acto hasta que Leo comenzó a maullarle, un poco avergonzado por aquella despedida. Sin embargo, al tocar una de sus mejillas y recordar aquellos ojos morados que lo miraban sin lástima, sonríe con las mismas ganas e ilusión de volver a ver a quien había comenzado a alegrar sus días luego de una semana tormentosa.
— Qué lindo es. — dice, mientras se dirige a su cama a descansar.
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