La música es vida.

Era de noche,  el mar estaba calmado, los marineros dormidos, las estrellas brillando, sus corazones palpitando.

Oh, mágico ritmo del violín,  que acompaña tu sentir...

Cada rincón oscuro se iluminaba, con las notas musicales que el joven príncipe tocaba, mientras una bella dama en su lamento sollozaba.

Oh, pequeña chica, de dulce mirar, ¿Por qué lloras? ¿Qué te pasa?

Sus ojos empapados estaban, las lágrimas permanecían. Sus padres los recuerdos invadían.

Perdiste al ser que amas, lo hiciste,  sin embargo tu seguiste...

Le daba miedo, más que nada, ver el agua tan tranquila,  burlona,  brava y ruda, con aires de vencerla a ella y a su pasado.

Tu le odias,  porque te recuerda lo que no quieres,  tu le odias, porque es perfecto aunque no quieras.

Temblorosa, agarró una bata y, como niña que despierta de una pesadilla,  corrió fuera del cuarto, buscando donde pasar el rato.

Oh, muchacho, de profundos ojos, dile que le quieres,  díselo...¡Oh, pero ni tu mismo lo sabes....!

Descalza y con las mejillas llenas de surcos, perdida,  una melancólica tonada llegó a ella.

Tu y yo, juntos hasta el final ¿Qué tanto va a durar? Enemigos mortales debemos de ser, sin embargo te amo, te amo cual parecer.

Hans estaba cantando, mientras tocaba el violín, leyendo unas partituras frente a  él. La puerta estaba abierta,  y ella estaba asustada...

Violín,  compañía de tragos, violín compañía de noches, violín,  el que sabe mi secreto. Violín,  debo decirte...que la amo.

— ¿Hans? —Fue el nombre que salió de sus labios,  el hombre dejó de tocar y la observó como si fuese un espectro.

— Reina Elsa —Respondió con sorpresa, viendo a la débil mujer frente suyo. Ya habían pasado varios días desde que su relación había mejorado, no al grado de ser amigos,  pero sí para tener cierta confianza mutua. —¿Se encuentra bien? —Ella negó con un movimiento de cabeza, en otra circunstancia no se habría dejado ver con aquellas fachas y huellas de llanto, pero Hans ya no era un completo extraño ni indiferente, y ambos compartían ciertos dones sobrenaturales que ayudaban a su relación. —¿Que le pasa?

—Estoy asustada, Hans — Dijo la rubia en un susurro,  abrazándose a si misma.

— ¿Por qué? —Con un gesto de mano indicó que se acercará,  así que la albina fue al encuentro y se sentó a un lado suyo.

— El mar, mis padres... — Se cubrió el rostro con las manos,  avergonzada, el príncipe sureño se rascó la nuca, sin saber qué hacer.

—Usted ¿Les quería mucho?

— Si, bueno...ellos... — Le miró fijamente a los ojos, sin poder creer todavía que hablaba con aquel hombre —Fueron mi único contacto con el mundo, ya sabe, en esos días difíciles en los que los poderes....

— Le entiendo, sólo que yo no contaba con mis padres; mucho menos con mis hermanos — Su rostro se adornó con una sonrisa floja. —No se preocupe, no habrá tormentas.

— No es por eso, Hans, es por el hecho de que ellos no merecían esto — Agarró un mechón platinado y rizado de su melena y lo enrolló una y otra vez. — Creo que no me entiende.

— Me temo que no, me refiero, entiendo que en el amor soy un completo 'Ignorante maldito sin corazón' ¿No? — rodó los obres verdes — Yo nunca conocí  a sus padres, pero tampoco me parece una cosa justa.

— No — La albina dejó de temblar — Usted toca el violín de una manera hermosa — Cambió bruscamente de tema, sintiéndose tonta por aquel momento de debilidad frente al "enemigo a medias"

— ¿Le parece? Gracias — Titubeó un poco,  observando con asombro sus manos, a modo de broma, una sonrisa se escapó de la reina — He tocado desde que tengo razón.

—¿Osease desde...?

— Los tres años — Acarició el violín con cariño y después vio las partituras — Me dijeron que mi madre también tocaba y yo quería hacer lo mismo que ella.

— Eso es un gesto lindo — En el instrumento había unas iniciales marcadas: A. G. W — Y me dejo suponer que aquel violín también le perteneció a tu madre ¿no es así?

— Bueno...Lo tomé sin permiso,  así que no puedo responder a aquella pregunta ¿Qué es lo que me asegura que usted no va a ir a decirlo? — La rubia rodó los ojos, divertida. Una vez que superaron aquellos días de reproches cada cinco minutos,  esas discusiones se transformaban en conversaciones más civilizadas, no lo había perdonado del todo, pero él tenía razones para ser como era y ella no podía cambiarlo.

— Le aseguro que no voy a decir nada — Sonrió,  evitando hacer contacto visual.

— Si, por supuesto — Contestó el otro con un deje de ironía. —Estas partituras las escribió ella, así como las letras de las canciones, era muy creativa — Volteó a verlo, buscando alguna expresión de tristeza o añoranza, pero el príncipe no tenía ni la una ni la otra.

— Esas canciones son hermosas — Dijo, incomoda por su desastroso aspecto. Pero ¡Vamos! Era Hans, el arrogante ¿Qué le importaba a él que tan bien se viera?

— Gracias —Se quedaron en silencio,  no uno incómodo, sino de aquellos silencios en los que las personas disfrutaban la compañía del otro. Entonces Hans comenzó a tocar.

Era una melodía similar al mecanismo de sus corazones,  un poco acelerada y vibrante por el fuego dentro de Hans, y en otras partes fría y elegante por los poderes de ella.

No podían sentirse más a gusto.

Así fue el inicio de sus encuentros.

En la noche. Todas las noches, desde aquella, se reunían en el salón,  para escuchar las opiniones del otro, en una calma extraña, obligados a no gritar y a hablar, descubrían cosas y compartían ideas. Escuchaban música o decían sus conocimientos,  aveces había noches de cuentos y la tripulación se sumaba con alegría a la pareja dispareja. Ya no era tan insoportable compartir barco y mucho menos vida.

¿Qué dirá Anna?

Por el día, eran una cosa, por la noche eran otra. Amigos que discutían con sabiduría.

Amigos que aceptaban mutuamente la naturaleza del otro.

                      ...

A la mañana siguiente la albina despertó de mal humor,  con el cabello enredado y el rostro mojado, el camisón desordenado y los ojos opacos.

— Bah  —Pensó, arreglando su mal aspecto. — Bah — Dijo, al ver la mesa con tinta regada —Bah — Gruñó,  cuando su estómago le pidió de comer.  Y —Bah — Chilló,  cuando el agua caliente tocó su "tatuaje"

Investigaba mucho acerca del extraño símbolo que apareció en ella y su compañero,  pero ningún libro tenía algo similar,  todo era brujería y la brujería estaba prohibida. Reglas medievales que la sacaban de quicio.

— Buenos días — Saludó el pelirrojo,  cargando un gran barril de vino. Elsa notó que no llevaba puesta camisa,  así que volteó hacia otro lado, avergonzada e ignorando el saludo. Por la noche era valiente y soportaba ciertas cosas, por el día la vergüenza la vencía.

— ¿Okey? — Comentó el príncipe, con aquel tono de voz que preguntaba que sucedía,  viendo a la chica alejarse.

— Buenos días — Gritó la reina, sin voltearse y ya varios metros alejada de él. No pudo evitarlo, una sonrisa se formuló en su rostro. Esa mujer sin duda era un desafío, no para el,  claro, pero sí para quien la estuviera cortejando. Porque el no la estaba cortejando ¿Verdad?

El trabajo del barco era muy pesado, había  cosas que hacer por aquí y por allá y la actividad nunca se detenía. Pero no era por eso que deseaba la llegada de la noche con ansias.

Esa noche se organizaría un baile improvisado entre la tripulación y él tocaría el violín. Una pequeña parte dentro suyo deseaba poder bailar una pieza con la albina reina.

Así que trabajó lo más rápido posible, ignorando a John, Coraline o cualquier otro queda pudiera retrasar sus labores. Aquella noche debía ser perfecta.

Las cocineras trabajaban en el banquete, con delicias sacadas del océano y bebidas como agua ardiente,  las preferidas de los marineros.

Hans se encontraba en el sótano 3, remando y silbando, improvisando canciones con sus compañeros. El día lucía perfecto.

Elsa, en cambio, no estaba disfrutando su día, para nada. Tenía que hacer su servicio en las cocinas, pero ella no encajaba ahí, con todas las señoras que ya se conocían y cocinaban como profesionales. Hacer servicio en diferentes áreas del barco era parte del trato, ella se sentía de utilidad y ayudaba a la tripulación. Pero las cocinas eran un terreno desconocido.  Ella apenas sabía prender la estufa y cocinar un sándwich.

"¡Ah, pero será el mejor sándwich! " Pensaba, mientras el pan de caja se le resbalaba de la mano y el cuchillo de mantequilla caía por la otra. "¿Dónde esta el jamón? " Gruñía, urgando en la alacena para gritar después al ver a un pequeño ratón entre las botellas de Ron y de Vodka. Al final un sándwich aplastado, sin jamón y con lechuga y mantequilla como únicos ingredientes fue llevado a la basura.

"Moriré de hambre" Siguió pensando,  con tristeza "Buena la hora en la que mi madre impidió que aprendiera las labores básicas" Se dijo, intentando-sin éxito-lavar los platos, rompiendo varios y llenando el fregadero de agua, que se desbordaba un poco por las esquinas.

Después intentó calentar agua...Hubo fuego y también hielo intentando apagarlo.

—¡Esperen, yo tengo que hacer mi servicio! —Gimió, abrumada, cuando las cocineras la sacaron a empujones de su área de trabajo.

—¡Puede ser la mejor Reina del mundo pero si sigue aquí terminará por quemar el lugar! — Le reprochó una de ellas, cerrando la puerta en sus narices.

Sollozo de la vergüenza y observó su reflejo en el pasillo, era un completo desastre.

— Al menos ahora parezco hermana de Anna —Se limpio la nariz, llena de hollín y sacudió el sencillo vestido, lleno de jitomate, chocolate y otras cosas en su vano intento de comida. Instintivamente se hecho a  reir.

— Luce muy guapa, majestad— La risa terminó con aquel comentario.

{¡Reina Elsa! — Gritaba un hombre entre la tormenta — ¡Ya no puede escapar!}

—¿Le parece? Es mi nueva imagen — Volteó y se encontró con aquel pelirrojo, después hizo una reverencia cómica y movió las sucias faldas.

{ —¡Tu...tú sólo cuida de mi hermana y ya! —Respondió la mujer,  corriendo,  escapando.}

— Sin duda es muy elegante, el jitomate resalta el color de sus mejillas —Bromeó Hans, Elsa se ruborizó. Ahora era un jitomate andante.

{ —¿Su hermana? ¡Regresó de la montaña débil y helada! Dijo que usted le había congelado el corazón—}

—Muchas gracias,  ¿Y usted? Veo que la tierra y el olor a sal son su nueva colonia — El  chico se encogió de hombros.

{—¿Eh? —Aquello fueron mil dagas, atacando su pecho, no era cierto, no debía ser cierto}

— El agua salpica en la parte superior. —Después se rascó la cabeza —Me avisaron que algo se estaba quemando abajo y querían que viniera a controlarlo —La reina rubia se mordió los labios, ella era la culpable de eso —¿No tendrá algo que ver o si?—Levantó ambas cejas.

{ —¡Usted la mató! — Reprochó el hombre,  la mujer cayó al suelo, hecha pedazos y la tormenta, misteriosamente, se detuvo.}

—¡No, para nada! — Se alejó un poco, retrocediendo en dirección a la puerta —Yo...eh...no tengo tiempo y debo retirarme ¡Nos vemos está noche!

{Una espada, un grito y un deseo nulo de seguir viviendo sin su amada hermana...Anna.......}

Era un comparativo drástico,  ver en retrospectiva su primera conversación con la que tenían en esos momentos. Ambos habían cambiado.

Se vio como una cobarde, pero no podía resistir aquello. Era inútil.

No podía cargar agua, no podía cocinar, limpiar o lavar ¿Qué mujer no sabe preparar un sándwich?

Entró a "su" camarote y, con su ego herido y hasta los suelos, se dio un abrazo auto compasivo. No podía ser la víctima.

Sólo le faltaba práctica. Era una de las muchas desventajas de vivir en un castillo. No poder hacer nada por si misma.

— Que desperdicio — Susurró, acariciando la tela de las cortinas.

Esa noche era la penúltima a bordo del barco. Como extrañaría esos días,  en los que jugaba sin preocuparse de etiquetas con Coraline y Wybie, a molestar al futuro rey John, escondiendo sus cosas con ayuda de Hans...Ah, cierto, Hans. Su nuevo amigo al que no volvería a ver después de la boda.

Boda.

Que pésimas palabras.

¿Por qué la idea de una boda la ponía inquieta? Tarde o temprano las personas pasan por la iglesia,  era lo natural, era lo que toda mujer deseaba y lo que  todo hombre escapaba. Se trataba de Hans, el chico que hace 29 días quería romper su cuello. Que hace un año ya no recordaba. Que hace dos años le lastimó de mil maneras.

El hombre que la comprendía.

Y estaban las marcas que los unían.

Gran ironía de la vida.

No es que le importará mucho, era un amigo al que le guardaba un poco de rencor. Poquito. Muy poquito. Había aprendido a odiar la nación sureña y a no oír jamás el nombre del traidor, para las hermanas esas islas desaparecieron del mapa y del vocabulario. Ahora...¿Qué pensaría Anna?  No podía ignorar las emociones de su hermana, la  chica que estaba obligada a proteger y sacrificar su vida, la chica que tenía pesadillas en las noches, como protagonista dentro de capas y capas de hielo que le quitaban el aire mientras su ex-prometido caía de espaldas....mientras se sacrificaba por ella,  por Elsa. No podía traicionarla de aquel modo.

《¿Traicionarla en qué sentido?》 Le dijo su conciencia 《Solamente es tú amigo ¿O no es así? 》

Era verdad,  un amigo es un amigo, alguien externo a la familia. Y alguien externo a la familia no podía cambiarla ¿O no?

No podía creer que al día siguiente volvieran a ser unos desconocidos. No tenían porque seguir hablando después.

Y no era solo esa sensación de sentir que alguien podía discutir contigo de una manera retadora y con verdaderos argumentos,  era la sensación de dar el perdón a una persona que llegas a conocer a fondo.

Oficialmente,  Hansel Erick Westergaard estaba perdonado por ella Elsa Charleen Arendelle.

Y, como recuerdo de penúltima noche,  le concedería el perdón frente a toda la tripulación, tanto sureña como la suya.

Esa sería la última noche de cuentos.

Emocionada y ya dejando a un lado el desastroso asunto de la comida hechada a perder se levantó y rebusco entre los libros. Debía haber alguno apto para la ocasión.

— ¿Puedo pasar? —Su amigo Douglas estaba detrás de la puerta,  él podía ayudarla. Se despediría de los sureños con ayuda de uno.

—Adelante —Dijo, guardando los bocetos del príncipe y sacando libros y libros llenos de sal y olores a flores de las repisas.

— ¿Qué está haciendo? — Preguntó, con una sonrisa,  Elsa hojeo los libros con ansias. El muchacho estaba triste, pues cuando llegarán al puerto escocés no podría intervenir entre la boda de la princesa y el príncipe. Al parecer su amiga Elsa lo había olvidado.

— Hoy es la última noche de cuento ¿Recuerdas? — El pecoso abrió los ojos.

— La última... —Suspiró, largo y lento. Tanto él como la reina frente suyo deseaban que esa noche durará más. Elsa le sonrió,  entendiendo.

— Doug, tranquilo, sabes que la princesa no esta interesada... —El muchacho pateó un frasco de tinta vacío.

—Las personas cambian majestad — Su semblante infantil y dulce se endureció — Hace unos días usted estaba dispuesta a ayudarme a romper el matrimonio entre ellos dos, hace unos días usted odiaba al príncipe, hace unos días usted no estaba interesada....

—Discúlpame, Doug, pero no entiendo tu comentario ¿Interesada?  ¿Odiar?... — El chico se cruzó de brazos.

—Yo tampoco entiendo como fue capaz de perdonar al príncipe en tan sólo unos días — Sus ojos se apagaron. — Usted prometió ayudarme.

— Yo tengo mis razones, él es una mejor persona.

—¡Ja! Mejor persona, si claro, una persona tan buena...Dígame ¿Qué hizo para que cambiará de opinión? —Exclamó ofendido el muchacho de cabellos cobrizos, la Reina arrugó el ceño.

— ¿Qué te sucede, Doug? — los labios del muchacho temblaban. — ¿Por qué te importa tanto la opinión sobre Hans?  Es Mérida, no yo, la que te atrae, así que no puedes mandar sobre mi...

— ¡Tiene razón! — Alzó los brazos, sobresaltado — Usted y yo no tenemos nada que ver, y las tardes en las que yo escuchaba sus problemas, los reproches hacia el príncipe, de su vida ¿Ya no valen nada?Bien, al fin y al cabo soy un simple chico marinero. — Jaló la puerta y salió por ella, dejando a una rubia confundida y sin palabras.

¿Por qué todos insinuaban algo respecto a Hans? ¿No podía perdonarlo sin que la gente lo viera mal?

《Tienes que verlo así: el intentó matarte ¿No crees que tenga algo que ver?》 Su conciencia tenía razón. Ya no podía permitirse seguir perdiendo amigos o arriesgarse a perder a Anna por un aspirante a asesino.

Esa era la última noche que se encontrarían en el salón. Después de eso, solamente sería una invitada más.

Se recargo en el librero, pensativa al respecto. Empujó quizá demasiado, pues un libro se resbaló hasta caer sobre su cabeza.

—¡Agh! —Gimió, tomando el libro en brazos. Era de tapas gruesas, de cuero coloreado de rojo y brillantes letras doradas. Ella tenía un libro idéntico en casa, sólo que su ejemplar nunca habia sido abierto.

El título: ~El príncipe y la Sirena~

Sonrió con tristeza.

Parecía un buen título para una última noche.

                       ...

El pequeño salón estaba adornado con modestia, pero lucía cómodo y acogedor. Los candelabros sobre el techo de roble centelleaban y la banda tocaba en el centro del salón. La tripulación brindaba gustosa,  orgullosa de haber logrado un viaje más con éxito.

Usualmente no le gustaban los discursos, pero esta vez no podía evitarlo si quería cerrar su relación con los sureños.

Entonces, ahí estaba él.

La agarró por la cintura y le dio vueltas en el cielo. Eso estaba mal. "Una última vez" se dijo, riendo en el acto.

— Buenas noches, Elsa — La saludó el pelirrojo, radiante.

— Buenas noches, Hans — Respondió, mientras el aludido se ajustaba la corbata. Ella no había tenido que pensar mucho en su vestimenta,  solo agitar las manos y un nuevo vestido se añadía a su guardarropa.

— Te ves realmente bien — Después se acercó a su mejilla y en un susurro añadió: —Pero prefería el vestido con jitomate. — Los nervios la atacaron y se alejo con brusquedad.

—Lo tomare en cuenta — Y corrió a la mesa de bebidas.

— Buen escape —Coraline llegó junto a ella, con los rulos azules saltando y sus botas amarillas que combinaban con el vestido bien puestas, estaba recargada con un solo brazo sobre la pequeña cantina, en pose de chica interesante.

—No vuelvas a asustarme, Coraline —La regañó la platinada,  la niña se encogió de hombros.

— No tengo más cosas que hacer —Contestó sin mas, bebiendo un poco de jugo, pues no estaba permitido consumir alcohol a menores.

—¿Y Wybie? —Las mejillas pecosa de la futura heredera sureña se inflaron.

— Ni me lo menciones — Rodó los ojos avellanas — Es un aguafiestas,  dijo que se sentía enfermo ¡Pero es un mentiroso!  Si no quería pasar tiempo conmigo sólo tenía que decirlo —Elsa dejó escapar una risa —No da gracia, soy la única niña aquí,  los demás han vivido el doble que yo.

— Yo todavía no cumplo veintiséis como para haber vivido lo que tu —La princesita se cruzó de brazos.

— Bueno, eres joven, felicidades — Hizo una pausa, viendo la pista vaciarse — Me he enterado de tu discurso ¿Por qué no lo das ahora?

—Es que yo no estoy del todo seg...

— ¡Atención! — La peliazul se subió a la mesa, llena de pescado y fruta — Nuestra invitada de honor desea hablar con ustedes. — Las miradas descansaron en la rubia, que apretó las uñas en su puño.

— Bue-buenas noches — Tomó aire —He de decir que este mes ha sido increíble y he aprendido muchas cosas, todos han sido muy gentiles y comprensivos aceptando,  no solo a su servidora, sino también a toda mi tripulación —La gente aplaudió y se relajo un poco —Creo que todos esperábamos ser rescatados por cualquier otro barco, o siendo sinceros, jamás pensaron verme a mi ¿No es verdad? —Río  con nerviosismo — Como dije, aprendí y conocí mucho, aun con mi poca experiencia cocinando o en alta mar...me aceptaron. Por eso, Estimado rey John, princesa Coraline y, sobretodo, príncipe Hans. —Levantó la mano derecha y realizó una reverencia —Les concedo mi perdón. A ti, Hans, te he perdonado.

La gente aplaudió con intensidad y gritaron el respectivo himno de cada nación. Hans se acercó a ella, pero ella ya no quería verlo.

— Es la última noche de cuento —Tomó ambas manos y las junto con las suyas —Pero me gustaría bailar con usted. —Ella bajó la vista, no quería llorar, no debía llorar. Era un adiós a su amistad.  Un baile era menos de lo que podía darle.

Con un gesto de mano la banda inicio una canción.

Las primeras notas bastaron para saber de cual canción se trataba.

Sus sentidos vibraron y su mente se puso en blanco. Volteó a verlo, con los ojos brillando. Era la canción de la caja musical que él desconocido le había dado en su cumpleaños número 23 hace unos meses.

Rivers in flow you.

— ¿Fuiste tú? —Su mano fue colocada en el hombro de su ex-enemigo.

—Si eso quieres pensar.

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¡Buenas noches! :')

Lamento haber tardado tanto UuU, pero he estado ocupada pues la semana pasada fue revisión de cuadernos y esta es la de exámenes :/ mañana tengo historia universal así que...Denme suerte (:

¿Qué opinan del capitulo?

Se que faltaron detallitos, pero serán usados más adelante. Gracias por todo su apoyo.

Estrellitas y comentarios son bienvenidos. Saludos y gracias por leerme ♡

P.D: Escribí dos One-Shoots Helsa,  estan en mi perfil por si quieren leerlos.

(Para los que no la vieron ya hay imagen en el capítulo anterior, es el dibujo que se supone hizo Coraline -pero que en la vida real hice yo xD)

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