Labios rojos.

Exiliada, así se describía. Un año del accidente.

Y ya no lo aguantaba. Era una pequeña tortura que vivía a diario, sin límite de tiempo o siquiera una llamada a realizar.

Todas las cartas que ella le escribía a  Hans se perdían misteriosamente,  así que lo mas seguro era que sus padres las tomarán antes de que el correo las enviará.

Esta vez probaría con otros medios.

"Querido Hans:

No debería estar haciendo esto, me meteré en problemas.  Pero quiero que tu sepas el porqué de mi precipitado comportamiento. Créeme que me duele demasiado lo de nuestro compromiso y prometo regresarte el anillo, para que se lo des a la chica que lo merezca. A la chica con la que te vayas a casar. Y lamento si esto te duele al leerlo, pero yo me encuentro en un mar de llanto.

Me temo que esta carta será la única que te llegue a enviar.

En verdad todo es mi culpa, fui una tonta que no supo controlar sus poderes. Herí a mi hermana,  le borraron la memoria por culpa mía. Ahora soy una prisionera encerrada en su hogar.

Prométeme que no cambiarás, que este príncipe dulce y caballeroso vivirá y será un perfecto Rey, que tus hermanos no te vencerán,  que la ambición tu corazón no invadirá. También promete que de mi no volverás a investigar porque un gran daño a los dos podrías causar.

Me temo que esta carta puede ser interceptada, así que ya no puedo decirte nada mas.

Te adoro Hans,  fuiste y serás mi primer amor.

Con cariño,  Elsa Arendelle."

La albina dejo a un lado la pluma y se encaminó a la ventana. Su cumpleaños número 9 se acercaba.

—Un año menos,  Elsa— Le dijo una vocecita en su cabeza— Un año encerrada. 

Cuidándose de no ser vista creó una paloma de hielo, que revoloteo por todo el cuarto,  sonrió.

— Llévale esto a Hans— Ordeno dándole la carta,  la paloma se marcho. 

Unos apresurados pasos que caminaban por el pasillo la alteraron. Pegó su oído a la puerta.

—He dicho que no— decía un guardia, la platinada se asomo por la rendija,  pero el robusto hombre le bloqueaba la visión.

—Solo déjeme despedirme.  Se lo ruego— Al escuchar esa voz le dio un paro cardíaco e instantáneamente se llevó la mano izquierda a su mano derecha,  tocando el anillo— ¿Qué usted nunca estuvo enamorado?

No hubo respuesta por parte del guardia,  así que siguió pegada a la puerta.  Es como si el deseo de que el regresará se cumpliera instantáneamente.  Cuando la puerta se abrió, se asustó tanto que cayó al suelo, golpeándose la cabeza.

—Auch— Dijo, con los ojos cerrados, conteniendo el dolor.

—¿Te encuentras bien? — Inquirió el pelirrojo  Hans,  ella levanto la mirada y prácticamente se abalanzó sobre él ya muy alto y fornido muchacho— Te extrañe tanto,  Elsa

— Hans— Respondió ella, con la cabeza hundida en su pecho, mientras la adictiva colonia del chico se filtraba por cada poro de su piel— Te acababa de enviar una carta— Al recordar el contenido se alejo bruscamente.

— Lo sé,  pero no la leí.  Supe que era tuya,  no cualquiera tiene tan peculiar mensajero—Bromeó Hans, Elsa se sintió culpable. Si tan solo la hubiera leído— ¿La leemos juntos?

— ¡No, no, no! Es algo privado,  de verdad— Se apresuró a informar— Tan solo dime ¿Cómo has podido entrar? 

—Estoy aquí y solo me preguntas como entre— Rodo sus verdes ojos— No fue fácil. Me hice pasar por sirviente y llegue aquí sin avisar porque quería estar contigo en tu cumpleaños.

—Falta un mes, te adelantaste— Aquel día,  ahora,  era como cualquier otro. Siempre le había parecido una ironía, ella, nacida en pleno verano y sus poderes...

—Era ahora o nunca. Si hubiera esperado no habría llegado. El barco que me trajo hubiera sido detenido. Ser casi invisible para los demás tiene sus ventajas.

— de acuerdo...— Juntos se sentaron en la cama y charlaron animados,  como si esos tres años no hubieran pasado.  Ahora sus conversaciones eran más maduras,  los gestos y las palabras más precisas,  más elegantes,  más dulces. Y con naturalidad el cortejo invadió el ambiente.

Los interrumpió una voz al otro lado de la puerta,  Hans se escondió detrás de las cortinas, Elsa se mordió los labios para aguantar la risa que de sus labios pedía salir.

— ¡Elsa! ¿Y si hacemos un muñeco?  Venga,  vamos a jugar— La platinada hablo sin mover los labios formando la palabra "mi hermana" Hans asintió con la cabeza. — Solíamos ser amigas,  ahora ya no ¡no entiendo lo que paso! — Detrás de la pegajosa melodía se escondía la triste realidad.  Nunca volverían a ser como a los 8 y 6. Nunca....

— ¿Y si hacemos un muñeco? — Insistió Anna, rogando— No tiene que ser un muñeco. 

Y le habría abierto,  lo habría hecho, aun y cuando sus padres le regañaran. Pero estaba Hans. Tomó valor y con un murmullo la corrió.

— Déjame en paz,  Anna— "Déjame,  déjame,  déjame"  ¿Por qué dijo esa palabra? Cuanto la quería,  por eso mismo lo hacía.

—Ya....ya me voy— Anna, con la voz quebrada y seguramente expresión dolida se marcho,  el chico salió de su escondite.

Elsa que se encontraba de espaldas, mirando la puerta como si una ventana fuera, no se dio cuenta cuando el chico la cargo y arrullo tal niña pequeña.

— Es duro— Hablo por fin,  mirando sin parar los ojos de su ex prometido.  Si, ex prometido. Aunque él no lo supiera.

— Es doloroso— Completo él— Ser ignorado.

Permanecieron así un rato más,  conscientes de que sería la última vez en muchos,  muchos años.

—Me iré en diez minutos— Le dijo,  asustado,  asustado de que después de ello no la volviera a  ver.

Tres años,  tres años había esperado para ello. Para abrazarla,  intensificando esa sensación.

El deseo de probar aquellos labios rojos de su compañera invadió el pensamiento del joven príncipe, ruborizándose,  acortando un poco la distancia que los separaba,  ella lo miro confundida. Lo había imaginado mil veces, el probando esos tan tentadores labios de fresa en un beso inocente.

—Elsa yo...— Hans la tomó de su pequeña cintura— se que por ahora soy muy grande para ti pero yo quisiera tener el honor de...—Definitivamente,  nada se comparaba con el rubor que el ojiverde tenía— Besar...te

Y algo nuevo en la habitación era un gran rival del rubor del príncipe: las mejillas de Elsa.

Ella,  de algún modo,  también lo quería. Aun cuando el chico leyera la carta apenas retirarse de su cuarto y le detestase.  A modo de afirmación le dedicó una sonrisa tímida.

Con torpeza o mejor dicho,  nerviosismo,  él acaricio sus mejillas,  provocandole cosquillas.  Viéndolo bien no era correcto que estuviera haciendo eso, ¿Qué más da?  Sus respiraciones curiosas se fundieron y el beso los unió.

Un beso con tal dulzura que parecía imposible,  improbable, indescriptible. Permanecieron así un rato,  moviendo ligeramente sus inexpertas bocas. Para ellos aquel simple roce, suave y significativo,  fue como alcanzar y tocar mil estrellas.

El 11 y ella 9, una edad corta para tal sentimiento.

Al separarse permanecieron así,  abrazados.

—Feliz cumpleaños,  Elsa— Le dio un corto beso, desesperado, después agitó la carta frente a ella— La leeré en el camino— Se escabulló por la ventana y con gran facilidad tocó el suelo,  desde donde le lanzó un ultimo beso. Entre tantas distracciones se le había olvidado regresar el anillo.  

Ese pequeño objeto ahora era un recuerdo. Sonrió

Un último adiós ¿No?

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¡Hola, wattperos!

Okey no creo que wattperos sea una palabra... Me he quebrado la cabeza con este capítulo, quizá le haga cambios quizá no.  Agradezco sus votos, en serio,  pero si son lectores fantasmas anímense y déjenme un comentario, porque no se lo que quieren o lo que opinan y para un escritor la principal fuente de inspiración son los lectores. Claro que si gusta dejar votos igual me va bien.

Ya verán que poco  a poco tomará forma todo; 3

No me gusta chantajearlos pero quisiera saber si en verdad quieren que continúe esto xD

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