2. Nuevas amistades

Cuando el camino de regreso a su hogar es invadido por el silencio, la energía y sonrisa de Foolish se apagan, consumido por los pensamientos que había dejado de lado desde que salió a caminar. No quiere pensar, mirando por la ventana del carro y suspirando pesadamente, no creyendo volver tan temprano a casa. Foolish entra a la recepción del edificio donde vive y ni siquiera saluda al guardia. No le da los buenos días al jardinero ni bromea con el vecino con quien suele jugar videojuegos los fines de semana. Sube por el ascensor y suspira, con los brazos adoloridos por cargar las bolsas de comida y sus manos cansadas de llevar la caja de transporte por un buen rato. Mira los botones cambiar de color conforme llega a su piso, y luego se nota en el espejo: ojeras, desaliñado, pálido... pero todavía con pelos de gato en su cabellera. Es esto último lo que le hace volver en sí para incluso esbozar una pequeña sonrisa a su reflejo, acercando su rostro hacia la gata que yacía maullando y feliz de que todo saliese bien para los dos. Después de todo, encontrar a la minina y conocer a Vegetta fue lo más inesperado e interesante que le sucedió en las últimas veinticuatro horas.

En la última semana... Mariana y él terminaron.

Fue un total cliché. Era el día de su aniversario, y Foolish optó por estar fuera desde la mañana bajo la excusa de visitar a un familiar cuando, en realidad, había recorrido todas las pastelerías de la ciudad en busca del pastel favorito de su novio, con quien cumplía tres años de relación y dos de convivencia. Le dijo que llegaría a las siete, pero, en realidad, llegó una hora antes a su hogar para darle la sorpresa, sin esperar encontrarse restos de ropa de Mariana y otras desconocidas tiradas por toda la sala de estar, así como también sonidos que Foolish conocía muy bien... dentro de su habitación.

Abrir la puerta fue un disparo al corazón, pero mejor siempre es tarde que nunca. "Solo hacíamos un trabajo" "Una cosa llevó a la otra" y más y más excusas, una peor que la anterior, pues de la mente del rubio no saldría el ver a quién era el amor de su vida junto a alguien que no fuese él en la cama que ambos habían comprado como primer mueble de su pequeño hogar. "No eres tú, soy yo" la típica frase que escuchó tantas veces en chistes sin gracia fue la usada por la persona a quien le dedicó sus últimos tres años de su vida, quien ahora se estaba vistiendo y le decía a su amante que salga un momento de la habitación ya que tenía que hablar con él.

¿Ese pastel es para mí? — dijo, señalando la pequeña cajita que Foolish aún poseía en sus manos.

Hoy es nuestro aniversario.

Oh.

Oh.

Ni siquiera se había acordado.

Foolish le preguntó el por qué. Sin gritos, sin pelear, él solo quería saber el motivo del engaño, con un tono de voz bajo y agitado, como si hubiese corrido una gran distancia. Mariana habló, y otra excusa más apareció en aquella anunciada ruptura: la costumbre. Quizá en el fondo siempre lo supo, que Mariana ya no era feliz a su lado y si solo seguían juntos era porque no había nadie más (o porque podían pagar la renta entre los dos), quizá es por eso que ese año quiso darle un regalo especial, presintiendo que la llama que avivaba sus corazones, al menos del lado del de lentes, se apagaba más rápido que sus intentos por recuperarlo. Quizá fue eso, pero ya daba igual. El pastel se había resbalado de sus manos y se destruyó con el golpe contra el piso, debía recordarse cancelar la reservación en el restaurante favorito de ambos y también la habitación de hotel de lujo que logró obtener con sus ahorros de meses. Mariana le preguntó si se encontraba bien, pues no hablaba, pero ¿cómo Foolish podría encontrarse bien en estas circunstancias?

"Lo mejor será terminar" El de ojos verdes nunca había contemplado esa idea en su mente, su corazón se aferraba al concepto del primer y único amor de su vida, incapaz de creer que pudiese amar a alguien con la misma intensidad con la que amaba a Mariana. Así mismo, siempre estuvo rodeado o tuvo la suerte de que sus más cercanos solo habían tenido un único amor, por lo que su inocente mente creyó que su destino sería igual. Sin embargo, cuando el mismo Mariana le pidió a su amante ayudarlo a guardar lo esencial pues se iría a vivir con él mientras veía un nuevo departamento qué rentar, dejando al rubio solo y con la promesa de volver por sus demás cosas que esperaba, con toda la hipocresía posible, Foolish guardara para hacer la mudanza más rápida.

Así el rubio supo que su cuento de hadas se había acabado, si es que no hoy, hace muchísimo tiempo.

Foolish no abandonó el apartamento durante los siguientes siete días. Suerte para él que sus clases de la universidad eran virtuales, igual que su trabajo, aunque eso no quitó la notoria distracción visible en todos aquellos que conversaban con él. Se sintió a sí mismo en modo automático, intentando ignorar cómo todavía pasaba por su mente el querer volver con Mariana, que todo haya sido un mal entendido y recibirlo nuevamente en sus brazos, pero sabía que eso no iba a suceder, ya que el mismo muchacho yacía publicando fotos con su nueva pareja en las redes sociales, solo provocando que el chat de Foolish se inundara de mensajes preguntando si se encontraba bien o qué rayos pasaba, prefiriendo el rubio ignorarlos por unos días más. Incluso cuando Jaiden insistió en llamarlo hasta que tuvo que responderle o cuando Bad apareció con pizzas para cenar, se rehusó a hablar más allá de lo que había pasado, no queriendo mostrarse débil frente a sus amigos más cercanos. "Estoy bien" "No es la gran cosa" "Ya pasará" se escudaba en aquellas frases cortas para no alarmarlos, prefiriendo guardar su dolor para sí mismo.

Cuando estaba solo, bueno, esa era otra historia. Sin embargo, luego de siete días perdido en su propio mundo, Foolish sabía que no podía seguir así, al menos, debía intentar salir de casa. Pasar de página incluso si aún no lo deseara.

Y es por eso que aquella mañana, una semana después del desastre, decidió salir como nunca temprano y dar un paseo, creyendo que un cambio de aires sería un buen inicio para su propio proceso. Por supuesto, no pensó que aquella salida daría como resultado un nuevo e inesperado compañero de habitación.

— Venga, pequeña, sal. Este será tu nuevo hogar por un tiempo.

Nuevamente en el presente, al ingresar a su apartamento, este luce sombrío y lleno de cajas. Liberó a la minina y puso las bolsas de comida al costado de la puerta, mientras se sentaba en el piso y miraba la luz tintineante de la sala. La gata sale despacito, poniendo una de sus patas en el piso y luego la otra, olisqueando el nuevo ambiente donde se encontraba. Al salir por completo se queda mirando fijamente a Foolish, quien intenta volver a sonreírle empero la energía que tuvo durante toda la mañana ya se le esfumó. El muchacho observa al suelo y sus ojos se cristalizan al recordar el momento de su ruptura con su ex, siendo aún tan reciente que su pecho le duele al negarse a botar lágrimas por él. La gata entonces se acerca al ojiverde, olfateándolo y, para su asombro, frotando su cuerpo con su pierna, ronroneando al paso. Foolish se queda sorprendido ante tal acción, cargándola y poniéndola en su regazo para poder acariciarla, a lo que la gata responde con leves lamidas en su mano, haciéndolo sentir mejor.

— Eres muy bonita, gracias por reconfortarme — le dice — Dime, ¿quieres comer?

Se levanta para abrir una de las bolsas y poner la comida en un platito, acompañado de otro lleno de agua. La gata parece feliz ante tal acción, volviéndosele a acercar lentamente debido a las vendas en su pata y comiendo lo que Foolish le dio. Este la observa, ya más relajado y saca su celular para buscar en la lista de contactos el número del chico que conoció ese día. Aún recuerda lo nervioso que se sintió al entrar a la cafetería y la fuerza de voluntad que tuvo al acercársele pues, ante sus ojos, Vegetta parecía la única persona que no lo juzgaría en su situación tan peculiar. Una corazonada, se podría decir. Así mismo, no puede evitar pensar en esos ojos morados que todo el tiempo lo miraban con calidez, logrando por algunos instantes aliviar su corazón. Se podría decir que sintió una conexión instantánea con él, por lo que usó la excusa del nombre de la gata para pedirle su contacto y así seguir comunicándose.

"Hola, soy Foolish, el chico del gato en la cabeza. Ya llegamos a casa y todo está bien, te mandaré una foto de la gata para que veas que soy digno de ser su dueño", le dio a enviar luego de tomarle foto a la minina y esperó nervioso por una respuesta, esperanzado en no haber sido engañado por el hombre y haber recibido un número falso.

Los minutos seguían pasando y ninguna señal aparecía. El de piel dorada yacía ahora sentado en su mueble con la gata jugando a arañar una de las cajas con los objetos de Mariana.

Cuando su celular sonó por la notificación de un nuevo mensaje, el corazón de Foolish dio un vuelco.

"¡Hola! Vegetta aquí. Perdona la demora, acabo de salir de mis clases. Sí que se ve que está viva y feliz, eso me alivia. Y dime, ¿ya le pusiste un nombre?"

Sonrió y, si tuviese un espejo, hubiera notado que sus ojos brillaron al terminar de leer el mensaje.

"¡Cuando tengas tiempo libre ven a mi casa y le ponemos uno los dos!"

"Me parece una buena idea, aunque tendrá que ser la otra semana, ando en época de exámenes."

"¡Entendido! Mientras tanto podemos ir soltando nombres en este chat."

"¡Dalo por hecho!"

Una nueva amistad no le venía mal. La gata maúlla y cierra sus ojitos luego de recostarse entre sus piernas.

Bueno, dos nuevas amistades no le venían mal.

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