¿ya no mas?
El joven Ruso ya no se atendía a nada... Ni siquiera sus amadas clases de literatura le llegaban a quitar esa extensa nube opacadora que tenían sus bellos zafiro.
Ya habían pasado dos días desde que Yuuri había tratado de esa forma tan burda a Viktor...
Y desde ese día, varias jovencitas trataban de la mierda a Yuuri.
—estupido japonés... Le destrozaste el corazón.—
Varias jovencitas le tiraban los cuadernos al azabache, o le ponían el pie para que esté se cayera directo al suelo y se lastimara.
Ya nadie quería ser su compañero de prácticas... Y ante esto, el azabache se veía triste, y ese consuelo que necesitaba su joven y amado novio Leroy.. no le compadecía y ni le ayudaba. En vez de eso le reclamaba al japonés por las cosas y lo berrinchudo que era.
Pero bueno, aquí el importante no es Yuuri, después de todo se lo tenía bien merecido después de ese trato grotesco que le dió al Ruso.
Y hablando de el, llegaba a su casa triste. Había tratado de ocultar su sentir de su madre, pero ni su mamá lograba sacarlo de aquella depresión en la que se hundió el jovencito.
El necesitaba una mano, pero específicamente la mano cálida del azabache.
El no quería la mano Nivea de su madre, de sus amigos o familiares... El necesitaba que Yuuri le pidiera una disculpa debida.
Suspiro por enésima vez, ya estaba cansado de toda esa situación...
Su madre se preocupaba por el, y el lo único que hacía era llorar y sentirse pésimo.
Limpio sus pequeñas lágrimas con sus manos frías... Y se miró al espejo. Admirando las ojeras, sus opacados zafiro, su delgada figura y sus cabellos platinos opacos y feos.
El no era así, el no era ese joven deprimido y triste.
Se miró directo al espejo, con coraje y furia tomo las tijeras con fuerza.
Ese día cambiaría, ya no sería el mismo niño deprimido y triste que sufría de burla en la escuela.
Ya estaba harto, y su esencia se perdería, con tal de ser parte de los que lo rodeaban. Se volvería uno más en ese montón que seguían las reglas y objetivos.
Ya no sería el adorable vitya extrovertido y sonriente... Comenzaría a madurar y aceptar lo que le correspondía. Crecer y volverse alguien más del montón.
Pequeños mechones platinado caían al suelo... Y vaya que era triste eso, porque el joven Viktor perdió ese día su esencia... Perdió su color, aquel que le resaltaba de esos niños que se conformaban con poco.
YA NO HABÍA MAS VITYA, AHORA SOLO HABÍA UN ADOLESCENTE DE NOMBRE NIKIFOROV VIKTOR.
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