Capítulo 43 🐰 No todo está perdido
#ViernesDeRTR
Capítulo dedicado a caosfaby por responder correctamente la pregunta del capítulo pasado
Un líquido ácido me subió a la garganta. Estaba a punto de soltar una arcada. Me sentí asqueado a causa de la situación y el hecho de no saber cómo había llegado hasta ese lugar me tenía confundido. Era una maraña de sensaciones desagradables de las que quería desprenderme, pero mientras más pensaba, estas más se aferraban a mí.
En mi desesperación, hice el torpe intento de levantarme de la cama. Mis extremidades pesaban y no reaccionaban como deseaba. Las piernas se me enredaron con las sábanas y tropecé. Fue pura misericordia del destino —o lo que sea que exista— lo que me ayudó a sostenerme de la cama. Gracias a eso me di cuenta que no estaba completamente desnudo, sino que llevaba puesto los pantalones, mismos con los que había ido a esa condenada fiesta.
Pensar en qué sucedía causó que una punzada en la cabeza me cerrar los ojos con fuerza, al punto en que al abrirlos no vi más que partículas de colores en el aire. Detrás de ellas, Bonnie observaba maravillada la patética escena que montaba.
—¿Qué me hiciste?
Las palabras me rasparon la garganta.
—¿Yo? —su voz impostada me recordó a la que yo solía hacer para fastidiar.
Y tenía todo el sentido del mundo, eso era lo que Bonnie buscaba hacerme sentir: fastidio, molestia, enojo. Ella quería provocarme para divertirse por mi ignorancia.
Eso hacía más repulsiva la situación.
—Sí, tú, ¿qué demonios me hiciste?
Quería que mis palabras sonaran cortantes y pausadas, pero hacerle entender que estaba molesto solo la satisfacía, al fin de cuentas, por fin la necesitaba para algo.
Se incorporó, cruzó las piernas sobre la cama y apoyó los brazos.
—¿Estás enojado porque estoy usando tu playera? —tras su pregunta metió un dedo en el cuello de la prenda y se la llevó a la nariz para olerla.
Intenté ponerme derecho, pero casi resbalé. Las náuseas volvieron a subirme a la garganta cuando el mareo regresó por mis movimientos. Con los ojos entrecerrados pude ver cómo mi sufrimiento le sacaba una sonrisa torcida a Bonnie.
—Creo que deberías volver a recostarle. —Su mano acarició el lado de la cama donde yo antes estaba.
—Dime qué me hiciste y por qué estás usando mi ropa —Fui firme.
Las risas del video volvieron a reproducirse. El video que Bonnie veía en su celular estaba en repetición. Para mi desgracia, por más que quisiera ver de qué trataba, estaba lejos y mis ojos no distinguían bien los objetos a la distancia.
Al percatarse de que mi atención se había desviado, bloqueó la pantalla del celular y se hizo el silencio.
Por un rato, pues comenzó a reírse.
—¿De verdad no recuerdas nada?
Apreté los dientes conteniendo el ácido en mi garganta junto con los deseos de echarle en la cara lo desagradable que me parecía su juego. No sabía nada de lo que había pasado, mi mente estaba llena de imágenes que luego se tornaban oscuras. Eran escenas incongruentes de mí en la fiesta, siendo llevado a la fuerza por los universitarios disfrazados de la fraternidad, luego sus coros obligándome a beber.
Me habían drogado, eso era lo más seguro, pero ¿cómo demonios había acabado en la cama con Bonnie?
—Qué lástima... —suspiró fingiendo pesar—. Fue una noche muy divertida.
—Me drogaste y te aprovechaste de mí.
Decirlo me hizo sentir sucio y vulnerable. Pero esa desagradable sensación no duró mucho; Bonnie volvía a reír.
—Y ahora te ríes de mí.
—Por supuesto que me rio. Tienes una imaginación muy oscura.
—Y tú una forma de actuar muy extraña teniendo en cuenta lo que me hiciste. No pienso dejar esto así.
Quise escupir. El asco estaba llevando a su punto más culmine.
—¿Qué se supone que hice? —inquirió y aparecieron dos surcos entre las cejas— ¿Robarte la playera? Porque puedo regresártela...
La agarró por los bordes y la levantó para quitársela. Primero vi su ombligo, luego piel y, cuando creí que le vería los pechos, me encontré con la sorpresa de que llevaba un top corto que combinaba con su short de mezclilla.
Me lanzó la playera y esta cayó a mis pies.
—¿Vas a ir a acusarme ahora?
Al agarrar la playera olí el perfume de Bonnie combinado con el aroma a detergente que no pertenecía al de la residencia. Había sido lavada recientemente.
—¿Chase? —insistió, con las cejas alzadas.
—Esto no prueba tu inocencia.
Chasqueó la lengua y desvió la mirada. Ya no lucía satisfecha de mi ignorancia, más bien molesta de mi escepticismo.
—En un juicio, la persona que acusa debe demostrar la culpabilidad del acusado, no al revés —se defendió—. Deberías saberlo, en vista de que a la mojigata de tu ex le encanta pedir pruebas.
La playera se hizo una bola en mis manos.
Sacar a Michi a estas alturas era muy bajo. Y preocupante.
—¿Dónde está Michi? Dime qué pasó.
—Pasó que... —Esbozó una sonrisa y buscó su celular— Anoche los chicos de Sigma Alpha te jugaron una broma.
No fue una coincidencia que agarra el celular al responder.
—Según me dijo uno de los chicos, no reconocieron tu cara y quisieron hacerte el protagonista de una de sus bromas pesadas.
«Bromas pesadas» no era una forma con la que yo lo hubiera descrito, pero Bonnie lo decía como si fuera lo más normal del mundo.
—¿Drogarme te parece una broma pesada?
—La verdad es que no, pero ellos no te drogaron.
Mis defensas bajaron; una escena ocupó mis recuerdos.
El grupo de idiotas me había separado de Michi en plena fiesta y querían meterme a una especie de piscina que olía a pescado podrido. De alguna forma, conseguí que me soltaran antes de que me lanzaran.
Sí, recuerdo ser el centro de su atención. Les estaba implorando que me dejaran ir para volver con Michi.
«Te dejaré ir con una condición», dijo.
—Solo bebiste. Mucho. Incluso te grabaron.
En su móvil buscó otro video que no tardó en enseñarme.
—Este me lo envió Brian.
Brian. También lo recordaba. Era uno de los imbéciles. Vestía un taparrabo que le dejaba ver el culo; en los brazos tenía marcas hechas con pintura, y en el pecho se había dibujado una enorme polla de la que se sentía orgulloso. Se notaba que dentro de la fraternidad poseía algo de autoridad.
En el video aparecíamos él y yo de cada lado de una mesa llena de chupitos. Llena en el sentido de que había más de veinte. Él me miraba desafiante mientras escuchábamos una cuenta regresiva. Cuando el conteo llegó a uno, comenzamos a beber los chupitos lo más rápido posible.
Esa era la condición.
Bonnie pausó el video.
—Fue un espectáculo que atrajo mucho la atención. Hasta que te desmayaste.
Deslizó el dedo por la pantalla y me enseñó una foto en la que yo aparecía tirado en el suelo, inconsciente, y algunos de los idiotas posaban a mi lado.
Una punzada en la cabeza ayudó para que recordara la
—Te diste un golpe fuerte al caer —admitió—. Yo llegué cuando te recogían para traerte hasta aquí. El problema es que de camino vomitaste y te ensuciaste la playera. También le diste una buena salpicadura a Brian —Su risa nasal fue de burla—. Él se enojó y pensó en dejarte tirado en el pasillo, ya sabes, porque no quería que vomitaras en la moqueta o ensuciaras de vómito las sábanas, pero yo me ofrecí a lavar tu playera y cuidarte. Cuando vine a dejarte la playera te encontré durmiendo, así que me la puse y ya.
—¿Y ya? —repetí con un dejo de sarcasmo.
—Se dice «gracias por cuidarme durante toda la noche».
—Eso no me deja más tranquilo. Lo que ellos no me hicieron pudiste hacérmelo tú.
Separó los labios frunciendo el ceño.
—¿Por qué querría hacerte daño mientras duermes? Eso es enfermo.
—Creo que eres capaz de muchas cosas.
—Menos de violar a una persona. ¿Eres un enfermo o qué? —Su indignación rozó el cielo.
—Soy desconfiado.
—Sí, lo sé. Desconfía lo que quieras, pero no cruces esa raya.
Se puso de pie y apretó los dientes. Lo poco que conocía de ella, sabía que ese tipo de expresiones las ponía cuando se enfadaba de verdad. Pero eso no probaba su inocencia, después de todo, Bonnie estudiaba Actuación.
—Nunca se me ocurriría hacer algo así por muchas ganas que te traiga —admitió con las mejillas rojas.
—¿Y estar a mi lado, en la misma cama, en una habitación cerrada?
—Te estaba cuidando.
—No necesito tu protección.
—La necesitabas para evitar lo que me intentas culpar.
Traté de incursionar en su mente a través de su mirada. Ella se mantuvo firme, sin apartar la mirada.
—Es mi palabra contra tus creencias.
—Son tus acciones contra mis creencias —le corregí.
—Soy una perra, no te lo voy a negar, y me gusta ganar siempre, lo admito. Soy una...
—Caprichosa a la que le gusta obtener lo que desea.
—Exacto, pero tengo mis límites —puntualiza.
—Me pregunto cuáles serán.
—No ser una estúpida es uno de ellos. ¿De verdad crees que abusaría de ti y me quedaría a tu lado para que me incrimines? De solo pensar en acostarme con una persona durmiendo me produce repulsión. Es como ser necrófilo, de enfermos.
No dije nada. Sabía que el inconsciente podría fallarle si hablaba demás, por eso dejé que se siguiera expresando.
—Además del hecho deleznable que me parece tener relaciones con alguien fuera de sus sentidos, eres el primogénito del socio de mi padre, no voy a manchar mi reputación con ellos.
—No lo dudo, pero tú misma lo has dicho, estaba inconsciente, montar una película te sería muy fácil.
—Eres imbécil.
—Que te enojes solo te vuelve más sospechosa.
—¿Y cómo quieres que me ponga si me estás acusando de agredirte y no estás dispuesto a escuchar mis explicaciones?
—Debes admitir que estar a mi lado de la cama es sospechoso, no intentes hacerte la víctima.
—De haber sabido que me culparías, habría disfrutado de lo que quedaba de la fiesta. En lugar de tratar de cuidarte...
Su mentón se arrugó, sus ojos se humedecieron, las mejillas se le colorearon... por una fracción de segundos creí que se echaría a llorar de la frustración.
—¿Sabes? En lugar de culparme por actos que no cometí, deberías preocuparte por tu noviecita.
Bastó con verla sonreír para que el miedo me invadiera. Bajé la vista a su celular y pensé en el video que reproducía mientras estaba durmiendo.
—¿Dónde está Michi?
—¿Por qué debería saberlo? Estuve toda la noche cuidándote. Tal vez todavía merodee por la casa o la hayan corrido por... ya sabes, el mal olor.
Instintivamente me palpé los bolsillos en busca de mi celular. Bonnie lo notó y señaló el viejo escritorio que estaba a un rincón de la oscura habitación. Para mi desgracia, el celular tenía rota la pantalla y no podía ver nada más que una luz blanca.
—Lo encontré tirado mientras te llevaban arrastrando.
Le lancé una última mirada y me dispuse a salir del cuarto con la playera en una mano y el celular en la otra.
—Ah, Chase... —me llamó una última vez—. A estas alturas de la vida, con tanta tecnología y las maravillas del internet, todos pueden volverse famosos; los artistas, los comediantes, los chicos lindos... incluso las chicas que no tienen ninguna gracia, sobre todo las que agotan mi paciencia.
Afuera el pasillo era un chiquero, lleno de latas de cerveza, serpentina, colillas de cigarro. Era esa clase de casas en las que vivían en fiestas. ¿Lo peor de todo? El jodido dolor de cabeza al hacerle frente a la luz. Dentro del dormitorio todo era mucho más tenue, pero el pasillo daba hacia una ventana por la que entraba la luz natural.
La reseca haciendo de las suyas.
Me puse la playera, me guardé el celular, y me arrastré por la pared mientras asimilaba el dolor. Intenté abrir algunas de las puertas que se me presentaban; la mayoría estaban cerradas o sin nadie. Con una mano en la frente avancé hasta llegar a una sala donde escuchaba murmuraciones. Abajo, en el primer piso, dos chicos limpiaban la inmundicia que la fiesta nocturna había dejado.
Aproveché que uno de ellos se marchó para bajar y colocar al otro contra la pared. Su rostro se me hizo familiar, era uno de los idiotas que animaba al tal Brian en la competencia.
—¿Qué pasó anoche? ¿De quién es el video que grabaron?
—Ya despertaste, eh. —Puse presión en los puños con los que lo tenía acorralado y él levantó las manos—. Ya, ya, tranquilo. Anoche hubo celebración, ya ves, y te quisimos jugar una broma. No pensamos que caerías tan rendido, hermano...
Dejé que continuara.
—Te emborrachaste con chupitos y te llevamos a una habitación para que durmieras.
—¿Tienes como probarlo?
—Hay videos de la competencia. Y Steven —con el mentón señaló al sujeto que se había largado— te sacó una foto vomitando. Fue asqueroso.
Poco me importó que hubiera una foto mía en tal estado, lo importante era que hasta ese momento la versión de Bonnie tenía sentido.
—¿Y luego?
—Apareció esta chica... —se relamió los labios al pensar en Bonnie— No sé su nombre, pero sí la recuerdo a ella. Se ofreció a ayudarte. De ahí no sé qué más pasó porque...
El tal Steven volvió y colocando una mano en mi hombro me apartó. Era otro gorila como el de la entrada, pero este se veía menos amistoso. Sin embargo, al ver mi cara me reconoció por la foto.
—Eres el tipo que anoche vomitó la alfombra.
Vaya ironía; primero me conocían como el borracho que cantaba fuera de la ventana y ahora el tipo que vomitó la alfombra.
—¿Dónde está la chica del video?
—La única chica que grabamos eres tú meándote encima por no aguantar más de cinco chupitos —se burló el tal Steve, con un puño cerrado.
—Anoche me prometieron que me dejarían ir...
—Y eso hicimos —apoyó el sujeto que tenía acorralado—. Te dejamos ir, pero acabaste como una cuba.
Ambos se echaron a reír.
De ellos no iba a conseguir nada, así que me dispuse a seguir buscando por las habitaciones. Sin embargo, un reflujo y el malestar que me provocaba todo esto fue el causante de que vomitara otra vez.
Molesto, el gorila me sacó de la fraternidad haciendo caso omiso a mis súplicas.
En la calle la luz fue un incordio. Me cubrí la frente con una mano haciendo de visera para poder ver, al menos, un poco del exterior hasta que mis ojos se acostumbraran. A juzgar por la posición de las sombras, era pasado el mediodía.
Debía verme fatal porque no hubo persona que pasara de mi existencia sin poner cara de disgusto.
Y para qué mentir, también me sentía fatal.
No sabía qué pensar, tenía demasiadas cosas en la cabeza y mi preocupación por Michi no hacía más que agrandarse junto con la ansiedad de no llegar a la residencia pronto.
La caminata hasta el edificio fue eterna, pero sentí algo de alivio al atravesar la puerta.
—Eh, ¿qué demonios te pasó? —preguntó Flavio. Había regresado de sus vacaciones.
No lo saludé ni me detuve a hacerle algún gesto amable, mi único objetivo era llegar a la puerta 15 y golpear.
La puerta se abrió con lentitud.
Contuve la respiración a la espera de que Michi apareciera.
Lo primero que vi fueron sus ojos marrones llenos de sorpresa, y un alivio me invadió por completo. No le di tiempo de decir algo, estaba desesperado por abrazarla.
Y eso hice.
—Chase, por Dios, ¿dónde estabas? Me tenías tan preocupada... Estuve llamándote y...
Me separé de ella y acuné su cara.
—¿Te hicieron daño? —pregunté.
Negó con la cabeza.
A juzgar por cómo me atraparon sus ojos, analíticos, decía la verdad.
—¿Y a ti?
Yo también negué con la cabeza.
—¿Qué pasó? ¿Dónde estabas? ¿Y por qué hueles tan feo? —Arrugó la nariz y se alejó—. ¿Te bebiste un barril de alcohol o qué rayos?
—Luego hablemos de eso... —le quité importancia—. ¿Ellos te hicieron algo? ¿Te grabaron o...
—No, de verdad, no me pasó nada. El líder de la fraternidad me encontró cuando esos chicos te llevaron y me preguntó si quería beber algo, pero me negué. Obviamente.
—Yo creí que tú...
—¿Yo?
—Te habían grabado.
—Pues no. El ambiente ahí dentro era extraño y no me sentí cómoda, mucho menos con el chico ese de sonrisa torcida. Odio las sonrisas torcidas... Nada en tu contra, por cierto. Fue muy insistente en que lo acompañara, pero saqué pecho y le dije que me dejara en paz o llamaría a la policía. Se burló, obviamente, pero cuando le enumeré todos los delitos que estaban cometiendo se echó para atrás. Y, bueno, al final esperé fuera de la casa hasta que me asusté. Lo siento, eran demasiados rostros de desconocidos y la mayoría eran hombres. ¿Por qué no respondiste? ¿Qué pasó?
—La pantalla de mi celular se hizo añicos.
Mi respuesta no la dejó conforme, sabía que no le estaba evitando contarle la verdad.
—Eso no explica por qué hueles fatal —se cubrió la nariz—. Hueles igual al vómito del hijo de mi prima.
Sonreí y sin que lo esperara, la abracé de nuevo. Ella emitió un sonido similar al gruñido de un animal, pero al final asumió la derrota y me abrazó. Apoyó su barbilla en mi hombro; su respiración era tranquilizadora.
—Tenías razón... No debí ir. Y tú tampoco. Nathan ni siquiera fue a la fiesta, está enfermo. O algo así me contaron Kash y Vea. ¿Chase, qué pasó?
—Ese grupo que nos separó me obligó a beber con la excusa de que me dejarían ir a buscarte. Fueron muchos chupitos. No sé cuántos tomé, pero es obvio que mi cuerpo no resistió lo suficiente.
Indignada, se separó y me miró con el rostro distorsionado.
—¿Querían que te diera un coma etílico? Deberíamos denunciarlos o reportarlos con el centro de estudiantes...
Negué con la cabeza.
—Olvídalo.
—¿Y si te colocaban boca arriba y vomitabas? Pudiste morir ahogado por tu propio vómito.
—Te hubiera gustado, ¿no?
—Te odio, pero creo que no mereces una muerte tan humillante —se burló.
Solté una risa nasal.
—¿Y luego? —insistió en saber.
—Vomité.
—Eso explica muchas cosas.
—Después me llevaron a una habitación y ahí dormí hasta tarde.
Sus ojos me enfrentaron; buscaba en ellos si decía realmente la verdad. Yo no desvié la mirada porque me negaba a tener que contarle sobre Bonnie. Despertar junto a ella había sido desagradable, tener que confiar en su verdad lo era todavía más. Lo que había pasado era una serie de coincidencias que no me convencían del todo, pero que en el fondo, si lo pensaba fríamente, no tenía de otra que admitir que ella tenía razón: era mi palabra contra la suya.
—Bien.
Suspiró y se sentó sobre la cama despertando a Pato que dormía a los pies como si hubiera trabajado toda la semana.
Michi, al contrario, lo más seguro era que no había dormido en toda la noche por mi culpa.
Su estómago gruñó.
—Tengo hambre —dijo, agarrándose el vientre—. Iré a comer en un rato. ¿Quieres ir?
—Solo si luego me acompañas a ir con el técnico de reparaciones.
—Me parece justo —sonrió—, pero solo si te bañas.
Blanqueé los ojos.
—Te veo en un rato.
Salí directo a mi dormitorio. Pol estaba dentro, estudiando mientras escuchaba música a través de los cascos. Tan normal como si no me hubiera mentido.
Mi resentimiento creció como fuego y sin medir la fuerza, lo levanté del escritorio para darle un golpe en la mejilla.
—Nathan no fue a la fiesta, puto mentiroso.
—¿Qué mierda, Chase? —preguntó. Su mano en la mejilla, tocando la zona que no tardó en ponerse roja.
—¿Qué mierda? ¿¡Qué mierda!? Me mentiste en la cara, me dejaste solo en esa jodida fraternidad y ¿tienes el descaro preguntar?
—Yo solo repetí lo que Bonnie dijo, ella lo insinuó, dijo que si tal vez te lo comentaba nos acompañarías.
—Ese es el problema, solo eres el pagafantas de Bonnie. El tonto de turno que busca para cumplir sus caprichos. Sé muy bien que no somos amigos, pero te tenía algo de estima. Ahora, lo único que quiero es partirte la cara por mentiroso.
Me contuve porque, de seguir así, me expulsarían por mal comportamiento.
Estaba enfurecido y al mismo tiempo me causaba tristeza saber que ya no podía confiar ni siquiera en Pol.
En silencio me metí al baño para tomar una ducha y quitarme el mal olor como si se tratara de olvidar todo.
Mirando el pelo oscuro entre mis dedos, puedo decir que Chase me mintió.
Lo sé porque un cabello así de largo no puede pertenecer a él. Y también porque conviví lo suficiente con Bonnie para saber a qué huele su perfume.
No entiendo la razón por la que Chase me está ocultando parte de la historia, pero tampoco quiero ser la clase de persona que lo obligue a sacarle la verdad. Si él no quiso contarme todo supongo que hay una razón detrás. Una que involucra a Bonnie.
Aun así, es imposible dejar de pensar en ello. Mientras espero que Chase termine de pagar la mitad del costo por la reparación del celular, mis pensamientos se vuelven volátiles, junto como no deseo.
—¡Bu!
Me asusta por detrás, pero estoy tan fuera de mí que apenas me asusto. Al ver que no ha logrado lo que quería, busca mi rostro por encima de mi hombro. Su cercanía facilita poder oler que está recién bañado, y es justo el aroma que esperaba sentir cuando me abrazó por la mañana.
—¿Por qué esa cara tan larga?
—Es la única que tengo. Si no te gusta puedes pagarme la operación.
—Yo nunca dije que no me gustara. —De reojo puedo ver la sonrisa que esboza—. Es más, me encanta, sobre todo cuando frunces el ceño...
No puedo evitar arrugarme.
—Ajá, justo así.
—Ahora entiendo por qué vives molestándome —digo con sarcasmo, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Eso me nace; es algo innato en mí.
—De eso no tengo dudas.
Se ríe y me abraza por la espalda, manteniendo el equilibrio mientras comienzo a caminar. Sentir su calor corporal con el frío de otoño es justo lo que necesitaba. Poco a poco mi temperatura empieza a subir y unas sensaciones que llegan sin sentido me atacan.
—Espera.
Me sacudo para que me pueda soltar. Confundido, Chase me rodea y se coloca frente a mí.
—¿Qué pasa?
—Estoy menstruando. Es decir, no todavía, pero ya casi.
Mi respuesta le saca una risita.
—¿Y eso qué?
—Que me pongo más... Bueno, tú sabes.
—¿Caliente? ¿Lujuriosa? ¿Lasciva?
—Pues sí...
—Michi, no es como si fuéramos a desnudarnos en la calle y tener sexo.
—Existen los baños públicos.
—Ah, con que lo has pensado.
—Tengo muchos escenarios en mi cabeza, por eso mantén la distancia.
—Uhm... —Se lleva una mano al mentón, pensativo—. No quiero.
Vuelve a abrazarme. Es como si fuéramos dos esquimales que buscan refugio del frío en el otro.
O dos osos, porque la forma en que Chase me abraza llega al punto de sofocarme.
Es extraño que esté tan meloso después de una supuesta resaca, y no quiero de nuevo dar círculos alrededor de lo que le pasó, pero... ¿y si se trata de eso? ¿Qué es lo que vio que lo tenía tan preocupado?
El estómago me gruñe y es el causante de que nos separemos.
—¿Dónde quieres ir a comer? —pregunta.
Me lo pienso un poco.
—Tengo ganas de comer...
—Hamburguesas, apuesto.
—Siempre tengo ganas de comer hamburguesas —respondo y él sonríe—. Pero también se me antoja algo de comida china.
—Buena elección.
Nos dirigimos a un restaurante de comida china que se encuentra a dos cuadras de donde estamos. No parece ser un sitio muy popular, porque somos atendidos enseguida y nos sirven la comida más rápido de lo que esperábamos. No obstante, en lugar de servirla en el local, llevamos todo hacia una plaza donde nos sentamos en la banca. Chase a un extremo y yo en el otro, dejando la comida en el centro.
—¿Esto cuenta como una cita? —pregunta de pronto, cogiendo una hoja de wantan.
Hago un esfuerzo por masticar pronto el arrollado primavera para poder responder:
—No creo —me encojo de hombros—. Y creo que nunca hemos tenido una cita formal, en plan elegante, en un restaurante.
—¿La de vestirnos como estrellas no cuenta?
—¿Cómo cita elegante? Me temo que no.
—¿Y la de la cafetería?
—Eso no fue una cita como tal.
—La del restaurante luego de la comida con mi padre debería contar, ahí vestíamos elegante —señala.
—Oh, cierto, esa vez... Pero fue algo improvisado.
Chasquea la lengua y me mira como todo un resentido.
—Qué exigente eres. ¿Es que no sabes que las mejores citas son las que nacen de la nada?
Mala idea desafiar al destino, porque en cuanto acaba de hablar una gota gigante cae justo sobre su hoja de wantan, haciendo que esta se quiebre y la mitad caiga al piso. Pronto más gatas caen y no nos queda de otra que recoger todo y correr hacia la vieja pérgola que se encuentra en el centro de la plaza.
Aquí no hay dónde sentarse más que en el piso, pero está lleno de hojas secas que se rompen al pisarlas.
—Dime que algún día tendremos una salida normal —dice al ver cómo las gotas caen sin parar.
—Puedo decírtelo, pero sería una mentira. Cada día me convenzo más que lo encuentro va más allá de lo ordinario...
Pese a mi tono de derrota, Chase se toma mis palabras para bien.
—Porque somos extraordinarios —guiña un ojo.
Gruño mirando en otra dirección.
Si él es el optimista de la relación, entonces mi papel es ser la pesimista. Ya saben, para seguir con el tema de que somos opuestos.
Al final optamos por sentarnos en la escalerita de la pérgola y decirle adiós a lo higiénico. La lluvia más que arruinar el momento, lo convierte en algo más íntimo y agradable.
Sin embargo, necesito soltar lo que me preocupa.
—¿Chase? —No lo miro, pero puedo notar por el rabillo del ojo que ha volteado a verme—. No sé qué haya pasado en esa fraternidad, pero... sea lo que sea, puedes decírmelo.
—Solo me emborraché.
—Dudo que solo haya sido eso, estabas muy preocupado y desorientado.
Escucho su resoplido.
—A veces olvido lo inteligente que eres.
—Oye, gracias por el cumplido.
Soy sarcástica.
—Bien —vuelve a suspirar—, te contaré.
Procede a relatar lo que le ocurrió en la noche desde que fuimos separados en la fiesta. Me habla sobre un tal Brian, la competencia de chupitos, el fuego interno que sintió cuando empezaba a embriagarse e incluso cuando llegó a un punto más bajo y vomitivo. Y, cómo no, también me cuenta sobre su despertar y Bonnie. Lo hace de forma tan ligera que incluso me parece indignante.
—Deberías denunciarla, demandarla o no sé, algo.
La rabia que siento hacia Bonnie ha llegado a su punto más alto, mucho más allá del odio que sentía cuando me acusó con el rector.
—No pasó nada.
—¿Cómo estás tan seguro? —cuestiono.
—Porque conozco mi cuerpo. Y porque estaba borracho, esto no funciona —se señala la entrepierna.
—No importa, deberías acusarla con alguien para que no se salga con las suyas.
—Puedo decírselo a su padre, que le dé algún escarmiento.
—Esa es una buena idea. Pero su padre le dará la razón a ella o te dirá que la estás acosando —me burlo imitando el mismo tono que el padre de Bonnie usó en la llamada.
—Michi, realmente creo que no pasó nada mientras estaba dormido, Bonnie no es esa clase de persona por mucho que intente ganar.
—¿Entonces por qué quiso tenerte en esa fiesta? Es como si hubiera planeado todo.
—¿Quieres que te sea sincero?
—Por favor, es todo lo que te pido.
—Creo que quería provocarnos. El que me haya despertado en el video no fue una coincidencia, ella quería que creyera que se trataba de ti. Tal vez sea una advertencia. Antes de irme, insinuó que todos pueden hacerse famosos en internet. Estoy seguro de que hablaba de ti.
—Por eso estabas tan asustado.
Asiente y baja la cabeza hacia la comida. El apetito se nos ha ido a ambos.
—Manipuló toda la situación y no dudo que lo intente hacer si la acuso. Pero, tienes razón, no puedo dejar pasar esto. Voy a hablar con nuestros padres.
Eso me deja mucho más tranquila, aunque no del todo.
Bonnie, eres un maldito grano en el trasero.
_____________________
aish, lo que me costó escribir este cap. porque no soporto a bonnie, y parece que mi compu tampoco porque se me apagó la pantalla en plena escritura jjsjs casi me da un infarto.
yo sé que quieren que extermine a la coneja de una buena vez, pero lo sieeeento, todavía tiene su papel en esta historia aunque no les va a gustar >:)
y desde ya les digo que no la voy a matar, mi pasado como escritora asesina ha quedado atrás, y si no lo hice con ese personaje que empieza con D *ejem, los que leyeron LOC sabrán, ejem* tampoco lo haré con Bonnie.
A menos que me sobornen con una pizza :O
okno
Para los que preguntan, les quedan unos 6 o 7 capítulos a la historia, aunque siempre que digo un número al final es más XD pero ya saben que me gusta terminar todo en 0 o 5 o número par jjdjsja mi TOC no me deja tranquila si es otro número
La respuesta de la constelación fav de Michi es: Felis
Por cierto, iba a subir un especial de Chase cuando se entera que será vecino de Michi, pero me olvidé sdfghgfd en fin, yo y mi cabeza
estaba pensaaaando en buscar lectores beta para la edición de Un beso bajo la lluvia, todavía no es algo seguro, peeeero, si tienen una mente crítica, saben dar críticas constructivas y les gusta el rollo de la edición, la construcción de personajes y leen rápido, podrían decir yo para tenerlos en cuenta en caso de que lo llegue a hacer :)
los jamoneo y no olviden bañarse <5-2
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