Capítulo 46 🦊 Un mentiroso reconoce a otro

#DomingoDeSíHuboCapítuloElViernes


Capítulo dedicado a callmebrad por llamarme Valeria y sacarme risas jij 


Mis nervios se disparan como fuegos artificiales cuando mi alarma suena por la mañana. Una de las consecuencias de no haber podido dormir durante toda la noche.

A mi lado, Chase se remueve escondiendo la cabeza bajo la almohada.

No sé cómo hace para dormir cuando en unas horas se enfrenta a la audiencia que deliberará sobre lo sucedido con Bonnie. Creo que yo estoy nerviosa por los dos, tan así, que ni por más que deslice el botoncito para desactivar la alarma, no pasa nada.

Chase se queja con un «ughm» alargado, lo que me pone más nerviosa.

—Maldita cosa —pronuncio con los dientes apretados.

—¿Esta es una clase de tortura o es que todavía no aprendes a usar un celular con pantalla táctil? —cuestiona sin salir de su escondite.

Chasqueo la lengua. Al menos el cambio de emociones me sirve para desactivar la alarma. Con todo en silencio, me quedo quieta esperando otra reacción por parte de Chase, pero a juzgar por su respiración, ha seguido durmiendo. ¿Cómo demonios lo hace? ¿¡Cómo!?

Esto es demasiado injusto. Pero supongo que es mejor para él haber descansado lo suficiente, así está completamente lúcido.

Ha estado viniendo a mi dormitorio para discutir sobre las pruebas con las que contábamos y la posibilidad de llevar el caso a un juzgado si las cosas no acababan bien; a él la idea de meterse en un rollo legal no le parece factible, pero he insistido en decirle que las contradicciones de Bonnie lo hacen una víctima.

En el fondo sé que esto lo pone demasiado mal y no quiero presionarlo.

En fin, que las discusiones suelen llegar a una buena resolución... O más que buena, digamos.

Guiño, guiño.

Armamos un plan B, el cual pusimos en funcionamiento hace unos días.

La cuestión es simple: Si Bonnie difundió la foto de Chase insinuando que durmieron juntos, entonces Chase publicaría lo que pasó detrás de esa foto. Lo único que necesitábamos era un grupo de difusión que tuviera la suficiente repercusión para que la situación se volviera un tema de conversación preocupante. Así que escribió lo que pasó en un grupo de Facebook sobre confesiones universitarias en Atkins y usó su carisma para hablarlo con otro grupo de Periodismo. Todo con el fin de meter algo de presión y que el caso se tome como debería.

Irónicamente, la situación ha sacado muchos temas controversiales a la palestra.

Si Bonnie quería volver a ser famosa, pues lo está logrando.

Y eso no puede ponerme más feliz.

En parte, porque lo importante viene hoy.

—Mierda, mierda.

De los nervios he agarrado la manía de morderme el cuero de los labios y me mordido demasiado profundo.

—Oye, ten algo de humanidad y no me llames así cuando estoy a tu lado.

—¿No estás durmiendo?

—Lo estaba. —Se acomoda sobre la almohada, con las manos bajo la cabeza. La pose es simple, como muchas que he visto, pero lo encuentro tan adorable que quisiera agarrarle las mejillas para darle un beso—. Después de tu alarma me quedé en el limbo. ¿Por qué tu alarma es una canción tan... alarmante? Existen las alarmas con sonidos de naturaleza y eso. Lo digo por si todavía no lo descubres, eh.

Olviden lo del beso, ahora quiero patearle el trasero y sacarlo fuera de mi cama.

—Ya lo sé. Pero si voy a despertar, tengo que hacerlo...

—¿Con un pre-infarto? —sonríe con picardía.

—Ojalá te ahogues con la sábana —digo desde mi más absoluto odio.

Me levanto de una buena vez de la cama y busco la ropa que me pondré para ir a clases.

—Pues te tendré que pedir que la cambies, no quiero despertar con una alarma así a futuro.

—¿Futuro? —pregunto, quedándome quieta a punto de agarrar mi camiseta.

—Claro, el que tendremos cuando acabemos la universidad y nos mudemos a vivir juntos.

—Qué... delulu.

Frunce el ceño y se incorpora. Lleva una camisa sin mangas que le queda dos tallas más grandes y el cabello desordenado.

—¿Qué palabra es esa?

—Una que me enseñó Kash. —Continúo buscando qué ponerme y me topo con uno de sus calcetines— ¿Cuándo piensas volver a tu cuarto? Prácticamente estás viviendo aquí.

—No quiero dejarte sin el placer de mi compañía —dice con voz ronca, como si aprendiera de Pato a ronronear.

Alzo las cejas —porque no puedo alzar solo una, maldita sea— y me cruzo de brazos.

—Más que compañía te has vuelto una distracción.

—Una muy buena, ¿verdad? —Su sonrisa es cerrada, pero igual de ancha que su ego—. Quién diría que volvería a romper todas tus reglas.

Pestañeo bajando las defensas.

—Lo había olvidado —admito—. Por supuesto que tú no, con la memoria maestra que posees.

—Puedo olvidar muchas cosas, pero las que tienen relación contigo, jamás. Y, según recuerdo, hay una regla número ocho que no completaste.

—Da igual, esas reglas dejaron de contar desde hace mucho. No sé por qué me esmeré tanto en escribirlas.

Y pensar que por culpa de Bonnie fue que Chase las leyó.

—Las hiciste porque querías mantener una raya entre ambos, y no creo que esté mal. El problema es que tú y yo siempre terminamos cruzando esa línea. No nos pueden separar.

—Supongo que no.

En realidad, lo que quiero decir es «espero que no», pero jamás admitiría algo así delante de sus narices. No si va a regodearse de ello luego. Aun así, pensarlo me deja una sensación extraña en el pecho.

—¿Estás nervioso?

Me siento sobre la cama y él aprovecha de enredar un mechón de mi cabello en su índice.

—No —responde, jugueteando con mi rizo—, estoy tranquilo.

—¿Cómo lo haces?

—Tengo la verdad de mi lado —suelta de forma heroica, casi teatral, pero al ver que me reacción no cambia bajas los hombros y resopla—. Estoy confiado, eso es todo. Así que deja de herirte a ti misma, boba.

—No me digas boba, bobo.

Me saco una risita que lo lleva de vuelta a recostarse.

—Muy bien, que tengas un lindo día —pronuncia y se acomoda otra vez.

—¿No tienes que ir a clases?

—No, he decidido que tú serás quién me mantenga, yo me ocupo de nuestros hijos.

Blanqueo los ojos y decido meterme al baño de una buena vez.


Estaba cagado de nervios como nunca lo había sido antes, pero mentir era la única forma de tranquilizar a Michi. No quería que se preocupara de mí más de lo que ya estaba, y ya tenía suficientes problemas para añadirle a la lista uno más.

Esa misma mañana dejé su habitación para ir a la mía y cambiarme. Por suerte, Pol no estaba en ella.

Desde que lo había tratado... bueno, mal, no habíamos vuelto a hablar. Cada vez que nos encontrábamos el ambiente se tornaba tenso, muy incómodo, casi asfixiante. Prefería mil veces estar fuera que en el cuarto, de ahí que hubiera agarrado la manía de pasarme a la habitación de Michi, después de todo, ella estaba sola.

Ni siquiera sabía qué ropa ponerme para la audiencia, si ir formal o casual, por lo que no me quedó de otra que buscar un término medio entre ambos.

De camino me fui repasando lo acontecido, con las manos entrelazadas y un vacío en el pecho difícil de describir. Me sentía solo, deseaba que mis amigos estuvieran conmigo y me maldije por no poder decirle a Michi que se quedara conmigo porque con su sola presencia me bastaba para calmarme.

Quería sentirme apoyado, cosa que no obtenía ni siquiera de mi padre.

Fue toda una sorpresa verlo de pie fuera de la sala donde se llevaría a cabo la audiencia. Pero, como era de esperar, él no estaba ahí para apoyarme, quería que entrara en razón.

—Es un poco tarde para eso.

—Todavía estamos a tiempo para que reflexiones sobre lo que estás haciendo.

—¿Y qué es lo que estoy haciendo a tu juicio?

—Armar un circo —se cruzó de brazos—. Estás quedando como un payaso, he visto el revuelo que las publicaciones están causando, me lo han enseñado.

—Perfecto, entonces entiendes que esto no es un chiste. ¿Alguna vez pensaste en lo vulnerable que me hace sentir todo esto? El despertar luego de una borrachera con una chica que viste mi playera y desde hace tiempo insinúa cosas. El panorama es enfermo, muy desagradable.

—Momentos así los ha tenido todo el mundo. Debes empezar a actuar como una persona adulta, Chase.

—Eso estoy haciendo, que vivas en el siglo pasado ya es tu problema. Lo único que estoy pidiendo es que a Bonnie se le castigue como corresponde, y ni siquiera en eso puedo tener tu apoyo. Vaya padre.

—Puedo decir lo mismo de ti, Chase. Estoy gastando un dineral por ti, por tus estudios, para que seas alguien en la vida.

—Creo que tu concepto de «alguien en la vida» es diferente al mío.

Un sujeto salió de la sala, lo que nos obligó a callarnos. Le hicimos una seguidilla por el pasillo hasta que apareció Bonnie junto a su padre y otro hombre a su lado. Pronto mi padre regresó conmigo.

—Bonnie trae a un abogado, en caso de que la quieras acusar de algo —advirtió.

Eso me lo esperaba.

—Y tu hermano testificará a su favor también —añadió como últimas palabras.

Lo siguiente que hizo fue dirigirse al padre de Bonnie y a ella para hablar. Era obvio cuál era su posición al respecto.

La poca fe que le tenía se había marchado por completo.

Bonnie se alejó del resto para acercarse con una sonrisa.

—Espero que te arrepientas de todo lo que me has hecho.

No respondí nada, sabía que me estaba provocando. Pero las ganas no me faltaron y las palabras se me atoraron en la garganta como una soga apretando el cuello.

Minutos después llegó Nathan.

Maravilloso, toda la pandilla junta.

Un sujeto nos pidió entrar para comenzar la audiencia. Fui el último en hacerlo mientras todos los demás se reunían en unas sillas que habían puesto especialmente para la ocasión. La audiencia se llevó a cabo en la misma sala donde se llevan a cabo las entrevistas de admisión, pero ese era un sitio al que apenas recordaba haber estado.

Se veía cambiado, más oscuro, más peligroso.

Cuatro hombres, entre los que estaba el rector, se presentaron. Eran autoridades de la universidad, todos con papeles importantes y, para mi fatal suerte, conocidos de mi padre y del padre de Bonnie. Cuando se saludaron lo hicieron con ese tipo de cordialidad que da mala espina.

Las miradas dirigidas como misiles a mi solitaria silla no faltaron. Eran cautelosas e incluso juiciosas.

—Vamos a comenzar con esto —habló el rector. Su tono me recordó al mismo que usaba mi padre cuando tenía que discutir sobre mí con mi madre.

Para todos era una pérdida de tiempo estar metidos en esa sala, entre tantos apellidos; pero ninguno de ellos estaba dispuesto a ordenarle algo tan simple a Bonnie como «pídele una disculpa».

El mismo rector repasó los acontecimientos a partir de la fiesta y los motivos por los que cada uno defendía su punto de vista. Su punto de observación intentaba ser objetivo, pero era notorio que la mayoría de los acontecimientos eran descritos desde el punto de vista de Bonnie.

Al concluir nos preguntó si estábamos de acuerdo con lo narrado.

—Estoy de acuerdo —dijo Bonnie.

Ella también estaba en una silla, pero a su lado la acompañaba el abogado. Su padre y el mío estaban sentados en unos asientos más atrás, entre los que se encontraba Nathan. Su indiferencia en el caso había llegado a tal extremo en que prefería estar con los audífonos y el celular en la mano.

La atención se posó sobre mí.

—Creo que hay ciertos puntos en los que se nota una inclinación a favor de Anderson, pero estoy de acuerdo.

—¿Cuáles puntos?

—Para empezar, empezar contando sobre la fiesta sin el contexto detrás me parece mal. Anderson y yo éramos amigos, situación que cambió después de que ella tratara mal a una amiga.

—Tu exnovia —corrigió Bonnie—. Si vas a contar eso, espero que cuentes también que los dos me vieron la cara de idiota. Sobre todo, tú.

—El hecho de que sintieras cosas por mí no significa que tengas que actuar mal hacia Michi.

—Además, ¿cuál es la finalidad de contar eso? Es vergonzoso —se quejó. Había pasado solemnemente de mi acusación porque no le convenía contar.

—Tiene todo el sentido del mundo contar cuál fue nuestra relación antes de la fiesta porque habla de las intenciones que tuviste en la fiesta.

Bonnie suspiró.

—¿Hay alguna forma de hablar con la tal Michi?

Dejando de lado lo cómico que sonaba su apodo en una situación tan seria, su ausencia fue un trago poco digerible que acompañé con una negación.

—Tampoco creo que debamos involucrarla, ella...

La puerta se abrió sin previo aviso, llamando la atención de todos.

Era Michi.

La había invocado.

—Lamento llegar tarde, pero estaba en clases y yo podía faltar. ¿Puedo entrar?

Verla de pie en el umbral de la puerta, con su cabello rizado más despeinado que se costumbre, las mejillas rojas y ese aire a agitación, me dieron a entender que estuvo corriendo para poder llegar a tiempo.

El rector asintió permitiendo el paso.

Pasó junto a mí y se sentó en un rincón, mirándome con una sonrisa que le devolví sin pensar. la seguridad me volvió al cuerpo.

—Justo hablábamos de ti, Michi.

—Michelle o Wallas —aclaró sin una clase de recato y tuve que pestañear un par de veces para creerme lo que había sucedido—. Creo que dada la situación, no es bueno llamarme Michi.

Sonreí para mis adentros preguntándome si ella era la Michi que hace unos meses temía hablar en público.

—Wallas será —habló el rector—. Soy consciente de que tú y la señorita Anderson no se llevan bien, las dos estuvieron hace unas semanas en mi oficina. Jamás pensé que las cosas se tornarían de esta forma.

—Yo tampoco lo pensé —admitió con una mano en el corazón—. Pero supongo que hay personas que no pueden pasar página.

Sus ojos marrones fueron directamente hacia Bonnie.

—¿Crees que fue una especie de venganza? —preguntó el rector.

—No lo creo, lo es.

—Por favor... —Bonnie tomó la palabra— ¿por qué querría vengarme de ti?

—Lo mismo me pregunto. ¿Qué tengo yo para que quieras joderme la vida de esta forma? Y de paso joderle la vida a Chase.

El abogado se colocó de pie.

—La señorita Wallas está haciendo acusaciones directas. Además, las intrincadas que tengan entre ambas no tiene ninguna relación con lo acontecido el sábado en la fiesta.

—Tienen toda la relación del mundo si luego Anderson pone en su puerta una selfie de ella vistiendo mi playera mientras yo duermo detrás. Todo esto acompañado de un mensaje sugerente. No hay que ser adivino para entender cuáles son las intenciones tras esto.

Las miradas fueron dirigidas hacia Bonnie.

—¿Tiene algo que decir? —preguntó el rector.

—Admito que hacerlo fue una forma de provocación dadas todas las cosas que han soltado de mí y que me han hecho daño.

—Yo nunca te he hecho algo —defendí—. Siempre fui amable, en lo posible. Teníamos una amistad. Una que se dañó después de que Pato se fugara.

—Ese no es mi problema.

El rector arrugó la frente, confundido.

—¿Qué es Pato?

—Es mi gato —tomó la palabra Michi. Un poco más y se sentaba a mi lado.

—Coincidentemente se perdió después de que Anderson se enterara de la relación que Michi y yo tuvimos.

—Esa es una acusación muy grave hacia mi hija —habló el señor Anderson con una vena en la sien tan inflamada que creí que estallaría.

—Pero si fue ella la que admitió que abrió la ventana deliberadamente —contradijo Michi, furiosa—. Dijo que quería ventilar la habitación y que no vio a Pato. Esa mentira es incomible.

—Estás acusándome de querer hacerle daño a un gato. Eso es... —hizo una pausa y carraspeó— Desde pequeña se me ha inculcado amar a los animales.

—Hasta que uno de ellos es el gato de la persona por la que tu amorcito te rechazó.

Me volteé a mirar a Michi con una ceja alzada. Esa respuesta era muy al estilo Collins.

—De nuevo están sometiendo a la señorita Anderson a acusaciones fuera de lugar —habló uno de los sujetos del jurado o lo que sea que fueran—. Es lógico que la rencilla entre ustedes tiene un origen pasado que no llegó a buen término.

—Y a eso me refiero cuando digo que falta contexto —dije, agradecido de que la conversación volviera a su punto—. Bonnie tiene una razón para perjudicarnos, pero ella no esperaba meterse en problemas también.

—Es impresionante que por querer ayudarte salga perjudicada.

—Lo impresionante es que te aprovecharas de mí en una situación vulnerable.

—Jamás hubo aprovechamiento, Chase —dijo en un tono de obviedad que me calentó la sangre—. Tal vez, en el fondo, eso es lo que deseabas.

Mi desconcierto llegó a un nivel extradimensional.

—¿Qué has dicho?

Una sonrisa particular se le asomó en los labios.

—¿Qué? ¿Acaso no lo querías?

—De solo pensarlo me da náuseas —pronuncié con un sabor amargo en la boca.

—¿Acabas de admitir que sí te aprovechaste de él estando borracho? —cuestiona Michi y tiene la misma cara de desagrado que yo.

—No, he dicho que "tal vez". Estoy suponiendo cosas.

—Pues dile a tu abogado que no lo hagas —gruñí con desprecio—. Estás jugando con un tema demasiado delicado. Es desagradable, asqueroso...

—Basta, Chase —habló mi padre entre dientes. Había olvidado su presencia en la audiencia—. Llegar a esto es vergonzoso.

—Lo vergonzoso es que se ponga de parte de Bonnie. —Michi traía a mi padre entre ceja y ceja, no iba a dejarle pasar nada que dijera en mi contra—. Su hijo ha pasado por algo tan traumático y lo único que hace es despreciarlo...

—Ya veo de dónde viene el actuar de Chase. Lo has atado y ahora él hace todo lo que tú le pidas.

—No soy yo la que ve a su hijo como una marioneta, señor —su entonación de burla no hizo más que enojar a mi padre.

Nathan levantó la mirada de su celular y la dirigió a Michi.

—De nuevo nos estamos desviando del tema principal —habló el sujeto a la derecha del rector—. ¿Pueden contarnos lo que pasó en la fiesta? Anderson, inicia tú.

Bonnie relató su punto de vista en la fiesta, en cómo había invitado a Nathan y Pol, sus nuevos mejores amigos, y que se estuvo divirtiendo hasta que me vio bebiendo junto a un grupo de chicos. Hasta ahí todo estaba bien, pero su historia se empezó a distorsionar cuando tuvo que contar sobre lo que pasó en la habitación. Dijo que ella también había bebido y que luego de que había despertado, las cosas se tornaron un poco calientes.

Como era de esperarse, su discurso era demasiado ambiguo y lo que había pasado en el dormitorio lo contaba como si yo estuviera dentro de mis cinco sentidos. No hubo detalles escabrosos, pero enfatizó en su borrachera y futura selfie.

En mi versión también enfaticé en mi ebriedad, en lo fuera de mis sentidos que estaba, en la sensación que sentí al estar despierto en un dormitorio desconocido, sin playera y con Bonnie a mi lado. Como prueba enseñé el video que Michi sacó de la fraternidad.

—Lo único que quería era estar lejos de esa fraternidad y encontrar a Michi. Cuando ella me dijo que Nathan nunca estuvo en la fiesta, deduje que Bonnie había planeado todo con la excusa de tenerme allí. O una parte de ello, de lo contrario, jamás habría tomado esas fotos.

Bonnie rió.

—¿Y ahora me acusas de usar a tu hermano? ¿Hay algo más en lo que quieras meterme? ¿El calentamiento global? ¿El nivel de pobreza?

El rector pidió silencio.

—¿Puede confirmar Nathan la invitación?

—Puede testificar lo que guste —respondió Bonnie, llena de confianza.

Nathan se quitó los audífonos y miró al resto. La sonrisa de Bonnie era enorme, sabía que Nathan hablaría a su favor.

Mientras él se ponía de pie, me pregunté qué tanto tuvieron que hablar esos dos para ponerse en mi contra. O qué barbaridad diría.

—Nathan, ¿tienes alguna prueba que confirme que la señorita Anderson y tú quedaron de verse en la fiesta?

Nathan asintió y volteó en mi dirección. En sus ojos había un brillo misterioso, muy extraño. Con el celular en mano, apretó los botones para subir el volumen y un audio empezó a reproducirse.

Por favor, Nathan, por favor. Entiendo que no quieras involucrarte en esto, pero es en favor de una amiga. ¿Sí?

Era la voz de Bonnie, y no sonaba muy confiada.

Mira, es solo decir que quedamos de vernos y ya. Muy simple.

De manera coordinada nuestras cabeza giraron hacia Bonnie.

Puedo hacerlo, pero tienes que decirme qué fue lo que pasó en esa fiesta —habló Nathan con su tono usual—. Necesito asegurarme de que no me meteré en problemas a futuro.

Bonnie se quejó con un suspiro.

Nada. No pasó nada. Lo único que quería es que sí, pero esos idiotas lo emborracharon de más. Yo quería ver si podía pasar algo porque, ya sabes..., en esas fiestas cachondas pasan muchas cosas. Pero cayó como pan duro. Lo único que hice fue quedarme como una tarada a su lado.

Miré a Michi. En la grabación Bonnie admitía que no había pasado nada y eso nos trajo un gran alivio a ambos.

¿Ibas a seducirlo? —pregunta Nathan.

Esa es una forma muy antigua de decirlo, pero algo así. ¿Qué más puedo hacer? Está prendado de ella. Así que mientras estaba a su lado existiendo, vi su playera y pensé: "¿por qué no?". Me la puse y saqué fotos. Mira... Esto es lo que él y yo pudimos ser... Así que, ¿vas a ayudarme?

No estoy muy convencido. La situación se puede poner peligrosa.

Mi padre y el tuyo están de mi lado. No va a pasar nada, Nathan. Y tú no vas a salir perjudicado. Solo ellos. Con algo de suerte quizá lo echen. Es lo que deseas, ¿no?

Nathan no le respondió. Pero yo quise buscar una respuesta y busqué su rostro. Sin embargo, Nathan estaba más pendiente del suelo que de otra cosa.

La cuestión es simple —continuó Bonnie—: Cuando nos cites dices que sí, ibas a ir, pero enfermaste (cosa que es cierta porque vaya tos la tuya) y listo. No hay que darle más vueltas al asunto, sobre todo tú que no eres de mentir. Las mentiras se descubren cuando hablas de sobra...

—Y eso es justamente lo que hiciste tú —canté en su dirección.

La grabación se detuvo.

La sala quedó en silencio, pero en mi cabeza las palabras de Bonnie seguían rondando.

—Nathan, maldito traicionero —balbuceó Bonnie, llena de ira.

—Te equivocaste, Bonnie, soy muy bueno mintiendo —respondió Nathan—. Espero que esto sea de aporte para arreglar este asunto —le dijo a los cuatro sujetos—. Yo no estuve en la fiesta, no fui invitado y por obvias razones tampoco hubiera ido. Bonnie usó mi nombre para salvarse.

Regresó a su asiento, donde mi padre no esperó a reprocharle lo que acababa de hacer. No podía escucharlo, pero sí podía ver en Nathan la expresión de odio que poseía.

Una sonrisa diminuta e incrédula se dibujó en mi cara.

Nathan me odiaba, eso era cierto; pero odiaba más a mi padre.


La manía de morderme los labios mientras espero no se me quita aunque sea consciente de ella. Mi pierna se mueve sin descanso.

He tenido que salir de la sala porque mientras el rector y los otros hombres deliberan, ninguna otra persona, además de Chase y Bonnie (junto con su abogado), pueden estar en la sala.

Quería hablar con Nathan, pero fue el primero en salir. Su padre fue detrás de él pero no pudo alcanzarlo, y a mí no me responde los mensajes.

Lo que ha hecho allí dentro fue tan inesperado como la reacción de Bonnie. Todavía gozo la satisfacción de verla avergonzada por sus propias palabras.

No hay dudas de que se ha abierto una enorme brecha entre ambas familias y que ese deseo por hacer negocios unas con otra ha quedado de lado. Nathan, el correctísimo hijo, ha defraudado a su padre como ninguna otra persona.

Es poético.

La puerta se abre.

La primera en salir de la sala es Bonnie. Tiene una cara de enojo que no puedo explicar, pero que me encantaría fotografíar para tenerla el resto de mi vida. El resultado desfavorable debe haberle sentado como una patada en el estómago.

Cuando pasa por al lado mi sonrisa no pasa desapercibida. Se queda quieta y estira los labios de una manera rígida y falsa. Noto, gracias a la cercanía, que tiene los ojos rojos, como si hubiera estado llorando.

—¿Se te ofrece algo? —le pregunto cruzada de brazos, pero a la defensiva en caso de que quiera hacerme daño, pues no sería la primera vez que descarga su odio así.

—Sin rencores, Michi —dice—. Que disfrutes de tu vuelta a casa.

Quiero indagar más a fondo en sus expresiones para saber si lo que dice es real. Descubro que mi confusión le produce satisfacción y que probablemente solo quiera asustarme.

—Te digo algo, Bonnie —me sincero colocando una mano en el corazón—: No soy una persona que odie a los demás. Jamás lo he hecho de verdad, pero supongo que siempre habrán algunas excepciones.

—Puedes odiarme todo lo que quieras. Cuando esté en la cima me verás en todos sitios.

—Aguarda. Yo no te tengo rencor, te tengo lástima. No entendía por qué haces todo esto, pero hablando con mi amiga llegué a la conclusión que tu odio hacia mí es pura envidia. Mi vida será humilde, tal vez no tenga demasiadas cosas o no seré famosa, pero tengo una vida auténtica y no necesito engaños para conseguir lo que deseo. ¿Y sabes qué es lo peor de todo? Con tu mentira has echado abajo un futuro tan prometedor... Disfruta ser la estrella infantil que quedó en el olvido, ahora para todos eres la chica que se aprovechó de un chico.

Antes de que pueda responderme, sus ojos se desvían a mi espalda.

Chase viene hacia nosotras.

No espera ni un segundo para largarse.

Tan solo me basta con ver la sonrisa de Chase para saber que le ha ido bien. De la pura emoción me abalanzo sobre él y lo abrazo. Él me rodea la cintura y me da un par de vueltas hasta dejarme en el suelo.

—¿Y? ¿Cómo te fue?

—La han expulsado.

—¿¡Qué!?

—Lo que oyes. Bueno, algo así. Lo que Bonnie hizo, o intentó, es una falta grave al reglamento de la universidad y dada la presión mediática que está teniendo todo esto, han creído que lo mejor que puedan hacer es expulsarla. Su padre y el abogado han intentado intervenir —señala su espalda hacia la sala—, pero la decisión está tomada.

—¿Así? ¿Tan fácil? —pregunto, todavía sin poder creerlo.

—No les ha quedado de otra.

—Pero han perdido a un benefactor. Porque es obvio que el padre de Bonnie dejará de aportar a la universidad si no está su hija.

—Es peor tenerla aquí. Las intenciones de Bonnie fueron claras y malas, la popularidad de mi confesión y la difusión que está teniendo puede salirse de control, lo que afectaría mucho más a la universidad. Es perder un benefactor o perder muchos más.

Es demasiado perfecto para ser verdad. Pero estoy feliz.

Chase y yo suspiramos a la vez. Nuestras miradas se conectan y estoy segura de que estamos pensando en lo mismo. Los dos estamos aliviados de que este martirio por fin pueda terminar, saber que Bonnie no hizo nada, que sus planes se vinieron abajo.

—¿Dónde está Nathan? —pregunta Chase, mirando hacia ambos lados del pasillo.

—No lo sé, se marchó apenas salió. Tu padre fue tras él, así que...

—Se ha metido en problemas —concluye.

Asiento.

—Vamos a buscarlo —me anima y me toma la mano.

Los dos corremos por los pasillos como dos idiotas desesperados.

No tardamos en encontrar a Nathan en una plaza cercana al campus central, sentado en una banca y con su expresión más seria que de costumbre. Chase y yo nos sentamos a cada lado.

Una mueca de disgusto me forma en su cara al ver que Chase le sonríe como si fueran amigos de toda la vida.

—Quiero aclarar que no hice esto por ti, lo hice por lo que significa todo esto. Si quieres agradecerle a alguien, díselo a Kash, fue ella la que logró convencerme.

—¿No pudiste soltar la grabación un poquito antes? —insinúa Chase.

—Quería verte sufrir.

La incredulidad en la risa que suelta Chase es cómica.

—¿Nunca dejarás de odiarme?

—¿Por qué habría de hacerlo?

—Qué linda discusión de hermanos —intervengo.

Nathan no dice nada, pero Chase tiene esa clase de mirada compasiva con la que alguna vez me miró, solo que esta vez su referente es Nathan.

—¿Y el viejo? —le pregunta con cierto tono cauteloso— ¿Qué ha dicho?

—Que te quiere fuera de la universidad —responde Nathan, formando la misma sonrisa maliciosa que me dedicó la noche de su cumpleaños.

—¿En serio?

Nathan asiente.

Vaya, así que nada podía salir perfecto.

—Estaba muy molesto, pero le he dicho que si deja de costear la universidad también tendría que sacarme a mí.

La sorpresa nos inunda.

—¿Estás bien? —le pregunto buscando su rostro— ¿Por qué de repente estás ayudando a Chase?

—Porque estoy cansado de tener que competir. La única forma de salir de tu sombra es no viéndote como una. Quiero vivir mi propia vida, ignorar las órdenes de mamá y las exigencias de mi padre. Quiero ser como Kash y hacer lo que me gusta.

—Eso es... lindo —pronuncio y por alguna razón mis mejillas se sonrojan.

Supongo que ha de ser por esa clase de admiración que muestra hacia ella.

Diossss... Si Kash estuviera aquí presente se moriría.

—Entonces ¿me quedo?

La timidez en el tono de Chase es tan inusual que me resulta todavía más emocionante.

—No, no logré convencerlo.

—Mierda —decimos Chase y yo a la vez. 

Al menos hizo el intento, ¿no?


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Se nos va el mushiashio. Adiós para siempre, Chase T-T













es bromis jiji

hoy no hay nota de autor porque esta doña tiene que armar el arbol navideño c:

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