Primer encuentro.

《Capítulo 2》

Los jardines estaban envueltos en un silencio sepulcral, solo el viento ayudaba a romperlo.

Los tres provenientes de Arendelle bajaron de la carroza, elegantemente y deslizándose por el pavimento que cubría la calle adoquinada.Todos estaban nerviosos, preocupados con la incertidumbre de no saber que era lo que había tras las puertas y sonrieron al encontrarse  con un gran jardín,  enorme y con tantas flores diferentes que no podías contarlas.  El agua de las fuentes y ríos artificiales que rodeaban el jardín borboteaba, Elsa sonrió, de pronto su pequeña preocupación  se desvaneció y se concentró en las flores.

— Esto es hermoso,  Padre ¿Podemos tener un jardín así? — La próxima soberana observaba todo maravillada, ya que en su casa todo era tan invernal, a su consecuencia, que un jardín no había en ningún lado.

— Podemos — Aseguró el Rey Stellan, también deseoso de cubrirse de barro y tierra para plantar el mismo las semillas y mandar a poner fuentes — Ahora debemos de hablar con El Rey sureño.  Tu conocerás a tu prometido.

— ¿M-me dejarán sola? — La sola idea de dejarla sola no solo le asustaba a ella, también a su madre.

— Bueno, hija, no esperes que en tu luna de miel estemos contigo ¿O si? — Bromeó la Reina,  tomandola en brazos,  cambiando rumbo a la entrada, intentando aliviar la tensión que las dos sentían,  dejando eso a un lado  eran tan felices...

La pequeña y pelirroja de Anna se había quedado bajo la custodia de Gerda, una nodriza que adoraba a las niñas, madre de Leann y esposa de Kai.

Las enormes puertas plateadas se abrieron, y más rápido que un relámpago un hombre pelirrojo, que lucía elegantes ropas, abrazo a la familia.

— ¡¡Stellan,  Freja!! — Exclamó con alegría, lo que Elsa supuso, el Rey Sureño. — ¡¡Cuanto tiempo!! — La peli blanca se sintió diminuta e invisible,  entre tantas palabras de adultos y recuerdos de su juventud;  ella se pregunto si cuando  fuera grande hablaría así con el futuro suegro o suegra de su hijo o hija, también se preguntaba donde estaría la Reina sureña... Estaba tan perdida en sus pensamientos que ni se dio cuenta de que los ojos marrones del Rey no se apartaban de ella.

— Asi que ¿Ella es la...elegida?— Preguntó, sus padres asistieron,  el Rey mostró una sonrisa, la niña retrocedió,  y la temperatura descendió un poco — No temas,  yo no muerdo — Se acercó un poco, con dulzura — Estaré orgulloso de llamarte nuera, en un futuro.

— Lo mismo digo, su majestad — Aún con la sonrisa en el rostro, el Rey se dirigió a la pareja.

— Ahora — su semblante se endureció — Debemos de hablar,  a solas. Elsa, tu prometido te espera en aquella sala — Y señaló unas puertas de madera cerradas a cal y canto — Nos retiramos — La chica les lanzó una ultima mirada de soslayo a sus padres y fue a donde le habían indicado.  La habitación estaba algo oscura, pero se veía claramente que no había nadie.  Lo agradeció y, entre los libros que había en el lugar encontró un hueco. Entró y camino hasta llegar a el otro extremo del palacio.

Los relinchares de los caballos la sobresaltaron. Se encontraba en los establos.

— ¿Quién eres? — Un chico de no más de ocho años, montado sobre un caballo color crema la miraba de arriba a abajo.  Su melena pelirroja brillaba y sus ojos verdes se encontraban apagados — Mejor dicho,  ¿Qué haces aquí?— Elsa supuso que él había usado el mismo pasadizo.

— Yo solo me he perdido — Fue su respuesta,  el acaricio al caballo y se acercó a ella. La cercanía de un niño le ponía nerviosa,  a sabiendas de que no debía estar ahí.  — Y tu ¿Qué haces? — El medito un momento,  acariciando su melena pelirroja a un ritmo suave, después paso a ignorarla unos minutos y comenzar a desesperarla.

—Yo estoy intentando escapar—Confesó,  encogiéndose de hombros.

— ¿De que? — Lo que faltaba,  un chico con planes descabellados para huir, ella estaba igual y no intentaba eso.

— De una chica — Esta vez le contesto rápido y con una mueca parecida a una sonrisa.

— ¿A tan corta edad? — El presentimiento de fuese ella la causa de los planes de escape de aquel muchacho aumentaban.

— ¿No creas que haces demasiadas preguntas? — El estaba entre divertido y fastidiado.

— No me parece — Respondió, el pelirrojo se acerco a ella y bajo de su corcel,  Elsa lo miro más detallamente.

— ¿Tu eres la visitante? — Al parecer el también se había dado cuenta.

— Si así quieres llamarle...

— Escapó de ti — Se confesó el príncipe — Deberás hacer lo mismo — La peliblanca se sintió algo rechazada — Anda, marchad antes de que sea tarde.

— ¿Tarde para que?

-Para que rompan nuestro compromiso.  Dime ¿Qué acaso no quieres libertad? Yo no quiero estar esclavizado a tu mano.

Elsa se acerco a el, decidida. Tan cerca que podía contar las pecas de su rostro,  el muchacho sintió como los colores le subían y un ir y venir de emociones únicas que le provocaba esa niña de 6 años.

— Yo no soy cobarde como tu para escapar del destino.  El pueblo antes que uno mismo. Son las reglas — Le dijo la chica,  con suficiencia,  mostrando sus aperlados dientes — Asi que a ambos nos conviene llevarnos bien lo quieras o no.

— No soy cobarde — El principito de pronto ya no quería que ella se marchara — Yo...yo... — Tartamudeo, nervioso ante la mirada azul de su compañera, el se acerco aún más,  con la intención de disculparse; ella se dio media vuelta,  agitando su melena blanca, alejándose de el — ¡Espera! ¡Perdón!

Pero ella ya se encontraba demasiado lejos para oírlo,  con la mente revuelta y las mejillas coloradas.  Tanto ella como él habían quedado prendados del otro. A pesar de sus diferencias, los dos sentían una enorme curiosidad por el otro.

El pelirrojo soltó una risa nerviosa,  acariciando a su caballo,  solo, decidido a llevarse bien con la princesa. A ganarse su cariño.

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¡Hola, gente!

Bueno ya sabes,  si te gusta comenta y estrellita ;3

Saludos.

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