Capítulo 10 🦊 Adivina a quien (no) le disgustas - Parte 2
Con el anuncio que di hoy por poco me olvido de que es #ViernesDeRTR <3
Capítulo dedicado a Writer_Ari ¡Gracias por tus jamoneos!
Despierto tras soñar que cuidaba a muchos infantes llorones que se multiplicaban con cada pestañear. La razón es obvia, y es que mi inseguridad para hacerme cargo del pequeño John me inquieta demasiado. Faltan horas para eso, por suerte. En estos momentos debo concentrarme en mis estudios y rogar para que nadie haya visto mi aparición en la TV.
—¿No es fantástico salir al menos una vez en la televisión? Esa sería una buena anécdota que contarles a tus hijos.
Era ooooobvio que a Anne no se le olvidaría mencionarlo.
—Si alguna vez me dan las agallas de salir en la televisión por voluntad propia, eso sería para dar alguna explicación sobre los misterios del universo o porque destaqué en alguna materia importante. ¿Hacer el ridículo? No, gracias. —Mi infaltable sudadera negra con capucha me protege de cualquier mirada— Quisiera seguir siendo «la amiga rara de Anne Collins».
Me da un toquecito en la frente.
—Lo dices como si fueras un bicho raro. Estoy segura que si te gustara destacar entre los estudiantes serías La espectacular e incomparable Michelle, solo necesitas que los demás te conozcan mejor.
—Para que luego se rían de mí.
—Deja de ser tan pesimista, a nadie le interesa el canal TV6.
A nadie excepto al profesor Marshall, quien no pone reparos en hacerme el comentario cuando me entrega la guía. Y como eso no ayuda en absoluto, me hundo en mi asiento tirando los cordones de mi capucha para que nadie me pueda reconocer.
Lo peor viene en el recreo. Heather Williams viene del lado contrario del pasillo con su grupo de amigas. Y yo estoy sola, esperando a que Anne salga del baño, porque la demorosa tarda un montón; siempre se queda a charlar con las chicas que entran mientras se arregla el maquillaje. Por mucha capucha que lleve, Heather me reconoce y se detiene a saludarme. Hace el amago de seguir caminando, pero decide quedarse y les dice a sus cuatro amigas que las alcanzará luego.
Creo que es demasiado tarde para fingir que quiero usar uno de los baños.
—Hey... —intenta sonar casual. Sí, lo intenta, y en eso se queda, porque hay algo en ella diferente— Te vi en la televisión.
Quiero que me lleve un asteroide. ¿Es que todo el maldito planeta ve el canal TV6?
—No lo menciones, qué vergüenza más grande...
—No sabía que conoces a mi amigo.
No me gusta nada la forma en la que me ha interrumpido. Más que una plática amistosa, esto es un reclamo. Tal vez está celosa. Quizá quiere que le aclare algunas cosas. Ella está más tensa que la noche en que me encontró con Chase.
—Sí, bueno, estoy enseñándole algunas materias y él me está ayudando en un proyecto.
—Ya veo. Y estaban en la calle. Otra coincidencia.
Sé que no debería darle explicaciones, mucho menos si usa ese doble sentido, pero prefiero no dar malas interpretaciones.
—Me acompañó a comprar una laptop —aclaro tratando de no ponerme más tensa de lo que ya estoy—. Yo me quise meter en una muchedumbre y nos quisieron entrevistar. Fue muy confuso.
—Y extraño. —Esboza media sonrisa, pero con una ligera mueca de disgusto—. A este paso voy a pensar que te harás amiga de todas mis amistades.
—No hace falta, ya me tiene a mí.
Anne sale del baño justo a tiempo. Enseguida percibo una tensión entre ambas, de esas que tientan a sacar chispas. Sus miradas se cargan al hacerse un repaso rápido entre ambas. Mi mejor amiga, con sus rizos alborotados y todo, es mucho más alta que Heather. Pero Heather tiene a su favor el aspecto de ser una chica ruda que no teme a decir nada. Finalmente, Anne rompe el contacto para mirarme.
—Michi, ¿quién es esta chica y por qué está siendo pasiva-agresiva contigo?
Pero Anne tampoco le teme a nada y, al contrario de mí, ella no se queda callada jamás.
—Es...
—Soy Heather Williams —me interrumpe sin quitarle un ojo de encima a Anne. ¿Dónde quedó la Heather de sonrisas bellas? Frente a mí está una persona completamente diferente.
—Con que eres la novia de Chase Frederick.
Anne es una malvada. Detesta que las personas destaquen por ser «novios de», pero esta vez lo ha hecho a propósito. La conozco tan bien que estoy segura de que usó ese enunciado para darle menos peso a Heather como persona y así aclarar de manera sutil que no le teme. Y Heather ha captado sus intenciones.
—Veo que sabes mi nombre, pero yo no conozco el tuyo.
—No hace falta que sepas mi nombre para que me recuerdes —Anne curva sus labios pintados de rojo elevando las comisuras—. Pero si insistes, puedes preguntárselo a tu amigo.
Dicho eso, me coge del brazo y me arrastra por el pasillo. Cuando estamos lo suficientemente alejadas de Heather, me agarra por los hombros dispuesta a zarandearme.
—¡Tonta! No dejes que esa chica te intimide.
—No me estaba intimidando, solo quería información.
—Michi, eres demasiado ilusa —me regaña—. La chica estaba hirviendo en celos y venía a reclamarte por salir con Morris. ¿Es que no te diste cuenta?
—Lo supuse, pero... ¿por qué?
—Porque está enamorada de él y está marcando territorio.
—Eso suena tan salvaje.
—El amor nos vuelve animales —se encoge de hombros—. Ni crea que puede venir a exigir cosas a ti cuando ella está jugando con los dos. Ni se le ocurra. —Luce tan molesta que su entrecejo está arrugado y marca sus pecas—. La próxima vez que actúe así, que suelte indirectas como una cobarde, dile que jugar con los sentimientos de los demás no es lo tuyo.
—Lo mío no son las indirectas.
—Entonces dile que no estás interesada en ninguno de sus novios.
—Quizás pensamos mal y ella solo tenía curiosidad.
Anne me blanquea los ojos.
—Michi, no seas tan inocente. La chica trataba de sacarte información y falló. Mostró su verdadera cara.
Entro a mi departamento y lo primero que escucho son los chillidos de tía Molly y Margo. A zancadas las dos vienen hacia mí para abrazarme. Me apretujan entre las dos y me agarran las mejillas para estrujarlas como esponja. Con suerte me dejan algo de espacio personal para respirar siquiera. Es John, el esposo de Margo, quien les debe pedir que me dejen. Está cargando al pequeño John. Es un bebé precioso, como sacado de un comercial de muñecos. Me acerco a ambos con deseos de apretujarlo, pero, en cuanto me ve, se lanza a llorar.
—Oh... creo que no le caigo bien.
—Ya se acostumbrará —dice John.
Luego de ponernos al corriente y las instrucciones de Margo sobre el bebé, el momento de la verdad llega.
John y yo nos quedamos solos.
Solos, desamparados y llenos de incertidumbre.
El bebito al comienzo actúa tranquilo. Es fácil entretenerlo con sus juguetes. Pato le causa especial gracia, pues cada vez que lo ve corriendo tras la luz láser estalla en carcajadas. Lo dejo tendido en una manta que coloco en el piso y lo rodeo de todos los cojines existentes en el departamento. Curiosamente, John está de mejor humor que al verme, pero tiene le tiene un odio terrible a mi cabello. En cada oportunidad me agarra un mechón y tira de él sin piedad. Mi último chillido lo espanta y se echa a llorar, pero sin soltarme. Y yo también quiero llorar porque mi cabeza empieza a doler y callar al pequeño parece imposible.
—Pato, Patito —llamo al gato para que John pueda distraerse con él, pero los chillidos lo han asustado.
Tomo en brazos a John y trato de distraerlo con la televisión, sus juguetes, un insulso trozo de papel, los adornos de la sala y, finalmente, trato de distraerlo con el móvil de planetas que cuelga en mi habitación. Nada da resultados. El bebito no solo me está gritando en la oreja, también me agarra el cabello con mucha más fuerza.
Mi último recurso es distraerlo en el balcón, dejar que tome algo de aire libre y enseñarle las aves del cielo. Pero tampoco parece dar resultados. Desesperada, marco a Anne encontrándome con el buzón de voz.
Me rindo.
John llora. Yo lloro. ¡Todos lloramos!
Vuelvo a la sala y trato de buscar más soluciones. Entonces, la puerta suena. Abro con la esperanza de que aparezca Margo o John diciendo que se canceló el viaje o que su instinto de padres le avisó que John no deja de llorar, pero frente a mí solo está Chase.
—¿Y ese niño? ¿A quién se lo robaste?
Inspiro con fuerzas para que ninguna mucosidad indeseada se escurra por mi nariz antes de responder y lo único que consigo es que se me tape.
—No es momento para tus bromas —hablo, gangosa— John me quiere dejar calva.
—Está bien —coloca sus manos en alto, en señal de rendición—. Vengo a ayudarte.
Chase se abre paso al interior y lo primero que hace es abrir el puño de John para liberar mi cabello. Luego se toma un momento para acomodar mi mechón y tirar mi cabello hacia atrás.
—Listo —dice, satisfecho—. Ahora, pásamelo.
—No creo que quiera que un desconocido lo tome en brazos... —comento con inseguridad, sin embargo, tomo al pequeño por las axilas y se lo entrego. En cosa de segundos, se queda en silencio.
—Este bebito sabe lo que es bueno —suelta Don Arrogante— ¿Esa gruñona fea te espantó? —le pregunta haciéndole un puchero, consiguiendo que el pequeño John lo mire con confusión y admiración—. Apuesto a que sí. Mírala ahí, toda despeinada y malhumorada.
No sé qué me irrita más, si John aceptando a Chase tan libremente o que Chase se burle de mí.
—Cállate —farfullo, secándome las mejillas mojadas por las lágrimas.
—Pero si el pequeño se ha callado, ¿verdad? —se dirige a él.
—Te lo digo a ti —gruño.
—Alguien olvidó la regla número ocho: nunca olvidar que a los mosqueteros si reputación les precede.
Y lo dice con una voz aniñada y horrible.
—Mejor iré a prepararle el biberón.
—Creo que este pequeñito no quiere eso; quiere que le cambien el pañal.
Luego de muchos cambios de pañales y actuando como payasos, terminamos el día viendo la programación para niños en la televisión, sentados en el sofá, cubiertos por una manta polar y con el pequeño John en los brazos de Chase. Si no fuese por él, seguramente mi día hubiese sido un desastre. Hasta podrían proclamarme la peor niñera del mundo por no saber cómo lidiar con un bebito. Por eso y porque, maldita sea, no importan cuánto intente en no admirar la paciencia de Chase.
—¿Por qué me miras? —pregunta Chase volteando a verme. Aparto la mirada al instante—. Es la séptima vez que te pillo observándome. ¿Tramas algo?
—Yo... —hago mi mayor esfuerzo por no sonrojarme, pero la cercanía, su brazo tocando el mío, su rostro confrontándome y el que me haya descubierto... Digamos que no ayuda demasiado—. Yo quería agradecerte por quedarte. Tienes un don para tranquilizar a bebés chillones.
—¿Ya estás pensando en tener hijos? —inquiere, retándome con una mirada muy sugerente—. Avanzas muy rápido, Michi.
—N-no es eso —me escondo detrás de mi mechón favorito y él sonríe al darse cuenta—. Sabes a qué me refiero.
Baja la mirada para contemplar al pequeño John. Tiene las pestañas largas, las mejillas sonrojadas y la nariz tan pequeñita que me saca un suspiro.
—Se ven tan pequeño —comenta Chase.
—Sí... ¿Cómo una cosita así tiene pulmones tan fuertes?
—No lo sé, yo solo te escuché llorar a ti.
Quiero propinarle un codazo, pero me contengo, no vaya a ser que despierte al diablillo chillón.
—En estos momentos agradezco ser hija única —comento.
—Yo no puedo decir lo mismo.
Por poco se me escapa que tiene un medio hermano. Se supone que esa información solo la sabe Tonino.
—Tengo un medio hermano con el que me llevo uno o dos años. Nathan, el favorito de papá. Todo que lo el gran hombre de negocios tiene, se lo dejará a él. Lo tiene matriculado en el mejor colegio de Hazentown y es probable que haga todo lo posible para abrirle una plaza en Atkins. Tienes suerte de ser hija única, jamás experimentarás lo que es ser el hijo menos favorito.
Es extraño saber que Chase tiene un hermano y hable tan abiertamente de él. Sin embargo, luce como si pensar en ello le agotara.
—¿Y ustedes dos se llevan bien? —indago, dejándome llevar por la curiosidad. Anne estaría orgullosa de mí por mostrar ese interés y no aferrarme a las reglas.
—Tan bien como dos desconocidos puedes llevarse. Casi no hemos interactuado.
—Supongo que debe ser incómodo cuando se ven.
—Hago lo posible para que eso no ocurra, pero mi padre insiste en que debemos llevarnos bien. —Eso explica por qué su padre parecía regañarlo y Chase lucía harto de tener que escucharlo—. Debe planear que a futuro seamos socios o él se vuelva mi jefe.
—No entiendo por qué tu padre te trata así. Desplazarte, tratarte con tanta dureza...
—Jamás ha sido un padre amoroso. Cree que suplir todas las necesidades llenará el hueco que deja su falta de amor. Para ser sincero, me compadezco de Nathan.
Yo también me compadezco un poco de él. Sobre todo, por mentirle con mi nombre. ¿Mirtle? En qué estaba pensando al colocarme un nombre así... Sin ofender a las Mirtles que estén leyendo esto. Amor y paz para ustedes.
—Debe tener muchas responsabilidades encima —asumo.
—Tantas como tú. Estudias, trabajas, cuidas de este pequeñín. ¿Cómo lo haces?
—Es cuestión de organizarse y desesperarse luego —bromeo, sacándole una carcajada que casi despierta al pequeño John. El bebito se ve tan adorable que no me resisto a acariciarlo en la frente—. En realidad, lo único que quiero es que acabe el año y saber si entraré a Atkins. Después del resultado, voy a poder respirar.
—No deberías sobrexigirte, puedes tomarte ciertas libertades.
—¿Y dejar que tú tomes la delantera? En tus sueños más puercos, Chase Frederick.
Va a decirme algo para replicarme, pero otra vez se contiene mordiéndose el labio. Ese gesto, premeditado o involuntario, me resulta magnético y provoca vibraciones en mi cuerpo. Vuelvo a caer en cuenta de lo cerca que estamos, en su brazo junto al mía, en su pierna rozando la mía, en su cuello, lo marcada que tiene su nuez, en el sutil aroma a perfume, en su mirada atrapando la mía y en su expresión de complacencia, como si supiera con exactitud lo que estoy pensando.
«¿Qué es lo que tienes para decirme y te faltan las agallas para hacerlo?», quiero decirle. Burlarme en su cara y dejarlo en jaque. Quiero que, por primera vez, sea yo la que tome la ventaja.
De pronto, escuchamos el click de la puerta y esta se abre con un rechinido que nos hace voltear.
Ay, no...
—Michi, llegamos, no queríamos...
Todos nos quedamos de piedra. Las miradas se dirigen hacia mí y luego hacia Chase.
—Hola —saluda él.
Puedo notar como la expresión de asombro de mamá se torna a una de picardía.
—Mamá, puedo explicarlo —doy un salto fuera del sofá—. Chase solo vino a ayudarme con John. Se los juro. ¿Verdad, Chase?
El condenado refleja sus macabras intenciones. Yo le suplico con la mirada que se ponga de mi lado y no diga nada que pueda malinterpretar nuestra relación.
—Es cierto —dice finalmente y yo puedo respirar tranquila—. Y creo que debería irme.
Margo corre para recibir al bello durmiente y, al pasar junto a mí, me lanza esa mirada de «agarraste a uno guapo, enhorabuena».
—Fue un placer —se despide Chase.
—El placer es todo nuestro —suelta tía Molly codeando a mamá.
Empiezo a morirme de la vergüenza poco a poco. Lo peor es que Chase no se marcha por la puerta principal. No. El condenado se va por mi habitación, no sin antes mirarme con una sonrisa arrogante y llena de malicia. Sabe que lo que me espera es una avalancha de preguntas.
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Chase saliendose con la suya, qué novedad :O
hola mis jamoncitos, ¿cómo les trata la vida?
Yo soy super emocionada porque hoy anuncié cuál es el libro que próximamente publicaré en físico <3 Tanto que casi se me olvida que los viernes le pertenecen a mi primer bebé.
Pero bueno, si quieren saber de qué hablo, aquí en wp y en mis rrss encontrarán la infooo~ <3
Por esa misma razón no corregí el cap, así que si ven algún error, suelen la papa con confianza :D
Hablemos del cap 7u7
Hay más acercamientos entre Michi y Chase, vamoh a prender esas velitas para el beso 🕯🕯
Qué estará planeando Chase... como que está muy bueno, ¿no?
Heather. ¿Será que se puso celosa?
Anne le dijo: pues no, mi ciela. Más amigas como Anne, pofavoh
Michi, ponte viva y ya declárate
okno kasdfgh
Aquí pudimos ver cómo serían los dos en modo padres kajajda Pobre Felix xD
El próximo capítulo se llama: A un paso del desastre
Y la pregunta random de hoy es:
¿Cuál es su comida favorita? :3
Los jamoneoooo
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