Armadura carmesí.

Nada.

Eso era lo que se escuchaba. Nada. No podía haber más, sólo era vacío,  un sonido tan hueco y penetrante que vibraban los oídos. El oído humano estaba diseñado para eso, inventar sonido a pesar de no haberlo.

Todo eran mentiras, viles y crueles. Como aquella en la que al colocar las caracolas marinas junto a la oreja se podía escuchar el mar, cuando en realidad sólo era el eco de tu sangre bombear y pasar por ahí. No había mar, tampoco había sonido. Eran alucinaciones.

El barco sureño no podía encontrarse en un estado más lastimero y melancólico que ese.

Era el último día a bordo.

La tripulación noruega  se aferraba con uñas y dientes a la tripulación sureña. La amistad entre ambas flotas era tan fuerte y dolorosa...un gran ejemplo eran sus respectivos nobles. La ojiazul y el ojiverde se encerraron en sus respectivas habitaciones, en todo el día, sin que nadie pudiese llevarles comida o acercarse a la puerta. Y nadie lo intentaba, pues sabían perfectamente que cada uno tenía pensamientos que aclarar. La boda con el reino escocés venía con grandes y necesarios beneficios para la tan despreciada corte de las islas sureñas, agregando infelicidad y malos ratos para los dos jóvenes.

Las olas golpeaban el barco y su sonido era el de cristal roto, cayendo y golpeando. Era uno de esos días grises, nublados y con luz plomiza, frío como el hielo y a la vez acogedor. Esos días,  en los que deseabas estar frente a la chimenea, bebiendo chocolate caliente, abrigado y tranquilo,  envuelto en mantas junto a la persona que estimas....También eran de esos días tristes, silenciosos  y en los que el tiempo no parecía transcurrir. Otro día triste acompañado de noticias y despedidas melancólicas.

La nieve no pinta la montaña hoy —La mujer estaba recorriendo viejos diarios de navegación con lentitud, recordando la vieja canción que inventó el día de su escape-y próximamente de su libertad- modificando un poco la letra —No hay mapas que seguir... —Era maravilloso ver dibujos tan antiguos tan bien conservados —El destino ya ha llegado y el reino se ve aquí —La letra era elegante y con curvas, de un capitán cómico y humilde que adoraba la mar. Su mente estaba leyendo,  pero su subconsciente estaba cantando los acontecimientos del día siguiente— El viento ruge y hay tormenta en mi interior— De las cartas de navegación fue a dar a un viejo cuento, de un submarino y peces mágicos, infantil pero entretenido — Un nuevo sentimiento, que lástima mi sentir — Sus dedos tamborileaban por encima de los libros — Es necesidad de salir de aqui...No he de sentir,  he de olvidar, este mes no ha de pasar, buena chica yo siempre debo ser... Lo dejaré ir... —Suspiró, olvidando por completo la letra de su vieja canción, pero conservando el ritmo —Libre es, libre es, nuestra amistad queda atrás, libre es, libre es, yo no regresaré jamás... — Su pecho se encendió. No pudo continuar la canción.

¿Cómo podía dejar ir a un amigo tan bueno? 《¿Un amigo  o a un hombre tan bueno? 》Le dijo su conciencia, ella negó con la cabeza a pesar de que nadie podía verla. Ella no estaba interesada,  para nada, no. Ella tenía su alma junto a Hunter, su mejor amigo de la infancia. ¿Una década de ventaja le bastaba a su conciencia para dejarla tranquila con el tema? Además,  Hunter la amaba.

La duda nunca le llevaba por el camino del bien, de no haber tenido duda hace años para salir de su cuarto su vida sería totalmente diferente y la duda no volvería al ataque. La duda anunciaba tormenta interna y en ella las tormentas internas no eran nada bueno. Excepto tal vez, para  congelar medio mundo con el invierno eterno.

Kai y el resto de sus lacayos estaban despidiéndose de los sureños, que con gusto les pasaban recetas y compartían manjares y licores. No quería unirse, por su corazón desbocado y nervioso, que llamaría la atención a más mil metros. Actuar  como amigos frente a una tripulación en un barco era sencillo ¿Cómo actuarían frente al resto del mundo? ¿Cómo antes, cómo completos extraños? ¿Se volverían a odiar?

《¡No lo sé!》Le dieron ganas de gritar, con la carga de la incertidumbre sobre ella...

La princesa Mérida no era una mala persona y, no lo negaba, entendía porque Douglas estaba tan prendado de ella, pero no podía ayudar para romper el compromiso,  eso la haría ver como una mujer fatal.

No valía la pena ser una mujer fatal por un muchacho que no le interesaba.

El tiempo se escurría entre sus dedos a la velocidad de la arena, rápida y con cosquilleo. El tiempo era un  arma que te manipulaba a su antojo.

No podía seguir encerrada por mucho más tiempo y su estómago exigía comida, sin ánimos de comer nieve abrió la puerta, tal vez alguien se compadecería de ella y le preparase algo.

Douglas no le dirigió la palabra en todo el baile y Coraline no dejo de molestarla sobre el asunto de Hans,  su tío favorito...Mmm, realmente olía bien. Al llegar a uno de los sótanos un increíble aroma capturó su atención, era el delicioso olor de algo frito y crujiente, en su punto exacto de cocción y con el preciso sabor. Era jamón,  supuso, pues olía así. Entusiasmada entró al cuarto, mientras una tormenta de olores la acosaban para demostrar cual era el que olía más apetitoso.

— ¿Qué es ese espléndido aroma? —Preguntó, sonriendo levemente.

— El aroma de un sándwich en proceso —Respondió él. Oh, de todas las personas del barco precisamente tenía que estar cocinando él.

—Si, lo sé — El pelirrojo ni siquiera volteó a verla, no habían discutido, pero entendía a la perfección porque no podían verse a los ojos. Ocurrirían cosas que no les convenian, que los confundirían y que pensaron nunca sentir.

Así que la mirada estaba en el suelo.

—¿Quiere uno? —Un golpe bajo,  volver a hablarle de usted, la albina se tragó su orgullo.

— Me gustaría, por favor — Logró decir, tomando asiento en la mesita de roble frente a la estufa, realmente estaba hambrienta, pero no podía evitar preguntarse que sucedía.

— Esta listo —Anunció el pelirrojo, sirviendo el aperitivo en un plato, con una sonrisa orgullosa. Elsa volteó a verlo, con tristeza, sabía que nunca más habría noches de cuento como la anterior....Un momento ¿Y la confesión de anoche? Si Hans era el enmascarado de su cumpleaños...¿Qué fue todo ese coqueteo si en ese entonces se odiaban?  ¿Sólo jugó con ella ese día aprovechando la situación?  ¿Había significado algo cómo lo significó para ella? No podía verlo y comparar emociones como quien decidí que ponerse...

— Si no come se enfriará, majestad — La interrumpió, sonrojada dio un mordisco y luego otro, acompañado de muchos más. Al terminar se lamió los labios, evitando que pareciera un acto provocativo,  era -mejor dicho, fue- un emparedado delicioso.

— Es impresionante como un príncipe como usted sepa cocinar de este modo ¿Cuál es su platillo favorito? —El chico se rascó la barbilla.

— Este es el único que sé preparar — Admitió, con modestia — Fuera de sándwiches no sé nada.

—¿Nada? —Abrió la boca sorprendida, mientras el mordía un pedazo del suyo.

— Digamos que es como respirar,  si sabe como hacerlo desde que nace no hay complicaciones— Levantó el emparedado y lo contemplo unos minutos — Los sándwiches fueron mi salvación durante toda mi vida. —La reina levantó ambas cejas, entre decidir reírse o...reírse, finalmente optó por la primera opción.

—No se ría,  es verdad —El príncipe replicó.

— No es que no le crea, señor, pero sinceramente no se puede saber hacer una sola cosa cocinando tan bien— Ambos tenían mucho que decirse,  que gritarse y confesar,  tanto para bien como para mal, pero no eran capaces, sus lenguas estaban atadas. Sus sentimientos confundidos. Sus conversaciones triviales. Las miradas apagadas.

— Pues tiene que creerlo, porque así es — El príncipe apretó la mandíbula, indeciso — Son mi comida favorita.

{ —Por un momento creí que la estupidez era de familia — Reclamó el hombre,  soberbio — No conocía a su hermana y, sin más,  ya estaba hablando de matrimonio y de compartir sándwiches ¿Qué clase de ser inteligente puede tener pensamientos así?} Recordó la rubia, cuando fue a visitarlo a la celda del castillo. Ya no había rastro de ese Hans.

—¿Por qué? — Le cuestionó, aventurando la mirada hacia los ocelos bosque.

{ —¡No vuelva a hablar así de ella! —Lo acusó, bajando la temperatura de la habitación.
— Me disculpo —Gruñó el pelirrojo en respuesta.}

— Siendo el más pequeño les parecía divertido  a mis hermanos dejarme sin desayuno,  comida y cena — Jugueteaban con sus dedos, mientras las descargas de electricidad paralizaban sus mentes — Y prohibían a la servidumbre que me diera de comer. Al parecer dejarme morir de hambre era una manera sutil de deshacerse de mi. —Aveces la rubia no podía creer la crueldad de los hermanos de su contraparte, y escuchar la naturalidad en su voz le inquietaba — Tuve que valerme por mi mismo. Y a los ocho años uno no puede hacer mucho,  menos siendo de nuestro estirpe,  usted lo sabe — Realizó una pausa,  buscando palabras adecuadas — Me alegre mucho el poder llegar al comedor y morder un buen sándwich frente a todos ellos. Yo ya no pasaba hambre y ellos no pudieron apartarme del camino.  Fue mejor que darle un buen golpe por el cu...

— Lo entendí,  no hace falta ser explícito —Sonrió la rubia, con una enorme sonrisa. Volvían a tener confianza,  eso era bueno 《¿Pero por cuanto tiempo?》 Pensó,  viendo y escuchando el cristal roto de las olas.

— Esta bien... —No sabía que decir,  sus ojos solo recorrían el femenino rostro frente suyo, deleitándose con el perfecto perfil y cuestionando internamente el misterio de un rostro tan bello. ¿Cómo es que no pudo ver eso la primera vez? ¿Cómo es que prefirió comprometerse con la fácil e intentar matar a la difícil?  ¿Por qué no podía haberse conformado con el puesto de príncipe en Arendelle?  Infló las mejillas, acalorado y con los ojos abiertos. Un futuro con un anillo  en su dedo anular como mejor amigo no le parecía atractivo ¿Y todo aquel juego de cortejo que había estudiado por horas en los libros?  ¿Qué pasaba con las reverencias y el intercambio de miradas coquetas? ¿Y el lenguaje corporal,  el acelere de su corazón,  el nerviosismo de confesar sentimientos? ¿De un amor puro? 《Patrañas》 Se dijo, no muy convencido. Después de todo el siempre se protegía tras su armadura, tras el caparazón, un verdadero hombre no pensaba en cursilerias.

—¿Le sucede algo? — Movió la cabeza de lado a lado, regresando a la cruda realidad. Sus ojos se toparon con los suyos y sintió el turquesa inundar el bosque esmeralda.

— Es que un compromiso arreglado me parece superficial — Se cubrió la boca, lamentándose de haber dicho aquello, pero la rubia parecía asimilarlo con calma.

— Es cierto — Estuvo de acuerdo la albina, con seriedad — Pero no veo que le molesta ¿Acaso los sentimientos reales se volvieron lo inocuo en una relación? En nuestra época los sentimientos son lo de menos y lo importante es...— La chica levantó las manos, haciendo la figura de una corona sobre la cabeza — El linaje. —Hans hizo una mueca.

—No pensé que eso fuera lo que pensará — La mujer se encogió de hombros — Usted vivió con Anna... —Un ambiente tenso floreció entre los dos ante la sola mención del nombre tan prohibido y renegado — Ella más que nadie creía en el verdadero amor.

—Y no hace falta que me lo recuerde,  con eso recuperó la vida —La ojiazul apretó los dientes — Pero no es de todos el destino romántico ¿Verdad? Aveces esta carrera de vida tiene otros planes.

— Si, lo entiendo — De nuevo el silencio hizo la tercia faltante.

— ¡Vamos! Yo estaría emocionada en su lugar ¡Se casará!  Al fin obtendrá lo que mas anhela ¿No? — Sarcasmo, una frase cargada de. —¿Qué clase de mujeres le gustan? — Preguntó abruptamente, ruborizada y con un pulso acelerado,  agarrando por sorpresa a su acompañante.

— Las pelirrojas o las morochas —Mintió temiendo que al decirle que las albinas ella lo mal interpretará, Elsa volteó a ver con disimulo la pálida trenza platinada,  con disgusto. —¿Y a usted que hombres le gustan?

— Los castaños o los rubios— Bufó, omitiendo a los pelirrojos, el color se cabello que más le gustaba. Pero no le daría el gusto, no señor. Ahora fue el turno de Hans, que jalo sus patillas suavemente.

— ¿Los pelirrojos no? — Le reprochó

— ¿Las rubias no? — Contestó ella,  entonces ambos rieron.

—Creo que es un toushe bien jugado — Se estrecharon las manos. —Pero yo lo decía por mis hermanos, ya sabe, ellos asistirán a la boda y la mayoría sigue sin compromiso....

— Si, claro, señor — Alzó los ojos al techo —Estoy tan necesitada de amor que me acostaré con uno de sus hermanos —Le guiñó un ojo, mientras el chico se ponía tan blanco como la tiza.

—¿Q-Qué? —La rubia suspiró, le gustaba tomarle el pelo.

— Es una broma,  señor — Aclaró,  con una risa corta e inocente.

— A mi no me parece una broma de buen gusto ¡Es desagradable! — El príncipe se cruzó de brazos. Elsa se preguntó cuanto tiempo ya llevaban charlando ¿Minutos?  No parecía haber pasado mucho. Con cuidado se giró hasta ver un reloj de pared. 《Tic, toc, tic toc, ya dos horas llevas aquí》 respondió el aparato, ella se sorprendió.

— No puedo creer que ya llevemos dos horas aquí abajo.

—¿Dos? Pero parece que han sido...

— Diez minutos, increíble — Susurró Elsa, más para ella que para Hans. Entonces sus manos se rozaron. El mínimo contacto no sólo acelero aun más su pulso,  sino que también hizo arder sus dedos, aquellos que mantenían la marca.

— ¿Por qué crees que tengamos esto? —La chica se encogió de hombros.

— Casualidad. — El pelirrojo asintió,  no tan convencido.

— A partir de mañana ya no nos veremos en un mes — Respiró profundo y pausado — ¿Qué cree que pase en un mes?

— Bueno, para empezar usted se casará ¿No? Estará de aqui para allá siendo arrastrado por la reina Elinor , amenazado por la princesa Mérida y viviendo en el taller de costura para hacer sus trajes, mismos que usará durante la ceremonia, probará platillos y escogerá centros de mesa, porque la princesa es demasiado rebelde para eso y le tocará a usted hacerse cargo de los detalles faltantes. Y nosotros....Volveremos a ser un par de desconocidos, el final perfecto —Le costó mucho trabajo pronunciar lo último,  le dolió más de lo que pensaba.  Su amigo parecía encontrarse igual.

—¿Qué no somos amigos? — Sus labios se entre abrieron en señal de sorpresa,  mientras las largas pestañas que le servían de paraguas dejaban filtrar algunas gotas que amenazaban con empapar el turquesa.

— No —Se levantó con brusquedad, con un poco de miedo y las manos más frías de lo normal, él muchacho aventó su silla y corrió a por ella.

—¡Espere! —Exclamó, jalando un poco su brazo, mientras forcejeaba por la escapatoria. — ¡Dígame porque no somos amigos! — Exigió saber, con las emociones al máximo.

—¡Porque no es correcto! ¡Nunca va a serlo! —La rubia no lo soporto, sus pestañas dejaron llover. Con fuerza y rayos sonoros.

—¿Desde cuándo lo correcto es lo importante? — El musculoso príncipe la sujetó por los dos brazos, secando las gotas de lluvia y acariciando sus mejillas.
《Esto es una tontería, una tontería que debía pasar》

—Desde siempre — Titubeó.

—¿Desde siempre? — Si alguien los viera así lo mal interpretaría, pues estaban demasiado juntos.

— Si —La ojiazul cerró los ojos, con miedo. El ojiverde acortó la distancia.

Sus rostros se acercaron.

Sus labios se abrieron.

Sus mentes debatieron. Y sus corazones gritaron.

—¡Hola! —Dijo Douglas,  entrando de repente. La pareja se separo con brusquedad —¿Interrumpo algo?— Por la malévola y traviesa sonrisa que le cruzaba el rostro se notaba de lejos que el parecía saber lo que sucedía.

— No, de hecho te agradezco, que yo he de irme a mi...cuarto —La soberana Noruega salió a toda velocidad de la habitación,  agradeciendo y maldiciendo a la vez a su amigo,  pues no podia continuar con lo que pensaba que hubiese pasado. Hunter no le hubiera perdonado un engaño.

Los dos pelirrojos esperaron a que su elegante figura doblara la esquina para desaparecer las falsas sonrisas que habían mantenido, confrontados.

—¿Se intenta propasar con ella, majestad? — Douglas cruzó los brazos sobre su torso, entre cerrando los ojos hasta que solamente quedaran dos rendijas.

—¿Intentas enamorarla a ella,  sencillo mozo? —Cerró con fuerza los puños, a punto de lanzar llamas.

— No, ¿Para que intentarlo?  No dudo que cualquier hombre la ambiciona,  ella es una buena persona,  es perfecta, y sé que yo soy nadie —Bufó el cocinero, con una pizca de ego herido — Por eso mismo, si lo nuestro no podrá ser, (y no es porque me interese ¿Cuándo he dicho yo que me gusta?) He de protegerla de futuros asesinos.

En un rápido movimiento el brazo musculoso y envuelto en lino blanco rodeo el cuello del muchacho de cabellos cobrizos, rechinando los dientes y pidiendo ayuda para respirar.

—¡Escúchame,  pedazo de escoria! —Rugió el príncipe — ¡Yo soy quien manda aquí, el que da las ordenes!  ¿Crees que hice oídos sordos cuando los escuché hablando a ustedes en las cocinas?  — El jovencito sollozo, mientras su rosado rostro se coloreaba de morado,  pero Hans parecía tener mucho, mucho que decir. — ¡Sé que te gusta mi prometida! ¿Sabes que debería hacerte por pensar de esa forma en ella, tú insignificante pueblerino?  ¡Mandarte a la cárcel! —Sus ojos saltaron y se abrieron, sus manos se movían con inquietud, entonces Hans liberó un poco su cuello. No sería el asesino que aquel muchacho acusaba de ser. Lo aventó con fuerza al suelo —Pero no lo haré ¿Y sabes por qué? No soy tan malo como piensan.

Y, con dramatismo, abandonó la cocina.

                       ...

    ←Arendelle, Noruega→

La nación se encontraba en un estado similar a la coma. Las banderas ondeaban con melancolía y los comerciantes abrían las puertas en extrañas ocasiones. La gente vagaba por las calles preguntando que sucedía con la monarquía que gobernaba. Ya hacía un mes que la reina Elsa había desaparecido,  no había noticias sobre ella y, su querida hermana, canceló sus planes de boda.

No tenía ganas de salir siquiera.

—¡Calma, Anna, deja de llorar! — La joven pelirroja estaba arrinconada en la habitación de su hermana,  con una cobija sobre su cabeza y llorando con inquietud. —¡Anna!

—¡Vete Gerda! — La princesa se encerró en su mundo de cuentos.

Cuando llegó Olaf con la trágica noticia sintió su mundo extinguirse y apagarse. Perder dos seres queridos era demasiado, pero ¿Tres? La vida no era justa.

Recordaba haber llorado, corrido por los jardines y dejando plantado al florista y al panadero, en general dejando los planes para su boda.

—No puedo casarme Kristoff,  esto se tiene que cancelar — Había dicho, entre lágrimas, mientras el rubio la envolvía con calidez  entre sus brazos.

— Lo entiendo.

Así que ahora,  mientras sus guardias buscaban a su hermana mayor estaba sumida en la tristeza. Fueron 29 días de preocupación. Madrugadas llorando,  mañanas escondida como vampiro en su cueva, tardes renegando la comida y noches llorando en los brazos de un comprensivo Kristoff, que años atrás pasó por una circunstancia similar.

Mañana,  cuando la mayoría de invitados llegarán a Dunbroch,  tropas escocesas tenían la orden de mandarle una carta, con la notificación y la ultima palabra respecto a su hermana.

— Una última esperanza — Suspiró Anna, cerrando los ojos, a la espera de su querida hermanita. — Regresa a mi lado...

                     ...

Elsa despertó sudorosa, con la respiración agitada y el cabello hecho un nido de cuervos.

— No puedo hacerte daño,  Anna —Pensó, llorando — No puedo engañarte.

《¿Engañarla cómo?》Intervino su conciencia.

—  Mi amistad  con Hans — Se dijo, mientras las olas acariciaban el barco con suavidad. Era de noche y no podía dormir.  Con nervios, se arrastró por la cama y fue hacia la ventana, descalza y con la platinada cabellera en desorden y los ojos vidriosos. 

A lo lejos, unos metros,  un alto castillo de piedra y una salvaje flora anunciaba un nuevo reino.  Se escuchaban los cascos de un caballo, sobresaliente y subiendo una gran roca que llegaba a la costa. Montado en el caballo había un jinete,  que  no tenía rostro visible. Estaba cargando un arco y un caraj, que hacía juego con la brillante armadura,  de peculiar metal carmesí ¿Hierro quizá?

— Un guerrero de armadura carmesí — Sacudió la cabeza, tallando los ojos desvelados, pues por un breve momento había visto unos mechones anaranjados  escapar de la careta. Sonrió — Buenas noches,  princesa Mérida.

                       ...

— Reina Elsa.

—¿Qué sucede?

— Hemos llegado a Dunbroch.

Fue un adiós silencioso,  sin lágrimas,  ya había llorado demasiado la noche anterior. La tripulación se despidió con humildad. No quería dar largos detalles,  ni una enorme descripción, tampoco armar versos. Sólo quería ser una simple chica. Disfrutar la simpleza y pequeñez de las cosas para encontrar la paz.

—¡Elsa, Elsa!  ¿No estás emocionada? —La pequeña Coraline y Wybie se abrazaron de la albina, riendo con emoción.

—Demasiado —Mintió.

Orquesta,  ejército y teatro les dio la bienvenida.

Su mirada se cruzó por último vez aquel día con Douglas, al ser ayudada a subir al carruaje con Hans, John, Coraline y Wybie.

Movió la mano en señal de despedida, mientras la otra mano se aferraba al ojiverde príncipe.

El joven de cabellos cobrizos la contemplo con seriedad,  pero al final,  le regaló una sonrisa.

Al llegar al tan ansiado castillo escocés, al entrar al vestíbulo y al ver a la familia en el trono, le fue imposible reír sigilosamente al ver una careta y unas rodilleras rojas, escondidas detrás de la silla de la mal arreglada princesa.

— Es un gusto verla de nuevo. — Dijo la valiente princesa,  corriendo ante la mirada dura de la reina Elinor y brincando mientras sujetaba sus manos. Ella no era una impostora, era dulce a su manera y en el fondo sufría con pensar en su futuro. Ignoró olímpicamente a su prometido y siguió con la enorme sonrisa.  Eran amigas, las amigas se apoyan. No podía traicionarla. 

—El gusto es mio.— Respondió, con el mismo entusiasmo de la pelinaranja.

— Oh, Elsa, estás más hermosa que el día que nos vimos — Los enormes ojos celestes de la chica brillaron, Elsa entendía porque. Tal vez la veía como una salvación ¿A qué exactamente? No lo sabía. La princesa estornudo, agitando el cabello como un caballo y riendo a carcajadas como niña. Coraline la observó con miedo.

—Una princesa no ríe a carcajadas y no ignora a los presentes — Tanto la rubia como la pelirroja cerraron los ojos, pues detrás de ellas, la Reina Elinor venía para regañarlas.

— Lo lamentamos — respondieron,  bajando la mirada. La primera vez que dejaba los modales al lado y le pasaba esto.

—Mérida,  él es el príncipe Hans de las Islas del Sur y ¡Es tu prometido! — Todos en la sala se tensaron. Esa fue la peor frase que pudo decir.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

¡Buenas!  (: ¿Cómo están? Tarde mucho ¡Lo siento!  Pero pasaron los exámenes y esta semana entregaron calificación (por suerte me fue bien) Y junte tres capítulos en uno.

Estrellitas y comentarios son bienvenidos ♡ Gracias por su enorme apoyo y ¡Feliz Halloween!  :)

Little ghost los espera en mi perfil para que lo lean :D

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top