Capítulo 28 🦊 Una segunda oportunidad... ¿de arruinarlo todo?
#ViernesDeRTR
#AquíPasamosLista
¡Tenemos playlist gracias a una lectora (Vero) que se tomó las molestias! Muchas gracias <3 Les dejo el enlace vinculado para que le den corazoncitos~
Capítulo dedicado _vickyyy12 por adivinar a quién le romperían el kokoro~
Me despierto con un halo de luz pegándome justo en la cara. Arrugo todo mi rostro y me escondo bajo las sábanas para seguir conciliando el sueño. Pienso en lo cómoda que estoy, en lo pesado que siento mi cuerpo y, luego, en que apesto a cerveza.
—¿Tuviste una mala noche? —escucho decir a una vocecita demasiado aguda y burlona. Es el mismo tono de voz que usaría Anne en esta situación.
—¿Bonnie?
—¿Quién más podría ser?
Su respuesta me deprime un poco; hubiera deseado estar en casa, con Anne haciendo más llevadera mi mañana. Basta con que me incorpore para saber que estoy pidiendo demasiado. El único familiar es Pato, que está demasiado curioso por mi nuevo olor.
Mierda, tengo las puntas del cabello tiesas... y mi playera también. Voy a odiar a Houston por esto.
Por si no bastara con ser una botella de cerveza andante, mi cama también huele fatal. Tendré que ir a la lavandería luego de bañarme. Qué flojera.
—A juzgar por cómo roncabas, no escuchaste nada.
Me restriego un ojo e intento ver a Bonnie. Ella, a diferencia de cómo probablemente me encuentro yo, luce radiante. Y, por supuesto, su lado del cuarto está muy ordenado.
—¿Escuchar qué?
Ignorando la actitud repelente que sale a la luz cada vez que me encuentro cerca de ella, esta vez se acerca a mí con los ánimos tan altos que me cuestionar si sigo durmiendo o vivo en una nueva simulación.
—El chico del que te hablé vino anoche —dice esbozando una sonrisa llena de picardía—. Estuvo cantando fuera de nuestra ventana.
¿Acaso escuché bien?
—¿Qué? —es lo único que puedo decir.
Volviendo a su faceta reticente, endereza la espalda y se cruza de brazos.
—No me mires como si fuera una loca, hasta lo grabé.
Se dirige al velador junto a su cama y del primer cajón saca su móvil para enseñármelo. En el video se escucha a alguien cantar en el exterior. Muy mal, por cierto. Se nota a leguas que está borracho. Bonnie se acerca a la ventana y, por una fracción de segundos, yo aparezco en el video babeando la almohada y roncando, tal cual dijo. Sin asomarse, enfoca la ventana hasta que la silueta al otro lado se ve con más detalle. Basta con verla para saber que se trata de Chase.
Se me revuelve el estómago al prestarle atención a lo que canta.
Y como un tonto, estoy parado aquí sin comprender nada
Estoy mirándola, alejándose cada vez más
Ella se convierte en un punto y luego desaparece
¿Esto desaparecerá con el pasar del tiempo?
Recuerdo los viejos tiempos, te recuerdo
Si tú, Si tú
Si no es demasiado tarde
¿No podemos volver a estar juntos?
Si tú, si tú
Si estás luchando como yo
¿No podemos hacer las cosas un poco más fáciles?
Debería haberte tratado mejor cuando te tenía...
Bonnie se acomoda sobre mi cama y entre risitas dice:
—Aquí viene la mejor parte.
Chase se acerca a la ventana y toma aire.
—Sé que no puedo estar aquí. No, me retracto, no debería. Me propuse no hablarte hasta que tú lo quieras porque quería respetar tu decisión, pero no puedo ir contra lo que siento. Perdón, no puedo. Estoy intentando contener lo que siento y olvidarme de ti, pero es imposible. Me has atrapado y no quiero estar lejos de ti. Te necesito... y mucho. Mucho más de lo que pensé. Por favor, déjame quererte.
Su voz a este punto del video suena suplicante. Es un ruego que rompe algo dentro de mi alma.
Una parte de mí siente que va dirigido a mí, que cada una de sus palabras son una súplica que merecía ser escuchada; la otra parte piensa que estoy volando demasiado alto y va para Bonnie. Quiero que sea para ella, por el bien de mi dignidad, porque, de lo contrario, saldré corriendo a perdonar hasta su más oscuro pecado.
Bonnie pausa el video.
—Luego viene la parte en que el tipo de la portería y otros chicos más se lo llevan a la fuerza. ¿No es romántico?
Mi negativa actitud se opone a su entusiasmo.
—¿Qué tiene de romántico que un tipo borracho te cante? Es espeluznante. Y es más espeluznante saber que lo hizo borracho. La próxima vez quizá qué clase de locura hará.
La lengua se me afloja. Ups.
Bonnie blanquea los ojos.
—El hecho de que borracho no haya podido contener lo que siente torna la situación en algo tierno. Y sí, es una locura, pero no a todos les ocurre en la vida. Cuando te pase a ti, apreciarás estos detalles. Por ahora, solo te toca mirar.
Me muerdo la lengua para no decirle que existe una alta posibilidad de que esa espantosa serenata va para mí. No lo hago porque no quiero entrar en detalles, no me gusta presumir y porque Bonnie luce tan segura que ya estoy dudosa.
—Prefiero aferrarme a mi soltería —digo en voz baja, animándome a levantarme. Por unos segundos había olvidado que necesito una ducha con urgencia.
Me meto a la ducha y al salir llevo mis sábanas a la lavandería. Ahí aprovecho de llamar a mis padres. Mamá, siempre protegiéndome de más, me reclama por no haberle contestado temprano. No quiero decirle que estaba viajando por la estratósfera por culpa de un estúpido muffin, así que miento diciéndole que la batería de mi celular había muerto. Luego llamo a Anne para ponerla al corriente de la fiesta, omitiendo lo de Chase. A sabiendas de mi mala suerte, seguro que me topo con él en la lavandería justo cuando estoy contándole sobre su horrible canto.
En fin, que al final la media hora entre el lavado y el secado no hay ninguna novedad alucinante, solo que tengo hambre.
Vuelvo al dormitorio a dejar mis sábanas y solo encuentro a Pato. El pobrecito está mirando hacia el exterior con una mirada anhelante, así que decido sacarlo a pasear luego de terminar mi almuerzo. Porque sí, es demasiado tarde para desayunar.
Esta vez me animo a llevar a Pato mucho más lejos de la residencia para que el alboroto estudiantil en la plaza no lo ponga ansioso. El trayecto resulta tranquilo, con algunas personas queriendo darle mimos y yo con mi ansiedad a tope intentando ser lo más sociable posible. A cierto punto, empiezo a acostumbrarme.
Sin darme cuenta, llego a la residencia de Houston.
No he sabido nada de él desde anoche.
—¿Estás vivo? —pregunto al llamarlo por celular.
—Tengo resaca.
Tiene la voz tan ronca que, en vez de haber bebido, pienso que fumó unos cien cigarros.
—Estoy en la placita fuera de su residencia, con Pato. Ven a verme o te golpeo.
—¿Quién eres? ¿Anne? —espeta— ¿A qué se debe tanta agresividad?
—Luego te cuento.
—¿Acaso pasó algo interesante con el tal Nathan?
Apenas recuerdo lo que pasó con Nathan. Solo que me llevaba en su espalda hacia mi dormitorio. Ah, y que olía bien.
—No pasó nada. Baja o subiré a aplastarte.
—Dame tiempo, ¿quieres? Anoche vomité y me duele la cabeza. Necesito tomar una ducha fría, comer algo... lo normal.
Blanqueo los ojos, aunque no me pueda ver.
—No me hagas esperar tanto o me buscaré un nuevo mejor amigo.
—Tienes dos flamantes candidatos; uno de ellos es tu ex.
La palabra «ex» me duele más de lo que esperaba. Y es que Chase no fue mi novio, también fue mi amigo. O es lo que pensé en un principio pese a decirle un millón de veces que lo odiaba.
—Perdón, no debí mencionarlo —dice Houston ante mi silencio.
—Descuida, cada vez duele menos —miento—. Te espero...
Quiero continuar, pero escucho mi nombre a la distancia. Busco quién me llama y veo a Kash correr en mi dirección con su gatita en brazos. ¿Cómo era que se llamaba? Puchi, Pachi... ¡Pocky!
—Oh, por Dios, ¡Pato es un gato negro! —exclama al verlo. Se sorprende por eso, pero a mí me sorprende que esté tan puesta de ánimos.
—Eso explica mi mala suerte.
—Esa creencia es tan absurda —suelta haciendo una mueca de disgusto— ¿Cómo puede una cosita tan bella traer mala suerte?
—Solo bromeo —digo, permitiendo que Pato tome la iniciativa de acercarse a olfatear a Pocky. Ella también se acerca para olfatearlo, pero es mucho más tímida e intenta permanecer distante—. ¿Crees que se lleven bien?
—Pocky es muy tímida, pero ya verás que luego de unos minutos se acostumbrará a Pato.
Y así sucede. Cuando Pato decide que es tiempo de que Pocky lo olfatee, decidimos bajarlos para que se acostumbren a la presencia del otro. Pato no tarda en darle zarpazos juguetones y Pocky le devuelve unos cuantos colocándose en dos patas.
—Necesito grabarlos —dice Kash en una voz tan chillona que siento que en cualquier momento explotará de ternura. Graba justo el momento en que Pocky empieza a maullar, sorprendiendo a Pato—. Oh, Pocky, has espantado a Pato. Es sorda de nacimiento, por eso maúlla tan alto —explica tras detener la grabación—. Los gatos de la guardería también se asustaron cuando la oyeron.
Ríe de mala gana.
—¿La llevas a una guardería? —pregunto incrédula.
—Sí, es que me da pena dejarla encerrada en mi dormitorio —habla en un tono aniñado—. Mi compañera de habitación es un amor y me dijo que lo cuidaría, pero los gatos son impredecibles y Pocky tiene sed de dominar el mundo, no dudaría en escaparse.
Pienso en la posibilidad de dejar a Pato en una guardería mientras estudio, sobre todo aquellos días donde las clases se juntan y no puedo pasearlo, pero mi corazón se estruja con solo pensar que va a estar lejos de mí o que no se pueda adaptar al lugar. Lo apretujo entre mis brazos para refugiarme de mis ideas catastróficas.
—La guardería es muy segura —dice Kash al verme—. Además, pagas por hora, así que no gastas demasiado. Fue creada especialmente para los estudiantes con animales. Pocky ha hecho muchos amigos, ¿verdad?
Como si la gata le entendiera, maúlla otra vez.
—No sé si estoy dispuesta a dejar que Pato abandone el nido, apenas se está adaptando a nuestro nuevo dormitorio.
—Bueno, si en algún momento lo necesitas, me dices y te doy la dirección.
Houston por fin se digna a aparecer. Tiene la mirada cansada, ojeras que se esconden detrás de sus gafas. Camina igual que un zombi —con muy buen sentido de la moda, cabe aclarar— y me abraza.
—Déjame dormir un rato más en tu hombro, amiga —dice bajito.
—Ni lo sueñes —reclamo, sacudiendo el hombro—. Es tarde, me está dando hambre y me propuse mantenerte lo más distraído posible, así que vuelve a tu dormitorio o ve al baño de tu residencia y lávate la cara.
Gruñe y decide pasar de mí. Para su desdicha —porque se nota a leguas que le disgusta— se encuentra con la sonriente Kash, quien no duda en saludarlo con una seña.
—Si van a conocer la ciudad, ¿me llevan? —pregunta y al instante pretendo decirle que sí, pero Houston me cubre la boca.
—¿Qué haces aquí?
Es como si le molestara que Kash tenga más protagonismo en la historia de su vida.
—Paseaba a Pocky y me encontré con Michi —me señala como si fuera un producto de comercial televisivo.
Houston recién parece darse cuenta de la presencia de los felinos. No duda en ponerse en cuclillas para acariciar a Pato y luego dejar que Pocky lo olfatee. Emite un chillido de ternura y se levanta con mejor humor.
—Creí que eras de aquí —se explica.
—¿Yo? —se apunta Kash, aunque es evidente que la pregunta va dirigida a ella— No, no, no. Soy del otro lado del país. Esta ciudad apenas la voy conociendo por Google Maps. Me falta gran parte del centro.
—¿Entonces qué esperamos? —Codeo a Houston para que no diga nada— Vamos al centro. Luego podemos pasar por la cafetería que Larry mencionó.
—¡Buena idea! —se entusiasma Kash, agrandando los ojos— Estoy deseosa de comprobar si lo que se cuenta es real. Iré a dejar a Pocky con Vea y vuelvo.
En cuanto Kash nos da la espalda, Houston me lanza una mirada de reproche.
—¿Qué?
—Sigues invitándola a todos nuestros eventos —gruñe, fastidiado.
—Solo fue a uno. ¿Cuál es el problema?
Saca pecho enseñando su lado más soberbio y responde:
—Ninguno.
—Lo hay si me miras así.
—Esa chica es tan... —frunce el ceño en busca de la palabra más adecuada— caricaturesca. Es como un estereotipo andante.
Esperaba todo menos una descripción así, sobre todo viniendo de él.
—Es linda, amigable, tiene un gatito y buen sentido de la moda —la defiendo, indignada—. ¿Qué hay de malo?
—Ya te lo dije: ella es demasiado Barbie. Siempre está feliz.
—Y eso contrasta con tu proceso de «el amargo retorno a la soltería», ¿verdad?
—Exacto. No puedo deprimirme en paz.
—Mejor. No vale la pena que te deprimas por un idiota. Y, Houston, ella es muy linda. Anoche, mientras vomitabas los sesos, te cuidó. Deberías valorar lo que una persona «falsa», a tu juicio, hace por ti. La mayoría de las personas solo arrugaría el ceño del asco y se apartaría.
El puchero que forma indica que mis palabras le han calado hondo (al fin) y asumo que le servirán de recordatorio cada vez que intente hablar mal de ella. Fuera de su actitud, es gracioso verlo tan amargado junto a Kash que es todo lo contrario cuando nos dirigimos a mi residencia para dejar a Pato.
Cerca de los estacionamientos del edificio diviso a Nathan, que con paso ligero camina hacia la puerta. Sin pensarlo grito su nombre y él voltea enseñando su rostro pálido como la porcelana. No responde a mi seña, en su lugar, prefiere acercarse.
—¿Este es Pato? —pregunta señalándolo con el dedo. Luce inseguro de hacerle cariño.
—El famosísimo causa-problemas Pato. Adelante, acarícialo, no te hará nada. —Pero como buen gato traicionero, Pato contradice mis palabras bufando. Nathan retrocede y se cubre la mano—. Pato malo. ¿Estás bien?
—El pobre casi muere del susto —suelta Houston.
Nathan se limita a asentir.
—¿Qué haces aquí? —prefiero cambiar el tópico.
—Vine a verte. Quería saber cómo estabas después de lo de anoche.
—Mejor cuéntanos qué pasó anoche después de que nos dejaste en la residencia —insta Houston en un evidente tono sugerente que me hace desear esconder la cabeza bajo la tierra. Por suerte Nathan no parece notarlo.
—La saqué del auto porque apenas podía sostenerse en pie y la llevé a su cuarto.
—¿Solo eso? —las estúpidas cejas de Houston bailan en su frente. ¡No puede ser más obvio!
—Sí —responde Nathan con tranquilidad.
Yo, por el contrario, enrojezco sopesando las intenciones de mi amigo. Entonces, una escena difusa llega a mí para empeorarlo todo. «No importa, yo puedo repararlo», dijo Nathan. Había olvidado que dijo esas palabras después de que ahogara el llanto pensando en Chase. Eso y su susurro deseándome buenas noches.
Houston abre la boca para hablar, pero me adelanto.
—Luego de que te fuiste me convertí en un oso e hiberné hasta el otro día. Gracias por preocuparte.
Hay un silencio poco reconfortante, y la mirada sugerente de Houston no ayuda en absoluto. Mis nervios se alinean con mi torpeza y hablo lo primero que se me viene a la cabeza:
—¿Po-por qué no te unes a nosotros? Vamos al centro de la ciudad y luego pasaremos a una cafetería muy famosa.
—Sí, Nathan, acompáñanos, eso pondrá muy feliz a Michi —Houston no tiene escrúpulos. Está poseído por el espíritu de Anne y le da codazos en las costillas a Kash.
—Y a mí —repara ella. Quiero abrazarla, porque sin haberse dado cuenta, ha hecho que el plan de fastidiarme que tenía Houston se vea arruinado.
—Tengo tiempo libre —dice Nathan, entusiasmado.
—¡Genial! Me ocupo de Pato y nos vamos.
Los chicos me esperan en la recepción. Kash, como no, está hablando con el encargado como si fueran dos grandes amigos que se reencuentran después de mucho tiempo sin verse. Houston está inmiscuido en su celular y Nathan está cruzado de brazos luciendo distante.
—¿No invitarás a tu compañera de habitación? —pregunta Kash.
—No estaba, debió salir mientras no estaba.
—Qué lástima —habla Houston—, estoy seguro de que le habría encantado acompañarnos.
Su sarcasmo me saca una sonrisa.
Tomamos el transporte PRT hasta la estación más cercana al centro.
La ciudad es mucho más grande y diferente que Hazentown. Los edificios son tan enormes que al mirar hacia arriba me mareo. También hay muchos lugares turísticos, ferias artesanales, centros deportivos y lugares para estudiantes.
—No sé qué le ven de asombroso, es como cualquier otra ciudad —comenta Houston después de que Kash y yo les tomamos fotos a unos murales enormes.
—En la mía no —objeta Kash—. Vengo de un lugarcito muy pequeño que apenas tiene pavimentada la calle principal. O internet que rinda.
—¿En serio?
—Ajá, no miento. ¿Ustedes de dónde son?
—De muy lejos de aquí —responde Houston sin expresión en la voz. Se nota que hablar de su ciudad trae recuerdos de su exnovio y, por ende, de la infidelidad.
Kash nos mira en busca de nuestra respuesta.
—Hazentown —digo.
—También —responde Nathan, más atento a lo que nos rodea que a nuestra charla. Este paseo ha confirmado que es más callado de lo que pensaba.
—O sea ¿todos ustedes se conocen desde antes de venir Atkins? —señala Kash, incrédula. Sus expresivos ojos viajan de un lado a otro y puedo percatarme que su delineado tiene pequeñas florecitas.
—Sep —tomo la palabra—. Houston es mi mejor amigo y Nathan es la persona que me salvó de una insolación cuando estaba vestida de pizza —rio de mala gana.
—Ah... —suspira Kash—. Me hubiera encantado tener a alguna de mis amigas en Atkins, a ninguno les llamaba la atención.
—Pero aquí tienes muchos amigos —la animo.
—Me llevo bien con muchos, pero me falta alguien que complemente mis locuras.
—Bueno, acá tienes a Michi. —Houston me da palmaditas en la cabeza—. A veces a ella se le va un tornillo.
Le doy un codazo entre risas.
—Lo acepto, pero me ofende muchísimo. Te sorprendería las idioteces que he hecho —admito.
—¿Alguna locura por amor? —insinúa Kash, moviendo las cejas de manera sugerente.
—Ni te imaginas...
—Una vez intentó ligar con un chico estando borracha y no le salió muy bien —le comenta Houston—. Terminó dándose un chapuzón.
Kash y él se ríen a mi costa y yo no doy más de la vergüenza.
—Mejor no hablemos de corazones rotos porque todos hemos tenido una decepción amorosa —digo a modo de defensa. Quiero que mi indirecta le llegue justo en el corazón a Houston.
—Yo no —admite Kash levantando su mano en alto como si dijera un juramento antes la corte suprema.
Houston detiene el paso y la agarra del brazo.
—¿Nunca?
Kash, sincera, asiente.
—Jamás. En mis diecinueve años jamás he tenido un romance o algo que se le parezca. Ni siquiera he dado mi primer beso.
Esa podría haber sido perfectamente yo. Si no me hubiera besado en esa fiesta de niña me hubiera evitado tantos problemas...
—¿Ni un piquito? —insiste Houston, incrédulo.
—Tampoco. ¿Es demasiado raro?
—No —se apresura en responder Houston—, pero... Esperaba que alguien tan social como tú lo hubiera hecho ya. Entiendo que quizá no lo has hecho por diferentes opciones o por la falta de ellas...
—Es que yo soy más una espectadora —Kash interrumpe su desvarío—. Y me gusta serlo.
—Okey, lo entiendo —Houston continúa caminando—, eres de los fetiches raros. Así que tenemos a dos despechados, una voyerista y tú... —se dirige a Nathan.
—Yo tampoco he besado a alguien —confiesa Nathan y se apresura a añadir—: Y no, no me gusta ser espectador.
—¡¿Quéééé?! —Mi dramatismo sale a la luz— ¿Tú?
—Yo.
—¿Sin haber besado antes?
—Pues sí.
—Pero ¿¡cómo es posible!?
—En primer lugar, iba a un colegio de chicos.
—¿Ni con un chico? —lo interrumpe Kash, a quien parece haberle deprimido la noticia.
—Si digo que no he besado a nadie, puedes hacerte una idea de que incluye a chicos.
—Pero... Sigo sin poder creerlo. Tú eres guapo, inteligente, tienes esa aura misteriosa que le encanta a las chicas, ¿de verdad ninguna tuviste la oportunidad?
—Basta, Michi, lo haces ver como un bicho raro —interviene Houston, dándome un zarpazo en la mano.
—Perdón, es que... en mi cabeza imaginaba a Nathan con pretendientes. Porque las hay, ¿verdad?
Nathan asiente, apacible.
—¿Entonces?
—Ninguna me gusta y, para ser sincero, jamás he tenido la oportunidad. La mayor parte del tiempo me la pasé estudiando o dedicado a mi arte, a escuchar a mi padre y seguir las enseñanzas de mi madre.
—Tienes suerte —Houston le coloca una mano en el hombro—, en la universidad está lleno de oportunidades, ¿verdad, Michi?
Le levanto el dedo corazón ante su sutil sugerencia y adelanto el paso.
Seguimos caminando hasta llegar a la famosa cafetería que mencionó el tal Larry el día que nos hizo un tour. La fachada es pintoresca y se ve que es bastante popular entre los estudiantes, pues está muy concurrida. Por suerte, un grupo de estudiantes deja libre una de las mesas junto a la ventana para que podamos sentarnos.
En lo que leemos la carta, Houston se anima a hablar:
—Hay algo que no me ha quedado claro —se dirige a Kash—: si vienes de un lugar donde apenas hay internet, ¿cómo ingresaste a la universidad?
—Postulé a una beca del gobierno, vieron mi perfil, mi situación familiar y me admitieron —se encoge de hombros como si ganarse una beca gracias al gobierno fuera lo más normal del mundo. ¡Pues no! Yo sufrí anhelando una maldita beca—. Vengo de una familia numerosa. Somos seis hermanos.
—Qué horror —dice Houston sin pensar.
Kash, lejos de ofenderse, se carcajea.
—Es una casa muy ruidosa —dice asintiendo.
—Yo no pondría objeciones, me hubiera gustado tener más hermanos —confieso, aunque luego pienso en lo horrible que fui de niñera y en lo posesiva que soy con mis pertenencias.
—Es un arma de doble filo; a veces darías tu vida por ellos y, otras veces, quieres enviarlos a la Antártida —habla Kash, poniéndose muy seria—. Siempre había alguna pelea absurda, pero los extraño tanto...
Su suspiro queda suspendido en el aire, anhelante y nostálgico.
—Entiendo que no hay internet, pero supongo que tienen cobertura —dice Houston, frunciendo el ceño.
—Tenemos internet, solo que hay disponible en el colegio y en la biblioteca. Y también hay cobertura, tan anticuado no somos. El problema es que yo acepté la beca en contra de lo que querían mis padres. —Aquella confesión despierta la atención de Nathan, quien no duda en mirarla—. Ellos querían que me quedara con ellos, ayudándoles en la casa o cuidando a mis hermanos, pero yo no quería eso para mí. Desde que me fui no he recibido ninguna llamada de ellos ni me responden el teléfono.
Houston y yo nos miramos sin dar crédito a lo que escuchamos. ¿Realmente existen personas así? Pienso en mis padres; en lo protectora que es mamá y en lo molesta que se pone cuando no la llamo. Pienso en lo reconfortante que son las palabras de mi padre preguntándome por cosas absurdas o dándome consejos sin sentido. Son detalles, pero que me hacen sentir apreciada.
—Eso es tan triste —murmuro tratando de imaginar el dolor que puede sentir Kash y lo increíble que es al mantener un buen ánimo.
—Ojalá pudieran entender que si decidí estudiar en la universidad fue por el bien de nuestra familia.
—Espero que algún día puedan entender tu decisión.
Incluso Houston le da ánimos. Kash le devuelve una sonrisa y suspira como si por fin lograra haberse sacado un gran peso de encima.
Después de escoger lo que pediremos, Houston va al baño y Kash se pone en la fila para hacer el pedido, por lo que Nathan y yo nos quedamos cuidando los asientos.
—¿Así que eres la clase de persona que hace esa clase de cosas? —pregunta de repente. Está sentado frente a mí, con ambos brazos apoyados sobre la mesa. Tiene un aire serio que contrasta con el entorno colorido de la cafetería.
—¿Hacer qué?
—Locuras por amor.
Me da un cosquilleo repentino y quiero creer que se debe a alguna lombriz solitaria o que el desayuno-almuerzo me ha sentado fatal, porque decir que a estas alturas la palabra «amor» me produce demasiadas cosas es demasiado descabellado. Y porque ahora «amor» va de la mano con «rompimiento».
¡Basta, estúpida! Dijiste que ya no querías darle poder sobre ti.
Sí, pero... Mi corazón de pollo es débil, sobre todo con lo de la mañana.
—No exactamente, yo... —respondo tras sobrepensar—. Bueno, si acompañar a Chase a la comida con tu padre cuenta como locura.
—Con lo que ocurrió, diría que sí cuenta como locura.
Me gusta que él también lo vea de esa forma y le sonrío. Quiero preguntarle más sobre el acuerdo que llegó con su padre después de lo decepcionado que estaba o cómo llegó a convencerlo, pero se adelanta y pronuncia:
—Yo esa vez no sé en qué estaba pensando en ese momento. —Su voz es baja, casi tanto como lo hago yo cuando hablo conmigo misma.
—Supongo que pensabas en tu futuro y lo que realmente sientes, fuiste muy valiente...
—No me refiero a lo que le dije a mi padre, sino a haberme confesado e intentado besarte.
Aquella corrección me deja pálida, pero al instante en que repaso las palabras en mi cabeza, enrojezco. Había olvidado que Nathan había intentado besarme, y lo hubiera hecho de no ser por la intervención de Chase.
—Descuida —río abanicándome la cara con una mano con tanta exageración que podría fracturarme la muñeca—. Es decir, fue sorpresivo y un poco extraño, pero entiendo que fue algo que hiciste sin pensar.
¿Estoy excusando un beso? ¿Acaso soy idiota?
Confirmo: sí, lo eres.
—Michi...
Nathan estira su mano para detener el frenético movimiento de la mía. Su agarre es cálido y protector. Sus ojos intimidantes conectan con los míos de una forma que siento extraña, y quiero apartarme, pero no puedo. Es como si me hubiera hechizado. Incluso está más cerca, inclinado sobre la mesa, acortando la distancia que nos separa. Con sus piernas entrelazadas con las mías.
—Quisiera disculparme si te hice pasar un mal rato y también quería confesarte que mis sentimientos hacia ti no han cambiado. Me gustas mucho más que antes.
¿CÓMO DIJO? ¿Se acaba de confesar? ¿¡Otra vez!?
¿Y ahora?
¿Qué se supone que diga?
¿Lo rechazo?
¿Se lo agradezco?
¿Hago una pregunta retórica?
Mierda, no sirvo para estas cosas.
—Nathan, yo...
Alguien carraspea.
¡Gracias a los cielos alguien carraspea!
Volteo con la sospecha de que se trata de Houston, pero mis ilusiones se desmoronan al hacerle frente a la cara de Chase. Está apoyado con ambas manos sobre la mesa como si estuviera dispuesto a subirse encima de esta con tal de separarnos.
—¿Podemos hablar? —me pregunta con una expresión que ya conozco, aunque pocas veces le vi. Está molesto.
Algo en mi interior se revuelve. Escucho en mi cabeza la canción que cantaba con fuerza de la ventana, en sus palabras suplicantes, en cómo rogaba que lo dejara querer. Él estaba suplicando por mí a pesar de que sabía que no podía y, ahora, lo está intentando otra vez.
Soy débil.
Pero no debo caer.
Pero...
Pero...
¡Pero...!
—La bella durmiente ha despertado al fin.
Abrí mis ojos al escuchar la voz burlona de Pol. Él estaba sentado en su escritorio, con una mano sobre la mesa y la otra en el respaldo de su silla. Se había girado hacia mí para observar mi deplorable estado, seguro tras un gruñido que habré soltado por el dolor de cabeza que me fastidiaba.
—Espero que no haya sido por un beso tuyo —bromeé y enseguida sentí la necesidad de beber agua.
—No tienes tanta suerte, cabrón.
Me reí, pero esto solo alentó el dolor de cabeza que al despertar había pasado desapercibido. Me cubrí la cara con los brazos y permanecí así durante unos minutos intentado reconocer el estado en que estaba.
—No recuerdo cuándo fue la última vez que me embriagué. Creo que fue después de haber apostado con un amigo.
Vagos recuerdos de una de mis primeras fiestas grandes se arremolinaron en mi cabeza. En ellos, Jax y yo estábamos separados por una mesa y enfrentándonos. Queríamos saber quién de los dos era más fuerte, así que alguien tuvo la brillante idea de jugar a las vencidas. El perdedor de cada ronda debía tomar un chupito, luego dos y luego tres. En el desempate Jax hizo un mal movimiento y se torció la muñeca, así que nunca supimos quién ganó.
—Puedo entender por qué —dijo Pol con una sonrisa miserable—. Eres de los borrachos cargosos que arman escándalos.
Su burla al principio me pareció divertida porque pensé que se debía al mero hecho de haberme emborrachado.
—Un poco, tal vez —intenté no sonar inseguro.
—¿Un poco? Acabas de convertirte en el cantante de la residencia. Me han llegado varias solicitudes para que cantes en sus fiestas.
¿Cantante?
Recordaba haber cantado de camino a la residencia, pero luego de eso mi memoria estaba borrosa.
—No jodas, ¿tan mal acabé?
—Flavio, Will y yo tuvimos que arrastrarte de vuelta a la habitación porque no querías soltar la ventana de Bonnie.
Un escalofrío me recorrió. Haciendo frente a un dolor de cabeza que despertó mis recuerdos, me situé de nuevo en el pasillo de la residencia, tambaleándome hacia la salida. Estaba decidido a sacar de una buena vez los sentimientos que guardaba y que no había podido soltar, por eso salí y busqué la ventana. Su ventana.
—Mierda, ya me acordé.
—Apuesto a que ya la has cautivado por completo con tan magnífica serenata.
—No iba para ella. La chica de la que te hablé duerme allí.
—Oh... ¿Tu ex y Bonnie son compañeras de habitación? Entonces creo que tienes un enorme problema.
—¿Por qué?
—Bonnie me escribió hoy en la mañana, cree que fue para ella.
Fruncí el ceño tan solo con pensar en que eso podría ser posible. En mi cabeza no había motivo para que ella creyera eso. Mis palabras, pese a no recordarlas en su totalidad, habían sido muy específicas. Ni hablar de la canción.
—Le gustas a la chica, hermano —explicó Pol, tornándose serio—, y lo que hiciste anoche da para muchas malinterpretaciones.
Lo de gustarle a Bonnie poco me importó, yo quería arreglar la cagada que me había mandado por estar borracho. En el fondo me preocupaba más lo que Michi pensaría de mí. Seguro me veía como un acosador o esos exnovios cargosos por insistirle. Y sí, no podía contener mis sentimientos, pero tampoco era una buena forma de enmendar las cosas.
—¿Tienes alguna sugerencia para arreglar mi cagada?
—Dejar las cosas como están o aclararlo. Te sugiero lo segundo.
—Gracias, no lo había pensado —solté con sarcasmo, ganándome una carcajada burlesca. Vaya ironía: en Jackson tenía una reputación por la que todos me respetaban y en la universidad era todo lo contrario.
—Si yo fuera tú, habría elegido lo primero.
Lo dijo porque el baboso estaba prendado de Bonnie.
—Bonnie no es mi tipo, pero ya sabes cómo llamar su atención.
—Prefiero conservar mi dignidad.
Le lancé mi almohada y me puse de pie.
—¿A dónde vas?
—A hacer caso a tu sugerencia.
El mareo que sentí me golpeó de repente y tuve que sostenerme del respaldo de mi silla.
—Tranquilo, campeón, tómatelo con calma.
—Odio las resacas —balbuceé.
—Y yo las clases de trigonometría.
Después de bañarme decidí llamar a Bonnie para explicar lo que sucedió en la noche. Fue inesperado y muy inoportuno que ella me respondiera llorando.
—¿Podemos juntarnos para hablar? —sugirió una vez le pregunté qué sucedía— Es que no conozco a nadie más en la universidad y Pol está estudiando, no quiero preocuparlo.
Aquella propuesta me pareció extraña y tuve un mal presentimiento al respecto. Si Pol tenía razón sobre lo que dijo y realmente le gustaba a Bonnie, tratarla de manera fría o indiferente no me parecía bien. Había cometido un grave error cuando era niño, no quería ser otra vez esa clase de persona para alguien más. De paso, si lo que le sucedía no era tan grave, entonces podría aprovechar de dejarle las cosas claras.
—¿No puedes decírmelo a través de la llamada? —Temí sonar borde después de escucharla suspirar.
—Este es un medio demasiado frío y preferiría hablarlo en persona. No te quitaré mucho tiempo.
Bonnie me esperaba en The Moment Coffee, la cafetería que mencionaron en el recorrido. Estaba sentada en una de las mesas del segundo piso, junto a la ventana, con aspecto distraído. Había una caja de pañuelos desechables aromáticos sobre la mesa y un café americano del que ya no quedaban hielos.
En silencio, corrí una silla y me senté frente a ella. Volteó, sorprendida, y pude ver que tenía los ojos rojos y la nariz hinchada.
—Lamento haberte citado aquí, pero no se me ocurrió ningún otro sitio a donde ir, no conozco esta ciudad.
—¿Qué ocurrió?
—Ah... Es que... —Parecía contrariada buscando por dónde comenzar. Con un suspiro dramático que movió sus hombros, habló—: Es mi padre. A veces siento que me odia. Es tan exigente, me pide ser perfecta, quiere que sea la mejor en todo. Controla lo que hago en redes sociales, mis amigos, mis clases, lo que me pongo...
La voz se le quebró y por un instante creí que se echaría a llorar. Saqué un pañuelo para prevenirlo y ella lo recibió con cuidado, llevándoselo a las comisuras de sus ojos y limpiando la zona.
—Creí que se calmaría ahora que estoy en la universidad y lejos de casa, pero me equivoqué. Quiere saber de mí, lo que hago, con quien me junto... ¡Se ha vuelto loco!
Su chillido despertó la atención de más estudiantes, pero poco le importó. Cerró los ojos con fuerza mientras hacía un puchero y sollozó. No supe qué hacer, con ella no sentía la confianza suficiente para darle un abrazo o colocar mi mano en su hombro, por lo que me limité a empujar con delicadeza el americano para que bebiera.
—Siento demasiada presión sobre mis hombros, pero temo que si le reclamo se enoje y no me pague la universidad. Es un tirano.
En ese punto podía entenderla. Yo estaba en su misma posición.
—No soy un buen consejero, así que no puedo decirte qué debes o no debes hacer. Pero comprendo cómo te sientes y conozco aquella presión que te molesta. Es difícil.
—¿Tu padre también es así?
No quería hablar de mi padre. Él era uno de mis temas de conversación indeseables, así que simplemente asentí.
—No lo sabía... —balbuceó asombrada— Siempre lo vi como alguien muy recto y amable.
—Ojalá lo fuera —solté sin pensar con un dejo de sarcasmo. Luego caí en cuenta de su comentario—. ¿Conoces a mi padre?
—Por supuesto; él y mi padre son íntimos amigos. Además, ambos aportan grandes cantidades a esta universidad.
Si no me interesaba hablar de mi padre, mucho menos me interesaba hablar de sus grandes proezas que tenían como fin poner en alto su apellido.
—Lamento mucho lo de la separación —continuó—, debió ser complicado.
Bonnie extendió su brazo y me tomó la mano, algo que me tensó los músculos de mi mano. Intentando ser lo más condescendiente posible, le sonreí y la aparté con la excusa de que necesitaba recogerme las mangas.
—Gracias —intenté no sonar apático—. Fue complicado, pero al final resultó para mejor.
—Me alegro. Y, Chase, gracias por escucharme, ya me siento mucho mejor.
—En tal caso, me gustaría decirte...
—¿Podrías esperar unos minutos? —preguntó, levantándose de la silla— Iré a pedir otro americano, este ya sabe mal. ¿Quieres uno?
Negué con la cabeza.
En cuestión de minutos —en los que me la pasé buscando la mejor forma de aclarar mi borrachera nocturna— Bonnie volvió con una malteada de fresa. Estaba mucho más animada. Demasiado para haber estado deprimida minutos atrás, sin embargo, no le di importancia.
—Mi compañera de habitación está abajo —dijo al sentarse—. Es una chica algo extraña, por no decir que es un bicho raro. Es muy desordenada y la mitad de la semana se la ha pasado borracha o drogada.
La forma despectiva en que trataba a Michi me llevó a apretar los dientes.
—Bonnie...
Pero siguió:
—Una noche se quedó dormida sobre su escritorio. La pesa estaba llena de papeles con anotaciones raras. No suelo ser demasiado curiosa, al contrario, me gusta respetar la privacidad de los demás, sobre todo si están estudiando, pero cuando quise despertarla encontré que no eran hojas de estudio, sino que era una lista rara con reglas.
Pese a estar molesto, que mencionara la palabra «reglas» me sacó un resoplido. Mis pensamientos apelaron a la nostalgia y recordé las reglas que había creado en el instituto. No creí que hubiera acertado y realmente hubiera creado otras reglas. Sonreí al pensar en ello.
—Mira, le tomé una foto.
Bonnie me entregó su celular. En la pantalla aparecía Michi, con su mejilla aplastada en la mesa, un lápiz vagamente agarrado, su cabello cubriéndole parte de la cara. Se veía adorable. Bajo ella, las hojas estaban desperdigadas por todo el escritorio, pero una de ellas destacaba por su contenido.
Al hacer zoom pude confirmar que se trataba de sus nuevas reglas.
Una carcajada me atacó. Michi seguía siendo la misma chica de la que me había enamorado, pero estas reglas denotaban cierta dirección madura de la que extrañamente me sentí orgulloso.
—¿Ves? —Bonnie me arrebató el celular— Te dije que es una rarita.
Me torné serio al instante.
—Esa rarita es la persona de la que estoy enamorado.
Su rostro se distorsionó.
—¿Qué?
—Lo que oyes.
Trató de esbozar una sonrisa, pero la consternación le jugaba en contra.
—N-no entiendo.
—Estoy enamorado de Michi. Y no me parece correcta la forma en que te expresas hacia ella. De hecho, me resulta desagradable que te expreses así de una persona. Eso no habla muy bien de ti, Bonnie. Sobre todo, si te refieres a Michi. Las cosas negativas que consideras que tiene son las que la hacen perfecta para mí y las me atrajeron en primer lugar, y no permitiré que la ofendas en mi presencia. Así que borra su foto y deja de llamarla rara. ¿He sido claro o necesito explicarlo con dibujitos?
Me coloqué de pie dando por hecho que no teníamos nada más que hablar y me dispuse a bajar las escaleras. Inmediatamente vi a Michi sentada en una mesa junto a la ventana acompañada de Nathan. Apreté los puños conteniendo mis deseos de ir y decirle las cosas buenas que tiene, advertirle sobre Bonnie, decirle una vez más lo que deseaba.
Caminé en su dirección y me coloqué a un lado de su mesa.
—¿Podemos hablar?
—No, no pueden —intervino una voz desconocida a mi lado.
Se trataba de Houston, el mejor amigo de Michi. Jamás lo había visto ni tampoco esperaba conocerlo de esa forma. Se notaba a leguas que no me tenía en muy alta estima. Aun así, la respuesta la tenía Michi y ella, para mi desgracia, le dio la razón a su amigo al permanecer en silencio.
—Ten cuidado con Bonnie, no le agradas —advertí—. Tiene una foto tuya, que...
Alguien carraspeó. A mi lado, una chica baja con una playera de muchos colores esperaba que me moviera.
—¿Te unes a la fiesta? —preguntó con inocencia.
—No, él ya se iba —respondió Nathan—. No es bienvenido aquí.
Nuestro cruce de miradas fue tenso, pero accedí pues tenía razón: nadie me quería allí.
Salí de la cafetería fastidiado y la sensación de que estaba quedándome solo.
Bueno, en realidad, lo estaba.
Que Bonnie ¿quééé?
Las palabras de Chase quedan rondando en mi cabeza durante todo el rato en que bebemos nuestras malteadas. Estoy tan metida en mis pensamientos que ni siquiera puedo seguir con la tradición de la cafetería —en la que debemos escribir una petición o deseo en una de las paredes del lugar— porque mi mente se vuelve tan blanco como una hoja de papel.
—Prefiero hacerlo luego —les explico a los chicos cuando me preguntan e intento finalizar esbozando mi mejor sonrisa, aunque sea falsa.
Ustedes ya me conocen bien: soy de las que piensa demasiado y no suelta un acontecimiento traumático o desafortunado.
¿Qué se supone que haga ahora? Chase acaba de decirme que mi compañera de habitación me odia.
Y que tiene una foto tuya, no lo olvides.
¿Una foto? ¿De qué iba esa foto? ¿Tendrá más?
Será mejor que hable con Bonnie y se lo pregunte yo misma. Es eso o ir tras Chase para interrogarlo, algo que no pienso hacer ni en tres vidas futuras si llego a reencarnar.
Es estúpido que lo diga, pero me da miedo. Sabía que a Bonnie no le agrado, basta con ver cómo habla conmigo o la manera en que me mira; es decir, para ella soy como un moco en la pared. No obstante, es diferente cuando esas suposiciones resultan ser verdaderas y me lo dicen a la cara cual cachetada.
Por otro lado, ¿cómo fue que se enteró Chase? ¿Hablaron de mí en algún punto? ¿Cómo supo de la foto?
Tantas preguntas y yo sin respuestas.
Ese debería ser el lema de la universidad.
—¿Qué piensas hacer ahora? —pregunta Nathan al llegar a mi residencia. Ni siquiera me he percatado del momento en que Houston y Kash se marcharon a la suya.
—No quiero estar en mi dormitorio después de lo que Chase dijo —digo en un tono avergonzado por lo absurdo que suena—. Voy a perder mi tiempo estudiando fuera. O viendo a través de mi telescopio.
—¿Puedo acompañarte?
Su tranquilidad me hace dudar de su confesión esta tarde. Yo si fuera él, estaría muy nervioso y no tomaría esa clase de iniciativa. Ni siquiera querría estar cerca de la persona, pero Nathan ha demostrado ser diferente y eso es admirable. Eso no quita lo nerviosa que me pone la situación, así que quiero decirle que no.
—Claro, no veo por qué no. Serás el niñero de Pato.
Pero, por supuesto, decir «no» no es lo mío.
Nathan me acompaña a mi dormitorio y espera afuera mientras ordeno mis cosas. Me cuelgo el bolso con el telescopio y le pongo el arnés a Pato.
—Ten —le digo a Nathan y le entrego al gato traidor en los brazos.
Nathan encoge los hombros y trata de recibirlo torpemente. La reacción de Pato es moverse de un lado a otro para zafarse y termina por arañarle la mano.
—Creo que no le agrado mucho.
—Es que no te conoce; ya se acostumbrará.
Y así es; Pato poco a poco cede a los brazos de Nathan en lo que caminamos hacia un punto de referencia donde pueda mirar a través del telescopio. Mis compañeros de Astronomía hablaron de un mirador que queda en el lado oeste del campus de Ciencias, por lo que no tenemos que caminar mucho.
Desde la altura, el campus se ve tan tranquilo... Nos colocamos en una mesa de picnic iluminada por dos faroles de aspecto antiguo. Las pobres polillas se pasean alrededor de la luz, despertando el lado más salvaje de Pato. Para que no siga rasguñando al pobre Nathan, amarramos la correa a una de las patas de la banca y nos sentamos.
En lo que instalo el telescopio, Nathan revisa su celular y me enseña alguna de las fotos que ha tomado en el paseo de la tarde. Me alegra verlo más relajado mientras lo hace, parece que realmente la fotografía saca su lado más auténtico.
—Nathan... —lo llamo.
Él levanta su cabeza y suspira.
—Te dije que me llamaras Nate.
—Lo sé, pero me resulta complicado. Necesito tiempo para acostumbrarme.
Mi respuesta parece sorprenderlo.
—¿Por qué?
—Es que... —Acaricio un mechón de cabello, frustrada—. No vayas a burlarte, ¿va?
—Prometo intentarlo.
—Tampoco ofenderte.
—No lo haré —sonríe.
—Bien. —Tomo aire preparándome para soltar la mayor estupidez dicha jamás—: Nate me recuerda a Neitt, uno de los últimos protagonistas de mi saga de libros favorita que acaba convirtiéndose en el villano y por eso le agarré mucho odio. Si te empiezo a llamar Nate recordaré cómo decidió acabar sin piedad con la vida de su mejor amigo y argh... Es tonto, pero... lo siento, mi odio hacia él es más grande. Lo siento.
Pese a haber dicho que lo intentaría, falla. De pronto, su risa es lo único que se escucha en el mirador. Incluso Pato luce impactado por lo que escucha.
—¡Dijiste que no te burlarías!
—Perdón —dice enseguida—, es que no lo esperaba.
—Y yo que hablaba en serio... —Le doy un leve empujón que lo desestabiliza, pero consigo afirmarlo del brazo antes de que tropiece—. Con eso ya estamos a mano.
—¿Qué saga de libros es esa?
—¡Pésima pregunta! Ahora estaré toda la noche contándote sobre mi saga favorita.
Vuelve a sonreír.
—No importa, podría escucharte todo el día.
—Se llama Más allá de la Tierra —respondo, fingiendo que no me he dado cuenta de lo que acaba de decir—. Es sobre el espacio y algunos conflictos. Este año el autor publicará un nuevo libro y estoy ansiado leerlo. Ah... Noah... —suspiro como una estúpida enamorada—. A ese hombre le besaría el cerebro.
—Con que esas cosas son las que te gustan —murmura más para sí.
—No entré a Astronomía solo por la física cuántica.
—Qué decepción, y yo pensaba que serías la primera persona en crear la máquina del tiempo.
—Eso es muy complicado.
—¿Y trabajar en la NASA?
—Eso me gustaría más —sonrío—. Seré como Murph Cooper de Interestelar.
—¿Es otro libro?
Suelto un chillido que espanta a Pato.
—¿Nunca has visto Interestelar? Espera, no respondas, es evidente que no.
—¿Es una película?
—Sí. Trata sobre un sujeto que viaja al espacio en busca de un planeta habitable, ya que la Tierra está muriendo.
—Suena interesante.
—Entonces no hay más que decir, tenemos que verla. ¿Qué dices?
—Me parece bien.
—¡Genial! Les preguntaré a Houston y Kash si desean unirse también.
De pronto me doy cuenta de que me está mirando con una intensidad que me da vuelta el corazón. Y, en cosa de segundos, se acerca sin aviso y me besa con una delicadeza extraña.
Me quedo quieta procesando todavía si lo que acaba de pasar es producto de mi imaginación. Fue tan rápido y repentino que lo veo posible. Tal vez fue una inventiva más de mi imaginación. Sin embargo, cuando parpadeo y la figura de Nathan se vuelve nítida bajo las luces del mirador, me doy cuenta de que está expectante.
—¿Qué acabas de hacer? —le cuestiono, sintiendo como el peso de la realidad por fin me golpea el rostro y lo calienta.
—Tener mi primer beso.
Fue un piquito, eso es debatible...
¡No es el momento!
—No pude resistirme —agrega y noto que juguetea con la correa de Pato—. Perdóname.
—Hacerlo sin el consentimiento de la otra persona está mal. No soy experta en el tema, pero si vas a hacerlo, debes estar consciente de que la situación y la atmósfera son adecuadas —digo tratando de ser lo más comprensible posible. Una parte de mí, la que todavía asimila lo que hizo, quiere ser razonable; la otra quiere soltar lo que realmente pienso. La batalla se disputa y solo uno es el ganador—: Y yo no te veo de esa forma.
Su mirada penetrante se torna diferente.
—Lo siento, pero no puedo hacerlo —murmuro, pensando en la forma de ser sincera y cuidadosa—. Eres lindo y agradable, un chico que me parece adorable, pero no tengo sentimientos románticos hacia ti. Quizás en la tarde te di alguna señal contradictoria, pero... no me gusta de esa forma, ¿entiendes? Te veo como a un hermanito o alguien pequeño; no puedo ni creo verte como algo más.
Sé que no debería culparme por algo que pienso y siento, es absurdo que me disculpe y dé más explicaciones; pero Nathan me ha tratado bien hasta ahora y creo que merece que sea sincera. Además, yo sé lo que es que te rechacen de una manera horrible.
—En ese caso, me esforzaré en que cambies tu percepción sobre mí.
Ni lo intentes, chico, esta demente sigue enamorada de su ex.
—Nathan...
Toma mi mano y la sostiene con delicadeza.
—Voy a conquistarte y a tratarte como mi hermano nunca hizo, solo debes permitírmelo.
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¡Chan, chan, CHAAAAAAAAN!
El enamoramiento está juerte, juerte... O tal vez no 7w7
Nuevo capítulo y nuevo conflicto a la orden :O solo les diré que esto va a traer mucho drama a futuro porque sí, Bonnie es a la que le rompieron el corazón, y sí, también es la villana de esta parte *suena música de telenovela*
¿Esperaban a Chase cantante?
yo me lo imagino como el loquito de Un viernes de loco cuando le está cantando a la prota jajajs no sé si capten mi referencia, pero esa peli es un clásico
Y, como spoiler, no será la única dedicatoria del cheiz~ PORQUE FALTA LA CANCIÓN ICÓNICA
Como dato curioso, la canción que cantó se llama If You de BIG BANG. finjamos que Chase cantó en inglés porque esta canción es en coreano jajkdkfkja cheiz bilingüe
Hablando de bilingües, KASH y su gatita.
¿Futura boda gatuna? (/w\) Yo digo que vayamos preparando el canastito porque se vienen muchos gatitos~ okno
Conocimos más de su persona y también algo muy importante sobre Nathan.
El chamo no había besado a nadie awww está chiquito todavía
¿Qué opinan del beso?
¿Creen en sus sentimientos?
¿Quieren que siga?
¿Quieren que pare?
¿Todavía les da mala espina? :o y por qué?
¿Todavía odian a Chase? xD
En el próximo capítulo ocurrirá algo que les romperá el corazón >:)
Hoy no hay pregunta random porque no se me ocurre nah u.u
Los jamoneo mushioooo~
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