Creo que me enamoré

~Día 7~
23 días para la boda.

Aquello era penoso, bochornoso ¡Incómodo! Y, la vida parecía burlarse de ella.

La reina Elinor le miraba con profundo enojo, como cuando preparas el mejor platillo del mundo y alguien le mete el dedo, justo en el centro, volviéndolo inservible para los comensales. Precisamente eso, era lo que la reina Elinor pensaba de Elsa: Una chica boba que mete las narices (o en este caso, los labios) donde no le llaman ¡ni le invitan!

Claro que Elsa tampoco estaba del todo declarada culpable por arruinar la poca, por no decir inexistente, relación entre cierto príncipe sureño y Mérida...aunque, besar al primero no era el número uno de su lista de cosas importantes. Tal vez ocupaba el segundo puesto, a pesar de que aquello le molestara, fue importante para ella.

Tan importante que ahora se creía loca.

Los pensamientos negativos estaban en eterno debate con los positivos desde el momento en el que Julieta y Romeo decidieron besarse frente a todos los condes, duques y varones. Siendo Julieta en ese momento, no podía salir huyendo del escenario, tampoco darle una cachetada a Romeo y mucho menos congelar el teatro entero. Lo único que pudo hacer y (de buena gana) fue continuar con el beso y hacerse ignorante a la declaración que había llegado minutos antes del gran acontecimiento.

Desde ese suceso, su corazón no había dejado de latir como desquiciado sin remedio y, sus mejillas, no habían querido regresar a su pálido tono original. ¿De qué se trataba? ¿Qué copos había hecho? Mientras pensaba acerca de lo correcto, no dejaría que la acusación sin bases la atormentara, principalmente porque ni Mérida, ni el sureño, ni nadie más parecían estar molestos. A excepción de la reina.

Una sonrisa traviesa cruzó su rostro al ver a la reina Elinor, que, totalmente molesta, enterró el cuchillo con exceso de fuerza en el estómago de oveja frente a ella, haciendo que la salsa que rellenaba el asqueroso alimento, salpicara por todos lados, haciendo que todos los menores de 30 años en la sala rompieran en una carcajada grupal.

-¿Sucede algo querida? - Preguntó el rey Fergus, con fingida inocencia, mientras los demás dejaban de reír bruscamente.

-¡Si, si pasa algo! - La mujer de cabellos oscuros dejó a un lado el tenedor, clavando la mirada en su hija mayor y en Hans, que miraba fijamente a la pared sin ver en realidad.-Mérida, Hans, díganme por favor que su relación va bien.

Los dos pelirrojos voltearon a verse pidiendo ayuda mutua. Era verdad y no lo negaban, que el odio entre ellos ya no existía después del beso de la rubia y el pelirrojo, pero de eso a llevarse bien...

- ¡Respondan! - Chilló Elinor, desesperada. Elsa se cubrió la mitad del rostro con la servilleta, temerosa de que la tomará con ella ¡O peor aún! Con Arendelle, siendo uno de sus socios comerciales más importantes, no podían perder su apoyo económico. El rey John meneó la cabeza, conociendo a su hermano, la cosa no daría nada bien.

- Mamá nosotros...amm...no somos...¿compatibles?

- Mérida Charlotte Diana Dunbroch ¡Me convertiste en oso y me debes un favor así que no me vengas con que no son compatibles! -.Los trillizos y Coraline, abrieron los ojos con asombro y, en un acto de tremenda cobardía, se escondieron debajo de la mesa, pues Elinor había vuelto a sujetar el tenedor.

-Majestad, es que nosotros no... -Hans había tomado la palabra, por lo que las cabezas giraron para verlo. El muchacho sólo parecía ver a la rubia.

- Miré, usted no tiene nada que ver, sólo debe de casarse con mi hija y ya está, si usted quiere que lo vuelvan a respetar tiene que hacerlo. - Los puños del príncipe sureño se cerraron con rudeza y su ceño se arrugó.

- ¿Y qué pasa si no quiero casarme con su hija? -.Gruñó Hans, mientras que la mujer abría la boca hasta un nivel doloroso para la mandíbula.

- ¡Todo es culpa de ella!

- ¿De quién?

-De la reina Elsa.

...

Antes de llegar al muelle, allí mismo donde van alegrías y llegan las tristezas, una mujer se encuentra parada con la mirada puesta más allá de la orilla. Sus ojos están hinchados por tanto llorar, sus labios salados por probar esas lágrimas. Sus cabellos son llevados en completo desorden hacia donde sopla el viento, hacia donde los barcos parten.

Ha hecho lo mismo durante toda una semana.

Su futuro esposo la vigila de lejos, abatido, mientras nuevas lágrimas caen del rostro de la mujer. Esta derrotada, no puedo seguir, es como si estuviera paralizada.

- ¿Cuánto tiempo más va a estar así?- Pregunta una voz de niño con inocencia. - No quiero que siga llorando.

- Yo tampoco, pero no puedo hacer nada...Nada. -El adulto le acaricia la cabeza. -Desearía poder ayudarla.

- Yo también -responde el niño, meciendo los piecitos por encima de la barda. -Desearía aliviarle la pena con un abrazo, pero tampoco funciona.

- Tus abrazos son los mejores Olaf, no te preocupes. - Lo consuela el hombre. -Sólo necesita tiempo.

- ¿Cuánto?

-Demasiado, apuesto a que entenderías estando en su lugar. -Las nubes, grumosas y esponjadas, se teñían de gris y, la brisa dulce, se volvió agria. La mujer volteó instantáneamente, sabiéndose observada, con ojos inyectados en terror. Odia las tormentas, las odia. Al principio no le hace caso a la emoción que grita dentro de ella, la reprime, la congela, quiere hacerse una con el frío de afuera. Sabe que podría correr hacia el muelle y desde ahí gritar que la esperen, que no sigan con la búsqueda sin ella, más la cobardía de acercarse aunque fuera un poquito al agua la tiene muda y con las piernas fijas en el suelo, muerta, como si por ella no corriera una gota de sangre, palideciendo aún más esa piel noruega que no ha visto el sol. El día se oscurece, todo se apaga repente. Ella sigue de pie sin moverse, cerrada en sí misma, envuelta en una gabardina antigua que perteneció a su madre, cansada de años de uso y sin calor que brindar. Las lágrimas van bajando por sus pálidas mejillas mientras reza para que cuando el barco vuelva dé señal de noticias, quién sabe cuando eso suceda.

El hombre corre seguido del niño, angustiado al ver como poco a poco el pánico se apodera de la mujer. Comienza a respirar con fuerza y a llorar con cada trueno que retumba por todo el océano, sujeta su pecho y se aleja con pasos torpes del mar, gritando como si la torturaran con cada marea que llega a tocar sus pies.

- ¡Kristoff! - Chilla, corriendo, resbalando con el agua que cae y moja la arena, volviéndola resbaladiza. - ¡Kristoff!

La chica está muerta de miedo. Su corazón late con fuerza, tanta que parece querer escapar del pecho en cualquier momento. Voces, muchas voces, comienzan a gritar infinidad de cosas dolorosas a sus oídos, la voz de sus padres, la voz de su hermana, de su amor fallido...Todos, la atacan, la abandonan, todos prefieren irse al mar.

La tormenta aumenta, sus dos hombres corren para protegerla.

-¡¡Anna, no te muevas!!

La pelirroja obedece, mirando únicamente los ojos mieles de su amado. Ahora es la única persona en la que puede confiar. Elsa le prometió regresar y no lo ha hecho, rompió la promesa y no se puede confiar en alguien que ya ha roto varias promesas.

Ya van siete barcos los que van en busca de su hermana y no hay noticias. Está desesperada.

- ¡Kristoff! - Repite, temblando con cada gota que logra tocar su piel. Hace dos días que no se baña, le da miedo, tiene miedo al agua, porque el agua es lo mismo al mar.

El rubio llega y la toma bruscamente por la cintura, como aquella vez en la que su cabello se tiñó de blanco y necesitaban llegar al castillo. La situación no había cambiado tanto.

-Tranquila, Anna, que ya casi llegamos. -Le asegura, acariciando el cabello rojizo con una mano y dando rienda a Sven para que acelerara el paso. Por todos los cielos, la amaba tanto, no toleraba verla tan vulnerable, tan triste y apagada, la amaba tanto que daría su vida con tal de que su cuñada regresara y hiciera feliz a Anna. - Te amo. - Susurró, mientras los ojos verdosos de la chica le miraban con ternura, cargados de amor y confianza. Aquel momento de terror ya había pasado, estaban dentro del castillo, junto al fuego.

-También te amo.

Kristoff volteó a verla, era el ser más hermoso del mundo, no merecía tanto sufrimiento. Kristoff volvió a verla y junto a ella, Hunter, altivo y presuntuoso. Odiaba a aquel mocoso, pero le agradecía, porque de no haber aceptado el trato aquella noche en las montañas nunca habría amado tanto a una persona.

- ¿Puedo besarte?- Preguntó con timidez.

Como respuesta, la princesa lo cogió del cuello y juntó sus dos almas en uno solo, en busca de consuelo.

...

Sus manos estaban revoloteando alrededor del pergamino a alta velocidad, contando todo lo que le había pasado desde que llegó a Dunbroch. Estaba muy emocionada, su hermana se alegraría mucho al ver que encontró una amiga. Se preguntó si era correcto contarle lo de Hans, pero de hacerlo Anna la odiaría así que omitió ese detalle. Describió el sonido del violín que escuchaba en aquellas noches que pasó en el barco, a su hermana le hubiera gustado mucho estar ahí. Anna estaría feliz también, de saber que Kai y toda la tripulación se encontraban bien, disfrutando gustosos de las vacaciones en Dunbroch, asimismo le gustaría saber qué cara puso la reina Elinor en la cena de locos que tuvieron la noche anterior y tampoco olvidar el maravilloso papel que hizo en la obra de Shakespeare interpretando a Julieta, descartando el detalle del actor que interpretó a Romeo. Le envió un abrazo calientito a Olaf y un saludo a Kristoff. Escribió una carta corta para Hunter, diciendo cuanto lo extrañaba. Ojalá y la culpa en el contenido de la carta no le delataran.

Al terminar la carta, se apresuró a ir a la oficina postal, sintiendo ligereza al andar por aquellos pasillos de piedra interminables. No conocía mucho el castillo, y siendo franca no le importaba mucho, sabía salir y entrar y entrar a su alcoba sin problema. Era un lugar francamente feo, un poco descuidado y sin el mínimo adorno, todos los pasillos eran iguales: piedras grises y suelos planos, antorchas viejas y muebles sin gracia. Era, muy fácil, un laberinto de amplios muros que carecía de color. Incluso extrañaba las paredes azules que adornaban su habitación, aquel color que en un principio le había aburrido. Lo más asfixiante del castillo no era solo la falta de vida, era también la ausencia de ventanas.

No entendía como era que Mérida había sobrevivido todos esos años.

La gente en el castillo la adoraba, decían que era necesario descansar un poco de arcos y flechas, y dramas a la hora del almuerzo. Las mujeres, estaban más emocionadas que las demás, pues por primera vez podían ejercer su trabajo: Embellecer a una princesa.
Mérida nunca les había dejado entrar a su cuarto siquiera, pero con Elsa, todo era muy divertido a la hora de despertar. La reina dejaba que le lavaran el cabello y arreglaran las uñas, su parte favorita era cuando le arreglaban el cabello, por primera vez estaba siendo un poco egoísta con su apariencia. ¿Por qué? Porque puede que hubiera un hombre que le viera todo el tiempo y ella todo el tiempo tenía que lucir grandiosa.

Grandiosa sólo para él.

Al depositar la carta en el saco del repartidor, se sintió mejor. No podía dejar a su hermana mucho tiempo más sin respuestas, podría estar preocupada.

Rápidamente se deshizo de la idea y siguió con su amplia sonrisa. Desde el día de la obra se sentía todo el tiempo inquieta, como si una venda negra que tapara sus ojos se hubiera ido y le abriera las puertas a un nuevo mundo que nunca antes había visto.

Por ejemplo, desde el beso, siempre tenía aquella sonrisa tonta y los ojos muy brillantes. Sus poderes, soltaban con continuidad pequeños copos de nieve en formas extrañas, desde estrellas hasta corazones, los más frecuentes y el azul gélido de sus vestidos, se convirtió en un rosado romántico y en un rojo manzana. Sus cabellos, brillaban de manera extraña, como si el hielo dentro de ella hubiera envuelto el cabello en brillantina. En cuanto a sus signos internos, el estómago no dejaba de querer elevarla en dirección al cielo, como si una bandada de mariposas hubiera anidado de manera permanente. Su corazón, normalmente calmado y sereno, parecía estar corriendo una maratón sin fin.

Desde el beso, no podía dejar de sentirse feliz, como si en lugar de una tormenta mental un rayo de sol derritiera el sentido común de su cerebro. Tenía pensamientos positivos y lanzaba comentarios amables a pesar del evidente desprecio de la Reina Elinor. También su generosidad se notaba desmesurada, comprando regalos a los más pequeños del castillo.

-Cuéntame, Coraline, ¿Cuál es el postre favorito de tu tío favorito?-Tenía una pluma y un pergamino encima de su regazo, atenta a las palabras de la peliazul. La niña rodó los ojos, un poco irritada por la ronda de preguntas que la platinada había decidido hacer. Era la pregunta número sesenta y dos, prácticamente la reina había decidido averiguar cada mínimo detalle y Coraline conocía muy bien a su tío, pero no al grado que la rubia quería. Eso podía definirse como acoso.

-No lo sé, Elsa ¡Pregúntale tú!-Chilló la niña, levantándose de la silla y caminando a gran velocidad a un lugar muy lejos de donde la albina estuviera. Elsa frunció el ceño, no podía preguntarle directamente a Hans, eso la pondría en evidencia... ¿Evidencia de qué? Viendo esto con objetividad lo único que quería hacer era conocer mejor a su némesis. Podría poner un poco de picante escondido en su postre favorito y así podría ver esa linda expresión que hacia cuando algo le disgustaba: Arrugar la nariz e inflar las mejillas...

Alto.

Sacudió la cabeza, avergonzada. No podía creer eso, no podía simplemente no terminaba de convencerse a sí misma de los nuevos acontecimientos. Sus sentimientos, antes incólumes, parecían revelarse de golpe. O tal vez ¿Estaba sufriendo de afasia? Sí, eso era lógico. Esos sentimientos eran arteros, falsos, impregnados de mentiras... Hans sabía mentir muy bien, era todo un genio en eso. Una sonrisa tonta se alineó por toda la parte baja del rostro, de todos los embusteros en el mundo Hans era el mejor. Hans siempre era el mejor...Incluso siendo un cretino.

- ¿Elsa?-Alguien golpeó la puerta- ¿Puedo pasar?

-Sí, adelante Mérida. -La pelirroja caminó hasta ponerse enfrente de la chica, que miraba de manera distraída por la ventana.

Tal vez Hans se encontraba montando a caballo, según recordaba él era muy bueno montando a caballo.

-He decidido hacer algo diferente ¿Tú qué opinas?-Preguntó Mérida.

-Mmmmaajam...-respondió con nulidad. Tal vez Hans también era bueno escribiendo poemas, le gustaría mucho recibir un poema, especialmente si era sólo para ella.

-Y poder cambiar el futuro ¿No?-Mérida se sentía un poco desconsolada, tanto que no notaba la indiferencia de su amiga.

-Sí, puedes-. Un petirrojo de ojos verdes y plumas oscuras en la parte de la espalda, aterrizó sobre el alfeizar de la ventana, viendo a las dos con curiosidad. Elsa le regaló una sonrisa, era muy bonito y tenía la crespa de la parte superior esponjada, como si todo el fuera una bolita gorda de plumas. Era demasiado hermoso como para encerrarlo. Hans era así, un alma libre...

- ¡Elsa! ¿Siquiera me estás escuchando?-La rubia dio un brinquito de susto, mientras la pelirroja gruñía.

-Disculpa es que yo estaba...

-Estabas pensando en mi prometido, que descaro-Recriminó la princesa, señalándola con un dedo acusador a modo de broma. Elsa se ruborizo.

-No es verdad, yo no lo hago-intentó sonar segura, pero la sonrisa la delataba. -No lo hago, de verdad.

-No puedo creerlo, lo estás haciendo ¡Te gusta!-No había molestia en la voz de Mérida, se podía notar incluso el tono alegre. -Eso es perfecto.

- No lo es, es raro, muy raro es como si estuviera en mi mente todo el tiempo, no puedo sacarlo de mi cabeza...Normalmente siempre tenía pesadillas con él levantando la espada encima de mí, a punto de atravesarme, diciéndome lo despreciable que era por congelar a mi propia hermana. -La temperatura de la habitación descendió y unas lágrimas amenazaron con salir de sus ojos. No mentía, durante dos largos años estuvo despertando en medio de la madrugada, llena de miedo y temblores, de inseguridad, de odio y rencor. Durante el último año, sin noticias del molesto y odioso príncipe, su alma descanso y todos los malos sentimientos se los llevo el tiempo, en su lugar, la alegría y paz fueron implantadas. -Ahora tengo sueños, junto a él, diciéndome porque lo hizo, cuanto estuvo esperando por mí, cuanto tiempo quiere pasar junto a mí. Mérida, estoy volviéndome loca, no puedo creer que todo esto esté pasando en una semana.

-Parece imposible ¿No? Pero recuerda a Romeo y a Julieta, su historia fue durante una semana o menos también. -Elsa asintió lentamente, luchando contra los deseos de injusticia que abrían las puertas en ese momento. - Voy a lamentar mucho tener que casarme con la persona que tú quieres. Eso me convierte en una pésima amiga.

-No digas eso en voz alta- los puños de la rubia se cerraron-Tengo que acostumbrarme al sentimiento.

-Me gustaría mucho no tener que casarme, te lo juro. -Mérida le dio un abrazo, uno sincero. La cabeza de la rubia cayó sobre el hombro de la princesa, mientras temblaba un poco al soltar el llanto. -Lo lamento.

-No es justo, Mery, yo...-Con lentitud y un poco de miedo, pronunció las siguientes palabras: -Creo que me he enamorado.

...

La carta que tenía en sus manos resultaba un poco ofensiva hacia sus emociones. Más que ofensiva, era grosera y cargada de un desprecio que no creyó sus hermanos le tuvieran a pesar de todo.

Pero, siendo el menor, no podía quejarse.

"Príncipe Hans de las Islas del Sur:

Lamento deciros que, la reina Elinor del reino Dunbroch, nos ha comentado de tu fechoría. No podemos creer que tengáis el descaro de continuar deshonrando a la familia ¿No fue suficiente con el suceso de Arendelle? ¿No fue suficiente con todas aquellas princesas con las que jugasteis y engañasteis? ¿No fue suficiente con haber asesinado a nuestra propia madre al nacer? Hansel Westergaard, Almirante, tú eres el culpable de que vuestra madre no esté con nosotros en estos momentos, eres el culpable de que vuestra nación este viviendo la pobreza y escases que vuestro padre siempre había querido evitar. La reina Elsa es inalcanzable para vos, ella misma debe detestaros, es demasiada mujer para tan poco hombre, para un asesino, os perdonó la vida en lugar de castigaros por vuestro crimen. Alejaos de ella y tal vez, nosotros os perdonemos la existencia. Cumple con la promesa que habéis hecho, casaos con la princesa de Dunbroch y tal vez, puedas regresar al palacio. Ya nos hemos sacrificado demasiado por vos.

No es una amenaza, es un hecho.

Con cariño, tus once hermanos mayores"

Al leerla por segunda vez, le fue imposible no llorar. Admitía su culpa en todo lo que pasó, aceptaba la culpa en haberse enamorado de alguien a quien el mismo lastimó. Concedía el conocimiento de que, al nacer, su madre había muerto. Pero también sabía que su madre, los pocos momentos en los que estuvo con él, lo había amado como a ninguno de sus otros hermanos.

Ahora, tanto el como la princesa Mérida sufrirían la consecuencia de sus actos.

Dejó que sus rodillas se estamparan contra el suelo y, permitió que el fuego dentro de él quemara la carta poco a poco.

Levantó los ojos, levantó el orgullo. Abrió la ventana y dejó que el viento se llevara las cenizas. No permitiría que los provocaran de nuevo, ya no debía demostrarle nada a nadie.

-Jamil, sé que tu estas aquí, puedes salir de tu escondite-El guardaespaldas salió de detrás de la cortina, rascando su brazo con incomodidad. Hans correspondió con una sonrisa, mientras las lágrimas se evaporaban apenas tocaban sus mejillas, liberando un humo casi imperceptible- Que gusto verte.

-Me gustaría decir lo mismo, majestad, pero me parece una abominación lo que sus hermanos hacen. Eso es un maltrato psicológico degradante-Exclamó el pelinegro con indignación, a lo que Hans se encogió de hombros. -No haga eso, que ya no es un niño.

-Bueno, yo ya no soy un niño y tú eres muy viejo- bromeó, mientras el guardaespaldas le daba un codazo en las costillas- ¡Oye! ¿Eso por qué?

-Porque te has enamorado de una mujer que a mí me gustaba.

-No fue mi culpa, de verdad- Jamil tomó asiento a un costado del pelirrojo-Sólo sucedió.

-Así como mi nacimiento, mis padres me dijeron "sólo sucedió"-Los dos amigos comenzaron a reír-Y también mi ex novia dijo eso cuando la vi besándose con su hermano, el príncipe Hugo, también me dijo "Lo siento, Jamil"-imitó la voz chillona de la mujer, haciendo una mohín gracioso-"Sólo sucedió"

-Ya, calla, me orinaré en los pantalones por tú culpa-ahora fue Hans quien le dio el codazo. -Gracias por ser mi amigo a pesar de mi montaña de problemas, Jamil.

-Estoy contigo por dinero, hombre-Bromeó, sirviendo en una copa un poco de vino- Me pagan bien por cuidarte.

-Sé que me quieres, aunque suene muy de mujer-El príncipe aceptó la copa que le ofrecía y se la terminó de un golpe. -Sin ti estaría perdido.

- ¿Quién te habría salvado de tantas borracheras, ah?-recordó el hombre, con melancolía. -Y cuando andabas en pañales y yo tenía en ese entonces 8 años, veía como mis padres te cuidaban con tanto cariño...Supongo que está en los genes, cuidar de ti. Todavía recuerdo cuando me quemaste las cejas aquella primera vez que tuve que cuidarte-de nuevo rieron juntos- no conocía tus...capacidades y mis padres tenían que atender los demandantes pedidos de tus hermanos, entonces me dijeron "Cuida de Hansel, o puede lastimarse" ¡PFF! Sí, claro, lastimarse. Sin las cejas parecía un tipo del espacio o algo similar, me veía feo.

- ¿Veías de tiempo pasado? Yo creo que te ves igual ¿Quieres que te queme las cejas otra vez?- Comenzó a corretear al guardaespaldas, con la punto del dedo índice encendida.

Si alguien le preguntara en ese momento ¿Quién era su familia? Lo más probable es que respondiera que por el momento estaba conformada por tres personas: Su hermano John, su sobrina Coraline y su hermano adoptivo Jamil, él no tenía padre ni más hermanos. Pero no estaba solo.

Y planeaba extender esa familia.

-Jamil, quiero un consejo-Pidió, apagando la llama del dedo.

-Aquí te va: Nunca le pongas nombre a tus calzoncillos, porque puede que alguien los encuentre y los exhiba en un lugar público...

-No me refiero a eso, y que asco, Jamil- El aludido se encogió de hombros. -Quiero un consejo para preparar una cita.

- ¿Qué?- un soplo burlón salió de la boca del guardaespaldas- ¿Tienes cinco años acaso?

-Claro, búrlate del inexperto.

-No eres inexperto, te has acostado con más mujeres que yo en toda mi vid...

- ¡Shh! Eso es vergonzoso, imagínate si la reina Elinor te escucha. -Sabía muy bien, que durante su adolescencia, su vida estuvo llena de pecados y trataba a la mujer como una vil basura. No era correcto.

Tratarlas como pañuelos desechables no era correcto y nadie le dijo nada. Ahora podía ver, que a todas esas princesas les quitó algo muy importante: La dignidad.

-Tienes razón, que esa mujer da miedo, no me la imagino convertida en un oso, probablemente hubieras amanecido en un barranco por aquella respuesta que le diste en la cena de anoche.-Hans suspiró, un poco cansado, en cambio Jamil, apenas comenzaba-Me alegra saber que has abierto los ojos, querido amigo.

- ¿Abrir los ojos de qué forma?

-De la manera en que debiste hacerlo siempre, ignorar a sus majestades, ósea a vuestros hermanos y proseguir con si vida. Sé perfectamente que falle un poco, de haber estado pendiente de ti en todo momento no habrías marcado tu propia sentencia en Arendelle. - Su tono de voz era una mezcla de culpabilidad y despecho, pero también como si el tuviera el poder de un conocimiento que Hans no poseía-De haber estado pendiente de ti, no habrías aceptado este compromiso y ahora, serías libre de intentar algo con la señorita Elsa.

-Jamil, entiendo que tú te sientes responsable, pero no hay nadie más culpable que yo-Le dio unas palmaditas en la espalda-Y, si el destino que me han dado en esta vida era permanecer con la reina Elsa, ya habría encontrado una manera de volvernos a ver.

Los ojos mieles del guardaespaldas se abrieron demasiado, con miedo, con culpa, con frustración, temblaba tanto que la copa que sostenía en sus manos pronto se precipitó al suelo. Hans sostuvo sus brazos, asustado.

-Majestad, dígame...-Nunca había visto a Jamil de esa manera- ¿Ya lo sabe?

- ¿Saber qué?-El hombre mayor, bajo el rostro, sollozando. -Jamil ¿qué cosa?

Su pecho comenzó a calentarse, como siempre sucedía que la curiosidad era más que la razón.

-De usted... Olvídelo, yo no debí haber dicho nada, pronto se enterará de todo usted solo. -Sin embargo, las lágrimas seguían cayendo. Lágrimas agrias que guardaban en ellas los recuerdos más importantes del pequeño Hans. El príncipe comenzó a incendiarse por dentro.

-Oye, Jamil, puedes decirlo, si esto te duele lo mejor es liberarlo, así como todos mis errores.

-Mi pequeño Hans...-tan desconsolado sonaba el llanto, tan desafortunado- ¡Perdóneme! ¡Perdóneme por favor!

Jamil estaba llorando como nunca antes lo había hecho, movía los hombros de arriba abajo con intensidad. Bastaba verlo para notar que su alma se sobrecogía al frío y su espíritu se abrazaba a ese dolor tan suyo. Era ver, en vivo ejemplo, una mezcla conmovedora de la nostalgia y la tristeza.

Y es que a veces esas dos cosas pueden causar una catástrofe.

En otros tiempos, Hans lo abrazaría por los hombros, le diría lo buena amigo que es, lo especial que volvía cada charla. Ahora, Hans sólo podía imaginarlo como una lágrima caída proveniente de una paloma que ha perdido toda esperanza de volar; un cielo gris a punto de llover.

El aura que emanaba del hombre arrepentido, del hombre atormentado, era como un pulpo que buscaba extender sus tentáculos y pegarlos a cualquier cosa que pudiera salvarlo, una pequeña chispa de disculpa que podía salvar el tormento que amenazaba con volcar el barco. Entonces, el príncipe, sintió un peso rodeando su cuello, como un collar trenzado de malos momentos que amenazaba con cerrarse y quitarle el aire, tirando de él en dirección al suelo.

Sus parpados, pesados como yunques, se cerraron, sumiéndolo en la más profunda oscuridad. Ese veneno maldito de tristeza que ambos deben de tragar a largos sorbos, lo ha dejado inconsciente

Una ronda de fragmentos luminosos y desordenados fue disparada en su memoria, como una supernova que acaba de nacer o, en el peor de los casos, morir.

Voces desordenadas y suaves, acompañadas de armoniosas carcajadas y gritos cargados de emoción. ¿Qué se supone que era eso? ¿Era su risa? Él no recordaba haber sido feliz en su infancia, siempre cubierta por un manto de soledad y oscuridad. ¿Era eso posible? ¿Pudo reír alguna vez en compañía de alguien más?

- ¡Vamos, Sitron, vamos!-Había gritado un niño con voz igual a la suya. Intentó abrir los ojos, y al hacerlo, todo era una mancha borrosa, estaba desorientado y no entendía como aquel muchacho había obtenido su caballo. Sitron nunca se apartaba de su lado y, si el mismo nunca fue feliz, Sitron tampoco. - ¡Lo siento!- se excusó el impostor, mientras unas siluetas se apartaban para dejarlo pasar. Confundido y, curioso, decidió seguir al falso Hans. No iba solo.

-Eso fue increíble-Su falso Hans, bajó del caballo, ayudando a una niña que no tenía rostro a bajar. -Eres un gran jinete, ahora tengo ganas de aprender.

El verdadero Hans era buen jinete ¿El impostor también?

Se acercó sigiloso como un gato, a la parejita de niños que miraban en dirección al cielo. La niña era rubia y el niño pelirrojo, estaban tomados de la mano. Por alguna razón, le dolió el corazón al verlos juntos.

-Gran jinete, claro, estuve a punto de atropellar gente, pero...con gusto te enseño- La niña sonreía, pero no podía verle el resto de la cara- Paso mucho tiempo con Sitron, es como un brazo o una pierna mía, porque de seguro ya habrás notado que mis hermanos me ignoran. -Los dos Hans, el pequeño y el grande, sintieron una oleada de melancolía. El pequeño Hans, fue consolado por la niña rubia. El gran Hans, fue abatido por el murmullo del viento.

-De ahora en adelante no solo tendrás a Sitron- Los dos Hans miraron a la niña con agradecimiento. - Ahora yo también seré tu amiga.

"Yo nunca he tenido amigas" Se dijo Hans a sí mismo, viendo al impostor con disgusto. ¿Por qué un falso él tuvo lo que el mismo siempre deseo?

Mientras más tiempo se quedaba junto a la pareja, más le dolía en el centro del pecho y la cabeza le daba vueltas a una velocidad vertiginosa.

Azules, los ojos de la niña eran azules.

Verdes, los ojos del impostor eran verdes.

La niña era...era...

Su pulso se aceleró, eso era un sueño, no un recuerdo, él nunca estuvo con ella, él no la había conocido antes de la coronación, ella no era la mujer que le robó el corazón...ella no podía ser real...tampoco el Hans pequeño, él nunca... él nunca... todo era una mentira, una alucinación, un recuerdo falso implantado para confundirlo.

-Es la primera vez que alguien me elige a mí en vez de a mi hermano. -Unas nuevas lágrimas, ardientes y feroces, resbalaron por sus mejillas para caer a un césped inexistente.

-Te elegiría a ti en vez de tu hermano aun si el compromiso arreglado.

-Gracias, gracias por tu confianza-El pequeño Hans rodeó el cuerpo delicado de la niña, sonriente como no lo hacía en muchos años. Apenas tocó el cuerpo de la niña, apenas darle un beso tímido en la mejilla, el Hans mayor también lo sintió.

Y entonces lo supo. Aquello pasó, no sabía cómo, pero sucedió.

Ella si era su ella.

De alguna manera, en un mundo paralelo, en un sueño, en una mentira, los dos...se conocían. Los dos se amaban. Los dos estaban destinados.

Abrió los ojos.

Jamil estaba en un rincón de la habitación, abrazando sus rodillas, esperando a que el despertase.

-Explícame que fue eso que vi, Jamil, explícamelo.

-Lo siento Hans, pero tampoco entiendo lo que pasó.

- ¡No me vengas con eso ahora, Jamil, tu bien sabes lo que paso, tú sí puedes recordar y yo no!-Un tic nervioso en su mandíbula y un fuerte empujón, fue lo suficiente como para que el guardaespaldas decidiera hablar.

-Tú ya conocías a la reina Elsa-Hans golpeó el suelo con el puño.

- ¡ESO ES MENTIRA!- volvió a golpear el suelo.

- ¡No lo es!-responde, con seguridad.

- ¡Entonces dime!-exige, mientras un brillo amarillento aparece detrás de sus pupilas, como si sus ojos fueran los de un gato en la oscuridad.-Dime, Jamil, o no vuelves a verme.

-Es que en realidad tampoco lo sé-chilla el pelinegro, a la defensiva-Un día, simplemente despertaste, tenías entonces diecisiete años, no me reconocías, no sabías tu nombre, estabas asustado.

El príncipe aparenta recordar cuando en realidad no lo hace.

-Tardaste unos días en recuperarte. Fue un gran golpe para tu padre, decías cosas extrañas y tratabas de manera tajante a tus hermanos, porque a pesar de hacerte la vida imposible, tu seguías manteniéndote igual de gentil y bondadoso con todos, eso fue tal vez lo que asusto a todos: Que tu alegría y generosidad se hubieran esfumado. Por un breve periodo de tiempo, tu padre creyó que habías heredado una enfermedad procedente de los genes maternos (y no preguntes, porque el Rey nunca quiso decirnos de que era esa enfermedad) y por esos pocos días, tu padre no te abandonó ni un segundo día.

Asintió, viendo manchas borrosas de su padre al lado de su cama, contándole cosas que el creyó haber alucinado.

-Cuando te fuiste recuperando, tus hermanos decidieron poner bandera blanca unas cuantas semanas y ayudarte en tu recuperación, con la esperanza de que el Hans dulce y tierno que ellos conocían volviera, desgraciadamente eso no sucedió. A pesar de eso, tus hermanos seguían ayudándote con tus recuerdos, te mostraban cartas de tu mamá escritas a cada uno de ellos, pinturas y retratos, incluso una vez trajeron a un músico para que tocara la sonata que tu madre había escrito unos días antes de que tú nacieras. Tus hermanos, aunque no lo creas, deseaban que volvieras a ser ael de antes, así que te llevaban a lugares que tú considerabas importantes en otros tiempos. Te llevaron con Sitron y te volvieron a enseñar a montar, te llevaron a la plaza donde tú habías organizado una vez una enorme fiesta, te llevaron al observatorio, porque te gustaba contemplar las estrellas.-Jamil esperó unos segundos para ver el efecto provocado por las palabras- cuando comenzabas a recuperarte, te fueron dando un poco más de espacio, fue en ese espacio en el que comenzaste a traer a mujeres de todas partes al castillo, molestando mucho a tus mayores por aquel comportamiento. Eso fue lo que hizo que tus hermanos se hartaran de ti. Intentaron aprovechar aquel borrón de memoria para aplicar aquel dicho de "borrón y cuenta nueva" para que olvidaras todos sus abusos hacia tu cuando eras un niño.

Esas palabras fueron como recibir un golpe.

-Pero tu parecías solamente recordar rencor por sus acciones, cuando uno intentaba ser gentil contigo, tú le remarcabas en la cara todo el mal que alguna vez que te hizo, obligándolo a alejarse de ti y ser hostil si tú también lo eras. Estabas aferrado al pasado, a lo malo y, de eso te alimentaste durante dos años más.-Sintió de nuevo el deseo de llorar- Un día descubriste tus poderes otra vez, pero al contrario del pasado, aprendiste a ocultarlos a la perfección. Tu padre, no podía creer que tú fueras su hijo. Fue cuando todos valoraron al pequeño Hans que sonreía con las cosas simples de la vida, que dibuja maravillas en un lienzo lleno de oscuridad, y especialmente: extrañaron al Hans que a pesar de los daños seguía queriendo a sus hermanos. Te volviste sombrío y callado, siempre lleno de un aura oscura y de secretos, eran pocos los que podían ser tratados en el pasado como en el presente, yo incluido entre ellos. Tus recuerdos se distorsionaron, se volvieron torturas y encierros. Tal vez por eso te revelaste...

Eso explicaba muchas cosas, pero dejaba ciertas lagunas que ni siquiera Jamil podría explicarle.

-Cuando John intentó averiguar si tu recordabas un poco de Elsa, tu no le prestabas atención. La habías olvidado por completo, sus cartas desaparecieron, todo rastro de que alguna vez ella existió en tu vida fue borrado de manera misteriosa. Todos tus hermanos estaban un poco deprimidos por eso, ya que creían que ella podía ayudarte para retomar el camino que perdiste Durante esos dos años, fuiste ignorado por tres de tus hermanos como si tu fueras invisible durante los primeros dos años de tu pérdida de memoria, fue por tu bien. -Simplemente no podía creerse lo que le estaba pasando, es como si hubieran tomado la vida de alguien más para escribirla en algún libro, no parecía algo real. -Creímos que lo correcto fue fingir junto contigo que ella para ti no era nadie, sin embargo, tu seguías viéndola a veces en sueños, la describías como una mujer que siempre te cuidaba, la llamaste "Elsa" a pesar de nunca antes haber escuchado el nombre. Para ti, esa mujer misteriosa te daba seguridad y paz.

Claro que recordaba eso, muchas veces había preguntado a John sobre ella.

"No puedo ayudarte- era su excusa- lo lamento."

Ahora todo cobraba sentido

-Cuando la mujer misteriosa se apoderó de ti, tú te volvías como el Hans de antaño, rechazabas a las mujeres en busca de aquella que te robaba el sueño, en ese entonces un año fue el tiempo que duro tu amor por la desconocida. Para ti, Elsa era inalcanzable, una diosa que superaba cualquier belleza antes conocida. Ella se convirtió en tu musa, tu inspiración. Pero nadie podía decirte nada de ella, lo teníamos prohibido, órdenes del rey. -Jamil le dio unas palmadas- Según su majestad, ella tenía algo que ver con el drástico cambio de comportamiento tuyo. Así, pues, fue cuando continuaste siendo un mujeriego de veinte años de edad.

-Ya entiendo...- susurró, mientras más piezas comenzaban a formarse.

-Un día, una carta de Arendelle llegó a las Islas del Sur, cualquiera de los otros doce pudieron haber ido en tu lugar, pero fue John quien insistió en que fueras tú el elegido, con la esperanza de que tu memoria volviera. Por eso te dijo que ahí encontrarías a la chica perfecta para ti, bonita, inteligente y divertida, John te dijo que le pidieras matrimonio y que no regresaras hasta que lo hubieras conseguido. Fue su manera indirecta de decir: "¡Ahí está la chica a la que tu amaste de pequeño!" Es una lástima que tu entendieras todo mal. Ahora puedes ver porque tus hermanos te han mandado esa carta tan fría, destruiste la oportunidad que tenías de ser el de antes, porque en lugar de aprovecharla, intentaste asesinarla...

- ¿Ya acabaste?

-Sí, se puede decir que sí. -Jamil se sirvió una copa más de vino, ya calmado y de nuevo con las mejillas secas, le dio un sorbo en tranquilidad.

-Gracias por explicarme todo esto-el muchacho se levantó, con energías renovadas. - ¡Nos vemos luego!

- ¡Un momento! Te acabo de recitar toda una biografía y ¿es lo único que dices?

- ¡Si, gracias!-cruzó la habitación con rapidez- Gracias por ser como un padre cuando lo necesito- Y la puerta se cerró detrás del pelirrojo.

Tal vez esto tenía solución, tal vez todo esto se podía salvar si encontraba el modo de hacerlo. Elsa no podía estar lejos, tenía que seguir en el castillo. Fue a las cocinas, pero no se encontraba por allí y decidió dejar de buscar cerca del salón, ya que podría encontrarse con la Reina Elinor y es lo que menos quería.

- ¡Elsa!-gritó, al verla salir de una habitación sobre el pasillo. Ella lo saludó con una sonrisa. -Hola.

-Hola, Hans, ¿cómo te va?-Sus piernas temblaron, como si estuvieran hechas de palillos y se sintió el hombre más afortunado del mundo.

-No hagas preguntas y sígueme a los jardines. -con la mano helada de ella entre la cálida suya, corrieron en dirección al jardín, él emocionado por lo que diría y ella, con el corazón saliendo de su pecho. No podía explicarle todo lo que ya había descubierto, pero si podía decirle todo lo que sentía en el momento.

-Creo que me he enamorado- dijo, sonriendo al ver como el rubor en el rostro de la rubia aumentaba. El clima estaba precioso, no podía haber encontrado un momento mejor para lo que le diría.

-Ah...que bueno ¿de quién?- se sintió estúpido y pequeño, ansioso, como si nunca antes hubiera hablado con una mujer.

-De ti. -Sus brillantes ojos azules se abrieron de par en par y sus labios se curvearon en la sonrisa más enternecedora de la historia.

-Yo también creo haberme enamorado. - No sabía que hacer a continuación. ¿Besarla? ¿Darle un abrazo? ¿Darle una pequeña pista del pasado? ¿Ella lo recordaría?

- ¿De quién?- preguntó, con tal inocencia que parecía apenas conocer el mundo.

-De ti. -Fue casi como un acto reflejo. Sus brazos, fornidos, cubrieron la espalda delicada de la chica, pegando su cuerpo con el suyo en un profundo abrazo.

Recordó la visión de su niñez, en la que la pequeña Elsa le daba su visto bueno al pequeño Hans.

-Gracias por tu confianza. - Elsa se sintió extraña al escuchar esa frase, le resultaba familiar de algo, como si él la hubiera dicho antes, en otra vida o en otro lugar.

- ¿Qué has dicho?- un fuerte dolor en la cabeza, como una punzada, comenzó a atacarla.

-Gracias por tu confianza- repitió, aun abrazándola-Gracias por existir.

Siguieron con su abrazo, rodeados de una burbuja de hielo y fuego que ninguna persona podría romper.

Desde uno de los ventanales, la princesa del reino los contemplaba de lejos. Cuanta envidia sentía de ese par, destinados, unidos, amándose, cuanta envidia para una sola persona. Ella amó y perdió. El amor, para ella, era un mito, una leyenda. Lo odiaba, odiaba el amor. Elsa era la culpable de que el hombre de su vida la dejara abandonada, todo porque ella era más bonita. Se sentía fea, miserable, sola. No quería casarse con un hombre que la odiaría por no ser otra persona.

Escuchó una voz, en el interior de su cabeza, era macabra, le daba miedo, le decía que hiciera cosas malas.

"El arco...usa el arco, desde aquí, no puedes fallar."

Era cosa de abrir la ventana y disparar una flecha en dirección a la pareja, le daría directo en la espalda a esa rubia oxigenada. La mataría. Vengaría el rechazo de su ex novio.

Como si algo jalara de sus brazos y pies, como si fuera una marioneta, caminó hasta su arco. Se detuvo, volvió a ver a Elsa. Ella la creía su amiga, ella no era mala, Elsa no tiene la culpa de ser bonita. Elsa tiene buenos sentimientos.

"Mátala, hazlo, cobarde"

-No lo haré- dijo en voz alta, hablando con su reflejo, pero había algo diferente, su reflejo, tenía la piel oscura y los ojos carmesí, como la armadura que usaba durante sus prácticas del arco y flecha.-Ella no lo merece ¡Es mi amiga!

"Esa rubia, es mejor que tú en todo, ella cautivo al público como Julieta, enamoró al príncipe, enamoró a tu ex novio. A este paso, tomará tu vida, eso no es ser una amiga. Mátala."

Mérida frunció el ceño, viendo con rabia unos hilos oscuros que controlaban sus movimientos. Debía resistir.

-Hoy no lo haré, déjala tranquila por hoy, prometo hacerlo después, por favor, dale más tiempo, déjame libre- sollozó, viendo como el reflejo la observaba con asco.

"Eres tan débil, no puedo creer que seamos la misma persona."

Y desapareció.

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¡Hola Wattpaders!

Aquí la actualización de la historia que tanto aman (yo sé que la aman) ( ͡° ͜ʖ ͡°) ¿A poco no estuvo fantástico? Xd 7,159 palabras en Word y 17 hojas. Mi mamá casi me lincha por escribir en lugar de pelar las papas para la comida ¡Pero ustedes lo merecen! Perdonen mi ausencia y espero haber sacado una sonrisa a más de una personita especial.

El primer recuerdo de Hans se encuentra en el capítulo "Amistad" y los demás fragmentos se encuentran en "Familia" y "Una paloma de cristal" Para recordar un poquito los inicios de esta historia. Díganme que les pareció por favor y que partes del texto les han gustado más. Se los agradecería :) Estrenamos nueva portada yeih, la hice yo u-u pero creo que es bonita xD Así que aquí en multimedia la dejo con el titulo del cap. para que puedan verla mejor.

Estrellitas y comentarios son siempre bienvenidos. Un enorme saludo, gracias por la espera y por leerme.

P.D: El capitulo está escrito con guiones largos, así que es culpa de Wattpad por si lo leen con guiones cortos.

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