Capítulo 47 🐰 Oficialmente oficial

#ViernesDeRTR

Gente, ando bien sad porque estuve 1 hora y media haciendo lasaña de almuerzo Y CUANDO FUI A SACARLA DEL HORNO SE ME CAYÓ T-T Lit, se rompió la bandeja, la lasaña, estuve 15 min parada sin poder reaccionar. Así que denle mucho amor al capítulo y alimenten mi estómago con lasañas imaginarios.

Muak!

Capítulo dedicado a RoVelzquez por sus beshos comentarios en el capítulo pasado <3

—Nunca esperé algo así de ella.

—Ni yo, te lo juro.

—Y tan cara de niña buena que tenía... No me perdía ninguno de sus programas.

—Ya conoces el dicho: caras vemos, corazones no sabemos.

—Para serte sincera, ella siempre tuvo ese semblante de «quiero todo para mí y llegaré al final para conseguirlo».

—Yo nunca la conocí en persona, pero escuché muchas cosas sobre ella. Algunas buenas y otras malas. Es muy turbio todo.

—Ahora sabemos que las buenas no se comparan con lo que planeaba hacer. Escuché que incluso iba a fingir un embarazo. Qué enferma.

—¿En serio?

Dejo de escuchar la conversación que se está llevando a cabo a mi espalda. Apenas mencionaron el nombre de Bonnie mis radares se activaron y mis oídos se pusieron en función. Y no solo los míos, también los de mis amigos, que han decidido beber sus malteadas con menos prisa para poder escuchar al menos una parte.

Ha pasado casi una semana desde que Bonnie fue expulsada de la universidad, pero sigue estando en la boca de todos. Cualquiera que haya sido su plan macabro, ha salido muy mal.

No mentiré, eso me alegra, pero también me preocupa lo mucho que se ha tergiversado la situación.

—Anne lo llama karma —murmura Houston. Es como si acabara de leerme los pensamientos.

—¿El qué? —pregunta Kash.

—Lo de Bonnie, claro —responde lleno de satisfacción—. Quiso hacer el mal y se le ha regresado peor.

—Pues yo no lo llamaría karma, eso es demasiado... ¿ideológico? ¿crédulo? —Vea parece frustrada por no encontrar una buena definición—. El punto es que ella se lo ganó y ustedes —señala a Nathan y a mí— hicieron su trabajo. No hay que desmeritarlos.

Miro de reojo a Nathan. Está sentado en la cabeza de la mesa, centrado en revolver por centésima vez su café. Como siempre luce distante, inexpresivo, como si no quisiera estar entre nosotros. Imagino que debe ser complicado para él hablar de Bonnie. ¿La consideraba su amiga? ¿Solo parte de un acuerdo? ¿La estimaba?

—Cambiemos de tema, ¿sí? Lo de esa chica debería quedar enterrado y jamás hablado —suelta Kash con los ánimos a tope, aunque siento que solo es una forma de que Nathan no se sienta incómodo.

—Difícil lo tenemos si todo el mundo sigue hablando de ello —dice Vea.

—Entonces seamos ejemplo —propone Kash—. Se viene la Navidad, ¿qué van a regalarme?

—Mi amor infinito —responde la fanática de los romances con seres amorfos—. Aunque sé de vuelta fuente que prefieres el amor de otra persona.

Nathan deja de revolver al instante.

—Auch —se queja Houston y lleva una mano a su pecho—. Por favor, sigo aquí.

Vea se encoge de hombros como disculpa al mismo tiempo en que la cara de Kash se torna roja.

—Chicos, estamos en un maldito triángulo amoroso, vamos a...

—Cuarteto. —La voz de Nathan provoca que todos pongamos nuestra atención en él—. Es un cuarteto. Houston gusta de Kash, ella de mí y yo de ti, Vea.

Vea agranda los ojos y palidece.

—¿Qué? —Apenas puede articular la palabra.

Hay un silencio intrigante. Entonces, Nathan forma una sonrisa ladina.

—Estoy jugando contigo.

—¡Idiota! —gruñe la víctima de su juego.

—¿Ves que no es lindo jugar con los sentimientos de otros? —inquiere él, satisfecho de haberla hecho dudar.

—Te has vuelto un pesado después de tu cumple —Vea chasquea la lengua en desaprobación— Pero te doy méritos porque casi me lo creo.

Después de una discusión sobre los mejores regalos navideños, nos despedimos para ir a nuestras respectivas residencias. La junta fue, por así decirlo, una despedida antes de las festividades, en vista de que Kash y Vea se van antes. Las promesas no se hacen esperar y, de alguna manera, Nathan y yo quedamos solos.

—¿Podemos hablar? —le pregunto antes de que suba a su auto— No lo hacemos desde que... bueno, la audiencia.

—¿Vas a darme las gracias otra vez?

—No, pero me gustaría que aclararas un par de cosas.

Se lo piensa unos segundos.

—Bien —accede—, aunque algo me dice que nada bueno saldrá de esto.

—Oh, no seas miedoso —le doy un manotazo en el hombro que lo hace fruncir el ceño.

—Lo digo porque todavía noto cierto recelo hacia mí de tu parte.

—Y no te equivocas —digo, encogiendo los hombros—. Tomaste la decisión correcta, dijiste que fue por ti, pero... no sé, siento que fue todo muy repentino. Está el hecho de que odias a Chase, también, y dudo que un sentimiento así cambie tan drásticamente.

—Mi resentimiento hacia él sigue ahí.

Eso me causa una punzada en el pecho. Lo ha soltado con tanta frialdad...

—Pero, como dije aquel día, no quiero ser una sombra. Quiero vivir por mi cuenta, olvidar esta enemistad absurda. Es difícil hacerlo.

—Ustedes dos han sido víctimas de ciertas circunstancias desde muy pequeños.

—Soy consciente de que fui su hijo bastardo durante mucho tiempo —achica los ojos incursionando en el trasfondo de mis palabras—. El punto es que él siempre lo verá como su primogénito. El orgullo de papá. Yo soy la cosa que tuvo que cargar porque mi madre así lo quiso.

—No eres una carga.

—No trates de negarlo —su mirada se vuelve dura, como si tratara de armarse un escudo protector—. Soy producto de una infidelidad.

De pronto sus pensamientos se vuelven blancos y una sonrisa se le asoma.

—¿Recuerdas cuando fueron a comer a casa?

—¿Cómo no hacerlo? Mi único recuerdo bueno de ese día fue que comí hamburguesa.

Oh, sí, pasemos por alto lo que ocurrió debajo de «ese» escritorio y la pedida de noviazgo.

Sacudo la cabeza y regreso al presente.

—¿Qué pasa con ese día?

—Mi madre se molestó mucho, tanto que ni siquiera pudo esperar a que se fueran para regañarme. Me agarró del brazo y me arrastró al patio para decirme lo idiota que había sido por responderle tan mal a mi padre.

Recuerdo haberlo visto ser regañado. O eso creí en ese momento.

—Ella cree que con Chase en el camino mi padre no me dará nada. Su empresa, sus riquezas... todo será suyo. Ha sido así desde que tengo memoria.

—Eso explica por qué sientes ese resentimiento hacia Chase.

—Probablemente. Ha de estar volviéndose loca por lo que pasó. No he respondido ninguna de sus llamadas.

—Que estés siendo tan introspectivo es sorprendente —admito con una sonrisa tensa.

—Ya te lo dije, estoy tratando de aprender, y creo que Kash es un buen ejemplo para exteriorizar lo que siento.

Trato de buscar en él algún atisbo de nerviosismo, vergüenza o algo que me haga saber si Nathan está desarrollando sentimientos amorosos hacia Kash o no. Lamentablemente, es una caja cerrada.

—¿Fue por eso que ideaste un plan junto a Bonnie? —me atrevo a preguntar.

—Sí. No. Hay muchos motivos. Quería verlo molesto, que perdiera igual que yo lo estaba haciendo.

—Suenas como el villano de una peli, Nathan. Qué miedo.

Mi comentario le hace gracia en lugar de ofenderlo.

—Uno de los motivos fuiste tú. —Sus palabras me toman por sorpresa y una sensación desagradable se aloja en mi estómago—. La primera vez que te vi me pareciste alguien curiosa.

—Oh.

—Y despertaste mi curiosidad. Sin embargo, cuando supe que le gustabas a Chase te ganaste mi interés.

Saco mi lado analítico y percibo en su voz cierta malicia que no se condice con lo desesperado que se mostraba antes con su declaración.

—Nunca te gusté, ¿verdad?

Niega con la cabeza.

—Tal vez lo hiciste, a mi manera, pero no de la forma que todos lo describen. No como si fuera «amor».

Me remuevo en mi lugar sin saber cómo debería tomármelo.

—No te ofendas, sí me caes bien y todo lo demás... Pero fue porque Chase te quería. Y te quiere. Y tú a él, solo me bastó con verlo una vez.

—Así que no te gusto y nunca te gusté —repito para digerir la verdad por completo—, querías que estuviera contigo para afectar a Chase.

Baja levemente la cabeza y me mira con ojos de cachorro.

—Lo lamento.

—Eres bueno mintiendo. Y malo. Pero me complace saber que no le rompí el corazón a una persona, je.

Mi risa es nerviosa y un poco delatadora. No le es complicado notarlo.

—La verdad es que sí me tranquiliza no tener que lidiar con el sentimiento de culpa; por otro lado, me parece de mala persona que intentaras jugar con mis sentimientos también.

—No sé en qué estaba pensando.

—Creo que lo sabes exactamente en qué.

Asiente con desánimo.

—No quiero excusar mis actos, pero en ese entonces estaba carcomido por la rabia hacia Chase. Quería tanto la aprobación de mi padre que me siento patético al ver que, en el fondo, nunca la obtendré. Se molestó mucho después de enseñar la grabación.

—Puedo imaginarlo... —El rostro avejentado del padre de Chase se cuela en mis pensamientos. Su mirada es severa e intimidante, es comprensible que Nathan le tuviera cierto respeto—. Ve el lado positivo, al menos seguirá pagando la universidad.

—No le queda de otra. Ja, al final mi madre ha salido ganando: yo sigo estudiando y Chase está fuera.

Su suspiro me deja saber que en el fondo está cansado.

—Siempre puedes reprobar materias o hacer que te expulsen —saco mi lado más rebelde, ese que está reservado en los anales de mi consciencia. Nathan me mira con el ceño fruncido—. Es broma.

—Llevo estudiando mucho para estar en la universidad, pero mentiría si no te dijera que me gustaría estar en este instante en alguna academia de Arte. O estudiando aquí.

—Con Kash —digo sin pensar—. ¿Por qué ella sabía de la grabación?

—Esa noche en mi cumpleaños después de que te fuiste quiso saber lo que pasaba, y se lo conté.

—¿Así sin más? —pregunto con la voz más aguda por la incredulidad.

—Es buena convenciendo a la gente.

—Sí... Me pregunto cómo lo hace.

Nathan se limita a encoger los hombros.

—El punto es que ella fue la palanca que me impulsó a contar la verdad y a animarme a hacer lo correcto.

—Hiciste bien. Creo que sin tu grabación seguiríamos metidos en esa sala o peor. No intentaré verte como un héroe, pero aprecio que hayas sido honesto al final.

Le regalo una sonrisa que él se tarda en responder. Por primera vez en mucho tiempo, Nathan se está mostrando tal cual es.

Cuando llego a mi cuarto me encuentro (cómo no) con Chase durmiendo en mi cama. El muy descarado lleva días sin ir a clases con la excusa de que ya no tiene motivos para ir.

Paso por encima de sus maletas y cajas, y llego hasta el borde de la cama. Estudio su pose, el casi imperceptible sonido de su respiración escapándose entre los labios, la mano caída a un lado, sus pestañas, su cabello castaño cayendo por su frente... Es tan lindo.

Y tan idiota.

Solo para fastidiarlo busco la canción que uso para despertar —I Won't See You Tonight Part 2 de Avenged Sevenfoldy la coloco a todo volumen.

Chase da un grito ahogado y abre los ojos con terror. Desorientado, se incorpora en la cama con una mano en el pecho y tomando bocanadas de aire.

Mi risa es lo que lo trae de regreso al mundo real.

Molesto, me quita el celular de las manos y coloca pausa.

—¿Te diviertes? —cuestiona con mal humor.

—Mucho —admito y cruzo mis brazos por encima del pecho—. ¿Y tú?

—No. —Sus cejas están muy juntas. No puedo reprocharle su respuesta cortante o que me saque del cuarto de una patada en el trasero, pero tengo que admitir que valdría la pena—. ¿Has planeado asesinarme o cómo?

—Lo he hecho, pero esta vez quería despertarte. ¿Por qué estás durmiendo?

—Empacar cuesta trabajo; el trabajo cuesta energía; recuperar energía consiste en dormir.

Resoplo y me siento a un lado de la cama. Pato se sienta sobre mi regazo reclamando atención.

—Así que ¿vas a rendirte así sin más? —cuestiono mirando sus cosas mientras acaricio el lomo de Pato.

—¿Qué propones? —inquiere con cierta indiferencia que me pone los pelos de punta. Está tan normal que no duda en sacar una galleta con forma de animal del velador y se la lleva a la boca para saborearla.

—Hablar con tu padre, ¿tal vez?

—No voy a rogarle que me quede. Ya no. Prefiero que las cosas acaben así, sin tener que deberle nada. ¿Por qué? ¿Vas a echarme de menos?

—¿Vas a sacar cualquier cosa para que admita que te quiero?

—Que me quieres no, que me amas —dice, acurrucándose entre las sábanas—. Pero eso no responde a mi pregunta.

Aprieto los labios negándome a admitir algo que no quiero, pero verlo como un gatito esperando ser acariciado es un reto difícil.

—¿O será que no te vas las relaciones a distancia?

—No sé, hay muchos chicos guapos en la universidad.

—Pero ninguno es Chase Frederick.

—Un tirano arrogante.

—Al que le encanta fastidiarte.

—Hoy has pagado todos los pecados cometidos en mi contra —bromeo, señalando mi celular.

Una mirada de pocos amigos es lo que obtengo de su parte. Tiene ese aire adormilado que resulta encantador.

—Bueno, no hace falta que mienta, ¿verdad? —me rindo antes sus encantos— Te voy a echar de menos.

—¿Ves? No fue tan difícil, Michelle.

Me muerdo los labios para no insultarlo. En su lugar tapo su cabeza con una almohada, lo espanta a Pato y lo lleva a esconderse en una caja abierta especialmente para él.

—Pensar que antes no quería verte... Y ahora no quiero que te vayas —digo bajito y con las mejillas encendidas.

Confesarlo es un duro golpe a mi orgullo, pero Chase solo sonríe. Con delicadeza vuelve a sentarse.

—¿A qué hora te vas mañana?

—A las 9:00 am. —Mi resoplido le saca una sonrisa y vuelve a sentarse—. Creo que lo justo es que aprovechemos el tiempo que nos queda.

Al terminar su propuesta lleva un mano a mi cabello y lo echa a un lado para dejar mi cuello al descubierto. La electricidad es el conductor que necesito para encender mi cuerpo cuando sus labios tocan mi piel. Es un escalofrío exquisito y placentero que rompe con cualquier barrera que imponga. Acepto su ofrecimiento sin decir una palabra y vuelvo mi cuerpo en su dirección para que nuestras bocas se unan. Lentamente su cuerpo me empuja hacia atrás, cediendo a sus encantos.

La idea de separarnos me resulta triste, pero al menos la despedida valdrá la pena.

Papá levanta su copa de vino al cielo para hacer un nuevo brindis por la maravillosa casa de Margo. El vino siempre se le sube más rápido que cualquier otra bebida y termina actuando como un payaso. No en el sentido malo de la palabra, sino en el sentido animado.

En plena cena navideña ya ha pedido cuatro saludos.

Yo creo que busca una excusa para seguir bebiendo y no tener que conducir durante media hora de regreso a casa.

Pues bien, la Navidad ha llegado al fin y mis padres han decidido pasarla en casa de Margo, mi prima.

La idea de venir no me entusiasmaba mucho porque a ciertas alturas de la noche, tía Molly siempre me hace la misma pregunta:

—¿Y el novio, sobrina?

En estos momentos quisiera que Chase entre por esa puerta con un delicioso postre en las manos diciendo «familia, ya llegué». Pero no, yo he tenido que venir con mi familia y él se ha ido a casa de su tío a celebrar Navidad. ¡Y ni siquiera es mi novio!

—No existe —pronuncio con pesar, tratando de que mi voz no sea demasiado cargada.

—Ah, ¿no? ¿Y qué pasó con el chico ese de la otra vez? El que te ayudó a cuidar a mi nieto.

—Chase —pronuncia mamá como si su nombre fuera veneno—. Ya no están juntos.

La conmoción llega a la mesa. Margo se asombra sobremanera.

—¿Por qué? —me pregunta.

—Pasaron cosas...

—Le rompió el corazón a mi niña —se adelanta a decir papá—, y ahora está vetado de nuestra casa.

Me golpeo la frente con la palma de la mano.

—¿Ahora lo odias, papá? Creí que estabas de mi lado.

—Lo estoy, eso no significa que las reglas de tu madre dejen de correr en la casa.

Resoplo y regreso a mi plato.

—Entonces ¿sí eran novios? —pregunta tía Molly, obteniendo un escuálido «sí» por parte de mamá—. Tienes muy buen gusto, Michi, me siento orgullosa.

Quiero meterme debajo de la mesa y no salir jamás de ahí, ni siquiera para abrir los regalos.

Cuando terminamos la cena y los saludos acaban en conversaciones triviales, mamá dice que es hora de ir a casa. Como papá ha bebido demasiado, es mamá la que conduce y yo me voy atrás escuchando el sermón de papá sobre la responsabilidad en el trabajo y sus experiencias trabajando en el call center, las cuales ignoro por completo.

El vacío que abre mi pecho es más grande del que esperaba y no puedo hacer otra cosa que suspirar como una idiota enamorada.

Por mucho que intente no darles vuelta a mis sentimientos, sigo fantaseando en la idea de pasar una Navidad junto a él; por eso, una vez llegamos a casa, lo primero que hago tras cambiarme mi vestido de fiesta, es ir a mi habitación y abrazar a Pato.

Con mi compañero gatuno en brazos busco el regalo que le tenía a Chase dentro de una bolsa de papel reciclado porque el planeta se debe cuidar... (cuando me acuerdo del cambio climático, je, je).

En medio de otro suspiro busco mi desmaquillante para limpiarme el rostro.

—Es una vergüenza que tengas que quitarte ese lindo maquillaje tuyo.

El chillido que suelto sale de lo más profundo de mis entrañas, pero Chase es rápido y me tapa la boca. Su siseo me pide guardar silencio.

—No hagas ruido o llamarás la atención de tus padres —susurra, bajando la mano. Una mueca se asoma en su rostro cuando nota que su guante negro tiene está manchado de maquillaje—. Esto no le va a gustar al tipo que me arrendó el traje.

Salgo de mi desconcierto y dejo a Pato a un lado.

Chase lleva un traje de Santa Claus muy parecido al de mis fantasías, sin la barba, pero con un gorro rojo con el pompón cayéndole a un costado dándole un aspecto tierno y sexy. Y, claro, no tiene los músculos al aire, sino que su chaqueta está cerrada gracias a la ayuda de un cinturón.

—¿Qué haces? —pregunto, recorriendo todos los detalles que componen su figura.

—Vine a darte una sorpresa —dice y extiende los brazos— ¡Ta-chan! ¿Te gusta?

—Un poco, llevas mucha ropa.

Se aguanta la risa.

Ay, su risa, cómo la echaba en falta.

—En el fondo eres una pervertida, solo falta que lo admitas.

Levanto una mano y llevo la otra a mi pecho.

—Yo, Michelle Geraldine Wallas, admito que soy un ser de luz sin pensamientos que atenten contra la pureza de mi corazón.

La mirada de Chase es como diciendo «vaya mentirosa».

—¿Cómo te colaste en mi cuarto?

—La ventana estaba abierta.

—¿Y me has estado esperando todo este tiempo?

—Sí... —No sé qué expresión debo haber puesto para que reprima otra risa— Es broma. Llegué a mi departamento hace una hora, Jax vino a dejarme.

—Oh, así que fuiste con él.

—Él fue conmigo. Desde que volví a la ciudad ha estado como una lapa. Pero agradezco su compañía, ya sabes, por lo de quedarme solo.

—¿Y él no pasará la Navidad con sus padres o, no sé, alguna chica? Eso me sorprende.

—Jax dejó de vivir con su padre hace un tiempo y sobre salir con alguna chica en Navidad... pues hasta yo estoy sorprendido.

—O sea que se está quedando contigo —repito.

—En la sala, para ser exacto, mi cuarto está a nuestra disposición, si es eso lo que te preocupa.

Una sonrisa traviesa aparece en su simétrico rostro y me muerdo los labios estudiando las posibilidades.

Me aclaro la garganta para salir de mi imaginación.

—Te tengo un regalo —pronuncio con algo de timidez—. No es mucho, pero creo que será significativo.

Busco la bolsita y se la entrego. Chase alza una ceja al verla entre sus manos.

—¿Es una de tus tangas?

—No. Idiota.

Con cuidado, abre la bolsa y saca el llavero de conejo.

—Es diferente al que me regaló Anne, pero creo que es una buena forma de hacer que me recuerdes mientras no estoy enojada contigo —digo mientras él mira los detalles—. Es para que le haga compañía al zorro. ¿Te gusta?

—Es tierno —pronuncia con una sonrisa estampada en el rostro. Se lo coloca en el índice y lo levanta para darle vueltas—. Propongo que hagamos un intercambio. Tú te quedas con el zorro y yo me quedaré con el conejo. ¿Te parece?

Asiento con la cara hinchada del gusto.

Como gesto involuntario, quiero creer, lleva el peluche del llavero a su nariz para olerlo.

—Tiene un sutil aroma a ti —dice con el mismo tono de voz que pone cada vez que intenta ser coqueto.

—Bobo.

—Mi regalo es diferente, pero te va a gustar.

Mete la mano dentro del pequeño bolsillo de sus pantalones rojos, y saca dos boletos de avión.

—Son pasajes para que vayamos a California.

—¿California? ¿Por qué?

—Porque vamos a ir a un evento nocturno en el Parque Nacional Árboles de Josué. Allí podrás ver el cielo como nunca antes lo has visto: lleno de estrellas, tranquilo, apreciando la oscuridad... ¿Te gustaría hacer una excursión conmigo? No es mucho, pero...

Interrumpo sus palabras con un beso.

—Es perfecto —pronuncio, rodeando su cuello—. Y me encantaría hacer esa excursión contigo. Solo contigo.

La sonrisa le decora el rostro y no tarda en ser él quien me besa. Sus manos se posan en mi cintura acercándome a su pecho y bajan para acariciar mis piernas dando rápidamente con la zona que no cubre mi vestido. Su boca juega con la mía degustándola como el mejor de los platos navideños; sabe a casa, a cariño, a deseo. Así es justo como quería estar. Con Chase. Junto a él.

Coloca sus manos debajo de mis piernas y me levanta haciendo el mínimo esfuerzo para llevarme a la cama.

Entonces recuerdo que esta situación es como la de mi fantasía, donde él aparecía vestido de Santa con el torso descubierto. Sobre la cama y sintiendo cómo sus manos acarician mis piernas por debajo del vestido, busco el nudo de su cinturón negro para desabrocharlo. Es un trabajo lioso, pero no impide que pueda dejar al descubierto sus abdominales que se han vuelto más visibles ahora que está sobre mí.

Su cuerpo se tensa ante mi roce, puedo notarlo por la forma en que deja de besarme para precipitarse con un suspiro.

Abrazo su cuello para volverlo a atraer, pero cuando vamos a besarnos otra vez, la puerta de mi cuarto se abre de golpe.

Es papá.

Mierda.

Mierda, mierda.

De un salto bajamos de la cama y nos arreglamos la ropa.

La cara de papá no da crédito a lo que ve.

Esta es la peor pesadilla que dos chicos pueden tener.

—Papá, nosotros...

—¿Qué es todo esto?

El calor, el miedo, la ansiedad... Todo se vuelve una bola en la boca del estómago.

Hay tanto silencio que puedo escuchar la bola de nervios y saliva que le se forma a Chase al tragar. Se aclara la garganta, incómodo y disimuladamente se cubre el torso.

—Estábamos... ¿besándonos?

—Puedo ver que es más que eso... —habla papá, arrastrando las palabras. Todavía está algo entonado—. Y en mi propia casa. Vaya descaro.

—Señor Wallas, Michi y yo...

—Michi y tú nada —se adelanta papá—. Me parece una falta de respeto que estén haciendo esa clase de cosas en el propio dormitorio de mi hija.

—Ay, papá, como si tú y mamá nunca lo hubieran hecho.

Una mirada de advertencia es todo lo que obtengo por parte de ambos, porque parece que para Chase eso es arruinar las cosas.

—Es la verdad —me defiendo—. Cuando mamá me dio la famosa charla, también se le escaparon un par de cosas.

—Michi... —habla Chase entre dientes— No empeores las cosas.

—La diferencia es que yo sí salía con tu madre.

—¡Pues asunto solucionado! —exclamo, levantando las manos al cielo como si de allí cayera un milagro. Me vuelvo hacia Chase y lo miro a los ojos—. Chase, ¿quieres salir conmigo?

—¡No! —exclama mamá, saliendo de la nada— No tienes que pedírselo a él.

—Ay, eso es tan anticuado, mamá...

—Él debe pedírtelo a ti, solo así sabremos que realmente te quiere. Y más vale que lo haga, porque si no...

—Está bien, está bien —se apresura en decir Chase— Michi, ¿quieres ser mi novia?

—¡No! ¡Así no! —dramatiza papá— Tiene que nacerte del corazón.

—Pero me nace del corazón... —dice, deprimido.

—Tienes que hacerlo como corresponde —objeta papá, sin ninguna clase de misericordia. Quiero reclamar, pero él se adelanta a mis palabras—. Mañana te quiero ver de traje pidiéndome permiso para salir con mi hija o me las arreglaré para que nunca más la veas.

—¿De traje? —pregunta Chase, incrédulo.

—Sí, de traje, muy formal. Si no vienes temprano por la mañana vestido de traje, te las vas a ver conmigo. Ahora, fuera de la habitación.

—Pero, papá...

Antes de poder oír más, papá se las arregla para corretear a Chase por la ventana como si fuera un perro. Me quedo mirando la puerta unos segundos antes de reaccionar.

—¡Papá! Eso ha sido muy, pero muy, descortés. ¡Y ridículo!

—Bah... mañana morirás de amor cuando lo veas como un nerd de los ochenta, con un ramo de flores, dispuesto a pedirme tu mano.

Diosss, qué vergüenza.

—En cuanto a ti, jovencita —me señala mamá—. Ya eres adulta y responsable de tus sentimientos, puedes elegir con quien sales o tienes una cita, pero debes hacerlo con sabiduría. Y nada de embarazos.

—¡Mamá, por favor! —chillo.

Ahora soy yo la que los corretea a ellos.

En el silencio de mi cuarto, busco los dos pasajes en avión y el llavero. Han corrido la suerte de no quedar maltratados, pero no puedo decir lo mismo de Chase.

Los rayos de sol indican que la lluvia ha parado. Me asomo por la ventana en un intento fallido por ver el arcoíris que se forma cuando para de llover, pero de nuevo el smog no está de mi parte; todo lo que veo es la contaminación de la ciudad. Bostezo y me arrastro involuntariamente hasta el baño, donde me miro al espejo y salgo hacia la cocina.

Mamá ha preparado el desayuno, papá está viendo la televisión y Pato está lamiéndose sus partes sobre el sofá.

Me siento y vuelvo a bostezar.

—Buenos días, Michi —saluda mamá, revolviendo su taza de té.

Quiero decirle que de buenos no tiene nada después del escándalo de anoche, pero llaman a la puerta. Haciendo una mueca de disgusto, papá se levanta a abrir.

—Vaya, vaya... —dice, abriendo la puerta hasta atrás.

Veo a Chase asomar su cabeza por el borde de la muralla luciendo un traje negro, con una corbata roja, zapatos negros y bien lustrados; el cabello peinado con una enorme raya de lado y, por último, sostiene un ramo de flores con sus manos.

Es como un nerd de los ochenta, tal cual lo había predicho papá.

—Dios... esto es tan vergonzoso —murmuro al aire sin pensarlo.

Chase me lanza una mirada amenazadora consciente que está haciendo el ridículo por mi causa. Mamá lo mira con ternura, como si fuese un bebé recién nacido.

—No pensé que lo harías —suelta papá con incredulidad en su tono de voz—. Así de ridículo debí verme yo cuando le pedí a mi suegro.

El nerd ochentero... Digo, Chase, carraspea mostrándose algo dubitativo.

—Entonces... —Mira hacia los lados, incómodo ante el comentario de papá. Verlo así ha hecho que me ponga ansiosa—. ¿Puedo salir con su hija?

Papá vuelve a sentarse, acomoda sus gafas con un gesto de indiferencia, y toma el periódico.

—Sí, muchacho, solo quería hacerte sufrir un rato.

—Papá, eres taaaan bromista.

Bueno, supongo que ahora oficialmente somos novios.

O eso creo.


________________________________

Nuestros papis oficialmente están saliendo, aunque fue una pedida media rara, peeeeeeeero no podía dejarlo pasar ese momento en que Chase se tuvo que sacrificar jiji

Bonnie está teniendo su merecido >:) le va a costar limpiar su reputación. Eso le pasa por pella.

En cuanto a Nathan... le ha abierto su corazón a Michi. Me interesa saber qué piensan de él. ¿Les cae mejor? ¿Sí? ¿No? ¿Un poco? ¿Desconfío?

Tengo que decirles que estoy tentada, pero tentada a formar ese cuarteto 7u7 peeeeero no JAJAJ no creo que salga nada weno de ahí. el amor rompe amistades, gente </3 okno

En cuanto a nuestros enamorados~ esos dos ya quieren formar al cuervito *guiño, guiño*

En el próximo capítulo Chase les traerá una buena y una mala noticia. ¡Adivinen qué es! 

En fin, yo también quiero un Santa, si se parece a mi hombre Astarion, pos mejor.

Gente, la semana pasada no pude traerles capítulo :( pero espero que les haya gustado este porque va con mucho amorsh~  Espero que hayan tenido una bella Navidad y que estas fiesta de Año Nuevo sean maravillosas. Termina un año que para mí fue muy difícil, la sufrí demasiado por muchos temas, pero sus comentarios siempre me animaron y me hicieron reír <3 Gracias por hacer de este 2023 algo mágico.

Y como pregunta random:

¿Qué propósitos tienen para el 2024?

Mi propósito es dormir :3

En fin, los jamoneo y que Astarion nos bendiga.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top